por Marta del Amo
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.
La mezcla de finanzas y tecnología de la creciente industria ‘blockchain’ la ha convertido en el patio de recreo perfecto para la masculinidad tóxica y quienes intentan hacer dinero fácil a costa de los demás. A pesar de ser minoría, los cripto-machitos aprovechan el altavoz de las plataformas sociales para difundir su propaganda financiera y ejercer su misoginia.
Aun se me eriza la piel cuando recuerdo aquel fatídico día en el que tuve la feliz idea de escribir mi primer artículo sobre bitcoin y me atreví a comentar que se utilizaba fundamentalmente como producto especulativo. Lo que vino después fue un intenso fin de semana en el que mi cuenta de Twitter se llenó de ataques e insultos que, en su mayoría, procedían de cuentas aparentemente masculinas. ¿El resultado? Pánico cada vez que toco el tema.
Las mujeres sabemos por experiencia que hay lugares a donde es mejor no ir, sitios oscuros en los que nuestro género nos puede pasar factura y que existen tanto en plano físico como en el nuevo mundo de Internet. Además del odio desproporcionado que sufrimos en foros como Twitter y el acoso virtual del que somos víctimas en videojuegos y metaversos, algunas industrias nativas digitales se han llenado de esos mismos machitos tóxicos que intentamos desterrar del mundo real. Si el auge de las plataformas tecnológicas trajo consigo a los tech-bros, la reciente explosión de blockchain ha parido a los cripto-bros. Átense los machos, que vienen curvas.
“Si ponemos fotos femeninas en nuestros avatares de Telegram, algunos hombres se nos insinúan o intentan mandarnos fotos de pollas. Me di cuenta de que, si me ponía una foto como mujer, la gente me respondía de forma muy diferente. O decían cosas como ‘Oh, nena’ o ‘Qué bonito’. Por eso hice mi perfil completamente anónimo. Ahora la gente sólo me llama ‘hermano’ [bro] u ‘hombre’. No soportan que sea una mujer en los chats”, confiesa una de las participantes del Estudio Global de Mujeres en la Criptoesfera de la consultora BDC.
Resulta poco sorprendente que el naciente sector cripto y su combinación de tecnología y finanzas con liberalismo y riesgo se haya convertido en el caldo de cultivo perfecto para la nueva iteración del sexismo. Si blockchain promete revolucionar Internet mediante la web3, los cripto-bros representan la perfecta encarnación del machismo 3.0.
La hipermasculinización y el compadreo del mundo financiero y el tecnológico son tan reales que han dado lugar a infinidad de literatura. En Brotopia, publicado en 2018, la periodista Emily Chang se mete de lleno en lo que describe como ‘el club de chicos de Silicon Valley’. Para la autora, aunque la cultura de excluir a las mujeres se da en “casi todas las industrias y casi todas las corporaciones”, el machismo en la meca de la innovación destaca por “la arrogancia y excepcionalismo moral” de sus líderes.
Y es que el día que me despellejaron en Twitter por mi artículo sobre bitcoin, mi género no fue el único factor que estimuló mi escarnio público. Otra de las características de los cripto-bros radica en esa autopercibida superioridad intelectual que les hace sentirse más listos que nadie. Frente perfiles más séniores, capaces de valorar tanto los beneficios como los riesgos de las criptomonedas, la respuesta más habitual de un cripto-bro ante cualquier crítica suele ser algo tipo: “No tienes ni idea”.
“El término cripto-bro evoca un tipo de perfil muy expuesto en redes sociales, al que parece que nunca le ha ido mal invirtiendo en cripto, aunque llevan relativamente poco tiempo en ello, y que se considera con la suficiente experiencia y conocimiento para dar consejos e información a los demás en este tipo de inversiones”, confirma la abogada y CEO de la empresa de servicios legales en cripto ATH21, Cristina Carrascosa.
Aunque considera que el cripto-bro representa “una minoría pequeñísima del sector, siempre hace más ruido un perfil con 50.000 seguidores, que 50.000 perfiles de personas que llevan 7 años en esto, pero que tienen la humildad o simplemente no tienen el interés de ganar crédito o dinero enseñando a invertir a los demás”. El resultado es una frenética, ruidosa y confiada actividad que podría resumirse en aquel famoso eslogan comercial que decía “yo no soy tonto”.
El intelecto, o más bien la falta de él, es una de las principales palancas del mundo financiero desde hace décadas. La famosísima “teoría del más tonto” representa la posibilidad de ganar dinero comprando algo que está sobrevalorado confiando en que siempre habrá otro más tonto que la adquiera a un precio aún mayor. A mediados de 2021, cuando el valor de bitcoin volvía a sufrir otra de sus caídas libres, el cocreador de dogecoin Billy Markus afirmó que “el precio de las criptomonedas estaba dirigido por la teoría del más tonto en un 99,99 por ciento”.
Un año después, la economía cripto está inmersa en una crisis mundial que ha inundado internet de testimonios sobre personas que han perdido todos los ahorros invertidos en una u otra criptodivisa. Y, aun así, los cripto-bros siguen aferrados a una fe absoluta en que las criptomonedas nos harán ricos y se convertirán en las rompedoras de las cadenas que nos atan a los bancos, las liberadoras de los esclavos del sistema financiero y otras grandilocuentes promesas parecidas a los títulos con los que se presentaba la madre de los dragones de Juego de Tronos.
“Es como una religión, son como los fanáticos religiosos”, afirma la directora de Relaciones Públicas de la Fundación Web3, Úrsula O’Kuinghttons. En concreto, se refiere a los conocidos como maximalistas de bitcoin, para quienes la primera criptomoneda “es la panacea, y todas las demás son shitcoins [criptomonedas de mierda]”, añade. Pero este mismo maximalismo se ha expandido por todo el sector para crear dos tipos de fanáticos: los de bitcoin y los del cripto en general.
