domingo, 6 de mayo de 2012

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO (36)


Los PAF tienen dos componentes: estrategia e implementación táctica

En lo referente a los PAF, existen dos aspectos muy importantes concernientes a las limitaciones impuestas sobre el sistema motor. Uno de ellos es la estrategia, que se relaciona, como ya dijimos, con problemas globales, con la elección de categorías muy generales como luchar o huir, ya que no se pueden hacer ambas cosas al mismo tiempo. Sin embargo, la estrategia también debe contextualizarse según los eventos del entorno del animal en un momento dado, razón por la cual los PAF tienen dos componentes. El primero es el componente estratégico ya mencionado y el otro es la implementación de tales estrategias dependiente del contexto: la táctica (figura 7.5). Ambos componentes se entrelazan íntimamente y se consideran eventos premotores (capítulo 2). El hecho de escapar del tigre no crea la necesidad de hacerlo, pues ésta proviene de la urgencia sentida, que se percibe momentáneamente en el mundo externo. Tal urgencia se procesa en el ámbito premotor predictivo (debo correr) y posteriormente se implementa la solución táctica del PAF apropiado: corro. En esta decisión global, la evaluación táctica determina que lo mejor es mover las piernas de modo que pueda correr lo más rápido posible, alejándome y no acercándome al tigre, que es como manda la estrategia. Esto parece obvio pero, para sobrevivir, el cerebro debe implementar correctamente todos estos aspectos. Toda decisión tiene dos niveles: estrategia apropiada y, dentro de ésta, táctica apropiada. Una rana puede decidir saltar cuando ve acercarse las luces del automóvil. Sin duda es una buena táctica, pero dado el número de desdichadas ranas que se ven aplastadas en la carretera, es posible que la estrategia de saltar alejándose del automóvil no siempre se implemente a tiempo o de manera correcta. El trabajo de la selección natural nunca termina.

En lo referente a los PAF, es importante aclarar bien la diferencia entre estrategia y táctica. Digamos que soy un jaguar. Hay un enemigo y opto por la estrategia de quedarme y luchar. Pero, para definir la táctica contextual, es crítico saber cual es el enemigo: en cuanto a PAF motores se refiere, luchar con una serpiente difiere mucho de luchar con otro jaguar. Esta decisión en dos niveles y la consiguiente implementación estratégica y táctica son válidas para todos los organismos con sistema nervioso, desde los más primitivos hasta nosotros.

Figura 7.5
Estrategia versus táctica. (A) Estrategia: El Pentágono, cuarteles generales del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, centro de la estrategia militar. (B) Táctica: tanques del Cuerpo de Infantería de Marina: 2o Batallón de tanques de la 2a División de Infantes de Marina durante un ejercicio táctico de armas combinadas en el Centro de Combate de Aire y Tierra del Cuerpo de Infantes de Marina, Twentyníne Palms, California, 1 ° de febrero de 2000.

Si alguien se encuentra en una callejuela oscura y teme por su integridad, comienza a correr y a buscar en qué dirección escapar. En este ejemplo, ya se optó por una estrategia. En cuanto a la táctica: ¿correrá la persona hacia el final de la callejuela, o se subirá por una escalera de incendios? La estrategia escogida sería el evento macroscópico y la táctica implementada seria el componente microscópico, la resolución detallada de la respuesta.

Si se entiende lo anterior, se deduce que primero los VAS se activan como una secuencia y luego esta se contextualiza con el entorno presente. No tiene que ser una situación tan complicada como la que le pusimos al jaguar, a la gacela o incluso a nuestra pobre rana. El perro de la esquina tiene comida en el plato, pero también le escuece la oreja izquierda. ¿Se rascará primero o comerá primero? Es obvio que no puede hacer ambas cosas. Así, este tipo de activación implica que el sistema nervioso opte por eventos globales, escogiendo una y descartando momentáneamente otro, o quizás muchos otros.

En un plano fisiológico completamente diferente, el modo de examinar los objetos del mundo que nos rodea sirve también de ejemplo. Cuando algo llama la atención en la periferia del sistema visual, nos sentimos obligados a dirigir la mirada hacia allí, distrayéndonos momentáneamente de nuestro propósito visual previo. Esto se logra fácilmente moviendo los ojos, junto con la cabeza, el cuello, las caderas, e incluso los tobillos y los pies según el caso. Para orientar el cuerpo, efectuamos una aproximación general hacia la meta, tras de lo cual implementamos una actividad completamente diferente, pues ahora se trata de llegar al objetivo — el problema es de táctica. En el caso de los movimientos oculares, es necesario mover los ojos para que el objeto de interés quede en el centro del campo visual, y sólo entonces se comienza a "fovear" (si es que el lector es un animal que "fovea"). La "foveación" implica aumentar el nivel de agudeza visual utilizando la fóvea de la retina. La fóvea es el área visual de mayor sensibilidad espacial y consiste casi exclusivamente en fotorreceptores de tipo cónico. Al observar algo que nos gusta, digamos un mural interesante, son muchas las partes en las que podemos detenernos, por lo cual, según el entusiasmo del momento, tendremos que decidir con cuánto grado de detalle deseamos mirar, porque finalmente mirar es una manera sutil de tocar. Así, vemos de nuevo el funcionamiento de la estrategia y dentro de ella, de la táctica.

