viernes, 31 de agosto de 2012

LA POLÉMICA SOBRE ARGUEDAS EN LA REVISTA ILLARIC (Segunda parte)



A propósito del artículo de Martín Guerra “Perder de vista a la vida”

Por: Guillermo Yucra



“Pero, realmente y puesto
que tratamos de la vida,
cuando el hecho de entonces eche crin en tu mano…”

César Vallejo (Poemas humanos)

Sobre la pretendida visión “precapitalista” (o pasadista) de Arguedas y el supuesto contenido feudal de su novela Todas las sangres


Como habíamos señalado anteriormente, Martín Guerra al polemizar con las diferentes visiones que existen sobre el problema del indio, ubica la propuesta arguediana de la cultura andina como expansión transformada vital y creativa que se reproduce a través de la comunidad -siempre en interacción con el mundo que le rodea y no como una mera unidad aislada- y pone en cuestión el concepto de mestizaje, el cual es lugar común a esas dos visiones mistificadas que existen en relación al indio como sujeto social: la hispanista y la indigenista, y como se podrá colegir la crítica se hace extensiva a la visión academicista que impera en las ciencias sociales respecto a esta problemática y que tiene en Mario Vargas Llosa[1] a uno de sus principales epígonos.

Ciertamente no hay una mirada arcaizante, inmovilizada o tradicionalista en el pensamiento arguediano, sino todo lo contrario. Al respecto Martín Guerra señala: “… Arguedas atraviesa diversas etapas, a veces estas se superponen sin que demostrara eclecticismo, pues su concepción básica del mundo social andino era aquella que lo identificaba como un universo de resistencia y lucha, frente a una explotación constante y un sistema que lo negaba y marginaba al mismo tiempo.”

La defensa de la comunidad y del indio que enarbolara Arguedas, sin duda resultó bastante incómoda a la intelectualidad y la academia de su tiempo, como lo testimonian las dos mesas redondas que enjuiciaron la narrativa arguediana, por considerar esta “que la comunidad antigua pudiera servir de base para una comunidad moderna”. Arguedas definitivamente se formó un concepto diferente de las ciencias sociales, el conocimiento directo que tenía del mundo andino lo previno de estereotipados prejuicios academicistas. Arguedas se atrevió a pensar en “ruptura epistemológica”[2] con los paradigmas de las ciencias sociales de su tiempo. Así nos refiere Martín Guerra: “Y en las ciencias sociales, apostaba a que estas fueran instrumentos de transformación y no solo de explicación del mundo. (…) “La antropología de la época de Arguedas no le bastaba para poder presentar el mundo andino en su complejidad, pues era una ciencia construida desde una mentalidad occidental.”

En conclusión, no se haya en la narrativa arguediana una visión “precapitalista”, no puede haberla cuando el propio Arguedas estudia el rol de las comunidades las sitúa en su dinámica de cambio, evolución y desarrollo. Y cuando se hace alusión a la “naturaleza animada” y “el sentimiento panteísta” que desborda en sus obras, esta no se circunscribe a una rígida visión de inmovilizar la comunidad en el tiempo, como si se tratara de intactas tradiciones que no son permeables a los cambios, sino que obedece a la peculiar especificidad que tiene el hombre andino de relacionarse con la naturaleza. No es pues como muchas veces se ha afirmado y se continúa afirmando que hay un contenido feudal en la obra de Arguedas, particularmente en su novela Todas las sangres. La mirada de Arguedas es compleja y se esfuerza logrando recrear con éxito, un escenario de la lucha de clases que se vivió en el país. Arguedas explicando las motivaciones que lo llevaron a escribir esta novela, señala:

“Y escribí este libro, Todas las sangres, en que he intentado mostrarlo todo (…) Hay tres personajes que son los más importantes, dos son fundamentales, dos heredan un gran feudo, los dos hermanos se odian a muerte (…) uno es de mentalidad completamente antigua y feudal, el otro ha sido educado en los estados Unidos y en Lima, es casi ingeniero (…) y desea hacer del Perú un país muy como Norteamérica; el otro quiere aguantarlo para que siga siendo un país antiguo. En el fondo, uno de los hermanos lucha para modernizar el país (…) y el otro odia lo moderno porque considera que lo moderno es un peligro para la santidad del alma. Entre los dos, como cuña formidable, está un indio que sufrió todo cuanto un indio puede sufrir en Lima, el honorable Rendón Willka”.

Asimismo, Martín Guerra dando cuenta de la “expansión transformada de la cultura indígena” en Arguedas, agrega: “Hablamos de que en el Perú no se ha dado la simple mezcla de dos culturas, más bien, una ha resistido y ha evolucionado a partir de la contradicción constante y violenta con la otra. ¿Demetrio Rendón Willka es un mestizo? Sí, en el sentido de su formación política y cultural fuera de los márgenes de su comunidad. No, en la lógica del mundo en el cual cree y por el que da la vida. Desde ese punto de vista, el más concreto, duradero y decisivo, es un indígena.”

En definitiva, Demetrio Rendón Willka no es un tradicionalista que apuesta por la conservación de la feudalidad en el país –como si lo es don Bruno[3]-, es más bien el renovador de su cultura indígena en expansión y transformación.

