PUBLICADO POR ACUARELA ON LUNES, 13 DE
MAYO DE 2013
ENGARCES
Los engarces son historias aparentemente
imposibles de alianzas que transforman el dolor por el mayor de los daños (la
muerte violenta de los seres queridos) en fuerza creadora de nuevos vínculos y
posibilidades de vida. Que rompen la cadena fatal de victimización,
resentimiento y violencia, más victimización, más resentimiento y más
violencia. Que desmontan las imágenes de enemigo que ocultan la dimensión
humana del otro. Y dan así un sentido fuerte y positivo a la palabra “paz” en
tanto que vida compartida, convivencia.
¿Cómo canalizar el dolor y la rabia
de manera fértil? ¿Cómo pelear con la humanidad como arma? ¿Cómo dar cara
humana a lo que nos deshumaniza? En medio de las circunstancias más graves y
dramáticas, hay quien se hace esas preguntas. Es el caso de Ali Abu Awwad, uno
de los impulsores de la resistencia no violenta en Palestina y del Foro de
Familias, una organización que reúne a más de seiscientas familias israelíes y
palestinas que transforman el dolor por la pérdida de un ser querido en
acciones por la paz y la reconciliación. Luchar contra el enemigo es una
respuesta fácil, advierte Ali, pero mucho más difícil es luchar contra nosotros
mismos y el veneno que la violencia del otro nos mete en el cuerpo.
Un amigo me hace notar que esta
entrevista es como un tejado a dos aguas. Por un lado, nos sirve para mirar con
otras lentes el conflicto entre israelíes y palestinos. Por otro, nos da claves
para pensar a nosotros aquí y ahora qué podemos hacer (en condiciones
bien distintas, por supuesto) con el dolor y la rabia que producen a diario
recortes, represión y mentiras. Esas marcas se nos graban en el cuerpo. No
podemos simplemente dejarlas de lado. Ni tampoco ceder a las respuestas
automáticas. No queremos ser víctimas que pierden la capacidad de pensar y actuar
con autonomía. Ni tampoco soldados de una guerra en la que otros fijan las
reglas y los términos. En ese sentido, le quiero dedicar esta entrevista
con Ali Abu Awwad a mis amigos Leo, Ana, David, Diana y Eric, que también se
han tenido que preguntar durante estos días muy concretamente qué hacer con los
sentimientos de rabia y de impotencia.
19/11/2012
- 11:07h
-Amador Fernández-Savater: Ali, preséntanos brevemente tu
historia.
Me llamo Ali Abu Awwad y provengo de una familia de
refugiados del 48. Se trata de una familia muy política, mi madre estuvo en la
cárcel durante muchos años. Yo seguí pronto sus pasos y me impliqué también en
la resistencia contra la ocupación israelí. Fui arrestado en la primera
Intifada y pasé cuatro años en la cárcel. En el año 2000, un colono israelí me
hirió gravemente. Mientras me daban tratamiento médico en Arabia Saudí me
enteré de la muerte de mi hermano Yousef, detenido y disparado a quemarropa por
un soldado israelí en un puesto de control.
Lo peor en mi país es que el dolor infligido no se acaba
con el asesinato, sino que continua en mil detalles de la vida diaria bajo la
ocupación israelí. Muchas veces
el dolor y la desesperación te dejan sin elección alguna, pero al final del día yo puedo decir
que quien mató a mi hermano no me pudo arrebatar mi humanidad, ni hacerse con
el control de mi mente . Mi madre fue la primera persona de la
familia que ingresó en el Foro de Familias, luego lo hice yo. El Foro de
Familias es una organización que reúne a más de seiscientas familias israelíes
y palestinas que transforman el dolor por la pérdida de un ser querido en
acciones por la reconciliación. En la actualidad soy responsable de proyectos
de la organización. Tras un proceso muy largo y muy duro, ahora creo que el
diálogo es el camino para llegar a la verdad y la paz… pero no cualquier tipo
de diálogo.
–¿Qué quieres decir?
