12-12-2012
Quiero
sostener aquí que existe una relación necesaria entre la barbarie y el fin del
pensamiento o de la filosofía. Y quiero decir que nuestra crisis económica, ya
larga, tiene sus orígenes más lejos todavía, hace unas décadas y que hace cuatro
décadas se tomó como decisión seguir un modo de pensamiento que después, con el
tiempo, se ha ido perfeccionando. Y que ese modo de pensamiento llevaba
aparejado el fin del mismo pensamiento. Y eso es en lo que nos encontramos
ahora. La crisis europea es una crisis del pensamiento, de la filosofía que
sostiene y estructura nuestra visión del mundo y le otorga valores a través de
los cuáles se producen y vertebran nuestras relaciones con los demás y con el
propio mundo. Por tanto es una crisis filosófica y ética. Pero que en el fondo
obedecen a una falsa filosofía y a una falsa ética que nos llevan a la
barbarie. Y la barbarie son los totalitarismos, el fascismo y la ausencia del
pensamiento. Es decir la pérdida de la ciudadanía, la libertad, los derechos y
la caída en la sumisión y el vasallaje. Es eso lo que se ha iniciado hace unos
años y es esto lo que se refleja en la eliminación de la filosofía y la ética
en los planes de estudio de la nueva ley educativa que se quiere promover. La
ley es una consecuencia directa de esa falsa filosofía, la filosofía del
mercado y de la reducción de los valores a los del consumo, el éxito, la fama,
el tener, el hedonismo superfluo, el egoísmo ramplón y la inconsciencia de
pertenecer a la polis, al estado. Es decir, la falta de pensamiento y de ética.
El
pensamiento es la gran apuesta de occidente, el gran invento griego. El
pensamiento, el logos, nació como la capacidad que el hombre tiene por medio de
su razón y su crítica de entender el mundo y ordenar el estado. Es el milagro
griego. Es el origen de la civilización frente a la barbarie. Porque el logos,
la razón, el pensamiento, sustituyen al poder de la superstición, al poder del
más fuerte, a la tiranía,… El logos nos permitió entender el mundo, explicarlo
desde la razón, comprender las fuerzas que lo gobiernan. Y ello nos hizo
libres, tanto de la tiranía del mundo, como de la tiranía política de aquellos
que utilizaban la ignorancia del mundo para inventar mitos y supersticiones que
no tienen otro objetivo que el dominio y la explotación del hombre.
Por
eso, la filosofía nos ayuda a comprender el mundo, es la madre de las ciencias
y su guía. Porque la filosofía es cosmovisión, te ayuda a tener una visión
global e integradora del saber. Es una disciplina absolutamente necesaria en el
mundo de hiperespecialización en el que vivimos. Nos aporta una luz general y
un poco de orden y de sentido común que nos permiten no perdernos en el marasmo
de la especialización y del saber hacer, frente al mero saber por el hecho de
saber. La filosofía también nos ayuda a entender la ciencia, a plantearnos sus
relaciones con otros ámbitos de la sociedad, porque la ciencia no es neutral,
la ciencia actúa dentro de un complejo industrial, político, social y militar.
Y la ciencia, tampoco está exenta de valores. Y los valores son un objeto
propio de estudio filosófico, concretamente la ética. La ciencia nos enseña
cómo es el mundo y su aplicación, que tiene mucho que ver con lo político, con
lo empresarial y económico, y con lo militar, nos permite gobernarlo y
aprovecharlo. La filosofía nos permite entender este fenómeno. Y la ética, como
saber normativo que es, nos permite valorar el saber tecnocientífico. Lo cual
es algo importante porque de esta manera la ética es una guía sobre el deber ser
de la ciencia, ya que la ciencia no puede estar en manos sólo de la política
económica y del mercado. De esta forma la tecnociencia se convierte en un
instrumento del poder que aliena al hombre y le sirve al propio poder para
tratar al hombre como un instrumento y a la naturaleza como objeto meramente de
explotación. La filosofía es un saber que nos hace pensar sobre todo esto y que
nos sirve para entender mejor la ciencia y con ello entender mejor a la
sociedad y evitar los males, por un lado, de los aprendices de brujo y, por
otro, de la ambición de los poderosos y de los ricos. La filosofía nos da una
visión integradora de la ciencia en tanto que es conocimiento del mundo y
también acción sobre el mundo. También nos ofrece una visión integradora del mundo
porque la filosofía es un discurso de segundo orden que, partiendo de las
ciencias, nos ofrece una visión global y unitaria del mundo. Le otorga un
sentido que la ciencia, como saber sólo teórico y absolutamente especializado,
no le da. Pero sí la filosofía, porque ésta en tanto que ética se permite
valorar. Por eso la filosofía es un saber necesario que nos permite una
unificación del hombre y el mundo, que nos aporta un sentido dentro del mundo y
la sociedad. Pero un sentido racional que excede la opinión, la creencia y la
superstición. Un saber que va más allá de lo obvio, de las apariencias y de las
meras opiniones. Por eso la filosofía es un saber civilizador que nos hizo
salir de la barbarie en la que triunfa la fuerza, el desorden, el caos, la superstición.
