Publicado por Carmen Parejo Rendón | 22 Jul, 2020
“AL
IMPERIALISMO SE LE DEBE EMPEZAR A COMBATIR DESDE CASA”
“Los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo son imposibles
o son reaccionarios”
“La UE es incapaz de solucionar los problemas reales de los
pueblos europeos. Simplemente no está en su naturaleza”
“La Unión Europea es hija de la lucha de clases y de la reacción
contra el éxito del socialismo en Europa. Al imperialismo se le debe comenzar a
combatir desde casa.”
En 1915, Lenin, en su
artículo “La Consigna de los Estados Unidos de Europa” dejaba clara una premisa
que se ha demostrado cierta a la luz de los hechos desde la creación de
proyectos de unidad política y económica de las potencias europeas
occidentales.
Así
destacaba el líder bolchevique que “los Estados Unidos de Europa, bajo el
capitalismo son imposibles o son reaccionarios” y lo explicaba de la siguiente
manera:
“Desde
luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las
potencias. En este sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa,
como un acuerdo de los capitalistas europeos . . . ¿sobre qué? Sólo sobre el
modo de aplastar en común el socialismo en Europa, de defender juntos las
colonias robadas contra el Japón y Norteamérica, cuyos intereses están muy
lesionados por el actual reparto de las colonias, y que durante los últimos
cincuenta años se han fortalecido de un modo inconmensurablemente más rápido
que la Europa atrasada, monárquica, que ha empezado a pudrirse de vieja. En
comparación con los Estados Unidos de América, Europa, en conjunto, representa
un estancamiento económico. Sobre la actual base económica, es decir, con el
capitalismo, los Estados Unidos de Europa significarían la organización de la
reacción para detener el desarrollo más rápido d Norteamérica.”
Recordemos
que en 1917 triunfaría la revolución socialista en el antiguo Imperio Ruso lo
que daría paso a la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Del mismo modo tras la segunda guerra mundial y la derrota del nazifascismo en
el centro europeo y en la República italiana, triunfaron otras revoluciones
socialistas en distintos estados del este y del centro de Europa. En este
contexto, destruidos por la devastación de la guerra y acorralados por el
socialismo triunfante, las potencias imperialistas europeas adquieren una nueva
relación de dependencia con los EEUU. Así la propia industrialización masiva de
la República Federal Alemana se convierte en un arma más de la guerra fría y en
un matrimonio forzoso entre la Alemania capitalista y la potencia
estadounidense que pasa a ser hegemónica en su lado del telón de acero. Por lo
que lejos de relajarse el contexto que presentaba Lenin, y que imposibilitaba
el desarrollo no reaccionario de la consigna de los Estados Unidos de Europa,
se agudizó en este devenir histórico. Al menos en el lado occidental del telón
de acero.
Lucha de clases en Europa
En 1947 el presidente de
los EEUU, Harry S. Truman, del Partido Demócrata, impone la Doctrina que lleva
su nombre, esta doctrina abriría la puerta a la injerencia internacional bajo
el discurso y la acción anticomunista. Es el inicio de la Guerra Fría. Entre
las propuestas de este gabinete está la implementación del Plan Marshall para
la reconstrucción de Europa Occidental como una herramienta más para evitar la
propagación del socialismo en el continente mediante un desarrollo industrial
controlado y dependiente de las exportaciones de EEUU.
El 16 de Abril de 1948 se
funda la OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica) con el fin
de administrar las ayudas del Plan Marshall. Lo que crearía la primera
estructura de cooperación económica para la Europa occidental capitalista y que
sería el origen de la actual OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos) conocida como el “club de los países ricos” que no
obstante ha ido sumando economías dependientes a través de gobiernos marionetas
en otras partes del mundo.
Esta
unidad que no se puede comprender fuera del marco de la lucha anticomunista y
del expansionismo estadounidense dará paso a la Comunidad Europea del Carbón y
del Acero en la década de los 50. Una alianza que unirá en la paz y en la
guerra a la República Federal Alemana, Francia, Bélgica, Italia, Luxemburgo y
los Países Bajos. En 1957, con el Tratado de Roma, finalmente se constituye la
Comunidad Económica Europea (CEE) o el “mercado común”, que facilita el fin de
los derechos de aduana entre los países miembros.
En
1973, Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca entran en la CEE. Los siguientes en
sumarse serán Grecia (1981) y España y Portugal en 1986, tras caer o adaptarse,
como en el caso español, sus regímenes dictatoriales al modelo de democracia
capitalista de la CEE.
