Francisco Umpiérrez Sánchez
viernes, 15 de marzo de 2013
Cuesta
entender que una cosa puede ser inmediatamente su contrario. Tradicionalmente
se suele recurrir a ejemplos simples y se dice: lo negro es inmediatamente lo
blanco, lo oscuro es inmediatamente lo claro. Pero tales cosas no suceden. Nada
de eso es cierto. No siempre un contrario es inmediatamente su opuesto. Pero
esto no contradice a la dialéctica. Lo único que se pone de manifiesto es que
la dialéctica no abarca de forma absoluta toda la realidad.
Se aproxima
a esa noción la idea de que a un contrario puede seguir su opuesto: la noche
sigue al día y el día sigue a la noche. Pero sigue siendo un ejemplo banal y no se capta así la esencia de
la dialéctica, y todo no puede ser dialéctico del mismo modo. Que un aspecto de
la realidad sigue a su opuesto no es lo mismo que sea inmediatamente su
contrario.
Si
admitimos la existencia de la dialéctica, el movimiento de los contrarios,
debemos admitir por el principio de la dialéctica que existe igualmente lo
contrario de la dialéctica: la coexistencia de los contrarios en la quietud. Empezamos a dudar. La dialéctica
no es tan simple. Si admitimos la validez del pensamiento dialéctico, debemos
admitir por el principio de la dialéctica la validez del pensamiento
metafísico. Hasta ahora, por una forma superficial de pensar, habíamos creído
que el pensamiento dialéctico era la negación del pensamiento metafísico, pero
en realidad es su superación. Y en la idea de superación no sólo está contenida
la idea de negación, sino también la de conservación.
Pensar de
forma metafísica es pensar las cosas de forma aislada, mientras que pensar de
forma dialéctica es pensar las cosas en su conjunto. Pero para pensar las cosas
como conjunto es necesario haberlas pensado previamente de forma aislada. Luego
la forma metafísica de pensar es una etapa necesaria en el proceso de
conocimiento relativamente completo de una cosa. Pensar en el aspecto
superficial de las cosas es un rasgo del pensamiento metafísico, mientras que
pensar en su esencia y contradicciones internas es un rasgo del pensamiento
dialéctico. Pero según Hegel la apariencia es la manifestación de la esencia.
Luego el pensamiento metafísico es un componente necesario del pensamiento
dialéctico global de una cosa.
Nada es tan
simple. Todo está lleno de matices y transiciones. Los intelectuales que oponen
de forma absoluta lo dialéctico y lo metafísico son pensadores metafísicos.
Bajo la forma aparente de la dialéctica puede esconderse un rígido pensamiento
metafísico. Y al contrario: bajo la apariencia de la metafísica puede
esconderse un flexible pensamiento dialéctico. Seamos más generosos y más
justos: la forma dialéctica puede encontrarse en los más variados pensadores.
Nada es absolutamente igual a sí mismo. Esta propiedad sólo la tienen las cosas
cuando las concebimos de forma absolutamente abstracta, esto es, sin ninguna
propiedad que nosotros podamos percibir o pensar.
Lo
inmediato es el punto de partida. La semilla es el punto de partida del árbol.
En la semilla está encubierto su futuro, existe de forma potencial todo lo que
después será como árbol. La semilla es un momento del árbol: su momento
inicial. La semilla es el ser en sí. Después se desarrolla, pasa a la
existencia, llega las diferencias: las raíces, el tronco, las ramas, las hojas
y el fruto. Es el momento del ser para sí. El ser para sí es el momento del
salto del ser en sí a la existencia y
a la diferencia. Pero el fruto contiene la semilla. El momento final del
desarrollo, el fruto, contiene el momento inicial: la semilla.
Pero la
semilla que antes se presentaba como el momento inicial y, por lo tanto, como
lo inmediato, se presenta ahora como el momento final, como lo mediato. Lo mediato
es aquello que se presenta como resultado de proceso. Su existencia está
mediada por un proceso de desarrollo. Y así se presenta la semilla: como
resultado del proceso de desarrollo del árbol.
Ahora
volvemos al principio: a la semilla. Si miramos hacia adelante, hacia el
futuro, es lo inmediato, el punto de partida; pero si miramos hacia atrás,
hacia el pasado, es lo mediato, el punto de llegada. Luego lo inmediato es lo
mediato. Decía Hegel que nada hay en la tierra que no contenga en sí mismo la unidad
de estos dos contrarios: lo inmediato y lo mediato. Y tenía toda la razón del
mundo.
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