Sergei Glazyev.
Foto: Reloj astronómico de la Catedral de Saintjean en Lyon, Francia.
Traducción: Juan Gabriel Caro Rivera.
13 de marzo 2023
Estas son mis previsiones y escenarios tomando en cuenta las dinámicas de este año. En general, se trata de una combinación de elementos estables e inestables, junto con trayectorias inciertas, que pueden ser usadas para mostrar las tendencias probables que veremos en un futuro cercano. Estas previsiones incluyen tendencias como el desarrollo económico de China e India que llegarán a convertirse en el corazón del Sistema Económico Mundial (SEM); la creciente inestabilidad y turbulencia en los países que anteriormente componían el SEM (un Estados Unidos agresivo junto a una Unión Europea agonizante); además de los posibles escenarios macroeconómicos que afectarán a Rusia.
Partimos del hecho de que la situación general mundial está sufriendo importantes cambios tecnológicos y económicos mundiales en consonancia con la teoría del desarrollo económico a largo plazo elaborada por el Consejo Científico de la Academia de Ciencias de Rusia. La teoría que desarrollamos en el 2008 fue utilizada en ese entonces para analizar las fluctuaciones de los precios del petróleo y otras materias primarias; la gran depresión que sufrían varios de los países que componían el anterior SEM, como Estados Unidos, la UE y Japón que, mediante su apoyo político a la flexibilización cuantitativa (multiplicación por cuatro de la base monetaria), terminó conduciendo todos ellos a un Gran Estancamiento; el progresivo desarrollo de China e India como el futuro núcleo del SEM y el desencadenamiento de una guerra híbrida mundial en contra de Rusia por parte de la élites políticas y financieras estadounidenses preocupadas por conservar su hegemonía mundial.
También hemos demostrado que la continuación de la política macroeconómica de Rusia siguiendo el Consenso de Washington, incluyendo su adhesión a las pautas de la política monetaria sancionadas por el FMI, conllevaría tarde que temprano a la estanflación y debilitaría la posición de Rusia en el mundo, provocando finalmente la agresión de Estados Unidos, ya que una Rusia débil y dependiente de Occidente llevaría a creer a los estrategas occidentales que pueden ganar una guerra mundial en contra de ella, creencia que anteriormente los llevó a invadir Rusia durante la Primera Guerra Mundial. Los acontecimientos terminaron por desarrollarse de la forma en que los predijimos, aunque habría que añadir algunos factores extraeconómicos, como la pandemia del coronavirus, que aceleraron este proceso.
Desgraciadamente, nuestros dirigentes no respondieron adecuadamente a estas amenazas que habíamos previsto ni tampoco hicieron nada con tal de no caer en la trampa que los Estados Unidos nos tendía promoviendo la transición hacia un nuevo orden tecnológico. Como resultado de todo esto, terminamos quedando empantanados en el actual conflicto y desaprovechamos todas las oportunidades estratégicas que podrían habernos evitado la actual situación en la que nos encontramos. Publicamos un libro en donde explicamos todas estas previsiones, diagnosticando los problemas que enfrentábamos y haciendo recomendaciones con tal de evitar el conflicto que se avecinaba (1). Pueden leer este libro si quieren enterarse de la exactitud o no de nuestras teorías sobre los cambios tecnológicos y económicos mundiales, o juzgar si nuestras predicciones fueron acertadas o no. En el libro afirmamos que el cenit de la agresión estadounidense contra Rusia se alcanzará en el 2024 tal y como hace diez años lo pronostico el fallecido profesor Panirin.
Esta agresión sería producto del desplazamiento del SEM desde Occidente, expresado en el declive paulatino de la Pax Americana, hacia Oriente: China e India asumirán el liderazgo mundial como las economías más desarrolladas del planeta para finales de este siglo. Esta transición se producirá independientemente de los resultados de la guerra en Ucrania. No obstante, la posición futura de Rusia en este nuevo orden internacional dependerá sin duda de los resultados de la guerra. ¿Acaso Rusia se integrará dentro del nuevo SEM de forma exitosa o más bien se verá reducida a escombros, dividida y saqueada tanto por los nuevos como por los viejos centros de desarrollo industrial que lucharan por hacerse con los recursos naturales de su periferia?
A principios de este año, todos los actores de la guerra híbrida mundial ya habían definido abiertamente su estrategia de confrontación: los causantes de este conflicto, Estados Unidos y Gran Bretaña, siguen al pie de la letra la vetusta doctrina formulada por Mackinder-Brzezinski, la cual ha dado forma a la geopolítica anglosajona. Estados Unidos y Gran Bretaña creen realmente que la vieja lucha entre los pueblos del mar contra los pueblos de la tierra será resuelta una vez que se decida quién controlará Eurasia, cuyo centro es ocupado actualmente por Rusia. Lo que desean los países anglosajones es repetir una vez más el guion que llevó al colapso al Imperio ruso y posteriormente de la URSS, arrastrando nuevamente a los rusos a la guerra con la esperanza de que un pueblo armado y agotado por la dureza de la guerra termine derrocando a su gobierno y de ese modo los agentes extranjeros puedan comenzar a realizar acciones con tal de destruir a Rusia desde adentro.
La estrategia general de los anglosajones es aplastar a Rusia, destruir Irán y aislar a China. Por su parte, la estrategia de China consiste en garantizar su seguridad económica mediante la consecución de su soberanía tecnológica, la autosuficiencia financiera, el desarrollo de una economía avanzada, la elevación del nivel de vida de sus habitantes, el fortalecimiento de la solidaridad social, la acumulación de reservas estratégicas y la creación de una amplia periferia económica favorable China por medio del proyecto La Franja y la Ruta. En cuanto a su estrategia internacional, la República Popular China quiere unir a los pueblos del mundo mediante un destino común compartido por toda la humanidad: beneficio mutuo mediante una combinación de ventajas competitivas a través de inversión conjunta; el respeto por la soberanía nacional y el derecho internacional; la igualdad entre los actores; la honestidad y transparencia en las negociaciones, además de la equidad.
La estrategia de la India, por el contrario, se caracteriza por esperar el desarrollo de los acontecimientos. Al igual que China, India se ha beneficiado enormemente de la agresión estadounidense contra Rusia. El giro forzado de Rusia hacia el Oriente les ha permitido a nuestros vecinos asiáticos dictar en gran medida los términos de la cooperación con nosotros y nos ha obligado a imponer descuentos en los precios de las materias primas importadas de Rusia, además de reemplazar con sus productos las antiguas marcas occidentales. India se ha enfocado en resolver antes que nada sus propios problemas internos caracterizados por la pobreza y la desigualdad social, acelerando de este modo su desarrollo económico por medio de la implementación de un nuevo orden tecnológico. Al evitar la confrontación directa con actores externos y establecer buenas relaciones con todos los países, India se ha convertido naturalmente en un socio que todos los actores internacionales desean poner de su lado. El hecho de que la India este emergiendo como un líder mundial en términos de crecimiento económico es el reflejo del éxito de esta estrategia.
Observamos que esta misma estrategia es aplicada por numerosos actores del Medio Oriente: todos ellos están observando cuidadosamente el desenvolvimiento de la guerra híbrida global que se está librándose en este momento, pero intentan reforzar su seguridad económica al mismo tiempo que se deshacen de su fuerte dependencia exterior con respecto a los Estados Unidos y Gran Bretaña, mientras se preparan para el advenimiento del nuevo SEM. Tras la reelección de Lula da Silva como presidente del Brasil, cabe esperar que este país desarrolle su propia estrategia. Nosotros hablamos de un SEM “integral” porque el objetivo principal de la actividad estatal actual es reunir a su alrededor diversos grupos sociales en torno a un objetivo común como, por ejemplo, el mejoramiento del bienestar de sus pueblos. Este SEM se caracterizará por una combinación de la ideología socialista con elementos de la libre competencia mercantil y la defensa de los intereses nacionales en la actividad económica exterior. El programa de Lula esta en consonancia con todos estos objetivos y en el caso de que consiga que el Banco Central del Brasil ya no sea controlado por la política de préstamos forzados del FMI, basada en el crecimiento de la inversión y el mantenimiento de la actividad económica, entonces será posible para el Brasil convertirse en el tercer núcleo del naciente SEM.