Por supuesto, este fanatismo no es exclusivo de los hombres, del mismo modo que también hay mujeres machistas. El quid del arquetipo cripto-bro reside en la confluencia de su sensación superioridad intelectual y moral con el compadreo y la hipermasculinización del sector. Por eso, además de rechazar a quienes no comparten su fe, el acoso o la diferencia de trato que profesan hacia las mujeres que sí se interesan por el mundo cripto son algunas de las principales barreras de acceso femenino al sector, según BDC.
CRIPTO DE HOMBRES Y PARA HOMBRES
Más allá del anecdótico, pero revelador escándalo en el que un gran evento sobre bitcoin celebró su fiesta de clausura en un club de striptease en 2018, cualquier estadística, análisis o informe confirma que se trata de una industria de hombres. Aunque las cifras varían en función del estudio y de la muestra, las mujeres solo representaron alrededor del 5 por ciento de todos los criptousuarios a nivel mundial en 2020. Y de las 378 criptoempresas que se crearon en todo el mundo entre 2012 y 2018, solo una fue fundada exclusivamente por mujeres, y solo 31 (8,2 por cierto) tuvieron un equipo fundador de género mixto.
“Esta falta de diversidad afecta al desarrollo de los productos digitales, que pueden acabar sesgados o resultando inferiores y peligrosos para ciertas franjas de la población que no que no tienen un asiento en la mesa cuando se diseñan esos productos. La percepción de ‘injusticia’ y de ‘sistema amañado’ por parte de los excluidos puede crear problemas sistémicos a largo plazo que pueden incluso conducir a la desestabilización de las sociedades civiles”, advierte la abogada especializada en fintech de la Universidad de Cornell (EEUU) y directora de la ONG Diversidad en Blockchain, Susan Joseph, en su estudio de 2019 sobre el tema.
Además del acoso y la diferencia de trato, BDC revela otras barreras de acceso tan simples como imágenes promocionales que solo incluyen fotos o dibujos de hombres y que provocan que las mujeres sientan que los productos no están diseñados para ellas. Esta sutil forma de exclusión también se produce en las conferencias y eventos de cripto, cuya audiencia y ponentes suelen ser mayoritariamente hombres. En la que terminó en un striptease, solo 3 de los 91 conferenciantes eran mujeres.
Afortunadamente, ese mismo año ya había algunas representantes intentando cambiar las cosas. «Tenemos que asegurarnos de que esta fase de la tecnología no siga el camino de Internet, donde todo sucede en un solo lugar y un único grupo demográfico decide cómo se construye y cómo lo usamos», dijo una de las asistentes a un encuentro para conectar a mujeres del sector cripto en EEUU. Y es que ya hemos visto qué pasa cuando se deja el avance de una toda industria a merced de un único arquetipo.
En los primeros días del reconocimiento de imágenes, Google, cuyos ingenieros cumplían a la perfección el estereotipo de hombre blanco de clase media-alta, tuvo que pedir disculpas cuando se descubrió que su algoritmo confundía a las personas negras con gorilas. En el caso de las mujeres, la hipersexualización a la que estamos sometidas provocó que otro algoritmo diseñado para autocompletar el cuerpo a partir de la imagen de una cara tendiera a poner un bikini en los cuerpos femeninos mientras que a los hombres los ataviaba con traje y corbata.
Frente a estos lamentables chascarrillos, la disparidad en los datos de entrenamiento de la inteligencia artificial ha demostrado que sus consecuencias negativas tienen efecto incluso en el mundo real. Por ejemplo, los sistemas predictivos han provocado acusaciones falsas o sentencias más duras de forma desproporcionada a personas negras en EEUU. Si el mundo cripto sigue diseñándose por hombres y para hombres, dentro de poco empezaremos a sufrir desigualdades similares, aunque aún no sepamos qué forma tendrán.
Lo bueno es que todos los indicadores más recientes sobre tipos de inversores, ponentes, estudiantes y participantes del mundo cripto en general están mejorando rápidamente para las mujeres. La cofundadora de la empresa española CommonSense Finance Claudia Giraldo afirma que “cada vez hay más interesadas en trabajar en este sector”. Y hace unos meses, la directora de operaciones de la aplicación de trading Robinhood, Gretchen Howard, afirmó que el número de mujeres usuarias había aumentado un 369 por ciento en solo un año.
Otro punto positivo es que, a pesar del ruido generado por los cripto-bros, la mayoría de los hombres del campo no parecen compartir su toxicidad. Giraldo afirma no haber vivido nunca una situación machista. Por su parte, Carrascosa detalla: “No me he sentido ni medio excluida. Nunca. He estado en reuniones de desarrolladores, en hackatones, en fiestas poscongresos… Nunca me he sentido incómoda. Puede que haya tenido mucha suerte, pero en 10 años nunca me he sentido una mujer en un mundo de hombres, sino una más”.
Aun así, también considera relevante que haya más paridad en la industria: “No solo es importante para nosotras, es importante para ellos, porque los mejores equipos son aquellos que saben juntar habilidades distintas, y creo que los hombres y las mujeres las tenemos”.
Las criptomonedas aún no han cumplido su promesa de democratizar las finanzas y liberarlas del control de los bancos, pero el sueño aún sigue ahí. Por eso, si finalmente logran revolucionar la economía más allá de la burbuja actual, será imprescindible que su potencial haya calado de forma transversal entre la sociedad. Y no solo para que la industria y el mundo sean más justos, sino para poder librarme de la ansiedad que siento por cómo reaccionarán los cripto-bros cuando se publique este artículo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario