19-04-2014
A fines del siglo XIX, en el marco de
una economía feudal y como consecuencia de las inversiones y préstamos de los
capitales imperialistas ingleses, norteamericanos, alemanes e italianos, el
capitalismo en el Perú recibió un nuevo impulso, operándose, junto al inicio de
un proceso de industrialización, la formación de una nueva clase: el
proletariado urbano industrial, formado por los desposeídos de los medios de
producción que venden su fuerza de trabajo a los capitalistas para que estos se
apropien de la plusvalía de lo producido.
En
el contexto del nacimiento de esta nueva clase, en Moquegua nace José Carlos
Mariátegui La Chira el 14 de junio de 1894. Hijo de Francisco Javier Mariátegui
Requejo y de María Amalia La Chira Ballejos, la madre tuvo que cargar sola con
el peso de alimentar y educar a dos hijos más: Guillermina y Julio César, luego
del abandono del padre, dedicándose al lavado de ropa. No era, pues, ajena a la
familia en que nació José Carlos Mariátegui la pobreza y la necesidad de
trabajar por un salario para sobrevivir.
Trasladada
la familia a Huacho en 1899, a la corta edad de ocho años, una lesión producida
en la pierna derecha mientras jugaba en el colegio fiscal donde estudiaba
sumaría una nueva adversidad que lo postraría un buen tiempo en la clínica
Maison de Santé y contra la cual luchó el resto de su vida.
En
1909, a los 14 años, la necesidad económica lo llevó a trabajar por un salario,
de alcanzarrejones y ayudante de linotipista, en el diario La prensa en
el que inició también su producción literaria y su vinculación al tratamiento
de los problemas económicos y políticos internacionales y nacionales.
La
expansión del capital imperialista norteamericano en la economía y la
resistencia a este, la profundización del latifundismo y los levantamientos
indígenas contra los terratenientes, las luchas económicas proletarias hacían
temblar el edificio social del país; los viejos partidos de la oligarquía se
encontraban en crisis ideológica y moral, además de divididos; y, una nueva
generación insurgía cuestionando el estado de cosas reinantes. Todo ello, no
podía dejar de repercutir en el pensamiento y acción de José Carlos Mariátegui.
Frente
a la Crisis política en que se debatía el país, Mariátegui, desde el
periódico Nuestra época, expresó su propósito de “quemar
el organismo político del país, tan corrompido, ya que tan solo la acción
material del fuego puede purificarlo” y la necesidad colectiva de
quienes lo acompañan en la repulsa de “buscarnos un camino propio,
para afirmarla y para salvarnos de toda apariencia de solidaridad con el
pecado, el delito y la ineptitud contemporáneos”, estableciendo como su
programa político “decir la verdad”(Exposición en Nuestra
Época, Nº 1; Lima, 22 de junio de 1918).
Consecuencia
de esa actitud fue su posición frente a la crisis de los partidos de la derecha
de esa época: el Partido Civil, el Partido Constitucional, el Partido Demócrata
y el Partido Liberal. Contra la tesis de José Matias Manzanilla de
“reorganizar” y “revisar programas” de los partidos de la aristocracia
terrateniente y burguesa; y, convencido de que “ la tradicional división de
conservadores y liberales ha perdido ya su sentido”, de “su ineptitud y de su
caducidad”, Mariátegui afirmó rotundo que “no necesitamos que se los
restaure ficticiamente. Necesitamos que se les sepulte y sustituya”, para
que “ Nuevas agrupaciones capaces de adquirir
efectiva fuerza popular (…) que aporten a la lucha política
ideas y aspiraciones definidas (…) que merezcan la adhesión de
la gente joven, honorable y consciente” las reemplacen (La
reorganización de los grupos políticos en Nuestra Época, Nº 2; Lima, 6 de julio
de 1918).
Durante
los años 1904, 1912-1913, 1916-1917 y 1919, el proletariado, bajo la influencia
anarquista, primero y anarcosindicalista, luego, realizaría intensas luchas
económicas levantando como bandera principal el establecimiento de la “Jornada
de la ocho horas”; en la histórica jornada que inició el proletariado de la
fábrica textil Inca el 12 de diciembre de 1918 y que culminó con el triunfo
proletario en el paro general del 13 al 15 de enero de 1919, José Carlos
Mariátegui mostró desde el periódico El tiempo su apoyo
incondicional, sin plantear formulas intermedias y conciliadoras como lo hizo
Víctor Raúl Haya de la Torre al propugnar las 9 horas de trabajo, lo que le
costó la clausura del diario por el gobierno civilista de José Pardo y Barreda.