Solo Rusia y Alemania, entre todos los países importantes del mundo, carecen de una estrategia real internacional. Los dirigentes alemanes han decidido seguir los dictados de Washington, lo cual ha tenido consecuencias económicas desastrosas para su país. El hundimiento de Alemania por medio de la estanflación ha destruido cualquier clase de prosperidad paneuropea que existiera, arrastrando al resto de los países de la UE a un desastre. Alemania ha decidido que Europa en su conjunto asuma los costos de una guerra impulsada por Washington y Londres, permitiendo que sus “socios” anglosajones salgan ganando con tal conflicto. Por lo tanto, podemos concluir que la política exterior de las élites europeas es totalmente contraria a los intereses de los diferentes pueblos de Europa y únicamente beneficia a Washington y Londres.
Gracias a su control de los medios de comunicación y de sus agentes de influencia al interior de las estructuras burocráticas de la UE, los anglosajones han conseguido hacer que los europeos “salten del sartén a las brasas”. Esta política de autodestrucción de Europa no conoce límites: en la medida en que todo se vuelve peor para los europeos mejora a su vez la posición de los anglosajones. La UE ahora se embarca en un conflicto contra Rusia y posteriormente contra China. Estados Unidos y Gran Bretaña siempre han sacado grandes dividendos de la guerra en Europa gracias a que exprimen al máximo el capital material e intelectual de los europeos, convirtiéndolos en carne cañón y recursos para librar su guerra contra Rusia.
Si bien podemos explicar la falta de una estrategia internacional tanto para Alemania como para la UE debido a la influencia que tienen sobre estos países los agentes extranjeros estadounidenses, el hecho de que Rusia carezca de una estrategia propia sigue resultante desconcertante. He intentado dar respuesta a esta pregunta en mi artículo “¿Qué está pasando?” (2), publicado hace seis meses, pero que continua siendo vigente. Considero que toda la incertidumbre que hemos vivido el año pasado es producto de la falta de estrategia de los dirigentes rusos. Nuestros políticos han intentado adelantarse a los planes de Estados Unidos atacando primero en las regiones de RPL, RPD, Zaporiyia y Jerson, pero tal ofensiva será imposible de sostener mientras se carezca de un objetivo final claro, no poseamos una ideología coherente y no estamos movilizando nuestros recursos adecuadamente en medio de esta guerra híbrida mundial que estamos librando contra el Occidente colectivo.
La estrategia de Washington y Londres es mantener a flote el Nuevo Orden Mundial que ellos han creado por medio de la intensificación de una guerra a costa de la prosperidad de la UE. Las marionetas anglosajonas en las cúpulas gobernantes de la UE exigen la derrota de Rusia a cualquier costo, independientemente de que esta derrota tenga consecuencias negativas para Europa. El cálculo que han hecho los servicios secretos anglosajones con tal de desgastar a Rusia en una guerra fratricida se hace cada vez más y más realistas con el paso del tiempo. Y lo que es peor, el hecho de que nuestro Ministerio de Defensa se limite a publicar listas contando la cantidad de bajas ucranianas no hace sino reforzar esta idea del enemigo de someternos a un desangre continuo. La transición a una guerra de trincheras prolongada análoga a la sangrienta campaña de Verdún, que cobró la vida de un millón de franceses y de otro millón de alemanes durante la Primera Guerra Mundial, será una catástrofe sin precedentes para el mundo ruso.
Cuando los generales de alto rango del Ministerio de Defensa de Rusia se limitan a anunciar en televisión el número de ucranianos muertos, los ciudadanos rusos con familiares que viven en Ucrania no pueden evitar sentir su corazón aplastado. La falta de una estrategia y una ideología clara por parte de nuestras autoridades permite que el enemigo libre una guerra hibrida contra nuestra sociedad, interpretando estos acontecimientos de manera rusofoba y sumiendo a la consciencia publica rusa en un estado de depresión que mina la confianza en las autoridades. El retraso de una campaña militar hasta el próximo año da suficiente tiempo a nuestros adversarios para que preparen una revolución que sin duda estallará durante las elecciones presidenciales del 2024.