En
1986 se firma el Acta Única Europea, tratado que constituye la base de un
amplio programa de seis años, destinado a eliminar las trabas a la libre
circulación de mercancías a través de las fronteras de la UE, y que da así
origen al Mercado Único.
Y
en 1995 se añadirían: Austria, Finlandia y Suecia. Conformando la Europa de los
15.
Paralelamente
se refuerza la alianza del capitalismo europeo con EEUU a través de la
Organización del Tratado Atlántico (OTAN) en abril de 1949, consolidándose así
el bloque anticomunista con el que el gran capital europeo y estadounidense
unieron fuerzas militares ante la Europa socialista, la URSS y cualquier nuevo
proceso revolucionario que pudiese darse.
La primera acción conjunta
de la OTAN se produce una vez caída la Unión Soviética y sirve para destruir el
último reducto del socialismo europeo. Con el bombardeo de Kosovo, bajo
premisas falsas, se consolida la destrucción de Yugoslavia y el inicio de un
orden mundial unipolar donde EEUU reinará con bastante tranquilidad durante
algunos años.
La década de los 90 es
especialmente dramática para el continente europeo, a la guerra de Yugoslavia
se le suma la destrucción y la venta en pedazos de los países del este,
incluida Rusia, favoreciendo la aparición de oligarcas mafiosos y destruyendo a
su población con cifras de devastación propias de una cruenta guerra.
Aumentando la drogadicción, la prostitución y otros elementos de lumpenización
social que referenciaron la imagen de la decadencia de un capitalismo que se
imponía vengativo contra unos pueblos que una vez fueron libres. A su vez se
produce el proceso de “reunificación” en Alemania que llevará al
empobrecimiento del este, que será castigado por su experiencia socialista en
beneficio de la zona occidental del país.
Vendiendo
su victoria como concordia y transmitiendo al mundo la propaganda que ocultó
que aquella caída del muro de Berlín no era más que el triunfo de los
capitalistas contra el estado de los trabajadores de la República Democrática
Alemana.
La
CEE lo festeja con dos Tratados: el de Maastricht en 1992 y el de Ámsterdan en
1999. Para potenciar la capacidad expansionista de los grandes monopolios
europeos en un mundo sin telón de acero se producen nuevas reconversiones y
planes de cohesión que favorecen a las zonas económicas con un desarrollo más
competitivo y a las grandes empresas y multinacionales. Así como la puesta en
marcha del Banco Central Europeo para la gestión de la zona Euro.
27 socios en un proyecto de Mercado único entre
países completamente desiguales
La
UE nace y se fundamenta en la necesidad del capitalismo europeo de hacer una
fuerza conjunta ante la pérdida de influencia de su economía y el éxito del
socialismo en Europa, tal y como ya advertía Lenin en 1915. No obstante, a la
situación de estancamiento económico se le sumó la debilidad en la que se
encontraban tras la segunda guerra mundial, lo que forzó una alianza con los
EEUU que aún hoy se mantiene vigente.
Las
potencias de la UE se desarrollaron bajo el amparo de la rapiña colonial y de
la expansión de sus capitales a través del imperialismo. En el nuevo contexto
que se abre tras el fin de la guerra fría además se sirven de un nuevo proceso
de rapiña interna a través de nuevas anexiones de los deteriorados países del
este europeo tras la caída del socialismo. Sumando actualmente 27 socios a un
proyecto de Mercado único entre países completamente desiguales. Una sola
política fiscal y monetaria que da una clara ventaja a los países con una
industria y un sistema financiero más sólido.
A
su vez el aumento de los monopolios y la deslocalización productiva aumenta la
precariedad laboral y el desempleo que además en los últimos años, tras la
crisis económica, se verá reforzado por unas políticas de austeridad en el
gasto social que ha llevado a una gran parte de la clase trabajadora europea
-que incluye a los miles de migrantes, internos y externos, resultado de sus
experimentos de saqueo y guerras en los países periféricos- a situaciones de
extrema pobreza y falta de esperanzas.
Sin embargo, como sabemos,
el imperialismo no tiene aliados, solo intereses. Lo que abre profundas fisuras
en la Unión como la que provocará el Brexit, o la salida de Reino Unido
consolidada el pasado 2019. Para comprender esta ruptura hay al menos dos
elementos claves: el hastío social y la falta de cohesión política y en segundo
lugar las propias contradicciones interimperialistas en un contexto de crisis
económica y de ruptura de hegemonías por la aparición cada vez de una forma más
evidente de un mundo multipolar que vuelve a romper las reglas del juego.
