Francisco Umpiérrez Sánchez.
En Las Palmas de Gran Canaria. 26
del 10 de 2012.
El saber filosófico es el menos
útil de los saberes. La razón estriba en que es el saber más alejado de la
realidad y, por consiguiente, el menos práctico. En este sentido se parece a la
religión. Pero mientras la religión es un consuelo para las almas sufrientes,
la filosofía no lo es. No obstante, la filosofía ha estado al servicio de la
religión. Gran parte de sus más insignes representantes han dedicado grandes
capítulos a explicar la naturaleza de los dioses. En una época como la actual
donde la gente que cree en Dios se lo representa casi exclusivamente como
Jesucristo, esto es, de una forma concreto-sensible, las ideas esgrimidas por
Spinoza, que representan a Dios preferentemente como sustancia, esto es, de una
forma filosófica abstracta, parecen literatura fantástica.
No puedo estar de acuerdo con
Luís Roca Jusmet cuando afirma que “Spinoza no es panteísta, porque Dios es una
palabra que utiliza por imperativo de su época y que se refiere al ser”. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=157048).
Dios es muy importante en la concepción filosófica de Spinoza. La primera parte
de su Ética se titula De Dios. Y el concepto que contiene a
Dios en la filosofía de Spinoza es el de sustancia y no el de ser. Lo peculiar
en el concepto de Dios de Spinoza es que lo extiende a unos extremos
inusitados. Nada hay en el cielo o en la tierra que quede fuera del concepto de
Dios. En la definición VI de su Ética puede leerse: “Por Dios
entiendo el Ente absolutamente infinito, esto es, una sustancia que contiene infinitos
atributos,…”. Después demostrará que fuera de Dios no existe nada y nada se da
sin su mediación.
Lo importante es detallar los
conceptos que elabora Spinoza para explicar la naturaleza de Dios. El primer
concepto que elabora es el de Por causa de sí: “Por causa de sí entiendo
aquello cuya esencia implica la existencia, o sea, aquello cuya naturaleza no
puede concebirse sino como existente”. Ante estas nociones hay pensadores que
reaccionan de modo formal. Este es el caso de Pelayo García Sierra: “Causa de
sí mismo: condición de una causa en virtud de la cual su sustancia consistiese
en ser efecto de su propia causalidad. Esto haría que la causa sui debiera
ser anterior a sí misma, pues la causa es anterior al efecto; por ello la idea
de causa sui la consideramos absurda”. (http://www.filosofia.org/filomat/df127.htm).
El formalismo de García Sierra no le permite ver lo que hay que ver en esa
idea: la unidad del concepto y del ser. Y Dios no puede pensarse sin esa unidad
de concepto y ser. Y para aquellos cuyo pensamiento se desenvuelve bajo el
predominio del materialismo burdo, les advertiré que algo puede no existir y
sin embargo puede ser pensado: este es el caso de Dios. Y lo que puede ser pensado
y sin embargo no existir puede hacerse con lógica o sin ella. Si es el caso que
pensamos en la existencia del Dios cristiano, entonces existencia y concepto
deben estar unidos. Así lo formula Spinoza en la proposición XX: “La existencia
de Dios y su esencia son uno y lo mismo”. Escuchemos ahora a Hegel
en Lecciones sobre la historia de la filosofía: “Esto de la causa de sí
mismo es una expresión importante, pues mientras nos imaginamos que el efecto
es lo opuesto a la causa, la causa de sí mismo es aquella causa que, al actuar
y separar lo otro, sólo se produce, al mismo tiempo, a sí mismo”. No se trata
formalmente de saber que la causa es anterior al efecto, sino si podemos pensar
en algo que sea causa de sí mismo, aunque bajo el punto de vista de la
existencia carezca de validez. Una concepción errónea del mundo no implica que
deje de ser un concepto y que no haya una razón que lo anime. Hay razones
equivocadas. El error no es la negación de la razón sino del acierto. Luego con
el pensamiento formal no llegamos muy lejos en la comprensión del pensamiento
de Spinoza, sólo lo declaramos absurdo, esto es, sólo lo negamos.
En el ámbito científico la
existencia de los entes no se demuestra. Se parte siempre de lo existente o
alguna manifestación de lo existente. Y a partir de ahí mediante la observación
y el análisis se elabora el concepto que lo representa. En el caso de Spinoza
el punto de partida es la esencia o el concepto y a partir de ahí se quiere
deducir que el ente concebido existe. Y en verdad no se deduce, sencillamente
se afirma. Si el concepto de Dios no implicara su existencia, entonces no sería
Dios.
