Por Ricardo Felipe Portocarrero Grados
Uno de los temas más importantes frente
al cual Mariátegui escribió muchas cuartillas, es el de la Revolución rusa. Ya
desde sus escritos de juventud, expresó gran entusiasmo por el proceso
revolucionario. Pese a la distancias (geográfica, histórica y periodística), no
solo analizó sus principales acontecimientos sino también a sus principales personajes,
de los cuales elaboró detallados perfiles biográficos. Siguiendo a Pirandello,
identificó el dramatis personae de la revolución.
De todos los personajes, Trotsky (aquí
conservando la ortografía de Mariátegui) es, sin duda, el que más le atrajo. Una
fascinación causada por la capacidad política, intelectual y organizativa de
líder soviético que lo elevaba muy por encima de la vieja guardia bolchevique,
cosa que el propio Lenin supo reconocer. Aunque en sus últimos escritos aceptó
las tesis sostenidas por el Estado soviético frente a la Oposición de
Izquierda, no aceptaba la condena ni la suerte a la que Trotsky fue sometido,
defendiendo la democracia interna y la unidad del partido. Una postura que
también fue asumida por otro marxista heterodoxo: Antonio Gramsci.
El texto que sigue, publicado por
primera vez en Variedades, Lima, el 19 de abril de 1924, es
presentado por el Archivo José Carlos Mariátegui, en
colaboración con Jacobin América Latina.
Trotsky
no es sólo un protagonista sino también un filósofo, un historiador y un
crítico de la Revolución. Ningún líder de la Revolución puede carecer,
naturalmente, de una visión panorámica y certera de sus raíces y de su génesis.
Lenin, verbigracia, se distinguió por una singular facultad para percibir y
entender la dirección de la historia contemporánea y el sentido de sus acontecimientos.
Pero los penetrantes estudios de Lenin no abarcaron sino las cuestiones
políticas y económicas. Trotsky, en cambio, se ha interesado además por las
consecuencias de la Revolución en la filosofía y en el arte.
Polemiza Trotsky con los escritores y
artistas que anuncian el advenimiento de un arte nuevo, la aparición de un arte
proletario. ¿Posee ya la Revolución un arte propio? Trotsky mueve la cabeza.
“La cultura —escribe— no es la primera fase de un bienestar: es un resultado
final”. El proletariado gasta actualmente sus energías en la lucha por abatir a
la burguesía y en el trabajo de resolver sus problemas económicos, políticos,
educacionales. El orden nuevo es todavía demasiado embrionario e incipiente. Se
encuentra en un período de formación. Un arte del proletariado no puede
aparecer aún. Trotsky define el desarrollo del arte como el más alto
testimonio de la vitalidad y del valor de una época. El arte del proletariado
no será aquél que describa los episodios de la lucha revolucionaria; será, más
bien, aquél que describa la vida emanada de la revolución, de sus creaciones y
de sus frutos. No es, pues, el caso de hablar de un arte nuevo. El arte, como
el nuevo orden social, atraviesa un período de tanteos y de ensayos. “La
revolución encontrará en el arte su imagen cuando cese de ser para el artista
un cataclismo extraño a él”. El arte nuevo será producido por hombres de una
nueva especie. El conflicto entre la realidad moribunda y la realidad naciente
durará largos años. Estos años serán de combate y de malestar. Sólo después que
estos años transcurran, cuando la nueva organización humana esté cimentada y
asegurada, existirán las condiciones necesarias para el desenvolvimiento de un
arte del proletariado. ¿Cuáles serán los rasgos esenciales de este arte futuro?
Trotsky formula algunas previsiones. El arte futuro será, a su juicio,
“inconciliable con el pesimismo, con el escepticismo y con todas las otras
formas de postración intelectual. Estará lleno de fe creadora, lleno de una fe
sin límites en el porvenir”. No es ésta, ciertamente, una tesis arbitraria. La
desesperanza, el nihilismo, la morbosidad que en diversas dosis contiene la
literatura contemporánea son señales características de una sociedad fatigada,
agotada, decadente. La juventud es optimista, afirmativa, jocunda; la vejez es
escéptica, negativa y regañona. La filosofía y el arte de una sociedad joven
tendrán, por consiguiente, un acento distinto de la filosofía y del arte de una
sociedad senil.
El pensamiento de Trotsky se interna,
por estos caminos, en otras conjeturas y en otras interpretaciones. Los
esfuerzos de la cultura y de 1a inteligencia burguesas están dirigidos
principalmente al progreso de la técnica y del mecanismo de la producción. La
ciencia es aplicada, sobre todo, a la creación de un maquinismo cada día más
perfecto. Los intereses de la clase dominante son adversos a la racionalización
de la producción; y son adversos, por ende, a la racionalización de las
costumbres. Las preocupaciones de la humanidad resultan, sobre todo, utilitarias.
El ideal de nuestra época es la ganancia y el ahorro. La acumulación de
riquezas aparece como la mayor finalidad de la vida humana. Y bien. El orden
nuevo, el orden revolucionario, racionalizará y humanizará las costumbres.
Resolverá los problemas que, a causa de su estructura y de su función, el orden
burgués es impotente para solucionar. Consentirá. la liberación de la mujer de
la servidumbre doméstica, asegurará la educación social de los niños, libertará
al matrimonio de las preocupaciones económicas. El socialismo, tan motejado y
acusado de materialista, resulta, en suma, desde este punto de vista, una
reivindicación, un renacimiento de valores espirituales y morales, oprimidos
por la organización y los métodos capitalistas. Si en la época capitalista prevalecieron
ambiciones e intereses materiales, la época proletaria, sus modalidades y sus
instituciones se inspirarán en intereses e ideales éticos.
La dialéctica de Trotsky nos conduce a
una previsión optimista del porvenir del Occidente y de la Humanidad. Spengler
anuncia la decadencia total de Occidente. El socialismo, según su teoría, no es
sino una etapa de la trayectoria de una civilización. Trotsky constata
únicamente la crisis de la cultura burguesa, el tramontó de la sociedad
capitalista. Esta cultura, esta sociedad, envejecidas, hastiadas, desaparecen;
una nueva cultura, una nueva sociedad emergen de su entraña. La ascensión de
una nueva clase dominante, mucho más extensa en sus raíces, más vital en su
contenido que la anterior, renovará y alimentará las energías mentales y
morales de la humanidad. El progreso de la humanidad aparecerá entonces
dividido en las siguientes etapas principales: antigüedad (régimen esclavista);
edad media (régimen de servidumbre); capitalismo (régimen del salario); socialismo
(régimen de igualdad social).Los veinte, los treinta, los cincuenta años que
durará la revolución proletaria, dice Trotsky, marcarán una época de
transición.
¿El hombre que tan sutil y tan
hondamente teoriza, es el mismo que arengaba y revistaba al ejército rojo?
Algunas personas no conocen tal vez, sino al Trotsky de traza marcial de tantos
retratos y tantas caricaturas. Al Trotsky del tren blindado, al Trotsky
Ministro de Guerra y Generalísimo, al Trotsky que amenaza a Europa, con una
invasión napoleónica. Y este Trotsky en verdad no existe. Es casi únicamente
una invención de la prensa. El Trotsky real, el Trotsky verdadero es aquél que
nos revelan sus escritos. Un libro da siempre de un hombre una imagen más
exacta y más verídica que un uniforme Un generalísimo, sobre todo, no puede
filosofar tan humana y tan humanitariamente. ¿Os imagináis a Foch, a Ludendorf
a Douglas Haig en la actitud mental de Trotsky?.
La ficción del Trotsky marcial, del
Trotsky napoleónico, procede de un solo aspecto del rol del célebre
revolucionario en la Rusia de los Soviets: el comando del ejército rojo.
Trotsky, como es notorio, ocupó primeramente el Comisariato de Negocios
extranjeros. Pero el sesgo final de las negociaciones de Brest Litowsk lo
obligó a abandonar ese ministerio. Trotsky quiso que Rusia opusiera al
militarismo alemán una actitud tolstoyana: que rechazase la paz que se le
imponía y que se cruzase de brazos, indefensa, ante el adversario. Lenin, con
mayor sentido político, prefirió la capitulación. Trasladado al Comisariato de
Guerra, Trotsky recibió el encargo de organizar el ejército rojo. En esta obra
mostró Trotsky su capacidad de organizador y de realizador. El ejército ruso
estaba disuelto. La caída del zarismo, el proceso de la revolución, la liquidación
de la guerra, produjeron su aniquilamiento. Los Soviets carecían de elementos
para reconstituirlo. Apenas si quedaban, dispersos, algunos materiales bélicos.
Los jefes y oficiales monarquistas, a causa de su evidente humor reaccionario,
no podían ser utilizados. Momentáneamente, Trotsky trató de servirse del
auxilio técnico de las misiones militares aliadas, explotando el interés de la
Entente de recuperar la ayuda de Rusia contra Alemania. Mas las misiones
aliadas deseaban, ante todo, la caída de los bolcheviques. Si fingían pactar
con ellos era para socavarlos mejor. En las misiones aliadas Trotsky no
encontró sino un colaborador leal: el capitán Jacques Sadoul,3 miembro
de la embajada francesa, que acabó adhiriéndose a la Revolución, seducido por
su ideario y por sus hombres. Los Soviets, finalmente, tuvieron que echar de
Rusia a los diplomáticos y militares de la Entente. Y, dominando todas las
dificultades, Trotsky llegó a crear un poderoso ejército que defendió
victoriosamente a la Revolución de los ataques de todos sus enemigos externos e
internos. El núcleo inicial de este ejército fueron doscientos mil voluntarios
de la vanguardia y de la juventud comunista. Pero, en el período de mayor
riesgo para los Soviets, Trotsky comandó un ejército de más de cinco millones
de soldados.
Y, como su ex-generalísimo, el ejército
rojo es un caso nuevo en la historia militar del mundo. Es un ejército que
siente su papel de ejército revolucionario y que no olvida que su fin es la
defensa de la revolución. De su ánimo está excluido, por ende, todo sentimiento
específica y marcialmente imperialista. Su disciplina, su organización y su
estructura son revolucionarias. Acaso, mientras el generalísimo escribía un
artículo sobre Romain Rolland, los soldados evocaban a Tolstoy o leían a
Kropotkin.
Fuente: https://jacobinlat.com/2021/11/07/trotski-segun-mariategui/
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