Un mundo -el de la barbarie- en el que no existe el pensamiento, sino la
fuerza, un mundo oscuro, una caverna llena de sombras y temores. Un mundo
gobernado por el miedo y el pavor. De ese mundo salimos y nos sacó la
filosofía. Y a ese mundo nos hemos empezado a dirigir en las postrimerías del
siglo XX y los inicios del XXI. Por eso el inicio de la barbarie es el anuncio
de la muerte de la filosofía. Y por eso nuestra crisis es filosófica y de ahí
que sea absolutamente urgente su recuperación. Porque la filosofía es libertad
y lucha contra la tiranía de cualquier orden.
Y
de ahí que la filosofía esté causalmente vinculada a la democracia. No hay
democracia sin filosofía, ni filosofía sin democracia. Por eso no ha de
extrañar que sea en un momento de déficit absoluto de la democracia cuando se
plantea la eliminación de la filosofía. Hay que eliminar ese rescoldo de
pensamiento para que no renazca una democracia sana que no esté secuestrada por
los poderes económicos, mediáticos, políticos… La democracia aparece en Grecia
de la mano de la filosofía y la filosofía se desarrolla en Grecia dentro del
ámbito político de la democracia. Democracia es diálogo. Que el logos, la razón
es común, no relativo. El relativismo es otra forma de muerte de la democracia,
si todas las opiniones son iguales, si todas son equivalentes, al final la
opinión que sirve es la del más fuerte, he aquí el fascismo emergiendo de la
propia democracia. Y eso es hoy en día lo que ha ocurrido cuando se ha
establecido la equivalencia de las opiniones. Se ha eliminado el pensamiento y
con él la filosofía. Se ha eliminado, en definitiva, la democracia. Se nos ha
confundido por parte del poder político y se nos ha hecho pensar en una
equivalencia que no es tal, la supuesta equivalencia entre la libertad de
expresión y el respeto de las opiniones. Pues no, una cosa es la isegoría, la
libertad de expresión, y otra el respeto a cualquier opinión. Lo que la
democracia y la filosofía que la sustentan nos dicen es que lo respetable son
las personas y que las opiniones son para debatirlas. El respeto a las
opiniones por ser tales es la pérdida del diálogo, el pensamiento y, con ello,
abrir la puerta a la opinión del más fuerte. Es decir, a la tiranía. Es
abandonar la civilización para caer en la barbarie. Barbarie tecnocrática,
precisamente, que es en la que nos encontramos por el engaño del poder que nos
ha hecho abandonar el pensamiento. Y por eso defendemos aquí la vinculación
causal de democracia y filosofía. Sin filosofía no hay democracia y sin ésta lo
que hay es barbarie: fascismo, totalitarismo, tiranía, absolutismo, fanatismo,
violencia…hoy en día nos encontramos en una barbarie tecnocrática y un fascismo
del mercado, una ausencia de valores y de ética y una democracia de papel.
Y
otra de las características, por último, de la democracia, por la cual nos
civilizamos, es la isonomía. La igualdad ante la ley. Todos somos iguales ante
la ley y la ley tiene su origen en el pueblo. La ley no es arbitraria, no
depende del poder del más fuerte, ni del más rico, ni del clero. La ley emana
del pueblo y nadie está por encima de la ley. Esto es lo que nos enseña la
democracia y ésta es la conquista filosófica, que tiene como modelo ejemplar a
Sócrates, “a las leyes, o se las convence, o se las obedece” que nos saca de la
barbarie. Pero hoy vemos que comienza a triunfar la barbarie. Que las leyes no
son igual para todos. Que las leyes se hacen con una intencionalidad que no es
la del pueblo, sino la de distintos poderes, el político y sobre todo el
económico. Estamos en el filo de la barbarie. Estamos al borde del abismo que
es el fascismo y la tiranía que emergen del estado de barbarie, la oscuridad de
la sinrazón. De ahí la necesidad absoluta del saber filosófico, de la ética,
los únicos saberes que pueden revitalizar la democracia. Y de ahí que nuestra
crisis sea ética y filosófica. Más aún, es una crisis de nuestra civilización,
es el fin del pensamiento y el comienzo de la barbarie.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons,
respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario