MARIANO MORENO Y LA DOCTRINA POLÍTICO-MILITAR DEL «PUEBLO EN
ARMAS»[1]
NÉSTOR KOHAN - LA HAINE
25 de mayo de 1810, reguero de
pólvora e inicio de la revolución continental
El ciclo de la rebelión
anticolonial comienza en 1780-1781 con Tupac Amaru II y se prolonga en
1791-1804 con Haití. Esas deberían ser las referencias originales para
conmemorar el Bicentenario… Las discordias de las colonias con las metrópolis
europeas se venían incubando desde esas décadas (a partir de las rebeliones
indígenas, comuneras y esclavas, habitualmente “olvidadas” o silenciadas por la
historia oficial absolutamente eurocéntrica). Luego, los movimientos de
independencia se vuelven mucho más contundentes con la invasión napoleónica de
España y el apresamiento del monarca Fernando séptimo. Como apunta el
historiador Sergio Guerra Villavoy en su Breve historia de América Latina
esos últimos acontecimientos abrieron de manera inevitable el conflicto entre
realistas españoles y juntistas hispanoamericanos. En 1810 estalla la fase
insurreccional abiertamente continental. Se simula y utiliza la supuesta
“defensa del rey apresado” como máscara política —conocida como la estrategia
del “fernandismo”— para legitimar y sentar las iniciales bases de la lucha
independiente. El 19/4/1810 se produce la sublevación y queda instalada la
Junta de Caracas (en diciembre de ese año Bolívar logra repatriar a Caracas a
Miranda). El 25/5/1810 en Buenos Aires estalla la revolución y se destituye al
virrey español. El 16/9/1810 se produce en México “el grito de Dolores”, cuando
el cura del bajo clero Miguel Hidalgo y Costilla convoca a la rebelión contra
los españoles con uno de los programas sociales más radicales del período.
Según Juvenal Herrera Torres en Simón Bolívar, vigencia histórica y política,
con los levantamientos de Caracas, Buenos Aires y Bogotá se inicia la
revolución de independencia continental. Es verdad. Sin embargo — insistimos—
nunca debe olvidarse que ésta tenía como antecedentes los levantamientos
indígenas de Tupac Amaru II y Tupac Katari, los comuneros de José Antonio
Galán, las insurrecciones de los negros de José Leonardo Chirinos, la
revolución de Haití y más cerca, la insurrección juvenil de Chuquisaca (hoy
Sucre) del 25/5/1809.
En Bogotá hay un cabildo abierto
que finalmente proclama la independencia neogranadina el 11/12/1811. Dos
sacerdotes mexicanos, Hidalgo y Morelos, encabezan un proceso insurreccional de
indígenas y mestizos contra los criollos terratenientes y los colonialistas con
un proyecto tan radical como el de Mariano Moreno, pero con mayor apoyo popular.
El 18/5/1811, en el actual Uruguay, Artigas, con gauchos criollos,
afroamericanos e indios derrota a los españoles en una batalla y pone sitio a
Montevideo. En Caracas la Junta Gubernativa declara la independencia el
5/7/1811. En general las primeras juntas independentistas están formadas por
criollos adinerados, blancos letrados —abogados, periodistas, incluso algún que
otro cura— y “gente pudiente”. Las grandes mayorías populares —que encabezan la
lucha directa en el campo de batalla contra la dominación colonial— terminan
marginadas de esas primeras instituciones políticas propias. Recién logran
integrarse como actores privilegiados al proceso de independencia a través de
las milicias populares y las guerras de liberación continental lideradas por
Bolívar y San Martín. Cuando ambos libertadores incorporan al pueblo en armas y
al mundo plebeyo de las colonias —como proponía el programa político-militar de
Mariano Moreno y ya venía realizando Artigas— en tanto sujeto principal de la
lucha, las burguesías comerciales y las oligarquías criollas les quitan apoyo o
directamente les dan las espaldas.
