miércoles, 14 de diciembre de 2011

2001 - 2011 : DIEZ AÑOS DE DRAGÓN PARA ALUMBRAR EL SIGLO CHINO


Décimo aniversario de la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio
2001-2011: diez años de dragón para alumbrar el Siglo Chino

Michelangelo Cocco
Il Manifesto
14-12-2011
Traducido para Rebelión por Susana Merino


Hace diez años la nación más poblada del mundo entraba en la OMC, la Organización Mundial de Comercio. Hoy ha desilusionado a quienes esperaban una apertura total al mercado y esa perspectiva parece que tiende a alejarse.

“Diez años después de su ingreso China se está alejando de la Organización Mundial del Comercio”. Esta sorprendente afirmación se conoció hace unos días –en un congreso que recordaba el acontecimiento– a través de Long Youngtu uno de los negociadores del histórico ingreso de China a la OMC el 11 de diciembre de 2001. Un abrazo que contribuyó a revitalizar el capitalismo herido por los sucesos del 11-S y produjo la apertura de lo que según muchos analistas será “el Siglo Chino”. Long expresa la desilusión de quienes esperaban una rápida y total apertura al mercado y comprueban en cambio que las tierras, bancos y grandes industrias se hallan aún en manos del Estado. Y teme que por efecto de una eventual segunda ola de recesión en los EEUU y por la crisis del euro, las tensiones últimas puedan desembocar en verdaderas guerras comerciales.

Chin Long Lim, profesor de Derecho de la Universidad de Hong Kong resumió así a Reuters el accidentado recorrido de la OMC: “¿Cómo podría definirse una Organización Mundial de Comercio sin China? Y entonces, ¿debemos cambiar las reglamentaciones chinas o modificar más bien las normas globales para adaptarlas a China?”

Contraórdenes, compañeros

La inversión prevista es de las colosales: 1,7 billones de dólares, dos veces y media el “estímulo” votado para salir de la crisis de 2008. Una montaña de dinero que de acuerdo con el plan quinquenal 2011-2016, debería mandar al archivo el decenio en el que la República Popular ha provisto al resto del mundo de productos de bajo costo y permitir el despegue de nuevos sectores definidos como “estratégicos”: la economía verde y la industria “hi-tech”. El Secretario de comercio John Bryson ha confirmado que no se trata de un simple anuncio, cuando en una reciente reunión con su contraparte china ha reivindicado una parte de la torta para las empresas estadounidenses. Al mismo tiempo en que la Administración Obama, investigaba por dumping a las marcas chinas que venden paneles solares a bajo costo en los EEUU y Pekín acusaba a Washington de proteccionismo.

De las manufacturas baratas a los autos verdes, a la biotecnología, a las energías alternativas: ¿cómo de “indolora” llegará a ser esta transformación? Hace unos días los obreros de una empresa que produce para Apple, Motorola y HP en Shanghai han hecho huelga contra la autoridad de los patrones: porque los transferirán con la fábrica o los despedirán sin indemnización. En Shenzhen y Dongguan, en el sur, de más antigua industrialización, millares de trabajadores están protestando por la reducción de las horas extras debida a la disminución de la producción.

El imperativo es restablecer el equilibrio del sistema. China crece ininterrumpidamente desde hace treinta años, desde las reformas de Deng Xiaoping. Con el 9,6% del total es el primer exportador del planeta, ha acumulado 3,2 billones de dólares de reservas en divisas pero también grandes desequilibrios sociales: la renta media es de 4.400 dólares anuales per cápita y el índice Gini sobre las desigualdades está en 0,41. Debido a la inflexión de la demanda externa, el Partido Comunista (PCC) apunta a desarrollar el consumo interno para mantener el crecimiento.

Censura, la batalla continúa

La República Popular ha llegado con retraso a la cita con internet, a la que -como país número 77 en orden cronológico– se incorporó en abril de 1994. Pero se ha recuperado con rapidez, y con 485 millones de usuarios es hoy el Estado con mayor cantidad de ciudadanos conectados. Entre los cuales 300 millones cuentan con una weibo. Nacida hace un par de años es la versión china de Twitter (inaccesible, igual que otras redes extranjeras) y constituye una de las formas de comunicación preferida de los internautas. Las autoridades y las corporaciones, que en las últimas semanas han puesto al weibo en una ofensiva de censura y publicidad, se han percatado de esto. Bill Gates, Coca-Cola, Unilever y Louis Vuitton han sido los primeros en lanzarse a una vitrina virtual expuesta a una clase media en ascenso a la que el PCC pide que consuma más. Los controles están obligados a seguir al wagmin (gente de la red) cada vez más audaz y a equilibrar los objetivos de la censura con las exigencias del mercado.