Solo nuestra victoria en la Operación Militar Especial permitirá a Rusia mantener su estabilidad política, pues el prolongamiento del conflicto por lo que resta del año terminará influyendo mal que bien en las elecciones presidenciales rusas. Sea cual sea el resultado de la votación, nuestros adversarios harán todo lo posible por deslegitimar el resultado y provocar actos de desobediencia civil y armada en nuestro país. No discutiremos este escenario, pues lo consideramos inaceptable para las autoridades rusas y en vez de eso nos centraremos en las condiciones mínimas que Rusia necesita para obtener la Victoria este año: la primera condición es la movilización de todos los recursos disponibles para proporcionar al ejército y a la población lo que necesitan para librar la guerra. El mayor peligro que corremos, como siempre, es subestimar a nuestro enemigo. Tras habernos estancado ante la feroz resistencia del neonazismo ucraniano, Rusia sigue luchando una guerra a medias en contra del Occidente colectivo. Tras la incautación de más de 300.000 millones de dólares de nuestras reservas en el extranjero, los directivos del Banco de Rusia siguen exportando capitales al extranjero, de hecho, las exportaciones de capital superaron el año pasado los 200.000 millones de dólares. De esta cantidad, 150.000 millones de dólares correspondían a pagos autorizados por nuestro gobierno a extranjeros con tal cumplir con las obligaciones crediticias de nuestras empresas. Muchas de estas transferencias se han hecho a países enemigos que utilizan tales divisas para financiar la compra de armamento por parte de Ucrania. ¿Acaso es posible ganar una guerra en contra de un enemigo mejor financiado mientras seguimos abasteciéndolo con el dinero que obtenemos de nuestras materias primas? Creo que sobra responder semejante pregunta.
La exportación agregada de capital y la incautación de nuestras divisas por parte del Banco de Rusia (les he advertido repetidamente desde el 2014, incluso de forma oficial y pública, sobre la amenaza que corríamos al no transferir nuestras reservas fuera de las jurisdicciones occidentales) superó el año pasado el medio billón de dólares, por mucho el presupuesto oficial del Ministerio de Defensa de Rusia. Teniendo en cuenta que los países de la OTAN han comenzado oficialmente a confiscar este dinero para financiar la devolución de los préstamos a Ucrania, tenemos que afirmar que la guerra de la OTAN contra Rusia la está pagando el Banco Central de Rusia.
Algo que se hace incluso en contra de la voluntad política del Estado, incluso a pesar de los decretos firmados por nuestro presidente de poner fin a la exportación de capitales a países enemigos e imponer la venta de los activos extranjeros. Por otro lado, tenemos la connivencia de nuestras autoridades con respecto a la exportación de capital al extranjero: el Banco de Rusia sigue bloqueando los préstamos que se hacen para ayudar al crecimiento de la producción industrial mediante su excesivo valor de cambio y unas condiciones crediticias inaceptables para las empresas. La capacidad de nuestro sector manufacturero se ha reducido a menos de la mitad de lo que solía ser. Incluso con una cuarta parte del mercado nacional liberado por la desaparición de las empresas occidentales, la sustitución de importaciones resulta un proceso extremadamente lento. La exportación de nuestros recursos naturales se está reorientando, pasando de Occidente a Oriente, pero no existe un plan para aumentar nuestra capacidad de fabricar productos acabados. Estamos de acuerdo en que la transición de una economía de mercado a una economía planificada al estilo soviético es imposible en semejantes condiciones, pero la movilización de los recursos mediante el uso selectivo de los mecanismos del mercado resulta imprescindible.