Desde hace ocho o nueve años, vivo en mi maleta. He estado
en muchísimos lugares del mundo. He oído a los políticos hablando de paz y
diálogo en Naciones Unidas o en la Casa de los Lores. Tienen la palabra fácil.
Para mí, por el contrario, el diálogo
pasa en primer lugar por sentarse en una silla más incómoda desde la que ver el
mundo. Se trata de quedarse en ella y probar lo que está probando el otro,
no para sentir compasión por él, sino simplemente para entender lo que necesita
en su vida para vivir, para crecer, para pensar, para comportarse como un ser
humano.
–¿Y en qué tipo de silla hay que sentarse para entender lo
que pasa en Palestina?
Hay que preguntarse algunas cosas: ¿qué sientes cuando
tienes diez años y visitas a tu madre en la cárcel, pero no puedes abrazarla?
¿Qué significa crecer como un refugiado? ¿Qué sientes cuando peleas con piedras
contra un enemigo poderosamente armado? ¿Qué sientes cuando te dicen durante un
proceso de interrogatorio y torturas que le han cortado totalmente el pelo a tu
madre, que la han afeitado porque tiene una especie de enfermedad? ¿Qué sientes
cuando durante toda tu vida la gente espera que seas un héroe, cuando se espera
que seas un líder con tan sólo 17 años? Son algunas preguntas extraídas de mi
propia historia, pero mi historia es perfectamente común en Palestina. Cuando
nos sentamos en una de esas sillas incómodas, entonces el diálogo puede tener
resultados porque se vuelve inmediatamente un diálogo práctico.
–Me gustaría entender qué experiencias y reflexiones te
han llevado hasta el Foro de Familias y, en general, a tus posiciones actuales.
Ese proceso tiene muchos momentos. Por ejemplo, el primer
contacto con la resistencia no violenta fue cuando estaba en la cárcel, tras la
primera Intifada. Yo estaba en la comisión que lideraba entonces un grupo de
cinco mil presos políticos palestinos. Decidimos hacer una huelga de hambre
sólo a base de agua y sal que duró diecisiete días. Lo único que pedíamos eran
mejores condiciones, ni siquiera nuestra libertad. Y lo conseguimos. Aquella
prueba de la fuerza de la resistencia no violenta me marcó profundamente.
Otro episodio muy importante de mi proceso ocurrió también
por entonces. Después de tres años en prisión solicitándolo y protestando, conseguí
ver a mi madre que estaba en una cárcel de mujeres. Me llevaron de mi cárcel a
la suya. Ella estaba al otro lado del cristal y empezamos a hablar, sin
lágrimas. No sé, cuando vives esta vida de algún modo te empiezas a convertir
un poco en una máquina, supongo. Pero quienes
no podían dejar de llorar eran los dos oficiales de la policía israelí que nos
custodiaban. Yo conocía a
los israelíes como fuerza ocupante, militares, enemigos, pero nunca había visto
a uno llorar . Así que a través de ese gesto pude
saborear el gusto de la reconciliación.
Muchas veces tenemos esos conflictos internos, en los que
no sabemos muy bien lo que nos pasa. Pero en política siempre hay que estar muy
seguro de lo que haces. Las cosas tienen que estar claras y aunque no lo estén,
hay que decir que lo están. Aportar
humanidad a la política, eso sí que es un trabajo duro. En eso estamos.
–¿Cómo viviste los Acuerdos de Oslo?
Mi familia y yo esperábamos algo importante de aquel
proceso. Esperábamos nada más y nada menos que cambiar nuestra identidad: pasar
de ser revolucionarios a ser ciudadanos de un Estado propio. Personalmente,
anhelaba salir de la cárcel, volver a mi casa en Cisjordania y vivir con
normalidad, vivir una vida que integrase los valores de la paz. Pero cuando fui
liberado junto a otros cuatro mil presos políticos palestinos, me obligaron a
vivir en Jericó durante dos años más, sin poder volver a casa. El Acuerdo de
Paz se empezó a caer para mí. Y aprendí algo importante, que tuvo
posteriormente mucho que ver con mi decisión de ingresar en el Círculo: una
cosa es un acuerdo de paz y otra distinta la construcción de paz. Aquel Acuerdo
de Paz era sobre todo paz frente a los medios, paz sólo en el papel, sin
construcción de paz.