Mariano Moreno, de los pueblos
originarios a Rousseau
Casi al mismo tiempo que se
instala la Junta de Caracas, en Buenos Aires —capital del Virreinato del Río de
la Plata— el pueblo destituye al Virrey español Cisneros (25/5/1810). Allí
conviven tres orientaciones: a) los profranceses (el ex virrey Liniers), los
españolistas (Álzaga) y los patriotas (encabezados por Mariano Moreno, Juan
José Castelli y Manuel Belgrano). En el medio se encuentra el jefe militar
Cornelio Saavedra, conservador. Mariano Moreno [1778-1811], secretario de la
Primera Junta independentista, será el principal ideólogo patriota. Hijo de un
funcionario menor y sin recursos, Moreno tiene 13 hermanos. Su familia no puede
pagar los estudios. Gracias a miembros de la Iglesia logra viajar a la
Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca (la
misma donde se formarán Castelli y Monteagudo). Allí estudia leyes y teología
(de 1799 a 1804, es probable que allí haya conocido en ese tiempo al futuro
caudillo guerrillero Manuel Ascencio Padilla, compañero de Juana Azurduy). El
canónigo Matías Terrazas, ilustrado, le abre la biblioteca (intransigente e
incorruptible, como su admirado Robespierre, años más tarde Moreno incluye a
Terrazas entre los enemigos de Chuquisaca por estar vinculado al colonialismo
español). El joven Moreno (de 22 años) lee a Juan de Solórzano y Pereyra, autor
de Política Indiana y también a Victorián de Villava, fiscal de la
Audiencia de Charcas, autor del “Discurso sobre la mita en Potosí” donde
muestra la explotación indígena. En esos años Moreno conoce de primera mano la
vida miserable de los indígenas en la minería de Potosí. Denunciando la
explotación de los yanaconas y mitayos escribe en 1802 su tesis doctoral “Sobre
el servicio personal de los Indios”, aguda impugnación de la masacre indígena.
Moreno critica la política colonial con ironía “Es mejor conservar la vida
de los mortales que la de los metales” (1802). Una vez recibido de abogado,
en Chuquisaca asume la defensa de los indios contra los encomenderos. En junio
de 1807, ya de regreso en Buenos Aires, el joven jurista defiende a los
oficiales del Cuerpo de indios, pardos y morenos a los que se pretendía
disminuir el salario (manteniendo intacto el de los blancos españoles), luego
de que esas milicias rechazaran las invasiones inglesas. El indigenismo de
Moreno será compartido por sus compañeros Castelli y Belgrano, por Artigas, así
como también por San Martín. No era un indigenismo filantrópico y declarativo
sino basado en medidas concretas que intentó implementar desde el gobierno
revolucionario, generando una reacción explosiva en las racistas clases
dominantes criollas.
Además del problema indígena, en
Chuquisaca Moreno estudió francés e inglés para leer los libros de la
biblioteca de Terrazas. Entre otros estudia a Montesquieu, Voltaire, Diderot,
Locke y el abate Mably. De todos ellos, prefiere a Jean-Jacques Rousseau. Al
igual que don Simón Rodríguez, Moreno se nutrirá a lo largo de su corta y
afiebrada vida política del autor de El contrato social, interpretado
desde una perspectiva igualitarista radical. Años más tarde, ya como ideólogo
revolucionario, lo sintetizará afirmando: “Si deseamos que los pueblos sean
libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad” (Mariano
Moreno: “Decreto sobre la supresión de honores al presidente de la Junta y
otros funcionarios públicos”, La Gaceta de Buenos Aires, 8/12/1810).
Tanto en Chuquisaca como en Buenos Aires, Moreno traduce El contrato social.
En 1810, la Junta de Buenos Aires publica 200 ejemplares con prólogo suyo. En
él afirma: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos,
si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas
ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil
incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la
tiranía” (M. Moreno: Prólogo a su traducción de El Contrato Social
de J.J. Rousseau, 1810).
Mariano Moreno y su «Plan
revolucionario de operaciones»
En 1809, en vísperas de la
revolución, Moreno escribe La Representación de los labradores y hacendados,
una contestación económica al apoderado del Consulado de Cádiz. En él Moreno se
opone al monopolio del comercio ejercido por los españoles y todavía habla “en
representación de” los grupos de burguesía criolla. Poco tiempo después usará
como máscara la simulada defensa del rey prisionero Fernando Séptimo. No obstante,
una vez triunfante la revolución de mayo de 1810, emergerá el verdadero rostro
político de Moreno, quien a partir de allí deja de hablar, escribir y actuar
“en representación de” para desbordar con nitidez el estrecho límite de los
comerciantes y hacendados criollos. En la pirámide social del Río de la Plata
había: (a) funcionarios coloniales, (b) comerciantes monopolistas españoles,
(c) alto clero, (d) hacendados y comerciantes criollos, (e) profesionales y
artesanos, (f) transportistas y pulperos, (g) plebe, castas, gauchos,
trabajadores, jornaleros, mestizos, indígenas, negros (esta franja engrosará
las milicias patriotas). El enemigo principal era (a), (b) y (c). En La
Representación (antes de 1810) Moreno habla en nombre del grupo (d). A
partir de la revolución y del Plan revolucionario de operaciones Moreno
interpela como sujeto principal a los grupos (e), (f) y fundamental (g). Tanto
en sus 46 artículos de La Gaceta de Buenos Aires, en sus decretos e
instrucciones a los “Ejércitos Auxiliadores de los Pueblos” como principalmente
en su Plan, Moreno sintetizará uno de los proyectos estratégicos continentales
más ambiciosos y radicales del partido revolucionario de los patriotas
latinoamericanos. El 28/5/1810 la Junta toma la resolución de confeccionar un
plan. Moreno lo termina de redactar el 30/8/1810. Su título será Plan de las
operaciones que el gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la
Plata debe poner en práctica para consolidar la grande obra de nuestra libertad
e independencia. Ese Plan proporciona perspectivas estratégicas a
nivel macro y detalladas medidas tácticas para la emancipación latinoamericana.