Consecuente
con la “búsqueda de un camino propio” en que se va perfilando
su orientación al socialismo, José Carlos Mariátegui, durante su paso por el
periódico El tiempo concurrió con César Falcón y
Humberto del Águila al esfuerzo de dar vida a un grupo de propaganda y
concentración Socialista que publicó Nuestra época, aparecida
el 22 de junio de 1918. A ellos se sumó Luis Ulloa y Carlos del Barzo con
quienes constituyeron el Comité de Propaganda Socialista. En dicho organismo
Mariátegui se contrapuso a quienes sólo vieron el proyecto como útil a la
campaña electoral del año 1919, negándose a transformar dicho comité en Partido
mientras no tenga arraigo en las masas y priorizando la labor de propaganda
socialista entre ellas. Su oposición no tuvo éxito, pues un sector se adherirá
a Leguía ilusionado por su discurso de la “Patria Nueva” y, otro, actuará en el
sentido de formar un Partido Socialista “obrero” para las elecciones próximas,
por lo que Mariátegui y César Falcón se separaron de dicho intento meramente
electoral.
El
fracaso de la tentativa de sentar sólidas bases para la formación de un partido
socialista en las masas obreras no amilanó a José Carlos Mariátegui; en un
periodo de lucha electoral entre las diversas facciones políticas de las clases
dominantes, prosigue sus esfuerzos de esclarecimiento ideológico con la
fundación del periódico La razón, en el que afirma “este
diario no sale para servir un transitorio interés electoral”, “La Razón no se
halla vinculada a ninguno de los bandos en lucha” y que su “propósito
sustantivo consiste en contemplar todos los hechos y todas las situaciones con
elevación de conceptos y de palabras, es decir siempre la verdad, en emplear
los caminos más reales para llegar a ella, en denunciar y combatir los vicios
de nuestro régimen político y social, en trabajar por el advenimiento de esa
era de democracia que tanto ansia nuestro pueblo, en defendernos de la
influencia de los prejuicios que sirven habitualmente de punto de partida al
criterio criollo y en difundir, sin olvido de las realidad nacional,
las ideas y las doctrinas que conmueven actualmente la conciencia del mundo y
que preparan la edad futura de la humanidad” (Palabras
Preliminares, Nuestra posición en la prensa, La Razón Nº 1;
Lima, 14 de mayo de 1919. Subrayado nuestro)
Desde La
razón, apoyó al Comité pro-abaratamiento de las subsistencias,
organizado por los anarcosindicalistas, formado como un frente contra la
carestía de la vida que pretendió, mediante un conjunto de movilizaciones
callejeras y el paro general, lograr sus objetivos, siendo, finalmente,
reprimido por el gobierno y aplastado el movimiento.
Desde La
razón, José Carlos Mariátegui desenmascaró toda la falsedad
de los seguidores de Leguía, representante del imperialismo norteamericano y la
burguesía intermediaria, que lo presentaban como “la reacción contra
los viejos métodos, la causa de la renovación nacional, la lucha contra el
civilismo”… “porque el señor Leguía es un político automatizado en los mismos
viejos métodos… que tiene la psicología, las tendencias y la historia de todos
los civilistas… cuyo gobierno fue el gobierno de un político autoritario y
antidemocrático” (Ante el problema político, en La Razón Nº1;
Lima, 14 de mayo de 1919).
Triunfante
Leguía, desenmascaró su supuesta “revolución” de la “Patria Nueva” desde
posturas revolucionarias, pues José Carlos Mariátegui se ratifica “sustancialmente
revolucionario”, que cree que “nuestro país necesita una revolución
muy honda que modifique radicalmente su organización política, armonizándola
con las aspiraciones y las ideas de hoy”(Hora la que empieza, en La
Razón Nº 48; Lima, 5 de julio de 1919) y establece que “lo
sustancial, el espíritu de la revolución, debe ser la reforma económica del
país”, que “no hay reforma posible si no se fundamenta en la
organización económica” y que definitivamente la “revolución
leguiista” no representaba una verdadera revolución, que “la verdadera
reforma revolucionaria está aun intocada” (Después de la Revolución,
en La Razón Nº 50; Lima 7 de julio de 1919).
