NOTA BREVE:
La revocatoria en Lima
la horrible ha encendido pasiones peruanas.
Los corazoncitos negros, rosaditos y rojos no callan sus preferencias.
Nosotros preguntamos en voz
alta: ¿Qué intereses están en juego? ¿Por qué tanto berrinche? ¿La clase
trabajadora qué papel juega en el proceso de revocatoria? ¿Es ésta una
disputa entre socialistas y capitalistas o entre parásitos y
parásitos? ¿Qué hacemos los socialistas en la
presente contienda?
Guillermo Almeyra en Sobre capitalismos e imperialismos “buenos”,
llega a la conclusión: No hay capitalismos buenos. Dice que el
“rostro humano” del capitalismo tiene un objetivo, claro y preciso: evitar que los trabajadores se organicen
en forma independiente. Pero, dejemos a nuestros lectores que saquen sus
propias conclusiones de la lectura de éste trabajo - síntesis de Almeyra.
Tacna, 15 febrero 2013
Edgar Bolaños Marín
|
|
SOBRE
CAPITALISMOS E IMPERIALISMOS "BUENOS"
14-02-2013
A riesgo de repetirme como disco rayado,
recuerdo que el neoliberalismo no es un
sistema, sino una política, la política actual del capitalismo, y resultado
del fracaso del capitalismo del bienestar social vagamente
keynesiano, el cual es irrepetible y está muerto y enterrado. Pretender centrar
los esfuerzos contra el neoliberalismo equivale a disparar contra la mera
sombra del sistema. No hay capitalismos buenos:
hay un régimen de explotación, opresión, racismo, colonialismo y guerras que
hace de todo para sostener la tasa de ganancia de las grandes empresas
financieras y monopolistas. Los capitalismos de Estado y las políticas
asistenciales y distributivas del ingreso forman parte de ese sistema mundial y
lo sostienen. La diferencia entre los gobiernos que son agentes directos del
capital financiero y los que tratan de tener algún margen de maniobra es que
éstos aplican algunas políticas que, defendiendo las ganancias de los
capitalistas, deben tener en cuenta la necesidad de sostener el mercado y las
ganancias con subsidios al consumo y a los servicios y de ceder algo a los
movimientos sociales y a la protesta obrera, para evitar que se organicen en forma independiente. Los gobiernos nacionales
y populares, sin embargo, no pertenecen a una categoría diferente: igual que
los demás, aceptan el despojo salvaje de la gran minería y practican un
extractivismo que destruye los bienes comunes (agua, bosques, tierras,
minerales) y que contamina, como demuestra China. Ellos privilegian el
crecimiento económico sobre el desarrollo humano, reducen al mínimo los
derechos humanos y sociales y los márgenes de la democracia. No son populares y
tampoco son nacionales.
Ahora, para
colmo, Samir Amin descubre en Viento sur y en Utopie
Critique que Francia es imperialista, sin duda, pero que en Malí cumpliría
un papel progresista que hay que apoyar porque combate el islamismo extremista
que Qatar financia y que Estados Unidos utiliza para desmembrar los estados
africanos y para derrocar al gobierno argelino.
Francia fue uno
de los grandes colonizadores y fragmentadores de África y carga con un millón
de muertos (sobre 11 millones de habitantes) producidos por la guerra de
independencia de Argelia, con cientos de miles de víctimas en Marruecos,
Argelia, Túnez, Madagascar, con la horrible matanza de Burundi y la tragedia de
Biafra, cuando quiso desmembrar a Nigeria, Estado islámico que amenazaba sus
intereses. Sostiene en Malí a un gobierno surgido de un golpe de Estado,
incapaz y corrupto, que se derrumbaba por carecer de apoyo popular ante unos
pocos islamistas tuaregs, medievales y esclavistas, sostenidos y armados por
Estados Unidos y Qatar, con las armas del arsenal de Kadafi vendidas a éste por
Sarkozy. Los socialistas franceses, que sostuvieron hasta el fin la guerra
colonial en Indochina y las matanzas en Argelia (Mitterrand fue 11 veces primer
ministro durante ellas y las cubrió), cumplen su papel de siempre de médicos
de cabecera del capitalismo, como decía uno de ellos, León Blum.
Estamos
solamente ante un conflicto de intereses entre el imperialismo francés, con su
uranio en Níger y el gas de Argelia (su país cliente), y el imperialismo
estadunidense, con su perro faldero británico, porque Washington quiere
disputar África no sólo a China, sino también a Francia, y está esperando
convertir en su próximo blanco al gobierno argelino, que es odiado y mató a más
de 300 mil islamistas e implantó una dictadura neocolonial.
Samir Amin se
opone a la autonomía de etnias y regiones porque, según él, esto debilitaría
los estados, que fueron inventados con papel, lápiz y escuadras por los
colonizadores y que son, todos, multiétnicos y multiculturales. Pero fue la
represión de los militares nacionalistas malienses unidos a Francia lo que
fortaleció el separatismo de los tuaregs y los lanzó ahora a los brazos de
Qatar y de Washington. Fue la represión de los nacionalistas sudaneses lo que
favoreció crear –sobre la base de la religión y de la piel– un Estado ficticio,
cliente de Estados Unidos, en Sudán del Sur. Quienes creen que hay que apoyar a
los capitalistas buenos supuestamente antiyanquis y a los imperialismos buenos que
se oponen a Washington para oprimir ellos a los africanos, ven sólo los
estados, no las clases o sectores sociales que podrían unirse contra todo el
colonialismo y excluyen el internacionalismo –la oposición de los trabajadores
franceses al imperialismo francés, por ejemplo–, que fue la gran fuerza que
permitió la independencia argelina y la victoria vietnamita. Es lamentable que
gente que por decenios atacó al capitalismo y al imperialismo caiga hoy a este
nivel de realpolitik y piense que lo importante es la fuerza
relativa que pueda tener el enemigo de su enemigo (capitalistas progresistas o
imperialismo bueno) y no cómo los oprimidos pueden adquirir fuerzas contra
todos sus enemigos y adversarios.
Por supuesto,
hay que combatir el papel de Washington y de Qatar en Siria o en el apoyo a los
tuaregs, que esclavizan a los Bella, venden droga, quieren conquistar el Malí negro,
queman los libros de la biblioteca de Tombuctú, que en el siglo XIV fue uno de
los primeros centros mundiales de cultura. Por supuesto, hay que combatir los
planes de Estados Unidos para toda África, pero eso no significa que haya que
alinearse con los competidores de Washington, que son, sin embargo, sus socios
en la guerra en Siria y en el apoyo a Israel. En todos los países africanos han
surgido siempre tendencias anticolonialistas e independentistas, en la
intelectualidad y hasta en el ejército que la burguesía francesa, por cierto,
ayudó a liquidar. Lo que hay que apoyar es su desarrollo y maduración, no al
imperialismo menos malo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario