Punto y seguido
Nazanín Armanian
06 ene 2013
Exxon Mobil, la mayor petrolera privada del
mundo, estudia aterrizar en Afganistán y la canadiense Terraseis, anuncia haber
encontrado petróleo en la provincia Faryab. Desde la ocupación en 2001, los
países de la OTAN han perforado, sólo en la cuenca del Amo Darya, 322 pozos,
donde se estima que hay entre 500 y 2 mil millones de barriles de crudo.
Aunque la prensa occidental habla con euforia del
“descubrimiento” repentino del Oro Negro afgano, desligándolo de la invasión y
la ocupación del país, desde 1938 —cuando los británicos construyeron las
primeras refinerías en Irán y Arabia— había conocimiento sobre los yacimientos
petrolíferos de Angut, al norte de Afganistán, que en 1959 fueron explotados
por los soviéticos, quienes construyeron el primer gasoducto del país que
terminaba en Uzbekistán. Hasta 1966 habían perforado otros 60 pozos en el suelo
de Herat y Helmand entre otras zonas. En los 80, mientras EEUU armaba a los
mercenarios liderados por Bin Laden y les llamaba “luchadores por la libertad”,
desmantelando el gobierno socialista del doctor Nayibloha, la URSS iba a
construir una refinería capaz de producir un millón de toneladas de gas por
año.
Con el colapso de la Unión Soviética en 1991,
el principal objetivo de EEUU fue, aparte de impedir la reconstrucción
del espacio post-soviético bajo el paraguas de Moscú y la creación de bases
militares en la vecindad de China, Rusia e Irán, la construcción del gasoducto
transafgano TAPI (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India), desde el mar
Caspio al mar Arábigo, con el fin de llevarse el gas de Turkmenistán. Con su
“doctrina de la seguridad colectiva”, santo y seña de sus guerras por los
recursos, la OTAN no ha conseguido ninguno de los objetivos, ni siquiera con la
ocupación directa del país en 2001, y sus 300 mil soldados y decenas de miles
de mercenarios y contratistas. Fiasco total. Le ha costado a la Alianza —tras
perder a unos 3000 soldados y gastar 6000 millones de dólares al mes desde entonces—,
darse cuenta de que no tiene nada que hacer en un patio trasero, perteneciente
antes a la URSS y ahora a China. De poco le servirá el informe del Pentágono
(2010) que sitúa en un billón de dólares el valor de algunas reservas
petrolíferas no explotadas de Afganistán. Bonito informe, aunque ha sido la
empresa china CNPC quien ganó el concurso de licitación, y firmó el mayor
contrato de petróleo de la historia de Afganistán, para explotar los
yacimientos de Amo Darya, y que incluye la construcción de la primera refinería
del país.
El Congreso de EEUU echaba humo. Duras críticas
al Pentágono por su incapacidad para evitar el contrato y a Hamid Karzai por su
“deslealtad”.
Tres meses después de la Conferencia de Tokio
sobre Afganistán (julio de 2012) y del acuerdo de los países de la OTAN en
invertir 16.000 millones de dólares en las infraestructuras —imprescindibles
para empezar a explotar el fuel afgano—, Pekín seguía moviendo fichas: por
primera vez en 50 años, altos cargos de su gobierno visitaron Afganistán para
consolidar la estrategia de reconstruir la vieja Ruta de la Seda, crear
una extensa red de gasoductos con los países “Stan”, y así garantizar su
seguridad energética. En aquellas localidades que se encuentran bajo el control
de los talibán, los chinos han conseguido su colaboración —previo pago a ellos
o al gobierno de Pakistán—, mientras contratan a aldeanos para trabajar o como
vigilantes, construyen clínicas, escuelas, viviendas, y llevan agua potable y
electricidad a los pueblos de alrededor… presentándose como el
“imperialista con rostro humano”.
Otros tesoros
A demás del Oro Negro, Afganistán tiene oro,
mucho oro amarillo, y no de los lingotes hechos de tungsteno que abundan en la
tesorería de EEUU. De hecho, la compañía financiera JP Morgan Chase firmó con
Karzai, en 2011, un acuerdo por el valor de 40 millones de dólares, para
hacerse con una de las minas de oro afgano. Quizás Horst Köhler, el
expresidente de Alemania, pensaba en este metal cuando en 2010 sugirió que las
tropas de su país están en Afganistán para proteger la economía alemana.
Decirlo, le costó el cargo. Este país, que en teoría posee el segundo depósito
de oro del mundo (3,4 toneladas), sólo guarda en sus bancos el 31%, ya que
EEUU, Francia e Inglaterra siguen negándose a devolverle sus lingotes
depositados.
La existencia de toneladas de oro, diamantes,
esmeraldas, cobre, hierro, uranio, y otros minerales (como tierras raras), que
hoy pone los dientes largos al Servicio Geológico de EEUU (USGS), ya había sido
documentado, hace un siglo, por las expediciones coloniales rusas y británicas.
Más tarde, fueron los geólogos soviéticos los que realizaron un estudio
minucioso sobre los tesoros afganos, aunque vuelve a ser China quien hoy se ha
llevado el contrato de la mina de cobre de Aynak, la más grande de Eurasia, y
posiblemente la segunda reserva mundial de cobre tras Chile, y cuyo valor
asciende a 404 mil millones de dólares. Medio centenar de empresas chinas ya
trabajan en la minería afgana. Los indios también roban el mercado a otros
competidores como Rusia o Turquía.
Sí, aquí las minas milenarias conviven con las
sembradas hace pocos años por canallas, desfigurando la vida de la gente de
esta tierra, cuya esperanza de vida que era de 48 años en 1984, ha caído, doce
años después de la promesa de liberación por los países
“civilizados”, en 44 .
Ha nacido otro Zaire, otro Congo, a la sombra del
baile de buitres sobre los cuerpos de decenas de miles de afganos humillados,
torturados, violados, secuestrados —en decenas de mazmorras y Guantánamos
abiertos de par en par— y asesinados (en una de sus últimas incursiones, en
octubre pasado, la OTAN abatió a otros nueve niños), mientras los veinte
millones de supervivientes siguen sin agua potable, sin luz, y paliando su
dolor y hambre con opio, que gracias a los ocupantes su cultivo se ha disparado
de 200 toneladas en 2001 a 6.900 en 2009, según la ONU, dejando cientos de
millones de dólares de beneficio a los carteles internacionales (Camellos
en Afganistán).
Demasiados intereses en Afganistán para que EEUU
y sus aliados abandonen el país, a menos que la presión de China y Rusia les
corte la respiración.
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