Este último ejemplo lleva a un problema crucial: el dispendioso equilibrio entre la imperiosa necesidad de un proceso que reduzca de manera sustancial (y útil) los grados de libertad, las posibles elecciones que el sistema toma o implementa y la necesidad fundamental de libertad para realizar dichas elecciones. Tenemos aquí otra diferencia entre la estrategia y, dentro de ésta, de la táctica, lo cual constituye la diferencia entre una respuesta refleja y una elección volitiva.

Si algo nos llama la atención en la periferia, movemos los ojos para que el objeto quede aproximadamente en el centro del campo visual. Esta estrategia global del sistema es claramente un PAF, pues es una respuesta refleja y bien delimitada; de no serlo, el reflejo generaría movimientos oculares demasiado amplios o demasiado cortos. Con el fabuloso cuadro que nos gustó en el centro del campo visual, entra en juego la táctica: decidir qué parte deseamos mirar y "fovear" (figura 7.6). Esta táctica no es un PAF; es voluntaria y por tanto implica una elección consciente. ¿Qué parte miraremos? Otro punto muy importante consiste en que la táctica inhibe al PAF; lo libera de su rigidez. Si encuentro que una esquina del cuadro es muy llamativa visualmente, de seguro lo que se halla en este momento en mi visión periférica seguirá allí. Lo que típicamente ocasionaría una mirada refleja hacia alguna otra área (estrategia), se inhibió voluntariamente. ¡Perdón, pero en este momento estoy "foveando" un detalle que me interesa!


Figura 7.6

Registro de los movimientos oculares (mitad) generados al examinar el perfil del busto de Nelertiti izquierda 1. Cada movimiento de ojos registrado es volitivo y balístico- (Derecho) El registro de los movimientos oculares se superpuso sobre el objeto. !Abajo¡ Aparato que mide los movimientos oculares con la cabeza fija. (Adaptado de Yarbus-1967; arriba figura 116, p-181; abajo, figura 13.P-30.)

Así los PAF reducen el enorme número de elecciones, o de grados de libertad del sistema, pero no alteran la capacidad de fragmentar o de modificar este operativo limitante, que es también la habilidad de escoger — la táctica voluntaria dentro de una estrategia dada.

Aclaremos lo anterior con un último ejemplo. Alguien va caminando y se resbala en un suelo enjabonado. Las piernas se van hacia adelante y la persona está por caer. Inmediatamente el sistema motor adopta una estrategia que automáticamente activa un PAF reflejo., En un comienzo, los brazos se mueven hacia arriba y hacia fuera para equilibrar el cuerpo y posteriormente se balancean hacia atrás y hacia abajo para frenar la caída. Este PAF impide que el sistema opere con total libertad y automáticamente señala e implementa la respuesta compensatoria correcta según las circunstancias físicas. Como durante la selección natural se han visto muchas caídas, no es ningún misterio que se haya desarrollado este PAF protector. El individuo, el “sí mismo”, no tiene tiempo de reflexionar e impulsar voluntariamente las sinergias musculares que inventen de novo este evento motor protector. Es así como la selección natural identificó lo que debe hacerse, cuando el organismo está por caer, perfeccionándolo a través de milenios, en módulos específicos que, en general, se activan en circunstancias motoras muy específicas: “tengo las piernas más arriba que la cabeza y estoy rodando boca abajo”. Los PAF son muy buenos amigos del «sí mismo”.

¿Pero por qué los PAF son tan fijos? Devolvamos la cinta al preciso comienzo del resbalón, cuando las piernas se deslizan hacia adelante, sólo que esta vez tengo en la mano el invaluable jarrón etrusco de mi madre.

Si el PAF en cuestión fuese realmente fijo, como el de la rana a la cual le escuece la espalda, se atajaría la caída y probablemente, medio segundo después, el jarrón se haría trizas en el sitio adonde, corno parte del maldito PAF involuntariamente lo hubiera lanzado al resbalar.

Pero el jarrón no tiene precio y además pertenece a mi madre. El PAF no lo sabe, pero yo sí. Pese al PAF conocemos exactamente el desenlace de esta situación. Caeré de lleno en el trasero, sujetando con las manos el jarrón que probablemente quedará intacto en mi regazo.