Sugiere dividir al enemigo y crear alianzas propias (internas y externas),
combinando la violencia extrema (explícitamente recomienda “cortar cabezas y
verter arroyos de sangre” de los enemigos para fundar un nuevo orden
revolucionario) con numerosas medidas destinadas a crear consenso en el seno de
los sectores pobres y el campo popular (los sectores (e), (f) y fundamental
(g)).
En ese Plan estratégico
para la revolución de independencia, auténtico programa político, económico y
social de alcance y perspectiva explícitamente continental, Mariano Moreno
propone abolir la esclavitud de los negros y la servidumbre indígena, prohibir
la tortura, ajusticiar a los principales jefes colonialistas y a los cabecillas
de la contrarrevolución, no respetar la propiedad privada y expropiar las
grandes “fortunas acaudaladas”, confiscar todos los bienes, los buques y las
haciendas enemigas, crear el monopolio estatal de las minas de oro y plata y
otros recursos naturales fomentando la industria nacional, establecer el
control estatal de cambios y de exportación de capitales, asegurar el férreo
control —con herramientas tributarias— de la circulación de capitales y la
nacionalización del comercio exterior, entre otras medidas. También se proponía
expandir de manera fulminante la revolución a la Banda Oriental (hoy Uruguay),
Río Grande do Sul (hoy Brasil), Misiones y Paraguay, el Alto Perú (hoy
Bolivia), Perú y Chile, no invadiendo ni conquistando sino organizando en
cada región insurrecciones y milicias armadas bajo la doctrina revolucionaria
del pueblo en armas que siguiendo sus instrucciones intentaron llevar a la
práctica Juan José Castelli y Manuel Belgrano, sus mejores compañeros.
El programa político-militar de
Mariano Moreno
El proyecto morenista
—sintetizado en su Plan revolucionario de operaciones y en la doctrina de
pueblo en armas — era muy ambicioso. Abarcaba lo económico, lo social, lo
político, lo cultural y lo políticomilitar. Como jefe político y Secretario de
Guerra de la Primera Junta de Buenos Aires, Mariano Moreno trató de realizar
ese Plan a través de las primeras campañas independentistas del cono sur
latinoamericano. Principalmente las dos expediciones militares de los Ejércitos
Auxiliadores de los Pueblos que marcharon al Alto Perú (la primera bajo
dirección de Castelli siguiendo instrucciones de Moreno, luego habrá otras tres
expediciones posteriores) y también hacia el Paraguay-Banda Oriental (al mando
de Belgrano, igualmente con instrucciones de Moreno). El mando militar estaba
sujeto al político y éste a la Junta a través de la Secretaría de Guerra de
Moreno. En ambas el proyecto morenista combinaba la lucha anticolonial con la
promoción de cambios profundos en las relaciones sociales (abolición de
esclavitud y servidumbre junto a reparto de tierras).
Su doctrina de pueblo en armas
tiene antecedentes. En 1806 y 1807 hubo dos invasiones inglesas a Buenos Aires,
ambas rechazadas. Desde allí se forman milicias populares. En julio de 1808
Moreno redacta para el Cabildo de Buenos Aires un pedido al rey de 10.000
fusiles para ser distribuidos en la población ante nuevas amenazas de ataques
ingleses o franceses. Es a partir de esta sutil incorporación del pueblo
humilde en las milicias —posterior a las invasiones inglesas y oficializadas en
1809— como el sujeto de la lucha por la independencia se va tornando más
popular, superando el estrecho límite de los criollos blancos y adinerados. La
historiografía oficial y académica de la burguesía argentina (desde el refinado
T.Halperin Donghi hasta otros más rústicos) denomina a ese proceso
“militarización”, cuando en realidad Moreno la pensaba como el desarrollo de la
doctrina del pueblo en armas para la lucha anticolonial. Una vez
producida la revolución de mayo de 1810 Moreno, Secretario de Guerra, se
convierte en el creador de los ejércitos de la revolución (su primer decreto es
del 29/5/1810). Moreno destaca que “las clases medianas, las más pobres de
la sociedad” son las que mejor nutren los ejércitos patriotas (Moreno: Gaceta
de Buenos Aires, 12/7/1810). El 8/6/1810 decreta la igualdad jurídica de
los oficiales del Cuerpo de Indios, Pardos y Morenos con los criollos blancos.
