“Venga la esperanza, venga sola a mí
Lárguese la escarcha, vuele el colibrí,
Hínchese la vela, ruja el motor
Que sin esperanza ¿dónde va el amor?”
—Silvio Rodríguez
Ayrton Armando Trelles Castro
Introducción
Posiblemente si fuéramos
profundamente conscientes de nuestra historia, ya habríamos quitado de en medio
todos los obstáculos que llevan el destino de nuestro país y de nuestra-América
a un “hueco de inmensa sepultura”, como diría el poeta. Un ejemplo de la
riqueza de los casos heroicos que se dieron en nuestra historia, situándonos en
los prolegómenos de la independencia americana, lo hallamos en la revolución
haitiana, que es uno de los hitos más grandes, y se resiste a pasar
desapercibido, pese al manto de silencio que sobre esa revolución existe.
Colgándonos de esa historia, como un
acercamiento a los hitos revolucionarios, notamos que en ellos, sobre todo en
los que son tan especiales como el de la revolución mencionada, la esperanza
juega un rol importante. Con esa lucha, ensayamos una intuición, esa intuición
nos indica que esa insurrección es una de las que inaugura la moderna
dialéctica optimismo-pesimismo. Por lo que, en nuestro tiempo, volver a
esperanzarnos, implica conocer palmo a palmo la historia, pero desde los
vencidos, con lo cual podríamos ir quitándole la cadena a una esperanza
centrada en el individuo aislado.
Antecedente
histórico
Las rebeliones de esclavos en parte
son olvidadas, pero en realidad deberían constituir, de forma permanente,
nuestro imaginario, porque mediante ellas, es como se ha ido generando la
libertad de la gozamos. Una de la más famoso es la que lideró Espartaco. Los
hechos acaecidos son narrados por Howard Fast, escritor de filiación comunista
y de ascendencia judía, quien le dedicó una obra literaria a esta epopeya.
En el Espartaco de Fast ocurre algo
importante, después de la derrota del héroe esclavo, su esposa es capturada. El
general romano que la mantenía cautiva, le pregunta por qué esa innecesaria
rebelión, tratando de convencerla “racionalmente” que Roma tarde o temprano iba
a acabar con la insurrección, por lo que no tenía sentido que los esclavos
hayan hecho eso, porque era una insensatez haber enfrentado a la maquinaria
militar imperial. La mujer de Espartaco le contestó que todo se hizo por
esperanza. Eso no era un argumento elaborado ni justificador del orden vigente,
simplemente era un sentir. Pero no cualquier sentir, sino el de la víctima,
cuya fortaleza no residía en las armas, ni en la poderosa organización armada,
sino en la capacidad de verse libre junto con sus correligionarios.
Como suele suceder, la realidad
supera a la ficción. La historia de la independencia de Haití es el ejemplo de
esa sentencia. La historia fascinante de la insurrección ahora es barro con el
que quiere moldearse otra visión de la realidad de los derechos humanos, es
decir, como una conquista universal, porque en la época de la revolución de los
esclavos de Saint-Domingue (Haití), estaba en pleno proceso la revolución
francesa, la misma que hizo la declaración de los derechos del hombre. La
revolución francesa conquistó los derechos que la burguesía iba a necesitar
para establecer definitivamente sus derechos políticos. Sin embargo, se siguió
manteniendo la esclavitud en las colonias, entre ellas la haitiana.
La liberación de los esclavos de
Saint-Domingue, no fue fruto de la benevolencia de la metrópoli, sino, la obra
y sacrificio de los condenados a la dominación, de los seres negados de toda
humanidad. El líder que finalizó la hazaña, Dessalines, además de nombrar a sus
tropas como “el ejército del Inca”, cuando triunfó la revolución dijo “he
vengado América” (Dubois, 2004). El ex- esclavo era consiente que la isla
caribeña fue una de las primeras en recibir la llegada de los europeos, en ella
se estableció una de las primeras colonias y ahí se dio uno de los primeros
exterminios de la población indígena. En esa isla, se hicieron las primeras
inmolaciones al dios Oro, cuya sed de venganza fue denunciada por el taino
Hatuey, él vio que el fetiche de los españoles era el oro, por eso, con su
gente celebraron “una fiesta, cantaron a su alrededor y después lo arrojaron al
mar” (Marx, s/f., p. 77).
Modernidad,
capitalismo y esclavitud
Decía Marx que el capital viene chorreando
“sangre y lodo” por todos sus poros. La modernidad, el horizonte civilizatorio
del capital, bautizó las tierras americanas con la experiencia mencionada. Los
recursos americanos instituyeron parte de los materiales que constituirían la
opulencia de ese continente, incluso, los alimentos llevados ahí, serían parte
fundamental de su dieta. Por eso, cuando se revisa la historia palmo a palmo,
pensadores como Robinson, no sólo perciben que la constitución de occidente fue
gracias a las materias primas explotadas en estas regiones, sino que las
primeras experiencias capitalistas, de acumulación originaria, que dieron el
paso a la elaborada industria y disciplina productiva europea, tuvo origen en
el Caribe. Las islas sometidas al dios Mammón, el exterminio de los indígenas y
la explotación de los seres humanos esclavizados, fue el acicate de la
industrialización occidental (Cederic Robinson, 2019).
Por su parte, el pensador del
establishment, no puede ser visto como portador de esa dialéctica. Tiene una
esencia parmediana, eso quiere decir que es alguien que lo que ve lo acepta y
lo justifica. Eso sí, es un entusiasta, cosa que es diferente a ser optimista.
El entusiasta acepta con buen gusto lo que ve, el optimista es pesimista de lo
que ve.
Con esos acontecimientos, también se
fueron formando la dialéctica del pesimismo-optimismo. La revolución haitiana,
“vengadora de América”, comienza por inaugurar el optimismo. Los esclavos, el
no-ser del sistema mundial, insuflaron a la civilización el lado positivo de la
negación moderna, donde la explotación y el dominio campeaban. Sin embargo, ese
dominio y explotación eran vistos entusiastamente por los occidentales, de ahí
que el personaje de Panglos sea la condensación de esa ceguera entusiasta,
porque alrededor Voltaire veía las tremendas injusticias que acaecían, por eso,
ese mundo no era el mejor de los mundos. El optimismo empieza por la esperanza,
la esperanza por la fe.
En las conquistas de los derechos
humanos, podemos notar esa dialéctica. Los grandes revolucionarios la han
utilizado, en ellos el optimismo-pesimismo fue la forma de afrontar una
realidad negativa, acercándose positivamente a lo que puede ser transformado,
partiendo desde un punto de vista escrutador de la realidad que les tocó vivir,
percibiendo que esa realidad, tan negativa, que arroja un panorama poco
alentador, tenía que ser arrinconada con la idea de que era posible
comprenderla y transformarla (Castillo, 2021).
Por su parte, el pensador del
establishment, no puede ser visto como portador de esa dialéctica. Tiene una
esencia parmediana, eso quiere decir que es alguien que lo que ve lo acepta y
lo justifica. Eso sí, es un entusiasta, cosa que es diferente a ser optimista.
El entusiasta acepta con buen gusto lo que ve, el optimista es pesimista de lo
que ve. Nos dice Atilio Borón (2019), por ejemplo, que Vargas Llosa, acepta y
justifica que el egoísmo sea lo más evolucionado, como resultado al que nos ha
llevado la modernidad de la mano de occidente, por lo que, buscar la
cooperación, es un llamado de lo atrasado, es decir, de la tribu. Lo que no se
da cuenta es que aquí existe la razón-comunidad, lo que significa que, lo
esencial en nuestros pueblos es lo que desprecia Vargas Llosa. Juan Bautista
Segales, ya había estudiado ese fenómeno, por eso se da cuenta que el
eurocéntrico, es un acomplejado, porque como no puede ser tan superior como lo
que admira, hace lo posible por parecer superior respecto a lo latinoamericano
(Bautista, 2005, p. 77, nota al pie de página n°76).
La
esperanza-encadenada
Como vemos, la esperanza tiene un
tremendo arraigo histórico, y es lo que fermenta grandes gestas, al mismo
tiempo que forma parte de la dialéctica optimismo-pesimismo (Castillo, 2021).
El problema es que esta esperanza en nuestro tiempo va siendo carcomida por el
capitalismo, por eso, va alejándose del ser humano, al mismo que le urge un
proyecto de transformación esperanzado. En ese sentido, hay un pesimismo
respecto a la situación de la esperanza concebida como irracional.
En nuestra sociedad, así como narra
el mito de Prometeo, cuando fue encadenado para que su hígado fuese devorado
por el águila, la esperanza es encadenada a los proyectos individuales,
eclipsados por el espejismo egoísta, que es guiado por el “sálvese quien
pueda”. Esa es una esperanza esclavizada, a la que le urge quitarse los
grilletes y alzar el vuelo. La gran pregunta que queda abierta, en ese sentido
es “¿cómo hacerlo?” Poder quitar las cadenas a la esperanza es en sí una
esperanza. Y esa es la tarea colectiva, que podemos comenzar a tematizar,
teniendo en cuenta, por supuesto, nuestra historia, donde hallamos que la
realidad supera a la ficción, y la esperanza a la opresión.
Conclusión
Le resulta una locura a lo
normalizado pensar más allá de lo que aparece, por lo que aquello que se ve es
tomado como algo que no fuese a cambiar. El problema está en poder comenzar a
cambiar esa forma de pensar, lo cual resulta complicado, teniendo en cuenta que
el ser humano constituye a su ser mediante lo que acostumbra vivir. Por eso es
importante no acostumbrarnos a nada salvo una esperanza liberadora.
Referencias
bibliográficas
Castillo-Flores,
A. (2021). Dialéctica del optimismo y el pesimismo. Disenso. Crítica Y Reflexión Latinoamericana, 4(2),
76-93. Recuperado a partir de
https://barropensativo.com/index.php/DISENSO/article/view/101
Bautista,
J. J. (2005). Crítica de la razón boliviana. Elementos para
una crítica de la subjetividad del boliviano-latino-americano.
Borón,
A. (2019). El hechicero de la tribu. Mario Vargas Llosa y
el liberalismo en América Latina. Akal.
Dubois,
L. (2004). Avengersof the New World. Havard
university Press.
Marx, C. (s/f.). Los debates sobre la
Ley acerca del robo de leña.
Robinson,
C. (2019). Marxismos negros. La formación de la tradición
radical negra. Traficante de sueños.
Fuente: https://barropensativocei.com/2022/01/12/los-esclavos-la-esperanza-y-la-esperanza-encadenada/
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