miércoles, 24 de julio de 2024

JAMES C. SCOTT, EL PENSADOR DE LA SOCIEDAD SIN ESTADO, HA MUERTO

 


Publicado el 24 de julio de 2024 / Por Octavio Alberola

 

Reproduzco -traducido del francés- el artículo de Jade Lindgaard en Mediapart sobre la muerte del influyente antropólogo universitario norteamericano, especialista de la historia de los pueblos que vivieron sin Estado e inclusive contra él, que ha dejado una valiosa obra sobre las mil formas de resistencia al poder.

Octavio Alberola


Muere James C. Scott, el pensador de la sociedad sin Estado

Un gran investigador, autor y pensador de las sociedades sin Estado acaba de de desaparecer. James C. Scott, antropólogo norteamericano, ha muerto el 19 de julio, a la edad de 88 años. Las redes sociales se han llenado enseguida de mensajes en recuerdo del profesor comprensivo, del universitario curioso y atento, del colega simpático que siempre fue para todas y todos los que lo frecuentaron en las facultades donde  trabajo, en particular en Yale, donde era un miembro célebre del departamento de ciencias políticas.

Esta celebridad le llegó por la difusión de sus libros deconstruyendo  el relato dominante sobre el rol del Estado en las sociedades contemporáneas : El Ojo del Estado (editado en 1998 y traducido en francés en 2021), Zomia o el arte de no ser gobernado (2013 en francés), Pequeño elogio del anarquismo (2013), Homo Domesticus (2019), La Dominación y las artes de la resistencia. Fragmentos del discurso subalterno (2019).

Sus investigaciones contradicen la idea que la creación de un Estado es un signo irreversible del progreso para las sociedades humanas. A través de ellas ha documentado la larga historia de los pueblos que han vivido si él e inclusive contra él (Zomia) y de aquellos que lo han abandonado después de haberlo ensayado (Homo Domesticus).

Como las investigadoras e investigadores Anna Tsing, David Graeber, David Wengrow, etc., Scott daba una gran importancia a la historia de los pueblos subalternos y dominados. No por fascinación fetichista por el hecho minoritario, sino por la convicción de que éste posibilita la comprensión de la modernidad. No habiendo nacido ésta de la evidencia, ni de una supuesta naturalidad de las sociedades humanas,  sino de decisiones políticas, muy frecuentemente embarradas de la sangre de la represión y las guerras, para imponer un régimen centralizado y vertical. Scot citaba frecuentemente la influencia del libro del antropólogo Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado (1974).

Para encontrar la traza de otras formas de organizaciones sociales y políticas, hay que sumirse en los archivos esparcidos de pueblos ancestrales que han intentado otra cosa que el modelo tan expandido hoy de los Estados-nación. Lo que no impide a Scott reconocer la fuerza casi inevitable de este modelo en nuestro mundo actual.

« Vivir sin Estado es imposible, en todo caso en un porvenir próximo », explicaba este año a la revista Ciencias humanas, porque « se trata de una forma de organización política de la que es prácticamente imposible escapar. Estamos atrapados con el Estado. Del censo a través de las cartas nacionales de identidad, pasando por el otorgamiento de los empleos, los instrumentos de control y de conocimiento sobre nosotros del Estado han aumentado de manera exponencial, como también por su control físico del territorio, lo que hace que existan de menos en menos opciones para, como en los tiempos de la Zomia, huir y refugiarse en las colinas o las marismas en donde el Estado no pueda atraparnos ».

El Estado y su pistola sobre la sien

Por tanto, sus libros son una invitación a no abandonar el imaginario de la auto-organización, del ejercicio horizontal del poder y de la subsistencia. En los momentos en que la guerra, el autoritarismo y los avances de la extrema derecha amenazan las prácticas democráticas, su lectura parece más necesaria que nunca. Como David Graeber, de una generación más joven y desaparecido a los 59 años en 2020, Scott era -en este sentido- una fuente de saberes y un punto de referencia política.

Jade Lindgaard

Fuente: https://kaosenlared.net/james-c-scott-el-pensador-de-la-sociedad-sin-estado-ha-muerto/

 

viernes, 12 de julio de 2024

¿POR QUÉ EEUU NO DEJA DE APOYAR LA GUERRA DE UCRANIA A PESAR DE ESTAR PERDIDA? ¿CUÁNTO DURARÁ? LAST UKRANIAN


A la guerra de Ucrania le queda un mínimo de 1 año para finalizar si nos fijamos en la disponibilidad de soldados, ahora mismo el recurso bélico más escaso. Estados Unidos lucha esta guerra perdida para afianzar su poder sobre Europa por medio de una inversión bélica que creará una deuda impagable y una dependencia crónica sobre todo el continente.

 

¿Cuánto durará la guerra?

Sabemos cuánto va a durar la guerra, porque esta depende de sus elementos necesarios: Dinero, Armas, Materiales y Efectivos; y son cuantificables. Por tanto: cuando se acabe alguno de estos cuatro condicionantes.

Los tres primeros son fáciles y rápidos de adquirir y reponer. Los efectivos, hoy en día, son cada vez más difíciles de obtener. Llegará un momento en el que será imposible

En palabras de la OTAN, se dispondrá hasta "del último ucraniano"; política oficial de la Casa Blanca. Ucrania tenía una reserva de 5 millones de efectivos, necesitan 1'5 millones operativos para que el ejército sea funcional. 1 millón o 1'5 millones de efectivos ya ha sido eliminado, en 2 años. 1.500 son reclutados a diario. La reserva aproximada de reclutas es todavía de unos 1,5 millones de efectivos. Según estos cálculos aproximados, y sabiendo que la matanza se acelera; pasando de unos 300 efectivos eliminados al día a principio de campaña en 2022 a los 1.300 KIA, WIA, MIA, POW actuales; a la guerra le queda otro año mínimo, año y medio probable y 2 años como máximo.

¿Por qué EEUU no deja de apoyar la guerra de Ucrania, con todos sus onerosos recursos, e hipotecando a Europa, a pesar de saber que es una guerra perdida?

Porque los costes de la guerra los pagará Europa, con intereses. Tanto a EEUU como a Rusia.

En este caso, EEUU ve el gasto de la guerra de Ucrania como una inversión a largo plazo, que le servirá para mantener la dependencia de Europa. Si hay un gasto deberá haber una reposición, cuanto más se repone, mayor el beneficio; y mayor la deuda.

Actualmente, lo que queda de Ucrania es un territorio hipotecado y privatizado, en que la ley estatal es nominal y gobiernan las grandes corporaciones por medio de sus interlocutores y su ejército, la OTAN. 

-Blackrock se postula para gestionar la reposición material del territorio y esquilmar los recursos tanto ucranianos como europeos. 

-Lo que quede de Ucrania pasará a formar parte de la UE. Ésta aportará los fondos necesarios para la reconstrucción del país, cuyos materiales provendrán de todas partes del mundo, pero exhibirán marca comercial estadounidense. 

-La reposición armamentística se realizará a través de la OTAN. Los países OTAN aumentarán su gasto militar hasta posiblemente el 3% o 4%, por encima del 2% marcado hasta el momento.

-La reposición poblacional tal vez ya no se pueda realizar, debido a la caída de tasa de reposición y la corrupción perpetua, que impide la repatriación de los refugiados. Los ucranianos refugiados son más prisioneros que migrantes.

Obviamente, todos estos proyectos serán contrarrestados por el Nuevo Orden Mundial Multipolar. Para los países BRIC, y tal vez para salvar a toda la humanidad de una destrucción mutua asegurada, no queda otro camino que la vuelta de EEUU al respeto del Derecho internacional y el abandono de la vía del excepcionalismo. Este retorno no podrá realizarse si no es tras una derrota de sus oligarquías dominantes, las cuales ejercen su poder sobre los estados por medio de las distintas corporaciones. Derrotar a Occidente es derrotar a sus corporaciones.

