Por Juanlu González
08/02/2024
La solución
de los dos estados no es más que una ilusión
A raíz del genocidio de Gaza, la comunidad internacional, la
misma que había decidido enterrar definitivamente la causa palestina, se está
aferrando de nuevo a la vieja solución diplomática, basada en la coexistencia
de dos estados trazados sobre la geografía de la Palestina histórica. Salvo
Israel y Estados Unidos, que supedita el reconocimiento palestino a lo que
decida el estado sionista en la mesa de nonegociaciones, buena parte del mundo
apoya esta salida. Incluso la Liga Árabe y algunas facciones palestinas la ven
como la única factible, tal es el poder del sionismo para imponer su realidad
sobre el terreno, por muy injusta, aberrante y ahistórica que sea.
Y hasta cierto punto tiene su lógica, ya que la solución de dos
estados se apoya en resoluciones internacionales de la Asamblea y el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas que articulan parte del corpus de lo que se conoce
como “legalidad internacional”. Sin embargo, jamás ha estado cerca de implementarse
por causa de la oposición frontal de Israel, cuyo objetivo primario fue siempre
adueñarse de toda Palestina, como lo demuestra el que sea el único estado del
planeta que tiene sus fronteras sin delimitar, tras más de 70 años de belicosa
existencia y como también lo demuestra el asesinato de Folke Bernadotte, el
mediador sueco de la ONU, enviado a la región para delimitar las fronteras
palestinas, que fue baleado por los sionistas.
Las ofertas que Israel ha puesto sobre la mesa jamás incluyeron
a Jerusalén ni los lugares santos del islam para los palestinos. Las más
recientes tampoco les dejan el control sobre su espacio aéreo, ni sobre sus
fronteras, aguas territoriales o las riquezas del subsuelo (agua, gas…). Hasta
le prohíben expresamente que pudiese tener un ejército propio en el futuro. En
definitiva, cualquier parecido con la realidad de un estado soberano es pura
coincidencia. Realmente lo que han ofrecido negociar es un conjunto de
cárceles, rodeadas de colonias habitadas por extranjeros extremistas
fuertemente armados, flanqueados por muros de la vergüenza, por vallas con
concertinas y de checkpoints militarizados para controlar los movimientos
dentro del archipiélago de campos de concentración en los que los invasores
dejarían, graciosamente, vivir a los habitantes originarios.
Evidentemente, ningún dirigente palestino podría aceptar tal
cosa, por muy al servicio que estuviese de Estados Unidos y sus aliados, ya que
no duraría en el cargo ni una semana. Sin embargo, la prensa corporativa, tras
cada ruptura de las negociaciones, nunca dudó ni un segundo, en culpar a la
intransigencia palestina del fracaso de las pantomimas que el Occidente
colectivo ha sido capaz de armar con la connivencia de la OLP o la ANP.
Así se ha ido forjando la falsa imagen de unos árabes
intransigentes que no han querido negociar porque lo “pedían todo”, y de un
Israel que hacía enormes y dolorosos sacrificios para lograr una paz que
siempre, supuestamente, le negaron los palestinos. Pero es aún peor. Cuanto más
tiempo ha pasado, los territorios ocupados por la fuerza se han ido afianzando
como conquistas, gracias a la llegada de alrededor de medio millón de
extranjeros venidos de muchos países del mundo para expulsar a la población
local.
Cada vez que se ha denunciado un nuevo asentamiento ilegal, el
gobierno de Tel Aviv contestaba con un absurdo mantra: “las colonias no son un
obstáculo para la paz”. Así es como, poco a poco, el espacio para el futuro
país palestino se fue reduciendo hasta el punto de que hoy es imposible trazar
unas fronteras para la constitución de un estado viable. Se podrá aducir que
los asentamientos ilegales, los que están dentro de las fronteras trazadas en
1967, que se consideran las internacionalmente reconocidas, se tendrían que
desmantelar o bien quedarían dentro del futuro estado palestino, pero eso es
algo que nadie con un mínimo de información sobre la región puede ver como
factible.
¿Cuál es entonces la solución? ¿Hay solución? Al sionismo se le
han visto claras sus intenciones durante el presente genocidio. Son las mismas
que pretendía Hitler, la solución final. Matar a todos los palestinos que les
sea posible y deportar al resto fuera de su tierra. Esos eran los planes que
había detrás de la anexión de Cisjordania que estaban preparándo antes del
ataque de la Resistencia a los territorios ocupados el 7-O y es también lo que
están intentando ahora con los gazatíes. De hecho han tanteado a Jordania y
Egipto, a Europa… incluso a la República del Congo y otros países del África
subsahariana, como posibles lugares a donde expulsar —voluntariamente, eso sí—
a los palestinos de la Franja. Ahora que eso no parece posible, con permiso de
lo que pueda suceder en Rafah durante los próximos días o semanas, Israel se
centrará en pretender mantener el status quo anterior, aunque controlando Gaza
de manera aún más directa, del mismo modo que hacen en Cisjordania, donde no
cesan de entrar a cada pueblo, a cada campo de concentración o cada casa, para
asesinar a quien quieran sin apenas resistencia.
Pero no es eso lo que afirma pretender la UE, la ONU o la
comunidad internacional. Mayoritariamente dicen que contemplan la creación de
un estado palestino según dictan las resoluciones de Naciones Unidas. Sin
embargo, nadie se atreve a dar ningún detalle adicional sustancial. Israel
jamás lo aceptará, ellos están donde siempre han estado y jamás han querido
reconocer: en la construcción del Eretz Israel, como algunos quieren
interpretar en las franjas azules de su bandera: desde el río hasta el
mar.
Así las cosas, la única solución justa y duradera para la región
pasa por la desaparición del estado fallido de Israel, la vuelta de millones de
colonos judíos a sus países de origen (casi todos tienen doble nacionalidad),
el retorno de los palestinos de la diáspora, tal y como dicta la Resolución 194
según los registros oficiales de la UNRWA (¿se entiende ahora por qué Israel
quiere acabar con esta Agencia de la ONU?) y restablecer un único estado
multiconfesional, de nombre Palestina.
Obviamente los judíos quedarían en minoría, justo como estaba la
población blanca en Sudáfrica tras el apartheid, como siempre fue así en
Palestina. No podemos ser ilusos, Occidente jamás permitirá una solución de
este tipo, pues equivaldría a perder su mayor colonia y puesto avanzado militar
en Asia Occidental, en la gasolinera del mundo. Pero es la única manera de
hacer justicia, de reparar el daño causado y restablecer la paz en la
región.
No olvidemos que Israel ocupa por la fuerza, además de
Palestina, zonas de Siria y Líbano y es el principal foco de inestabilidad
mundial desde su ilegal y arbitraria creación. Basta abrir un periódico para
darse cuenta de que es así.
Sin embargo, hay que ser consciente de que nada de esto será
posible mientras EEUU continue siendo el hegemón mundial, un trono que está en
disputa en estos momentos en muchos ámbitos como el económico, el militar o el
tecnológico. Quizá eso de los dos estados podría ser útil como paso intermedio
hacia la solución definitiva, pero poco más. Pero algo deben tener presente
esos colonos sionistas. Deben saber que, en el momento en el que un nuevo mundo
multilateral surja sobre las cenizas del orden basado en las reglas
norteamericanas, «Israel» será el primero en caer, y esta vez para siempre.
Fuente: https://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=22417
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