Perú: Una interpretación histórico-cultural
07-10-2013
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Conmemoramos el 85° aniversario de la creación del
Partido, cúspide de la obra heroica de José Carlos Mariátegui La Chira. Para
quienes analizan la historia desde el rótulo o la etiqueta, Mariátegui y sus
camaradas, el 7 de octubre de 1928, firmaron el Acta de Fundación del partido
socialista, no del partido comunista. Y de ahí no dan un paso más.
Vayamos por partes. El Partido que fundó Mariátegui
fue el resultado de un largo proceso que se inició en 1918, cuando junto a
otros peruanos formó el Comité de Propaganda y Organización Socialista. En
Europa, donde permaneció desde octubre de 1919 hasta inicios de 1923, su
simpatía se convirtió en aproximación y adhesión. “ Desde 1918- escribe-,
nauseado de política criolla, me orienté resueltamente hacia el socialismo,
rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y
bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo.”. Además, reiteró un propósito:
“Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del
socialismo peruano.”(1). Para lograrlo, se trazó objetivos de mediano y largo
aliento, asimiló la teoría del socialismo científico, utilizó el método
dialéctico para estudiar, investigar y teorizar la realidad. Su epistemología
de la ciencia tuvo la ventaja de la fusión de la teoría y la práctica.
A su retorno de Europa ejerció el periodismo
político y cultural en las revistas Variedades y Mundial, las primeras
publicaciones modernas serias de inicios del siglo XX. A partir de setiembre de
1926 fundó y dirigió la Revista Amauta, que llegó a tener una enorme influencia
en el mundo intelectual, académico, artístico, cultural y laboral de esa época.
Mariátegui escribe en el primer número de Amauta: “El objeto de esta revista es
el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de
vista doctrinarios y científicos.” (2) En sus páginas escribieron los más
reconocidos intelectuales de la humanidad progresista del mundo y las
personalidades del país. Nombres como el de Miguel de Unamuno, Henry Barbusse,
Waldo Frank, Jorge Luis Borges, Maiakovsky, Breton, Neruda, García Lorca, se
hicieron conocidos entre el público lector de Amauta; a la vez, intelectuales
como Gamaniel Churata, Oquendo de Amat, Alberto Hidalgo, José María Eguren,
Martínez de la Torre, Magda Portal, Martín Adán, Jorge Basadre, Luis Valcárcel,
tuvieron una tribuna desde donde difundieron sus obras.
Otro espacio de su accionar fue la Universidad
Popular Manuel González Prada, creada a propuesta de la Federación de
Estudiantes del Perú, en 1920. En ella, José Carlos ejerció una cátedra sobre
la Historia de la crisis mundial, que eran sus reflexiones de estudios e
investigaciones hechos en los países del viejo continente y que, además, le
sirvió para ampliar el ámbito de comprensión cognitiva de sus alumnos obreros y
estudiantes. En ese espacio proyectó su calidad docente, y, no obstante, que careció
de título universitario era brillante su nivel intelectual, y sencillo,
fraterno y cordial con sus alumnos. En su cátedra señaló que a diferencia de
otros países del continente, en el Perú no existían maestros que a la vez
fueran modelos para los jóvenes, Mariátegui se convirtió en un guía de los
obreros y estudiantes, además, desarrolló una propuesta que hoy la teoría
pedagógica la muestra como uno de sus más importantes avances, “el aprender a
aprender a través de una dinámica de interaprendizaje”. Mariátegui se anticipó
en ocho décadas y puso en práctica los nuevos modelos pedagógicos. En su
primera conferencia dijo:
“Nadie más que los grupos proletarios de vanguardia
necesitan estudiar la crisis mundial. Yo no tengo la pretensión de venir a esta
tribuna libre de una universidad libre a enseñarles la historia de esa crisis
mundial, sino a estudiarla yo mismo con ellos. Yo no enseño, compañeros, desde
esta tribuna, la historia de la crisis mundial; yo la estudio con vosotros. Yo
no tengo en este estudio sino el mérito modestísimo de aportar a él
observaciones personales de tres y medio años de vida europea, o sea de los
tres y medio años culminantes de la crisis, y los ecos del pensamiento europeo
contemporáneo.” (3)
Fueron siete años de propaganda, de exposición de
ideas, de investigación, de estudio, de ejercicio intelectual. De acuerdo a su
concepción, la clase obrera estaba destinada a hacer la historia, a ella se
dirigió y logró establecer una relación sólida con los más entusiastas
activistas del quehacer gremial y cultural obrero. Así pues las reuniones que
se realizaron para sentar las bases del Partido y que tuvieron lugar en La
Herradura primero, y en Barranco después, son el corolario de un proceso que
venía de atrás, que se había iniciado antes de su viaje a Europa.