Esta
campaña de oposición al gobierno pronorteamericano de Leguía, conllevó a que la
imprenta en que se editaba La razón se negara a
seguirla trabajando, por lo que dejó de publicarse, y a que el gobierno le
pusiera en la disyuntiva de elegir entre la cárcel y la deportación a Europa
bajo la careta de una beca. Ante tal disyuntiva, José Carlos Mariátegui partió
a Europa el 8 de octubre de 1919, junto a César Falcón, para realizar su “mejor
aprendizaje”, que las posibilidades del Perú no le permitían, máxime si su
futuro más cercano eran las mazmorras del régimen.
En
Europa, incendiada por la marea revolucionaria desencadenada por la Primera
Guerra Mundial imperialista (1914-1918) y extendida por el ejemplo de la
Revolución Rusa (1917), aprendió el Marxismo-Leninismo y se adhirió a él, se
hizo comunista en un circulo de estudios ligado al Partido Socialista Italiano,
asistiendo a su escisión y la formación del Partido Comunista Italiano en el
Congreso de Livorno; sus inclinaciones socialistas hallaron en la dialéctica
materialista y la concepción materialista de la historia el fundamento
científico; se consolidó su confianza en el proletariado como su héroe de la
vida real, “el héroe anónimo de la fábrica, de la mina, del campo, el
soldado ignoto de la revolución social”(Reportaje en Variedades;
Lima, 26 de mayo de 1923); y, junto a César Falcón, Carlos Roe y Palmiro
Macchiavello organizó la primera célula comunista con los que se concertó para
la acción y organización socialista en el Perú.
En
Europa, en febrero de 1921, se casa con Anna Chiappe, quien lo acompañó en la
lucha que emprendió al regresar al Perú, con quien tuvo cuatro hijos: Sandro,
Siegfried, José Carlos y Javier; y, para quien escribió“Por ti, mi
ensangrentado camino tiene tres auroras. Y ahora que estás un poco marchita, un
poco pálida, sin tus antiguos colores de Madonna toscana, siento que la vida
que te falta es la vida que me diste” (publicado en Poliedro,
Lima, 20 de setiembre de 1926).
En
marzo de 1923 regresó al Perú para realizar “una declarada y enérgica
ambición: concurrir a las creación del socialismo peruano” (Advertencia
a 7 Ensayos de Interpretación de la realidad peruana) y conforme a
lo aprendido del marxismo-leninismo, inicia el estudio de la realidad peruana,
retoma su vinculación con el proletariado, desarrolla una intensa labor de
educación y propaganda socialista en las masas proletarias y campesinas,
promueve y organiza la sindicalización del proletariado en una central única
bajo el principio de la unidad sindical clasista, y organiza el Partido
Comunista del Perú, la forma superior de organización del proletariado para la
realización de la revolución y el Comunismo.
Retoma
sus relaciones con el proletariado participando como conferencista en las
Universidades Populares Manuel Gonzales Prada; el 15 de junio de 1923 expone en
el local de la Federación de Estudiantes sobre “La Revolución Social en
marcha a través de los diversos pueblos de Europa” en la que
caracteriza el período como de crisis de la civilización burguesa, capitalista
y de surgimiento de la civilización proletaria, socialista, en la cual se va a
resolver la suerte del proletariado mundial del cual es parte el proletariado
peruano, llamando a éste, sobre todo a su vanguardia, a estudiar con él esta
crisis porque en el proletariado se ha producido una escisión entre quienes
creen que el periodo no es revolucionario, los reformistas, y los que creen que
el momento es revolucionario, los comunistas, posición con la que se alínea
Mariátegui: “Yo participo de la opinión de los que creen que la
humanidad vive un periodo revolucionario”; y, para orientarse y tomar
posición en esa disputa, que definirá el rumbo de los ejércitos proletarios, es
necesario el conocimiento de la crisis mundial.
Su
trabajo en el proletariado no se redujo a dictar las conferencias, sino que
participó de la redacción de la revista Claridad, que era el
órgano de la Universidades Populares y, a la partida de Haya de la Torre a la
deportación, asumió su dirección en enero de 1924, variando la dirección de su
línea de Órgano de la Juventud Libre del Perú, propuesto por Haya de la Torre,
a Órgano de la Federación Obrera Local de Lima y la Juventud Libre del Perú.