Es necesario pasar del discurso pronunciado por los comentaristas oficiales del Ministerio de Defensa, según el cual los suministros extranjeros no cambian fundamentalmente los acontecimientos del campo de batalla, a un análisis sobrio del potencial real del enemigo. El gasto militar de los países de la OTAN es por mucho superior al nuestro. La URSS se encontraba en una situación semejante a finales de 1941, cuando el potencial económico de una Europa unida superaba por mucho al nuestro. Pero logramos sobrevivir porque utilizamos nuestro potencial de forma mucho más eficiente que los europeos. En cambio, Alemania continúo manteniendo los fines de semana y siguió produciendo bienes de consumo. El lema “Todo por el Frente y por la Victoria” se ha vuelto nuevamente necesario. La obstrucción de nuestra plena capacidad industrial y el hecho de que el Banco de Rusia permita semejante fuga de capitales son incompatibles con la victoria.
La segunda condición necesaria es la movilización de nuestro potencial humano e intelectual. La conciencia pública, anestesiada por el consumismo, no se encontraba preparada para la Operación Militar Especial. El llamado a la movilización parcial causó que decenas (y, según algunos, cientos) de miles de jóvenes profesionales altamente cualificados hayan terminado huyendo de nuestro país. Ahora que se encuentran en el extranjero serán sometidos a terapias psicológicas y adoctrinamiento ideológico. No se trata sólo de una gran pérdida de capital humano, sino también de una transferencia del mismo a las manos de nuestros adversarios. ¿Cuántos de nuestros expertos informáticos ahora trabajan para el Pentágono y las Fuerzas Armadas de Ucrania? ¿Y cuántos de los jóvenes que abandonaron Rusia sin un centavo son ahora contratados por la CIA y el MI-6 con tal de convertirlos en carne de cañón para lanzar una revolución en nuestro país? Una vez más, no considero necesario responder esta pregunta. Es poco probable que la movilización del potencial humano en nuestra actual sociedad del conocimiento se logre por medio de la coerción. En primer lugar, porque se requiere la confianza en las autoridades establecidas. Si bien nuestra confianza en el presidente de Rusia sigue siendo alta, no podemos decir lo mismo de las autoridades monetarias y la jerarquía burocrática. La firma del decreto presidencial sobre la protección de los valores tradicionales ha causado el júbilo de los creyentes, pero si se quiere ganar la confianza del resto de los ciudadanos se requiere de la eliminación de todos los elementos corruptos e incompetentes del aparato del Estado, ya que ellos causan una enorme perdida de recursos y personal imprescindibles en estos momentos de necesidad.
Por último, nuestra sociedad carece de una ideología. Dadas nuestras tradiciones espirituales, esta ideología debe promover la justicia social, la honradez y la responsabilidad. La defensa de los valores tradicionales aprobados por el decreto presidencial debe en primer lugar afectar a la élite en el poder. En términos doctrinales, la ideología más adecuada para el mundo ruso y que se corresponde con las exigencias del nuevo SEM que está surgiendo sería el socialismo ortodoxo. Teniendo en cuenta la necesidad de mantener la tolerancia confesional dentro de nuestras fronteras, podríamos formular tal ideología como una especie de socialismo popular, teniendo en cuenta, entre otras cosas, las ideas bancarias formuladas por el mundo musulmán. Pero tal ideología solo podrá entrar en vigencia sí existe una élite gobernante capaz de asumirla y que aplique cotidianamente toda clase de políticas socioeconómicas con tal de aumento el bienestar público.
La proclamación del socialismo popular como ideología de la sociedad rusa dará sentido a muchas otras cosas, en primer lugar, limpiar a nuestro país y sus alrededores de los agentes extranjeros que hoy ocupan los territorios de Novorrusia, Rutenia y la Pequeña Rusia. En Ucrania dará sentido a nuestra lucha en contra de las formaciones neonazis y rusofóbicas que hoy dominan ese país, apoyadas por los servicios de inteligencia anglosajones y los paraísos fiscales donde la oligarquía mundial hace sus negocios. La Operación Militar Especial ha obligado a parte de la oligarquía rusa a huir hacia el extranjero, por lo que la creación de una nueva élite rusa y patriótica se ha acelerado. Este mismo criterio debe ampliarse al resto de la sociedad, promoviendo nuestras tradiciones ancestrales en términos de justicia y responsabilidad.
El socialismo popular no implica la expropiación de la propiedad privada tal y como fue hecho por los bolcheviques bajo la influencia de Marx, sino el fortalecimiento de las asociaciones público-privadas, combinando la planificación estratégica con las empresas privadas, el control estatal de la circulación de dinero con la competencia del libre mercado y la propiedad estatal de la infraestructura con el apoyo a la iniciativa privada. Las practicas que se han desarrollado en los países del nuevo SEM son el camino a seguir. Nuestro gobierno también debería recordar los milagros económicos que conseguimos a principios del siglo XX, durante la industrialización, la guerra y la reconstrucción de posguerra de nuestra economía nacional y aprender de los métodos modernos de regulación de la economía de mercado con tal de mejorar el bienestar de nuestra población.
El principio general es simple: el Estado apoya (incluso con préstamos baratos a largo plazo) a las empresas privadas cuyo trabajo contribuye al crecimiento del volumen de la producción de bienes necesarios para la sociedad y bloquea los intentos de las empresas privadas de beneficiarse de la desestabilización de la economía mediante la especulación y la manipulación financiera. Lo tercero sería la introducción de un mecanismo de rendición de cuentas para todos los actores y autoridades. Sin ello, es imposible eliminar las disfunciones causadas por la corrupción y la incompetencia de los cuadros directivos. Las hazañas militares y laborales de millones de personas corrientes se ven devaluadas por la incompetencia de dirigentes que no asumen ninguna responsabilidad por la fuga de cientos de miles de millones de dólares, el fracaso de planes y programas estratégicos, la malversación de fondos, los errores a gran escala, la paralización de instalaciones de producción o la pérdida de vidas humanas. Será necesario que pongamos en marcha los mecanismos más sencillos de responsabilidad con respecto a los poderes fácticos y los resultados de su trabajo, comenzando de ese modo la depuración de la élite gobernante. De lo contrario, se repetirá la situación por la que pasó el emperador Nicolas II, que viéndose contra la pared declaró: “solo encuentro traidores, cobardes y ladinos a mí alrededor”.
Los tres requisitos enumerados anteriormente son necesarios para la victoria. El resto se irán sumándose por sí solos gracias a la creatividad y el entusiasmo patriótico del pueblo. Uno de estos objetivos secundarios sería conseguir que el PIB crezca al menos un 8%, una tasa de crecimiento de la renta personal del 5% que nivele las desigualdades sociales y una tasa de inversión del 20% anual en lugar de la actual “cercana al cero”. A menos que se tomen las medidas más drásticas para conseguir semejantes logros, la situación terminará por decantarse por el escenario negativo descrito anteriormente. No debemos dejarnos engañar por la tesis anterior de que Estados Unidos perderá la guerra mundial que ha emprendido independientemente del resultado de la catástrofe ucraniana. De no haber sido por la incompetencia y la traición de los dirigentes de la URSS, en lugar del colapso del comunismo habríamos asistido a una crisis sistemática del capitalismo, algo sobre lo cual escribieron muchos economistas políticos soviéticos. Pero el dogmatismo de los dirigentes soviéticos y su alejamiento de la realidad condujeron a la desintegración de la Unión Soviética, cuyo territorio se convirtió en objeto de la explotación tanto de sus poblaciones como de sus recursos naturales por parte del capital internacional, principalmente angloestadounidense.
Esto dio un segundo aliento a la Pax Americana, pero al mismo tiempo desencadenó la desintegración del SEM. El polo estadounidense no pudo o consiguió cambiar su sistema de gestión y reproducción económica, alimentado la exportación de capitales y recursos humanos fuera del espacio postsoviético. Si el sistema de gestión soviético no pudo hacer frente a los desafíos del SEM, el sistema de gestión estadounidense se convirtió en víctima de la codicia de su propia oligarquía, que subordinó la emisión monetaria y el mercado financiero a sus intereses, convirtiendo la economía en un cementerio plagado de burbujas financieras. Este sistema de gobierno ha perdido toda su eficacia, pues no asegura el bienestar del pueblo y genera el agravamiento de las contradicciones sociales hasta llegar a la guerra de todos contra todos.
No obstante, la élite financiera y política estadounidense cree que el colapso de Rusia y la guerra en Europa les permitirán obtener un tercer aliento y de ese modo mantener su hegemonía mundial. Pretenden repetir el éxito que tuvieron al provocar el colapso del Imperio ruso y la URSS, ya que les permitió saquear durante algún tiempo los recursos de otros países. Esa es la razón detrás de su agresividad: ven el aplastamiento de Rusia como la única manera de mantener su dominio global.
Sin embargo, la autodestrucción del sistema financiero y económico estadounidense no tiene nada que ver con los acontecimientos de Ucrania. La inflación galopante en Estados Unidos, estimada entre el 8 y el 17% para todos los bienes de consumo cotidiano y que alcanza un 30% para los bienes empresariales, es la consecuencia del malgasto de miles de millones de dólares en burbujas financieras emitidas por la FED y sus derivados de cuatrillones de dólares en el mercado de materias primas. La subida de los precios de la energía, aunque provocada por las sanciones antirrusas, no fue más que un detonante del colapso de las burbujas financieras previamente infladas por las políticas de expansión cuantitativa. Aunque Estados Unidos y sus satélites confiscarán un billón de dólares tanto del dinero público como privado de cuentas rusas en el extranjero, no podrán salvar con ello el colapso de su sistema financiero, solo lo han retrasado gracias a las reservar monetarias rusas.
Su rusofobia ha causado que se “disparen en el pie”, despojando al dólar, la libra esterlina y el euro de su papel como divisas mundiales. Todos los países más o menos soberanos han dejado de acumular reservas en dólares y los han convertido en recursos nacionales. Esto implica el colapso de la capacidad de Estados Unidos para financiar su guerra híbrida mundial, la cual se basa en su monopolio de la emisión de divisas. Trillones de dólares previamente impresos en los Estados Unidos están regresando a sus dueños y esto provoca una ola de inflación. Y la negativa de los acreedores externos a comprar bonos del Tesoro significa su inminente quiebra o hiperinflación debido al colapso de la pirámide financiera y la enorme deuda estadounidense. No obstante, la esperanza de aplastar a Rusia en la guerra en Ucrania, como única manera de mantener la hegemonía mundial anglosajona, alimenta la rusofobia de la élite política estadounidense y no debemos esperar que esta se debilite.
En caso de que se produzca el control de nuestro país por parte de Estados Unidos, como sucedió durante la época de Yeltsin, llevará a que seamos incapaces de hacer parte del SEM naciente y del desarrollo tecnológico actual. Terminaremos convirtiéndonos en simples acreedores de Occidente y una reserva de materias primas para Oriente. Preguntarnos por sí en tales condiciones seguiremos siendo soberanos o un país unido carece de interés. Por eso nuestra victoria en al Operación Militar Especial es la única garantía para la supervivencia del mundo ruso en un futuro. Lo que debemos hacer para conseguirlo lo hemos expuesto arriba.
En el libro que hemos mencionado antes justificamos la creación de una coalición de países que no estaban interesados en hacer parte de la guerra híbrida mundial propuesta por los anglosajones. Basamos la formación de esta coalición en dos cosas: la creación de una nueva moneda de pago internacional que sustituya al dólar como moneda de reserva del FMI y la ciberseguridad. La primera propuesta llevaría a la destrucción del sistema financiero público y privado estadounidense, fuente de su monopolio directo en la emisión del dinero, lo cual le permite ser una superpotencia. El segundo acuerdo iba dirigido a eliminar igualmente el monopolio estadounidense de las tecnologías informáticas avanzadas, por desgracia, en lugar de embarcarse en esta empresa nuestro gobierno se contentó con firmar los acuerdos de Minsk, dando a nuestros enemigos la oportunidad de convertir a Ucrania en una cabeza de puente para atacar a Rusia. Una vez más, la creación de semejante coalición internacional dependerá de nuestra victoria en la Operación Militar Especial.
Para concluir, hare algunas observaciones sobre las estrategias de la UE, India e Irán. Mientras que el destino del primero depende de la conclusión de la Operación Militar Especial, los otros dos tienen bastante margen de maniobra. Irán es la próxima víctima de los Estados Unidos una vez que Rusia sea aplastada. En caso de que eso suceda, es poco probable que China pueda proteger a su principal socio en Medio Oriente. Irán puede contribuir decisivamente al desenlace de la guerra híbrida mundial bloqueando el estrecho de Ormuz.
