25-01-2014
Si
somos incapaces de preservar la especie humana, ¿qué objeto tiene salvaguardar
las especies vegetales?
Wangari
Muta Maathai
I
Es
de la primera piedra que el primer homo habilis afiló hace dos millones y medio
de años, la tecnología humana no ha parado de superarse. Y sin duda, no se
detendrá jamás, porque justamente en ello consiste la esencia de nuestra
especie: la búsqueda perpetua de lo nuevo. La tecnología, en definitiva, no es
sino eso: la forma de desarrollar instrumentos que nos permitan aumentar
nuestra capacidad natural, nuestro poder, de defendernos de lo hostil y
desconocido. Es decir: la tecnología es la posibilidad de llevar a cabo esa
búsqueda, de dejar atrás la indefensión natural descubriendo cosas nuevas. En
eso, sin dudas, no hay límites: la búsqueda del poder como resguardo contra la
finitud de origen es el sentido mismo de la vida. Desde la primera piedra afilada
hasta el misil nuclear hay una línea común que nos conduce ininterrumpidamente
como especie, llamémosla afán de poderío, intento por saltar los límites o
fascinación por el saber y lo novedoso.
Los
instrumentos de que nos valemos para esa búsqueda son interminables,
cambiantes, sorprendentes. La historia de la humanidad es la historia de ese
desarrollo; es decir: la historia del desarrollo de nuestras posibilidades de
"hacer". En definitiva, la palabra "tecnología" que hemos
acuñado –tomándola del griego clásico: tecné– no significa sino eso: saber
hacer, capacidad de operar, posibilidad de transformar.
Las
tecnologías, por tanto, en tanto instrumentos, en tanto herramientas que nos
permiten ese operar en el mundo, no son en sí mismas ni "buenas" ni
"malas" (salvo excepciones muy puntuales sobre las que luego
volveremos). Las tecnologías son las herramientas de que nos valemos para
vivir; lo que las pone en marcha es el proyecto de vida en que se inscriben, el
marco filosófico-político en que cobran sentido. La energía nuclear puede
servir para alimentar la electricidad de una ciudad, o para hacerla volar por
el aire con una bomba. Y la electricidad puede servir para salvar vidas (en un
quirófano, por ejemplo), o para quitarla (con la silla eléctrica), o para
torturar (con una picana). Está claro que, en sí mismos, los productos técnicos
que la evolución de los seres humanos va obteniendo sirven en función de lo que
se quiere hacer de ellos. El poder no está en la tecnología; sigue estando en
las relaciones políticas que se establecen entre los grupos humanos.
Las
relaciones entres los seres humanos (relaciones de poder hasta ahora siempre
asimétricas: luchas de clases sociales, relaciones entre géneros, relaciones
entre distintas culturas, relaciones generacionales) se valen de esos
instrumentos para mantener/perpetuar el estado de cosas (donde alguien manda y
alguien obedece) o, eventualmente, cambiarlo. Pero nunca las relaciones entre
seres humanos están definidas solo por las tecnologías en juego. Las tecnologías
son siempre aquello de que nos valemos para hacer andar el mundo; no nos
determinan. Somos los humanos los que las determinamos a ellas. Un arado, una
espada, un cántaro de arcilla, un alto horno de fundición o un robot sirven
para instrumentalizar las distintas relaciones entre los grupos humanos; como
objetos, por sí mismos, no determinan nada. Sirven para determinar, para
relacionar, para articular procesos; esa es la razón de ser de una herramienta:
servir para algo.
En
el mundo capitalista moderno iniciado con la revolución industrial hace unos
dos siglos, las ciencias juegan un papel determinante: han sido –y cada vez lo
son más– la llave de la explosión productiva. La revolución científico-técnica
en curso pareciera no tener límites, y las posibilidades que abrió en unos
pocos años provocaron un salto monumental en historia de la humanidad. Con las
ciencias que se instauran en la modernidad europea luego del Renacimiento y su
aplicación sistemática en los procesos productivos que trajo el capitalismo,
proceso hoy día ya globalizado y sin vuelta atrás posible, la especie humana
avanzó en unos pocos siglos lo que no había hecho en milenios y milenios de
civilización. De ahí que las ciencias modernas y sus nuevas tecnologías han
pasado a ser los nuevos dioses de nuestros tiempos. Y algo curioso, digno de
ser destacado: el proceso productivo mismo, el quehacer, la industria, en esa
nueva cosmovisión moderna ha pasado a cumplir sin más el papel de ídolo, de
deidad adorada. Hablamos indistintamente de "avance de la ciencia"
como de "avance de la tecnología". Más aún: identificamos progreso
con desarrollo tecnológico. El paso del desarrollo, según esta cosmovisión, lo
marca el ritmo de las "tecnologías de punta". Pero no debemos olvidar
que las tecnologías son una expresión visible, la aplicación de los conceptos
científicos que la sustentan; y todo ello, en definitiva, hace parte del
proyecto político en juego de un sistema de relaciones. La tecnología es una
demostración del tipo de relaciones sociales que la sostienen, y al mismo
tiempo, la posibilitan.
II
De
acuerdo al proyecto de sociedad en que se desarrollan, las tecnologías pueden
cumplir diversos papeles. Solas, en sí mismas, no representan nada. Son muy
pocas las tecnologías nocivas en sí mismas. La gran mayoría, útiles en cuanto
facilitan los distintos aspectos de la vida, sirven de acuerdo al proyecto en
que se desenvuelven. En ese sentido, podría decirse que hay varias categorías,
con implicaciones igualmente diversas: Tecnologías inaceptables en el actual
sistema económico-social, pero aceptables en un marco socialista.
- Tecnologías correctas en sí mismas, pero que
precisan moratoria o lentificación por motivos sociales.
- Tecnologías que no siendo prioritarias deben
someterse a moratoria antes de haber logrado desarrollarse las primeras.
- Tecnologías que ya están suficientemente
desarrolladas y no necesitan más investigación.
- Y solo en algunos casos muy especiales,
tecnologías intrínsecamente negativas
- Tecnologías inaceptables en el actual sistema
político, pero aceptables en un planteamiento socialista
Hay
una serie de realizaciones tecnológicas que serían aceptables, incluso algunas
son imprescindibles en sí mismas, pero que desarrolladas dentro de la dinámica
del sistema capitalista van a servir inevitablemente no para el provecho
colectivo sino solo para el lucro empresarial privado, contrariando el
beneficio social. Su uso debería postergarse hasta que existan "reglas de
juego" socialistas, donde la actuación política esté dirigida con
racionalidad y justicia distributiva, y el respeto al medio ambiente sea una
realidad efectiva.
La
investigación y desarrollo en estos ámbitos están motivados enteramente por el
interés monetario de las patentes, tanto en la investigación privada como en la
mayor parte de la investigación académica, por ser una fuente importante de
financiación de las universidades. Todo lo que se está patentando
desbocadamente bajo el actual sistema abusivo de patentes del capitalismo está
alejando sus beneficios a la generalidad de la población e incrementando aún
más el poder de las grandes corporaciones multinacionales, que son las
beneficiarias finales de las innovaciones. Se adelantan a patentar todo antes
de que pueda existir un sistema mucho más restrictivo de patentes, como sería
imprescindible. Entre estas tecnologías tenemos los sistemas para la detección,
la monitorización cibernética y el automatismo.
a)
La detección vía satélite es básica para comunicación, posicionamiento por GPS,
alerta climatológica, etc.
El
inconveniente es la desviación de su uso a fines éticamente cuestionables, como
los bélicos de "guerra de las galaxias", o el control indiscriminado
sobre toda la población del planeta. La mayor parte de los satélites en órbita
realizan funciones bélicas y de espionaje, habiendo colmado el espacio de los
satélites útiles. Los más de 20.000 artefactos o restos en órbita son un
peligro para los útiles y para el planeta.
b)
Buques-factoría y sistemas para la detección de bancos de peces.
Suponen
un gran ahorro energético en la búsqueda, captura y transporte de la pesca, al
disminuir los desplazamientos necesarios, pero son también el instrumento para
su exterminio. Solo serían buenos si existieran reglas claras para el reparto
equitativo de los beneficios, no desplazasen a quienes solo tienen recursos
artesanales, y fuera controlada la pesca realizada con los sistemas
sofisticados de control que se destinan a otros fines (generalmente perversos).
c)
Global Forest Resources Assessment (GFRA).
Medir
con exactitud la fotosíntesis que se produce en una parcela forestal o agrícola
es útil para desmontar la falacia habitual de ciertas políticas ambientales
cuando afirman que "se han plantado 10 árboles por cada uno talado",
pues se vería que durante las próximas dos décadas cruciales esos 10 nuevos
árboles van a fijar mucho menos dióxido de carbono que el único árbol talado o
que un matorral autóctono. También el complejísimo monitoreo planteado,
provisto de innumerables sensores, sería útil para el seguimiento de la
evolución edáfica de los suelos a consecuencia del tipo de manejo forestal
realizado. Pero sería necesario que los sensores instalados detectaran las
variables correspondientes a dicha finalidad; que los –seguramente alarmantes–
datos que se obtuvieran se hicieran públicos (en lugar de seleccionarlos o
falsearlo como es muy habitual); y que se tomaran las medidas necesarias para
atajar la degradación (de poco sirve ahora la observación por satélite de las
deforestaciones masivas o clandestinas cuando no se aplican medidas
correctoras). El desarrollo del GFRA bajo la lógica y la dinámica del sistema
capitalista dominante puede servir también para gastar fondos públicos con
fines perversos, por ejemplo: ensayar el control remoto de los espacios
forestales, combinando la observación por satélite con los sensores sobre el
terreno. O como un medio más para eliminar agentes forestales y campesinos
provocando la despoblación del medio rural y la expulsión del campesinado.
También podría servir para desarrollar industrias de "alta
tecnología", controlada por las grandes transnacionales y en su exclusivo
beneficio monetario, tecnológico, y político. O para adquirir experiencia en
planes de dominación global que no son impensables para un mediano plazo: la
regulación y el control cibernético de la biosfera, y con ello el poder
absoluto sobre el mundo (por ejemplo: la guerra climatológica, denunciada en
más de una ocasión como una realidad ya en curso; es decir: por ejemplo,
huracanes teledirigidos). O más aún: la utilización de los sistemas de
detección para la completa localización en cualquier lugar del mundo de los
movimientos guerrilleros que se cobijan en las selvas, siempre con el
benemérito pretexto de la lucha mundial contra las drogas.
- Tecnologías correctas en sí mismas, pero que
precisan moratoria o lentificación por motivos sociales
Sabido
es que en el capitalismo la mayor parte de las innovaciones tecnológicas se
orientan a la disminución de la mano de obra y a la ampliación de la tasa de
ganancia empresarial. Lo correcto sería dar tiempo al tiempo, que es un factor
fundamental a considerar cuando se implementan procesos de innovación. Sin
embargo, bajo la lógica del capitalismo, esto no cuenta; lo que le interesa es
lucrar cuanto antes con la innovación, y la generación de desocupación masiva
es un factor más de beneficio añadido al permitir el descenso de los salarios
por tener un ejército de desocupados de reserva. Las políticas neoliberales se
han especializado en este mecanismo. Particularmente sangrante es el
desplazamiento de la población campesina, expulsada de su territorio (mediante
la violencia generalmente) para la agricultura industrial. En este caso, a la
catástrofe humanitaria se añade un grave daño a la biosfera común, tanto por la
degradación de los suelos que provocan los agronegocios, como por incrementar
la insostenibilidad del medio urbano con megápolis cada vez más inmanejables,
violentas y hostiles para la sana convivencia.
En
esa lógica encontramos la actual revolución industrial cibernética. Su magnitud
se refleja en la cantidad de jubilaciones anticipadas, regulaciones y despidos
que se han desencadenado en los últimos años. Resulta expresivo que una fábrica
de automóviles que empleaba unas décadas atrás a 20.000 operarios con el
llamado modelo fordista, se convierte en una factoría robotizada con solo 300
trabajadores muy cualificados. Parte del personal "sobrante",
encontrando cerradas todas las puertas para la sobrevivencia, puede hallar como
estrategias de vida solo la delincuencia, por lo que un beneficio tecnológico
que debería ser alegría para todos (reducción de la jornada laboral, por
ejemplo), termina transformándose en una bomba social. Por tanto sería
necesaria una moratoria en el desarrollo de ciertas tecnologías aceptables
aunque no prioritarias, y una lentificación en el desarrollo de otras de mayor
interés, adaptándolas al ritmo de la reconversión y reubicación profesional de
los que resultarán desplazados. Las políticas de pleno empleo de todas las experiencias
socialistas, así sea recargando innecesariamente a veces las nóminas de algunas
dependencias públicas, por lejos son siempre más humanas que los planteos
capitalistas que consideran a los trabajadores solo "variables de
ajuste". Si las tecnologías no sirven para beneficio de la humanidad,
¿para qué la queremos?
- Tecnologías que no siendo prioritarias deben
someterse a moratoria antes de haber logrado desarrollar las prioritarias
Pueden
tener algún interés para el avance científico, pero su desarrollo es irracional
e inmoral por su elevado coste mientras no se resuelvan de forma estable
problemas básicos de la humanidad como el hambre, las enfermedades de la
pobreza (las diarreas, debido a la falta de agua potable, o las
infecto-contagiosas, debido a las malas condiciones de vida), el problema
habitacional, la educación básica para todas y todos. El esfuerzo investigador
y los recursos deben utilizarse en la ciencia básica y en las investigaciones
prioritarias, siempre en atención a las necesidades coyunturales de la sociedad
de que se trate, y con perspectivas de mediano y largo plazo.
a)
La estación espacial. Al fin se ha reconocido su escaso interés científico y la
irrelevancia de los experimentos allí desarrollados. En realidad es prematura e
innecesaria toda la aventura espacial, incluyendo la exploración personal o
robótica de la luna o Marte. Comparar las sumas invertidas en los viajes
espaciales con las necesarias para evitar la muerte por hambre de millones de
personas resulta inmoral y obsceno. Hoy día puede verse con más claridad –y
además puede decirse abiertamente– que la carrera espacial de Estados Unidos y
la Unión Soviética fue una arista más de la Guerra Fría, inconducente y sin
relevancia positiva real para los pueblos del mundo. De hecho, la llegada de
misiones tripuladas a la luna por parte del gobierno de Washington no aportó
prácticamente nada en términos científicos, siendo solo espectáculos mediáticos
destinados a tapar la boca a su contrincante socialista.
b)
La industria aeroespacial en su totalidad (lo llamado pretenciosamente "la
conquista del espacio", "la nueva frontera", la "guerra de
las galaxias") representa nuevos impactos sobre la biosfera por la extracción
de los minerales escasos necesarios para las construcciones y las naves
espaciales, guerras por intermediación para el control de la minería de
materiales estratégicos, consumo de combustible, impacto sobre la atmósfera y
la troposfera, dispersión de chatarra espacial, con el peligro que ésta
representa en su posterior caída sobre la tierra, en ocasiones de combustible
nuclear y otros materiales radiactivos. Lo inmoral, irresponsable e irracional
de la aventura espacial culmina cuando ni siquiera se invocan los supuestos
avances científicos, sino que ese daño y derroche se prepara con fines
turísticos: se patenta la luna, se montan empresas de venta de parcelas, se
reservan plazas para viajes regulares o para los proyectados hoteles
espaciales. Todo ello sin que ningún organismo internacional declare la nulidad
de esas patentes, de esas empresas, de los despachos de ingeniería y los
técnicos que desarrollan y venden los proyectos, de las cantidades ya
percibidas como reservas.
- Tecnologías que ya están suficientemente
desarrolladas y no necesitan más investigación, al menos por ahora
Si
bien no se puede limitar el desarrollo de la investigación científica, se deben
abrir cuestionamientos éticos sobre mucho de ella, tanto respecto a su
implementación como del "avance" en sí mismo que representa como bien
social. Hay tecnologías que ya han dado saltos fabulosos y, hoy por hoy, no
necesitan seguir desarrollándose. Por ejemplo: la calidad de la reproducción de
todos los actuales medios audiovisuales (cine, televisión, videojuegos,
pantallas de computadoras). El punto alcanzado es definitivamente muy bueno y
se torna innecesaria su evolución en estos momentos; si se lo hace, es solo en
función de continuar generando mercancías para colmar políticas empresariales,
pero tecnológicamente no hay nada que las justifique.
Otro
tanto pasa con la industria de los vehículos automotores; sabiendo que los
motores de combustión interna son uno de los principales agentes causantes del
efecto invernadero negativo, lo racional y éticamente correcto sería utilizar
los nuevos avances tecnológicos en la producción de transportes públicos no
contaminantes, buscando la paulatina eliminación del automóvil privado. Pero el
hambre de ganancias de las gigantescas corporaciones fabricantes de vehículos,
indisolublemente unidas a las grandes compañías petroleras, prefiere continuar
con la producción irracional de autos particulares en vez de promover salidas
viables con medios de movilidad públicos. La tecnología automotriz actual se
sigue desarrollando solo por el afán de ventas, siendo que ya no sería
necesario su avance sino, por el contrario, su reconversión hacia otro tipo de
vehículos: no contaminantes y de uso masivo, eliminando el agresivo, en
términos ecológicos, automóvil unipersonal o familiar.
5.
Tecnologías intrínsecamente negativas
Llegamos
a un capítulo especial, aquél en el que sí, efectivamente, la forma misma de la
tecnología conlleva una carga negativa, por su probada peligrosidad. Se han
desarrollado tecnologías peligrosas sin respetar el más elemental
"Principio de Precaución" a pesar de existir serios indicios e
informes científicos señalando sus peligros, y se han aplicado masivamente
después de que tales peligros se confirmaron, y además con mayor gravedad y rapidez
de lo previsto.
a)
Biotecnologías que ponen en peligro la conservación de la biosfera. Pueden
incluirse aquí: la tecnología del ADN recombinante; todos los cultivos y
liberaciones ambientales de transgénicos; los intentos de fabricar bacterias
sintéticas, las bacterias alteradas por mutaciones inducidas para uso en la
"guerra bacteriológica", entre otros avances tecnológicos.
b)
Tecnologías bélicas, cuya única función es la destrucción y el asesinato
masivo. En particular las minas antipersonales, o la utilización de
"uranio empobrecido" para deshacerse de su peligro en algún
"país empobrecido". Según las cifras del jefe de oncología del
hospital local de Basora, en Irak, se ha producido un tremendo aumento de los
casos de cáncer y tumores, que han pasado de 32 casos anuales en 1989 a más de
600 en el 2002, lo que se atribuye al bombardeo masivo con proyectiles de
"uranio empobrecido". Sin embargo, un veterano estadounidense que
actuó en esta la primera Guerra del Golfo afirma que se lanzó allí una bomba
atómica, de menor potencia que la de Hiroshima (algo muy verosímil pues es una
intención declarada del Pentágono la prueba de "pequeñas" bombas
atómicas tácticas). En cualquier caso, la utilización masiva de proyectiles con
uranio empobrecido por los Estados Unidos está sobradamente acreditada y
confesada en los lugares en que ha intervenido, tanto en Irak como en Kosovo.
III
La
investigación científico-técnica es siempre una buena noticia para la
humanidad. La promoción de nuevos saberes y la invención de nuevas tecnologías
abren perspectivas positivas, por lo que siempre es deseable su promoción. Si
alguno de esos descubrimientos se muestra inoportuno, inconveniente o dudoso en
cuanto a su beneficio colectivo, el problema no está en la producción misma de
los nuevos conocimientos sino en su posterior aplicación. Por eso el objetivo
final de toda crítica no debe ser la tecnología propiamente dicha, o los
conceptos científicos de que se nutre, sino el sistema de relaciones sociales
en que se desenvuelven. El poder no está en los instrumentos mismos, en las
herramientas de que nos valemos para la vida, no importando su magnitud o
complejidad: ha estado y seguirá estando en las relaciones que establecemos los
seres humanos entre sí. La lucha por un mundo de mayor justicia, por tanto, no
es una cuestión de tecnologías. Es una cuestión política.
Si
la tecnología no sirve para un genuino desarrollo humano integral, ¿para qué
está entonces? ¿Por qué termina siendo más importante tener cosas –y cambiarlas
cada vez más rápidamente– que su aprovechamiento? No podemos estar fatalmente
condenados a valorar la vida en función de las cosas que, en todo caso, nos
deben servir para ayudarnos a vivir. El hacha de piedra, la rueda, el automóvil
o el teléfono celular son simplemente instrumentos que nos facilitan la vida;
olvidarlo implica generar un mito, reduciendo la vida a una frenética carrera
por su posesión, para no saber qué hacer una vez se los ha obtenido.
"El
ser humano ha llegado a ser, por así decirlo, un dios con prótesis; bastante
magnífico cuando se coloca todos sus aparatos, pero éstos no crecen de su
cuerpo, y a veces le procuran muchos sinsabores", decía con razón Sigmund
Freud. Si lo olvidamos, no hay real desarrollo del ser humano. En vez de
venerar imágenes, tótems o espíritus, glorificamos pedazos de plástico o
cromo-vanadio. ¿O será ese nuestro destino? Evidentemente es muy pobre ese
camino. Las herramientas –cualquiera sea, desde la primer piedra pulida del
homo habilis hasta la actual super computadora más potente– tienen que
servirnos para mejorar nuestras vidas, no para esclavizarnos más. Si nos
esclavizan, está claro que ello sucede porque el proyecto en que se inscriben
es el esclavizante. Una vez más entonces: el "enemigo" no es la
tecnología, sino el sistema que permite llegar a pensar que un robot es más
importante que una persona de carne y hueso, o que el lucro económico puede
permitir destruir la naturaleza.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=179927
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