–¿Qué hiciste al volver a casa?
No podía conectarme con la situación. Me preguntaba todo
el tiempo: ¿voy a seguir siendo un revolucionario, un luchador? Pero durante el
periodo del Acuerdo pude comprobar el significado y el valor de la ausencia de
violencia, tenía esperanzas en que algo podía cambiar en mi vida. Así que
decidí implicarme más directamente en el proceso de paz y me convertí en un
oficial de la seguridad palestina. Pero no fue nada fácil. La Autoridad
palestina no era una auténtica autoridad, había una autoridad por encima que
era la ocupación israelí. En realidad no podíamos controlar prácticamente nada.
Los mandos israelíes humillaban a la Autoridad palestina una y otra vez. Y
cuando había un atentado suicida se nos planteaban muchas preguntas: ¿de quién
es la responsabilidad? ¿De la Autoridad palestina? ¿Del Parlamento o del
ejército israelí, de quién? Fue entonces cuando me di cuenta de que si no hay
participación, si no incluyes la reconciliación, la empatía, el conocimiento y
la comprensión, si no añades todo esto a la solución política de los problemas
políticos, el proceso de paz es débil y las esperanzas se pierden muy
rápidamente.
En el año 2000 se inició la segunda Intifada, con una
impronta claramente militante. Dos meses después fui herido por un colono
israelí. Y cuando estaba en Arabia Saudí recibiendo tratamiento médico me
comunicaron la muerte de mi hermano en un puesto de control. Un soldado le
disparó una bala a setenta centímetros de la cabeza. Yousef tenía 32 años.
–¿Cómo recibiste su muerte?
Lo pasé fatal. Yousef era para mí un hermano, un amigo, un
padre, una madre. Siempre se ocupó de mí, solía protegerme. Yo sabía lo que
significa perder la fe, perder la razón. Sabía lo que significa perder los
sueños, perder la esperanza. Pero no sabía lo que significaba perder a alguien
que forma parte de mi vida, de mi existencia. Mi hermano fue asesinado, no
porque participase en ninguna actividad política, ni porque fuese un
delincuente, sino por ser simplemente un palestino. Por eso le mataron. ¿Acaso
ser palestino es un delito, un error?
Yousef valía como todo un planeta,
por eso no hay nada que pueda sustituirle. Si
Yousef valía como todo un planeta, si valía lo que valen todos los israelíes
juntos, ¿a cuántos debería asesinar para sentirme mejor? ¿Cuánto
odio debe envenenar mi cuerpo y el cuerpo del enemigo para poder aliviar mi
dolor? Me
encerré en mi mismo, no quise hablar con nadie, simplemente no quería vivir.
Hiciese lo que hiciese, nada me lo iba a devolver. Ni la paz, ni la violencia,
ni la no violencia, nada. Pero Yousef dejó también un hijo, una hija y a su
mujer. Y rehacer el sentido de mi vida consistía en ayudarles en la suya
después de la muerte de su padre. Pero en aquel momento, lleno de ira como
estaba, no quería ver el otro lado, ni hablar con él.
–¿Y qué pasó entonces?
Pues que el fundador del Círculo, Yitzhak Frankenthal,
quiso conocer a mi familia. Se lo comunicó a mi hermano y él se lo dijo a mi
madre, que respondió: “bien, le damos la bienvenida”. Yo aluciné. Siempre he
visto a muchos israelíes en casa, conocía sus comportamientos, sus rostros, les
había puesto etiquetas, pero nunca había visto tan de cerca su dolor, sus
lágrimas. Entonces me di cuenta de que si esas personas, que habían pagado el
precio más alto al conflicto, eran capaces de venir a mi casa, darme apoyo y
empatía, y entender mis derechos y mis razones, entonces cualquiera en Israel
podía hacerlo. Y del mismo modo, igual que yo me uní al Foro de Familias,
cualquiera en Palestina puede hacerlo también. Así se inició mi camino en el
Foro de Familias, hasta aquí una fase de mi historia.
–¿Qué significa para ti la reconciliación?
En primer lugar, creo que la reconciliación es un gran
desafío personal. Porque luchar contra
el enemigo es una respuesta fácil, pero es mucho más difícil luchar contra ti
mismo. Resistir al sentimiento de venganza, al deseo de arrojar
el veneno que te han metido en el cuerpo contra otro cuerpo, eso es muy duro. Reconciliarse supone reconectar
con la vida después del crimen. Ser capaz de abrir de nuevo los ojos y decir
abiertamente que lo que se ha hecho contra ti no te ha hundido.
Pero no es nada fácil dejar de
sentirse víctima, ésa es una de las razones por las que continua el conflicto.
Ser víctima significa que uno no actúa, sino que reacciona. Uno pierde su
capacidad de acción, pierde la estrategia, pierde el control, porque lo único
que le controla es el sentimiento de ser víctima. En
este conflicto ambas partes se sienten víctimas y eso explica que se perpetúe
el comportamiento agresivo. Hay una competición por ver quién es más víctima. Y
las víctimas se vuelven a menudo victimarios. Los israelíes tienen la
herramienta de la historia, la referencia al Holocausto, para demostrar que son
víctimas. Y los palestinos pueden enarbolar mil elementos de su vida diaria:
los puestos de control, el muro, los asentamientos, etc.
Yo también me sentía una víctima y esperaba respuestas
exteriores. Todo dependía de los demás: las soluciones, los juicios, los
castigos, etc. Pero hubo un momento decisivo en que empecé a buscar respuestas
por mi mismo y en mi mismo. Entonces dejé de sentirme una víctima. Ese proceso
pasó a través del conocimiento, cuando desde el otro lado se dio un paso. No sé
si hay claves para la reconciliación. Ni siquiera sé muy bien qué me sucedió a
mí cuando decidí cambiar hacia la reconciliación. No sé qué me pasó, pero sí sé
lo que quiero. La pregunta clave es: ¿para qué quiero reconciliarme?
–¿Y cuál es tu respuesta a esa pregunta?
Para mí, la reconciliación es una herramienta para alcanzar
la paz en una situación de conflicto. Podemos firmar un acuerdo de paz entre
dos Estados o dos naciones. Pero la reconciliación significa defender con uñas
y dientes ese acuerdo, y normalizar las relaciones con el otro. Mediante la
reconciliación, la existencia de uno se convierte en la existencia del otro,
ambas se conectan. Por
eso creo en la reconciliación durante el conflicto. Y después de alcanzar la
paz, la reconciliación debería convertirse en un objetivo, ya no sólo en una
herramienta. El objetivo de ser buenos vecinos, en una situación en la que
existen relaciones normales entre vecinos normales.
Si las personas no nos reconciliamos no es porque no
queramos la paz, ni porque queramos quedarnos atrincherados en un sentimiento
de víctima que nunca es agradable. No nos reconciliamos porque no sabemos cómo
hacerlo, no sabemos cómo enterrar nuestro sufrimiento y nuestra ira, no sabemos
cómo volver a vivir cuando el crimen contra ti es continuo, cómo dar una cara
humana al enemigo que nos deshumaniza día a día. Pero mientras no lo hagamos no
hay solución, estaremos paralizados. No estamos hablando de querernos más los
unos a los otros ni de cosas espirituales por el estilo, sino de algo muy
práctico que podría servir también a un nivel político. Lograr la
reconciliación mientras el conflicto está todavía en marcha no es fácil. Pero
igual que este conflicto es complicado, la solución será complicada.
El soldado que mató a mi hermano
quería que yo pagara con mi mente, que perdiera la cabeza. Esa es la ocupación
real .
Porque si yo no pudiera controlar mi comportamiento respondería con violencia y
eso serviría a sus políticos, por eso la reconciliación es tan valiosa.
–¿Qué relación tiene la reconciliación con la política?
Para mí, la reconciliación no sólo es un trayecto personal
entre dos personas, sino también entre dos naciones. No es una solución
personal por la cual yo me sienta mejor conmigo mismo. No es un tratamiento
psicológico, sino el tratamiento político de problemas que son políticos. Por ejemplo,
el asesinato de mi hermano fue un comportamiento político. Si yo participo en
el Foro de Familias, si me siento con alumnos israelíes para mostrarles mi
experiencia, es porque creo que todo ello puede contribuir a una mayor libertad
para los palestinos. Por ese motivo, en mi idea de la reconciliación, la visión
política es un elemento muy importante.
–¿Cuál sería esa visión política?
Mi visión como palestino es tener un Estado para los
palestinos. Esa es mi visión. Mi objetivo es acabar con la ocupación israelí,
lo cual traerá automáticamente seguridad para Israel. Mi objetivo es tener un
Estado palestino, lo cual traerá automáticamente el reconocimiento de Israel
como Estado. La reconciliación durante el conflicto no funcionará sin una
visión política. Porque cuando existe esa visión, cuando la tengo clara en mi
mente, puedo defender públicamente mi comportamiento y mis declaraciones de
reconciliación. La reconciliación necesita una visión política y también una
estrategia, es decir, una estructura de base que la sostenga. Porque cuando tu
comportamiento forma parte de una estructura y de una estrategia, entonces la
gente, otras víctimas, pueden formar parte del proceso y unirse a él. Ya no es
algo personal, se convierte en un comportamiento público, colectivo.
–¿Esa visión política es la de los políticos?
No, todo lo contrario. Uno de nuestros mayores problemas
es que los políticos no tienen estrategia para la paz en Oriente medio. Por eso
de ellos sólo salen riñas y la construcción de paz viene por otros lados. No
estoy nada seguro de que los políticos se acerquen a la mesa de negociaciones
con una mente limpia y buenos argumentos sobre cómo resolver los problemas. De
ahí que enseguida empiecen las competiciones políticas sobre quién va a ganar más.
Pero no hay un lado ganador en la negociación de la paz. Deben ganar los dos
lados. Tampoco la Comunidad Internacional tiene una estrategia para la paz en
Oriente medio. De hecho, hay iniciativas donde se instrumentaliza claramente
nuestra sangre como si fuera un material. Pero la sangre
de los niños israelíes y palestinos es mucho más sagrada que las necesidades
políticas de quien sea. Nuestra sangre no está en venta.
–Dices que un gran problema para la reconciliación es que
no sabemos qué hacer con el sufrimiento y la ira, dónde poner la energía del
odio. ¿Qué piensas al respecto?
Lo que lleva a las personas hacia la violencia no es el
odio. Eso es lo que yo he experimentado. Nuestro comportamiento normal no es el
odio. Pero cuando vives bajo el sufrimiento, se te empuja hacia la ira. La ira
es el lenguaje del sufrimiento, no del odio. Es importante saberlo. Se puede
crear un lugar donde darle otro uso a la ira. Esa es una de las claves de mi
apuesta por la resistencia no violenta. La resistencia
no violenta es el medio a través del cual canalizar eficazmente la ira, y esa
ira bien canalizada nos lleva al éxito. ¿Queremos tener razón o también tener
éxito, ser eficaces? Es una pregunta clave. ¿Quieres que tu ira te conduzca a
algún lugar o sólo quieres sentirte bien por responder, por resistir, por
vengarte?
La resistencia no violenta es más que una filosofía, es
una estructura, un estilo de vida, una identidad política. Cuando hablas de la
India, inmediatamente te viene a la cabeza Gandhi o la marcha de la sal. Pero,
¿qué es lo primero que te viene a la cabeza cuando hablas de Gaza? Hamás, la
resistencia de Hamás. Un comportamiento se convierte en una identidad política.
Pero podemos cambiarla, el movimiento de no violencia que estamos creando
podría convertirse en el nuevo rostro de la nación.
–¿Qué haría falta para ese cambio?
