LUCHA
VECINAL O LUCHA DE CLASES
Parte
I
Mientras
los “críticos” por excelencia, disque socialistas, llaman a correr o desfilar «activamente
agitando consignas de unidad, y no como simples espectadores y críticos de
balcón». La burguesía del SI y el NO brinca de felicidad en ésta
revocatoria porque tienen tras de sí, cuál borregos al club socialista.
Los “críticos” por excelencia simplemente abdican su
función de ver más allá de la superficie. Los socialistas de
palabra abandonan el marxismo y la posición de clase que ésta corriente del
pensamiento abraza. No se les ocurre pensar si existe alguna diferencia entre
el modelo de ciudad que atendió (y proyectó) el tristemente célebre mudo y la
doña de la chalina verde.
Para ayudarles a mover la sesera publicamos
una entrevista realizada por Enric Llopis, al arquitecto
y crítico de arte, Amando Llopis. El arquitecto y crítico no se queda en
medias verdades, dice categóricamente: “el modelo de ciudad siempre responde a intereses de
clase”. Invitamos a nuestros lectores a saborear esta entrevista.
Tacna,
13 de abril 2013
Edgar
Bolaños Marín
Entrevista
a Amando Llopis, arquitecto y crítico de arte
“EL
MODELO DE CIUDAD SIEMPRE RESPONDE A INTERESES DE CLASE”
09-03-2013
No hay
ciencia ni disciplina neutral. Más o menos oculta, asoma siempre la ideología y
los intereses de clase. También en disciplinas que pudieran parecer
eminentemente técnicas, como la arquitectura y el urbanismo. Desde su experiencia
en el grupo de profesionales “Vetges tu i Mediterrània”, el arquitecto y
crítico de arte, Amando Llopis, afirma que tras un modelo dado de ciudad
“existen siempre las ambiciones de una clase social”. El grupo “Vetges tu i
Mediterrània”, formado por seis arquitectos que trabajan colectivamente desde
la década de los 70, ha
extendido su práctica profesional a la investigación sobre la ciudad histórica,
cuyo resultado aplican después en proyectos concretos de rehabilitación (caso
de la plaza Redonda o el Mercado de Abastos de Valencia). Dentro de esta
concepción integral, también colaboran en exposiciones sobre arte, arquitectura
y otras materias relacionadas.
¿Hay política e ideología detrás del
urbanismo y de un determinado modelo de ciudad?
Por supuesto, el urbanismo nunca es
neutro. Responde a los criterios de la clase dirigente en un momento dado de la
historia. En España, el ejemplo de ciudad moderna es Barcelona. El arquitecto
Ildefons Cerdà ideó el ensanche barcelonés que sentó las bases del crecimiento
de la ciudad en la segunda mitad del siglo XIX. En ciudades como Madrid, Bilbao
o Valencia se siguió el mismo patrón. Se derribaron las murallas y se construyó
el ensanche fuera del casco histórico, lo que hasta ese momento constituía la
ciudad.
¿A qué intereses de clase responde este
paradigma urbanístico?
Es un proyecto eminentemente burgués.
La burguesía -como clase social que ha hecho su revolución y ha salido
victoriosa- impulsa este conjunto de obras. Entre otras razones, se trata de un
proyecto de autodefensa como clase social. En ciudades muy densas, como
Barcelona o Valencia, las epidemias (por ejemplo, la del cólera) eran
terriblemente mortales. Una manera de resolver el problema consistía en
construir los ensanches e irse a vivir fuera del casco antiguo. Pero la
burguesía tiene la idea de volver. No hemos de olvidar tampoco que en el primer
tercio del siglo XIX el urbanismo se convierte en un negocio, vinculado a la
banca y a otros servicios que se prestan en las ciudades. Pero siempre se ha
considerado París como el gran paradigma.
¿En qué sentido?
Haussman fue el personaje decisivo. El
gran arquitecto del ensanche parisino. Su plan consistió en atravesar el núcleo
histórico de París con vías rápidas de circulación para los vehículos y, sobre
todo, para el control social y el mantenimiento del orden público desde un
punto de vista burgués. En España esto se puede entender de manera muy gráfica
en los 70, cuando las universidades todavía se emplazaban en la parte vieja de
las ciudades y, ante las protestas del movimiento estudiantil, la policía se
volvía loca para ejercer la represión en las callejuelas. Por esto, y por su
propio crecimiento, las universidades se fueron sacando de los núcleos
históricos.