Celebración
en las calles de Reino Unido tras el Brexit
La
participación porcentual en el PIB (actividad económica de la UE) de Alemania y
Francia es del 42%, siendo estos dos países junto con otros como Holanda, los
que más se benefician de la fuga interna de capital según diversos informes
oficiales. Mientras que los países del sur de Europa se posicionan a la cola,
debido a procesos de desindustrialización y a la especialización económica.
Los
países del sur bien podrían haber sobrevivido creando un gran parque temático
sobre los antiguos imperios del mediterráneo, a fin de cuenta se hicieron
expertos en sobrevivir de las rentas del turismo para compensar una agricultura
devaluada y una desindustrialización creciente. Sin embargo no hay que ser
ingenuos de más y debemos asumir que en países como Grecia o el Estado Español
tras múltiples privatizaciones se crean grandes monopolios que en el contexto
de la UE han sabido jugar y juegan en el mercado imperialista. Tenemos como
ejemplo casos como Telefónica, Unión Fenosa, Repsol o Endesa, creadas al amparo
de las privatizaciones del sector público. Y en el sector financiero podríamos
destacar el proceso de unificación de la banca pública orquestado por Felipe
González que se llamó Argentaria y que solo dos años después iniciaría su
proceso de privatización, fusionándose con el BBV en 1999 y dotando a este de
capacidad competitiva en su sector. Todos estos procesos se desarrollan bajo el
amparo y las exigencias de la propia Unión Europea para garantizar el éxito de
su empresa.
En
el caso de los países del este debemos destacar que sobreviven como socios de
segunda, estratégicamente interesantes para la OTAN en su presión contra Rusia
-de hecho muchos de ellos se integraron en la Alianza Atlántica como paso
previo a la entrada en la UE- y con un aumento significativo de la extrema
derecha debido a la insatisfacción provocada por estas alianzas que les
vendieron como salvadoras pese a estar implicadas directa o indirectamente en
la destrucción de sus países. Ante la criminalización del comunismo e incluso
su persecución, con una izquierda débil, son estas fuerzas de extrema derecha
que con un discurso populista de carácter nacionalista quienes están
concentrando el apoyo de una clase trabajadora perdida y sin futuro.
Durante
la crisis sanitaria por el Covid-19, a su vez, hemos visto que las dos
potencias fundamentales de Europa parecían enfrentarse en tanto al modo de
actuar que debía imponerse. Así Francia se alineaba con Italia y el Estado
Español mientras que veíamos a Alemania más cerca de otros países como Holanda.
De algún modo nos vendían este enfrentamiento como un problema de carácter
ideológico donde Francia preponderaba la solidaridad entre los pueblos mientras
que Alemania defendía la armonía económica. Una pugna aparentemente entre el
“idealismo” y el “pragmatismo”.
Lo
cierto es que ambas potencias tienen y han tenido intereses diferentes al
respecto de la Unión Europea, sin embargo su pugna de poder también implica, al
menos hasta el momento, sostener esta estructura para seguir beneficiándose de
ella.
A
modo de ejemplo de esta divergencia entre las dos potencias europeas, diversos
analistas coinciden en que la principal ambición de Francia al respecto del
Euro fue poner fin a la dependencia monetaria del dólar y de la hegemonía
regional del marco alemán, y establecer una moneda de reserva global que
pudiese enfrentase al dólar. La situación de Alemania era otra. Alemania es un
país que se destaca por sus exportaciones lo que le provocaba una
sobrevaluación de su moneda y por tanto el encarecimiento de sus exportaciones,
lo que le llevaba a disminuir su mercado. En este contexto un mercado común y
una moneda común ha garantizado a Alemania asegurar sus exportaciones
garantizándose un mercado seguro en el propio territorio comunitario. A su vez
ha aprovechado otros elementos como los salarios más bajos en otros países de
la zona euro para el desarrollo de su industria etc
Aunque
el plan alemán se muestra victorioso de una forma más evidente tampoco podemos
olvidar que el Euro dentro del planteamiento francés no ha quedado tan mal
parado aunque no haya conseguido su objetivo final debido a múltiples factores.
En cualquier caso ninguno de los planteamientos tiene nada que ver con la
Europa de los pueblos ni con la solidaridad.
Así
las grandes crisis europeas, al margen del Brexit, como la crisis económica y
el caso griego o la actual crisis del coronavirus se han tratado de resolver
siempre en función de estos intereses y eso ayuda a explicar porqué la UE es
incapaz de solucionar los problemas reales de los pueblos europeos. Simplemente
no está en su naturaleza.
La
crisis económica y sobre todo la crisis en Grecia fue un negocio rentable para
estos propósitos y de nuevo la crisis del coronavirus volverá a serlo debido al
aumento de la deuda de los países miembros, lo que reforzará, al menos en
primera instancia, la dependencia dentro de la zona Euro que será la única
manera de salvar la “asociación”.
“La solidaridad europea no existe. El único que
puede ayudarnos es China”
Aleksandar
Vučić, presidente de la República Serbia, en marzo de este año denunciaba que
Europa no había querido ayudar a su país en medio la crisis sanitaria que está
azotando al mundo. Del mismo modo destacó que solo China había respondido
inmediatamente a su solicitud aportándoles esa ayuda. Igualmente esto ocurrió
con Italia a la que además de la ayuda china se le sumó la ayuda de los médicos
brigadistas cubanos. Unos médicos que ya habían colaborado para erradicar el
ébola en países africanos o que han acudido a países agredidos como Siria para
ofrecer de nuevo su ayuda solidaria.
Estos
meses también hemos visto cómo los socios de la UE se robaban material
sanitario y que las propuestas de ayuda como los coronabonos vendrán cómo
suelen venir con paquetes imposibles de llevar a cabo como medidas impositivas.
De nuevo todo esto no nos debe extrañar ya que no está en la naturaleza de
quién pese a llevar décadas envuelto en una propaganda sobre unos Estados
Unidos Europeos solidarios se siguen llamando “socios” y no “hermanos”,
“compatriotas” o “compañeros”.
Debemos
recordar que ante la crisis griega, el gobierno de Tsipras también recibió una
oferta en esta caso de Rusia para enfrentar el chantaje que le estaban haciendo
sus socios.
Recordemos que el pueblo
griego dijo “no” a la UE y recordemos también como ese gobierno de la “nueva
política” que vino a sustituir a esa izquierda revolucionaria europea -que daba
tanto miedo que tuvieron que crear mil estructuras, incluida la CEE, para
derrotarla- traicionó a su pueblo y actualmente gobierna de nuevo la derecha en
Grecia.
Resultado
del Referendum griego que dijo “no” a las imposiciones de la UE. Su gobierno no
tuvo en cuenta la voz de sus ciudadanos
Ha
llegado el momento de que la izquierda revolucionaria y principalmente el
Movimiento Comunista de los pueblos europeos, se reorganice, recuerde su
historia y coja el testigo de la lucha contra el proyecto imperialista de la
UE.
Es
en este momento, cuando un mundo multipolar se abre paso y el imperialismo
-también el europeo- se ve debilitado, cuando debemos recordar que la Unión
Europea es hija de la lucha de clases y de la reacción contra el éxito del
socialismo en Europa. Al imperialismo se le debe empezar a combatir desde casa.
Además sufrimos el riesgo
de permitir una mayor polarización política al amparo de la situación
desesperada a la que se está llevando a la clase trabajadora europea, un
resurgir del fascismo que ante la ausencia de una izquierda combativa sea capaz
de capitalizar este descontento hacia sus posiciones reaccionarias.
ACLARACIÓN:
Este
artículo fue publicado originalmente en el número de junio de 2020 de la
Revista mensual Arketa del periódico Gedar de Euskal Herria.
Tras el último acuerdo
llevado a cabo por los socios de la Unión Europea lo expresado sigue
manteniendo total vigencia a la espera de un estudio más detallado sobre el
nuevo acuerdo y sus consecuencias.
AUTOR
CARMEN
PAREJO RENDÓN
Directora
Revista La Comuna
Estudió Filología Hispánica en la Universidad de
Sevilla. Gestora cultural, escritora, poeta y analista internacional en
distintos medios escritos o audiovisuales. Autora de la compilación poética “La
Generación de la Sangre I” para Editorial Ultramarina Cartonera, a través de la
Plataforma de Artistas Chilango-andaluza.
“Arquitecturas
y Mantras” de la Editorial Bucéfalo fue su primer libro de poesía en solitario.
A su vez, actualmente colabora en Hispan TV y otros medios internacionales en
habla hispana analizando la actualidad política. Miembro de la Asociación
Cultural Volver a Marx. Milita en Trabajadoras Andaluzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario