lunes, 31 de marzo de 2014

UN NUEVO COMIENZO POR LA VÍA DEL MARXISMO: EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI Y LA CONCIENCIA DE CLASE


sábado, 29 de marzo de 2014

Empiezo transcribiéndoles unas ideas de Rolando Astarita contenidas en su trabajo titulado Chavismo e independencia de clase http://rolandoastarita.wordpress.com/ :

“Como lo ponen en evidencia los intercambios que he tenido en “Comentarios” a raíz de la nota sobre control bonapartista, mis diferencias con la izquierda chavista son profundas. Alguna gente se sintió ofendida porque planteé que, de hecho, estamos en “veredas opuestas”, ideológica y políticamente, pero no hay otra manera de decirlo. Es que hay dos visiones contrapuestas: una que hace eje en que el movimiento obrero mantenga una actitud autónoma y hostil hacia el conjunto de la clase dominante y el Estado. Y otra que pone el acento en la colaboración con el proyecto del socialismo siglo XXI, dirigido desde el Estado. En esta entrada amplío sobre qué significa un accionar independiente, autónomo, de clase.
El fundamento último de una estrategia política autónoma de las fuerzas del trabajo es la conciencia de clase. En términos leninistas, conciencia de clase es conciencia del carácter irreconciliable del antagonismo entre el capital, de conjunto, y el trabajo. Es también conciencia de la naturaleza burguesa del Estado, de su rol en el sostenimiento de la relación de explotación, y de la imposibilidad de reformarlo “desde adentro”. Este carácter del Estado no se altera en los países dependientes (ver más abajo).
Por eso la independencia de clase exige una actitud hostil de los explotados hacia la clase dominante de conjunto. Es un criterio general que ordena las orientaciones tácticas y los programas de acción. De ahí el rol de la crítica. La crítica hacia toda forma de explotación y sujeción de los trabajadores es la condición indispensable para avanzar en la autonomía de la clase trabajadora. La raíz última de esta crítica es la teoría de la plusvalía de Marx (esto es, la teoría de la explotación del trabajo por el capital). Por esta razón no puede haber política socialista y revolucionaria sin teoría, sin crítica, sin debates y elaboración colectiva”.

La práctica como criterio de verdad

No es correcto comparar una idea con un hecho práctico. No es propio de marxista y no es científico. Hay que comparar un hecho práctico con otro hecho práctico. ¿Con qué debemos comparar la Venezuela chavista? Rolando Astarita la compara con sus ideas sobre el socialismo y sobre lo que a su juicio sería la verdadera conciencia de clase. Pero en verdad se debería comparar con la realidad de su propio país o con la realidad de los países de la Unión Europea. ¿Y qué nos dice esa realidad? Que la izquierda radical carece de poder y que no existe mayoría social con conciencia socialista. Todo lo contrario de lo que ocurre en Venezuela: la izquierda radical está en el poder y hay una mayoría social con conciencia socialista. ¿El Estado venezolano sigue siendo burgués? Pues sí. ¿Y qué? Así es la realidad. Tiene que seguir siendo burgués porque la sociedad sigue siendo una sociedad capitalista. Venezuela vive en una época de transición que durará muchas decenas de años, donde luchan las tendencias socialistas con las tendencias capitalistas. ¿Es el socialismo representado por el chavismo el socialismo verdadero? Pues no. Pero es que el socialismo verdadero no existe en la realidad. El socialismo verdadero solo existe como concepto idealizado e inmaculado en la cabeza de los dogmáticos. Un rasgo esencial del pensamiento marxista es que todo debe analizarse teniendo en cuenta su determinación histórica. Así que el socialismo venezolano está determinado por las peculiaridades nacionales del pueblo venezolano y por las peculiaridades históricas de finales del siglo XX y principios del siglo XXI. Y dos rasgo de esta época histórica es que el socialismo soviético dejo de existir y el socialismo chino sufre el duro embate de las fuerzas del capitalismo global. La gran diferencia entre el socialismo chavista y el socialismo que representa Rolando Astarita es que el primero es una realidad y el segundo es un puro pensamiento.

La práctica y los intelectuales

Yo me dedico a la elaboración teórica. No represento ninguna fuerza social. Así que estoy muy agradecido a todas las personas que hacen posible la existencia y la actividad de IU. Admiro y respeto a Cayo Lara. Y no porque coincida con sus ideas, sino por la fuerza social y tendencia que representa. Me parece totalmente improcedente que desde las cuatro paredes de mi despacho dicte a IU lo que debe hacer. En política no se habla de lo que se debe hacer sino de lo que se puede hacer. Y lo que se puede hacer deben decidirlo los jefes de IU. Ellos tienen su propia conciencia de lo que pueden hacer y podrán evaluar mejor que nadie lo más conveniente para IU. Lógicamente que se equivocarán y lo harán en mil ocasiones. Pero solo quienes están en la práctica política pueden equivocarse. Quienes sólo se dedican a dibujar cómo debe ser el socialismo verdadero, y esta es la tendencia que representa Rolando Astarita, no se equivocan. Puesto que como sus ideas nunca las ponen en práctica, no hay manera de saber si están en un error o no. Mi actividad teórica la comprendo como una actividad dirigida a enriquecer y modificar la conciencia. No voy más allá. El problema de Rolando Astarita es que pretende que los agentes prácticos de la izquierda radical sigan sus ideas y directrices. Se arroga una representación que no tiene y un papel que los otros no se lo han reconocido.

