PUBLICADO POR ACUARELA ON LUNES, 13 DE
MAYO DE 2013
ENGARCES
Los engarces son historias aparentemente
imposibles de alianzas que transforman el dolor por el mayor de los daños (la
muerte violenta de los seres queridos) en fuerza creadora de nuevos vínculos y
posibilidades de vida. Que rompen la cadena fatal de victimización,
resentimiento y violencia, más victimización, más resentimiento y más
violencia. Que desmontan las imágenes de enemigo que ocultan la dimensión
humana del otro. Y dan así un sentido fuerte y positivo a la palabra “paz” en
tanto que vida compartida, convivencia.
Versión íntegra de la entrevista a Aaron Barnea
aparecida en Público el 14-2-2009
Una
mirada superficial parece indicarnos que no hay nada entre israelíes y
palestinos que escape a la espiral de terror y desesperación. Pero siempre hay
destellos de algo distinto. Se trata de darles valor y espacio. Impregnarse de
la profunda fuerza que late en ellos por ínfimos y frágiles que parezcan al
lado de los proyectiles. Aaron Barnea perdió a su hijo Noam en el Líbano en
1999. Cuando murió, le faltaban sólo 5 días para acabar el servicio militar. En
su uniforme encontraron la insignia del Movimiento de las Cuatro Madres que
reclamaba la retirada del ejército israelí del Líbano. Desde entonces Aaron
participa en el Foro de Familias, una organización que reúne a familias
israelíes y palestinas que transforman el dolor por la pérdida de un ser
querido en acciones por la reconciliación. Que desafía a la fatalidad sin
reproducirla.
Háblanos
sobre el Foro de Familias(1)
Los
orígenes del Foro están en el año 94. Entonces, un joven, un soldado de 19 años
que se llamaba Arik Frankenthal, fue capturado por un grupo de Hamas mientras
hacía auto-stop. Su familia era muy religiosa, cumplían el perfil de lo que
llamamos aquí “el religioso nacional”: los que van con los sombrerillos tejidos
(kippa),
se suelen identificar como gente cercana a los que viven en los asentamientos y
mantienen posiciones muy radicales sobre la solución al conflicto. Durante los
siete días de duelo tradicionales judíos, su padre, Yitzhak Frankenthal, recibe
la visita de un pequeño grupo llamado “Víctimas del Terrorismo”. Son familiares
de asesinados en acciones terroristas palestinas y cada vez que sucede algo se
manifiestan exigiendo mano dura, venganza, nada de tregua, etc. Pero Yitzhak
les dijo: “señores, ustedes no me representan. Nada me va a devolver a mi hijo.
No me voy a consolar sabiendo que más familias palestinas lloran a sus hijos,
la violencia sólo engendra violencia y lo que tenemos que hacer es apoyar el
Acuerdo de Paz”. En el año 94 estábamos en el ápice de lo que se llamó el
Acuerdo de Paz, el acuerdo firmado por Rabin y Arafat en Oslo. La voz de
Yitzhak era nueva porque lo que predominaba entonces era el rechazo al Acuerdo,
al que se oponía la derecha israelí y también Hamás. Isaac Rabin se dio cuenta
inmediatamente de que ahí tenía un apoyo de mucha envergadura a su política y
le abrió la posibilidad a Yitzhak de dirigirse a un público más amplio,
especialmente familias israelíes que habían sufrido la muerte de un ser querido
a raíz de acciones palestinas. En poco tiempo hubo unas 25 familias que se
agregaron a ese llamamiento por la paz de Yitzhak. Al año siguiente asesinan a
Rabin y el Acuerdo de Oslo comienza a desvanecerse.
Un
punto de inflexión
Sí,
también para nosotros. Hacia fines del 98, lo que era una iniciativa
exclusivamente israelí decide dar un paso importante: ver si al otro lado de la
frontera hay grupos palestinos, familias palestinas determinadas a adoptar la
misma posición. Una posición que hable de reconciliación, de la necesidad de
llegar a un acuerdo y de abandonar la violencia y el terror. Esa decisión
desafiaba una opinión muy extendida en Israel que dice: “al otro lado no hay
ningún interlocutor”. El grupo va a Gaza y descubre a muchas familias
dispuestas a adoptar la misma actitud. Comienza un periodo de “dinámica de
grupos” entre la gente de ambos lados y el grupo descubre que tiene en sus
manos una fuerza enorme que va mucho más allá del mero apoyo al Acuerdo de Paz
que ya entonces estaba esfumándose.
¿Qué
fuerza es esa?
Es
la fuerza de hablar al público y decir: “si personas que han perdido a sus
seres queridos, personas que han pagado el precio más alto al conflicto, son
capaces de hablar entre sí y llegar a un diálogo de reconciliación, entonces
cualquiera puede hacerlo”. Desde ese momento la organización, que pasa a
llamarse “Foro de familias-Círculo de Padres” porque se abre también a personas
que han perdido a seres queridos “de primer grado”, se transforma en una
organización apolítica que se dirige directamente al pueblo, a la sociedad
civil, para mostrar que la reconciliación es posible.
¿Cómo
es el trabajo concreto del Foro?
Nuestro
mayor enemigo es la polarización. Pero aquí la polarización no es ideológica.
La polarización viene de una falta de conocimiento del otro, de encuentro
humano con el otro. Los medios de comunicación han jugado un papel muy
importante en todo esto, porque tienen una tendencia a la simplificación, a la
reducción del otro a una sola dimensión. Mientras que el encuentro personal
complica la visión. ¿Y qué es lo humano si no esta complicación? Ese efecto es
el que buscamos en los encuentros.
¿Encuentros
de qué tipo?
Habitualmente
vamos muchísimo a los colegios. Cada año visitamos más de mil clases. No va un
solo conferenciante, sino dos. Un israelí y un palestino, juntos. El
conferenciante abre la clase relatando su historia en primera persona y cómo se
encontró con el otro en la organización. Por ejemplo, el palestino relatará qué
obstáculos ha tenido que pasar ese mismo día para dar la charla, a qué hora ha
tenido que levantarse para cruzar el check-point y cómo es su vida cotidiana. Es un
relato individual pero que tiene una perspectiva muy amplia, porque habla de
una realidad que es común a todo un pueblo. Por eso genera empatía. El efecto
es increíble. Después de estar hora y media un israelí y un palestino hablando
juntos, los chicos nos dicen: “por primera vez vemos el otro lado de las
cosas”.
También
organizamos encuentros a nivel personal en los que por ejemplo un israelí trata
de recuperar su pasado y contárselo a la otra parte y al revés. O encuentros
entre las familias. Se hacen generalmente cerca de Jerusalén, allí donde
israelíes y palestinos podemos llegar sin problemas. Ahí se trata sobre todo de
conocerse a nivel humano. Pero también realizamos entonces otro tipo de
actividades: por ejemplo visitamos juntos Yad Vashem, el centro más importante
en Jerusalén dedicado a la historia del holocausto. Lo hicimos juntos. Y el
mismo grupo fue a visitar una de las aldeas palestinas abandonadas en el 48, en
lo que los palestinos llaman la Nakba,
es decir el desastre que supuso para ellos la instauración del Estado de Israel
que generó el problema de los refugiados. Fuimos también juntos. Dos personas
que vivieron en esa aldea y que hoy en día son miembros de nuestra organización
hablaron al grupo. En esos encuentros pudimos compartir las dos narrativas, israelí
y palestina.
A
finales del 2002 lanzamos un programa llamado “¡Hola, Shalom! ¡Hola Salaam!”
(2). Era una línea telefónica que permitía a israelíes comunicarse con
palestinos y viceversa. Entrábamos en el segundo año de la Intifada y
percibimos que los dos pueblos necesitaban volver a dialogar. Recibimos dinero
de la UE para difundir el proyecto y resultó ser un éxito de grandes
dimensiones. Más de un millón de llamadas fueron registradas por el ordenador.
La experiencia fue publicada y tuvo mucha resonancia mundial. Hoy la línea
existe aún pero está prácticamente silenciada, por carencia de fondos. A raíz
de la guerra reciente en Gaza decidimos ofrecer al grupo de ONGs de la Paz el
derecho de continuar con la línea. En caso de que eso no progrese, trataremos
nuevamente de conseguir los fondos para seguir llevándola nosotros porque
creemos que vuelve a cobrar importancia.
¿Qué
significa ‘reconciliación’?
Reconciliación
significa aceptar la existencia del otro. Aceptar la humanidad del otro. Los
derechos del otro a existir. Pensar en un lugar común donde convivir que
seguramente exigirá que cada una de las partes renuncie a los “grandes sueños
nacionales”. Mediante la empatía personal que se genera en los encuentros
vislumbramos eso, prefiguramos eso. En el caso de estos dos pueblos hay muchas
posibilidades de llegar a una reconciliación porque hay muchas cosas que nos
unen. Israel puede ofrecer a Palestina una perspectiva moderna y occidental al
lado de casa. Por su lado, los israelíes están atados emocionalmente a la
tierra palestina. No hace falta ser el propietario de esa tierra para sentirlo.
Los palestinos serán los custodios de esas lugares afectivamente tan
importantes para los israelíes. Hay muchas posibilidades para generar puentes.
A
diferencia de otros conflictos, como en Sudáfrica, vosotros habláis de
reconciliación ya, sin postergarla para después del acuerdo político.
Nosotros
confiamos en la sociedad civil. Presuponemos que la sociedad civil puede
incluso desarrollar fuerzas que empujen a los políticos a llegar a acuerdos.
Esa es nuestra función. Hoy sabemos que además de un acuerdo de paz, elaborado
y firmado por los políticos, va a ser necesario un proceso de reconciliación.
No una acción puntual, sólo por arriba, sino un proceso social. Nuestra misión
es catalizar ese proceso, tratar de desencadenarlo con nuestro ejemplo,
producir una ruptura emocional.
¿Qué
significa eso?
Amos
Oz nos explicó lo que quería decir con un ejemplo: cuando el presidente egipcio
Anwar Shadat llegó a Israel un día memorable de 1977, para la población israelí
era completamente impensable cualquier perspectiva de paz con Egipto. Pero
Shadat llegó con un mensaje tan claro de paz y una disposición de tanta
apertura que desarmó totalmente a la población. Fue increíble porque en
cuestión de horas se generó en Israel una ola multitudinaria e imprevista de
apoyo al movimiento de paz. Amos Oz nos dijo que cuando nosotros generábamos
ese efecto en la gente, porque descubre de golpe que existe un palestino que es
un ser humano, no una imagen estereotipada y unidimensional, inhumana, sino
algo mucho más amplio. Lo que nosotros hacemos en los encuentros que generamos
es humanizar al otro. Y el otro es en el caso de Israel es el palestino y en el
caso de Palestina, es Israel. Esa es nuestra función.
¿Vuestra
organización tiene algún color político?
Nuestra
actitud es apolítica. ¿En qué sentido? Nosotros no entramos a dar soluciones
sobre los diferentes temas que están sobre el tapete político: ¿cuál tiene que
ser el futuro de Jerusalén? ¿Cómo debe resolverse el tema de los refugiados?
Por el contrario, nosotros decimos que aceptaremos cualquier acuerdo político
al que los políticos lleguen siempre y cuando sea de manera abierta,
democrática, mediante el diálogo y la negociación. A nivel individual pensamos
diferente sobre los diferentes temas: dentro de la organización la mayoría
abrumadora se considera sionista, pero nadie pone en tela de juicio ni por un
momento el derecho de los palestinos a tener su estado. Y creemos que ambas realidades
son perfectamente compatibles. En todo caso, a nivel de organización no
entramos a un análisis de las diferentes soluciones posibles. Nuestra función
es hablar al pueblo con nuestro ejemplo. Y es precisamente porque no tenemos
una actitud política por lo que podemos hablar en los colegios, que de otra
manera serían mucho más cautos con nosotros. Una actitud apolítica nos permite
una apertura mucho más amplia. A nivel más general, se nos ubica en el
movimiento por la paz, que aquí está muy vinculado a la izquierda israelí.
Vuestra
respuesta personal a la terrible violencia que habéis sufrido tan directamente
no parece normal, ¿acaso sois gente excepcional?
Cada
uno de nosotros pasó el trauma más grande que se puede pasar: la muerte
violenta de un ser querido. En mi caso, mi hijo Noam. Su muerte me sacudió
hasta la médula. Pensé que era el final de mi vida. Al principio lo que me sacó
de la desesperación fue un sentido de responsabilidad hacia mis otros hijos. Y
después la certeza de que mi experiencia me daba una voz y una fuerza que me
permitía hablar en favor de la paz. Ninguno de nosotros se considera un santo,
Ghandi ni nada de eso. Uno siempre puede preguntarse: “¿reaccionando con odio
qué es lo que obtengo?” Mucha gente considera que la pérdida de un hijo impide
hacerse esas preguntas. Pero no es nuestro caso. Yo he perdido a un hijo, pero
no he perdido la cabeza.
Una
última palabra tras las elecciones recientes
Busco
la palabra más expresiva para describir lo que siento un día después de las elecciones:
me siento aplastado. Pero no vencido. ¿De dónde sacar energías para continuar?
Tengo la certeza de que para Israel la paz es una necesidad existencial.
Seguiremos buscando aperturas, enfrentando a ambas partes con la humanidad del
otro, dándole nombre y apellido, biografía y anhelos. Ahora será más difícil y
por ello seguramente más importante.
1.
http://www.theparentscircle.org/
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