PUBLICADO POR ACUARELA ON LUNES, 6 DE
MAYO DE 2013
Ficciones
Ficciones son las imágenes y narrativas a través de las cuales
cuestionamos los estereotipos que nos clavan en lo que hay y aprendemos de
nuevo a ver. Si los estereotipos son imágenes obvias que lo dicen todo y donde
no hay nada que añadir, las ficciones por el contrario requieren (necesitan y
solicitan) nuestra implicación activa para encontrar usos y sentidos. Nos dan
qué pensar y nos dejan espacio para ver. Son los encantamientos que nos liberan
de los hechizos.
Georges Didi-Huberman
Jacques Rancière
Leónidas Martín Saura
Reinaldo Laddaga
Wu Ming 4
Fuera de Lugar. Conversaciones entre crisis y
transformación
Versión completa de la
entrevista con Leónidas Martín Saura aparecida en Público el 12 de febrero de
2011
Leónidas Martín Saura es artista y activista.
Imparte clases de audiovisuales, nuevas tecnologías y arte político en la
Universidad de Barcelona (UB). Los proyectos en los que ha estado involucrado (Las Agencias, Yomango,
etc.) destacan por ser conocidos tanto en los circuitos artísticos
internacionales como en las redes sociales activistas. Es miembro co-fundador
de la asociación cultural Enmedio,
un espacio dedicado a la investigación y experimentación entre el arte y la
acción política. En la Red es conocido como “Leodecerca”.
Se ha dicho muchas
veces que la experiencia de mirar un paisaje cambió para siempre cuando se
pintaron los primeros paisajes sin presencia humana. ¿Podría estar pasando hoy
lo mismo con nuestra imagen de lo que es la rebelión, la revuelta o la revolución?
¿Se transforma después de ver películas como Matrix, V de Vendetta o Avatar?
Hablas de que las
imágenes políticas se encuentran en un atolladero, ¿podrías explicarlo?
El atolladero al que
me refiero es el toma y daca constante de apropiaciones y reapropiaciones entre
el mercado y la creatividad social. El mercado lanza una imagen, la gente se
reapropia de ella y le da otro sentido; un movimiento social produce un
símbolo, el mercado lo
captura después para vender un producto, etc. Ninguna imagen tiene
un significado absoluto y acabado en sí mismo, la construcción de sentido es un
juego y una lucha infinita donde no hay una frontera clara entre productores y
receptores.
Todo lo que antes
vivíamos directamente se ha convertido en espectáculo, decían los
situacionistas.
Desde la Internacional
Situacionista hasta la Escuela de
Frankfurt, en la historia reciente del pensamiento crítico ha
predominado la lectura más pesimista del fenómeno. Bajo este punto de vista, el
capitalismo es como un vampiro que nos ha chupado toda la sangre y se ha
apoderado de nuestra vida entera. Toda acción humana ha sido convertida en
producto y se ha puesto a circular en la cinta transportadora del mercado. Eso
nos ha reducido a meros espectadores pasivos con una sola posibilidad de
acción: el consumo. Pero yo no comparto esa visión, demasiado derrotista y unilateral.
También la gente roba y usa las imágenes que el mercado ha robado previamente a
la gente.
¿Podrías darnos
ejemplos concretos?
Un movimiento reciente
en España se llamaba V de Vivienda en
referencia al cómic y la película V de Vendetta, la red
internacional Anonymous usa la máscara popularizada por la
misma película a modo de símbolo, grupos
palestinos acometen acciones de desobediencia civil enfundados en disfraces de Na’vi,
los personajes de Avatar,
algunos hackers defienden la libertad en la Red imaginándose en Matrix,
etc. Si los realistas franceses del siglo XIX proponían “pintar lo que se ve”,
estas experiencias a caballo entre la imagen y el activismo proponen “hacer lo
que se ve”. Estamos cansados de mirar, hoy queremos vivir
la imagen.
El fenómeno Anonymous es fascinante. Cuando Anonymous tumbó las webs del Ministerio de
Cultura y de la SGAE, Matías Prats comentó: “hasta ahora, algo así tan sólo lo
habíamos visto en películas de ciencia ficción”. De alguna manera tenía razón.
