martes, 14 de enero de 2014

POLÉMICA: BEHOTEGUY VS PETRAS SOBRE EL PROCESO BOLIVIANO



Una crítica al artículo de James Petras “Bolivia bajo Evo: Radicalismo en el exterior, ortodoxia en casa”

14-01-2014

He leído el análisis que hace el sociólogo James Petras del gobierno actual y el proceso boliviano y me parece que adolece de cierta superficialidad y asevera cuestiones cuando menos rebatibles y poco rigurosas, las cuales quisiera apuntar:

1) Petras afirma lo siguiente: "El gobierno de Evo Morales ha promovido que los cuadros sindicales bajo su influencia usen la negociación para contener las demandas salariales y aceptar aumentos moderados, justo por encima de la tasa de inflación". Esto no es cierto, en Bolivia, el salario mínimo entre 2006 y 2012 casi triplica inflación acumulada en ese periodo. El último año el incremento en el salario mínimo fue del 20% y del 8% en el resto de la escala salarial, bastante por encima de la inflación y ni que decir de la etapa neoliberal anterior.

2) Petras dice: "el gobierno de Morales ha ejercido un férreo control sobre el gasto público, asegurando el superávit en los presupuestos nacionales y manteniendo el gasto y la inversión pública a niveles comparables a aquellos que aplicaron los regímenes neoliberales que le precedieron"; eso también es rotundamente falso. El año 2005 la inversión pública era de 600 millones de dólares, el año 2013 esta llegó a más de seis mil millones de dólares, esto significa que se multiplicó por 10. Lo contrario de lo que pedía el FMI, El BM y el BID.

3) Este incremento se debe al enorme crecimiento de los ingresos públicos provocado por las nacionalizaciones de empresas estratégicas, otra vez Petras afirma lo contrario. Además el superávit fiscal en Bolivia se debe al incremento de los ingresos públicos y no a las restricciones en el gasto (el camino opuesto al que ha elegido el Estado Español por ejemplo).

4) Otro punto en que Petras patina es el referido al trabajo infantil. Pasó todo lo contrario de lo apuntado por el sociólogo gringo, las organizaciones de niños y niñas trabajadores se manifestaron recientemente contra el gobierno porque entendían que el nuevo código niño, niña, adolescente que se discutía en la Asamblea Plurinacional le impedía trabajar y reivindicaban su derecho a hacerlo por ser indispensable para el sustento de sus familias. A esto el gobierno respondió que piensa acabar con el trabajo infantil progresivamente. Es difícil que un intelectual del primer mundo, con un nivel de vida acomodado que no tiene ni ha tenido jamás que preocuparse por su supervivencia, entienda lo que significa el hecho del trabajo infantil en un país donde miles de niños y adolescentes viven en la calle y dependen de su trabajo, en este sentido Petras peca de un buenismo pequeño burgués inaceptable.

5) Petras afirma que “Morales ha mantenido, por otra parte, firme frente a los retos que le han planteado los sindicatos del sector público, resistiendo a las presiones sindicales y huelgas de todo tipo”; en este sentido me extraña que un estudioso de su talla desconozca que en Bolivia existe una sola central sindical unitaria, la COB, que agrupa a todos y todas los trabajadores y trabajadoras del país, la misma que si bien ha tenido el valor y la coherencia de plantarle varias huelgas generales al gobierno, también entiende, a diferencia de Petras, la importancia de mantener y apoyar un proceso único en la historia de Bolivia y en el que los trabajadores y trabajadoras han conseguido más beneficios que en ningún otro, lo cual se ha reflejado en el apoyo dado al proceso de cambio en el último ampliado de la COB.

6). Por otra parte, tampoco es cierto que el conjunto de los movimientos sociales apoyen al gobierno de Evo, hay una clara vertiente crítica que cuestiona los ritmos y desviaciones del proceso, fundamentalmente un sector importante de indígenas de tierras bajas (Amazonía y Chaco) organizados en torno a la CIDOB y otro de tierras altas agrupados en un sector de la Conamaq, además intelectuales que han sido parte del proceso como Félix Patzi o Raúl Prada. En todo caso sus cuestionamientos son más profundos y meditados que los del señor Petras y apuntan a la falta de profundidad en la aplicación de la nueva constitución política y su contenido descolonizador y anticapitalista. El gobierno de Evo es claramente antineoliberal y el proceso que lidera significa una clara ruptura con la época anterior. No obstante, no es tan claro el horizonte anticapitalista y de construcción del llamado “socialismo comunitario”. Porque, si bien se ha dado un paso importante en el control del Estado de los recursos estratégicos, no se puede decir lo mismo en el impulso que plantea la Constitución hacia el fortalecimiento de una economía comunitaria que modifique la estructura económica y social modificando la propiedad de los medios de producción.