Los tiempos de Mariátegui (segunda y tercera
décadas del siglo XX) fueron de ascenso de la marea social. A nivel
internacional, el orden capitalista salía de una guerra por las disputas de las
colonias e ingresaba a una de sus peores crisis. El Amauta señaló lo siguiente:
una parte de las organizaciones y movimientos marxistas de Europa se sacudían
de las tesis reformistas y dirigían su mirada a Rusia, ahí los bolcheviques se
habían echado abajo el reino de los zares e instauraban el gobierno de los
obreros y campesinos. En el mundo capitalista los obreros se levantaban, y en
las sociedades atrasadas, las clases populares creaban movimientos
anticolonialistas y de liberación nacional. Se formaban los frentes de clases o
frentes únicos, y en ellos participaban los marxistas.
Europa fue el escenario de la guerra entre imperios
pero también fue el escenario de deslinde entre los viejos partidos reformistas
y los jóvenes partidos revolucionarios. Los primeros eran parte de la II
Internacional y los segundos de la recién creada III Internacional. Las dos se
declaraban marxistas pero era evidente que la historia estaba del lado de los
que abiertamente declaraban la guerra al viejo orden. La reacción violenta de
la burguesía no demoró, y en Italia:
“La burguesía , asustada por
la violencia bolchevique, apeló a la violencia
fascista .” (4). Esto demostró que las clases dominantes no son
víctimas de la lucha de clases, como quieren aparentar, sino conscientemente
partícipes y alentadoras de ésta. En todo caso este fenómeno social es
independientemente de la voluntad de los hombres.
En el Perú de inicios del siglo XX, las relaciones
económicas de producción predominantes no eran ya propiamente feudales, sino
capitalistas. Después de 1920, el dominio económico de Estados Unidos sobre el
Perú se consolidó en sectores fundamentales como la industria manufacturera y
textil; la minería (extracción de cobre, plata, petróleo); los sectores de
servicios: transporte ferroviario y urbano. En todo este proceso, se dinamizan
dos clases sociales: los dueños del capital y la clase obrera, y también un
sector que se incorporan a la sociedad como empleados y una élite intelectual.
Mariátegui y todos los agitadores y propagandistas obreros, los escritores y
artistas progresistas, son producto de esta nueva realidad. Solo nos falta
puntualizar que los “dueños del capital” eran extranjeros y, por tanto, la
burguesía peruana no era más que intermediaria u operadora y administradora del
capital foráneo.
A esta sociedad, Mariátegui denominó semi feudal y
semi colonial, entendiendo por semi feudalidad no un modo de producción propio,
sino la existencia de una feudalidad supérstite (lo decimos en sus palabras) en
una sociedad que se “modernizaba”, que insertaba formas de producción
capitalista pero dentro de patrones impuestos desde el imperio (5).
Lima, la capital del Perú, en la década del 20 no
tenía más de 200 mil habitantes (según censo de la época). Los obreros
adquirirían niveles de protagonismo en movilizaciones y luchas sociales en
calles y plazas hasta entonces desconocidas en la tres veces coronada villa de
los tiempos coloniales. Se producen protestas por el abaratamiento de las
subsistencias y por las 8 horas de trabajo. En el ámbito universitario, el
grito de Córdova por la reforma llegaba también a los claustros de la
universidad peruana. Todas estas luchas son no solo respaldadas, sino
estudiadas por José Carlos. De manera que cuando se va “becado” a Europa ya
portaba una clara identificación con las tendencias que representaban los intereses
de los sectores populares y progresistas. Aunque es cierto, en el viejo
continente hizo “su mejor aprendizaje”.
El posición socialista de Mariátegui se abrió paso
en medio de confrontaciones; hubo de deslindar, primero, con las tendencias
anarquistas, muy activas y muy hostiles contra el pensamiento del Amauta, y,
posteriormente, hizo lo mismo con las posiciones de Haya de la Torre. Los
primeros eran partidarios de una confrontación abierta, sin más estrategia que
la que traza la lucha gremial, argumentaban que la política contaminaba al
obrero, y por eso éste debía ser ajeno a ella. Mariátegui, apenas retornado de
Europa trabajó por la formación ideológica y política de los obreros. Advirtió
en distintas ocasiones que los obreros conscientes tienen la obligación de
formarse para ejercer dominio de la ideología, la ciencia y la cultura. (6)
Con Haya de la Torre la polémica fue de otro tipo.
Hasta 1927, el proyecto de Haya era una propuesta de frente único
antiimperialista y de elevado contenido nacional-continental: acción contra el
imperialismo yanqui, unidad política de la América Latina, nacionalización de
tierras e industrias, internacionalización del Canal de Panamá, y solidaridad
con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo (7). Conforme avanzaban los
hechos sociales y en un proceso rico de estudio y asimilación de modos de
pensamiento, de reflexión ideológica y teórica, Mariátegui avanzó, y Haya de la
Torre retrocedió.
“La cuestión: el Apra: alianza o partido, que
ustedes declaran sumariamente resuelto, y que en verdad no debiera existir
siquiera, puesto que el Apra se titula alianza y se subtitula frente único,
pasa a segundo término, desde el instante en que aparece en escena el Partido
Nacionalista Peruano, que ustedes han decidido fundar en México, sin el
consenso de los elementos de vanguardia que trabajan en Lima y provincias” (8)
El tema central de discrepancia, además del método
propio de la politiquería, que utilizó Haya para “ganar correlación”, fue
centralmente el carácter de clase del Partido: o era una propuesta
revolucionaria, con un programa claro, definido y de ideología socialista o era
un partido de naturaleza pluriclasista, reformista y con una amalgama de
“doctrina”. En el primer caso se trataba de un proyecto socialista serio, en el
segundo caso era una expresión más de la política criolla. En todo ese proceso,
Mariátegui hizo lo que le corresponde a un hombre de principios: estudió la
realidad y actuó conforme a su concepción. En ese proceso avanzó con
perseverancia y convicción a la organización de los trabajadores, de los
intelectuales, y, además, elaboró teoría.
El Perú no era Europa, acá no había nación sino
nacionalidades, etnias (que entonces se llamaban razas) y por eso polemizó con
aquellos que negaban el aporte a la causa de la emancipación de los movimientos
indigenistas y por eso discrepó con la táctica de la III Internacional, central
del movimiento comunista mundial que se creó en 1920, y con la cual Mariátegui
mantuvo diferencias, pues, si bien la contradicción fundamental del mundo
contemporáneo se daba entre capitalismo y socialismo, no se debería adoptar
como estrategia revolucionaria, en países como el nuestro, aquella que
postulaba la confrontación de clase contra clase.
Para Mariátegui, las clases sociales interesadas en
la transformación del país, en sociedades semi coloniales como la nuestra, no
se agotan en el espectro social clasista, pues, los movimientos nativistas,
indigenistas (como él les llamó) organizados en las comunidades, forman parte
de las fuerzas sociales de la revolución. Es más, Mariátegui encontró gérmenes
de un socialismo o cooperativismo agrario en los movimientos de las comunidades
indígenas. Esto no le entendió y menos lo aceptó la III Internacional (9).
Mariátegui es un revolucionario integral, su visión
de la realidad es multidimensional. No es un socialista de lectura
folletinesca. En las obras de Marx fijó la base de su formación en los tres
ámbitos conocidos como las piedras angulares del socialismo científico: la
economía política, la teoría socialista y el método, y la concepción
filosófica. A partir de esas disciplinas, asimiló todo el conocimiento de las
ciencias sociales de su tiempo, del arte, la literatura, la cultura, la
historia, pero además se nutrió de la herencia cultural de su pueblo. Por eso
es que el marxismo de Mariátegui no hay nada que se le pueda motejar de
dogmatismo.
