lunes, 30 de julio de 2012

28 DE JULIO: EN EL DIA DE LAS DEFINICIONES



Uno de los grandes problemas que tiene el Perú actual es el de su dualidad nacional. Somos una nación en formación.

Cuando el Perú antiguo, el Tawantinsuyu, el cimiento biológico, poblacional, estuvo asentado en la Sierra, en nuestros andes milenarios; su capital, el Cusco y el Estado quechua de los cuatro suyus y el ayllu, como su célula económica.

Cuando el antiguo Perú del Tawantinsuyu se dispersó y disolvió bajo el golpe del dominio de los conquistadores españoles, surge el otro Perú, cuyo ralo cimiento biológico (español) se asienta en la tierra baja, la costa. Su capital Lima, fundada por su capitán español, Francisco Pizarro, organiza el nuevo Estado feudal que tiene en la familia biológica, reunidas en el régimen del Virreinato, su célula económica, tributaria del rey de España, como lo fue la familia biológica de los quechuas convertidos en peones o siervos tributarios del señor terrateniente español aclimatado en suelo peruano.

Cuando se proclama la independencia del Perú, un 28 de julio de 1821, Lima continuó, como lo sigue siendo hoy, capital del Perú. Este Perú que se formó en la costa y eligió como base de su capital a esta tierra blanda. Hijos de la conquista, relegó a un segundo plano a ese cimiento biológico del Perú ancestral. Hoy, ese cimiento biológico ancestral, se encuentra disperso en aquellos estrechos linderos de lomas y quebradas con el nombre de Comunidades Campesinas, cuyos hijos, aguijoneados por la pobreza y la extrema pobreza, emigran sin cesar, en busca de un porvenir, a la costa peruana, y de aquí, al extranjero, donde probablemente, su nostalgia que le habla cuando dicen “la tierra que me vio nacer”, descubrirán el profundo drama que vive el Perú de hoy en busca de su identidad nacional, bruscamente cortada de un solo tajo por el cuchillo de la conquista.

Este gran problema nacional se veía de modo evidente en refriegas superficiales cuando el costeño despreciaba al serrano, al cholo, a su folklor y sus costumbres; y sus ascendientes más próximos, los quechuas, eran motivos de burla y desdén. El costeño se sentía español, a pesar de que el color de su piel denotaba de modo evidente, su mestizaje o como observara nuestro gran Ricardo Palma, “en el Perú, quien no tiene de inga, tiene de mandinga”. El mestizo costeño, como el mulato o el negro de la costa, se juntaban como herencia supérstite del amo español en el desprecio al serrano, por creerlo inferior como indio o como cholo. La rápida modernización de nuestras ciudades con sus incipientes industrias que los convierte en obreros y los empuja a ejercer los más diversos oficios, fueron modificando su conciencia y enrumbándolo al encuentro de sí mismos: nuestra identidad nacional, de obreros y campesinos.

En las últimas décadas del novecientos, todas estas superficiales imitaciones de desprecio han sido ahogadas con la acelerada ascensión en el trabajo productivo del serrano mestizo o el cholo, que ya convertido en obrero, agricultor moderno, profesional, técnico, intelectual, comerciante, industrial, soldado que, como herederos de las mejores virtudes del español como del quechua y el de la ideas liberales de una república, aunque a mal traer, democrática, han dado muestras de una iniciativa digna, creativa, constructiva, de progresión constante en el campo de la producción, pero que el caduco orden social dominante no le deja crecer y solo permite que las transnacionales del capital extranjero eternicen a la economía nacional solo como depósito de materias primas y mercado para sus productos e inversiones de sus capitales en beneficio de sus propios intereses.

Para testimoniar lo que se afirma aquí, tenemos muchos ejemplos prácticos que están al alcance de todo buen peruano. Por ejemplo, El mayor Centro Comercial del Perú: Gamarra, es producto del pensamiento y de la acción de hijos provenientes de nuestras más escondidas comunidades campesinas del Perú. La pequeña y mediana industria; el pequeño y mediano comercio, está en sus bases. Y en las más complejas y variadas actividades de producción y servicios de la sociedad peruana, no deja de estar presente, al lado del trabajador de la costa, el trabajador del Ande como el de nuestra Amazonia, como nuevos prototipos de productores organizados en Sindicatos o Gremios. El germen del Perú Nuevo es toda una nueva realidad en marcha, solo le está haciendo falta su ORGANIZACIÓN A NIVEL NACIONAL PARA EL RESURGIMIENTO DEL PERU.

Estos breves indicios prácticos animan a afirmar que el proceso de definición de nuestra identidad nacional, marcha a grandes pasos. Es el Perú real, el Perú profundo, el Perú Integral, muy distinto y muy distante de ese Perú superficial que se sostiene hoy en el poder político solo por la fuerza irracional organizada y su falso nacionalismo como su falsa pose diplomática internacionalista.

El bosquejo de ese avance práctico en lo económico, político y social del Perú Nuevo, indica que el día de la Independencia, con sus virtudes y sus defectos, ya cumplió su misión histórica, y es por demás impotente -cercano ya su bicentenario- para cumplir el gran objetivo del Perú Integral que reclama en cada generación que se renueva, la concentración de sus mejores energías en el gran mito social del presente: EL CAMBIO SOCIAL, única salida que obra realistamente en el encuentro de sí mismo de este Perú Profundo: Nuestra Identidad Nacional. Por eso, la realidad nueva de hoy se recoge bajo ese signo y es sinónimo de ORGANIZACIÓN.

No existe mayor estorbo a que ese proceso se cumpla, que la tiranía del orden social existente, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes.

Héctor Félix Damián

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