viernes, 7 de agosto de 2009

La cosificación de los intelectuales

La cosificación de los intelectuales
La inteligencia es víctima, en mayor o menor grado, del mercantilismo capitalista. No puede sobrevivir al margen de las apetencias materiales, del influjo del valor de cambio, de lo cuantitativo. El homo economicus, en cierta categoría de intelectuales, se expresa en un cálculo mezquino y astuto, pero sin profundidad ni horizonte, incapaz de trascender el más estrecho interés individual. Sucumbe ante el poder sugestivo y avasallador de la propiedad privada. La obsesiva preocupación por los “derechos de autor” no es otra cosa que una manifestación inconsciente del sometimiento al universo capitalista. Es que el éxito intelectual es medido por el beneficio económico. Cuando el criterio económico se impone y sustituye al criterio docente, literario o artístico el intelectual deviene en un mercader de obras. Esto es, se convierte en un vendedor potencial de sus facultades espirituales cosificadas: la subjetividad misma, el saber, el temperamento, la facultad de expresión, se convierten en una mercancía, que se pone en movimiento según leyes propias, independientes de la personalidad del individuo. El caso del periodista revela del modo más grotesco “la falta de conciencia y de ideas” que lo conducen a prostituir sus vivencias y convicciones. Honoré de Balzac en su novela “Ilusiones perdidas” realiza un análisis lúcido e implacable de la cosificación del periodista en el siguiente dialogo: “¿Depende usted de lo que escribe? – dice Vernou con un aire burlón. Pues somos comerciantes en frases, y vivimos de nuestro comercio.” El poder del dinero, “vil ramera de los hombres” (según Shakespeare), corrompe y prostituye al más avisado de los mortales. Así, la satisfacción de sus necesidades individuales, constituye el único norte de su acción que no le permite ver en los demás sino rivales en la lucha por los escasos bienes; al tiempo que sus facultades espirituales, se tornan instrumentos potencialmente eficacísimos de los que por todos los medios intenta valerse. Para este tipo de intelectual su realización individual es un fin. No se trata de que el intelectual sea un vehículo para la realización del género humano. Todo lo contrario. El género queda subordinado al individuo, la esencia a la existencia y la sociedad se disuelve en una pluralidad de átomos aislados.
Tacna, 11 julio 2009
Edgar Bolaños Marín

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