Una vida así, choca contra los grupos de poder del
orden existente, y, por eso, las fuerzas reaccionarias, lo hostilizaron y lo
persiguieron, no solo a él sino a las tendencias que representaban el cambio y
el progreso. Entonces, deduzcamos, un proyecto transformador, de cambio en
función de las mayorías no solo no será saludado nunca por los grupos de poder,
sino que será silenciado y llegado el caso satanizado, denigrado y atacado.
Cuando las tendencias socialistas avanzan, en todos
los países, con regímenes “democráticos” y “civilizados” o retrógrados y
oscurantistas, siempre el poder ha levantado el garrote y los ha golpeado. El
caso de Mariátegui es aleccionador, lo mismo que el caso de Haya de La Torre,
por citar solo las cabezas de las dos propuestas. Uno va a la cárcel, otro va
al destierro. Amauta es clausurada y el famoso ardid del “complot comunista” es
usado por primera vez en el país. La finalidad fue golpear y buscar ablandar a
los líderes, que por cierto, en caso de Mariátegui jamás lo consiguió.
El Amauta no cejó en su esfuerzo de fundar el
Partido. Los más comprometidos con su propuesta, estuvieron ahí, en la playa de
La Herradura, “escogidos con detenida escrupulosidad los compañeros de más
solvencia, de más responsabilidad, capaces de imprimir, desde el primer momento
una buena dirección al Partido que se trataba de fundar.” (10). Esto aconteció
el 16 de septiembre de 1928, cuatro de los asistentes eran obreros: Julio
Portocarrero, Avelino Navarro, Manuel Hinojosa, Borja; un vendedor ambulante:
Bernardo Regman, el propio Martínez de la Torre; no asistió por razones de
salud, José Carlos Mariátegui. En esta reunión se llegaron a importantes
acuerdos: 1, constituir la célula inicial del Partido, el que debía afiliarse a
la III Internacional. “y cuyo nombre sería el de Partido Socialista del Perú,
bajo la dirección de elementos conscientemente marxistas” (11)
Tres semanas después, el 7 de Octubre de 1928, se
fundaba el partido Socialista del Perú, bajo la dirección de José Carlos
Mariátegui y se aprobó por primer vez en la historia del país, un Programa que
partiendo de la realidad, diagnosticada e investigada por el Amauta
principalmente, afirmaba propuestas, metas, objetivos; los que no dejaban la
menor duda, el Partido que se había fundado era un auténtico Partido marxista.
La organización explicitaba el carácter de clase
del Partido (solo concebible en una organización marxista), afirmaba el
carácter internacional de la economía peruana y también el carácter del
movimiento revolucionario. Mariátegui consideró que en sociedades atrasadas
como la nuestra, el movimiento obrero revolucionario debía asumir el reto de
incorporar a sus filas a las fuerzas no proletarias, como los campesinos y
sectores de la pequeña burguesía y aun de la burguesía nacional. Advirtió con
una genialidad extraordinaria lo que los marxistas de otras latitudes también
dedujeron, en sociedades como las nuestras, la revolución será por etapas e
ininterrumpida, es decir, en su primera fase será una revolución democrática,
nacional y popular, culminada ésta, la revolución deviene en socialista.
El Partido que fundó Mariátegui fue un Partido de
clase, que deslindó con las concepciones nacionalistas, que se resistían al
socialismo por prejuicios ideológicos y porque subestimaban el rol de la clase
obrera. En el Programa se señaló que en la etapa del imperialismo las tesis
nacionalistas estaban agotadas. Igualmente es admirable la atención que brinda
a las organizaciones y movimientos indígenas, que los marxistas tendrán que
incorporar para aprovechar al máximo sus potencialidades.
Asimismo, incorporó al Programa el tema de la
educación, lo que de por sí demuestra la importancia que le daba a esta
actividad, “solo el socialismo puede resolver el problema de una educación
efectivamente democrática, en virtud de la cual cada miembro de la sociedad
reciba toda la instrucción a la que su capacidad le dé derecho” (12).
