LA PLANIFICACIÓN EN EL PERÚ (2-4)
Carlos Zuzunaga Flores
Una reflexión sobre la historia de la planificación conforme la conocemos hoy parece pertinente al abordar su historia en el Perú.
El Cirque Blackett en la Gran Bretaña parece inaugurar en el mundo moderno la planificación integral para una emergencia de guerra. Personajes como J. Galbraith y Nelson Rockefeller participaron en la puesta en práctica del New Deal de F. D. Roosevelt, quien fue considerado como progresista avanzado en su política de reconstrucción después de la crisis de 1929
Usada la planificación para la recuperación de Europa después de la segunda guerra mundial, fue sin embargo desestimada casi unánimemente como una receta para la vida económica de los Estados Unidos, derogadas las regulaciones de emergencia de tiempo de guerra. Tampoco fue recomendada en principio para los países que recibían ayuda de los Estados Unidos en la década de 1950; pero en la década siguiente ocurre una clara reacción originada en la revolución cubana, cuando la Alianza para el Progreso aconseja, entre otras reformas, la de planificar las economías, surgiendo entonces la paradojal situación de que un país enemigo de la planificación central alienta a los gobiernos que reciben su ayuda a implantar políticas antiliberales, con la consecuencia inevitable de que se fortalecía con ello a los gobiernos y de un modo u otro se debilitaba más aún a las ya raquíticas posibilidades de formación de una economía libre en el mundo subdesarrollado.
Acaso en tal contradicción debe encontrarse un trasfondo equívoco, pues la planificación de las micro-unidades económicas, que se practicó con éxito en el mundo industrial y que en ellos se alentó, pudiera haberse supuesto que sirviera para organizar como empresas, esto es, como micro-economías, a los países subdesarrollados.
El resultado fue manifiestamente contraproducente para los países de ese modo inducidos a planificar. La penetración del capital extranjero y la exportación neta de excedentes y de capitales hacia el mundo industrial se incrementaron y a ello contribuyó la vacilante política internacional de los Estados Unidos que, con su influencia indudable en la política de las Naciones Unidas, no solamente permitió sino que alentó, a través de las comisiones Económicas Regionales -la CEPAL en este caso- un tipo de políticas anti-liberales, contrarias a la tradición de los países industriales. Estas políticas, cuyo análisis se hará con algún detalle en el capítulo pertinente, fueron igualmente vacilantes y por tanto contribuyeron a desorientar a los gobiernos que emplearon esfuerzos y tomaron decisiones que luego resultaron contrarias a su mejor interés. Vale la pena mencionar entre ellas, en secuencia dramática de fracasos, la política de sustitución de importaciones, los esfuerzos de integración económica hasta hoy infructuosos y la postulación de un programa de desarrollo compulsivo formulada en algún momento por Prebisch en un informe para el Banco Interamericano de Desarrollo.
Lo cierto es que este juego de contradicciones se orienta en la debilidad de la economía -y consiguientemente de la estructura democrática- de nuestros países. La planificación es un sustituto poco inocente de la realidad del desarrollo. Es pensar en un futuro que el subconsciente sabe por anticipado que no tendrá lugar. Entre tanto, la necesidad de los centros de poder de entenderse con gobiernos fuertes impulsó la ilusión planificadora en los países pobres. Richard Meier cree en la necesidad de crear un Estado efectivo como justificación de los planes, un Estado con instituciones que reúnan información que interesa a la distribución de conocimientos y la adjudicación de poder. Y ello se aplica, aunque con resultados diversos, tanto en los países socialistas como en los subdesarrollados que se aprecian de ser solamente socializantes.
Hoy se ofrece doctrinariamente la oposición entre planificación, en cualquiera de sus grados, y economía de mercado, en el entendimiento erróneo de que la libertad de comercio con absoluta falta de intervención estatal habría existido en algún momento en la historia económica, lo que ciertamente fue menos cierto que en otra época cualquiera en la del mercantilismo europeo en que concurría a su éxito una alianza estrecha entre las fuerzas “privadas” de producción, que contribuían generosamente al mantenimiento del poder, y el proteccionismo y otras regulaciones emanadas del propio poder.
La crítica contra el mercado fue inaugurada solamente en 1920 con “La Economía del Bienestar” de Pigou y continuada con éxito sobresaliente, dadas las nuevas condiciones sociales e históricas, por la “Teoría General” de Keynes. Ese material permitió luego que Rosenstein-Rodan diera forma a su divulgada teoría de que la economía del mundo subdesarrollado no saldría de su lamentable condición sin ser centralmente planificada dejando de lado las fuerzas del mercado. Rosenstein-Rodan y Scitovsky afirmaron que los precios eran inadecuados para determinar las decisiones de inversión; pero no proporcionaron un sustituto válido que haya podido funcionar eficazmente en las economías pobres, particularmente en los países que se empeñan en mantenerse democráticos, que es evidentemente el tema que nos interesa.