La conciencia de clase

Dice Rolando Astarita que en términos leninistas la conciencia de clase es la conciencia del carácter irreconciliable del antagonismo entre el capital, de conjunto, y el trabajo. Es también conciencia de la naturaleza burguesa del Estado, de su rol en el sostenimiento de la relación de explotación, y de la imposibilidad de reformarlo “desde adentro”. Qué forma de expresarse tan anticuada. Lo peor es que le asigna a Lenin unas ideas que no son suyas, puesto que todo lo que se saca del contexto histórico donde se produce pierde su sentido y su vida. ¿Hay antagonismo entre los capitalistas y los trabajadores? De forma abstracta sí, pero en la práctica hay continua conciliación. A nivel económico las empresas funcionan  sobre la base de la colaboración entre trabajo y capital, no sobre el antagonismo y la lucha. Y a nivel político la mayoría de los trabajadores constituyen la base social de los partidos de la derecha y de la izquierda reformista. Luego a nivel político la conciliación y no el antagonismo entre las clases sociales es lo que manda. Luego afirmar que la  conciencia de clase es la conciencia del carácter irreconciliable del antagonismo entre capital y trabajo es una idea que falta a la verdad. Puesto que en la realidad la conciliación domina sobre el antagonismo de clase. Pertenece al socialismo de los años sesenta pensar en la lucha de clases como la lucha principal del ser humano, relegando la lucha por la producción a un subproducto de aquella. Cansa el socialismo dogmático. Es un socialismo conceptualmente muy pobre, que vive  de espalda a la realidad, y que caricaturiza y deforma figuras políticamente tan estelares como Vladimir Ilích Ulianov y Mao Zedong.

Desde dentro del Estado

La gran lección del socialismo chavista, el socialismo con peculiaridades venezolanas, es que hay que tomar el poder del Estado burgués y ponerlo al servicio de la causa del socialismo, sabiendo que esa toma de poder abre un periodo de transición muy largo. Esa experiencia pone de manifiesto que se llega más lejos desde dentro del Estado que desde fuera. La idea de destruir el Estado burgués y sustituirlo por un nuevo y socialista ha pasado al baúl de la historia. La transición del capitalismo al socialismo no es una época que se recorra rápida, como pensaron Marx, Engels y Lenin, sino un periodo que durará siglos y que estará salpicado de reveses. Y la experiencia del socialismo soviético y del socialismo chino así lo pone de manifiesto. Creer que desde fuera, desde las calles, desde las barricadas, se llegará al socialismo, es seguir atado a las tácticas de lucha de clases propia de la primera mitad del siglo XIX. La complejidad de la maquinaria del Estado moderno y de la estructura económica del capitalismo global determina que las estrategias políticas de la clase obrera deban ser igualmente complejas. Y esa complejidad hace imposible la idea de destruir el Estado. Su destrucción se debe entender de un modo paulatino y que durará siglos. De hecho los tres Estados nuevos que se crearon de forma paralela al Estado existente, en Rusia, China y Cuba, no pudieron evitar los rasgos del Estado burgués: ejército, policías y cárceles. Eran pretendidamente nuevos, pero seguían siendo en esencia viejos. No se pudo acabar con la esencia de todos los Estados: representar y ejercer  la violencia organizada. Antes se pensaba que el camino hacia el socialismo transcurría en dos etapas: el socialismo y el comunismo propiamente dicho. Y se pensaba que la etapa del socialismo apenas duraría un siglo. Pero la experiencia del socialismo real dice lo contrario y los comunistas chinos se apercibieron de ello, afirmando que China se encuentra en la fase primera de la primera etapa del socialismo. Perder de vista la experiencia práctica del socialismo real y seguir hablando como lo hizo Lenin que apenas vivió la experiencia de cinco años de socialismo real, es no pensar ni como marxista ni como leninista. Pero es que incluso Lenin, con la poca experiencia de socialismo que vivió, ya propuso la Nueva Economía Política, que no era otra que el reconocimiento de que el socialismo necesita en su primera fase de la economía mercantil y de la economía capitalista. Así que creo que muchos líderes de la izquierda radical siguen fuera de juego y se representan un mundo que no existe. Y las fuerzas sociales que compartan esas representaciones se seguirán moviendo en los márgenes de la historia.



UN NUEVO COMIENZO POR LA VÍA DEL MARXISMO: GUSTAVO PÉREZ HINOJOZA NOS RESPONDE

"Una grave deficiencia del socialismo peruano es seguir pensando en el pasado, buscando respuestas en el siglo XX a los problemas del siglo XXI. El conocimiento del pasado no resolverá los problemas del presente". 

"Por eso, más de uno se dice a sí mismo: si hubiéramos sabido más, si hubiéramos estudiado esa obra, sí no se hubiera perdido el libro de Mariátegui, si hubiera vivido más. Precisamente ese es el enfoque equivocado. Lo que nos pierde en primera instancia es que no estamos sintonizados con el momento presente". "Más y más libros, más y más teoría, más y más estudios del pasado sólo empeoran el problema. La clave siempre ha sido la práctica, la experiencia, conocida no por gusto como madre de toda ciencia. Lo cierto es que no queremos salir de nuestra zona de confort: Foros y más foros. El presente siempre supone riesgos que no deseamos enfrentar por eso nos refugiamos en la historia".

"Debemos soltar el pasado y abrir nuestros ojos al presente. Soltemos al maestro Mariátegui y sigamos su camino, abriendo nuestros ojos al presente - futuro". ¡Liberemos nuestros cerebros construyendo el futuro!" 

"Ya es hora de dejar en paz a José Carlos Mariátegui. El culto al hombre debe finalizar, es hora de realizaciones. Nuestra generación durante más de 60 años ha vivido en romerías, homenajes, celebraciones y aniversarios. El natalicio y muerte del Amauta y sus realizaciones más sonadas son sus justificaciones. Con el tiempo, el entusiasmo por asistir a esos eventos se ha ido diluyendo, las grandes concentraciones se han convertido en intrascendentes reuniones.  Si hoy él se levantara de su fría tumba diría: ¡Basta ya de tanto incienso, de tanta ceremonia, de tanta tertulia! ¿Qué habéis hecho?"



EL BENEFICIO DE LA DUDA

Voy a pedirle a mi querido amigo y camarada, Edgar, que me conceda el beneficio de la duda respecto a este artículo.

Sucede que en el Perú y en el movimiento socialista peruano en particular no solo soltamos a Mariátegui apenas éste falleciera sino que abandonamos por completo sus tesis originales y las sustituimos sin mas por las de la Internacional Comunista. Sucede que no solo lo dejamos en paz hace mucho sino que le pusimos sobre su tumba esa enorme roca para asegurarnos que no regresara con sus posiciones incomodas al positivismo, al economicismo, al materialismo vulgar, en resumen a la Revolución. Sucede que solo a partir de los Ochenta se está empezando a reconstruir o descombrar o re-descubrir el pensamiento de Mariátegui. Sucede que como dicen nos hemos pasado mas de 60 años en romerías, homenajes, celebraciones y aniversarios, incienso, ceremonia y tertulia pero recién desde el Congreso de Sinaloa, México, venimos conociendo realmente a Mariátegui y su entorno y lamentablemente no hay precisamente mas y mas libros y mas teoría y estudios sobre ese pasado porque ese pasado quema y hiere, porque tenemos una terrible deuda no solo con Mariátegui, el Socialismo Peruano y la Revolución sino con el pueblo.

De allí que siempre acogí con temor o indignación los llamados a "desenterrar el pasado", desde Del Prado o los ataques abiertos de Sotomayor y Paredes, no tan pasados. Siempre sentí que el cadáver de Mariátegui estaba amordazado para que sus reclamos y quejas ante el silenciamiento, trastocamiento y traición a sus tesis originales no fuesen escuchados. Porque esa es la verdad traicionamos a Mariátegui, algunos conscientemente y otros simplemente por temor a estudiarlo realmente.

Hace poco, en el desarrollo del evento sobre el libro de Mariátegui "Defensa del marxismo", Miguel Aragon "soltó una bomba" pública que confundió a algunos, indignó a otros pero sacudió a todos. Dijo prácticamente que desde hace décadas Mariátegui era un desconocido y que el socialismo peruano se había basado realmente en el pensamiento de Haya de la Torre. Fue duro pero real pues por ejemplo, la Revolución Antiimperialista y Antifeudal y no socialista fue calcada del "Antiimperialismo y el Apra" y no tomada de Mariátegui que discrepaba con esta tesis.

Yo conozco a Edgar Bolaños, se de su valía y su excelente intención y comparto su reclamo valedero por la investigación de la realidad actual palpitante pero lo llamo fraternalmente a que no se engañe, a que soltemos y dejemos en paz a Mariátegui cuando lo hallamos conocido realmente y rescatado sus tesis originales si aún las consideramos valederas y le advierto sobre el peligro de abrazarnos todos, olvidándonos de la traición a su pensamiento original, pisando su tumba en nombre del futuro.

Un abrazo fraterno

Gustavo


UN NUEVO COMIENZO POR LA VÍA DEL MARXISMO: MIGUEL ARAGÓN NOS RESPONDE


29 de marzo de 2014

 Muy importante la reflexión de Edgar Bolaños del 29 de marzo, que en lo fundamental  se puede resumir en las siguientes pocas palabras "asentar bien la idea y los pies en la materia".  

Precisamente, con ese título, el 15 de octubre de 2011 yo expuse en la primera sesión del Tercer Seminario sobre Socialismo Peruano, realizado en Lima. Salvo dos meritorias observaciones de dos asistentes a esa reunión, entre nosotros  nunca más se volvió a tratar el tema, acerca del análisis concreto de las luchas concretas realizadas por  nuestro pueblo en el último decenio (2003-2013). Pretextos para eludir el intercambio, y desviarse fácilmente hacia  divagaciones teóreticas abstractas, nunca faltaron; por el contrario, los pretextos siempre  son lo que más abunda. 

Espero que no ocurra lo mismo, con estas meditadas reflexiones que nos acaba de entregar Edgar Bolaños.

Ahora  nos encontramos en el  quinquenio 2013-2018, que será un quinquenio decisivo y trascendente en el desarrollo de la  gestión de la actual generación del movimiento socialista peruano. 

Y puesto que de lo que se trata, es de criticar, de criticar  para avanzar, considero necesario adelantar dos observaciones puntuales a lo escrito por Bolaños.  

Mariátegui no construyó "de la nada" el partido de la clase obrera, la CGTP, y las otras "cosas" que nos recuerda Bolaños. Mariátegui descubrió los aspectos positivos que ya se venían desarrollando en la realidad peruana de su tiempo, y con esos elementos ya existentes construyó, o rediseño, las nuevas formas de la realidad (frente de trabajadores, seminario de estudios, Amauta, Comité de Lima, programa socialista, partido de la clase obrera, Labor, CGTP, etc). 

Y respecto a la necesidad y la importancia  del  estudio de la historia, lo más recomendable es seguir el consejo de Mao Zedong "combinar el estudio de la teoría, con el estudio de la historia y con el estudio de la situación actual, disparando la flecha en el blanco". Esa fue la gran orientación que, por su propia cuenta, practicó Mariátegui al escribir La  Escena Contemporánea7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, y todo el conjunto de su monumental obra. 

Saludos
Miguel Ángel Aragón


UN NUEVO COMIENZO POR LA VÍA DEL MARXISMO: INSISTIR



I N S I S T I R

I
Cuando vayan mal las cosas
Como a veces suelen ir.
Cuando ofrezca tu camino
Sólo cuestas que subir.

II
Cuando tengas poco haber
Pero mucho que pagar,
Y precises sonreír
Aun teniendo que llorar.

III
Cuando el dolor te agobie
Y no puedas ya sufrir,
Descansar acaso debes...
Pero nunca desistir.

IV
Tras las sombras de la duda,
Ya plateadas, ya sombrías,
Puede bien estar el triunfo
Y no el fracaso que temías.

V
Y no es dable a tu ignorancia
Figurarte cuán cercano
Puede estar el bien que anhelas
Y que juzgas tan lejano.

VI
Lucha, pues, por más que tengas
En la brega que sufrir...
Cuando esté peor todo
¡Más debemos insistir!

Rudyard
Kipling

Respuesta - Comentario de Ramón García Rodríguez



sábado, 29 de marzo de 2014

UN NUEVO COMIENZO POR LA VÍA DEL MARXISMO: LIBERAR NUESTROS CEREBROS CONSTRUYENDO EL FUTURO


III
LIBERAR NUESTROS CEREBROS CONSTRUYENDO EL FUTURO

El Futuro
El futuro tiene muchos nombres.
Para los débiles es lo inalcanzable.
Para los temerosos, lo desconocido.
Para los valientes es la oportunidad.
Víctor Hugo

Tesis 1: Es un grave error «tomar como punto de partida de sus análisis no lo que ocurre en la realidad, sino lo que gravita en su pensamiento», Francisco Umpiérrez Sánchez

Los marxistas del siglo XXI, para romper con la exigencia ideísta (precedencia de la idea), no sólo deben definirse a sí mismos como seres eminentemente prácticos, sino reconocerse como hijos (y criaturas) del mercado, al mismo  tiempo, productores  y negadores de la sociedad enajenada.

Materiísmo e ideísmo son creaciones de la humanidad. La dialéctica, en cambio, es la manera de comportarse de todas las cosas y fenómenos de la naturaleza. Los hombres han pensado dialécticamente mucho antes de saber lo que era dialéctica, del mismo modo que hablaban ya en prosa mucho antes de que existiera la expresión "prosa". Por eso a decir de Engels la dialéctica es un método para el conocimiento del mundo porque el mundo es dialéctico. La dialéctica, por su contenido, puede ser objetiva o subjetiva. Y, entre una y otra, hay una gran diferencia. La dialéctica subjetiva es el reflejo de la materia en el cerebro de los hombres. Pero, como el cerebro es una máquina para soñar, el reflejo de la materia ¡se mueve! Y la imaginación moldea la materia según la tendencia o inclinación que gravita en el pensamiento del observador. La dialéctica objetiva, en cambio, se desenvuelve en el movimiento de las cosas, sin intervención de la mano del hombre. Friedrich Engels, en Ludwig Feuerbach y el fin de la Filosofía Clásica Alemana, lo resume en los siguientes términos:

Nosotros retornamos a las posiciones materialistas y volvimos a ver en los conceptos de nuestro cerebro las imágenes de los objetos reales, en vez de considerar a éstos como imágenes de tal o cual fase del concepto absoluto… con esto, la propia dialéctica del concepto se convertía simplemente en el reflejo consciente del movimiento dialéctico del mundo real, lo que equivalía a poner la dialéctica hegeliana cabeza abajo; o mejor dicho, a invertir la dialéctica, que estaba cabeza abajo, poniéndola de pie”.

El hombre reinventa la naturaleza y se reinventa a sí mismo. El espacio y tiempo de cada observador es divergente pese a sentir o vivir los mismos acontecimientos. El reloj biológico y el ritmo de vida de cada ser vivo es diferente como diferente es la percepción del movimiento socio-político. La identidad es la apariencia pero la desigualdad es la realidad. La vida desborda la inteligencia, marcha delante de la reconstrucción mental de los hechos. Pero, en medio del caos de la vida cotidiana el orden se impone pese a la multiplicidad de fuerzas que empujan o jalan en distintas direcciones. El factor subjetivo pone su cuota en la reorganización o reacomodo de las fuerzas en contienda. Esto porque desorden no es sinónimo de caos sino de reorganización e incremento de la complejidad de los sistemas, como bien observa el autor de El nacimiento del tiempo[1].

El instinto de supervivencia empujaba el realismo de los hombres en la antigüedad. Los filósofos de la edad de oro griega eran espontáneamente materiistas. No hay buena poesía sin armonía, pero tampoco la hay sin imaginación; y los pensadores de la edad antigua no sabían más que decir la “verdad” imaginada y la verdad empírica (p.e. la Ilíada). El interés por decir o descubrir la verdad no estaba aún sesgado por los intereses de clase. Heráclito de Éfeso, 500 años a.n.e, se adelantó a los hombres de su tiempo. Mirar la vida, sin los estereotipos ni los sesgos que impone la propiedad privada, los orientaba en su espontáneo naturalismo. Él decía: “entre nosotros una misma cosa es lo despierto y lo dormido, lo vivo y lo muerto, lo joven y lo anciano, ya que cada estado nace del contrario y se trasforma en él.”[2] Y es que la madre naturaleza no se detiene, cada milésima de segundo deja de ser lo que fue; es decir, cambia, se transforma, y con ella todo lo que existe. La naturaleza y la sociedad se regenera permanentemente a partir de la muerte de sus células según la genial conjetura de Heráclito: "vivir de muerte, morir de vida". Dos ideas antitéticas que se contienen una en la otra.  Pero, ¿por qué los hombres de la antigüedad griega fueron capaces de tener tales intuiciones? ¿Por qué Anaximandro, Heráclito, Empédocles, Demócrito, inclusive Aristóteles, penetraron mucho más hondo en la dialéctica de la vida que los hombres de siglos posteriores? La respuesta a estas preguntas tiene dos partes: primero, la dialéctica es parte de la vida, no es un invento humano; y segundo, la alienación en los hombres apenas si cubría la mirada de los hombres. Tuvieron que pasar más de dos mil años para que el hombre retornara a la imagen o percepción dialéctica de la materia (Hegel - Marx). Más tarde, en los noventas del siglo pasado, en medios académicos se discute el concepto conciencia quántica. El concepto fue popularizado por Penrose en su emblemático libro La nueva mente del emperador. Los estados de superposición se presentan como novísimos descubrimientos. Pero en la dialéctica griega, encontramos que una cosa es y no es al mismo tiempo. Actualmente, el caso de la informática revela con nitidez los perfiles del concepto. En la informática quántica el qubit representa 0 y 1 a la vez, sin la reducción a 0 ó 1 que ocurre en el mundo físico. Según Roger Penrose y Stuart Hameroff la conciencia es cuántica. El cerebro es una computadora cuántica que trabaja con qubit, es decir, puede estar en on y en off, en 1 y en 0 simultáneamente. En estado de superposición, la capacidad del qubit para almacenar y trasmitir información no tiene precedentes. Así, lo nuevo no es nada nuevo bajo un cielo que constantemente se renueva.

Marx en el Manifiesto tiene frases de admiración hacia el capitalismo. Nos dice que, a diferencia de todos los modos de producción anteriores, el capitalismo en su dinámica interna es revolucionario, no cesa de trastornar (de alterar o cambiar) todas las relaciones sociales, incluidas las que él mismo crea. Y ese es un problema poco entendido o, peor aún, malentendido por una ortodoxia anclada en el pasado o menospreciada por un empirismo que todo lo sabe y no sabe nada. La ortodoxia “marxista” petrifica el movimiento de la sociedad, se queda anclado en la fotografía del capitalismo de Marx o de Lenin, se queda atrapado en la mirada de Mariátegui; el doctrinarismo pretende acomodar las nuevas realidades en los estereotipos del pasado pero la movilidad de la cosa capitalista no se deja encerrar en los viejos esquemas intelectuales.

El movimiento de la cosa capitalista es imposible de detener, es dialéctica. La película capitalista supera constantemente la fotografía que Marx, Lenin o Mariátegui plasmaran, descubrieran o revelaran en su tiempo. Como dice Francisco Umpiérrez: La realidad siempre supera los conceptos, los desborda, los envejece.

Marx o Mariátegui hace mucho dejaron el reino de la tierra, pertenecen al “reino de los cielos”. No es la cabeza de Marx ni la de Mariátegui la que determina el itinerario de la lucha de clases. ¡Cómo sí fuera posible! No en vano Antonio Machado recogió del saber popular el conocido apotegma: caminante no hay camino, camino se hace al andar. Y es que nosotros construimos nuestro propio camino, apoyándonos en el método de Marx, recreando la realidad, y por ende la teoría, en la variabilidad de posibilidades que la lucha de clases presenta en nuestro tiempo. El rumbo de la lucha de clases se desenvuelve al margen, y la más de las veces en contra, de la conciencia individual. La conciencia es un producto de las contradicciones sociales y, a la vez, como la conciencia reacciona (se rebela) ante las contradicciones tiene la posibilidad de modificar la materia. Por esa misma razón el socialismo no puede definirse por adelantado. Ni pueden elaborarse modelos de socialismo. El socialismo es resultado, por su naturaleza fundamentalmente imprevisible, del desarrollo de las contradicciones del capitalismo. Pero, los doctrinarios de izquierda se alucinan profetas, intransigentes en sus anteojeras, en su dogmatismo, terminan convirtiendo el socialismo en un cliché, en una fórmula de “fácil” realización, estéril y muerta. Podemos decir parafraseando a Thomas Merton que el socialismo no es un problema a resolver, ni un misterio que vivir sino una realidad a crear.

Mariátegui desaparece de la escena política en abril de 1930. A partir de ese momento se impone la concepción lineal de la ortodoxia. El punto de vista del petit bourgeois prevalece en medio del desconcierto e inmadurez de los hombres del proletariado. Un marxismo de anteojeras se impone. Este piensa la historia de la clase obrera como el desarrollo de una línea única que se abre paso entre desviaciones y revisiones. Esta concepción lleva al exclusivismo personalista (caudillismo) y al sectarismo organizativo (fanatismo) que menosprecia y sataniza a los competidores. Es más, ese partidismo enfermizo se corresponde con un cretinismo doctrinal que altera la esencia de la teoría, es decir, convierte la teoría en un rito. En lugar de hacer uso de la teoría, para analizar la realidad social, se la apropian como un icono al cuál adorar. Esa es la base para el culto al individuo, para el servilismo y el autoritarismo.

Los seres humanos no sólo somos estructuras de carne y hueso sino, también, unidades espirituales. Materia y espíritu en una sola entidad creadora que se multiplica. Las religiones dividen a la especie humana. Las religiones escinden al hombre humanamente natural en polos contrapuestos: carne vs espíritu, cuerpo vs mente, operante vs pensante. El ideísmo y el interés de clase afianzan ese divorcio (consecuencia de los intereses económicos en oposición), que en política se expresa en lucha de clases. La política como las religiones tienden a arrastrar al hombre a una concepción ancestral, segmentada y trasnochada del mundo, no susceptible de cambiar y que es preciso admitir sin discusión posible. De allí que la política socialista sea la antítesis de la política, es decir, más anti política que política.

José Carlos Mariátegui, al afirmar que sólo hay posibilidad de progreso y de libertad dentro del dogma, en junio de 1929, puso en jaque al doctrinarismo. «El dogma –dice el autor de los Siete Ensayos– es entendido aquí como la doctrina de un cambio histórico. Y mientras el cambio se opera, mientras el dogma no se transforma en un archivo o un código de una ideología del pasado, nada garantiza como el dogma la libertad creadora, la función germinal del pensamiento»[3].

Mariátegui al relacionar dogma y herejía, ortodoxia y heterodoxia, dejaba sin piso al doctrinarismo que opone esos conceptos como si no tuvieran relación. La metafísica trata la dialéctica de los conceptos –reflejo en el cerebro del movimiento real, como realidades “conceptuales” separadas –absolutamente opuestas, que se niegan o rechazan la una a la otra. Esa es una manera de negar el encanto dialéctico de conceptos que no tienen significación el uno sin el otro. Marx decía el lenguaje es la conciencia práctica (La Ideología Alemana) porque “lo concreto es concreto, ya que constituye la síntesis de numerosas determinaciones, o sea la unidad de la diversidad.”[4] Mal grado la intolerancia de los doctores del marxismo de ayer y hoy. La homogeneidad es la unidad de la heterogeneidad. El doctrinarismo de izquierda se sostiene en la ilusión de la “homogeneidad” del pensamiento, vale decir, el rebaño como política. El sueño burgués de la política de los clones. Fantasía imposible porque los hombres son en gran medida producto de las circunstancias y las circunstancias son variables como la vida misma.

Observar, escuchar y explorar el entorno más cercano y sus vinculaciones con el mundo es uno de los rasgos que distingue a los maestros. Mariátegui forma parte de aquél prototipo de grandes exploradores, mejores investigadores, extraordinarios husmeadores y rarísimos visionarios. Buscadores como el fundador del Partido Socialista sólo aparecen de cuando en cuando. Pertenece a la estirpe de los que abren camino para los que vienen atrás. Un buscador, anhela descubrir la llave que abra el cofre de los secretos de la lucha social. Permanece siempre alerta, consciente que en los detalles del mundo que observa puede encontrarse la respuesta a sus indagaciones. Un seguidor se vuelve ciego, se vuelve dependiente, se ata al motor de búsqueda del “maestro”. Es un esclavo mental, su espíritu está sometido una “fuente de luz”. Un buscador es responsable por sí mismo. El seguidor tiene su responsabilidad sobre los hombros de otro y se aferra a él. El maestro es la sombrilla donde el seguidor se siente confortable. El buscador está alerta, no tiene temor, está abierto a cualquier nueva luz, su mente siempre está lista a cambiar porque es capaz de seguir el paso al movimiento y adaptarse a lo inesperado. El seguidor cuando, el cálculo de los placeres forma parte de su razón de vida, encuentra en la política un medio para trepar en la escala socio-económica. Buscadores como José Carlos Mariátegui se transformaron en un ejemplo porque sus móviles ético-prácticos impulsaron su agonía de combatiente pensante y operante.

Pastores y ovejas, caudillos y seguidores, patrones y obreros, pertenecen a un pasado que se resiste a perecer. Son criaturas de la propiedad privada que languidecen en la decadencia de la civilización capitalista. El capitalismo lleva la escisión de la mente y el cuerpo, el pensamiento y la acción, la teoría y la práctica, a su más alta expresión, el hombre mutilado: cabezas sin cuerpo y cuerpos sin cabeza. El operario sólo debe cumplir órdenes del estratega. Su función es ejecutar las órdenes como la función del estratega es pensarlas. La paradoja de cabezas pensantes y cabezas actuantes es inherente al régimen de producción capitalista.

El socialismo marxista inaugura un nuevo tipo de operario, de protagonista, de combatiente: pensante y operante. Mente y cuerpo, teoría y práctica, se unimisman en una sola entidad humana arrojando al basurero de la historia la matriz dominante donde los que mandan no obedecen y los que obedecen no mandan. El hombre total de Mariátegui es la realización del viejo sueño humanista de la reintegración del hombre con la naturaleza. Es el arquetipo que el Amauta propuso como nuevo hombre de un Perú nuevo dentro del mundo nuevo.

Los maestros no nacen, se inventan en la práctica que modela el aprendizaje y experimenta el conocimiento hasta llegar a una fase superior, donde la sabiduría brota casi espontánea como grandes intuiciones. Albert Einstein en el cenit de su vida llegó a la siguiente conclusión: “La mente intuitiva es un don sagrado y la mente racional un sirviente fiel. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y se ha olvidado del don.” Hoy podemos decir que hemos subordinado la sabiduría (el conocimiento de lo que nos conviene como especie) a la técnica (ciencia sometida al individuo y a la cultura del despilfarro que la justifica) en aras del progreso civilizatorio. Es la crisis terminal del modelo de civilización dominante. El capitalismo es una máquina para crear confort; y, sin embargo, la prosperidad de unos es la ruina de millones.

José Carlos Mariátegui hace ochenta y cuatro años abandonó físicamente este mundo. Nos dejó un legado que en muchos aspectos se adelantó a su época. Rescatarlo de las polillas y redescubrirlo fue obra de dos generaciones posteriores a la del Amauta.  Su obra fue genial, quién puede dudarlo. Hoy sus decisiones siguen alumbrando, como un magnífico ejemplo. Pero, el hombre que construyó de la “nada” el partido de la clase obrera, la CGTP, la Federación de Yanaconas, la revista Amauta y Labor, entre otras cosas, ya no está con nosotros. Vana es toda ilusión de tratar de imaginar que diría hoy el maestro. La resistencia a la infamia capitalista es un problema que enfrentamos los hombres del siglo XXI, no José Carlos Mariátegui.

Una grave deficiencia del socialismo peruano es seguir pensando en el pasado, buscando respuestas en el siglo XX a los problemas del siglo XXI. El conocimiento del pasado no resolverá los problemas del presente. No confiar en nosotros mismos es un obstáculo que nos auto imponemos. De allí que recurramos a la escolástica, como recurso, para dar fe de lo que afirmamos. Lo cierto es que nos falta conocimiento del presente y, sobre todo, del futuro. En nuestras decisiones sigue imperando la dialéctica subjetiva, es decir, nuestro punto de arranque en el análisis no es la realidad, sino lo que en ese momento “gravita en nuestro pensamiento”. Es más fácil dar crédito a lo que discurre por nuestra imaginación que a lo que realmente ocurre en la realidad, en particular, cuando somos observadores y no actores de los acontecimientos. Por eso, más de uno se dice a sí mismo: si hubiéramos sabido más, si hubiéramos estudiado esa obra, sí no se hubiera perdido el libro de Mariátegui, si hubiera vivido más. Precisamente ese es el enfoque equivocado. Lo que nos pierde en primera instancia es que no estamos sintonizados con el momento presente. Lo que nos sustrae de la realidad, de los hechos concretos, es que somos insensibles a las circunstancias del momento. El análisis concreto de la situación concreta lo remplazamos con construcciones teoréticas a partir de lo que imaginamos que es la situación concreta. Escuchamos nuestros pensamientos pero no escuchamos lo que nos dice el movimiento real de la sociedad. Escuchamos nuestros pensamientos y reaccionamos, aplicando teorías e ideas que digerimos hace mucho pero que no tienen nada que ver con las urgencias del presente. Más y más libros, más y más teoría, más y más estudios del pasado sólo empeoran el problema. La clave siempre ha sido la práctica, la experiencia, conocida no por gusto como madre de toda ciencia. Lo cierto es que no queremos salir de nuestra zona de confort: Foros y más foros. El presente siempre supone riesgos que no deseamos enfrentar por eso nos refugiamos en la historia.

El estudio de la historia y la teoría pueden ampliar nuestra visión del mundo, pero se tiene que combatir la tendencia de congelar la teoría, de convertirla en dogma. Se tiene que ser despiadado con el pasado, con la tradición, con las viejas maneras de hacer las cosas. Romper esquemas es nuestra función. Ser revolucionario es quebrantar reglas para reordenar el gran caos de la dictadura de los mercados. Romper las reglas establecidas es, en todo tiempo y lugar, una herejía. Recrear la realidad es cambiar el statu quo y, por tanto, es otra herejía. El pasado siempre desunirá a los pueblos, a los trabajadores, a los socialistas. Sólo el futuro puede unirnos en las luchas del presente. Trotsky se unió a Lenin por el futuro de los soviets. Del mismo modo los pueblos, los trabajadores y los luchadores sociales se unirán por la supervivencia del planeta y el futuro de la humanidad.

Una de las limitaciones del militante socialista es la “incapacidad” de enfrentar la realidad, de ver las cosas tal como son. Conforme envejecemos, nos aferramos cada vez más al pasado. Nos vence la costumbre. Lo que alguna vez nos funcionó se vuelve doctrina, una coraza para protegernos de la realidad. La repetición remplaza a la creatividad. Es muy raro que nos demos cuenta de que hacemos esto, porque nos es casi imposible verlo suceder en nuestra mente. Luego de repente, un joven atrevido se cruza en nuestro camino, una persona que no respeta la tradición, que lucha en una forma nueva. Sólo entonces vemos que nuestra manera de pensar y reaccionar ya es obsoleta. En realidad, nuestros éxitos pasados son nuestro mayor obstáculo: cada batalla, cada guerra, es diferente, y no se puede suponer que lo que funcionó antes funcionará hoy. Debemos soltar el pasado y abrir nuestros ojos al presente. Soltemos al maestro Mariátegui y sigamos su camino, abriendo nuestros ojos al presente - futuro. ¡Liberemos nuestros cerebros construyendo el futuro! 

Ya es hora de dejar en paz a José Carlos Mariátegui. El culto al hombre debe finalizar, es hora de realizaciones. Nuestra generación durante más de 60 años ha vivido en romerías, homenajes, celebraciones y aniversarios. El natalicio y muerte del Amauta y sus realizaciones más sonadas son sus justificaciones. Con el tiempo, el entusiasmo por asistir a esos eventos se ha ido diluyendo, las grandes concentraciones se han convertido en intrascendentes reuniones.  Si hoy él se levantara de su fría tumba diría: ¡Basta ya de tanto incienso, de tanta ceremonia, de tanta tertulia! ¿Qué habéis hecho?

Tacna, 29  de Marzo 2014
Edgar Bolaños Marín




[1] Ilya Prigogine, El nacimiento del tiempo, Metatemas 23, Tusquets editores, Barcelona 1988. Así lo estima Ilya Prigogine, para quien los desarrollos recientes de la termodinámica nos proponen un universo en el que el tiempo no es ilusión ni disipación, sino creación.
[2] Fragmentos de Heráclito (544-484 a. d. e.), edición digital
[3] JCM, Defensa del Marxismo, Versión electrónica
[4] Karl Marx,  Fundamentos de la Crítica de la Economía Política (Esbozo de 1857-1858), Editorial de Ciencias Sociales, Cuba, 1970, Tomo I, Pág. 38. Hegel en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio (Bs. As., Claridad, 1975, Pág. 60) escribe: “Sólo el concepto como algo concreto e incluso toda certeza en general es esencialmente en sí mismo una unidad de determinaciones diferenciadas.”

viernes, 28 de marzo de 2014

LA COMUNA DE PARÍS


Otras democracias son posibles


27-03-2014

Acaban de cumplirse 143 años de la proclamación de la Comuna de París, una de las experiencias de democracia obrera participativa más iluminadoras de la historia contemporánea de Occidente, pero también, y al mismo tiempo, una de las más trágicas que se han conocido. 

Al final de la guerra franco-prusiana, con una Francia derrotada, su primer ministro, Adolphe Thiers, advirtió la importancia de desarmar inmediatamente París para imponer el humillante armisticio firmado con Prusia. El 18 de marzo de 1871, bajo el pretexto de que las armas eran propiedad del Estado, Thiers ordenó al ejército la retirada de los cañones que la Guardia Nacional tenía en las colinas Montmartre. Entonces una multitud indignada de mujeres y hombres de clase trabajadora se opuso al desarme, que dejaría indefensa la ciudad. Una parte de las tropas enviadas por el Gobierno se negó a disparar contra la gente y muchos de los soldados acabaron confraternizando con el movimiento de resistencia, que se alzaba en armas contra la Asamblea Nacional, desencadenando un proceso revolucionario que enfrentaba al proletariado parisino con la gran clase de terratenientes, rentistas y campesinos ricos que dominaba la Asamblea francesa.

Tras el intento fallido de desarme, el gabinete de Thiers huyó a Versalles. Los sublevados instituyeron un gobierno municipal provisional que después de las elecciones del 26 de marzo se transformó en la Comuna de París. Se constituía, así, una alcaldía rebelde de fuerte base obrera. El ejemplo de París se extendió por otras ciudades y pueblos provinciales, como Lyon y Marsella, donde se proclamaron comunas insurgentes rápidamente aplastadas por Versalles. 

Más allá de sus tropiezos, la Comuna de París nos legó uno de los ejercicios de construcción de poder popular desde abajo más relevantes de la historia reciente. ¿Qué aprendizajes de la Comuna en materia de democracia pueden contribuir a iluminar las actuales luchas por democracias reales? ¿En qué medida estas luchas pasan por una práctica política revolucionaria que amplíe el poder efectivo de las clases populares y otros colectivos históricamente afectados por la discriminación? A mi juicio, como embrión de democracia revolucionaria, la Comuna de París proporciona algunas enseñanzas clave que abren caminos poco explorados para el avance de democracias al servicio de la emancipación social:

Democracia de base: la pretensión era la creación de un Estado desde la base formado por autogobiernos municipales federados entre sí con un gobierno central con escasas funciones de coordinación. Un Estado nuevo que contribuyera a deshacer la relación entre gobernantes y gobernados, donde obtener mejores condiciones de vida y trabajo, en el que la gente se sintiera reconocida y que estuviera dispuesta a defender.

Democracia obrera de inspiración socialista. Los comuneros eran conscientes de la necesidad de romper con las viejas formas de dominación política (el parlamentarismo liberal y el Estado capitalista burgués), lo que los llevó a experimentar formas alternativas de política y sociedad. Aunque la Comuna no acabó con el Estado capitalista, su gran mérito fue arrebatar completamente su control a la burguesía, transformándolo en un organismo nuevo que permitía el acceso al poder a quienes tradicionalmente habían sido apartados de él. Ya no era el gobierno de las clases elitistas dominantes, sino de las mayorías populares no representadas, los obreros, cuya bandera roja, símbolo de la fraternidad internacional de los trabajadores, ondeaba por primera vez en la sede del Gobierno, el Hôtel de Ville.

En este punto adquiere especial relevancia el componente socialista de la Comuna, presente en el tipo de democracia que estableció: una democracia no meramente formal, sino sustantiva, participativa, que combinaba democracia representativa con democracia directa. Una democracia que representaba un proceso más allá de la toma coyuntural del poder, ya que aspiraba a sustituir el aparato burgués del Estado por otro en correspondencia con los intereses de la clase trabajadora. En otras palabras, la democracia obrera de la Comuna permitió la inversión del poder, desplazando el poder político clasista y elitista acaparado por propietarios para poner en manos de la clase trabajadora la capacidad efectiva de deliberar, decidir y organizar la sociedad.

La democracia de la Comuna se articulaba en torno a cinco principios: 

1) elección por sufragio universal de todos los funcionarios públicos. 

2) Limitación del salario de los miembros y funcionarios comunales, que no podía exceder el salario medio de un obrero cualificado, y en ningún caso superar los 6.000 francos anuales. 

3) Los representantes políticos estaban umbilicalmente ligados a los electores por delegación y mandato imperativo. 

4) Cualquier representante podía perder la confianza de los electores y ser depuesto de inmediato; de ahí que la Comuna instituyera la revocabilidad del mandato, acabando con la perversidad de un sistema representativo liberal que, como en la actualidad, permitía suplantar la voluntad de los representados y promovía la profesionalización de la política. La Comuna se cuidó, de este modo, de hacer un uso contrahegemónico de la democracia representativa en el que los representantes obedeciesen y no, a diferencia de lo que ocurre hoy, donde los que mandan no obedecen y los que obedecen no mandan. Este tipo de democracia representativa consagraba el derecho popular a pedir cuentas, exigir responsabilidades y controlar a los representantes, lo que asestó un duro golpe a la aún tan en boga comprensión parasitaria de la política, vista como un trampolín para obtener privilegios, hacer carrera profesional y olvidarse del electorado. 

5) Transferencia de tareas del Estado a los trabajadores organizados, como la promoción de la autogestión obrera mediante la socialización de las fábricas abandonadas por los patrones.

Nuevas medidas emancipadoras. Las iniciativas para socializar el poder político no fueron las únicas. También se acompañaron de atrevidas medidas de carácter social, entre las que cabe destacar la separación entre la Iglesia y el Estado, garantizando el carácter laico, obligatorio y gratuito de la educación pública; la expropiación de los bienes de las iglesias; la supresión del servicio militar obligatorio; la aprobación de una moratoria sobre los  alquileres de vivienda que abolía las anteriores leyes en esta materia, confiscaba las viviendas vacías y cancelaba las deudas por alquiler, poniendo la vivienda al servicio de las necesidades sociales y el bienestar general; la supresión del trabajo nocturno en las panaderías y la prohibición de la práctica patronal de multar a los empleados, una estrategia habitual para reducirles el salario.

Sin embargo, la burguesía francesa no permitió que el nuevo sistema político prosperase. Con la colaboración de las tropas prusianas que cercaban París, el gobierno de Versalles envío más de 130 mil soldados que el 28 de mayo de 1871, tras 72 días intensos y fugaces de autogobierno popular, aniquilaron la Comuna. Se estima que en la batalla murieron más de 20.000 parisinos y que unos 43 mil combatientes fueron capturados; unos 13 mil fueron condenados a prisión, 7 mil de los cuales fueron deportados a Nueva Caledonia.

La Comuna de París representa no sólo la última de las grandes revoluciones populares del siglo XIX, sino también el primero de los democraticidios de la era moderna, algo apenas mencionado en la historia “oficial” de la democracia. Lamentablemente, hoy también son tiempos de democraticidio, de exterminio de saberes y prácticas democráticas. El capitalismo ha fulminado la democracia representativa en buena parte de Europa, donde los Parlamentos y las elecciones, como en Italia, son prescindibles. Pero también son, entre otras cosas, tiempos de experimentalismo político, de grietas abiertas en el poder constituido, de protestas populares, de organización colectiva y de luchas por un poder popular constituyente que, como nos recuerda la Comuna de París, nace en las calles como exigencia de cambio de las viejas estructuras políticas y económicas que oprimen a la gente y coartan la construcción de otras democracias posibles.

Filósofo político y profesor del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra  



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