La realidad de la guerra de las
potencias imperialistas occidentales, por medio del gobierno títere ucraniano,
contra Rusia, y las consecuentes medidas de censura absoluta y propaganda de
guerra a todo meter, despeja cualquier tipo de ilusiones sobre la democracia
burguesa.
Con el ascenso del fascismo descarado y
el protofascismo de los partidos “democráticos” -incluidos los que se proclaman
de “izquierda” o incluso de “izquierda radical”- los comunistas de Europa y
de sus colonias no podemos continuar como un ejército en desbandada,
convertidos en grupúsculos residuales y totalmente separados de las masas.
No podemos limitarnos a enfadarnos.
Tampoco podemos seguir con lo de siempre, intentando participar en la agenda
electoral que marca el enemigo. Es perder el tiempo y quemar -aún más-
militantes. Como comunistas nuestro objetivo es tomar el poder. Y de forma
efectiva, no “parlamentariamente”.
Qué lejos estamos de eso, camaradas.
Es comprensible la desmoralización. Más
cuando en nuestro propio bando sólo domina el sectarismo, las discusiones a
muerte y la fragmentación. Y, lo que es peor, la hegemonía durante décadas
de dirigentes burgueses que nos han ido vendiendo una y otra vez para sus
propios proyectos “realistas”.
Es hora de, al menos, empezar a encontrarnos.
Discrepemos de esto o lo otro, es preciso que nos reconectemos, aunque sigamos
en tal o cual grupo o en nuestras casas. Tenemos
que crear puntos de encuentro. Somos los malditos de la Tierra: debemos hablar
entre nosotros, respetarnos y tratarnos con calor, como camaradas. Y dejar de
ser esclavos encadenados en las bodegas que pelean entre sí por un trozo de
pan.
Además, debemos coordinarnos.
Todavía no como partido, pero sí de manera concreta, de forma que lo que
hagamos vaya ganando efectividad. Como enseñaba Lenin, “la revolución no se
hace, sino que se organiza”. De momento no “grandes” partidos, sino quizá
pequeños y ágiles comités revolucionarios, donde podamos encontrarnos, sin
que nadie tenga que renunciar a su propia militancia.
Por supuesto, debemos dejar fuera a los
señoritos, a los posibilistas, a los trepas de siempre que sólo buscan carne de
cañón para hacer carrera política y personal vendiéndonos el “asalto a los
cielos”. Ya los conocemos.
Y, por último, debemos empezar a
cultivarnos en las normas de clandestinidad. Las redes sociales son muy
golosas, y un descargue para nuestra frustración. Pero, salvo aquellos que
somos ya muy conocidos por el enemigo y no tengamos marcha atrás, debemos velar
por que los aparatos del Estado no tengan conocimiento de quienes somos ni de
cuántos somos. Lo que es especialmente importante si vemos cómo el
Estado se salta sus propias leyes sin despeinarse para reprimir sin
contemplaciones. Con el cuento de la “democracia”, hemos sido muy
descuidados con esto. No estamos a salvo. Y mucho menos si vamos en serio.
Decía Mao, refiriéndose a los grandes
contextos históricos, que “a veces sopla el viento del Este y otras veces sopla
el viento del Oeste”. Están cambiando los tiempos, y el viento del Este
va acumulando las nubes a favor de la historia. Pero el ejército ruso no va
a hacer nuestro trabajo, así que pongámonos a ello.
Por Teodoro Santana
Fuente: banderarojacanarias.
Diario Octubre
Publicado: abril 26, 2022
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