Imponer por la fuerza su hegemonía es propio de los imperios en todas las épocas, más aún cuando las realidades de la economía mundial ponen en evidencia el lento declive de los Estados Unidos, que ya no es el único factor de peso en el panorama internacional.
08/02/2022
Los movimientos de tropas y el despliegue de misiles de corto y largo alcance de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, están dirigidos a cercar a la Federación Rusa y abrir una línea de combate contra China en el Pacífico, mientras la región centroasiática se convierte en un hervidero, y desde la Casa Blanca aceleran las agresiones políticas, militares y económicas contra Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Imponer por la fuerza su hegemonía es propio de los imperios en todas las épocas, más aún, cuando las realidades de la economía mundial ponen en evidencia el lento declive de los Estados Unidos, que ya no es el único factor de peso en el panorama internacional, se alteran los protocolos, los equilibrios se rompen, y la diplomacia se convierte en un apéndice de los planes del complejo militar/industrial, a lo que se agrega que en las últimas dos décadas se conformaron alianzas que lo ponen en jaque, y el asalto al Capitolio –enero de 2021- develó que su régimen político perdió legitimidad.
La jugada
Ahora se sabe que en 2015 un alto funcionario del gobierno de Barak Obama se reunió con los líderes del movimiento Talibán en la cárcel de Guantánamo, y que luego en Catar se desarrollaron las conversaciones entre la Administración Trump y los talibanes, pero fue Joe Biden quien asumió la nada honrosa tarea de retirar sus tropas de Afganistán, luego de 20 años de ocupación, y reconocer que habían perdido la guerra.
Anthony Cordesman, analista del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington D.C., expone el criterio que terminó prevaleciendo en las altas esferas decisorias de la Casa Blanca.
“Al observar el costo de la guerra y la ausencia de una justificación estratégica coherente para llevarla a cabo, no está nada claro que Estados Unidos debiera haber comprometido los recursos que destinó a un conflicto que no tenía ninguna prioridad estratégica, que justificara dos décadas de guerra…”.
El más elemental de los análisis ha de llegar a la conclusión que la retirada fue pactada, que los Talibanes tomaron la capital y las principales ciudades afganas sin “echar un tiro” y además, acumulando armamento de alto calibre dejado por las tropas yanquis.
No obstante, parafraseando el viejo aforismo, Afganistán sigue siendo “una papa caliente” en la región euroasiática, y resulta evidente que Washington utilizará a sus aliados talibanes y al Estado Islámico para provocar conflictos en Pakistán, Irán, Turkmenistán, Uzbequistán y Tayikistán, repúblicas que formaron parte de la Unión Soviética y con China, Afganistán tiene una conexión terrestre con el gigante asiático a través del corredor de Waján.
No se puede soslayar la advertencia que formuló uno de los más influentes líderes de la comunidad de inteligencia de EE.UU., Zbignew Brzezinski: “una alianza estratégica entre Rusia y China es el peor escenario posible”.
Por su parte, Celso Amorín, quien fue canciller de Lula da Silva, manifiesta que “las realidades son mucho más complejas que la significación que se pretende hacer con el juego bipolar entre China y Estados Unidos”, y tiene razón, múltiples son las fuerzas que se mueven en un terreno fangoso, simplificar que estamos en una nueva “guerra fría” es una visión anquilosada, jurásica, de un momento histórico que registra una revolución sin precedentes de las fuerzas productivas y unas relaciones sociales que son la oposición radical a la vida de los seres humanos, como ha quedado en evidencia con la pandemia del Covid-19, el desafío del cambio climático, y el aumento sideral de las desigualdades sociales.
Como nadie cree que con la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán llegó la paz, la apreciación que más se acerca a la verdad, es que el gobierno Talibán será punta de lanza en la confrontación de la OTAN con la Federación Rusa.
La línea roja de Vladimir Putin
Ucrania, desde 2014, cuando se produjo un golpe de Estado, es el punto más delicado de la confrontación internacional, las últimas semanas han estado llenas de movimiento de tropas, de pruebas misilísticas, y de una acción diplomática y mediática, mediante la cual se pretende posicionar en la opinión pública que Rusia prepara una invasión a Ucrania o que estaría gestando un golpe de Estado, en la que fue una de las repúblicas más importantes de la URSS. Volodimir Zelenski, presidente de esa nación, hace hasta lo imposible por unirse a la OTAN, y ello está en abierta contradicción con los acuerdos a los que se arribaron en 1991, cuando desapareció la Unión Soviética y se suscribió el compromiso de no ampliar hacia las fronteras rusas las fuerzas de la OTAN, que, por cierto, cambiará su composición a mediados de este año, en la cumbre de Madrid, que sería la oportunidad de articular una OTAN global, nueva alianza global de la que formaría parte Colombia.
“Estamos en una etapa en la que Rusia podría en cualquier momento lanzar un ataque a Ucrania”, declaró Jean Psaki, quien ejerce la vocería de la Casa Blanca para estos asuntos.
Estados Unidos ha tendido una “línea Maginot” en Ucrania en posición ofensiva en lo militar, mientras en lo político, trata de hacer ver que está defendiendo a un aliado.
Vladimir Putin lo ha expresado con meridiana claridad, las fuerzas de la Otan no pueden colocar misiles en la frontera, cuyo alcance solo estaría a siete minutos de Moscú.
Bielorrusia, aliada de Rusia, se pone en guardia, y prepara aviones de combate Sukhoi SU-35, y desplegó baterías del sistema de misiles S-400 y Pantsir; y al sur de la Federación Rusa, con base en la cooperación con el gobierno de Kasajistán, se produce una impresionante demostración de fuerzas rusas, dirigidas a contribuir en la estabilización política de esa nación euroasiática, en la que se presentaron serias protestas, definidas por su presidente, Kasim-Yomart Tokaer, como: “la brecha entre los ricos y los pobres se volvió simplemente inadmisible. Esa desigualdad de ingresos, sumada a la corrupción que todos conocéis, prendió la mecha del polvorín, algo que aprovecharon los terroristas”, y anunció una política de amplias transformaciones sociales y políticas.
La confrontación con China
El desbalance entre las capacidades económicas de China y los Estados Unidos, no solo en el terreno comercial y financiero, sino también, en el de la ciencia y tecnología, y la puesta en marcha del plan de inversiones más ambicioso de la época, el de la Nueva Ruta de la Seda, y por ser la potencia económica emergente, ya no se puede hablar del panorama mundial sin mencionar a China, y no está de más decir que la experiencia del socialismo con peculiaridades chinas, y la revolución de las fuerzas productivas que ha tenido lugar en la más poblada nación del mundo provoca una fértil discusión en todos las corrientes políticas.
Veamos un párrafo del más reciente libro de Rodolfo Sanz, titulado: China, la nueva civilización, con el que se intenta una síntesis apretada de la posición de Xi Jinping y del poderoso y centenario Partido Comunista de China.
“1.- Diálogo de civilizaciones y construcción de la civilización humana. 2.- Renuncia a cualquier tipo de hegemonía, y a tener esferas de influencia. 3.- Respeto y observancia de los principios de la Carta de las Naciones Unidas. 4.- Coexistencia pacífica mundial. 5.- Construcción de una Comunidad de Destino de la Humanidad”.
Estos principios chocan con la estrategia de dominación mundial trazada por los Estados Unidos, cuya dirigencia política no entiende los cambios que se están produciendo, y las tendencias generales de la economía y la sociedad. La estrategia de agresión a China se basa en el sostenimiento de Taiwán, siempre reclamada como parte de la nación china, de las acciones subversivas impulsadas por los yanquis en Hong Kong y en la provincia de Xinjiang, además de la guerra comercial, las sanciones económicas, la competencia implacable por las tecnologías 5/G y 6/G, y el control del mar meridional de China, pieza clave en el tablero militar del sudeste asiático.
Robert O’ Brien, ex asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, argumenta que Xi Jinping monitorea el conflicto en Ucrania, y estudia si vale la pena crear agitación internacional para invadir a Taiwán, adiciona que si Taiwán queda bajo el control del Partido Comunista Chino y del Ejército Popular de Liberación, China podría estar en el pórtico occidental de Estados Unidos en poco tiempo. “Taiwán –agrega- es el corcho del Pacífico, si cae, la Armada de China fluye hacia el Pacífico, amenaza a Hawái, a California, y a las islas Aleutianas”.
Los ensayos de los misiles intercontinentales de la República Popular Democrática de Corea en el mar de Japón, no son ninguna casualidad ni las maniobras militares sino-rusas en el área, ni mucho menos la alianza AUKUS, que une las fueras militares de Australia, Estados Unidos y el Reino Unido, con el expreso propósito de ‘contener’ a China, y por cierto, dejando de lado a otra potencia nuclear como es Francia.
La diplomacia en acción
Serguéi Lavrov, de quien todo el mundo dice que es el diplomático activo con mayor experiencia, insiste en la vía pacífica en la solución de las controversias, cuestiona las medidas coercitivas unilaterales que aplica Estados Unidos a naciones soberanas como Venezuela, y reitera, una y otra vez, que la política exterior de los norteamericanos y sus aliados de la Otan es peligrosa e infértil, porque en definitiva, son las iniciativas rusas las que se han puesto en marcha en las últimas semanas. Es así como el vicecanciller ruso, Serguéi Riabkov, explicó que son las iniciativas de su país las que están en desarrollo, y enumera las acciones que forman parte de la agenda puesta por el gobierno de Vladimir Putin en la mesa de negociaciones.
1.- El nueve y diez de enero, diálogo entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia. 2.- Reunión del Consejo Permanente para la Seguridad y la Cooperación de Europa, Viena, el trece de enero. 3.- Reunión con jefes militares de Inglaterra, y entre tanto, María Sajárova, la vocera del Kremlin, denunció que Occidente prepara una serie de provocaciones e instó a Londres a dejar de difundir “disparates”, como el de la supuesta preparación de un golpe de Estado en Ucrania.
Vladimir Putin lo ha dejado bien claro: lo más importante es que entiendan que no pueden ampliar la Otan hacia el este, y que la presencia de esa alianza militar debe excluir a las naciones que formaron parte de la URSS, además, cabe una pregunta: ¿qué intenta Washington con la colocación de tropas en Ucrania, misiles con ojivas nucleares en Polonia, Rumania, en el Mar Negro, justo frente a la Península de Crimea? Y otra interrogante que es de suma importancia: ¿EE.UU., aprendería la lección de la derrota sufrida en Siria, y el hecho de una nueva realidad política en Irak?
El estancamiento de los acuerdos sobre la producción de energía nuclear por parte de Irán, es otro punto álgido en este tren que marcha a velocidades inverosímiles, aspecto en el que no hay unanimidad en la alianza atlántica, y mucho menos en lo que se refiere al gasoducto Nord Stream entre Rusia y Alemania. El petróleo es un asunto estratégico y las modificaciones estructurales de su mercado, han de ser estudiadas con detenimiento, si se quiere entender el mapa geopolítico de los conflictos bélicos en curso, en todos los continentes.
Una conversación oportuna
Los presidentes Nicolás Maduro y Vladimir Putin conversaron hace poco, ratificaron la solidaridad y la cooperación entre las dos naciones, y ese fue, sin lugar a dudas, una señal inequívoca de lo que significa Venezuela en la arena política internacional y de la posición irreductible de parte del líder bolivariano de mantener una línea de autodeterminación y de independencia plena en nuestra política exterior. Nuestra política es de paz, de cooperación, de solidaridad, de acatamiento a los principios de la Carta de las Naciones Unidas, en un mundo multipolar, como bien lo previó el Comandante Hugo Chávez, lo que significa en el mundo de hoy, tomar posición ante las políticas imperialistas.
Mientras la OTAN prepara una guerra a gran escala, los pueblos del mundo nos preparamos para defender nuestro derecho a vivir en paz.
*Roy Daza, escritor, periodista y parlamentario, miembro de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional y de la Comisión de Paz, Diálogo y Reconciliación Nacional.
https://www.alainet.org/es/articulo/214880
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