Todo ello lo formuló, y de manera explícita lo dijo
desde una concepción marxista-leninista. “La praxis del socialismo marxista en
este periodo es la del marxismo leninismo” (13). Complementariamente, el
Partido adhiere a su Programa una propuesta de demandas, que debían enarbolar
los trabajadores.
Han transcurrido 85 años desde que Mariátegui fundó
el Partido. La verdad, después de su muerte ningún miembro del núcleo gestante
estuvo a la altura de los retos. Titánica tarea la de reemplazar al Amauta.
Rabines lo que hizo fue negar y tratar de opacar su legado.
Periodos de martirologio, de desprendimiento, de
deportaciones y sacrificio de sus dirigentes, cuadros y militantes y, sin
embargo, sobran los dedos de las manos para contar aquellos líderes que sin
llegar al nivel del Amauta pudieran haber estado en la capacidad para otear el
horizonte y abrir un camino propio. Nada de ello ocurrió. El Partido devino en
una secta, se perdió el sentido de protagonismo histórico, se hizo a un lado el
estudio y la investigación, se rompió el lazo con los intelectuales y artistas.
Se dejó de ver la política como “la gran actividad creadora”, como la expresión
de “ese inmenso ideal humano”, que era como la entendía Mariátegui. (14)
A nombre del marxismo y del proyecto de Mariátegui
se dividió el Partido en función de alineamientos y seguidismos. Desde las
posiciones más burocráticas, de un lado, se rindió culto al reformismo y
gremialismo, y, de otro, apareció el fundamentalismo que hizo de la violencia y
del crimen su filosofía y su “política”, con el agravante que la derecha los
utilizó muy bien para desprestigiar las propuestas socialistas.
Y pese a todo, cuando el capitalismo se impone sin
ningún reparo, cuando el mercado es elevado a la categoría de religión, cuando
el capital monopólico esquilma a los pueblos, cuando las mafias imperialistas
saquean los recursos naturales de los pueblos, sobre explota a los
trabajadores, agrede la soberanía, atenta contra el medio ambiente, sentimos
que el Partido de Mariátegui es una necesidad histórica, y su existencia, un
imperativo.
En esa necesidad reside la posibilidad cierta de
unirnos y recuperar protagonismo, fortalecer el partido en el espíritu del
Amauta. Los marxistas tenemos la imperiosa necesidad de ubicarnos en los
tiempos del siglo XXI. Hay investigar y encontrar respuestas a los problemas
del país y del mundo de hoy. No hacerlo es darles ventajas a los depredadores
de la vida y enemigos de la humanidad.
Notas:
(1) MARIÁTEGUI, José Carlos. Carta al periodista
argentino Enrique Espinoza, director de la Revista La vida literaria, 7 Ensayos
de Interpretación de la Realidad Peruana, Empresa Editora Amauta, Lima, 1960.
(2) MARIÁTEGUI, José Carlos, Presentación de Amauta
(Setiembre de 1926), Ideología y política, Empresa Editora Amauta, Lima, 1959
(3) MARIÁTEGUI, José Carlos, Primera conferencia
(Junio de 1923), Historia de la crisis mundial, Empresa Editora Amauta, Lima,
1985.
(4) MARIÁTEGUI, José Carlos, Biología del fascismo
(1925), La escena contemporánea, Empresa Editora Amauta, Lima,1964.
(5) MARIÁTEGUI, José Carlos, Principio
programáticos del Partido Socialista (1928), Ideología y política, Empresa
Editora Amauta, Lima, 1959.
(6) Ob. Cit.
(7) MARTÍNEZ DE LA TORRE, Ricardo, Aportes para una
interpretación marxista de la historia social del Perú, Tomo II, F.CC.SS.
UNMSM. S/ME.
(8) MARIÁTEGUI, José Carlos, Invitación a la vida
heroica. Antología. Instituto de Apoyo Agrario, Lima, 1989.
(9) MARIÁTEGUI, José Carlos, Ob. Cit.
(10) Ob. Cit.
(11) Ob. Cit.
(12) Ob. Cit.
(13) Ob. Cit.
(14) Ob. Cit.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso
del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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