Nota Breve
Desde hace poco
más de un mes, en tierras peruanas, se ha desatado una polémica que comenzó
como una escaramuza entre Eusebio Leyva y la segundilla de la facción
"doctrinariamente homogénea". Nuestro conocido Eduardo Ibarra no
pudo contener sus impulsos polémicos, y salió al encuentro del inesperado
contrincante. Hoy les presentamos los argumentos de ambas partes. Esta serie
promete esclarecer una controversia que hunde sus fundamentos en el conflicto
entre ideismo y materialismo, metafísica y dialéctica, liberalismo y marxismo,
capitalismo y socialismo.
Conozcan
nuestros lectores los términos de la controversia y saquen sus propias
conclusiones.
03 Noviembre 2012
Edgar Bolaños
Marín
*************************************************************
EDUARDO IBARRA Y EL DESCALABRO DEL
DOCTRINARISMO
Eduardo Ibarra escribió el artículo “Mucho
Ruido y Pocas Nueces (primera parte)” el día 16.10.12 el mismo que fue
puesto en conocimiento de los participantes de las listas de correo por medio
de su invariablemente servil correveidile César Risso.
Este escrito lo pueden encontrar en la página 42 y siguientes del archivo que
adjuntamos y que contiene los materiales del debate hasta la fecha.
El artículo constituye el segundo de una
extensa lista que el señor Ibarra papá nos viene dedicando,
con pica con rabia y pena, como reza el inmortal valse de los Troveros
Criollos, es aún de más bajo nivel que el anterior al que supo
titular "Porqué Una Cortina de Humo"
En esta ocasión Ibarra papá parte de un postulado, de una
definición, de una tautología que ya está cimentada en su cerebro y que para
variar carece de todo asidero en la siempre verde realidad de la Vida (su
sempiterna enemiga).
Tal definición es parte de una ridícula
teoría de la conspiración, donde este modesto activista del socialismo
resultaría ser un perverso agente de un grupo liderado por un señor llamado
Ramón García.
“Tan desesperado debe sentirse el grupo que dirige Ramón García por la
resonancia que tiene en algunos círculos la crítica que hemos hecho de sus
posiciones oportunistas y revisionistas, que el señor Leyva ha tenido que salir
a defenderlo con la argucia de que nadie nos conoce en
la clase obrera.”
Así comienza la desdichada perorata del
cabecilla de los huachafamente autodenominados “los agonistas conscientes del
socialismo peruano.”
Detengámonos un momento en ella y observemos la última parte: “la
argucia que nadie nos conoce en la clase obrera”
Argucia de acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española significa “sofisma,
argumento falso presentado con agudeza”
Don Eduardo, con todo respeto, Usted está tomando por imbéciles a sus lectores,
a los lectores que nos siguen.
¿Es un argumento falso, una argucia, un
sofisma esto de que “nadie los conoce en la clase obrera”?
¡En absoluto! esa es una realidad tan maciza, tan
incontestable y verificable que le aseguro que nadie, ni siquiera su rastrero y
servil lacayuno César Risso se animaría a discutir.
Entonces quien está utilizando una argucia
en nuestra discusión es Usted y no este modesto activista.
Queda demostrado pues que quien hace uso y
abuso de métodos reñidos con la honestidad intelectual son ustedes y no yo; y
cuando digo ustedes me refiero además de Usted mismo, a su valido Risso que
como demostré en un envío anterior, guillotinó mi razonamiento, en la parte
condicional de mi pregunta esencial que era:
SI ustedes dicen ser en todos sus discursos los más esclarecidos y
lúcidos representantes del proletariado y los más calificados defensores de la
pureza doctrinal del marxismo leninismo,
¿PORQUE se
encuentran absolutamente aislados del movimiento obrero y popular y de la Lucha
de Clases en general?
Estamos pues frente a la figura de un ladrón que grita ¡al ladrón!
Quien hace uso de argucias en el debate es Ud. Ibarra,
y no yo.
Luego de esta grosera mentira, Ibarra papá, pasa a decirnos qué es
lo que él quisiera que Leyva haga en el debate. Leámoslo:
“Así pues, lo que hubiera tenido que hacer
el señor Leyva, desde su primera intervención, es demostrar que no tenemos la
razón, que nuestra crítica es errónea.”
En buen romance, en buen castellano, lo
que nos quiere decir Ibarra papá es que nosotros nos pongamos a
debatir en los términos donde él se siente como pez en el agua, es decir en ese
mundillo del autismo político de discutir quién puede recitar de paporreta las
citas de los clásicos, quién puede determinar el sentido del párrafo tal o la
oración cual y así hasta el fin de los tiempos.
Es decir caer en la práctica perniciosa de
los Ibarras y cia, caer en esa concepción del marxismo como un cuerpo
cerrado de "principios" y "verdades" contenidos en los
libros clásicos, y no como un instrumento para conocer, interpretar y
transformar revolucionariamente la realidad.
Le repito lo que le dije a Ibarra hijo,
antes de que huyese, en la primera parte de esta polémica: toda la teoría
leninista fue escrita en debates despiadados por parte de Lenin, en
medio de la Lucha de Clases del movimiento obrero, exigido por las necesidades
de luchar con mayor eficacia y mayor eficiencia contra la burguesía.
Luego de el sabelotodo adquiriendo un
tonito entre filosófico y sociológico nos dice:
“Ahora bien, el marxismo exige la unidad
de la teoría y la práctica, y, por esto, lo ideal es que el debate
de ideas se procese en el seno de las clases trabajadores” (subrayado y
negritas son nuestras)
Este razonamiento quedaría y estaría
perfecta si lo dijese una ama de casa en trance de preparar un Ají de Gallina,
pero resulta patético e inaceptable en un teórico que presume de marxista
leninista como Eduardo Ibarra.
Si el ama de casa dijese por
ejemplo: “lo ideal es que el Ají de Gallina se prepare con leche
evaporada, pero si se hace con leche en polvo no queda nada mal” todo
estaría perfecto y en su sitio; nada que reprocharle.
Pero que un marxista leninista que dice
ser, como vimos, la encarnación del proletariado, nos diga que “lo ideal
es que el debate de ideas se haga en el seno de la clase obrera pero si no se
puede no pasa nada” es absolutamente inaceptable.
La lucha política si no está vinculada a
“luchar mejor" en, valga lo redundante, la Lucha de Clases, como condición SINE
QUA NON, no sirve absolutamente de nada.
Si debato con Usted y su tendencia, que a
estas alturas más que “agonistas” parecen agónicos, es para que recapaciten,
dejen a un lado sus taras y lastres vinculadas al más estéril de los
doctrinarismos y sectarismos y contribuyan a esa inmensa tarea que está
pendiente: fundir la teoría revolucionaria con inmensas capas que se encuentran
huérfanas de ella, en un trabajo solidario y conjunto de los activistas del socialismo.
Eusebio Leyva.
¡Defender el Pensamiento de Mariátegui
de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!
Mucho Ruido y Pocas Nueces
(Primera Parte)
Tan desesperado debe sentirse
el grupo que dirige Ramón García por la resonancia que tiene en algunos
círculos la crítica que hemos hecho de sus posiciones oportunistas y
revisionistas, que el señor Leyva ha tenido que salir a defenderlo con la
argucia de que nadie nos conoce en la clase obrera. Esta argucia es su
principal “argumento”. Examinemos, pues, dicha argucia.
Mao señala que “Cualquiera,
sea quien fuere, puede señalar nuestros defectos. Si tiene razón, los
corregiremos. Si lo que propone beneficia al pueblo, actuaremos de acuerdo a
ello”. Sea quien fuere quiere decir que cualquiera puede
plantear una crítica a los defectos, y, por extensión, a las limitaciones, a
los errores y a las desviaciones de un colectivo político cualquiera, si
tiene razón. Tener razón es, pues, la única condición que
anota Mao, pues en el debate de ideas lo que hay que establecer en
principio es si la crítica es correcta o no. Esta es una verdad
elemental.
Así pues, lo que hubiera
tenido que hacer el señor Leyva, desde su primera intervención, es demostrar
que no tenemos la razón, que nuestra crítica es errónea. Pero en vez de
proceder así, prefirió hacer lo que sabe: echar barro a la defensa del marxismo
y encubrir el revisionismo.
Nuestra crítica a la negación
del marxismo-leninismo, a la tergiversación de Mariátegui, al reformismo de
querer “construir los gérmenes del socialismo” en las condiciones de la
sociedad capitalista y al partido-mezcolanza, es una crítica correcta, justa,
necesaria y oportuna. En cinco años ella no ha podido ser respondida con
argumentos, sino apenas con citas manipuladas, falacias, maniobras, insultos y
otros métodos criollos. El propio discurso subalterno de Leyva es una prueba
más de la invulnerabilidad de nuestra crítica.
Desde luego, es necesario ser
un marxista objetivo para tener la capacidad de reconocer esa simple verdad.
Cualquier miembro del grupo revisionista está vedado de llegar a este
reconocimiento, salvo que de pronto se decida a proceder con honestidad
intelectual. Por eso, ante nuestra crítica, el señor Leyva, repitiendo a
Gustavo Pérez, se ha limitado a decir impotentemente: ”farragosos escritos”,
“farragosos escritos”.
Y, como mero provocador, no ha
aportado, por supuesto, ni una sola prueba de su afirmación. Ni puede aportarla,
pues para el efecto tendría que hacer algo que está más allá de sus
posibilidades: demostrar con argumentos (no, pues, repitiendo las falacias de
Ramón García, Miguel Aragón, Gustavo Pérez y otros) por qué no es válido el
marxismo-leninismo, por qué cree que Mariátegui fue marxista pero no
marxista-leninista, por qué la lucha contra el revisionismo le produce náuseas,
etcétera, etcétera, etcétera.
Nuestra crítica al grupo
revisionista es una teoría que beneficia al pueblo, el cual, como
es lógico, requiere de la verdad revolucionaria para avanzar en sus luchas.
Pero, en su egotismo burgués, el mencionado grupo está lejos de reconocer que
nuestra crítica beneficia al pueblo y, por esto, está lejos también de corregir
sus desviaciones y actuar conforme a la verdad.
Esta es la primera cuestión
que era necesario esclarecer.
Ahora bien, el marxismo exige
la unidad de la teoría y la práctica, y, por esto, lo ideal es que el debate de
ideas se procese en el seno de las clases trabajadores. Pero lo real es que
sólo el PCP (U), PCP (PR), el PCP (SL) y el PSP tienen un cierto arraigo en la
clase y las masas, mientras las otras tendencias estamos lejos de eso y todas
las organizaciones sin excepción estamos más lejos todavía del proyecto
mariateguiano de un partido de masas (“partido de masas y de ideas”). Esta
realidad no tiene por qué impedir el debate de ideas. Creer lo contrario es no
tener sentido realista, o, en su defecto, tener una actitud puramente negativa.
Específicamente, las
tendencias que quedaron fuera de la organización partidaria entre 1975-1976, no
pudieron partir sino casi de fojas cero en lo relativo al trabajo de masas. En
el caso de la tendencia de Ramón García, es de conocimiento general que la
deserción de este personaje lo llevó al extranjero, y que, no obstante tener
algunos seguidores que formaban su facción “bolchevique”, se pasó casi cuatro
décadas animando y desanimando algunos círculos de estudio, sin vínculos
orgánicos con las masas trabajadoras. Esta es una realidad que ha sido
subrayada incluso por algunos seguidores suyos. En el caso de mi tendencia,
aquello de partir de fojas cero se presentó como una realidad dramática: éramos
poquísimos, y no teníamos casi vínculos con las clases trabajadoras.