Salud! PHkl/tctca

 

Fuente: https://tarcoteca.blogspot.com/2024/07/por-que-eeuu-no-deja-de-apoyar-la.html

 

jueves, 11 de julio de 2024

“LA IZQUIERDA TIENE QUE VOLVER A SER MAYORITARIA EN EL CORAZÓN Y LAS TRIPAS DE LA GENTE”

Nota breve:

El Perú como Francia tiene múltiples problemas para conquistar la hegemonía socialista en el movimiento intelectual y construir la necesaria unidad, para superar la resistencia atomizada, en una gran fuerza unificada de trabajadores estables - eventuales (del campo y la ciudad) y los microempresarios o innovadores que se ganan el pan día a día.

Etienne Balibar en esta entrevista nos revela para el caso francés cuales son las falencias de la izquierda actual y las fortalezas de las experiencias exitosas de UNIDAD en el pasado.

Los invitamos queridos amigos a estudiar esta importante entrevista.

Tacna, 11 julio 2024

EBM

 

ENTREVISTA A ETIENNE BALIBAR

 

MATHIEU JUBLIN

09/JUL/2024

(Entrevista a Etienne Balibar realizada por Alternatives Économiques entre las dos vueltas de las elecciones legislativas en Francia (30 de junio, 7 de julio) y cuando todas las encuestas daban por ganadora a la extrema derecha, que tiene interés por las reflexiones que plantea sobre la izquierda en el contexto francés)

En vísperas de la segunda vuelta de unas elecciones legislativas cruciales, Francia aún no ha decidido su gobierno, pero una cosa es casi segura: no será el del Nuevo Frente Popular (NFP). Para el filósofo Etienne Balibar, el deber de la izquierda es seguir movilizada, ante todo para bloquear a la extrema derecha, tanto en las urnas como en la calle.

Pero, según este especialista en Marx que ha enseñado en la Universidad de París-Nanterre y en varias instituciones anglosajonas, queda por delante una tarea a más largo plazo. Tras la segunda vuelta de las elecciones legislativas, y sea cual sea el resultado, es crucial fortalecer a la gente de izquierdas para que un día la izquierda pueda llegar al poder.

Para lograrlo, no bastará la unidad de los partidos, afirma Etienne Balibar, porque un gobierno de izquierdas necesita una sociedad movilizada detrás de él para resistir a las numerosas presiones que tratarán de obstaculizar la igualdad. El académico pide que se establezcan vínculos entre las movilizaciones dispersas pero innovadoras que han recorrido Francia en los últimos años.

Mathieu Jublin: En un artículo publicado en AOC antes de la primera vuelta de las elecciones legislativas, usted especulaba con la posibilidad de un "reparto consensuado del poder" entre el bloque de derechas macronista y el bloque de la extrema derecha. ¿Sigue pensando que es una posibilidad?

Etienne Balibar: No soy Madame Soleil [es imposible adivinar qué va a pasar]. Hay otros escenarios previstos y concebibles, en función del resultado final de las elecciones. El que en este momento impulsan varios dirigentes, suspendidos en el vacío, es la formación de una coalición que vaya desde la llamada izquierda de gobierno hasta la llamada derecha tradicional. En cierto modo, una resurrección e incluso una expansión del macronismo inicial, posiblemente contra el propio Macron. Considero que esto presupondría que el Nuevo Frente Popular se desintegraría nada más al formarse. Obviamente, no estoy en absoluto a favor de eso.

En el artículo que mencionas, me parecía y me sigue pareciendo un error descartar a priori la posibilidad de un acuerdo personal entre el presidente, que ha demostrado su total versatilidad, y Rassemblement National (RN), que pensará que tiene todas las cartas en caso de mayoría absoluta. Los obstáculos son muchos, pero dos fuerzas empujan en esta dirección. En primer lugar, se ha formado un amplio consenso ideológico entre la derecha, el bando macronista y la extrema derecha en cuestiones de política seguritaria, autoridad educativa, multiculturalismo (conocido como "separatismo") e inmigración.

En segundo lugar, los dirigentes de la gran patronal francesa y, más allá de nuestras fronteras, el sistema económico dominante ejerce y probablemente seguirá ejerciendo presión para evitar a toda costa que tome forma una alternativa de izquierdas. Será muy difícil resistirse a ellos. Estas personas apuestan a encontrar acomodos con la extrema derecha de RN, como siempre ha ocurrido con la extrema derecha a lo largo de la historia. Estas dos razones siguen existiendo. Pero no son suficientes, estoy totalmente de acuerdo.

Mathieu Jublin: ¿Cómo puede prepararse la izquierda para esta eventualidad?

Etienne Balibar: La alianza formada entre los partidos de izquierda tras las elecciones europeas y la disolución [de la Asamblea Nacional] es importante. Ha significado superar divisiones profundas y antiguas. Su nombre, Frente Popular, evoca la idea de un movimiento global hacia objetivos progresistas. Nos da esperanza. Pero, como vimos el domingo pasado, esta alianza no basta para cambiar los resultados. Ganar dos puntos con respecto a la NUPES [en las legislativas de 2022] no basta. Aún no hemos visto ningún gran despertar en la sociedad francesa. La alianza se percibe como frágil, debido a verdaderas diferencias personales y programáticas. La gente no tiene suficiente fe en ella.

Sobre todo, ahora los territorios que se dicen perdidos para la izquierda, donde la extrema derecha es ultradominante, son un fenómeno estructural. El hundimiento del Partido Comunista en sus bastiones es revelador. La pendiente es terriblemente difícil de remontar. Así pues, la izquierda sufre una debilidad política y emocional. En lo inmediato, la reacción [al peso de la extrema derecha] no plantea problemas: el frente republicano es necesario. Pero después de la segunda vuelta, se planteará otra cuestión, porque, aunque RN no obtenga la mayoría, la izquierda tendrá que reconstruirse. Y el nombre de Frente Popular no será suficiente para llevar a cabo esta reconstrucción.

Así que me he planteado la cuestión de qué hizo posible el éxito del otro Frente Popular, el de 1936, que logró mantenerse en el poder durante varios años e imponer transformaciones radicales a la sociedad francesa, de las que aún hoy nos beneficiamos y que la derecha se empeña en desmantelar. La respuesta es que el Frente Popular de 1936 fue poderoso no sólo en el Parlamento, sino en todo el país, porque coincidió con un movimiento social que aglutinaba a una mayoría de la población. Esto también lo confirman, a contrario, otros ejemplos importantes.

¿Cuál es la lección de la Unión Popular en Chile en 1970, o de Syriza en Grecia más recientemente? Cuando la izquierda llega al poder con un programa radical, sus opositores se movilizan inmediatamente, y no sólo expresando su desacuerdo en los periódicos o esperando a las próximas elecciones. La derecha chilena se movilizó en las calles, financiando manifestaciones y huelgas corporativistas. Y el caso griego demuestra que la dependencia financiera de un país y la presión que permite ejercer pueden bloquear cualquier acción.

Para aplicar una política de izquierdas, no basta con tener una mayoría de tres escaños en el Parlamento. La izquierda, a diferencia de la derecha, necesita una relación de fuerzas abrumadora, lo que significa un movimiento social que dé al gobierno la capacidad de mantener a raya a sus oponentes, derribar barreras y cumplir sus promesas.

Mathieu Jublin: ¿Qué forma adoptaría hoy ese movimiento social?

Etienne Balibar: La izquierda necesita recuperar la mayoría en la sociedad, no sólo el día de las elecciones sino, más allá, en el corazón y en las entrañas de la gente, es decir, en su manera de experimentar su capacidad colectiva de cambiar el curso de las cosas. Estamos muy lejos de eso. Pero no partimos de cero. En mi texto, expuse una lista de movimientos sociales recientes que demuestran que el país no se resigna: Nuit debout, los chalecos amarillos, la movilización de las y los cuidadores durante la pandemia, los movimientos de revuelta en los suburbios, el movimiento contra la reforma de las pensiones, Les soulèvements de la Terre, el movimiento feminista.

Mathieu Jublin: Sin embargo, usted escribe que la gente del Frente Popular "todavía no existe", que "todavía está por encontrar". ¿Qué quiere decir con eso?

Etienne Balibar: En la tradición intelectual de la que provengo, la política estaba determinada por estructuras de clase simples, por no decir binarias. Obreros y capitalistas. No digo que ya no haya clases en la Francia de hoy, pero no hay una clase obrera tan organizada y unida como la que se movilizó por el Frente Popular en 1936. Entonces el proletariado representaba, en cierto modo, el núcleo del pueblo, y sus intereses se percibían como los de la mayoría. En los años 70 y 80, cuando la Unión de la Izquierda llegó al poder, esta ecuación ya era más complicada, a pesar de que en 1968 se produjeron las mayores huelgas y ocupaciones de fábricas de nuestra historia.

No digo que hoy los intereses de una mayoría de la población no sean convergentes. Los efectos del neoliberalismo golpean a muchas categorías sociales. Ciertamente no de la misma manera, pero la inseguridad ante el futuro y la caída del nivel de vida afectan a una gran parte de la población. Por tanto, hay un pueblo potencial, pero su capacidad para organizarse es menos evidente que hace un siglo. Las divisiones en el seno de la clase obrera se han convertido en fracturas profundas. Si bien no se puede decir que las y los obreros franceses son racistas como tales, lo cual no es cierto, hay que decir que el racismo está muy arraigado en esta clase.

En segundo lugar, una serie de problemas políticos actuales no pueden resolverse mediante el crecimiento económico y la redistribución. Espero que la izquierda haga retroceder la catástrofe medioambiental, pero eso requerirá una forma de decrecimiento, cuyos detalles están aún por definir si han de ser aceptables. Las recetas promovidas por el capitalismo verde, suponiendo que sean eficaces, significan que las clases trabajadoras tienen que pagar. De ahí la emergencia de los chalecos amarillos. Hay que escucharlos. Lo mismo ocurre con otras reivindicaciones justas que no se reducen a la dimensión socioeconómica, como las del feminismo contra la violencia del patriarcado.

Así que hay una pluralidad de intereses y esperanzas que hay que reunir y conciliar para construir este pueblo de futuro. No basta con enumerar todas las categorías de personas que buscan justicia e integrar sus reivindicaciones en un programa. Entonces, ¿de dónde hay que partir? De lo que se expresa de forma visible. Confiemos en la capacidad de la gente para articular sus propios intereses. Su enemigo común son las políticas neoliberales que destruyen la idea de solidaridad e imponen una competencia feroz de todo el mundo contra todo el mundo. Los movimientos tienen que unirse y encontrar un lenguaje común.

Mathieu Jublin: ¿No son los efectos del neoliberalismo demasiado profundos para que surja un movimiento de masas que apoye una política de izquierdas?

Etienne Balibar: La expresión movimiento de masas puede ser problemática porque sugiere una expresión homogénea, electoral o incluso insurreccional. La historia también demuestra que las fuerzas que provocaron los movimientos de masas no siempre fueron progresistas, sino también a veces fascistas. Un movimiento de masas en apoyo de una política de izquierdas podría adoptar muchas formas en la Francia actual. Las manifestaciones contra la reforma de las pensiones son un magnífico ejemplo de ello, aunque la movilización acabara por detenerse.

A estas formas clásicas de movilización hay que añadir modos de organización y prácticas innovadoras, que permitan ir más allá de estos límites, lo que muchos llaman hoy asambleas. Nuit debout y los chalecos amarillos fueron interesantes en este sentido. La autoorganización en los "barrios", incluso expuesta a todo tipo de trampas, muestra una notable capacidad de autonomía e invención.

Mathieu Jublin: ¿Qué tienen en común las recientes movilizaciones que, según usted, pueden sentar las bases de un movimiento más amplio?

Etienne Balibar: Los movimientos sociales que he mencionado y que han suscitado esperanza en los últimos años tienen en común la expresión de una necesidad de democracia más directa. El hecho es que las circunstancias actuales, caracterizadas por la necesidad de bloquear a los neofascistas, no son propicias para la expresión de esta exigencia democrática. Hacerles frente, en las urnas y en las calles, es algo necesario. Pero fortalecer a la gente de izquierdas requiere algo más que hacer frente a los neofascistas.

Mathieu Jublin: ¿Se corresponde esta exigencia democrática con el contrapopulismo que reivindica usted?

Etienne Balibar: En efecto, arriesgué usar esta denominación, que puede inducir a error. El contrapopulismo que defiendo no es antipopulismo. No se trata de rechazar la idea de una participación directa del pueblo en la vida política, sino todo lo contrario. Lo que sí rechazo es la idea de un populismo de izquierdas, teorizada en particular por mi colega y amiga Chantal Mouffe al servicio de Podemos en España. Puede hacer creer que existen formas de movilización y de encarnación política intercambiables entre la izquierda y la derecha. En particular, la idea de "dégagisme" [el “que se vayan todos”], basada en una oposición entre el pueblo y las élites.

Esta oposición mezcla la crítica legítima de las desigualdades sociales y culturales con el resentimiento generalizado contra la clase política como tal, lo que me parece provenir de la tradición fascista. Creo que la izquierda no debería utilizar las herramientas ideológicas de la derecha.

Además, este populismo de izquierdas conduce a una personalización extrema de la representación política, que supuestamente se opone a la delegación de poder que caracteriza a la democracia burguesa tradicional. Esta personalización está casi siempre encarnada por hombres, lo que conduce a una virilización de la figura del líder político. Para mí, eso es la antítesis de la exigencia de igualdad y de democracia radical que deberíamos defender.

Populismo

No quiero cuestionar aquí a La France insoumise (LFI), como están haciendo la derecha y la extrema derecha, a costa de muchas calumnias. Soy consciente de la resonancia que las palabras de LFI tienen en los barrios populares entre los activistas comunitarios y antirracistas. Pero creo observar una lamentable tendencia a la atrofia de la democracia interna en este movimiento. La diferencia que establezco entre popular y populista es que este último siempre sacrifica la democracia en aras de la unidad, y reintroduce la pasividad en lugar de multiplicar las iniciativas.

De ahí mi interés por los chalecos amarillos. No se dejaron domesticar por los políticos de extrema derecha y no eligieron a un líder carismático que hubiera hablado en nombre de todos.

Mathieu Jublin: ¿Este rechazo a darse representantes no les impide existir en un mundo político y mediático que valora las individualidades?

Etienne Balibar: La política necesita contradicción, libertad de expresión, pero también unidad en la acción e incluso liderazgo. Necesita ser capaz de gobernar, no sólo protestar o rebelarse. Así que en cada situación existe una tensión entre estos dos imperativos, que nunca se resuelve perfectamente. No me pidan que encuentre la receta que casi ninguna organización o régimen de la historia ha encontrado. Pero las circunstancias y el sentido de la urgencia han permitido alcanzar un equilibrio dinámico. Nos corresponde a nosotros y nosotras trabajar en ello.

Mathieu Jublin: Usted escribe que la izquierda del futuro debe basarse en el cosmopolitismo. ¿Qué quiere decir exactamente con este término?

Etienne Balibar: ¡Cuidado! El cosmopolitismo no es necesariamente de izquierdas, ni necesariamente popular. Contiene la idea de una comunidad de intereses a escala de la humanidad, y la idea de que la apertura al extranjero es algo positivo, que toda nación necesita para ser ella misma. Pero la globalización capitalista es también una forma de cosmopolitismo. Hoy en día, en casi todas partes, los pueblos que sufren la globalización tienden a rechazar el cosmopolitismo en su conjunto, asociado a la deslocalización de la economía y al empobrecimiento, así como a la confiscación del poder por parte de las corporaciones financieras y las instituciones supranacionales.