¿Podríamos considerar, por tanto, la
ciudad como un espacio de conflicto, de lucha de clases?
Así es. La burguesía siempre ha
intentado vivir en el centro de las ciudades, donde se hallan los núcleos de
poder (por ejemplo, la catedral y los bancos). Y para ello ha de sacar de los
centros urbanos a las clases populares, que desempeñan allí sus oficios. En el
caso español se controla y “domestica” históricamente a los trabajadores
mediante varios mecanismos. De entrada, imponiendo el modelo de familia
tradicional, lo que supone una primera fijación. Además, generalizando el
modelo de casa en propiedad para las familias. Las cajas de ahorro han actuado
tradicionalmente en esa dirección. A finales del XIX y principios del XX, se
promulgan leyes de casas baratas para construir viviendas de baja densidad para
gente con pocos recursos y profesionales liberales. El objetivo es que la gente
se asiente en el territorio y así disminuya la posibilidad de conflicto social.
Actualmente, ¿en qué términos se
presenta la cuestión urbanística?
Existen muchas discusiones entre los
urbanistas. El modelo denso, compacto o de ciudad tradicional permite compartir
recursos de un modo mucho más racional. El ejemplo contrario es el modelo de
ciudad diseminada o dispersa, característico del mundo anglosajón. Uno de los
ejemplos de buenas prácticas urbanísticas es Bilbao, ciudad densa con un casco
viejo pequeño que se ha rehabilitado y se halla completamente habitado. Pero me
gustaría insistir en la idea de equilibrio. Priorizar la ciudad compacta no
significa, en absoluto, abandonar el resto del territorio. Porque la ciudad
necesita también del campo y de sus actividades.
¿Qué urbanismo se ha desarrollado en el
estado español durante la última década?
Requiere una reflexión muy de fondo.
Todas las ciudades necesitan un Plan General, que regule y ordene los usos del
suelo en un municipio. Pero en muchas ciudades se han implementado planes
urbanísticos que, en la práctica, eran autónomos de los documentos de
planeamiento. Se perdía en consecuencia la idea de conjunto. Por lo demás, el
urbanismo en el estado español durante la última década se ha dirigido a la
especulación y al lucro cortoplacista. Por eso el precio de los solares y las viviendas
crecieron de manera tremenda e irracional.
¿Qué alternativas cabe plantear ante
los impactos de la burbuja inmobiliaria?
Se trata de partir, pues no hay otro
remedio, de las barbaridades que se han cometido en épocas anteriores.
Consolidar lo que no tenga marcha atrás y, siempre que se pueda, reparar las fracturas pensando
en los ciudadanos. Algunos ejemplos concretos: se debe actuar para que no
existan solares vacíos y para que desaparezca el tráfico de automóviles en el
centro de las ciudades. Aumentar los equipamientos en los barrios y luchar
contra las privatizaciones de escuelas y centros de salud. Más zonas verdes,
mejora de los accesos…Hay mucho trabajo pendiente para los urbanistas. Pero lo
resumo: apostar por la rehabilitación y utilizar la piqueta y el ladrillo lo
estrictamente necesario. Todo ello, en el marco de la economía de subsistencia
en el que vivimos.
¿En qué ciudades pueden encontrarse
estas alternativas?
Berlín es, desde la década de los 90,
uno de los grandes referentes. Han sabido rehabilitar edificios, en muchos
casos antiguas industrias, a los que se han dado todo tipo de usos. Por
ejemplo, hay polígonos industriales reconvertidos en jardines. Las ciudades
francesas también tienen una gran tradición en materia de paisajismo urbano.
Hacen y rehacen continuamente jardines. En Cataluña, y es casi una excepción en
el estado español, se le presta mucha atención a los parques públicos urbanos.
Vitoria y Girona constituyen también dos buenos ejemplos en ese sentido. Ahora
bien, el gran referente es el Central Park, que actúa como pulmón verde de
Nueva York.
La vida en los barrios. ¿Ha aumentado
con la crisis la polaridad entre las diferentes zonas de la ciudad?
En efecto. Sobre todo, porque en los
tiempos de la burbuja inmobiliaria hubo gente que vivía en los barrios
populares (en muchos casos procedía de la inmigración nacional de los 70),
mejoró de estatus y se compró una vivienda nueva en zonas algo mejores. Las
casas que abandonaron las adquirieron personas inmigrantes que llegaron a
España a trabajar durante el “boom” de la construcción. En los ensanches se
repitió el proceso: hubo gente de la clase media y alta que se trasladó a las
nuevas zonas residenciales. Otros estratos sociales ocuparon las viviendas que
dejaban. Son procesos que, al fin y al cabo, generaban diferencias entre los
barrios. Ahora bien, cuando estalla la crisis se rompe esta dinámica, se ponen
masivamente viviendas a la venta y caen espectacularmente los precios.
¿Piensas que se difundió en los últimos
años un urbanismo “a la americana”?
Ocurrió así con la proliferación de
recintos vallados y autovigilados, concebidos para gente a la que se considera
con miedo de salir a la calle. Y piensa que en Europa la calle es algo así como
la extensión de tu casa. Se trata de construcciones que se desarrollan en las
ciudades a imitación de las que se extendieron durante el “boom” de la costa.
Opino que es un modelo aberrante, que se da sobre todo en las ciudades
americanas y en el que el individuo vive a caballo entre su casa y el coche.
Por el contrario, la ciudad en Europa es tradicionalmente un espacio de
intercambio y de contacto con el otro.
¿Qué opinas del “urbanismo-espectáculo”
y de las grandes figuras de la arquitectura?
La necesidad de reinventar las
ciudades para el turismo ha permitido que afloren grupos elitistas de
arquitectos que construyen de manera alocada, pensando sobre todo en la
proyección externa. China constituye el gran ejemplo en ese sentido. Al final,
se trata sobre todo de una cuestión de mercadotecnia. Pero también considero
que hay que matizar. Arquitectos como Foster o Renzo trabajan introduciendo
elementos como la sostenibilidad. Otros, como Calatrava, además de no ser
buenos urbanistas, desarrollan construcciones con muchas deficiencias. Y,
finalmente, el arquitecto es siempre responsable de sus obras.
En el otro extremo, asoma la realidad
trágica de los desahucios y la dificultad para acceder a una vivienda. ¿Qué
medidas se deberían arbitrar?
Desde el punto de vista político,
resulta inadmisible y muy injusto el hecho de que existan muchísimas viviendas
vacías en las ciudades. Y por supuesto, hay alternativas. Los ayuntamientos
cuentan con registros municipales de solares; podrían obligar, a partir de
estos censos, a que se dé uso a los solares vacíos y, si los propietarios no
hacen caso, promover los mismos consistorios la construcción de vivienda
social. Las administraciones públicas también deberían obligar a que se pongan
en circulación las viviendas vacías. En pocas palabras, la vivienda social se
ha de considerar una prioridad. La constitución española ya dice que todos los
ciudadanos tienen derecho a una vivienda digna. Nunca deberían permitirse los
desahucios.
Por último, ¿hacia dónde caminar?, en
el marco de una economía que denominas “de subsistencia”
Opino que las ciudades han de
apropiarse de espacios con poco uso. Pienso, por ejemplo, en el desarrollo de
huertos urbanos, una realidad que está presente en ciudades de Alemania,
Holanda y Francia. También hay iniciativas en Andalucía y cada vez más en
Valencia, en las zonas de tierra fértil. Otra opción es la vuelta a los
pueblos, con proyectos serios de recuperación que puedan constituir una salida
para la gente joven en medio de la crisis. Pienso además en la recuperación de
fábricas abandonadas y en dar uso a solares que actualmente no lo tienen.
Básicamente, iniciativas de rehabilitación, como decías, en el contexto de una
economía de subsistencia.
Rebelión ha publicado este artículo
con el permiso del autor mediante una licencia de
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libertad para publicarlo en otras fuentes.
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