Desde Claridad inició una franca lucha ideológica para
alejar al proletariado de la influencia anarquista y católica, y acercarlo al
marxismo-leninismo, sin dejar de trabajar por la unidad sindical clasista. Esta
orientación de su actividad se muestra en su artículo para el 1º de mayo de
1924 en que enuncia los principios de la unidad obrera:
“El
frente único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los
que lo componen. No significa ni la amalgama de todas las doctrinas en una
doctrina única. Es una acción contingente, concreta práctica. El programa del
frente único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda
abstracción y de toda utopía. Preconizar el frente único no es, pues,
preconizar el confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe
conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por
su propio credo. Pero todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase,
ligados por la misma voluntad revolucionaria y la misma pasión renovadora.
Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema
concreto, ante una necesidad urgente” .
Para
realizar su propósito de ampliar la labor de propaganda y hacer una difusión
más abierta de las ideas socialistas, da los pasos para constituir la editorial
obrera claridad y editar con Félix del Valle la revista Vanguardia,
proyectos que son detenidos por la represión que se intensifica con la
deportación de los dirigentes de la Universidad Popular, de la Federación de
Estudiantes, de la Federación Obrera Local y de organizaciones indígenas en
octubre de 1923; y por su enfermedad que obliga a que en mayo de 1924 se le
ampute la pierna derecha gangrenada para salvarle la vida.
En
1925, edita su primer libro La escena contemporánea, compilación
de una serie de artículos publicados en Variedades y Mundial;
y, organiza la empresa editorial Minerva, prosiguiendo con su
objetivo de editar una revista propia.
El
año 1926 será el año del lanzamiento de la revista Amauta,
luego de un proceso de búsqueda del nombre más adecuado se decide por el
término que designaba a los maestros del Tahuantinsuyo como un homenaje a la
raza indígena, pero con la aclaración que de lo que se trata es de darle un
nuevo significado, recrearla nuevamente. La revista, que se publica en
setiembre, pretende representar un movimiento, un espíritu, a una generación y
ser una tribuna libre, abierta a todos los vientos del espíritu pero quienes la
fundan “no conciben una cultura y un arte agnóstico… no le
hacemos, escribe Mariátegui, ninguna concesión al criterio
generalmente falaz de la tolerancia de las ideas. Para nosotros hay ideas
buenas e ideas malas” y su objeto es “el de plantear,
esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios
y científicos. Pero consideraremos siempre al Perú dentro del panorama del mundo” (Editorial
de Amauta, Nº 1, Lima, setiembre de 1926).
Amauta concitó la atención de lo mejor de la
intelectualidad y del pueblo; pero también el odio de las clases dominantes y
del imperialismo norteamericano, ya que asumió una posición abiertamente
antiimperialista. Es así que, en el mes de junio de 1927, luego que el número 9
de Amauta fuera dedicado a la acción contra el imperialismo,
especialmente el yanqui, bajo la presión de la embajada norteamericana, el
gobierno de Leguía inventó un complot comunista para clausurar la revista Amauta y
la editorial Minerva, recluir en la isla San Lorenzo y deportar a un grupo de
intelectuales y obreros; y, confinar a Mariátegui en el Hospital Militar de San
Bartolomé, debido a su mal estado de salud.
La
inicial colaboración entre José Carlos Mariátegui y Haya de la Torre en las
Universidad Popular y en la Alianza Popular Revolucionaria Americana, como
expresión de frente único antiimperialista y de izquierda, va a devenir en
desacuerdo y abierta ruptura cuando Haya de la Torre publicara en diciembre de
1926, en The Labour Monthly, el artículo What is the
A. P. R. A.? (¿Qué es el APRA?) en que definirá al APRA como “el
Partido Revolucionario Antiimperialista Latinoamericano (subrayado
y resaltado nuestro) que organiza el Gran Frente Único de
trabajadores manuales e intelectuales, de América Latina(subrayado y
resaltado nuestro), unión de los obreros, campesinos, indígenas, etcétera, con
los estudiantes, intelectuales de vanguardia, maestros de escuela, etcétera,
para defender la soberanía de nuestros países”.