Sin embargo, en los años ochenta
hicimos serios esfuerzos por salir de esa situación, cosechando algunos éxitos
relativos, aunque inquietantes para algunos activistas del PCP-SL, que nos
consideraban sus rivales. Así, delatados por ellos, varios de nosotros
terminamos presos en 1986.
Aunque no es de mi agrado
hablar de mí mismo, debo referir, sin embargo, obligado por la circunstancias,
que, mientras viví en el país, fui un trabajador –manual y no intelectual– y en
esa condición estuve siempre directamente ligado a las luchas de las clases
trabajadores. Paralelamente a esto, hice uso de la tribuna para exponer
cuestiones teóricas, políticas y programáticas, contribuyendo así a la fusión
del marxismo peruano con el movimiento de las clases trabajadoras, sin
preocuparme jamás de la popularidad, cosa por la que no doy un comino.
En esas circunstancias, debido
a la persecución policial y a las amenazas del PCP-SL, me vi forzado a
exiliarme en mayo de 1993.
Para finalizar con esta parte,
diré que, en oportunidad del debate que se produjo a raíz de la publicación de
mi libro El pez fuera del agua en 2010, hice una exposición
sucinta de mi actividad en el país donde permanezco exiliado. Por eso considero
que no es necesario que la reedite.
Desde los primeros años del
presente siglo mi tendencia compartió actividades con algunos grupos, pero con
una concepción frentista (“todo a través del frente”), lo que retrasó en varios
años su vertebración organizativa. Sólo hace dos años que hemos podido
vertebrarnos organizativamente, y los que permanecen en el país
hacen serios esfuerzos por penetrar en las masas.
En el trabajo Tareas
del proletariado revolucionario en el período actual, 1995, puntualicé: “El
trabajo de crítica y preparación es correcto, pero ha sido aplicado inconsecuentemente”.
“Si bien el socialismo proletario ha forjado importantes instrumentos
intelectuales de la revolución, en cambio no ha forjado casi sus instrumentos
materiales”. “Así pues, la política del socialismo proletario ha servido insuficientemente a
la revolución”. “En fin de cuentas, no ha tenido la capacidad de conducir a las
masas por ningún camino”. “Mariátegui señalaba que ‘no basta predicar la
revolución, hay que organizarla’. “Esto significa que no basta interpretar la
realidad, hay que transformarla”. “Es decir, hay que dirigir la revolución”.
“En este período de reflujo, en este período de crítica y preparación, el
socialismo proletario tiene que echar raíces en las masas populares, pues sólo
sobre esta base puede florecer la revolución”. “Ahora, sólo hace falta que los
revolucionarios proletarios se echen al hombro la tarea revolucionaria”. “Sólo
así el Camino de Mariátegui podrá alcanzar la victoria”. “Y, en último
análisis, este es el punto”.
Cualquiera puede reconocer que
esta es una manera seria de plantear el problema de la relación con las masas.
Tan es así, que, el propio Ramón García, con la conciencia no envenenada
todavía por el odio, hacia mediados de la primera década del presente siglo
reconoció la vigencia del documento citado. Señalo esto no porque la opinión de
García sea para mí palabra dirimente, sino simplemente porque es un dato de la
realidad que algo le dirá al señor Leyva.
Esta es la segunda cuestión
que era necesario esclarecer.
Pero, como el lector habrá
comprobado, en lugar de plantear la ligazón con las masas como un problema de
cierta parte de la izquierda peruana, el señor Leyva lo ha planteado como mero
reproche a algunas personas de mi tendencia, el suscrito incluido. Esto revela
su estreches de miras, y, además, sus oscuras motivaciones y sus malévolas
intenciones.
16.10.12
Eduardo Ibarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario