Autor/a: Alejo Lerzundi
Enrique Dussel en “En las Metáforas
Teológicas de Marx” dice: “La economía de mercado se fetichiza para tratar de
ocultar la creciente pobreza y las tensiones sociales que provoca el
capitalismo en gran parte de Occidente. La intención ideológica del fetichismo
consiste en tratar de inculcar la idea de que fuerzas autónomas inciden sobre
los precios, los salarios y la suerte económica de los seres humanos. De esta
manera se oculta el papel del capitalista en la imposición de una forma de
organizar la economía que enriquece a una elite y empobrece a los demás
miembros de la sociedad.”
Las fuerzas autónomas son los
capitalistas que en el Perú, andan invisibles, no ocupan los espacios en los
medios, no son nombrados, no dan entrevistas. Después de Velazco y durante
Sendero Luminoso, los ricos son satanizados e identificados como causantes de
los males sociales. Después la delincuencia tomaría cuenta de las calles y
cualquiera que mostrara signos de riqueza, eran atacados y muchas veces muertos
para robarles. Ahora estos ricos viven escondidos, resguardados detrás de muros
enrejados y cuidados muchas veces por la política nacional.
Antiguamente existían revistas
sociales y del amor que mostraban a los personajes de la alta sociedad con
participación de algunos políticos selectos (se usaba para encandilar
emergentes sociales en el poder), se hablaba de la moda, las joyas, del champan
o la marca del wiski o el vino que se consumía. Las fiestas de la
“socialité” no son noticiadas, se realizan en lugares exclusivos con todas las
garantías de seguridad, muchas se hacen en el extranjero o lugares a los que se
llega en helicóptero o yates exclusivos. Actualmente parece que no existieran
estas fiestas, ni los personajes de la alta sociedad. Los medios de
comunicación que son de su propiedad ya no se ocupan de ellos. Son fetichistas
del anonimato.
Sin
embargo existen algunos empresarios de menos rango, tocados por la mosca azul
del poder y la política, ilusos que van al sacrificio, tenemos a Máximo San
Román (metal mecánica, fue vicepresidente de la república), Benavides
Correa (Minas Buenaventura, es eterno candidato), Carlos Añanos (Kola real, fue
candidato a vicepresidente de la república), Pedro Pablo Kuczynski ( Minería y empresas financieras,
fue presidente de la república), Martin Vizcarra, ( C&M Vizcarra
S.A.C, fue presidente del Perú) y López Aliaga (Empresa de valores
y hotelería, es representante parlamentario). Todos, son tontos útiles con
procesos judiciales por corrupción. Todos los ex fueron abandonados a su suerte
y, con los actuales harán lo mismo una vez que cumplan sus papeles de
figurante.
Según Marx, el papel del capitalista
es imponer la organización de la economía para enriquecer a una elite y
empobrecer a los demás miembros de la sociedad. En el campo de la economía es
la mercancía convertido en «fetichismo», como algo que surge y reside
dentro de las mercancías mismas, y no de la serie de relaciones
interpersonales que producen la mercancía y evolucionan su valor de
cambio. Lo enigmático de la forma mercancía consiste, pues, simplemente
en que devuelve a los hombres la imagen de los caracteres sociales de su propio
trabajo deformados como caracteres materiales de los productos mismos
del trabajo, como propiedades naturales sociales de esas cosas. Se
trata de un enfoque en el cual una determinada conciencia social sirve de
sostén de determinadas etapas del desarrollo estructural. Surge cuando impera
el régimen de la producción de mercancías basado en la propiedad privada.
La idea
del «fetichismo de la subjetividad» se basa en la supuesta soberanía del
consumidor, la idea del sujeto libre para de elegir entre todas las opciones
que ofrece el mercado. Cuando en realidad son prácticas especializadas de las
empresas por la identificación y clasificación de clientes que multiplica las tácticas
divisorias y exclusivistas a partir de criterios de rentabilidad potencial del
usuario, es decir, de potencialidad de crédito del que dispone el cliente.
Zygmunt Bauman dice, “ser el promotor del producto y el producto mismo que se
promueve se ha convertido en la esencia de la nueva sociedad de consumidores
que, a diferencia de la anterior sociedad de productores, recicla a sus
miembros bajo la forma de bienes de cambio capaces de atraer clientes y generar
demanda”. A partir de este argumento central se desprenden las tipologías que
el sociólogo polaco presenta alrededor de conceptos como consumismo, por oposición a consumo; sociedad de consumidores y cultura consumista para
finalmente señalar los invisibles —por omisión e indiferencia— daños colaterales del consumismo y sus
repercusiones en la política, la democracia y la preferencia por diferentes
sistemas de valores.
Las transformaciones del Estado,
basadas en la transferencia de la reconversión laboral a los mercados; es
decir, su radical desregularización y privatización y al mismo tiempo (o
precisamente como consecuencia de ello) las reglas del mercado que colonizan
todas las formas de relaciones personales y vínculos humanos; la construcción
de la identidad; el individualismo; la nueva visión de la pobreza y de la
criminalidad basadas en el miedo y la incertidumbre; así como la preeminencia
de la instantaneidad como precepto que permite el veloz olvido del pasado y la
irresponsabilidad por las consecuencias del futuro, esa instantaneidad representada
en la gratificación inmediata durante el acto del consumo.
La idea
del «fetichismo de la subjetividad» se basa en la supuesta soberanía del
consumidor, la idea del sujeto más libre que nunca para de elegir entre todas
las opciones elegibles del mercado. Si Marx hablaba del «fetichismo de la
mercancía» al criticar el ocultamiento de la interacción humana, o sea, de la
fuerza de trabajo detrás del movimiento de las mercancías; Bauman apela a un
fenómeno distinto que se instaura entre los críticos de la sociedad actual: «el
fetichismo de la subjetividad». Así, lo que permanece oculto son las relaciones
de compraventa detrás de la construcción de tal subjetividad, a partir del
constante intercambio de identidades ad hoc que la
cultura del consumismo permite: «compro, luego existo… como sujeto».
El
antropólogo Michael Taussig en su trabajo El diablo y el fetichismo de la mercancía en Sudamérica examinó
los fetiches latinoamericanos destinado a criticar el fetichismo europeo
capitalista. Para el autor «el diablo es
un símbolo que refleja adecuadamente la condición de alienación que
experimentan los campesinos, cuando se transmutan en trabajadores libres» y “el
fetichismo que se encuentra en la economía de las sociedades precapitalistas
surge del sentido de unidad orgánica entre las personas y sus productos, y esto
contrasta fuertemente con el fetichismo de las mercancías en las sociedades
capitalistas”, luego, «el fetichismo precapitalista es, entonces, interpretado
y concebido por los propios actores como una resistencia al fetichismo
capitalista»
Dussel recomienda una relectura de
Marx en muchos de los temas centrales de su obra y advierte, que el problema de
la economía política ha sido abandonado en casi todos los espacios de discusión
académica planetaria, como si los procesos esenciales del capitalismo se
hubiesen modificado o hasta desaparecido con la caída del viejo “bloque
soviético”. Todo esto no cabe en las categorías que nos ofrecen las
ciencias económicas contemporáneas: porque están mutiladas de su capacidad de
sondar en lo más profundo de los símbolos; porque han sido cercenadas de sus
capacidades para encontrar las raíces profundas de la organización económica,
entendida como mecanismo de opresión y dominación.
En ese
sentido, los nuevos fetichismos del capitalismo contemporáneo están anclados en
las más inhumanas expresiones de maldad, perversión e infamia, porque buscan
penetrar, literalmente hablando, en lo inviolable y en lo que tiene de sagrado
el consumo. La violencia se ha apoderado de la racionalidad económica, no sólo
por la depredación impuesta en su interna estructura organizativa, sino por el
silencio y por la pretensión de ocultar lo que está a todas vistas: nuevas
formas de fetichización del mundo que, en la locura del consumo ad infinitum impuesta a escala planetaria, no se
conforma ya con la posesión, acumulación, sino en la destrucción absurda de los
bienes e incluso del mundo circundante.
La economía planetaria ha dado pie a
una horripilante dinámica de destrucción y de violación de lo esencialmente
humano. La lógica del consumo contemporáneo busca, en lo extremo de lo profano,
destruir los últimos resquicios de lo sagrado que, en las figuras arquetípicas
y en lo profundo de las psicologías colectivas, sigue expresándose
fundamentalmente en la corporeidad humana. Los fetichismos contemporáneos son
tales, que cuentan además no sólo con el silencio cómplice de las autoridades
estatales, producto del vaciamiento de las soberanías de los estados, sino con
el silencio y la mirada que esquiva la realidad cotidiana de la transgresión
sin límites a través de la posesión y la fractura de los cuerpos.
La educación peruana es incapaz de
sondar y desentrañar estos nuevos fetichismos, Las reformas educativas, se han
enfrascado en la cuestión de género, cuyo entendimiento también está
fetichizado y no tiene salida posible por la intemperancia de los políticos
conservadores. Precisamos de una nueva disciplina que estudie el origen de la
riqueza de pocos peruanos, que detentan el poder ininterrumpidos desde hace 200
años, sus relaciones con el poder formal y los argumentos éticos para perpetuar
el dominio del capital y sus privilegios. Es la posibilidad, para develar
el manto que cubre la realidad y tergiversan nuestras consciencias para impedir
la generación de una sociedad más justa, solidaria y más humana.
Fuente: https://ceadesperu.wordpress.com/2022/02/27/1266/
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