Las autoridades han declarado la guerra al rumor, contenido de la web como la de Guo Meimei, una joven desocupada que mostraba en su weibo, con una cartera de Hermes y manejando una Maserati, diciendo que era una empleada de la Cruz Roja (en medio de un gran escándalo); o aquella de los 20.000 terroristas fantasmas seropositivos, desparramados en el país para difundir el SIDA. Para desvirtuar el rumor la policía silencia las discusiones on line sobre los temas más escabrosos y quita las páginas molestas.

La madurez del yuan

Hasta ahora EE.UU. considera que el yuan está infravalorado artificialmente por lo menos un 20% y entre los congresistas hay quién está dispuesto a emprender su próxima campaña a partir del yuan y en defensa del made in USA. Mientras tanto la moneda, que en los últimos años se ha valorado lenta pero constantemente con respecto al dólar, continúa siendo débil y favoreciendo las exportaciones, pero está tendiendo a la “madurez” Según el último informe de la Comisión parlamentaria para las relaciones EE.UU.-China, Pekín ha alentado en los últimos años el control del uso del yuan en las transacciones internacionales, utilizando a Hong Kong para “experimentarlo”: dentro de cinco o diez años los billetes con el retrato de Mao comenzarán a amenazar el predominio del dólar en los mercados internacionales.

Haced estallar esa burbuja

Pekín: de 4.557 yuan el metro cuadrado a 17.782 (alrededor de 2.000 euros) en los últimos diez años. Shanghai: en el mismo período de 3.326 a 14.400; en la provincia de Zhejiang, de 1758 a 9.249. Con la aceleración de la industrialización y de las infraestructuras, la burbuja inmobiliaria ha atacado a las megalópolis y a las áreas costeras más desarrolladas, donde las jóvenes parejas de la clase media ya no pueden comprar casa y millones de trabajadores inmigrantes se hallan obligados a vivir en barracas y en alojamientos de caridad. El sector del ladrillo es uno de los que arrastran a la economía (con cerca del 13% del PIB) y también porque el control gubernamental sobre los capitales los está impulsando a invertir en el país. Un negocio para todos excepto para los ciudadanos: los dueños de inmuebles se encuentran entre los hombres más ricos de la República Popular, los gobiernos locales -con no pocos casos de corrupción– se han beneficiado de la venta de tierras, el Estado con los impuestos. Desde hace alrededor de un año el gobierno ha puesto en marcha una serie de medidas para frenar las subidas. El pasado mes de abril, la Comisión de control (CBRC) ha instado a las instituciones crediticias a realizar tests para el caso de una hipotética baja del 50% en los precios y de un 30% en la reducción de las compraventas. Según los catastrofistas (y los constructores que quieren seguir inflando la burbuja) las restricciones y la reducción de las financiaciones provocarán en las empresas y en los bancos quiebras en cadena, aumento del desempleo, inestabilidad. Para muchos analistas la burbuja será, en cambio, el enésimo laboratorio para comprobar la capacidad de gestión económica del Partido y del Estado, que estaría en condiciones de reabsorber los excedentes, recapitalizar la banca y obtener finalmente una redistribución de la riqueza de los especuladores entre las familias, logrando aumentar el consumo interno.

Amigos-enemigos, vecinos-distantes

Han pasado dos años desde el 14 de noviembre de 2009, cuando en Tokio Barack Obama se autoproclamó el “primer presidente pacífico” de EE.UU. Pekín ya hacía tiempo que estaba estudiando los movimientos del adversario en el tablero de Asia-Pacífico y mientras preparaba el futuro viaje a Washington del nuevo presidente Xi Jinping (programado para después de la asunción de este último el próximo otoño) responde a los EE.UU. con una escalada retórica. Ayer el Jefe de Estado, Hu Jintao, ha declarado que la Marina, que había quedado un poco retrasada en el complejo de las fuerzas armadas tradicionalmente subordinadas al ejército “debe acelerar su modernización y prepararse para la guerra”. Hace algunos días Obama había anunciado el nacimiento de una base permanente con 2.500 marines en Darwin, el puerto del norte de Australia que está a 820 km de Indonesia, considerado como vía de acceso al sudeste asiático. Con relación a Japón y a Corea del Sur (los dos aliados más importantes de los EE.UU. en la región) Darwin está mucho más cerca del Mar de China meridional, epicentro de un antiguo contencioso territorial (sobre los archipiélagos Spratly y del Paracel), entre la China, por un lado y Filipinas y Vietnam por el otro. En las profundidades de las Spratly y de Paracel, se hallan yacimientos de petróleo de alrededor de los 150.000 millones de barriles y de 3,4 trillones de m3 de gas. Y en los mares del Pacífico como en las agitadas aguas del mercado, a diez años de su ingreso en la OMC, la presencia China resulta cada vez más incómoda.

Fuente: http://www.ilmanifesto.it/attualita/notizie/mricN/6040/

rCR

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