Aunque, como otros movimientos similares en Europa, RN está dispuesta a hacer todo tipo de concesiones a las multinacionales, habla el lenguaje de lo que la tradición fascista ha llamado nacionalismo integral. Cultiva una historia mitológica de la unidad francesa, en la que no hay lucha de clases, descolonización ni apertura al mundo. Para Rassemblement National, recuperar el control de su propio destino como pueblo significa deshacerse de la gente extranjera, del otro, es decir, históricamente, de población judía y, sobre todo hoy, de las y los inmigrantes del Sur y sus descendientes. Olvidando que la nación francesa se formó a partir de un crisol de múltiples orígenes.

Insisto en la necesidad de que un pueblo vivo se abra al cosmopolitismo, porque aunque la nación francesa esté fuertemente unida por intereses de educación, asistencia, trabajo y residencia, también es plural. Es una entidad en movimiento. La riqueza de la civilización francesa y su capacidad para actuar en el mundo dependen de su capacidad para entablar una conversación entre todas las partes que la componen y, por tanto, entre las herencias que portan.

No digo que para la nación francesa sea fácil reconciliarse con todas las partes que la componen y superar el racismo. Pero es posible, sobre todo si un gobierno de izquierdas adopta una política social ambiciosa, inseparable del diálogo multicultural. El cosmopolitismo práctico tiene que ver con la justicia, la igualdad y la diversidad.

A corto plazo, si gana la extrema derecha, el imperativo moral y político es oponerse a las medidas más vejatorias que se impondrán a nuestros compatriotas de origen extranjero. Debemos apoyarles. A más largo plazo, una izquierda vencedora debe tener como prioridad superar la división entre las partes constituyentes de la nación. Debemos traducir en actos nuestra solidaridad con nuestros conciudadanos y conciudadanas, en particular con las de los barrios populares.

Se trata de un verdadero test. No sólo porque estas personas son víctimas de la violencia y la injusticia, sino también porque necesitamos que desempeñen un papel en la construcción colectiva de un pueblo de izquierdas, que todavía hoy está fragmentado.

Traducción: viento sur

 

Fuente: https://vientosur.info/la-izquierda-tiene-que-volver-a-ser-mayoritaria-en-el-corazon-y-las-tripas-de-la-gente/

¿POR QUÉ NO NOS AMOTINAMOS?

 


ALFREDO GONZÁLEZ-RUIBAL

Investigador científico, Incipit-CSIC

 

A lo largo del siglo XVIII se multiplicaron en Europa lo que los historiadores llaman "motines de subsistencia". Cada poco tiempo, el pueblo se sublevaba contra la escasez de alimentos (fundamentalmente pan) y los precios abusivos que imponían empresarios agrícolas, intermediarios y especuladores. Durante mucho tiempo se consideró que los amotinados eran gente desesperada que reaccionaba espontáneamente a la amenaza del hambre. En los años 70, el historiador británico E. P. Thompson demostró que los motines eran realmente una forma de acción colectiva y organizada, con una larga historia y basada en los principios de una economía moral. En realidad, había poco de improvisación y mucho de movilización política. 

Que en Inglaterra los motines se repitieran especialmente durante la segunda mitad del siglo XVIII tiene lógica: fue entonces cuando comenzaron a resquebrajarse los principios que regulaban las relaciones entre clases en el Antiguo Régimen y se abría camino un incipiente liberalismo. ¿Cuál era el problema? Que bajo el Antiguo Régimen las autoridades ejercían una cierta función social. Una función marcada por el paternalismo, pero que en última instancia reconocía derechos básicos a los súbditos: al menos, el derecho a no morirse de hambre. En momentos de crisis, las autoridades intervenían en los precios y castigaban a los acaparadores. Este tipo de acciones se volvió menos habitual a fines del siglo XVIII con la liberalización económica. ¿Qué te mueres de hambre? Pues mala suerte. Es el mercado, amigo.

Una de las cuestiones en las que insistió E. P. Thompson es que las razones para los motines de subsistencia eran de orden moral y político. Los rebeldes no protestaban contra la escasez en sí, inevitable cuando había malas cosechas, sino contra la escasez agravada de forma artificial por los acaparadores de grano. Es decir, luchaban por el mantenimiento de una economía moral que tenía a los especuladores por lo que eran. Unos delincuentes.

La analogía con la situación de la vivienda actualmente es clara. Lo que está en juego es un bien básico y la escasez, artificial. Aunque el número ha descendido, solo entre 2022 y 2023, se ejecutaron 64.925 desahucios en España. Hay gente que se suicida porque pierde su hogar. Y no es por falta de parque inmobiliario: existen 447.691 viviendas nuevas sin vender en todo el país. En Madrid hay 97.000 viviendas vacías de todos los tipos y en Barcelona 75.000. Las casas hoy, como el cereal en el siglo XVIII, son bienes básicos que se acaparan y se usan para enriquecerse –a costa de destruir vidas–. 

Solo que en el siglo XVIII la gente se amotinaba y hoy no. ¿Por qué?

Un motivo importante, quizá el más importante, es que ha desaparecido la economía moral de la multitud de la que habla Thompson. En el siglo XVIII era una gran mayoría desposeída contra una minoría privilegiada. Ya no. En España más del 75% de la población es propietaria –herencia del desarrollismo tardofranquista, que quiso crear una sociedad de propietarios en sustitución de una de ciudadanos–. Obviamente, ser dueño de tu hogar no te convierte automáticamente en un explotador. Mayor responsabilidad recae en los rentistas: cada vez que un casero sube el alquiler a sus inquilinos o destina un piso a uso turístico, está poniendo un clavo en el ataúd de nuestra economía moral. 

Pero a la economía moral no la asesina un puñado de caseros avariciosos, ni siquiera tres millones de rentistas. Es posible que mucha gente, quizá la mayoría, se preocupe por la dificultad de acceso a una vivienda por parte de las personas con menos recursos, incluidos los jóvenes –el 70% de los menores de 35 años vive de alquiler–. Puede ser, pero si esa preocupación no implica poner límites a los usos especulativos de la vivienda, entonces no existe economía moral alguna. Y los partidos a los que vota la gran mayoría de los españoles siguen resistiéndose a regular el sector.   

Necesitamos recuperar la economía moral. Y lo necesitamos más que nunca. Porque si hoy cedemos en la vivienda, mañana pueden ser los alimentos básicos o el agua. No es un escenario de ciencia ficción. Es un escenario más que probable en el contexto de emergencia climática en el que nos encontramos y que ya estamos experimentado con algunos productos. El problema de la escasez real multiplicado exponencialmente por la especulación. Hoy es el aceite de oliva. Mañana puede ser el pan. Otra vez. 

¿Por qué no nos amotinamos? La respuesta es sencilla. Porque todavía no nos hemos dado cuenta de que nos va la vida en ello.

 

Fuente: https://blogs.publico.es/otrasmiradas/84918/por-que-no-nos-amotinamos/

 


LA GUERRA INEVITABLE

 


Geopolítica 8 julio, 2024 Enrico Tomaselli

A veces, las decisiones que toman los líderes no son razonables. Evidentemente mucho depende del contexto y del pensamiento político-ideológico al que se refieren. Un ejemplo es Adolf Hitler, quien desde los años del golpe de Munich hasta las vísperas de la Operación Barbarroja siempre mostró una gran claridad política y estratégica, para terminar gradualmente en las garras de un delirio verdaderamente psicótico.

Lamentablemente algo así está sucediendo una vez más y, paradójicamente, esta vez el papel lo desempeña el líder israelí Netanyahu.

Al menos a partir del 7 de octubre de 2023, sus capacidades de liderazgo –como político veterano– se han debilitado progresivamente, y parece cada vez más gobernado por los acontecimientos, más que gobernarlos.

En este continuo giro, en el que evidentemente arrastra consigo a un país que, más allá de sus errores, se identifica en gran medida con su pensamiento, cada día se da un paso más hacia una nueva guerra, quizás más breve que la ucraniana, pero ciertamente mucho más feroz y mucho más desestabilizadora.

En cierto sentido, Israel parece condenado a la compulsión de repetición.

Obviamente, más allá de la personalidad de Netanyahu, hay un problema subyacente, que va mucho más allá de él y de su gobierno, y es la ideología sionista. No es éste el lugar para analizarla y diseccionar las enormes contradicciones que la caracterizan, pero no podemos dejar de mencionarlo ya que es en él que se basa –literalmente y en todos los sentidos– el Estado de Israel. Por lo tanto, esta huella fundacional no puede eliminarse y se refleja en las decisiones tomadas por los distintos dirigentes israelíes, desde el 48 hasta hoy. Israel simplemente no puede dejar de ser lo que es, no puede convertirse en algo distinto de sí mismo.

Pero si la existencia de un Estado sionista fuera posible –jugando, por un lado, con el sentimiento de culpa de los europeos y, por el otro, con el interés estratégico de Estados Unidos– en el mundo formado después de la Segunda Guerra Mundial, en el nuevo mundo que está surgiendo, sus posibilidades de supervivencia son cada vez más escasas.

Israel –su destino– está en una pendiente resbaladiza, y prácticamente no hay manera de enderezarla; lo único que puedes hacer es regular la velocidad de la caída, intenta amortiguar al máximo las consecuencias. Pero, y aquí entra en juego la personalidad del líder, su (y no sólo su…) irracionalidad. De hecho, el Estado judío aparentemente está haciendo todo lo posible para que las cosas le resulten más difíciles y dolorosas. No se trata tanto del exterminio sistemático de la población civil de la Franja de Gaza –esto, por desgracia, encaja perfectamente en una historia que no comenzó por casualidad con la Nakba–, sino más bien de la transición de un pensamiento político-estratégico racional (que también puede ser terriblemente feroz, pero con lucidez propia) a un pensamiento mesiánico, que por definición está absolutamente desprovisto de cualquier conexión con la realidad.

En esta forma de delirio político se pueden incluir dos elementos clave de la conducta estratégica israelí. La ilusión de poder destruir militar y políticamente a Hamás y a la Resistencia Palestina, y la obsesión por deshacerse de Hezbollah.

Ni siquiera vale la pena detenerse en el primero de los dos: no sólo cualquier estudio de la historia político-militar, sino también y sobre todo de la propia historia de Israel, debería mostrar que se trata de un objetivo poco realista y absolutamente inalcanzable. Y no porque haya déficit de voluntad política, de capacidad militar o de adecuación de medios. Sino por una razón política precisa e inevitable.

Borrar esta consideración, reducirlo todo a una mera cuestión militar, de puro ejercicio de la fuerza, es un error colosal, que debería ser evidente a los ojos de los dirigentes israelíes. Si no estuvieran cegados por su delirio mesiánico.

La guerra, como enseña Von Clausewitz, no es simplemente (como su frase tan citada a menudo nos lleva a pensar) la transición de la política a «otros medios», sino su «continuación» con otros medios. Esto significa que la guerra es, en cada uno de sus actos incluso los más pequeños, una cuestión política; no sólo en sus objetivos últimos, sino literalmente en su continuo desarrollo. Por lo tanto, fijar objetivos inalcanzables significa socavar cualquier posibilidad de éxito. Una guerra que pretende lograr resultados imposibles es una guerra perdida desde el principio.

Pero es más bien lo segundo en lo que merece la pena centrar nuestra atención, porque todo parece indicar que el delirio psicótico que se ha apoderado de los dirigentes israelíes les está llevando hacia la guerra con el Líbano.

Vale la pena subrayar aquí cómo, una vez más, un enfoque irracional y apolítico del instrumento guerra ya es en sí mismo un factor que invalida un posible éxito. Parece bastante claro que la elección de entrar en un conflicto abierto y directo con Hezbollah no surge de una evaluación estratégica reflexiva y compartida, sino más bien de un cálculo: los dirigentes israelíes –conscientes de haberse estancado en Gaza– necesitan ganar tiempo (posponer el enfrentamiento interno) y un desvío, que desvía la atención del desastre en la Franja, y al mismo tiempo responde a una demanda de venganza y seguridad que recorre a la sociedad judía.

Además, este cálculo –y no es el único– también es en cierta medida incompleto. De hecho, está igualmente claro que todavía no existe una elección definitiva en este sentido, ya que Netanyahu y sus seguidores son muy conscientes de los riesgos, pero, sin embargo, continúan comportándose como si quisieran que así fuera. Se añade así al cálculo una especie de fatalismo. Sin embargo, todo esto produce un giro progresivo hacia la guerra, sin una determinación real de hacerla y, sobre todo, sin una estrategia real para ganarla. Al final, de hecho, el pequeño cálculo mencionado anteriormente se ve reflejado en el gran cálculo: la apuesta a que Estados Unidos intervendrá para salvar la situación.

Este otro cálculo se basa evidentemente en la convicción de que Washington no podría permitir una derrota radical de su socio estratégico en Oriente Medio, así como en la conciencia de que Estados Unidos seguramente vería con agrado la destrucción de Hezbollah, el Eje de la Resistencia y Irán.

Por el contrario, Tel Aviv también sabe que Estados Unidos no quiere un conflicto prolongado en Oriente Medio, que podría desestabilizarlo de forma desfavorable, y que sobre todo no lo quiere en este momento, porque se encuentra en una complicada fase de transición (interna e internacional), en la que debe gestionar la retirada del frente ucraniano, garantizando al mismo tiempo que esté cubierto por los europeos, y sentar las bases para la confrontación con China en el Indo-Pacífico.

Además, hablando en términos estratégicos, incluso si Estados Unidos se viera arrastrado por los pelos a un conflicto israelí-libanés, todavía tendría dos posibilidades de intervención, una de las cuales no es particularmente favorable a Netanyahu y sus asociados.

La primera opción, por supuesto, es involucrarse profundamente en el conflicto. Esto tendría la consecuencia inmediata de su rápida expansión: las bases estadounidenses en Siria, Irak y Jordania se convertirían inmediatamente en blanco de ataques mucho más intensos y precisos que los alfilerazos de los últimos meses, por no hablar de la flota en el Golfo de Adén. Lo único que Washington podría desplegar en cualquier caso es su fuerza aérea (y probablemente la de algunos países amigos: Reino Unido, Jordania, Arabia Saudita…), cuya eficacia es en cualquier caso limitada, y debería ir seguida de medidas sobre el terreno. Lo cual, si tenemos en cuenta el tipo de esfuerzo necesario para la segunda guerra contra Irak (más de 300.000 hombres), y sobre todo tenemos en cuenta la situación actual (Hezbollah + Amal + ejército libanés + Resistencia iraquí + Resistencia yemení + IRGC + Ejército iraní + ejército sirio…) parece francamente imposible. Se necesitarían al menos dos millones de hombres para una guerra (limitada) contra un despliegue regional tan vasto, liderado por Irán. Por no hablar de la presencia rusa en Siria…

En resumen, una guerra israelí-estadounidense contra Irán y sus aliados regionales está fuera de la realidad. Menos aún en el contexto actual.

La segunda opción, la viable, se adaptaría al modelo de la crisis anterior de 2006. Tras una breve fase de conflicto en la frontera, con fuertes intervenciones de la fuerza aérea estadounidense en el Líbano (y cuidando de no ampliar el conflicto), una mediación internacional para llegar a una solución de la crisis. Estados Unidos pagaría un precio por intensificar los ataques contra sus objetivos en la zona, pero sería un precio aceptable. El precio sería mucho mayor para Israel, que se enfrentaría una vez más a la derrota sobre el terreno, se vería obligado a aceptar un alto el fuego en condiciones desventajosas y con la patata caliente de Gaza todavía en sus manos.

El destino de Netanyahu (y compañía) aún estaría sellado.

Si este es el panorama general, desde un punto de vista estratégico y geopolítico, esto no excluye en absoluto que, dado que los dirigentes israelíes se encuentran en el plano inclinado de su pensamiento mesiánico, paso a paso, sin siquiera una convicción real, la guerra con Hezbollah realmente llegará.

¿Qué pasaría, en ese caso?

Lo más probable es que la primera medida israelí sea intensificar los bombardeos del sur del Líbano y de los barrios chiítas de Beirut. Es posible que en esta etapa Hezbollah despliegue sus sistemas antiaéreos de manera más masiva y la fuerza aérea israelí sufra algunas pérdidas. Inmediatamente después, las FDI avanzarían a través de la frontera, buscando ocupar centros estratégicos. Sin embargo, la frontera entre Israel y el Líbano es una zona rica en relieve y zonas forestales, que reducen la movilidad de las fuerzas blindadas. Para lograr sus objetivos tácticos (hacer retroceder a Hezbollah más allá del río Litani, que se encuentra aproximadamente entre 10 y 30 km de la frontera), las FDI deben avanzar en profundidad, a lo largo de toda la línea de contacto1, teniendo cuidado de despejar la zona a medida que avanza

La reacción de Hezbollah ante tal ataque (no examinaremos aquí las acciones de apoyo de todo el Eje de Resistencia) presumiblemente se produciría en múltiples niveles. En primer lugar, utilizando su gran disponibilidad de misiles, desataría un ataque masivo contra Israel; los objetivos probablemente serían predominantemente militares, en particular aeropuertos, estaciones de radar y sistemas de defensa antimisiles. Pero es muy probable que ciudades como Haifa y Tel Aviv también se vean afectadas.

Sobre el terreno, aprovechando tanto la configuración orográfica como la red de refugios subterráneos y el mejor conocimiento del territorio, Hezbollah adoptará probablemente una táctica de resistencia flexible, intentando hacer avanzar al enemigo en lugares más aptos para emboscadas, hacerle alargar las líneas de reabastecimiento de combustible y golpear la retaguardia inmediata de las FDI.

Esto significa que el ejército israelí podría avanzar de forma limitada en territorio libanés, pero a costa de grandes pérdidas de hombres y equipos, mientras que el impacto en sus sistemas e infraestructuras de defensa, por no hablar del impacto psicológico en la población, sería muy fuerte. La capacidad de disuasión de las fuerzas armadas judías, ya gravemente afectadas por la operación Inundación de Al-Aqsa, quedaría destrozada, asestando un nuevo golpe, tal vez definitivo, al proyecto político sionista.

La onda expansiva de tal conflicto, incluso en su versión limitada, sería enorme y reverberaría en una vasta zona, desde Turquía hasta Somalia y desde Libia hasta Irán, poniendo a la OTAN en mayores dificultades, en un cuadrante estratégico fundamental. Si Israel decide tomar tal medida, perderá mucha más simpatía entre sus amigos occidentales que con el genocidio palestino. Y también por esta razón podría resultar un error fatal.

 

Nota

El ataque israelí probablemente comenzaría desde el este, desde el saliente formado por las granjas de Sheeba y los Altos del Golán (territorios libaneses y sirios ocupados), que se insinúa entre el Líbano y Siria, pero no pudo evitar la necesidad de dirigirse al oeste, hasta el mar, con un frente de unos cincuenta kilómetros de ancho.

 

Fuente: Giubbe Rosse News 

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-guerra-inevitable/

 

RESUMEN DE OPINIONES DE LAS ELECCIONES EN FRANCIA

 

09.JUL.24 | 

 

La victoria pírrica de Mélenchon en Francia

 

– Marcelo Ramírez, 8 julio, 2024 KontraInfo

Finalmente, llegaron las elecciones en la segunda economía de la UE y sucedió lo esperado, algo que confirma la caída del modelo globalista y genera la desesperación de las élites de ese sector. Pese a la victoria en primera vuelta, Agrupación Nacional [en francés: de Le Pen perdió el primer lugar ante la alianza entre el macronismo y la izquierda, que coaligados se repartieron los dos primeros lugares. La próxima designación del primer ministro quedará supeditada a un posible acuerdo entre estos bloques.

Macron, desilusionado y enfadado con los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, decidió hacer una jugada arriesgada, y a la luz de los resultados, un poco torpe, convocando a elecciones anticipadas. Las elecciones demostraron lo esperado, el hartazgo de los franceses con Macron y sus políticas, algo que ya es antiguo y que cosechó el repudio generalizado por los confinamientos durante la pandemia.

Los problemas irresueltos, la inmigración, los ingresos bajos para los estándares locales junto al alineamiento con la OTAN, estallaron seguramente con la posición del presidente galo de enviar tropas a Ucrania. El riesgo que conlleva esa acción es simplemente que Francia sea arrastrada a una guerra con la mayor potencia nuclear del mundo, y lo hace a cambio de, simplemente, nada provechoso para el país.

La propaganda insiste en considerar la guerra como una lucha épica por la libertad o la democracia, no convence a los franceses, y pocos están dispuestos a morir por esos argumentos tan poco creíbles. Por eso, la votación no debe sorprender en sus resultados y solamente ratifica un rumbo de hastío.

El Frente Nacional, ahora rebautizado como Unión Nacional, alcanzó en la primera vuelta el primer lugar y dejó en segundo a la coalición de izquierda globalista. Los candidatos de Macron quedaron en un tercer puesto, algo que se revirtió en el segundo turno con la alquimia electoral, pero es algo que no cambia la esencia del problema teniendo en cuenta que los candidatos de Bardella y Le Pen duplicaron las bancas que se tenía hasta el momento. Le Pen se mostró calma sabiendo que esto iba a suceder pero que la ponía en una posición importante para el futuro.

Después de las elecciones legislativas francesas: escribir una nueva historia

 

PUBLICADO El Grand Continent por Noé Debré y sus coguionistas en la serie Parlamento. 8 JULIO, 2024

Esta sí que es la temporada de más con la votación del domingo, Francia está como atrapada en una mala serie: ya no te divierte, sabes que es mejor irse a la cama, pero de todos modos empiezas otro episodio, mecánicamente, como por despecho.

Este culebrón interminable empieza a cansar. Llevamos cuatro temporadas escuchando la historia del «dique contra la extrema derecha» en el último episodio. El público se aburre. Lo peor es que no hay final a la vista: pase lo que pase, sólo tendremos un pequeño respiro antes de volver a empezar en la próxima disolución o en las próximas elecciones presidenciales. 

La Quinta República fue una buena serie.  

Produjo algunas historias muy buenas (el famoso «Os he entendido» de De Gaulle, el lema de Mitterrand «La Fuerza Tranquila», la frase de Chirac «Coman manzanas»). Fue la serie de nuestra infancia y siempre la recordaremos con cariño. Pero ahora ha llegado el momento de escribir el desenlace final, porque ya no nos permite encontrar un relato común. La trama está tan desgastada que hemos perdido por completo el hilo: ya no sabemos quiénes son los buenos y, escuchando a todo el mundo, es como si sólo quedaran los malos.

Francia necesita escribir una nueva historia. Lo primero que hay que hacer cuando uno se embarca en un proyecto de serie es escribir lo que llamamos una «biblia»: un documento breve en el que se definen los temas, la arena y los personajes que van a desarrollarse en él. Aquí es donde se establece el escenario y se define el tono de la serie. Es un momento bastante mágico cuando, en el espacio de unos pocos párrafos, uno constituye un mundo. 

Hoy, los países ya no se fundan sobre una biblia, por supuesto, sino sobre una constitución. De nuevo, se trata de un breve documento en el que se distribuyen los papeles —Presidente, Primer Ministro, diputados, senadores, jueces, etc. — y se determina la relación entre ellos —disolución, moción de censura, veto, derogación, etc. — Es también en ese texto donde se establece el escenario y el tono de la historia que se quiere contar. 

Como en la ficción, los estadounidenses son muy buenos en esto.

He aquí las primeras palabras de su Constitución: «Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos». ¡Pum! En pocas palabras, un grupo heterogéneo de inmigrantes europeos se convierte en el Pueblo estadounidense. Él es el héroe de una aventura que va a apantallar al mundo entero y cuyo objetivo es «fomentar la prosperidad general y asegurar los beneficios de la libertad». ¡Ni más ni menos! Se nota que van a hacer todo lo posible. Además, para garantizar el espectáculo y las escenas de acción, todo el mundo podrá llevar un arma. Ha tenido tanto éxito que la Constitución estadounidense está ahora un poco atrapada por sus fans, que no quieren cambiar ni una palabra.  

En 1789, los franceses tampoco estaban tan mal: «Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del Hombre son las únicas causas de la desgracia pública y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del Hombre». La apuesta era clara: querían pasar página a la monarquía absoluta y crear un nuevo personaje: el ciudadano. Por cierto, la «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano» ha dado lugar a numerosas adaptaciones y varios remakes. Un gran, gran éxito también en este caso. 

A veces, una serie se construye en torno a un actor. Es difícil imaginar Breaking Bad sin Bryan Cranston, o los Soprano sin James Gandolfini. La Quinta República francesa y su sistema presidencial son casi lo mismo. Desde que De Gaulle se ha ido, somos como los fans de James Bond sin Sean Connery: no podemos evitar hacer comparaciones, y nunca es en beneficio del recién llegado. 

He aquí entonces nuestra sugerencia de guión: ahora que se ha establecido el bloqueo institucional y político, en lugar de escribir otra temporada de una serie agotada que no crea más que frustración para todos, el Presidente de la República debería dar a una asamblea constituyente una página en blanco para escribir una nueva historia común. 

Todo estaría sobre la mesa: las responsabilidades del Presidente y de las Asambleas, el sistema de votación, la democracia participativa, las libertades públicas y el papel de la prensa. En resumen, todo sería discutido y debatido —incluso cosas que aún no hemos imaginado, porque eso es lo mágico de empezar a escribir una nueva historia: nunca sabes adónde te va a llevar—

Todo estaría sobre la mesa, excepto la «forma republicana del Gobierno», que la Constitución actual no permite alterar. Así que no será Juego de Tronos (el totalitarismo), The Crown (la monarquía) o The Walking Dead (la anarquía). 

Ah, y como los guionistas sabemos que los títulos son importantes, proponemos llamarla directamente «Séptima República». Así evitaremos que Jean-Luc Mélenchon acapare los créditos. Será la historia de los franceses, por ellos y para ellos. 

 

Datos frente a mentiras:

la Agrupación Nacional de Marine Le Pen sigue siendo el primer partido de Francia

 

Ignacio Eguiluz | Adáraga , 08/07/2024

Ayer se celebró la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas y, como es habitual, los mass media están intentando teledirigir la opinión pública hacia sus intereses ideológicos y económicos.

Hechos frente a manipulaciones

Los hechos son que la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular formada por 25 partidos y apoyada por otros 21, fue la más votada y obtuvo 179 diputados

El segundo puesto fue para la coalición de centro-derecha Ensemble pour la République sostenida por seis partidos que tendrá 156 asientos en la nueva Asamblea Nacional. El tercer lugar lo logró la Agrupación Nacional (que se presentó en solitario, sin formar ninguna coalición) de Marine Le Pen con 143 diputados (tenía 89) y el cuarto fue para Los Republicanos (también concurrieron de forma independiente) con otros 67 escaños. El resto de asientos en la cámara baja francesa se repartieron entre la derecha diversa con 12 legisladores y otras formaciones minoritarias con 17 asientos.

Por partidos y a falta de concretar los últimos escaños de los territorios de ultramar, la Agrupación Nacional sigue siendo el primer partido de Francia en votos, porcentaje y diputados y obtiene sus mejores resultados históricos en unos comicios legislativos. El segundo partido fue el de Macron, Reinassance, con 81 asientos, es decir, a 62 diputados de los de Marine Le Pen y Jordan Bardella. La suma de 126 diputados obtenidos por el tercer y cuarto partido, La France Insoumise (65) y el Partido Socialista (61), ambos integrantes de la coalición de extrema izquierda, se quedá a 17 escaños de los nacionalistas.

La comparación española

Cuando los mass media aseguran que la Agrupación Nacional ha sido derrotada, mienten. Cuando estos afirman que los nacionalistas han dejado de ser el primer partido de Francia, mienten. Lo sucedido ayer es lo mismo que le pasó al Partido Popular de Alberto Núñez Fejóo en las últimas elecciones generales españolas: fue la formación más votada pero no pudo conseguir una mayoría en el Congreso de los Diputados que Pedro Sánchez sí logró.

Pero, a diferencia del caso español, el escenario que han dibujado estas elecciones en Francia deja prácticamente tocado y hundido a Emmanuel Macron. La mayoría que ostentaba en la Asamblea Nacional junto a Los Republicanos se ha evaporado. No parece que el Nuevo Frente Popular salga a su rescate, pues Jean-Luc Mélenchon se ha apresurado a pedir su dimisión. De momento, ya ha obtenido la cabeza del primer ministro, Gabriel Attal, que ha anunciado que abandona el cargo tras los pésimos resultados obtenidos ayer por la coalición presidencial.

¿Qué pasará ahora en Francia?

Cada día que pasa, es un día menos para la salida de Macron del Palacio del Elíseo. Sin mayoría en la Asamblea Nacional, gobernar va a ser un vía crucis para su gobierno. Imaginamos que intentará formar mayorías parlamentarias (hoy con la extrema derecha, mañana con los nacionalistas, en función de la materia a aprobar) pero se antoja muy complicado que tenga éxito. Tanto el Nuevo Frente Popular como la Agrupación Nacional consideran que el tiempo de Macron se ha acabado y forzarán un adelanto de las elecciones presidenciales previstas para 2027.

Balance de las elecciones en Francia

 

Elecciones francesas: el avance de Le Pen, la resurrección de Hollande, la vergüenza de Mélenchon y la supervivencia de Macron

 

Por Rafael Machado. Jornal Puro Sangue 8 julio, 2024

Si dependemos de los medios de comunicación occidentales para informarnos, creeremos que en Francia el "nazi-fascismo" ha sido derrotado y "la izquierda" ha triunfado, demostrando todo su poder y apoyo popular, etc.

El mundo real, sin embargo, no parece encajar bien con las narrativas triunfalistas de los aparatos propagandísticos de la hegemonía.

El Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen y Jordan Bardella se ha consolidado como el partido político más grande y popular de Francia, con 126 escaños en la Asamblea Nacional, un grupo parlamentario de 143 diputados y más de 10 millones de votos (correspondientes al 37%) en la segunda vuelta.

Cualquiera que hable de "derrotar a la 'extrema derecha'" está produciendo propaganda, no análisis; y son precisamente los que inventaron un "riesgo" de que RN se hiciera con más de la mitad de los escaños de la Asamblea (al igual que la propaganda occidental inventó un "Kiev caerá en 3 días", y luego dijo que Rusia "ni siquiera logró tomar Kiev en 3 días").

En la práctica, el resultado del NB fue muy cómodo y satisfactorio. Están en el mejor de los mundos. Un resultado abrumador tal vez pondría a RN en la incómoda posición de ocupar posiciones en un gobierno de cohabitación, friendo su popularidad en los entresijos de la burocracia francesa de "artilugios", mientras Macron seguiría tomando sus decisiones libremente en temas de seguridad nacional y política exterior.

El RN ahora podrá seguir hostigando al gobierno (mejor aún si es un gobierno de centro-derecha-izquierda, mientras controla 1/4 de la Asamblea. 1/4 de la Asamblea no es suficiente para que el RN, por sí solo, bloquee cualquier proyecto o derrocar al gobierno, pero es suficiente para obligar a los otros partidos a tener en cuenta a los nacionalistas, obligándolos a adaptar y enmendar proyectos de ley para que puedan ser aprobados.

El caso del "frente popular" de la izquierda es una triste y patética historia de fraude electoral. La única figura razonablemente carismática en este "frente popular" es Jean-Luc Mélenchon, de France Insoumise. Verán, no era el líder de la coalición, pero a menudo actuaba como portavoz porque, como he dicho, era el único político carismático del grupo.

Pues bien, a pesar de todo el alboroto mediático, el partido de Mélenchon mejoró su posición en la Asamblea por solo 6 escaños. ¿Es un crecimiento? Claro. Pero es un poco peculiar tratarlo como si fuera una victoria de la Copa del Mundo. Da la impresión de tener algo más detrás.

Es fácil de entender cuando se mira más de cerca quién creció realmente en esa bolsa de gatos que fue el llamado "frente popular" (sin gente). Al mismo tiempo: sin el pueblo porque, de hecho, los casi 20 partidos que componían el llamado "frente" solo lograron obtener 7 millones de votos en la 2ª vuelta de las elecciones.

Los partidos que más crecieron en esta "alianza antifascista" fueron el Partido Socialista (PS) del ex presidente François Hollande, que casi triplicó su tamaño, y el econneurótico EEV, ecologistas verdes, que duplicó su tamaño. El PS pasó de 28 a 64, el EEV pasó de 15 a 33. En conjunto, estos partidos representan el 50% del llamado "frente popular"...

El PS de Hollande es ahora el partido más belicista, "OTAN" y atlantista de Francia, superando al LR de Sarkozy desde que Macron llegó al poder.

Ya en el gobierno de Hollande (2012-2017), el PS apoyó la intervención militar francesa en Mali, bajo la justificación de "combatir a los extremistas", extremistas armados creados por la intervención francesa en Libia, generando una situación de retroalimentación que hizo permanente la ocupación. El mismo gobierno también hizo campaña para la organización de una expedición militar internacional contra Bashar al-Assad, y Hollande admitió públicamente haber armado a los grupos terroristas kurdos y salafistas que han sembrado el caos y la destrucción en todo Oriente Medio. Hollande fue también uno de los arquitectos europeos del Maidan y uno de los promotores de los Acuerdos de Minsk como artimaña para dar tiempo a militarizar Ucrania y preparar una guerra, utilizando a Ucrania como representante, contra Rusia. En el frente interno, también aprobó una reforma laboral draconiana y ganó el país aún más para la inmigración, también haciendo hincapié en promover una avalancha legislativa woke en asuntos sexuales y de género.

Hoy en día, el PS es el partido más vociferante en su apoyo a Ucrania y a los ataques a Rusia. Su defensa del reconocimiento de un Estado palestino no es más que una nimiedad cuyo propósito es "lavar" el sionismo para darle supervivencia.

La EEV no se queda atrás, acusando a Rusia y China de ser países agresivos y difundiendo "noticias falsas", abogando por envíos ilimitados de armas a Ucrania e incluso sanciones contra la empresa estratégica francesa TotalEnergies por haber violado las sanciones antirrusas. Para empeorar las cosas, el EEV ni siquiera pretende ser crítico con Israel.

No es casualidad, por tanto, que el programa del frente popular hable de armar a Ucrania hasta los dientes e incluso de condonar todas las deudas ucranianas, con el fin de dar supervivencia al Estado paria en cuestión, así como de abogar por un "cambio de régimen" en Gaza, de modo que cuando el "frente popular" habla de reconocer un Estado palestino, es una Palestina sin Hamás y sin las otras fuerzas de resistencia. Además, además de posiciones económicas poco diferentes a las del "ala izquierda" del Reagrupamiento Nacional, la "alianza arcoíris" promete distribuir la ciudadanía a los inmigrantes recién llegados, e incluso inventar la categoría de "refugiado climático", para aumentar aún más la inmigración, además de la plena adhesión a la agenda de "carbono cero".

Para los brasileños, lo que importa es el hecho de que el frente popular pretenda bloquear las importaciones de productos agrícolas generados a partir de la deforestación, lo que equivale a una promesa de presionar sobre la agenda amazónica en nuestro país, como lo ha hecho Macron.

Comprometer su carisma y reputación a este programa, resucitar la arruinada carrera de François Hollande, elegir al extremista sionista Raphael Glucksmann (ex ayudante de Mijaíl Saakashvili, agitador en la Plaza Maidan con Victoria Nuland, fanático rusófobo, recientemente expuesto como agente de la CIA en Francia) y otros elementos nefastos, mientras se hace pasar por un "militante antifascista" no es ingenuo, Es un sinvergüenza obvio.

Mélenchon desempeña el papel de bombero del sistema, de la oposición controlada y esto no es de extrañar. Cada vez que el nacionalismo da un giro ascendente, Mélenchon es llamado a justificar la petición de votos para Macron apelando a los mitos del antifascismo histórico.

Y así fue que, una vez más, fue conscientemente instrumentalizado para evitar que la victoria de RN se convirtiera en una masacre.

El "frente popular" retiró todas sus candidaturas en circunscripciones en las que había, en la 2ª vuelta, un candidato de RN compitiendo con uno de Macron. Los macronistas hicieron lo mismo en circunstancias análogas. Es la vieja estrategia del "cordón sanitario", que depende de la construcción de una "histeria antifascista" para convencer a los comunistas de que voten por candidatos que son prácticamente ancaps -anarcocapitalismo , libertarios-"contra el fascismo".

Así, la coalición arco iris unió sus votos a la coalición macronista en todas las circunscripciones. Y es esto, y sólo esto, lo que explica por qué RN no obtuvo más de la mitad de los escaños en la Asamblea.

El problema es que era fácil hacer el cordón sanitario cuando un voto a Le Pen era un voto de protesta. Hoy, el voto a Le Pen y a su partido es un voto popular, bien arraigado y dotado de organicidad y capilaridad. ¿Cómo es, a los ojos del propio electorado "izquierdista", tener que apoyar a Macron elección tras elección?

¿Es por eso que el 6% de los miembros del Partido Comunista Francés (miembro del "frente popular" y uno de los grandes perdedores de estas elecciones) prefirió votar por el RN en estas elecciones?

En cuanto a Macron, que ha visto cómo se derrumbaba el núcleo de su poder, con una pérdida de 86 escaños en su grupo parlamentario, cualquiera que piense que ha sido destruido se equivoca. La prueba de ello es que no solo no parece que vaya a dimitir (se dijo que lo haría en función del resultado), sino que además se negó a destituir al primer ministro Gabriel Attal.

Eso significa que Macron se siente lo suficientemente fuerte como para al menos posponer un cambio de gobierno y, al hacerlo, tal vez incluso preparar una nueva alianza de gobierno. Por supuesto, como cualquier nueva configuración de gobierno tendrá que ser más heterogénea, esto significa un debilitamiento de Macron, pero no de su línea de gobierno.

Una alianza con LR ya protegería al nuevo gobierno de una "moción de censura". Mejor aún si Macron consigue atraer también al PS y al EEV. Entonces Macron tendría la mayoría necesaria para un nuevo gobierno estable, aunque heterogéneo. Pero teniendo en cuenta que tanto el PS como el LR (sin el ala gaullista de Eric Ciotti) son neoconservadores y atlantistas, esta heterogeneidad no es tan inestable.

Fuente: https://infoposta.com.ar/notas/13559/resumen-de-opiniones-de-las-elecciones-en-francia/