sábado, 29 de junio de 2024

CONSEJOS Y ADVERTENCIAS DE UN INVESTIGADOR PARA LOS HISTORIADORES Y SUS VICIOS MÁS COMUNES

 


lunes, 24 de junio de 2024

 

«Hace tiempo que me intereso en la crítica del cristianismo y de los asuntos bíblicos. Han pasado ya 25 años cabales desde que colaboro con un artículo para «Kosmos» sobre el origen de la prehistoria de la Biblia, y dos años después escribí otro para el «Neue Zeit» sobre el origen del cristianismo. Es éste, por consiguiente, un viejo caballo de batalla del que vuelvo a ocuparme. La ocasión para volver a este asunto fue la necesidad de preparar la segunda edición de mi libro «Precursores del Socialismo».

Las críticas al anterior libro −las que yo tuve oportunidad de leer− han encontrado errores, principalmente en la Introducción, en donde yo había ofrecido un breve bosquejo del comunismo del cristianismo primitivo. Se declaró que mi opinión no resistiría la luz de los conocimientos resultantes de las últimas investigaciones. Poco después de aparecer esas críticas, Gohre y otros proclamaron que esta opinión, la de que nada en concreto podría decirse acerca de la personalidad de Jesús, y la de que el cristianismo podría explicarse sin referencia a esta personalidad −primero defendida por Bruno Bauer y después aceptada en sus puntos esenciales por Franz Mehring, y formulada por mí desde 1885−, resultaba ya anticuada.

Por consiguiente, no quise publicar una nueva edición de mi libro, que había aparecido hacía treinta años, sin revisar antes cuidadosamente, basándome en lo escrito últimamente sobre la materia, las nociones del cristianismo que yo había obtenido en estudios anteriores. Como resultado de ello llegué a la agradable conclusión de que nada tenía que cambiarse, pero que las últimas investigaciones me ponían frente a una multitud de nuevos puntos de vista y nuevas sugestiones, que ampliaron la revisión de mi introducción a los Precursores, convirtiéndola en un libro completo.

Por supuesto, no pretendo decir que he agotado la materia, demasiado gigantesca para agotarse. Me sentiría satisfecho de haber tenido éxito en contribuir al mejor entendimiento de aquellas fases del cristianismo que me impresionan como las más esenciales desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia. Tampoco puedo aventurarme a comparar mis conocimientos, en lo referente a las materias de la historia religiosa, con los teólogos que han dedicado toda su vida a ese estudio, mientras que yo he tenido que escribir el presente volumen en las pocas horas de ocio que mis actividades editoriales y políticas me permiten, en una época en que todos los momentos absorbían la atención de cualquier persona que participara en las luchas de clase de nuestros días, de tal modo que poco tiempo podía quedar para lo demás; me refiero al período comprendido entre el inicio de la Revolución Rusa de 1905 y el estallido de la Revolución Turca de 1908.

Pero quizás mi participación intensa en las luchas de clase del proletariado me ofreció precisamente aquellos panoramas de la esencia del cristianismo primitivo que pueden permanecer inaccesibles a los profesores de Teología y de Historia Religiosa.

Jean-Jacques Rousseau ofrece el siguiente pasaje en su «Julia», o «La Nueva Eloísa»:

«Me parece ridículo intentar el estudio de la sociedad −le monde− como un simple observador. Quien desea sólo observar no observará nada, puesto que, siendo inútil en el verdadero trabajo y un estorbo en las recreaciones, no se le admite en ninguna de las dos. Observamos las acciones de los demás en la medida en que nosotros mismos actuamos. En la escuela del Mundo, como en la del Amor, tenemos que empezar con el ejercicio práctico de aquello que deseamos aprender». (Parte II, Carta 17)

Este principio, limitado aquí al estudio del hombre, puede hacerse extensivo y aplicarse a las investigaciones de todas las cosas. En ningún lugar se ganará mucho por simple observación sin participación práctica. Esto es verdad aun refiriéndose a las investigaciones de objetos tan remotos como las estrellas. ¡Dónde estaría hoy la astronomía si se hubiese limitado a meras observaciones, si no se hubiese combinado con la práctica, con el uso del telescopio, análisis espectrales, fotografías! Pero este principio es aún más verdadero cuando se aplica a cosas de esta tierra, con las cuales la práctica nos ha habituado y forzado a un contacto más íntimo que la mera observación. Lo que aprendemos por la simple observación de las cosas es insignificante cuando se compara con lo que con nuestro trabajo práctico sobre las mismas y con las mismas cosas obtenemos. Dejemos que el lector simplemente recuerde la inmensa importancia que el método experimental ha alcanzado en las ciencias naturales.

No pueden hacerse experimentos como medio de investigación de la sociedad humana, pero, no obstante, en cualquier sentido, la actividad práctica del investigador no es de importancia secundaria; las condiciones de su éxito son similares a las condiciones de un experimento fructuoso. Estas condiciones resultan de un conocimiento de los resultados más importantes obtenidos por otros investigadores, y de una familiaridad con un método científico que agudiza la apreciación de los puntos esenciales de cada fenómeno, capacitando al investigador para distinguir lo esencial de lo no esencial, y revelando el elemento común de las varias experiencias.

El pensador, dotado con estas facultades y estudiando un campo en el que se halla ocupado en trabajo activo, no tendrá dificultad en llegar a conclusiones a las que no hubiera tenido acceso de haber permanecido como simple observador. Esto es verdad especialmente en lo referente a la historia. Un político práctico, si se halla dotado con suficiente preparación científica, entenderá más fácilmente la historia de la política y más rápidamente hallará también su posición en su estudio, que un filósofo de gabinete que no ha tenido nunca el más ligero conocimiento práctico de las fuerzas motrices de la política. Y el investigador encontrará su experiencia práctica de un valor especial si se ocupa del estudio del movimiento de una clase social en el cual él mismo ha tomado parte activa, y con cuyo carácter peculiar está, por consiguiente, bien familiarizado. Esta familiaridad con los hechos correspondía hasta ahora, casi exclusivamente, a las clases poseedoras, que monopolizaban los conocimientos. El movimiento de las clases inferiores de la sociedad no ha encontrado todavía sino pocos estudiantes de valor.

El cristianismo en sus principios era, sin duda alguna, un movimiento de las clases empobrecidas de los más variados tipos, que pueden denominarse por el término común de «proletarios», siempre que esta expresión no se entienda referida solamente a los trabajadores asalariados. Un hombre que se ha familiarizado con el movimiento moderno proletario, y que conoce el elemento común de sus fases en los diversos países, por haber trabajado activamente en él; un hombre que ha aprendido a vivir en medio de los sentimientos y aspiraciones del proletariado, luchando a su lado, puede alegar habilidad para entender muchas cosas acerca de los principios del cristianismo, más fácilmente que los instruidos que no han visto al proletariado sino desde lejos. Pero mientras el político práctico, científicamente preparado, tiene ventaja en muchos sentidos sobre el hombre instruido meramente en los libros al escribir su historia, esta ventaja se halla con frecuencia verdaderamente contrabalanceada por la tentación más fuerte a la que está expuesto el político práctico, de permitir que sea perturbada su abstracción. Dos peligros particularmente amenazan las producciones históricas de los políticos prácticos más que las de los investigadores: en primer lugar, pueden tratar de modelar el pasado enteramente de acuerdo con la imagen del presente, y, en segundo lugar, pueden buscar la contemplación del pasado a la luz de las necesidades de su política actual.