En este sentido los diversos movimientos sociales afines o no al gobierno suelen tener bastante capacidad de crítica, no olvidemos que cuando el gobierno intentó imponer un alza en los precios de los combustibles fueron sus mismas bases, incluidos los cocaleros, las que obligaron a rectificar y recordar aquella máxima con la que Morales asumió la presidencia “mandar obedeciendo”. 

En síntesis, considero que la crítica de Petras presenta tristemente del típico sentido paternalista y colonizador que suelen exhibir los intelectuales del llamado “primer mundo” al calificar con ligereza los procesos sociales y políticos que construyen los pueblos cuando estos no se asemejan a lo que contienen sus libros de cabecera y su imaginación. Porque la realidad que construyen los pueblos contiene pasos adelante y atrás y un conjunto de contradicciones que suelen descolocar a quienes fundamentalmente se dedican a teorizar. 

El proceso boliviano constituye una importante revolución política en la que las clases oprimidas han accedido como nunca a espacios importantes de poder político y en el que se libra una batalla compleja al interior del campo popular por profundizar dicho proceso hacia una verdadera revolución social. Constituye también un experimento de armonizar aunque, no falto de tensiones, las visiones del mundo indígena cercanas más a la autogestión y autogobierno como profundización de lo plurinacional y sectores provenientes de la izquierda más ortodoxa que dan primacía a la fortaleza del instrumento político de gobierno y al estado nacional.

Pero si algo tienen claro las organizaciones sociales, políticas y sindicales que apoyan y dan sustento al gobierno es que lo hacen desde la certeza de que solamente la unidad puede evitar el retorno de la oligarquía al poder. De igual manera los sectores críticos al gobierno desde los movimientos sociales, propugnan una profundización del proceso y no una vuelta atrás. En este sentido y eso es lo que más me jode del planteamiento de Petras, se puede y se debe criticar al gobierno del MAS, pero no desde el argumento falaz de ponerlo en el mismo espectro que los anteriores y menos aún creyendo que es tan fácil manipular a una clase trabajadora como la boliviana que ha sido capaz no solamente de derrotar a las dictaduras, sino también a las supuestas democracias oligárquicas neoliberales, todo ello con un importante costo en vidas humanas. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.




Bolivia bajo Evo
Radicalismo en el exterior, ortodoxia en casa

09-01-2014
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo


Introducción

Los cambios significativos experimentados por Latinoamérica en tiempos recientes han desconcertado a los escritores, periodistas, académicos y responsables políticos que pretenden analizar la evolución de la región. El caso de Bolivia y de su reelegido presidente Evo Morales (2006-2014) es ilustrativo de la confusión absoluta a la hora de asignar etiquetas políticas.

Un breve repaso a sus pronunciamientos ideológicos, sus declaraciones de política internacional y sus programas económicos pone de manifiesto a un régimen político muy astuto, capaz de manipular con éxito una retórica radical y, al mismo tiempo, aplicar programas económicos ortodoxos, con un estilo populista que le ha garantizado sucesivas victorias electorales y un grado de estabilidad política y continuidad sin precedentes en el país.

El régimen de Morales en perspectiva

Probablemente, desde una perspectiva histórico-comparada, el gobierno de Morales podría considerarse como el régimen radical más conservador, o el régimen conservador más radical, del mundo. Esta aparente contradicción se resuelve al examinar las políticas y prácticas de su gobierno. Pero de lo que no cabe duda es de que el régimen de Evo Morales, sus asesores y su administración, tienen un extraordinario respaldo popular. Entre sus aliados se cuentan líderes de los movimientos sociales de la nación junto a inversores extranjeros y ejecutivos mineros, dirigentes sindicales y banqueros, exportadores de la agroindustria, dirigentes empresariales y agricultores cocaleros indígenas. ¡Todos ellos apoyan con entusiasmo al “Primer Presidente Indio” de Latinoamérica y el principal defensor del capital extractivo de la región!

Evo Morales ha ganado cada una de las seis elecciones a las que se ha presentado desde 2005, incluyendo dos elecciones presidenciales, cada vez con mayor margen. Sus votos se han incrementado de un 50% a un 60% y Morales ha prometido ganar las elecciones nacionales de 2014 con un 70% de los votos. Ningún presidente de la historia de Bolivia había conseguido sucesivas victorias electorales ni gobernar democráticamente un periodo de tiempo tan extenso (ocho años) con estabilidad política.

La fórmula Morales: radicalismo al servicio de la ortodoxia

El aspecto más sorprendente de los ocho años de gobierno de Evo Morales es el rigor y la consistencia con que ha aplicado las políticas económicas ortodoxas, siguiendo el manual de las organizaciones financieras internacionales.

Política fiscal

El gobierno de Morales ha ejercido un férreo control sobre el gasto público, asegurando el superávit en los presupuestos nacionales y manteniendo el gasto y la inversión pública a niveles comparables a los de previos regímenes neoliberales. El aumento salarial a los trabajadores del sector público ha sido modesto, apenas por encima del aumento del coste de la vida. El gobierno se ha mantenido firme frente a los sindicatos del sector público, resistiendo impávidamente las huelgas y otros métodos de presión sindical. Como resultado, los banqueros y los empresarios, nacionales y extranjeros, se han beneficiado de impuestos bajos, una moneda estable e incentivos fiscales favorables a las empresas.

Política comercial

El gobierno ha intentando conseguir una balanza comercial favorable y ha puesto los medios para ello, basándose en la exportación de recursos minerales y agrícolas. Ha empleado el superávit multimillonario en triplicar la reserva de moneda extranjera, 14.000 millones de dólares, garantizando a los inversores extranjeros el acceso a divisas convertibles que les permitan abonar beneficios. El auge de las ganancias por exportación es el resultado del elevado precio de las materias primas y del incremento de las regalías que recibe el gobierno por la producción. Solo una pequeña parte de estas elevadas ganancias se ha asignado a inversión pública en manufacturas y programas sociales; la mayor parte de los fondos permanecen en los bancos. En el mejor de los casos, el régimen ha incrementado el gasto en infraestructuras, para facilitar el transporte de las exportaciones agro-minerales.

Política de inversiones

Bajo la dirección de Morales, se han fomentado y protegido las inversiones extranjeras a gran escala en minería y agricultura. En el sector minero, no se han producido nacionalizaciones relevantes, sino que se ha optado por la adquisición de participaciones en nuevas empresas mixtas y se han aumentado de forma modesta y aceptable los impuestos a la extracción. Los beneficios empresariales son altos, las remesas de ganancias al exterior están libres de cargas fiscales, la regulación medioambiental y de seguridad es laxa y los conflictos laborales se mantienen en mínimos históricos.

Política laboral

El gobierno de Evo Morales ha promovido que los cuadros sindicales bajo su influencia usen la negociación para contener las demandas salariales y aceptar aumentos moderados, justo por encima de la tasa de inflación.

El gobierno no ha incrementado el poder y las prerrogativas de los trabajadores, ni ha permitido que éstos influyan en su estrategia de desarrollo del capital extractivo. Los aumentos del salario mínimo han sido graduales; la mayoría de los trabajadores, especialmente en el sector rural, viven en el límite de la pobreza o por debajo de éste. Morales ha rechazado cualquier propuesta de coparticipación de los trabajadores en las empresas del sector público y defiende la autoridad del capital para contratar y despedir a los trabajadores sin una indemnización adecuada, excepto en condiciones específicas.

A través de su partido, el MAS (Movimiento al Socialismo) ejerce una influencia decisiva sobre los dirigentes de la Central Obrera Boliviana y los movimientos indígenas, lo que asegura la estabilidad social y la tranquilidad política para la élite boliviana. El presente periodo de estabilidad social contrasta enormemente con las huelgas generales y la rebelión popular de décadas anteriores.

Armonía entre clases: terratenientes e indígenas, dueños de minas y mineros

Uno de los puntales en los que se basa el éxito de los programas económicos ortodoxos de Evo Morales ha sido su capacidad de construir una coalición política y social en la que participan antiguos adversarios históricos.

Durante sus primeros cuatro años como presidente, Evo Morales tuvo que enfrentarse a una fuerte oposición, en ocasiones violenta, de la élite regional de Santa Cruz, la región más rica del país. También debió enfrentarse a poderosos oponentes políticos (caudillos) en Cochabamba y Sucre. Gracias a su apoyo de masas y al ejército, aplastó a la oposición más violenta y negoció pactos políticos y económicos con la oligarquía empresarial y agrícola. A partir de entonces, los propietarios de fincas para la agro-exportación reciben subsidios y tienen exenciones de impuestos con el fin de estimular las exportaciones. La reforma agrícola para los campesinos sin tierra fue relegada a las tierras públicas marginales, mientras que los pequeños usuarios agrícolas recibían títulos de propiedad de sus parcelas. La promoción de la agroindustria se convirtió en parte integral de la estrategia de desarrollo de Morales, que amplió su coalición electoral para incorporar a las élites de Santa Cruz, anteriormente bastión de la derecha.

Para contrarrestar la desestabilización promovida por Estados unidos, Morales interrumpió las actividades de la DEA, la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos y expulsó al embajador Goldberg tras su flagrante intervención en la política regional. Morales convocó una asamblea constituyente para redactar la nueva constitución de un “Estado plurinacional” que consolidó la lealtad indígena a su régimen. La diversidad cultural descentralizada aseguró la conformidad con las políticas económicas ortodoxas de planificación central.

Política exterior: El radicalismo en el exterior complementa la ortodoxia en casa

Mientras trabajaba de la mano de las compañías agro-minerales, bancos y multinacionales extranjeras y en conformidad con sus intereses, Evo Morales pronunció una serie de discursos antiimperialistas contra la intervención de Estados Unidos en Venezuela; denunció en repetidas ocasiones el bloqueo yanqui a Cuba; se opuso al golpe militar respaldado por EE.UU. en Honduras y apoyó la reivindicación argentina de las Islas Malvinas (que los angloamericanos llaman Falkland). Asimismo, Morales se unió al bloque radical regional, el ALBA, puesto en marcha por el presidente Chávez, y apoyó la “integración regional” que excluye a Estados Unidos, acusando al TPP (Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica) de “proyecto neoliberal”.

Evo Morales alabó el trabajo de Edward Snowden y sus revelaciones; denunció el espionaje de la NSA de EE.UU. y se indignó especialmente con España y Francia cuando el avión que le transportaba desde Moscú fue desviado y se le negó el derecho de aterrizar. Al mismo tiempo que denunciaba la colaboración europea con el Imperio Americano, se dirigía a los principales inversores españoles, animándoles a dirigir sus capitales hacia Bolivia en condiciones favorables. En resumen, Evo hacía declaraciones radicales contra las políticas intervencionistas imperiales, especialmente por su apoyo a los golpes de Estado y los planes integracionistas para aislar a Bolivia de sus aliados políticos y de sus socios económicos latinoamericanos. Y, al mismo tiempo, tenía un buen cuidado en distinguir entre el militarismo imperial que amenazaba su régimen y la inversión extranjera (militarismo económico) que encajaba con su estrategia de desarrollo económico. Dentro de este contexto, su amistad con Fidel Castro proporcionaba legitimidad radical a sus propuestas a los principales conglomerados mineros del mundo.

Las políticas sociales de un conservador radical

El 22 de diciembre de 2013, Evo Morales sorprendió a sus entusiastas partidarios izquierdistas con una declaración en apoyo y defensa del trabajo infantil y se opuso a la campaña global de la Organización Internacional del Trabajo a favor de su prohibición. En opinión de Morales, el trabajo infantil era esencial para contribuir a los ingresos de las familias pobres. Los 850.000 trabajadores menores de edad de Bolivia (alrededor de una quinta parte de la mano de obra total), que trabajan en fábricas, campos y empresas mineras, desarrollaban una “conciencia social” en sus lugares de trabajo. Inadvertidamente, Morales reveló la extraordinaria laxitud del código laboral y su falta de preocupación por la educación y la salud de los jóvenes. Lo cierto es que, en Bolivia, el trabajo infantil mal pagado mantiene bajo el nivel salarial del trabajo adulto, pues proporciona un “ejército de reserva” que permite a los empresarios reemplazar a los trabajadores adultos más combativos. La mano de obra barata está libre de trabas en Bolivia, que cuenta con el salario mínimo más bajo de toda Sudamérica: 90 centavos de dólar la hora y 143 dólares al mes. A pesar de los casi 15.000 millones de dólares con que cuenta su reserva de divisas y del superávit de su balanza comercial, el 51,3% de la población vive con medios de 2 dólares al día. Y, lo que es más, los gastos sociales han aumentado solo de forma marginal y han venido acompañados de un aumento en la desigualdad: la decila más elevada de la gráfica de distribución percibe el 45,4% de toda la renta de los hogares y la decila más baja el 1%. El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad del país fue de 58,12 en 2009, frente al 57,9 de 1999.

Bolivia continúa dependiendo de la exportación de materias primas y la importación de bienes elaborados. Exporta principalmente petróleo y productos agrícolas e importa derivados petroleros refinados, artículos manufacturados y alimentos elaborados. La promesa de “industrializar” el mineral de hierro, el petróleo, el zinc y el estaño todavía tiene que materializarse. Los principales cultivos agrícolas para la exportación, soja, algodón, caña de azúcar y café, se producen en grandes plantaciones propiedad de las “cien familias” de Santa Cruz. El producto de exportación más lucrativo para los pequeños agricultores y campesinos es la hoja de coca, la base para la elaboración de la cocaína.

Conclusión

El régimen de Evo Morales ha conseguido imponer un modelo económico y político que ha generado una década de estabilidad política y social sin precedentes en Bolivia y un índice de crecimiento entre el 4 y el 6% anual. Ha conseguido formar empresas mixtas con más de cincuenta de las mayores empresas multinacionales y atraer sus inversiones, a la vez que mantiene buenas relaciones con los organismos financieros internacionales. Morales ha recibido asistencia económica de regímenes izquierdistas (Venezuela) y derechistas (la Unión Europea). Su régimen ha conseguido incrementar su número de votantes de manera constante durante los últimos diez años, asegurando la continuidad de sus políticas, personal, instituciones y estructura de clase. Ha conseguido ganar para su causa a antiguos militantes sindicales y líderes campesinos, mediante una retórica radical, estipendios y subsidios, convirtiéndoles en “guardianes del statu quo”. Al mismo tiempo, ha convertido en aliada política a la oligarquía de Santa Cruz; ha aislado y estigmatizado a las organizaciones campesinas disidentes y a los grupos ecologistas que se oponen a los proyectos de infraestructuras y de agro-minería que devastan el medio ambiente, acusándoles de ser “instrumentos en manos del imperialismo” (a la vez que invitaba a las empresas multinacionales a hacerse cargo de los recursos naturales).

Evo Morales ha mostrado su maestría, sin parangón en América Latina, en justificar las políticas ortodoxas y reaccionarias con una retórica radical. Cita a la Pachamama (la Madre Tierra indígena) para defender la depredación capitalista extractiva; afirma que el trabajo inculca conciencia moral y contribuye a la renta familiar para defender la explotación infantil; ofrece un “subsidio” para los hijos escolarizados, mientras que una tercera parte de los niños esta desescolarizada y realiza trabajos esclavos por debajo del salario mínimo (mientras desarrolla “conciencia social”). Proporciona una pensión mínima que no llega a cubrir las necesidades más básicas mientras se jacta de superávits en el presupuesto nacional, una moneda estable y el incremento de millones de dólares en las reservas de divisas del país. Habla de antiimperialismo a la vez que abraza su ortodoxia económica neoliberal. Describe su régimen como el “gobierno de los trabajadores y los pobres” mientras que sus políticas sociales y económicas favorecen al 10% más rico.

Evo Morales ha instaurado una fórmula político-económica que ha ganado el apoyo tanto de la izquierda como de la derecha, de Fidel Castro y del FMI, de los oligarcas de Santa Cruz y de los campesinos indígenas cocaleros. Ha derrotado el intento de desestabilización estadounidense expulsando a los representantes de la USAID y la DEA mientras fortalecía el Estado capitalista y aumentaba los beneficios del capital.

Probablemente, el modelo de “conservadurismo radical” de Evo no es susceptible de ser exportado a otras clases dirigentes en América Latina. Después de todo, ¿cuántos presidentes indígenas con un apoyo de masas y programas económicos ortodoxos existen en el mundo? ¿Cuántos líderes pueden proclamar un “Estado plurinacional” y centralizar el poder político y la toma de decisiones económicas en las manos de una pequeña élite tecnocrática mestiza?

No cabe la menor duda de que Evo Morales es un líder excepcional; sus políticas multifacéticas muestran su genio como manipulador político. No es ningún revolucionario social, ni siquiera un reformista social consecuente y su régimen no es, con seguridad, un gobierno de los trabajadores y de los pobres. Pero Evo Morales es el dirigente capitalista democrático que ha cosechado un mayor número de triunfos en Bolivia y continúa ampliando su base electoral. La cuestión que permanece sin resolver es: ¿Hasta cuándo seguirá aceptando sus argucias políticas el otro 50%?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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