Hace poco me reuní con gente que vive en la zona de Jenin
en la franja de Gaza. Me senté con sesenta guerrilleros que estaban allí con
sus armas. Hablamos del proceso de construcción de paz. Llevamos más de sesenta
años luchando, pero ¿cuál es el resultado de esa lucha? Más muros, más
asentamientos, más puestos de control. Expliqué porqué la resistencia no
violenta podría ser un camino más eficaz hacia la paz. Después de cuatro horas
de conversación, los guerrilleros me dijeron muy claramente que años antes
habían firmado un acuerdo para dejar las armas, pero que no funcionó porque no
hubo ningún tipo de cambio en su vida cotidiana. El problema principal para
Israel es la seguridad: si no sufren ataques, los israelíes viven en paz. Pero
no es lo mismo para los palestinos: un alto el fuego de Israel no es una
solución para Palestina. Porque la ocupación sigue en marcha, con sus muros,
sus puestos de control, sus asentamientos. En los últimos años se ha llegado
muchas veces a un acuerdo en la franja de Gaza, pero ¿cuál es el resultado? Que
no hay cambios a nivel práctico, así que mañana cuando aflore de nuevo el
sentimiento de desesperación el alto el fuego se romperá. Para convencer a
personas que viven bajo una ocupación de no responder a cualquier ataque con la
violencia hay que mostrar un camino activo, práctico y eficaz.
–¿Cuál es la fuerza de la no violencia?
La resistencia no violenta no ataca físicamente, pero sí
se enfrenta a aspectos militares: armas, ejércitos, tanques. Sin embargo, su
arma no es física ni material, sino moral. Es la propia humanidad. Es un
derecho que se ejerce y se lleva a la práctica. Si llevo a la práctica el
derecho a la independencia de Palestina por la vía militar seré derrotado. Porque perderemos cualquier batalla con Israel, así
es la cosa nos guste o no. Y además no cualquier tipo de revolución
logra la libertad . En el
conflicto armado nosotros los palestinos salimos perdedores en todos los planos. Por su lado, la resistencia no
violenta también es una estrategia de lucha. Y hablo de lucha porque esto es
una batalla. Por ejemplo, te pones enfrente de una apisonadora que viene a
dañar y destruir tu casa. Uno está ahí desnudo, sólo con su cuerpo. Pero no
estás desnudo de creencias y de moral. Hay que tener un nivel muy alto de
creencias para desarrollar este tipo de comportamiento. Israel tiene un gran
problema con la resistencia palestina no violenta. Los soldados israelíes son
cada vez más violentos contra los activistas no violentos. Quieren que nosotros
respondamos con violencia. Pero yo sé que si no lo hago los desarticulo.
Mediante la resistencia no violenta hacemos que no funcione el sistema que hay
frente a nosotros. Para explicar mejor en qué consiste la no violencia, yo
siempre cuento una historia.
–Adelante con ella.
Un amigo y yo pasamos un día en coche por un puesto de
control. Allí, un soldado israelí muy agresivo se nos acercó sonriendo. Yo le
pregunté: “¿qué tal es la vida en este puesto de control?” Ese día llovía y
hacía mucho frío. “Me parece que tiene que ser terrible estar en este puesto de
control”, continué. Él sonrió un poco más y me dijo: “¿Por qué lo iba a ser?
Aquí mando yo”. Yo le respondí: “porque está sufriendo, lo sé”. Él se enfadó
muchísimo: “no, te equivocas, eres tú quien sufres”. Y yo le contesté muy
tranquilo: “no, yo estoy en un coche, calentito, con un amigo. Usted está bajo
la lluvia, viene a mí con su arma y está orgulloso de provocar mi sufrimiento.
Pero aquí el débil es usted. Yo voy a pasar este puesto de control y usted se
quedará aquí todo el día”. Aquel soldado
se asustó mucho cuando le mostré que no me podía convertir en una víctima,
cuando le mostré la debilidad del poder que sólo proviene de tener un arma.
Entonces empezó a hablarme de otra manera. Me contó que había nacido en un
asentamiento, que su familia pertenecía a la extrema derecha religiosa y que
nunca había hablado con un palestino de igual a igual.
¿Quién controlaba ahí la situación, quién tenía la
autoridad real? No era él desde luego. Es sólo un ejemplo, una historia. Pero
muestra muy bien cómo el comportamiento no violento requiere muchísima fuerza,
en primer lugar la de controlar la ira. Si yo soy la persona que está sufriendo
una ocupación militar, es él quien está en una posición equivocada e injusta,
no yo. Es entonces cuando debemos preguntarnos si sólo queremos tener razón o
también ser eficaces. Porque a través de estos actos de humanidad, dejas a la
otra parte sin opción. La otra parte piensa: “coge un arma y sabré cómo
tratarte”. Pero mientras no cojas un arma, no saben cómo tratarte. En la guerra física puedes pelear, pero cuando
pones tu humanidad
como arma frente al
enemigo despiertas al ser humano que hay en él, porque todo lo que tiene
delante suyo es otro ser humano. Al final yo no tenía frente a
mí la imagen de un enemigo armado y agresivo, sino la de un ser humano con su
historia. Si este comportamiento se convierte en un comportamiento masivo, y
esa resistencia no violenta se está desarrollando ahora mismo en la franja de
Gaza como un comportamiento público y nacional, seguro que la solución llegará
muy pronto.
–¿Por qué razones piensas que la resistencia no violenta
puede ser tan eficaz?
Porque les quita a los israelíes la excusa de la
seguridad. La seguridad israelí se ha convertido en el mayor enemigo de los
palestinos. ¿Por qué? Porque se basa en la ocupación: no es la defensa legal de
una nación, sino un sistema en el que los niños palestinos necesitan cuatro
horas para llegar al colegio por la mañana, una situación en la que las mujeres
embarazadas mueren en los puestos de control. Eso no es seguridad, el muro no
es un mecanismo para la seguridad. En primer lugar, es la representación
psicológica del miedo israelí, un miedo muy vinculado a su pasado histórico.
Esa es la verdad. Si las estructuras militares de la ocupación israelí no
funcionan podríamos encontrar otra solución. Pero mientras exista un suicida
esa estructura seguirá siendo poderosa, porque ahí encuentra justificación para
seguir armándose. Por eso yo me siento devastado cuando hay acciones de
violencia armada. La lucha contra los “islamistas radicales” es la mejor excusa
frente a la Comunidad Internacional. Y de ese modo nadie presta atención al
derecho legítimo a resistir de una nación ocupada que vive una situación de
injusticia. La resistencia no violenta les arrebata esa excusa. Lo que
necesitamos es una estructura que sirva a la libertad y a la seguridad a la
vez. Hamás tiene una estructura, la ocupación tiene una estructura,Avigdor Lieberman tiene
una estructura. Pero la ocupación no sirve a la seguridad y la violencia no
sirve a la libertad. Por eso el 95% de los palestinos no participan en la resistencia
violenta, a pesar de vivir bajo una ocupación militar (sin embargo, ¡se nos
sigue considerando terroristas!). Necesitamos una estructura para la paz, una
estructura para la humanidad de la resistencia no violenta. La resistencia no violenta no significa
que yo abandone el derecho a resistir la ocupación, sino que rechazo matar para
hacerlo. El
asesinato de otro ser humano debería considerarse un crimen y un delito. Si dos
naciones pueden llegar a esta conclusión sin dar más excusas a las matanzas,
podríamos reconciliarnos y quizá perdonarnos.
–¿Cuáles son a tu juicio los logros y las aportaciones más
importantes del Foro de Familias?
El mayor regalo que puede hacer el Círculo es mostrar que
aquellos que pagaron el precio más alto al conflicto pueden sentarse y
conversar. Si ellos pueden hacerlo, entonces cualquiera puede. Ese es el logro
más grande para mí, porque desafía la reproducción del conflicto. Lograr una
solución política a través del Círculo no es nuestra tarea. Nuestra tarea es más bien traer mayor entendimiento
entre los pueblos, lo cual puede contribuir por añadidura al proceso de
negociación y búsqueda de una solución política. Es difícil ser humano cuando
vives en una jungla. Para mí, ser humano no es sentir compasión por otros o ser
amable con los otros. Ser humano significa ser capaz de entender qué necesitan
los otros para vivir como seres humanos, apoyarlo y así ser parte de su
existencia. Cuando nos conocemos unos a otros, cuando uno conoce las
necesidades de vida que tiene el otro y se siente implicado en ellas, entonces
te conviertes en parte de la solución de los problemas. En el Círculo hemos
forjado tal confianza que yo dejaría tranquilamente que Aaron
(Barnea), siendo israelí, me representase. Es decir, pondría en
sus manos la sangre de mi hermano, la historia de mi familia y la identidad
política de mi existencia sin dudarlo. Esa confianza es otro logro importante
del Círculo.