El tercer concepto que elabora
Spinoza es el de sustancia: “Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se
concibe por sí: esto es, aquello cuyo concepto no necesita del concepto de otra
cosa para formarse”. Nada hay en la tierra y en el cielo que sea por sí: todo
es por medio de otra cosa. Toda cosa es objeto de otra cosa. Todo ser necesita
de otro ser para existir y se manifiesta en otro ser. Una persona o
una animal necesitan de alimentos para poder existir; luego no son en sí. La
planta necesita del sol y éste manifiesta su fuerza objetiva en aquella. El
punto de partida es la interdependencia entre los seres. Escuchemos a este
propósito a Marx en Crítica de la dialéctica y la filosofía hegelianas en
general: “Un ser que no tiene su naturaleza fuera de sí, no es un ser natural,
no participa de la esencia de la naturaleza. Un ser que no tiene un objeto
fuera de sí, no es un ser objetivo”. Y unas líneas más adelante añade: “Ahora
bien, un ser sin objeto es un ente irreal, no sensible, puramente pensado, es
decir, puramente imaginario, un ente de la abstracción”. No otra cosa es la
sustancia de Spinoza: un ente de la abstracción. Si sólo es en sí, no es para
otro ni es por medio de otro. Y si no necesita de otro concepto para
concebirse, entonces nada hay fuera de él que forme parte de su esencia. Luego la
sustancia de Spinoza es un ente irreal, imaginario, inexistente.
La definición cuarta elaborada
por Spinoza es la de atributo y la quinta la de modo. “Por atributo entiendo
aquello que el entendimiento percibe de la sustancia en cuanto que constituye
la esencia de la misma”. Y “por modo entiendo las afecciones de la sustancia, o
sea, que es en otra cosa, por la cual también se la concibe”. Resumiendo: la
sustancia se concibe por sí misma; el atributo no se concibe por sí mismo sino
por medio del entendimiento; y el modo es lo concebido por medio de otra cosa.
Estas distinciones se presentan en el pensamiento de Hegel como lo general, lo
particular y lo individual. Estas son las palabras del pensador alemán
referidas al asunto que nos concierne y que están contenidas en el texto
referido anteriormente: “Lo general concreto es la sustancia, lo particular
concreto el género concreto; el Padre y el Hijo son, en el dogma cristiano,
particulares de esa clase, cada uno de los cuales contiene la naturaleza
íntegra de Dios, sólo que bajo una forma particular. El modo es lo individual,
lo finito como tal, que se manifiesta en la conexión externa con otra cosa”.
Ahora llega la definición VI:
“Por Dios entiendo el Ente absolutamente infinito, esto es, una sustancia que
consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia
eterna e infinita”. Si nosotros pensáramos qué puede ser un ente absolutamente
infinito, no podría ser otro que el universo, donde incluiríamos al planeta
Tierra y al ser humano con todas sus conquistas. Luego en este sentido el Dios
de Spinoza sería análogo al universo. Dicho de otro modo: lo que dice de Dios
debe decirlo del universo. Después Spinoza nos dice que Dios es una
sustancia. Luego todo aquello que dijimos sobre la sustancia debemos decirlo
sobre Dios: Dios es en sí y se concibe por sí. Pero además añade algo más: es
una sustancia que consta de infinitos atributos. Luego no habrá atributo que el
entendimiento pueda mentar que no sea en Dios.
Pasemos ahora a las proposiciones
XIV y XV. Proposición XIV: “Aparte de Dios no puede darse ni concebirse ninguna
sustancia”. Esto era inevitable. Dada la definición de sustancia, no puede
haber otra sustancia que no sea Dios. Algo que es en sí y se concibe por sí, no
puede ser sino Dios. Pasemos a la proposición XV: “Todo lo que es, es en Dios;
y nada puede ser ni concebirse sin Dios”. Aquí Dios se presenta como la
sustancia donde todos los seres se hunden. Todo lo que es, esta piedra, este
río, este hombre, este sentimiento, y el largo y extenso aquí, es en Dios.
Luego nada existe ni es fuera de Dios. Pero hay más: este pensamiento, este
concepto, este recuerdo y toda cogitatio sólo lo será de algo y sólo lo será
con Dios. Dios es todo. Nada hay fuera de él.
Escuchemos ahora la definición I
de la sección titulada De la naturaleza y del origen del alma: “Por cuerpo
entiendo el modo que expresa de cierto y determinado modo la esencia de Dios,
en cuanto se la considera como cosa extensa”. Todos los entes que pertenecen al
mundo físico tienen cuerpo y, en consecuencia, tienen cierta extensión. Dejemos
de lado de momento las partículas atómicas, que esto no nos distraiga de lo
principal que tenemos que ver. Para Spinoza cualquier cuerpo, esta mesa en la
que escribo, el sol que me abraza, ese automóvil que corre raudo delante de mí,
es una manifestación de la esencia de Dios. Esto es pura fantasía. Pero hay que
hacer una advertencia para que la gente no se lleve un concepto erróneo de las
ideas de Spinoza: el filósofo neerlandés no dice que esta mesa sea Dios sino
que es una expresión determinada de la esencia de Dios. Todo es signo de Dios.
En todo se manifiesta Dios. De ahí que se le catalogue como panteísta.
Leamos por último la proposición
I de la sección antes referida: “El Pensamiento es un atributo de Dios, o sea,
Dios es una cosa pensante”. Escuchemos ahora la demostración: “Los pensamientos
singulares, o sea, este o aquel pensamiento, son modos que expresan de cierto y
determinado modo la naturaleza de Dios. Compete, pues, a Dios un atributo cuyo
concepto implica todos los pensamientos singulares y por el cual se conciben
también éstos. El Pensamiento es, pues, uno de los infinitos atributos de Dios,
que expresa la esencia eterna e infinita de Dios, o sea, Dios es una cosa
pensante”. Los pensamientos singulares producidos por los hombres y
mujeres a lo largo de toda la historia, desde los grandes nombres de la ciencia
y de la literatura hasta la gente más sencilla, son modos que expresan la
naturaleza de Dios. Luego Dios se manifiesta en todas las producciones
espirituales humanas.
No cabe duda que la idea de Dios
forma parte sustancial del pensamiento de Spinoza. La peculiaridad de Spinoza
estriba en que el contenido del concepto de Dios lo extiende de forma absoluta
hacia toda manifestación del ser y del pensamiento. Todo se hunde y desaparece
en Dios. Todo es por medio de Dios. Este predominio de la idea de Dios en la
concepción de Spinoza queda expresado muy bien por Hegel en Lecciones
sobre la historia de la filosofía: “Spinoza afirma que lo que se llama universo
no existe en modo alguno, pues solo es una forma de Dios y no algo en y para
sí. El universo no posee una realidad verdadera, sino que todo esto se lanza al
abismo de una identidad única. Nada es, pues, en la realidad finita: ésta no
posee verdad alguna; para Spinoza, solamente Dios es”. Me gusta la estética de
la expresión hegeliana. Estamos acostumbrados, más hoy día con las fotografías
proporcionadas por los potentes telescopios, a concebir el universo como un
espectáculo para los ojos de primer orden, su inmensidad nos abruma y su
colorido nos entusiasma. Pero nos llega Spinoza y nos dice que nada de eso
tiene una verdad en sí, que el universo no es más que una forma de Dios, que no
es para sí. Y como Dios es concebido como una sustancia abstracta, resulta
estético y muy inteligente decir que Spinoza lanza todo al abismo de la
identidad única.
En muchos círculos intelectuales
hay una cierta confusión acerca del pensamiento de Spinoza. Se afirma que en el
pensamiento de Spinoza la naturaleza es Dios o Dios es la naturaleza. Pero hay
aquí un problema de rigor. Se saltan por encima uno de los conceptos básicos de
Spinoza: el modo. A este respecto dice Spinoza: “Por modo entiendo las
afecciones de la sustancia, o sea, aquello que es en otra cosa, por lo cual
también se la concibe”. Y no es lo mismo decir que A es B que decir que A es en
B. Así que no es lo mismo decir que la naturaleza es Dios que decir que Dios es
en la naturaleza. Pero en todo esto podemos ser más precisos. De hecho Spinoza
afirma que el cuerpo (la naturaleza) es un modo de expresión de la esencia de
Dios. Así que no es lo mismo afirmar que Dios es la naturaleza que afirmar que
la naturaleza es una manifestación o signo de Dios.
Como estos matices no son fáciles
de ver en todas sus consecuencias, pondré un ejemplo analógico que permita al
lector apreciar todo lo que aquí está en juego. Hablemos de la madera.
Concibámosla como una sustancia. Pensemos ahora en una silla de madera, en una
mesa de madera, en un ropero de madera, en una cuchara de madera y en una casa
de madera. La silla, la mesa, el ropero, la cuchara y la casa se presentan como
formas particulares de existencia de la sustancia madera. La madera en su
calidad de sustancia se presenta como el género; y la silla, la mesa, el
ropero, la cuchara y la casa como sus especies. Partimos de la madera y
llegamos a cinco formas particulares de existencia de la misma, partimos de lo
abstracto indeterminado y llegamos a cinco cosas determinadas y concretas.
Hagamos ahora el movimiento contrario: reduzcamos la silla a madera, la mesa a
madera, la cuchara a madera y la casa a madera. Han desaparecido sus
diferencias, han sido reducidos a una sustancia indiferenciada, y hemos
obtenido su unidad abstracta. Por lo tanto, no sería lógico decir
que la madera es mesa, sino que la mesa es una forma particular de existencia
de la madera. En matemática el rigor es básico, pero en filosofía lo es aún
más. La falta de rigor en matemática se nota al instante, en filosofía puede
quedar oculta durante siglos.
Creo que los debates sobre si
Spinoza es materialista o idealista no son del todo necesarios. Creo que los
pensadores deben ser examinados más por lo que aportan al conocimiento que por
la línea filosófica que siguen. Y cuando decimos de un pensador que es
idealista o materialista cubrimos muy poco. Es como si las cosas sólo las
conceptualizáramos por su color. Además las líneas de pensamiento no se
presentan separadas de forma absoluta. Bajo una línea de pensamiento
materialista puede haber en el contenido mucho idealismo, y al
revés: bajo una línea de pensamiento idealista puede haber mucho contenido
materialista. Esta circunstancia ya había sido observada por Engels en su obra Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana: “Durante este largo
periodo, desde Descartes hasta Hegel y desde Hobbes hasta Feuerbach, los
filósofos no avanzaban impulsados solamente, como ellos creían, por la fuerza
del pensamiento puro. Lo que en realidad los impulsaba eran, precisamente, los
progresos formidables y cada vez más raudos de las Ciencias Naturales y de la
industria. En los filósofos materialistas esta influencia aflora a la
superficie, pero también los sistemas idealistas fueron llenándose más y más de
contenido materialista y se esforzaron por conciliar panteísticamente la
antítesis entre el espíritu y la materia; hasta que, por último, el sistema de
Hegel ya no representaba por su método y su contenido más que un materialismo
que aparecía invertido de forma idealista”. Así que subrayemos estas dos ideas:
una, por el progreso de las ciencias naturales el contenido de los
sistema idealistas se llena de materialismo, y dos, el idealismo hegeliano es
un materialismo invertido de forma idealista. Lo he repetido muchas veces. Hay
una tendencia al pensamiento absoluto. Las contradicciones se presentan como si
los dos lados opuestos no tuvieran nada que ver el uno con el otro. Se niegan
los matices y se niega que cada lado de la contradicción contenga a
su opuesto. Se niega además la transición entre los contrarios. Bajo categorías
dialécticas puede esconderse un pensamiento rígidamente metafísico. Pero en la
realidad y en el pensamiento las cosas no son así. En los sistemas idealistas
se contienen elementos materialistas y en los sistemas materialistas se
contienen elementos capitalistas.
También es importante conocer a
los pensadores en concreto. Y conocerlos liberados de prejuicios. No se trata
de saber cuatro cosas por encima de Spinoza recurriendo a un manual de
filosofía, lo mejor es conocer algunos fragmentos de su pensamiento. Se trata
de aprender a pensar como él y mover las categorías como él lo hace. El
pensamiento, el juicio, debe concebirse como el movimiento de las categorías.
Yo he estudiado parte de su Ética, fundamentalmente el primer capítulo: De
Dios. Me ha encantado. He aprendido muchísimo. Y no me ha preocupado si es
materialista o idealista. No he estado pendiente de ese asunto. Sé que habla de
Dios: el ente más idealista que ha creado el ser humano. Y me ha parecido pura
fantasía todo que ha afirmado sobre su ser, su existencia y su naturaleza. Si
alguien quiere convencerse de que es imposible que Dios exista, entonces debe
leer a Spinoza.
SPINOZA (2012). Ética. Madrid:
Gredos.
G.W.F. HEGEL (1995). Lecciones
sobre Filosofía de la Historia III. México: Fondo de Cultura Económica.
K. MARX y F. ENGELS (1967). La
Sagrada Familia. México: Grijalbo.
K. MARX. F. ENGELS (1975). Obras
escogidas, 2. Madrid: Akal.
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