Según demuestra Julio Novayo en su libro Mariano Moreno, secretario de
guerra, el programa militar morenista es expuesto en varios números de La
Gaceta de Buenos Aires (9/8/1810, 23/8/1810, 17/9/1810, 19/9/1810 y
23/10/1810), periódico fundado por Moreno en el cual publica 46 artículos en
seis meses. Su doctrina de pueblo en armas proponía: (a) ejército
independentista como fuerza ofensiva y expansiva de la revolución contra
amenazas exteriores, no para reprimir interiormente; (b) no conquistar sino
crear milicias propias en cada región; (c) “Todo hombre es soldado nato,
amenazada la patria”; (d) Todos los pueblos —indígenas, criollos, negros,
zambos— son iguales, “fundando la base de su igualdad en el mérito contraído
en la defensa de la patria”; (e) eliminación de servidumbre indígena y lo
más resistido: (f) reparto de tierras (impulsada por Castelli en el Alto Perú y
realizada por Artigas en la Banda Oriental). A través de la doctrina de pueblo
en armas el principal sujeto social al que interpela el Plan
Revolucionario de Moreno son las masas populares movilizadas en las
milicias patriotas y los jóvenes radicalizados. Su programa militar independentista
— que Castelli y Belgrano llevaron a la práctica— era la prolongación política
de su concepción roussoniana, en la cual la soberanía reside en el pueblo.
Desde esa perspectiva Moreno, Castelli y Belgrano propusieron y concretaron la
emancipación de los pueblos indígenas y la liberación de los esclavos negros.
El horror de la burguesía frente
a Moreno
La derrota de Moreno (y la de sus
compañeros) es el resultado de una contrarrevolución interna implementada por
el sector más conservador de la oligarquía (terratenientes) y la burguesía
(comerciantes) de su país. Su principal contendiente, el militar conservador
Cornelio Saavedra que defendía a esos sectores, festejó el alejamiento de
Moreno (y su muerte inminente, ejecutada por manos inglesas) afirmando: “Como
que las cosas han variado de circunstancias, por la reunión de las provincias
del Virreinato, también es consiguiente se varíen las resoluciones, esto es se
moderen y mitiguen los rigores que hasta ahora se habían adoptado. El sistema
robespierriano que se quería adoptar en ésta, la imitación de la revolución
francesa que intentaba tener por modelo, gracias a Dios han desaparecido”
(Carta de Cornelio Saavedra a Feliciano Antonio Chiclana, Buenos Aires,
15/1/1811). En otra carta a Chiclana, del 29/1/1811 Saavedra se refiere a
Moreno como “el malvado Robespierre” cuyas miras eran “hacerse
dictador” o “un tribuno de la plebe” (ambas cartas reproducidas en
Enrique Ruiz Guinazú: Epifanía de la libertad. Documentos secretos de la
revolución de mayo). El 5/2/1811 el Cabildo da la Orden de que se retire de
circulación El contrato social (traducido y prologado por Moreno) “por
considerarlo pernicioso a las conciencias y perturbador de la paz pública”.
Mientras tanto en Oruro, un sacerdote reaccionario apellidado Azcurra, recorre
las calles agradeciendo a Dios la caída política de Moreno y gritando en
público “Ya está embarcado y va a morir”.
Los ganaderos y terratenientes,
defendidos por Saavedra y legitimados por el alto clero, no tolerarán el
programa social radical morenista. Ellos querían tan sólo desplazar la
burocracia virreinal española, dejando intacta la estructura social colonial,
la servidumbre indígena y la esclavitud de los negros. Las clases dominantes
criollas lo derrotan y asesinan (en complicidad con la pérfida mano inglesa que
lo envenena en alta mar con una dosis de cuatro gramos de antinomio y tartrato
de potasa, no recetada por ningún médico, un vomitivo fulminante que le provoca
convulsiones y en minutos la muerte). Según el testimonio de su hermano Manuel
Moreno, quien llegó al camarote del barco donde agonizaba Mariano: “Aún
quedó la duda si fue mayor la cantidad de aquella droga u otra sustancia
corrosiva” la que le dio el capitán inglés. Agonizando por el veneno, el
ideólogo de la revolución de mayo se dio cuenta de lo que estaba pasando,
apenas alcanzó a despedirse de su hermano y familia, de sus amigos y de su
patria. Su cuerpo no recibió autopsia y fue arrojado al mar.