También me gustaría señalar los logros internacionales del
Círculo, que consisten en llevar por todo el mundo el siguiente mensaje: no nos
usen más, dejen ser ser pro- esto o pro- lo otro y sean pro-solución. Si
quieren apoyar a Israel, háganlo de modo que abandone lo antes posible los
territorios ocupados. Si quieren apoyar a Palestina, apoyen la resistencia no
violenta y la transformación de las condiciones de vida cotidianas de los
palestinos. Aquí nadie va
a desaparecer, la única solución es que todos aprendamos a convivir en la misma
tierra. Para
ello, yo quiero que haya dos Estados y que un grupo de locos no gestionen mi
vida. Deseo que Israel tenga fronteras políticas para reconocerlas. Deseo la
situación en la que todo el mundo se de cuenta de que las armas no son la respuesta.
No sé porqué no podemos compartir la vida en esta tierra y nos empeñamos en
compartir la muerte, una vez que están enterrados nuestros muertos. Lo único
que necesito es mi libertad, no quiero lanzar a personas al mar ni nada
parecido.
Por eso nuestro mensaje, nuestra voz conjunta se alza,
como la voz de gente considerada en general como víctimas, para decir que no
somos material que pueda servir a la iniciativa política de nadie, que
escogemos vivir, que escogemos tener paz y que escogemos llegar a una solución.
Y si al final la separación es la solución yo formaré parte de ella. Si el muro
tiene el acuerdo de ambos lados, apoyaré el muro. Si la gente opta por el
divorcio, pues nos divorciamos. Porque así quizá podamos luego volver a
casarnos, pero no ya en este tipo de matrimonio. No en el que tenemos ahora.
–¿Eres todavía capaz de imaginar un futuro de paz?
Nunca me hubiera imaginado a Arafat y a Rabin
estrechándose la mano pero sucedió. Nunca hubiera imaginado que ciento cuarenta
familias palestinas e israelíes fuesen juntas al Museo del Holocausto y al día
siguiente a visitar un pueblo árabe en Palestina, pero así lo hizo el Foro de
Familias. Nunca me hubiera imaginado hablando junto a Aaron de un futuro de
paz, ni mencionando la palabra ocupación en un colegio israelí. Nunca hubiera
imaginado que Hamás dijese que están preparados para reconocer la iniciativa de
los países árabes y pedirles que busquen un alto el fuego. Las cosas se están
moviendo. Es un proceso a la vez emocional y político, personal y político. No
podemos resolver todo. Los problemas no desaparecerán, tampoco tras la
reconciliación. Siempre
habrá conflictos, distintas identidades, distintas ideologías, pero ¿son
conflictos donde la gente muere o donde simplemente discuten y no se gustan los
unos a los otros? No
hace falta que nos adoremos, sino que no nos matemos. Esa es la situación que
quiero ver entre israelíes y palestinos: que incluso las discusiones y los
conflictos incorporen valores no violentos.
* Esta
entrevista, realizada con Juan Gutiérrez en el marco de de los encuentros “Paz
en positivo: un reto posible” (8 de junio de 2010, Bilbao), apareció en el
número 35 de la revista Hermes (noviembre, 2010) y luego en el blog Fuera
de Lugar. La negrita es mía.
Más sobre el Foro de Familias en ‘Fuera de Lugar’:
Si te ha interesado esta entrevista, en
"Interferencias" también te puede interesar leer:
No hay comentarios:
Publicar un comentario