Entonces, ¿qué sucedió? ¿Sería que el PAF “apropiado” no se liberó o activó? Ciertamente lo hizo —ya dije que es automático y muy rápido. ¡Ah! pero también son las propiedades predictivas del cerebro. EI resbalón y la caída no son nada nuevo para el sistema tálamo-cortical (recuerda el lector el capítulo 3 cuando dije que para integrar debemos movernos en el mundo?), por lo cual es fácil y automático predecir las consecuencias. Tengo la imagen predictiva sensomotora: si intento no caerme, el jarrón se hará añicos. ¿La solución voluntaria? Me dejo caer, es decir, inhibo tácticamente el PAF, elimino conscientemente su curso de acción estereotipado: ¡sostengo ese jarrón a toda costa! Si aún no estamos seguros de que el PAF que impide la caída se hubiera activado inicialmente y después se hubiera cancelado, pensemos en situaciones semejantes en las que nos hayamos encontrado y en la dificultad de ajustar los movimientos durante la caída: agarrar el jarrón o la taza de café.

Hagamos un breve resumen. Tenemos un sistema motor que, al ser impulsado por estrategias globales, implementa los PAF en el contexto apropiado en el que deben darse y cuya precisión se debe a que el elevado número de posibles elecciones se reduce inmediatamente. La estrategia adoptada por el sistema determina lo anterior. En buena parte, estos PAF vienen con el “cableado” innato, por lo cual su activación constituye algo equiparable a los reflejos. Como módulos de función motora automática, la evolución los formó y los perfeccionó para ahorrar tiempo (de cómputo), como un eficiente antídoto contra un sistema motor enormemente hipercompleto; por su sincronía con la activación contextual y su fiabilidad en la ejecución, los PAF le ahorran tiempo al “sí mismo”, el sustento de la predicción. Sin embargo, una vez activados, la expresión motora estereotipada de la mayoría de los PAF puede modificarse tácticamente, según las exigencias del contexto. Este “escape” o cancelación de un evento motor, limitado por el PAF en ejecución, se logra mediante el sistema tálamo-cortical, el “sí mismo”. Este sistema toma elecciones volitivas, ponderando la información y anticipando las consecuencias en un contexto evolutivo. Para que las respuestas del repertorio motor no sean fijas, se necesita del advenimiento de la conciencia.

El lenguaje como PAF promotor

Para concluir el capítulo, deseo señalar algo que trataré en mayor detalle en el capítulo 11, en otro contexto. Es interesante ver cómo en el síndrome de Tourette se observan los mismo síntomas (palabrotas) en todas las personas de todas las lenguas, lo cual sugiere algo fascinante respecto de la generación del lenguaje en el cerebro. Es decir, el lenguaje mismo es un PAF y, además, es un PAF premotor íntimamente relacionado con la actividad de los ganglios basales. Esto lo sugieren los síntomas clínicos de por lo menos una paciente examinada por mí junto con otros colegas, y de quien hicimos un estudio titulado “Palabras sin mente” (Schiff et al 1999). Realicé este estudio junto con mis colegas Fred Plum y Nicholas Schiff, distinguidos neurólogos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Cornell y con mi amigo y colaborador Urs Ribary quien, como yo, pertenece a la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York. En la paciente en cuestión, un accidente cerebro vascular masivo no dejó prácticamente ningún área cerebral intacta, excepto parte de los ganglios basales y el área cortical izquierda, la cual se conoce como área de Broca, responsable de los aspectos motores del lenguaje. El “derrame” también dejó intactas algunas partes del tálamo, de modo que, junto con parte de los ganglios basales y el área cortical de Broca, compartían ciertos circuitos interconectados (véase la figura 3 del capítulo 11). Esta persona se halla en coma desde hace 20 años y todas las medidas objetivas y el diagnóstico radiológico, así como otras medidas no invasivas, indican que la mayor parte del cerebro está funcionalmente muerto. Sin embargo, pese a hallarse en estado vegetativo, ocasionalmente genera palabras (figura 7.7).

Se trata, pues, de alguien que perdió todas sus capacidades, excepto la de generar palabras, la cual se halla intacta. Lo anterior corrobora que el sistema nervioso parece estar organizado en módulos funcionales. En este caso, la generación de palabras es una propiedad intrínseca del cerebro. Es muy triste que alguien emita palabras al azar, sin ninguna conciencia subyacente al PAF que las produce. Sin embargo, el drama opuesto es igualmente posible y quizá aun más aterrador. Tras ciertas lesiones, el individuo comprenderá el lenguaje y la prosodia, podrá ver y oír e interactuar con el mundo externo, excepto que será incapaz de generar palabra Pero de nuevo, lo importante es que estos casos claramente apuntan hacia una organización modular de la función del sistema nervioso.

Figura 7.7

Localización del lenguaje en el Cerebro. El hemisferio izquierdo abarca las estructuras que implementan palabras y frases y que median en diversos aspectos léxicos y gramaticales. El conjunto de estructuras neurales que representan los conceptos propiamente dichos se distribuye en el hemisferio derecho e izquierdo en numerosas regiones sensoriales y mataras. (Tomado de Domasio y Damasio. 1992, p.92.)

Los PAF pueden modificarse, aprenderse, recordarse y perfeccionarse. ¿Cómo hace el cerebro para aprender y recordar las cosas? ¿El “sí mismo”? Examinaremos estos problemas en el capítulo 9.

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