Por ello, suena bastante absurdo cuando se pretende deslizar que haya una “crítica sentimental” de Arguedas hacia el capitalismo, a la manera como Lenin la planteó a los teóricos populistas en Rusia[4], sin reparar siquiera en los ajustes de cuenta que el propio Lenin hace a sus planteamientos, conforme se desarrolla el proceso revolucionario en ese país. Otro sin duda, es el Lenin de “todo el poder a los soviets”, entendidos estos como los consejos de campesinos en el campo y como los consejos de obreros en la ciudad.

Sean pues útiles estas apreciaciones críticas que sobre Arguedas hace Martín Guerra para prevenirnos de ese “duro corsé” academicista que petrifica la realidad, y de la cual estamos seguros la juventud universitaria y estudiosa del país está muy bien advertida. (Fin)

Sábado, 25 Agosto del 2012




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[1] Manuel Scorza al comentar las interpretaciones que la literatura hace sobre la realidad latinoamericana, escribe interesantes puntos de comparación –por cierto diametralmente opuestos- entre Vargas Llosa y Arguedas, en un ensayo probablemente escrito en el año 1971, año de la publicación de la novela póstuma de Arguedas El zorro de arriba y el zorro de abajo, dice lo siguiente: “El Territorio Liberado de Literatura Latinoamericana es hoy escenario del conflicto de las cosmovisiones producidas por la guerra de clase y enfrentamientos de civilizaciones. Ariel Dorfman ha señalado que entre Arguedas y Vargas Llosa hay “dos modos radicalmente opuestos de ver el mundo: las dos cosmovisiones que en este momento se disputan el futuro cultural de América, los dialogantes en una conversación que es la esencia de nuestro continente.” La cosmovisión de Arguedas propone la rebeldía, la comunicación con los hombres y el universo, la solidaridad y el combate, la épica. La de Vargas Llosa le opone el fracaso, la incomunicación, el individualismo, la soledad, el miserabilismo. Mejor no soñar, susurra Vargas Llosa. Arguedas, en cambio, sugiere que el hombre debe justamente soñar, puesto que a través de la imaginación original y originaria a través del acto poético que funde hombre con universo, puede salir del abismo de hiel, cada vez más hondo y extenso, donde ya no podrá llegar ninguna voz, ningún aliento del rumoroso mundo. Pero claro, Arguedas y Vargas Llosa sólo representan aquí dos corrientes, dos líneas ideológicas, dos dialogantes, dos protagonistas de una guerra ideológica: el enfrentamiento entre una concepción individualista y una concepción colectiva de la historia.” (cursivas en el original) Véase: Manuel Scorza. Literatura: Primer territorio libre de América (Ensayo). Difusión: Jaime Guadalupe. Lima-Perú, 2006.

[2] Aunque no estemos de acuerdo con el filósofo francés Bachelard (1884-1962) cuando afirma que no hay proceso acumulativo o continuidad en la reflexión del conocimiento científico; si coincidimos en que suelen darse necesariamente cambios bruscos que contribuyen a nuevos desarrollos, en este caso particular, en el ámbito de las ciencias sociales en el Perú.

[3] Don Bruno representa en la novela Todas las sangres al gamonalismo como clase social, es el terrateniente de la hacienda “La Providencia” que quiere que los indios sigan manteniendo su condición de siervos.

[4] Este no es un debate nuevo, ya en 1942 V. M. Miroshevski calificaba al pensamiento de J. C. Mariátegui de populista. Poniendo énfasis en dos cuestiones que atribuye a Mariátegui: 1) en las “románticas exaltaciones de la “comunidad” indígena”, y 2) la supuesta negación de la dirección revolucionaria del proletariado, señala: “En 1926-1928, Mariátegui propaga las ideas del “socialismo” pequeñoburgués, se convierte en un propagandista de la “revolución campesina socialista”. La limitación pequeñoburguesa, aún no superada en sus ideas, le impedía comprender el papel histórico del proletariado. Mariátegui tenía la convicción de que el Perú marcharía hacia la revolución por su propio camino, por un camino “especial”. Consideraba a los campesinos indígenas peruanos como “colectivistas naturales”, creía que éstos realizarían la revolución socialista independientemente, sin la dirección del proletariado revolucionario.” Y más adelante agrega: “Precisamente la fuerza y la debilidad de Mariátegui consistían en que expresaban en realidad las aspiraciones revolucionarias democráticas del campesinado indígena. Su fuerza (…) fue un expositor de la idea popular, de la revolución de las masas (…) Su debilidad, porque el campesinado indígena, abandonado a sus propias fuerzas, sin la dirección del proletariado revolucionario (…) Mariátegui reconoció al final de su vida la debilidad de su posición pequeñoburguesa yvenciendo la ideología “populista” entró en el camino de la lucha por la hegemonía del proletariado en la revolución democráticoburguesa, antifeudal y antimperialista.” (las cursivas son mías) Véase: El “populismo” en el Perú. Papel de Mariátegui en la Historia del pensamiento social latinoamericano. En: Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano (Selección y prólogo de José Aricó). México, Ediciones Pasado y Presente, 1980. Véase también las importantes apreciaciones que Gustavo Pérez hace sobre el tema: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=35841

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