Moreno fue envenenado cuando
apenas tenía 32 años, el 4/3/1811, por el capitán de la fragata inglesa “Fame”.
No tiene tumba. Según relatara en su vejez su hijo, también llamado Mariano, su
mamá y esposa del secretario de guerra, doña María Guadalupe Moreno había
recibido en su casa (poco antes de que su esposo se embarque) de manos anónimas
una caja con guantes negros, un velo y un abanico de luto, anunciándole la
futura “muerte accidental” de su marido. La propuesta radical de Mariano Moreno
fue derrotada por la oligarquía terrateniente y la burguesía comercial de Buenos
Aires que ya desde esa época comenzó a asesinar a los incómodos rebeldes y
revolucionarios. Nuestra historia política está repleta de esas “muertes
accidentales” y de otros tipos de asesinatos menos disimulados. Un método
siniestro que se hizo costumbre en la práctica política de las clases
dominantes.
“Esos perversos insurgentes”
Los historiadores de la
oligarquía y la burguesía argentinas se horrorizan —hasta el día de hoy— frente
a la política de insurgencia y la estrategia continental de Mariano Moreno,
convergente con la obra emancipadora de Simón Bolívar y José de San Martín. No
pueden aceptar que el fundador de la nación argentina y máximo estratega de la
revolución de mayo de 1810 haya sido indigenista y patriota, igualitarista
radical (postulando la alianza de criollos, mestizos, negros e indígenas),
traductor de Rousseau al castellano y admirador al mismo tiempo de Maximilien
Robespierre. Los irrita tanto que, por ejemplo, Paul Groussac, Ricardo Levene y
otros historiadores liberales herederos del general Bartolomé Mitre (quien tuvo
acceso a una copia del libro, pero sintomáticamente “la extravió” …) han puesto
en duda la autenticidad del Plan revolucionario de operaciones.
A su vez, los historiadores
argentinos nacionalistas, conservadores, católicos y partidarios de Rosas,
también atacan a Moreno por “impío” y “subversivo”, mientras defienden a
Saavedra. Para ellos habría continuidad entre Saavedra, San Martín —postulado
como católico furioso y represor— y Rosas.
El historiador marxista Rodolfo Puiggrós,
en su investigación La época de Mariano Moreno, ha demostrado la
autenticidad de ese Plan y de ese programa que marcó a fuego el inicio
de la revolución de independencia latinoamericana. Además del análisis riguroso
y los argumentos irrebatibles de Rodolfo Puiggrós sobre la autenticidad del Plan,
Enrique Ruiz Guiñazú publicó el libro Epifanías de la libertad. Documentos
secretos de la Revolución de Mayo donde incluye correspondencia privada,
escasamente conocida, de la princesa Carlota Joaquina y el rey español Fernando
Séptimo refiriéndose — obviamente ambos horrorizados y espantados— al Plan
de operaciones de Moreno. Esa correspondencia, no destinada al gran público
sino al intercambio de información al interior de la familia real española, constituye
una prueba irrebatible de la existencia y originalidad del Plan, por si
acaso no alcanzara con que toda la obra política pública de la Junta durante
ese primer año en que Moreno dirige la Revolución coincide plenamente, punto
por punto, con las propuestas de dicho Plan. Carlota le escribe a Fray Cirilo
de Almada, su agente ante Fernando Séptimo: “Remito la copia de las
Instrucciones y de un Plan hecho por los revolucionarios; es bonito, pero nada
nuevo para nosotros que los conocemos... Hazle ver (a Fernando) que con esta
gente no se vence nada de ella por bien, que es preciso palo y a las cabezas,
cabeza afuera”. En otra carta le dice: “No puedo dejar de enviarte las
noticias, gacetas y el Plan de los revolucionarios... Los americanos son
diablos en figura humana. Intriga refinada es la que los alimenta... Muchas
pruebas de ello tengo, además del Plan, doctrina de un doctor Moreno, que
hicieron para el método de un gobierno revolucionario”. Su hermano, el rey
Fernando Séptimo, le escribe a ella: “También he visto el plan de la
revolución de América que me has remitido, el cual demuestra bien la perfidia y
maldad de esos perversos insurgentes”.
Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/25-de-mayo-de-1810-1811
[1] Fragmento
del libro Simón Bolívar y nuestra independencia (Una lectura latinoamericana).
Buenos Aires, Editorial Amauta Insurgente, 2013
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