Por supuesto que las sentadas virtuales, o sea, que un grupo de
personas se organice para visitar un mismo sitio web a la vez con la intención
de provocar su colapso, no es nada nuevo, eso lleva practicándose casi desde
los orígenes de Internet; sin embargo, que una red social sin nombre y sin rostro,
o mejor dicho, con un falso rostro, se apropie del imaginario de un cómic y una
película (V de Vendetta)
y obligue a éste a actuar bajo sus mandatos, eso no se había visto tanto. Es
casi como un ejercicio de posesión: entrar en otro cuerpo y operar bajo su
apariencia. Bajo su imagen, en este caso. Por si esto fuera poco, el fenómeno
está creciendo exponencialmente y cada vez son más los que están participando
en sus acciones. Ejemplo de ello es lo que dices: la próxima convocatoria de Anonymous ya no se limita a la Red, se
llevará a cabo este domingo frente a la gala de los Goya. ¿No es increíble?
Cuerpos reales sin nombre alguno que, parapetados bajo una ficción, hacen un
llamamiento contra la gala de los que dicen ser los autores de esas mismas ficciones,
las que empiezan a rebelarse contra ellos. Autores de ficciones contra
ficciones sin nombre.
¿Se trata de un uso
crítico del cliché?
No, todo lo contrario.
Lo que hace un estereotipo es presentarnos las cosas como algo ya visto y ya
vivido. Nos distancian de todo, nos impiden conectar con el sentido auténtico
de las cosas. Un cliché evita que el mundo nos afecte. Cancelan por tanto la
posibilidad de acción, porque cuando todo se vuelve déjà
vu resulta imposible
identificarnos con nada de lo que hacemos o miramos. Los estereotipos nos
vuelven cínicos: gente que ya lo sabe todo, que ya lo ha visto todo y que no se
cree nada. Por el contrario, y contra todo pronóstico, estos movimientos
realizan la operación inversa: abren posibilidades de subversión identificándose
completamente y sin distancia crítica con algunas de las imágenes-cliché que
nos ofrece el mercado.
¿Pero cómo es posible
usar un cliché contra el poder de los clichés?
Cuando hablamos de
vivir la imagen, más que en el artista o productor de imágenes tenemos que
fijarnos necesariamente en el espectador. El espectador es alguien más libre de
lo que suelen pensar las corrientes críticas. Una imagen nunca puede
representarlo todo, es el espectador el que añade o complementa aquello que
“falta” en una imagen. Proyectamos sobre una película o una imagen más datos
que los que la propia imagen contiene. Lo hacemos a partir de nuestros saberes,
de nuestra experiencia y de las imágenes previas que tenemos en la cabeza. Como explica Jacques Rancière, ver, mirar, es
un acto de comparar: comparas lo que ves con lo que ya has visto y de ahí sale
una interpretación, siempre “desmesurada” o “abusiva”. Y yo añado que en estas
interpretaciones desmesuradas, existe un potencial para la acción política.
¿Qué aporta
concretamente ese potencial?
Por ejemplo, el
recurso a referencias tan populares como Avatar o V de Vendetta hace a los
movimientos sociales mucho más abiertos e incluyentes. Al menos en dos
sentidos. Por un lado, esa identificación ligera, cómica y desdramatizada con
las imágenes-cliché logra descargar de seriedad la acción, incluyendo así a los
que aprecian la dimensión placentera de una movilización y huyen de la política
como sacrificio de la vida entera por una causa. Por otro lado, la
identificación colectiva con un icono cultural abre espacios no codificados en
términos ideológicos (izquierda y derecha). Este potencial crea, en definitiva,
lo que algunos venimos llamando movimientos “post-políticos”, espacios de anonimato sin contornos identitarios o
ideológicos claros, que se cuidan mucho de evitar las etiquetas mediáticas o
políticas que definen, dividen, estigmatizan o criminalizan.
¿Estamos ante una
nueva estrategia comunicativa o política?
No lo pienso así. A diferencia del arte político, estos
movimientos usan el imaginario existente sin ninguna premeditación. Lo hacen
muy espontáneamente, sin conciencia, táctica o dirección. Es como ese viejo
chiste en el que van dos amigos andando por la calle y leen el letrero de una
tienda que dice: “Aceros inoxidables”. Entonces se miran el uno al otro y se
dicen: “¿nos hacemos?” Pues algo así sucede con estas experiencias: una
interpretación desmesurada origina una identificación colectiva que abre un
espacio posible para la acción política. En este sentido, no se trataría tanto
de resolver aquello que se preguntaba Lenin: “¿qué hacer?”, sino, ante una
mirada compartida, de preguntarnos como en el chiste: “¿nos hacemos?”
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