Esta
tesis era consecuencia organizativa de la concepción reformista de Haya de la
Torre según la cual la lucha debía circunscribirse a una lucha meramente
antiimperialista, más no anticapitalista, por un estado capitalista
antiimperialista que desarrolle el capitalismo, alejando las perspectivas de la
lucha por el Socialismo y, subordinando con ello, al proletariado a lo que Haya
llamaba las “clases medias”, que no eran sino pequeños capitalistas,
capitalistas y terratenientes afectados por la penetración imperialista y
devenidos pequeñaburguesía. La expresión organizativa era pues un partido en
que coexistieran ambas clases, proletariado y pequeña burguesía, bajo la
hegemonía pequeñoburguesa.
Mariátegui
esclareció, siguiendo los estudios de Lenin, que el Imperialismo es una fase
del capitalismo, su fase superior, por tanto producto del capitalismo, en
consecuencia no podrá ser erradicado definitivamente si no se vincula la lucha
antiimperialista con la lucha por la sustitución del Capitalismo por el
Socialismo. Esclareció que es imposible que sólo con la lucha antiimperialista
y nacionalista, sin vincularla al socialismo, se pueda alcanzar un desarrollo
independiente y soberano pues “El imperialismo no consiente a ninguno
de estos pueblos semi-coloniales, que explota como mercados de su capital y sus
mercancías y como depósito de materias primas, un programa de nacionalización e
industrialismo” (Principios del Partido Socialista, en Ideología
y política), que “sólo la revolución socialista opondrá al avance
del imperialismo una valla definitiva y verdadera”(Punto de vista
antiimperialista en Ideología y política); y que garantizar esta
unión de la lucha antiimperialista consecuente con la perspectiva de la
revolución socialista corresponde a los intereses del proletariado más que a
los de la burguesía “que ven en la cooperación con el imperialismo la
mejor fuente de provecho” y “se sienten lo bastante dueñas del
poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional” o
a la pequeña burguesía para quienes “la empresa yanqui representa mejor
sueldo, posibilidad de ascensión, emancipación de la empleomanía del Estado”;
por lo que el proletariado no puede marchar en un “partido frente único”,
subordinado a la burguesía y la pequeña burguesía, como planteó Haya de la
Torre, sino que debe organizarse en su propio partido político, sin negar la
posibilidad de realizar el frente único con la burguesía y pequeña burguesía en
cuanto concurran a la lucha antiimperialista; A Nicanor de la Fuente, en carta
del 20 de junio de 1929, Mariátegui le expresa: “Nosotros trabajamos
con el proletariado y por el socialismo. Si hay grupos dispuestos a trabajar
con la pequeña burguesía por un nacionalismo revolucionario, que ocupen su
puesto. No nos negaremos a colaborar con ellos, si representan efectivamente
una corriente, un movimiento de masas” (Correspondencia de José Carlos
Mariátegui en Mariátegui Total, Tomo I, Primera Edición,
1994, pág. 2002, Empresa Editora Amauta).
José
Carlos Mariátegui, al defender la necesidad de la organización del partido
político del proletariado, también deslindó con el espontaneísmo, que se limita
a la organización sindical o hace del partido un instrumento del sindicato y de
la lucha económica, cuando a Clodoaldo Alberto Espinoza Bravo, en carta del 9
de setiembre de 1929, escribe: “El trabajo político corresponde a los
partidos de clase; la actividad económica y sindical a las organizaciones
obreras” (Correspondencia de José Carlos Mariátegui en Mariátegui
Total, Tomo I, Primera Edición, 1994, pág. 2023, Empresa Editora
Amauta).
En
setiembre de 1928 aparece “7 Ensayos de Interpretación de la Realidad
Peruana”, en el que compila sus estudios sobre el Perú según la
concepción y método marxista-leninista, cuyos resultados serán las bases de sus
propuestas programáticas. Al estudiar la economía descubre que en el Perú se
desarrolla bajo el dominio del feudalismo y en un marco de colonialidad una
economía capitalista con tendencia a hacerse dominante pero sin poder liquidar
completamente la feudalidad; y que esta característica de la economía peruana
marca el problema de la tierra feudalizada; del indio sin tierra y bajo
servidumbre feudal; de la educación colonial, antidemocrática y anticientífica;
del centralismo y el regionalismo como disputa entre fracciones de la
aristocracia terrateniente y burguesa; de la religión formalmente católica y la
unión de iglesia y estado; y de la ausencia de una literatura propiamente
nacional, con excepción de César Vallejo.
En
setiembre del mismo año, en la editorial de Amauta, declara “El
trabajo de definición ideológica nos parece concluido” (…) “La primera jornada
de Amauta ha concluido” (…) “En la segunda jornada, no necesita ya llamarse
revista de la ´nueva generación`, de la ´vanguardia`, de las ´izquierdas`. Para
ser fiel a la Revolución, le basta ser una revista socialista” (Editorial
de Amauta, Nº 17, Año II, Lima, setiembre de 1928), esclareciendo
que la revolución latinoamericana será parte de la revolución mundial, de la
revolución socialista, puesto que el socialismo como el capitalismo no es un
movimiento específico de un país sino un movimiento mundial, pero que en su
realización deberá tomarse en cuenta la realidad de América.
Definido
el rumbo ideológico y programático se orienta a concretizar la organización del
instrumento para su realización; el 7 de octubre, junto a Ricardo Martínez de
la Torre, Bernardo Regman (vendedor ambulante), Julio Portocarrero, Fernando
Borjas, Avelino Navarro, César Hinojosa (obreros), Luciano Castillo y Fernando
Chávez León, constituye el Partido Comunista del Perú bajo el nombre de Partido
Socialista, elaborando sus Principios Programáticos en los que
afirma el carácter internacional e imperialista de la economía al que corresponde
el marxismo-leninismo como método revolucionario que el partido asume, lo que
lo define como un Partido Comunista; afirma que la economía pre-capitalista del
Perú republicano no puede liberarse bajo el régimen burgués de las taras y
rezagos de la feudalidad colonial reanudándose su proceso colonial. Sobre la
base de ese análisis elabora la estrategia de la revolución en el Perú,
afirmando que sólo la acción proletaria puede estimular, primero, y realizar
después las tareas de la revolución democrático-burguesa, que el régimen
burgués es incompetente para desarrollar y cumplir, luego de lo cual la
revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria; y
finalmente, declara que el Partido es la vanguardia del proletariado, la fuerza
política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la
realización de sus ideales de clase.(Principios programáticos del Partido
Socialista en Mariátegui Total, Tomo I, Primera
Edición, 1994, pág. 224, Empresa Editora Amauta).
Como
un órgano periodístico de mayor difusión y extensión de Amauta,
Mariátegui funda Labor, que apareció por
primera vez el 10 de noviembre de 1928.
Durante
el año 1929 se dedica a extender la difusión de Labor entre
los obreros, luchando por superar las dificultades económicas, y proponiéndose
llegar a un tiraje estable de 6000 ejemplares sobre la base del apoyo económico
de la clase obrera; no deja a un lado su trabajo de organizador de la clase
obrera en una sola central sindical, logrando que se constituya, el 17 de mayo,
el Comité Organizador Pro Central General Trabajadores del Perú que enviará una
delegación encabezada por Julio Portocarrero a Montevideo como delegado al
Congreso Constituyente de la Conferencia Sindical Latinoamericana. Tampoco
abandona su vinculación internacional y la culminación de la polémica con el
Aprismo, enviando a Hugo Pesce y Julio Portocarrero a Buenos Aires como
delegados a la 1ª. Conferencia Comunista Latinoamericana que se realizó en
julio y en la que presentaran como propuesta doctrinaria los escritos Punto
de vista antiimperialista y El problema de las razas en
América Latina, elaborados por Mariátegui para terminar de esclarecer el
problema del nacionalismo y de las razas, sentando sobre sólidas bases
marxistas-leninistas el pensamiento del partido.
Especial
importancia tienen las tesis formuladas en Punto de vista
antiimperialista, para el esclarecimiento sobre la naturaleza teórica
y política errónea, las raíces económicas y el papel pernicioso para la lucha
contra el imperialismo y del Socialismo de una corriente política que ha estado
presente a lo largo del siglo 20 y en lo que va del siglo XXI, como es el
Nacionalismo burgués y pequeñoburgués, cuyos propugnadores ya han asumido el
gobierno durante la década del setenta fines de los ochenta y en el gobierno
actual.
Mariátegui
sostuvo que la penetración imperialista se acrecienta a medida que se
desarrolla el capitalismo, es decir la pérdida de soberanía e independencia es
consustancial con el desarrollo capitalista, y que por ello no se puede esperar
de la burguesía, clase dominante en el capitalismo, y de la pequeña burguesía
como clase que aspira a ser burguesía, una consecuente actitud nacionalista
revolucionaria; porque éstas clases ven en la cooperación con el imperialismo
la mejor fuente de provechos, no echan de menos un grado más amplio de
autonomía nacional y conservan la ilusión de la soberanía nacional; además, en
el Perú señala Mariátegui, otro elemento que impide a la burguesía nacional
una actitud solidaria con las clases explotadas consiste en su procedencia de
los conquistadores, de los hacendados señores feudales, que la hace despreciar
al pueblo proveniente de las etnias y nacionalidades conquistadas y preferir a
los capitalistas extranjeros, incluso a sus sirvientes como medio de elevarse
socialmente.
La
posición antiimperialista de Mariátegui se basa en la concepción
económico-social revolucionaria, el marxismo, es decir en el análisis de las
relaciones económicos sociales que explican la vinculación-dependencia del
imperialismo respecto del capitalismo, del cual es su fase última; por lo que
no se puede luchar solamente contra el imperialismo, bajo un supuesto
nacionalismo, y no contra el capitalismo, sin terminar de caer en la
conciliación y sometimiento al imperialismo, como ocurrió en su tiempo con el
Partido Aprista, desde Haya hasta Alan García, y hoy con el Partido
Nacionalista Peruano de Ollanta Humala.
El
nacionalismo, en tiempos de Haya como ahora, pretende una supuesta
confrontación con el imperialismo, una lucha por soberanía, independencia,
recuperación de los recursos naturales sin enfrentar al capitalismo,
prescindiendo o velando la lucha de clases, sin luchar por el Socialismo como
sociedad que debe superar y sustituir al capitalismo, en aras de mantener el
crecimiento, de desarrollar el capitalismo. La lógica misma del desarrollo
capitalista, de las relaciones económicas que ello entraña, lleva a la
burguesía y pequeña burguesía nacional, que propugnan esta concepción a
colaborar y someterse al imperialismo y a la burguesía intermediaria,
financiera, agro y primario exportadora. Clara y precisamente lo previó José
Carlos Mariátegui: “Ni la burguesía, ni la pequeña
burguesía en el poder pueden hacer una política anti-imperialista. Tenemos la
experiencia de México, donde la pequeña burguesía ha acabado por pactar con el
imperialismo yanqui.”
Justamente
este fenómeno de la vacilación y posterior conciliación de la burguesía y la
pequeña burguesía nacional, explica Mariátegui, se produce porque “La
creación de la pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la
liquidación de los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del
imperialismo, de un modo inmediato”(…) “ese movimiento de
liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento
capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del imperialismo”(…)“que
las viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía y una pequeña
burguesía más poderosa e influyente -y por lo mismo más apta para garantizar la
paz social-, nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo” “el
establecimiento de grandes empresas que (…) representan siempre para esta clase
(la pequeña burguesía) un trabajo mejor remunerado, es recibido y considerado
favorablemente por la gente de clase media.”
Partiendo
de este análisis José Carlos Mariátegui fija la tarea del Partido del
Proletariado en la lucha antiimperialista frente a esta corriente nacionalista
“Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación
anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales
que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y
demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del
imperialismo una valla definitiva y verdadera.”
En
noviembre de 1929 el gobierno desata una nueva redada contra Mariátegui y su
casa es allanada con la excusa antisemita de un “complot judío”, siendo
arrestados sus colaboradores y clausurado el periódico Labor,
cuando estaba en impresión el número once.
Ante
estas arremetidas, viendo que el círculo de la represión se le va cerrando y
que su salud le impide enfrentarlas adecuadamente, prepara su partida a Buenos
Aires, Argentina, trabaja por dejar en orden los asuntos del partido, logra el
regreso de Eudocio Ravines de Europa para que lo reemplace en la dirección
práctica como Secretario General, define el cambio del nombre de Partido
Socialista a Partido Comunista, acorde con los Principios Programáticos
aprobados y lo conversado con la Tercera Internacional a la que el Comité
Central del Partido decide afiliarse. El agravamiento de su enfermedad, contra
la que luchó desde su infancia, no le permitió realizar el viaje a Argentina
que le hubiese facilitado continuar la lucha por el Socialismo.
Hasta
los últimos momentos de su vida José Carlos Mariátegui siguió luchando para
cumplir la misión histórica que las vicisitudes de la lucha de clases del
proletariado le impusieron. Murió el 16 de abril de 1930, dejándonos la tarea
de continuar y realizar su “declarada y enérgica ambición: concurrir a
las creación del socialismo peruano”.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su
libertad para publicarlo en otras fuentes.
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