Myrdal y Singer siguieron a Rosenstein-Rodan y a Scitovsky al destacar el costo, para ellos inaceptable, de las decisiones basadas en las leyes del mercado, pero fueron igualmente incapaces de proporcionar una receta sustitutoria de eficacia probada. Dudley Seers trabajó desde Sussex y en América Latina en una clara posición neo-marxista encaminada a romper los vínculos externos –como si tal fuera el caso del neo-marxismo en la práctica- propendiendo a la autarquía, al cambio de los estilos de vida y de consumo y a la acentuación de los nacionalismos.
Un gobierno fuerte, con planificación o sin ella, democrático o autoritario, es un instrumento de nacionalismo efectivo, con las consecuencias contradictorias que el nacionalismo muestra en la historia política, económica y bélica. Así W. A. Lewis considera que planear requiere en los países atrasados la existencia de un “gobierno fuerte, competente y honesto”, que es exactamente lo que no pueden mostrar los países atrasados, sin embargo de lo cual se les incita a planificar. Mas añade Lewis que a falta de tales condiciones es acaso mejor que no haya planeación y que se deje la economía a las leyes del mercado. Vale la pena recordar que Lewis consideraba a los discípulos de Lenin como “una orden sacerdotal muy preparada y disciplinada que llevará a la práctica las instrucciones sin vacilación”
*****
Unos párrafos sobre los diversos tipos de planificación parecen pertinentes para ubicar mejor el cuadro de nuestro examen de su proceso histórico en el Perú.
En la medida en que fue practicada en los Estados Unidos desde Roosevelt, la planificación favoreció la racionalidad productiva, luego facilitada sustancialmente por el uso generalizado de la computación. Tal grado de racionalidad, sin el incremento de la modernización electrónica, existía sin embargo ya desde antes del ensayo británico arriba mencionado. El ser humano ha tratado de aplicar cierto grado de previsión racional a sus decisiones, particularmente en eventos críticos como la movilización de recursos bélicos, pues bien puede decirse que Gengis Kan planificaba ya la guerra y sus requerimientos, y que comparadas con sus estrategias de previsión las guerras europeas del Renacimiento y las expediciones de los cruzados resultaban ser aventuras relativamente irracionales.
En el caso de las economías occidentales, la experiencia de la planificación de guerra en gran escala favoreció luego a la empresa privada en lo que preferimos llamar micro-planificación o planificación de las micro-unidades económicas; pero la planificación central se puso en práctica en forma compulsiva, generalizada y excluyente sólo en los países socialistas y con los resultados que ya fueron aludidos y que no es el caso discutir aquí en detalle.
Si la intervención del Estado ha sido real desde que él existe, como se ha dicho a propósito del mercantilismo inglés y francés, el dirigismo resulta ser un segundo paso posterior a la intervención en que aparentemente se dejaba hacer y de dejaba pasar. El dirigismo se convierte así en la antesala para la planificación global. Como resumen de este en efecto, la planificación llamada indicativa, practicada en el proceso puede afirmarse que en una primera etapa el Estado interviene, aun absteniéndose, pues la abstención es en buena parte aparente; Que en una segunda etapa se hace dirigista como en el New Deal de los Estados Unidos, con la posibilidad de retroceder a la primera etapa y tratar de este modo de “desregular” la economía, lo que ha sido notorio en los últimos gobiernos republicanos de ese país. En una última etapa, la intervención estatal se convierte en planificación global. Pero aún en tal caso hay una sutil e importante diferencia que merece destacarse.
En efecto, la planificación llamada indicativa, practicada sobre todo en Francia, acompaña y al mismo tiempo encamina la ruta de los factores económicos, particularmente practicando una economía mixta con énfasis particular en la asignación de recursos financieros. Es claro, por tanto, que la planificación indicativa es algo más y algo distinto que el simple dirigismo.
La planificación global o centralizada se hace, en cambio, imperativa y es ella la que mira sobre todo en el largo plazo la totalidad del mapa de una economía, afectando por tanto la libertad personal y eliminando enteramente la libertad de mercado. Esto último, la eliminación de la libertad de mercado y precios, es natural y obvio en una política centralmente planificada; pero no lo es igualmente, si bien la realidad lo exige, el que tal eliminación lleve consigo graves limitaciones a la libertad de las personas y de sus ideas, incluyendo la libertad de desplazamiento y de expresión de disensiones. Mas como la planificación global e imperativa no puede menos que arrastrar la limitación de las libertades individuales y de los derechos humanos, ella resulta necesariamente anti-democrática en el sentido en que la democracia es entendida en el mundo occidental.
(…)
Nota.- El Socialismo Peruano tiene un objetivo declarado: el Cambio Social del capitalismo al socialismo. Es importante tener posición ante la planeación inducida y la planeación compulsiva. Y, sobre todo, tener posición ante la economía de mercado. ¿Es el socialismo una economía de mercado, donde hay banco, dinero, mercancía, mercado, ley del valor? ¿Pueden desaparecer estas categorías en la etapa inicial de la construcción de una nueva sociedad sin explotados ni explotadores?
Para Tejer la Red, la CEPAL y el mercado socialista son temas centrales de debate.
Ragarro
23.05.12
No hay comentarios:
Publicar un comentario