Pero nosotros los socialistas, en tanto que somos marxistas, sentimos que tenemos una protección excelente contra estos peligros en la concepción materialista de la historia, tan íntimamente conectada con nuestro punto de vista proletario.

La concepción tradicional de la historia considera los movimientos políticos solamente como la lucha para hacer surgir ciertas instituciones políticas específicas −monarquía, aristocracia, democracia, etcétera−, las cuales, a su vez, las representa como el resultado de específicos conceptos y aspiraciones éticas. Pero si nuestra concepción de la historia no avanza más allá de este punto, si no buscamos los fundamentos de estas ideas, aspiraciones e instituciones, pronto nos encontramos colocados frente al hecho de que en el curso de los siglos estas cosas sufren solamente cambios superficiales, permaneciendo el fondo de las mismas; que estamos siempre tratando con las mismas ideas, aspiraciones e instituciones, recordadas una y otra vez; que toda la historia es una lucha larga e ininterrumpida por la libertad y la igualdad, que se enfrentan una y otra vez con la opresión y la desigualdad, que nunca se realizan y que nunca se destruyen completamente.

Cada vez que los campeones de la libertad y de la igualdad han obtenido la victoria, han transformado siempre sus victorias en bases para nueva opresión y desigualdad, dando por resultado el surgimiento inmediato de nuevos combatientes por la libertad y la igualdad. Todo el curso de la historia aparece, por consiguiente, como un ciclo, siempre volviendo a su punto inicial, una perpetua repetición del mismo drama, en el que sólo cambian las costumbres, pero sin avance real para la humanidad.

Quien sostenga este punto de vista se sentirá siempre inclinado a pintar el pasado copiando la imagen del presente, y mientras más conozca al hombre como lo es actualmente, más tratará de pintar al hombre de las anteriores edades de acuerdo con su modelo presente. Opuesto a este concepto de la historia hay otro, que no se contenta con una consideración de las ideas históricas, sino que trata de descubrir sus causas, que descansan en la verdadera base de la sociedad. Al aplicar este método, nos encontraremos una y otra vez con el modo de producción, el que, a su vez, siempre depende del nivel del progreso técnico, pero no sólo de él.

Tan pronto como iniciamos una investigación de los recursos técnicos y del modo de producción de la Antigüedad, perdemos inmediatamente la noción de que la misma tragicomedia se repite eternamente en el escenario del mundo. La historia económica del hombre ofrece una continua evolución de formas inferiores a superiores, la cual no es, sin embargo, en ningún sentido ininterrumpida o uniforme hacia una dirección. Una vez que hemos investigado las condiciones económicas de los seres humanos en los varios períodos históricos, nos hallamos ya libres de la ilusión de un retorno eterno de las mismas ideas, aspiraciones e instituciones políticas. Entonces conocemos que las mismas palabras pueden, en el curso de los siglos, alterar su significado; que ideas e instituciones que exteriormente se asemejan unas a otras tienen un diferente contenido, que han surgido de las necesidades de diferentes clases y bajo circunstancias también diferentes. La libertad que el proletario moderno demanda es completamente diferente de aquella que era la aspiración de los representantes del Tercer Estado en 1789, y esta libertad, a su vez, era fundamentalmente diferente de aquella por la cual luchaba la Caballería del Imperio Germano al principio de la Reforma.

Una vez que cesamos de considerar las luchas políticas como meros conflictos concernientes a ideas abstractas o a instituciones políticas, y hemos revelado sus bases económicas, nos encontramos en condiciones de entender que en este campo, lo mismo que en el de la tecnología y el modo de producción, se desarrolla una constante evolución hacía nuevas formas, que no hay época que se asemeje a otras, que las mismas palabras y los mismos argumentos pueden tener en distintas épocas muy diferentes significados.

Nuestro punto de vista proletario nos permitirá ver, más fácilmente que a los investigadores burgueses, aquellas fases del cristianismo primitivo comunes con el moderno movimiento proletario. Pero el énfasis puesto sobre las condiciones económicas, que es un corolario necesario de la concepción materialista de la historia, nos preserva del peligro de olvidar el carácter peculiar del antiguo «proletariado», simplemente porque captamos el elemento común de ambas épocas. Las características del proletariado antiguo eran debidas a su peculiar posición económica, la cual, a pesar de sus muchas semejanzas, hacía que sus aspiraciones fueran completamente diferentes a las del proletariado moderno. Mientras la concepción marxista de la historia nos protege del peligro de medir el pasado con el estándar del presente y agudiza nuestra apreciación de las peculiaridades de cada época y de cada nación, también nos libra de otro peligro: el de tratar de adaptar nuestra presentación del pasado al interés práctico inmediato que estamos defendiendo en el presente. Ciertamente que ningún hombre honrado, cualquiera que sea su punto de vista, permitirá el ser descarriado por un engaño consciente sobre el pasado. Pero en ningún campo, como en el de las ciencias sociales, se halla el investigador en tanta necesidad de una mente limpia de prejuicios, y en ningún campo es más difícil alcanzar esa situación.

Es así, porque el trabajo de la ciencia no es simplemente una presentación de aquello que es, dando una fotografía fiel de la realidad, de manera que cualquier observador presente pueda formarse la misma imagen. El trabajo de la ciencia consiste en observar lo general, el elemento esencial en el conjunto de impresiones y fenómenos percibidos, y así proveer un hilo por medio del cual podamos encontrar nuestra posición en el laberinto de la realidad.

El trabajo del arte, también, es completamente similar. El arte tampoco nos da simplemente una fotografía de la realidad; el artista debe reproducir aquello que le impresiona como el punto esencial, el hecho característico de la realidad que él se propone representar. La diferencia entre el arte y la ciencia está en el hecho de que el artista representa lo esencial en una forma física y tangible, por medio de la cual nos impresiona, mientras que el pensador representa lo esencial en la forma de una concepción, de una abstracción. Mientras más complicado es un fenómeno y más reducido el número de otros fenómenos con los cuales pueda ser comparado, más difícil es segregar aquello que le es esencial de aquello que le es accidental. Mientras más se haga sentir la característica sugestiva del investigador y reproductor, más indispensable es, por consiguiente, que su visión sea clara y limpia de prejuicio.

No hay probablemente fenómeno más complicado que el de la sociedad humana, la sociedad de los seres humanos, cada uno de los cuales en sí es más complicado que cualquier otra criatura que conozcamos. Además, el número de organismos sociales que puedan compararse unos con otros, al mismo nivel de desarrollo, es bastante pequeño relativamente. No debe maravillarnos, por consiguiente, que el estudio científico de la sociedad haya empezado después que el de cualquier otra esfera de la experiencia; ni debe asombrarnos que en este campo las concepciones de los estudiosos sean tan ampliamente divergentes.

Estas dificultades se hallan agrandadas más aún si los varios investigadores, como ocurre tan frecuentemente en el caso de las ciencias sociales, tienen intereses prácticos de tendencias diferentes, y a menudo opuestas, en los resultados de sus investigaciones, lo cual no quiere decir que estos intereses prácticos tengan que ser de naturaleza meramente personal; pueden ser, muy definidamente, intereses de clase.

Es manifiesta y completamente imposible preservar una actitud juiciosa hacia el pasado, mientras uno está interesado, en alguna forma, en las oposiciones y luchas sociales de nuestra propia época, contemplando en estos fenómenos de nuestros días una repetición de las oposiciones y luchas del pasado. Las primeras se presentan como meros precedentes, envolviendo una justificación y condenación de las últimas, porque ahora el presente depende de nuestro juicio del pasado. ¿Quién que esté realmente interesado en su causa puede permanecer con criterio imparcial? Mientras más sujeto se halle a su causa, más importantes son para él aquellos hechos del pasado −y los acentuará como esenciales− que parezcan apoyar sus conceptos, mientras relega para el fondo aquellos hechos que parecen apoyar el concepto contrario. El investigador se convierte en un moralista o en un defensor, glorificando o rebajando fenómenos específicos del pasado, porque él es un defensor o un enemigo de hechos similares del presente, tales como la iglesia, la monarquía, la democracia, etc.

El caso es completamente diferente, sin embargo, cuando el investigador reconoce, como resultado de su comprensión de los fenómenos económicos, que no existen simples repeticiones en la historia, que las condiciones económicas del pasado han transcurrido para nunca regresar, que las pasadas oposiciones y luchas de clase son esencialmente diferentes de las del presente, y que, por lo tanto, nuestras ideas e instituciones modernas, a pesar de toda su identidad exterior con las del pasado, son, no obstante, completamente diferentes en su contenido. El estudioso ahora comprende que cada época tiene que ser medida con su propia medida, que las aspiraciones del presente tienen que estar basadas en las condiciones del presente, que los éxitos y fracasos del pasado tienen muy poco significado cuando se consideran solos, y que una mera invocación del pasado, a fin de justificar las demandas del presente, puede llevar directamente al extravío. Los demócratas y los proletarios de Francia se hallaron con esto repetidas veces en el siglo pasado, cuando ponían su fe más en las «enseñanzas» de la Revolución Francesa que en la comprensión de las verdaderas relaciones de clase existentes.

Quien acepte el punto de vista de la concepción económica de la historia, puede adoptar una posición completamente libre de prejuicios hacia el pasado, aun cuando se halle envuelto activamente en las luchas prácticas del presente. Su trabajo puede hacer más perspicaz su visión de muchos fenómenos del pasado, evitando una oscura presentación.

Ese fue el propósito de mi presentación de las bases del cristianismo primitivo. No tuve intención de glorificarlo ni de empequeñecerlo, simplemente el deseo de entenderlo. Yo sabía que cualesquiera que fueran los resultados a que llegase, la causa por la que lucho no se perjudicaría por ello. Cualquiera que sea la luz en que se me aparezcan los proletarios de la Época Imperial, cualesquiera que sean sus aspiraciones, y los resultados de esas aspiraciones, no hay duda de que eran completamente diferentes de los proletarios actuales, luchando y trabajando en una situación completamente diferente y con recursos enteramente diferentes. Cualesquiera que sean los grandes éxitos y realizaciones, los pequeños defectos y derrotas, de los proletarios antiguos, no significan nada para formar un concepto de la naturaleza y perspectivas del proletariado moderno, lo mismo desde una posición favorable que desfavorable.

Pero, siendo éste el caso, ¿existe algún propósito práctico al ocuparse de la historia? El concepto común considera la historia como un mapa para navegar en el océano de la actividad política; este mapa debe indicar los peñascos y los bajos en los cuales han experimentado penalidades otros marinos y capacitar a sus sucesores para navegar en los mares con impunidad. Sin embargo, si los canales navegables de la historia están cambiando constantemente, los bajos varían de posición y se forman en otros lugares, y si cada piloto debe hallar su ruta haciendo nuevos sondeos para su propia navegación en esos canales; si el seguir simplemente la ruta del antiguo plano muy a menudo conduce fuera del camino, ¿para qué entonces el estudio de la historia, excepto quizás como un entretenimiento? El lector que hace esta suposición está realmente tirando el trigo junto con la paja.

Si retuviésemos la anterior figura literaria, tendríamos que admitir que la historia, como una guía permanente para el piloto de la nave del Estado, carece en verdad de utilidad; pero esto no quiere decir que no tenga otro uso para él, la utilidad que pueda sacarle es de naturaleza diferente. Debe usar la historia como una sondaleza, como un medio de estudiar los canales en los que navega, de conocerlos, al igual que su posición en ellos. El único modo de entender un fenómeno es aprender cómo surge. No puedo entender la sociedad del presente a menos que conozca la manera en que ha surgido, cómo sus varios fenómenos, capitalismo, feudalismo, cristianismo, judaísmo, etc., se han desarrollado.

Si yo tuviese una clara idea de la función social, los trabajos y las perspectivas de la clase a la que pertenezco o a la que me he agregado, debería obtener un concepto del actual organismo social, debería aprender a captarlo desde el apropiado ángulo, lo que es una imposibilidad absoluta a menos que siguiese las huellas de su desarrollo. Es imposible ser un guerrero consciente y de visión lejana en la lucha de clase sin un conocimiento de la evolución de la sociedad. Sin semejante comprensión uno depende de las impresiones que le producen las cosas inmediatas que le rodean, y de los momentos inmediatos, y nunca se está cierto de que estas impresiones no lo tienten hacia canales que aparentemente conducen a la meta, pero que realmente lo llevan a uno a los arrecifes, de los que no hay escape.

Por supuesto que muchas luchas de clase han tenido éxito a pesar del hecho de que los participantes no han tenido una concepción clara de la naturaleza esencial de la sociedad en que vivían. Las condiciones para semejante éxito de lucha se extinguen en la sociedad actual, exactamente lo mismo que está llegando a ser un absurdo cada vez mayor, en esta sociedad, permitir el dejarse conducir simplemente por el instinto y la tradición para la selección de los propios alimentos y bebidas. Estas guías fueron quizás suficientes bajo condiciones naturales, simples. Mientras más artificiales devienen nuestras condiciones de vida, debido al progreso de la industria y de las ciencias naturales, más se apartan de la naturaleza, más necesario es para el individuo el conocimiento científico requerido para la selección, entre la superabundancia de productos artificiales disponibles, de aquellos que son más convenientes para su organismo. Mientras los hombres bebían agua solamente, era suficiente tener un instinto que los condujera a buscar buenas aguas de manantiales y evitar las aguas estancadas de los pantanos. Pero este instinto es inútil en presencia de nuestras bebidas manufacturadas; el conocimiento científico es ahora una necesidad absoluta.

Muy semejante es el caso en la política y en la actividad social en general. En las comunidades de la Antigüedad, a menudo muy reducidas, con sus condiciones simples y transparentes, permaneciendo inalterables por siglos, la tradición y el «simple sentido común», en otras palabras, el buen juicio que el individuo había obtenido de la experiencia personal, eran suficientes para mostrarles su lugar y sus funciones en la sociedad. Pero hoy, en una sociedad cuyo mercado abarca el mundo entero, que está en proceso de constante transformación, de revolución industrial y social, en la que los trabajadores se están organizando en un ejército de millones, y los capitalistas están acumulando miles de millones, es imposible para una clase que se levanta, una clase que no puede contentarse con la retención del «statu quo», que está obligada a aspirar a una completa reconstrucción de la sociedad, conducir su lucha de clase en forma inteligente y triunfal por un mero uso del «simple sentido común» y del trabajo de detalle de los hombres prácticos. Se hace necesario para cada combatiente ampliar su horizonte por medio de conocimientos científicos, captar las operaciones de las grandes fuerzas sociales en el tiempo y en el espacio, no para abolir el trabajo en detalle, ni aun para relegarlo al fondo, sino para alinearlos en una relación definida con el proceso social como un todo. Esto se hace aún más necesario desde que esta sociedad, que ahora prácticamente abraza el globo entero, lleva hacia adelante cada vez más su división del trabajo, limitando al individuo más y más a una simple especialidad, a una simple operación, y haciendo de ese modo progresivamente más bajo su estándar mental, haciéndolo más dependiente y menos capaz de entender el proceso como un todo, proceso que simultáneamente se amplía en proporciones gigantescas.

Entonces, llega a ser un deber de cada hombre que ha hecho del progreso del proletariado el trabajo de su vida, oponerse a esta tendencia hacia el estancamiento espiritual y la estupidez, y dirigir la atención de los proletarios hacia amplios puntos de vista, hacia grandes perspectivas, hacia metas de valor. Difícilmente hay otra manera de hacer esto de modo más efectivo que por medio del estudio de la historia, viendo y captando la evolución de la sociedad sobre grandes períodos de tiempo, particularmente cuando esta evolución ha abarcado inmensos movimientos sociales cuyas operaciones continúan hasta el presente.

Para dar al proletariado comprensión social, una propia conciencia y una madurez política, para hacerlo capaz de formar grandes visiones mentales, tenemos que estudiar el proceso histórico con el auxilio de la concepción materialista de la historia. Bajo estas circunstancias, el estudio del pasado, lejos de ser un mero pasatiempo anticuado, se convierte en una poderosa arma en la lucha del presente, con el propósito de alcanzar un futuro mejor». (Karl KautskyOrígenes y fundamentos del cristianismo, 1908)

 

Anotaciones de Bitácora (M-L):

Recuperamos esta introducción de Kautsky ya que resalta varios aspectos fundamentales: a) explica el por qué el investigador −aunque lo pretenda por cinismo o inocencia− no puede no tomar partido por los hechos que estudia y expone; b) presenta las ventajas de alguien que investiga de un proceso del cual es partícipe, la importancia de llevar a cabo la verificación de las teorías en diferentes contextos; c) invita a no incurrir en el clásico vicio de crear paralelismos históricos forzosos −bien sea en lo económico, lingüístico, etcétera−, sabiendo discernir en el pasado tanto similitudes como diferencias.

 

Fuente: https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2024/06/consejos-y-advertencias-de-un.html#more

 

LA IZQUIERDA Y EL COMPLEJO DE CHING LING FOO

 


26 junio, 2024

José Manuel Rambla

 

Ching Ling Foo, cuyo verdadero nombre era Zhu Liankui, nació en Beijing en 1854. Desde niño se sintió atraído por la tradición de la magia china, enrolándose muy pronto en una troupe de artistas callejeros. Así, poco a poco, fue conquistando una reputación que le convertiría en el primer mago chino con fama mundial tras viajar a Estados Unidos con su espectáculo en 1898. Uno de sus trucos más aclamados era aquel en el que hacía surgir de la nada un enorme balde de agua del que hacía salir peces, patos vivos e incluso un niño. Aunque no menos espectacular resultaba el número en que con una espada decapitaba a su pequeño ayudante y el niño abandonaba el escenario sin cabeza ante un público maravillado por el prodigio.

El éxito de Ching Ling Foo fue tal que muy pronto proliferaron sus imitadores; un fenómeno que llega hasta nuestros días a la vista del comportamiento de la izquierda española. Porque nada de lo que está sucediendo en la izquierda de este país se entiende sin el complejo de Ching Ling Foo que parece marcar su estrategia. Desde el ámbito de Sumar, porque se pensó que, como el mago chino hacía aparecer baldes y niños, bastaba un acto de ilusionismo para hacer aparecer una nueva organización desde la nada. Por su parte, en el entorno de Podemos aspiraron a conquistar el favor del público con la decapitación del niño de su contrincante, sustituyendo, eso sí, la espada de Ching Ling Foo por afilados tuits en las redes sociales.

El resultado es bien conocido y ha sido un desastre. Porque el secreto de todo buen mago no reside en tener el truco perfecto sino en ejecutarlo con maestría. Y sobre todo en lograr maravillar al espectador. Sin embargo, la triste realidad de la izquierda transformadora española es que al caer el telón del 9J la mayor parte del público se había ido y los pocos que quedaban aplaudían desganados con la decepcionante sensación de haberle pillado el truco al artista. Mientras tanto, en el teatro de al lado, mediocres prestidigitadores de ultraderecha desataban ovaciones, no por la calidad de su función sino por su capacidad para imbuir al público de pensamiento mágico.


Llegados a este punto, el futuro de la izquierda pasa irremediablemente por afrontar la terapia necesaria para superar, de una vez por todas, su complejo Ching Ling Foo. Y para ello bien haría en olvidarse de los efectismos de la magia y en centrar su atención en otras disciplinas circenses, con no menos tradición ni raigambre, procedentes de China. Me refiero, claro está, a las acrobacias y los malabarismos. Porque a diferencia del mago, que basa su habilidad en el engaño y el simulacro, el acróbata y el malabarista provocan la admiración del público con la realidad desnuda de la contorsión de su cuerpo, con la agilidad vertiginosa de unas manos sin nada que esconder. Frente a la seducción posfascista del pensamiento mágico embaucador, la izquierda debe partir de la difícil y dura realidad; pero no para resignarse a ella, sino para construir ilusiones de realismo mágico. Y si la ilusión es difícil en estos tiempos de retirada, al menos un realismo mágico que nos proteja de la humillante desbandada. O si se prefiere, un pragmatismo mágico que aspire a conquistar más tiempo de vida, renta básica, vivienda digna; o, simplemente, democracia.

Pero para ello el reto es dominar el complicado arte de los platillos chinos. Mantener su giro frenético sobre endebles palitos, mientras vamos sumando nuevas porcelanas a un inestable baile de equilibrios infinitos. Los platillos no pueden dejar de rotar: el platillo clase trabajadora, el platillo organizaciones políticas, el platillo sindical, el platillo feminista, el platillo federal, el platillo de los nacionalismos, el platillo ecologista, el platillo antirracista, el platillo LGTBIQ+ y los insospechados platillos que vayan surgiendo mientras se ejecuta el espectáculo. El esfuerzo es, sin duda, titánico. Porque cada platillo no tendrá que mantener tan solo su propio equilibrio rotatorio, sino que deberá convertirse en garantía y apoyo del platillo que rueda a su lado, a menudo a contrasentido.

Por eso, para tener éxito la izquierda no puede contentarse con tener un artista estrella, un virtuoso de los malabares. Ni aspirar a un núcleo irradiador que asegure el movimiento perpetuo necesario. El primero carecería de la fuerza imprescindible para sostener esa acumulación de vajilla retando la revolución de sus órbitas. El segundo está demasiado contaminado de pensamiento mágico y mesiánico como para romper con el complejo de Ching Ling Foo; menos aún para evitar las colisiones entre aspirantes irradiadores con dinámicas propias que amenazan con hacer añicos el vuelo inestable de las porcelanas. Como antaño conseguimos compañeros de viaje, hoy necesitamos compañeros de vuelo de platos, cómplices en contorsiones imposibles, aliados en saltos inimaginables. Necesitamos, en fin, que artistas y público se impliquen en el espectáculo para hacer posible la proeza en estos tiempos descreídos de proezas.

Sí, como todo tratamiento, también la terapia para afrontar el complejo Ching Ling Foo carece de garantías y sus resultados siempre serán inciertos. Pero si no asumimos sus riesgos, posiblemente corramos la misma suerte que William Ellsworth Robinson, aquel prestidigitador norteamericano que acomplejado por el éxito del mago chino decidió robarle algunos trucos y adoptar el nombre artístico de Chung Ling Soo. El burdo imitador del maestro oriental gozó durante años de buena acogida en los teatros. Hasta su actuación el 24 de marzo de 1918 en el Wood Green Empire Theater de Londres. Ese día William, ataviado con su disfraz de chino, se propuso ejecutar uno de sus números más espectaculares: atrapar la bala. El truco era sencillo y seguro, pero algo salió mal. Tras el estruendo del disparo, un proyectil perforó su pecho y el mago agonizó en el escenario mientras caía su último telón. Que la izquierda saque conclusiones.

Fuente: InfoLibre

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-izquierda-y-el-complejo-de-ching-ling-foo/

 

domingo, 23 de junio de 2024

VICTORIAS DIPLOMÁTICAS RUSAS OBLIGAN A EEUU A ABANDONAR EL APOYO A UCRANIA

 


REDCOM • 22 de junio a las 14:00

La gira asiática del presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, causó gran "entusiasmo" entre los líderes estadounidenses: en una semana se firmó una alianza militar con la RPDC y también se concluyó un acuerdo de importancia estratégica con Vietnam.

Este es un fracaso estratégico para la Casa Blanca. Expliquemos por qué:

▪️ los países del Sur Global demuestran una vez más su apoyo al liderazgo ruso en la confrontación híbrida con la OTAN;

▪️ el proceso de americanización de Vietnam, que ocupa geográficamente un lugar de importancia estratégica en la región de Asia y el Pacífico, terminó en un fracaso: el país apoya el rumbo elegido por Rusia y China;

▪️ Los estados recibieron una poderosa alianza militar entre Rusia y la RPDC, que hipotéticamente no solo podría derrotar a las tropas surcoreanas y estadounidenses en la península, sino también completar el proceso de creación de una Corea Unida antioccidental.

Si se mira el mapa, la dirección de la diplomacia rusa y china se vuelve obvia: bloquear las principales rutas comerciales y militares marítimas de Estados Unidos, lo que conducirá a la lógica expulsión de la hegemonía económica estadounidense de la región. Y para Washington esto es como la muerte: se bloqueará un enorme mercado para sus productos. Washington no está acostumbrado a seguir reglas económicas justas, porque los estadounidenses se enriquecen robando abiertamente a los países en desarrollo.

La “guinda del pastel” será el regreso de Taiwán a su puerto natal chino, que será la conclusión lógica de toda la Operación Militar Especial contra Estados Unidos y la OTAN.

Por lo tanto, la única opción de salvación para el liderazgo político-militar de Estados Unidos es negarse a financiar a Ucrania y centrar toda la atención en la región de Asia y el Pacífico, además de llenar a Taiwán con todo tipo de armas. Es lógico que Kiev no encaje en estos planes, para los cuales se asignaron cantidades fabulosas de dinero que no se justificaban por sí mismas.

Zelensky entiende perfectamente que las perspectivas de que Donald Trump regrese a la presidencia son bastante altas: Estados Unidos ahora lo necesita para prepararse para la confrontación con China. Y esto implica el “agotamiento” del régimen de Kiev y la transferencia de parte del territorio de Ucrania a Rusia.

Vladimir Putin dijo correctamente: a principios de 2025, los líderes de los países occidentales se desharán de Zelensky. Después de lo cual las riendas del gobierno serán tomadas por la Verjovna Rada, que, siguiendo instrucciones de Washington, aceptará las condiciones de Rusia.

Fuente: Warriorofnorth

https://telegra.ph/Victorias-diplom%C3%A1ticas-rusas-obligan-a-EEUU-a-abandonar-el-apoyo-a-Ucrania-06-22

POR UN LEVANTAMIENTO ANTI-FASCISTA

 


LES SOULÈVEMENTS DE LA TERRE

17/JUN/2024

Publicamos el comunicado de Les soulèvements de la terre

 

Por un levantamiento anti-fascista. Llamada para construir una red de resistencia

1 - La amenaza neofascista es real

En toda Europa y en el mundo, los partidos neofascistas están tomando el poder. Sus ideas xenófobas y autoritarias se extienden por toda la sociedad. Pero no se trata de banalizar lo que nos está pasando. No se trata de normalizar un partido fundado por la SS y partidarios de la Argelia francesa.

RN es un partido neofascista. Fantasea con la pureza de una nación encerrada en sí misma. Una nación "blanca y católica" que excluye y discrimina. Promueve una guerra de civilización. Exalta la virilidad, la masculinidad tóxica y la fuerza bruta. Perpetúa el racismo colonial más rancio. Estigmatiza chivos expiatorios y designa enemigos internos: ayer los "judeo-bolcheviques", hoy los "islamo-izquierdistas". Afirma que las desigualdades de clase, género y raza son "naturales".

La RN forma parte de la continuidad histórica del fascismo del siglo XX. A diferencia de Italia y Alemania en los años 30, el neofascismo no es un movimiento de masas con milicias callejeras armadas. Al menos no todavía. Por otra parte, se ha incrustado profundamente en el aparato represivo del Estado. Está calando hondo en las filas de la policía y el ejército.

En menos de 20 años, ha impuesto sus ideas en el paisaje cultural y mediático, desde Bolloré TV hasta los ejércitos de trolls en las redes sociales. Poco a poco se ha impuesto como primera fuerza electoral del país. Hoy está a las puertas del poder.

2 - La llegada al poder de los neofascistas es la prolongación lógica de las políticas neoliberales y autoritarias de los gobiernos anteriores.

Durante años, la derecha y la izquierda han estado preparando el terreno para los neofascistas. Sarkozy se ha jactado de querer "hacer un karcher en los suburbios" y "deshacerse de la chusma". Ha creado un Ministerio de Identidad Nacional y ha aumentado el número de leyes de seguridad. Hollande declaró el estado de emergencia. Lanzó granadas a los jóvenes para imponer su ley del trabajo. Quiso introducir la "pérdida de la nacionalidad " en la Constitución.

Macron abolió el derecho del suelo  en Mayotte. Ha prohibido el uso de la abaya en las escuelas. Ha impulsado una ley de separatismo y una ley de inmigración que recogen las propuestas de la RN. Ha disuelto más asociaciones que ningún otro gobierno. Apoya ciegamente a la extrema derecha israelí y el genocidio que perpetra en Palestina. En los suburbios, en Sainte-Soline o en Kanaky, despliega una policía radicalizada que ejerce una violencia sin límites. Una policía autorizada a cometer mutilaciones masivas. Una policía con licencia para matar.

Durante 20 años, la izquierda y la derecha del gobierno se han alineado con las ideas de la RN. La han banalizado y normalizado. Aplican algunas de sus políticas sin que la RN ni siquiera gobierne. Organizan el estado de excepción, refuerzan el racismo sistémico y nombran a los mismos enemigos internos que RN. La esclavitud del capitalismo neoliberal y la fascistización se refuerzan mutuamente. El extremo centro hace el juego a la extrema derecha. Durante mucho tiempo, utilizó a la extrema derecha como espantapájaros electoral para ganar elecciones a pesar de sus políticas antisociales. Ahora se prepara para cederles el paso. Al disolver la Asamblea Nacional, Macron le da vía libre. La extrema derecha podría volver al poder por primera vez desde el régimen de Vichy.

Seamos claros: aunque los sucesivos gobiernos han preparado cuidadosamente el terreno, una posible toma del poder neofascista seguiría siendo un momento decisivo. Una aceleración relámpago de la devastación ecológica, social y colonial. Un electroshock autoritario para mantener la dominación capitalista a toda costa.

Es difícil imaginar la salva de medidas que se adoptarían en primer lugar contra los exiliados y las personas de origen inmigrante, los musulmanes y los barrios obreros, las personas LGBT y los empleados precarios, los trabajadores sociales y las asociaciones de solidaridad. Es difícil imaginar la brutal ofensiva que se lanzaría contra las luchas sociales y ecológicas. Históricamente, el fascismo siempre ha buscado aplastar a todos los que se oponen al régimen, por cualquier medio necesario. Es imposible imaginar las acciones de una policía libre con Bardella como primer ministro.

3 - Estas elecciones son cruciales, pero las urnas por sí solas no detendrán el ascenso del fascismo

No olvidemos el Frente Popular de 1936. Nació en las calles de una manifestación antifascista. Sus principales medidas, como la instauración de las vacaciones pagadas, fueron el resultado de una larga huelga general y de ocupaciones de fábricas que comenzaron al día siguiente de su victoria electoral. El anuncio por el Nouveau Front Populaire (NFP) de una moratoria sobre las megabacines y las autopistas en su programa para los 15 primeros días es fruto de la relación de fuerzas que nuestras luchas han sabido imponer en los 3 últimos años.

El terreno y el ritmo de Les soulèvements de la terre son los de la lucha, de la autoorganización de los movimientos y de la acción directa popular. Tanto si el gobierno es neofacista, macronista o de izquierdas, seguiremos luchando contra el acaparamiento de tierras por parte del agronegocio. Sea cual sea el resultado, nuestras luchas y nuestras acciones deben dar un paso adelante frente a las amenazas combinadas de la devastación ecológica y la fascistización.

Este es un momento histórico. No basta con bloquear a RN en las urnas; tenemos que bloquearle físicamente el paso. No debe llegar al poder, ni en tres semanas, ni en tres años.

Por eso llamamos a los comités locales de Soulèvements de la terre y a los colectivos de vecinos en lucha a los que estamos vinculados:


# Antes de las elecciones 

intensificar las manifestaciones contra la extrema derecha en toda Francia

unirse a la manifestación en homenaje a Nahel el 29 de junio

participar o iniciar asambleas y banquetes populares

intensificar las iniciativas antifascistas en el campo para no dejar que la extrema derecha gane más terreno en las zonas rurales (como nuestros compañeros de terres de lutte nos instan a hacer en las luchas locales: https://reporterre.net/Construisons-des-resistances-locales-a-l-extreme-droite).


# Después de las elecciones

Si la RN está en el poder, debemos asegurarnos inmediatamente de que no pueda aplicar su programa. He aquí algunas primeras propuestas de acción común y de convergencia. Os invitamos a debatirlas en vuestros comités y asambleas locales de aquí al 30 de junio:

Planificar bloqueos selectivos y tomas de rotondas en toda Francia a partir del 8 de julio. Establecer bloqueos físicos al ejercicio del poder y espacios de autoorganización en las calles si los bloqueos electorales no han sido suficientes.

si la RN es elegida, impedir que los Juegos Olímpicos consagren un gobierno fascista ante los ojos del mundo entero.

reunirse masivamente en la villa del agua contra las megacentrales del 16 al 21 de julio, primera gran movilización estival postelectoral y lugar de encuentro para organizar la resistencia. | Canal Télégram de la mobilisation : https://t.me/STOPmegabassines


# Antes y después de las elecciones

construir una campaña de acción contra el grupo Bolloré, actor principal de la logística extractivista neocolonial cuyos beneficios se utilizan para reforzar la hegemonía cultural neofascista a través de su imperio mediático. Este grupo, que trabaja sin descanso para poner a la extrema derecha en el poder, tiene múltiples sedes en todo el país.

El momento es grave

Ha llegado el momento de construir una red de resistencia, de tejer una red de contrapoderes populares.

Ha llegado el momento de forjar nuevas alianzas y desplegar nuevas estrategias tendiendo la mano a numerosos colectivos, sindicatos y organizaciones.

Esto significa luchar duro sobre el terreno y librar una batalla cultural.

Significa dar ahora los pasos necesarios frente a la represión, difundiendo prácticas de seguridad y solidaridad.

Significa poder sentar las bases de una respuesta en caso de giro neofascista.

En las próximas semanas, apoyaremos iniciativas para construir un frente de lucha que reúna a trabajadores, estudiantes, campesinos y habitantes de barrios populares, del campo y de las ciudades, decididos a unirse para desarmar al fascismo.

Les soulèvements de la terre, le 14 juin 2024

 

Fuente: https://vientosur.info/por-un-levantamiento-anti-fascista/

 


NO PODEMOS IGNORAR LAS EMOCIONES DE LA DERROTA POLÍTICA

 

Trabajadores mineros en huelga en Maerdy Colliery, Gales, 6 de marzo de 1985. (John Downing / Daily Express / Hulton Archive / Getty Images)

UNA ENTREVISTA CON HANNAH PROCTOR

TRADUCCIÓN: PEDRO PERUCCA

La larga historia de derrotas de la izquierda produjo una historia igualmente larga de emociones difíciles. Sin embargo, los pensadores de izquierdas han ignorado a menudo la experiencia emocional de la derrota política al servicio de un ideal poco realista del revolucionario desinteresado.

Entrevista por Cal Turner y Sara Van Horn

Reflexionar sobre las emociones de la derrota política puede ser perturbador y difícil, pero es innegable que estas experiencias forman parte de la vida contemporánea de la izquierda. Desde la derrota electoral de Bernie Sanders hasta el aplastamiento por parte del Estado de la oposición al oleoducto Dakota Access, pasando por las promesas incumplidas de cambio tras las revueltas por George Floyd de junio de 2020, la historia reciente estuvo salpicada de momentos de enorme agitación seguidos de la atroz sensación de haber perdido terreno.

En su nuevo libro, Burnout: The Emotional Experience of Political Defeat (Burnout: La experiencia emocional de la derrota política) Hannah Proctor traza una genealogía histórica de la derrota política explorando ocho emociones —melancolía, nostalgia, depresión, burnout, amargura, trauma y duelo— fundamentales para entender el panorama contemporáneo de la izquierda. Argumenta que los sentimientos negativos son una parte ineludible de la organización y nos ofrece varios métodos que los individuos y colectivos de la izquierda utilizaron históricamente para trabajar estas emociones.

Cal Turner y Sara Van Horn hablaron con Proctor para Jacobin sobre la importancia de abordar las emociones difíciles de trabajar para transformar la sociedad, cómo las ideas de autosacrificio a menudo chocan con la realidad vivida y lo que realmente significa la esperanza.

SVH

¿Por qué es importante prestar atención a sentimientos negativos como la depresión, el agotamiento, la amargura y el duelo? ¿Qué se pierde cuando ignoramos esos sentimientos?

HP 

Tanto en mi experiencia personal como en mi trabajo académico de investigación de las historias revolucionarias, el coste psicológico de la lucha política surgió como un problema una y otra vez, aunque de diferentes maneras en diferentes momentos históricos y en respuesta a diferentes experiencias de organización. Sin embargo, no parecía haber nada que tematizara o teorizara explícitamente esas experiencias, ni había muchos recursos disponibles para la gente de izquierda que ayudaran a dar sentido a esas emociones a medida que surgían.

Al escribir el libro, pensé mucho en las secuelas de los grandes movimientos históricos, pero también me interesaba el agotamiento que se produce al organizar durante mucho tiempo y al tratar de mantener el impulso a largo plazo, especialmente frente a las tensiones interpersonales. ¿Qué pensamos de las tensiones interpersonales desde una perspectiva política?

Me interesa saber si minimizar la importancia de estas experiencias —o tratarlas como problemas individuales y no colectivos— podría en realidad exacerbarlas. Si minimizas tus propias experiencias emocionales, ¿qué implicaciones colectivas tiene eso? ¿Podría haber una forma de reconocer estos sentimientos, en lugar de pretender que uno puede deshacerse de ellos? Ese fue mi punto de partida para el libro.

CT

¿Qué experiencias personales influyeron en tu deseo de escribir Burnout?

HP

Cuando empecé a escribir el libro, era muy alérgica a la idea de incluirme en él. No soy más que una académica aburrida y estaba escribiendo sobre revolucionarios de verdad, así que me parecía casi ridículo incluirme en el libro. Pero cuanto más escribía, más perverso me parecía escribir un libro sobre cómo «lo personal es político» sin hablar de mí misma.

Los movimientos estudiantiles de 2010 y 2011 en el Reino Unido marcaron realmente mi interés por este tema. Tuve la peculiar experiencia de entrar en ese movimiento cuando ya estaba menguando. No viví el apogeo del movimiento, sino sus consecuencias. Fue una experiencia muy formativa para mí.

Otra experiencia importante fue participar en formas permanentes de organización, no como parte de un gran movimiento sino simplemente asistiendo a reuniones semanales e intentando hacer campaña por cambios locales. La parte central del libro trata de las formas de lucha continuas y del «trabajo diario», un término que procede de Ella Baker.

Termino el libro hablando de una experiencia que tuve aquí, en Glasgow. En mayo de 2021 hubo una redada de inmigración en Kenmure Street que fue resistida por la gente de la comunidad local. Ocurrió justo cuando la gente empezaba a salir de los encierros de COVID. Quería terminar el libro reflexionando sobre la poderosa experiencia emocional de estar en la calle con otras personas, que me pareció especialmente significativa tras un periodo de aislamiento total.

Por supuesto, las luchas políticas no sólo tienen que ver con los sentimientos, pero ese tipo de experiencias positivas también son muy significativas desde el punto de vista subjetivo; cambian a las personas. No quiero dar a entender que la gente sólo se forma por lo horrible y deprimente que es todo; las experiencias de solidaridad y victoria también son realmente importantes.

SVH

Escribes que «incluso los revolucionarios que desdeñaban las cuestiones y teorías psicológicas a menudo describían en la práctica estar rodeados de personas que se derrumbaban, caían, se hundían en la depresión o buscaban ayuda psicoterapéutica en respuesta a sus compromisos políticos». ¿Podría hablarnos de la imagen del revolucionario abnegado y de sus tensiones?

HP

Creo que el autosacrificio revolucionario y lo que Huey P. Newton llama «suicidio revolucionario» es una tradición extremadamente importante e inspiradora dentro de la lucha revolucionaria. Recientemente, tuvimos el ejemplo extremo de la autoinmolación de Aaron Bushnell: un caso de autosacrificio por una causa política que, desde luego, no quisiera caracterizar como patológico ni como otra cosa que no fuera un poderoso acto político 

Sin embargo, la mayoría de las personas implicadas en la lucha política no van a entregar literalmente su vida a una causa de ese modo y tendrán que seguir viviendo mientras luchan. En el libro, examino ejemplos históricos de personas que sí intentaron vivir con un compromiso total y lo que ocurrió cuando no pudieron hacerlo.

En la introducción hablo de Pasajes de la lucha revolucionaria en el Congo del Che Guevara, donde se ve claramente esta contradicción. Por un lado, Guevara dice que el militante ideal debe ser muy fuerte y disciplinado. Pero luego habla de su experiencia de estar allí y de lo difícil que le resultó. Se critica a sí mismo por tener arrebatos emocionales o querer retirarse del grupo para leer. No era tan fácil en la práctica ser el militante ideal que sacrifica sus intereses individuales en aras del colectivo.

No tengo ningún problema con las declaraciones retóricas de compromiso político total; la cuestión que me interesa es cómo pueden deshacerse las cosas en la práctica. En el capítulo sobre la amargura, hablo del Weather Underground en Estados Unidos, donde grupos militantes muy pequeños adoptaron procesos de autocrítica entre ellos. Se pasaban horas reprendiéndose unos a otros por las formas en que se desviaban de ser los revolucionarios perfectos.

Según todos los indicios, fue una experiencia horrible. No los hizo mejores revolucionarios sino que los hizo sentirse fatal. Había una sensación de pureza política absoluta, en la que incluso dedicar tiempo a leer un poema hacía que los demás se preguntaran: «¿Por qué te dedicas a esa actividad burguesa cuando deberías estar repartiendo volantes a los trabajadores?». Me interesan esos lugares en los que la retórica del compromiso absoluto y la abnegación entran en conflicto con la realidad de ser simplemente una persona.

CT

¿Por qué es importante historiar y desnaturalizar las experiencias de burnout político? ¿Qué ejemplos históricos analizas en el libro?

HP

El burnout político es algo que la gente experimentó en muchos contextos diferentes sin llamarlo «burnout», porque ese término no existía hasta cierto momento de la historia y la gente tenía diferentes formas de entender sus experiencias. Rastreo la historia del término porque soy consciente de que ahora se utiliza de una manera particular en muchos libros de autoayuda y no quería utilizarlo sin pensar en los cambios de significado.

Hoy en día, la nostalgia no es algo que se pueda diagnosticar, pero en el siglo XIX era una condición patológica que tenía una definición médica. Tras la derrota de la Comuna de París, por ejemplo, los comuneros supervivientes enviados al exilio en Nueva Caledonia, en el Pacífico Sur, acabaron diagnosticándose a sí mismos esta enfermedad llamada «nostalgia».

Me interesaba el hecho de que estos radicales políticos se hubieran diagnosticado a sí mismos algo que suena tan poco radical, porque el origen de la nostalgia es básicamente una añoranza patológica. ¿Es un problema para los historiadores de la izquierda tener nostalgia de las luchas pasadas? La nostalgia, como algo que mira hacia atrás, ¿siempre va a ser bastante conservadora?

SVH

¿Podrías hablarnos de la Terapia Roja y de lo que aprendiste estudiando a ese grupo?

HP

Terapia Roja era un grupo de personas que se conocieron a través de su participación en la organización. Eran comunistas y liberales de izquierdas en el Londres de los años setenta. Muchos habían participado en los movimientos estudiantiles de finales de los sesenta. Muchos vivían en casas ocupadas en el este y el sur de Londres, y participaban en luchas por la vivienda, luchas obreras y el movimiento de liberación de la mujer. Muchos vivían y criaban a sus hijos de forma colectiva.

Lo que me llamó la atención cuando leí el panfleto de Terapia Roja fue que no crearon el grupo por lo difícil que era existir bajo el capitalismo. Lo crearon porque les resultaba muy difícil vivir de forma alternativa. Habían experimentado muchas tensiones entre ellos y estaban respondiendo a las dificultades de intentar organizar la vida de una manera no normativa. Se inspiraron en una mezcla ecléctica de cosas: antipsiquiatría, freudomarxismo, terapia del grito primitivo. Y hacían terapia entre ellos.

Este tipo de terapia no es una solución para las crisis mentales graves, y no creo que la Terapia Roja pretendiera serlo. Pero lo que me pareció interesante, después de haber conocido o leído sobre bastantes de los antiguos miembros del grupo, es que muchos de ellos acabaron formándose para ser psiquiatras o psicoterapeutas. Obviamente, en cierto modo, es una historia de profesionalización y de convertirse en parte del sistema que una vez criticaron. Pero uno de los miembros dijo que había organizado sesiones de terapia gratuitas durante el movimiento Occupy en Londres y que, por tanto, había conservado el interés por la relación entre las cuestiones psicológicas y la política. Me interesaba saber cómo habían seguido comprometidos políticamente a través de sus prácticas terapéuticas, en lugar de que la terapia fuera vista como una retirada de la política (algo que algunos de sus compañeros afirmaron en su momento).

SVH

¿Cuál es el papel de la esperanza en la lucha política?

HP

Mientras estudiaba la derrota de la huelga de mineros en el Reino Unido en la década de 1980, leí algunos relatos de mujeres que participaban en labores de solidaridad, como Women Against Pit Closures. Cuando los leí por primera vez, me centré en las devastadoras secuelas de la huelga, pero cuando estaba terminando mi libro volví a leer algunos de los mismos relatos y encontré verdaderas fuentes de esperanza en cómo las personas describían haber sido absolutamente transformadas por sus experiencias de participación y compromiso políticos. Fueron cambiadas para siempre.

Es importante aferrarse a las experiencias positivas de luchas políticas pasadas. No carecen de sentido y siguen vivas. El problema es que aún así perdieron. ¿Qué hacer con eso? No lo sé. Es difícil extraer de ello lecciones de esperanza, porque por increíbles que fueran esos momentos de solidaridad y por significativos que hubieran sido para la gente. Si pierdes, pierdes: eso no se puede deshacer.

Mike Davis dijo una vez: «Lucha con esperanza, lucha sin esperanza, pero lucha absolutamente». Me llamó mucho la atención porque, en cierto modo, quizá no necesites tener esperanza, pero eso no significa que te rindas. Eso es muy distinto a equiparar desesperanza con rendirse. Davis está diciendo: «Las cosas están muy, muy mal, y no debemos engañarnos al respecto, pero hay que luchar de todos modos».

Me pareció muy útil esta idea de que se puede seguir adelante y seguir luchando. Es fácil escribir en un estilo de izquierda entusiasta, y quizá también sea estratégicamente útil hacerlo a veces, pero me pareció un poco falso dados mis temas.

Me llamó mucho la atención la conclusión del libro de Vincent Bevins If We Burn: The Mass Protest Decade and the Missing Revolution, que trata sobre los enormes movimientos de protesta de la década de 2010 en todo el mundo. Se pregunta por qué fracasaron tantos de estos movimientos. Habló con muchas personas involucradas en todos estos movimientos diferentes y casi todo el mundo con el que habló dijo lo absolutamente transformadores a nivel subjetivo que fueron estos movimientos. Las experiencias colectivas de euforia cambiaron realmente a la gente.

Pero, al mismo tiempo, perdieron. Y perder en lugares como Egipto significó obviamente algo mucho más grave que la tristeza de la gente en el Reino Unido después de que Jeremy Corbyn perdiera las elecciones. Bevins dice que algunas personas llegaron a considerar esos sentimientos como políticamente sin sentido en retrospectiva, ya que no se basaban en ningún tipo de cambio material duradero, mientras que otros se aferraron a la memoria y a la sensación de que lo que habían sentido en las calles en el momento álgido de una lucha proporcionaba una visión real de una sociedad diferente.

Bevins deja la cuestión abierta porque los activistas con los que habló tampoco podían decidirse. A diferencia del mío, el suyo no es un libro sobre sentimientos, pero acaba atrapado entre estas dos realidades: el hecho de la derrota y el recuerdo de esa sensación casi mágica. Ese es precisamente el tipo de tensión que me interesa.

Fuente: https://jacobinlat.com/2024/06/16/no-podemos-ignorar-las-dificiles-emociones-de-la-derrota-politica/