Los países del Occidente colectivo se enfrentarían entonces a una aguda escasez de petróleo y los precios se dispararían. Una crisis en la UE se convertiría en una catástrofe económica que provocaría un cambio de liderazgo político por uno que sea más pragmático que sea capaz de ponerle fin a la guerra suicida que hoy libran contra Rusia. Sería una respuesta perfecta al bombardeo por parte de los servicios anglosajones del gasoducto germano-ruso. Pero resulta poco probable que Irán se atreva a hacer algo como eso por sus cuenta, especialmente si no cuenta con las garantías del apoyo político-militar de Rusia y China. Los líderes europeos están perdiendo popularidad rápidamente. Tienen un poder considerable para manipular la opinión pública, pero en la mente de un ciudadano promedio europeo que vive entre la televisión y la nevera, sin duda esta última terminará por decidir de qué lado se ponen. Es probable que un nuevo ciclo electoral conlleve una renovación de la élite política europea.
La conclusión victoriosa de la Operación Militar Especial también ayudará a que se decanten por este camino. En caso de que Rusia adopte exitosamente el socialismo popular unido a la defensa de los valores tradicionales, entonces es muy probable que aumente su popularidad en Europa y eso conlleve la migración en masa de los europeos que están cansados de la psicosis LGTBI a la que se encuentran sometidos. También, volverán a Ucrania los millones de habitantes que tuvieron que huir porque se encontraba controlada por los neonazis. Finalmente, Occidente luchará por hacerse con el apoyo de la India. Conseguir que la India se ponga del lado de la OTAN y formar con ella una alianza junto con Japón y Australia dirigida contra China es una de las máximas prioridades de Occidente. La opinión pública de la India se ha visto aplacada por el nombramiento de un primer ministro británico de origen hindú. Es probable que Biden también sea reemplazado por su vicepresidente, también de origen hindú. La élite política anglosajona intentará ganarse a la India intentando interpretar danzas hindúes rituales, proporcionando acuerdos comerciales, tecnológicos y económicos preferenciales con el interés de que tal país se ponga de su lado. Incluso es posible que el mundo anglosajón traslade su centro de operaciones a Delhi, algo que podría dar un tercer aliento a su declinante poder.
Pero en la memoria histórica del pueblo de la India siguen vivos los recuerdos de la colonización británica, ante lo cual los anglosajones usarán el enfrentamiento de India contra Pakistán y China – enfrentamiento creado por ellos – como mecanismo para que está termine lanzándose a sus brazos. Sin embargo, es poco probable que Delhi quiera convertirse en un socio menor y los anglosajones no están dispuestos a negociar en pie de igualdad. Tal escenario podría evitarse con la creación de una coalición de países que no este interesada en una guerra híbrida mundial. Por supuesto, antes de lanzarnos a esta segunda fase es necesario obtener una victoria en la Operación Militar Especial. Tal objetivo se ha convertido en prioritario y debemos cumplir con todas las propuestas anteriormente hechas.
*Sergey Yurievich Glazyev nacido el 1 de enero de 1961 en Zaporozhye, URSS ucraniana, URSS) es un político y economista ruso, miembro del Consejo Financiero Nacional del Banco de Rusia y, desde 2008, miembro de número de la Academia Rusa de las Ciencias. Glazyev fue ministro de Relaciones Económicas Exteriores en el gabinete de Boris Yeltsin de 1992 a 1993, miembro de la Duma Estatal de 1993 a 2007, uno de los líderes del bloque electoral Rodina de 2003 a 2004, candidato a la Presidencia de la Federación Rusa en 2004 y asesor del presidente de la Federación Rusa sobre integración económica regional de 2012 a 2019. A partir de 2021, es comisario de Integración y Macroeconomía en la Comisión Económica Euroasiática, órgano ejecutivo de la Unión Económica Euroasiática.
Notas
2. https://glazev.ru/articles/11-analitika-i-prognozy/106003-chto-proiskhodit
Fuente: Geopolitika.ru
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