IV
LIBERAR
NUESTROS CEREBROS CONSTRUYENDO EL FUTURO (II)
El Futuro
El futuro tiene muchos nombres.
Para los débiles es lo inalcanzable.
Para los temerosos, lo desconocido.
Para los valientes es la oportunidad.
Víctor Hugo
EN CASO
DE DUDA, LETRA MAYÚSCULA
Voy a pedirle a mi
querido amigo y camarada, Edgar, que me conceda el beneficio de la duda
respecto a este artículo.
29
marzo 2014
Estamos completamente seguros que a nuestros camaradas no
les gusta andar en la cuerda floja ni mucho menos titubear en temas de tanta
trascendencia. Sin embargo, como prefieren hacer uso utilitario de la duda insistimos, insistimos y más debemos
insistir cuando la sombra de la duda ha iniciado su trabajo iluminador.
Sospecha él que nuestros tiros van
dirigidos contra el legado de José Carlos Mariátegui. Se equivoca. No
cuestionamos el estudio ni el espíritu de la obra del Amauta. Más aún lo
asumimos en bloque. Creemos que el culto a la persona y la fraseología
insustancial, que reciclar teorías infecundamente, que la escuela de hacer la
“revolución” en seminarios y más seminarios, que el “análisis” de la realidad
repitiendo el diagnóstico de hace casi 100 años, no es precisamente lo que nos
enseñara José Carlos Mariátegui.
Nuestro tiempo no es el tiempo de Mariátegui. Su
realidad no es nuestra realidad. Aristóteles decía mí única verdad es la realidad porque la realidad es creada, inventada,
edificada por los propios hombres: la materia dotada de ingenio. Si los hombres creamos el escenario y somos actores
en ese escenario. La lucha terrenal resulta inapelablemente la única realidad
donde cada uno vale en cuanto obra. Humanos contra humanos, intereses contra
intereses, clases contra clases, ideas contra ideas: pugna y compromiso, así es
como la especie humana construye la historia. La acción está
hecha de negaciones, de afirmaciones y de transacciones. En esa lógica, las
nuevas generaciones traen a la acción una sensibilidad distinta e ideales
propios. El pragmatismo de hombres y mujeres del presente difiere abruptamente
del romanticismo de nuestra generación. Actuar
es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil, decía Johann Wolfgang von Goethe.
La dinámica de los mercados obliga a que la velocidad de reacción no deje mucho
tiempo para reflexionar. Los jóvenes tienen por necesidad de supervivencia que
ser pragmáticos. Pero, el pragmatismo requiere de una guía
reflexiva, que vea más allá de los intereses inmediatos, que vea lo que nos
conviene como especie, que no se pierda en la economía del confort. Tenemos, por tanto, que descubrir lo que las generaciones
del presente están construyendo. Y cómo hacerlo sino estudiamos el tumultuoso,
inestable e inseguro siglo XXI.
La verdad es dialéctica, no nos está esperando a la vuelta
de la esquina, está en movimiento. La verdad
del siglo XX no es la verdad del siglo XXI. La ciencia de la historia busca la
verdad en el pasado. La ciencia de la política debe hallar la verdad en
el presente - futuro. No se trata de encontrar una verdad en particular (mi
verdad) sino la verdad en general. Entendiéndola como el desarrollo (unidad y
lucha) de las contradicciones. La verdad requiere tiempo, como la vida misma,
porque tiene que desplegarse, tiene que actuar a través del ensayo y el error
y, finalmente, los antagonismos determinan su urgencia práctica. La conciencia
reacciona, se rebela, cuando la contradicción alcanza puntos de ebullición y
excitación que hacen de la ruptura una exigencia posible, factible, realizable.
La ciencia de la experiencia trata del devenir de la conciencia en interacción
con la realidad. La verdad se busca (en verdad se experimenta) en la realidad,
en la práctica social. Los que creen que todo está dicho (dogmatismo) son
incapaces de reconocer lo que la realidad (experiencia) les está enrostrando. No caen en cuenta que los problemas del presente son la medida de
los problemas del pasado. La “solución” del pasado simplemente no es solución
si el problema persiste. Más bien, un enfoque errado en el pasado sobrevive
como un lastre en el presente. Y ese simple hecho debería alertarnos que la vía
del pasado es inútil para los objetivos que nos hemos propuesto en el presente.
Por eso, hagamos trabajar nuestros
cerebros, o es que se sigue rumiando que ¿la realidad de los 7 Ensayos es la
realidad del siglo XXI? ¿Y si es así porque no funcionan las fórmulas exitosas
de Mariátegui? En todo caso qué funciona y qué no. Esa es una vieja polémica
que Miguel Aragón ha encabezado. Y sin embargo, me sitúo entre los que creen
que vivimos una nueva realidad que nos exige redefinir nuestra percepción del
presente. Así por ejemplo, ¿El capitalismo de la crisis terminal es el capitalismo
de El Imperialismo fase superior del
capitalismo de 1916? Otra interrogante para esos privilegiados cerebritos.
Hay quienes creen que el viejo orden
está preparado para resistir mil y un tormentas. Pero, ¿si está tan preparado
porque anda de tumbo en tumbo? Magnificar al enemigo puede paralizar. Minimizar
al adversario puede precipitarnos imprudentemente al desastre. Ni sobrevalorar
ni minimizar es de marxistas.
El momento que nos toca vivir son
tiempos de tensión, confrontaciones y transición en los procesos de cambio. Son
tiempos de incertidumbre. Pero el cambio es lo único que es imposible detener.
Pasajeramente podrán contenerlo y hasta retrotraerlo a un estadio inferior
pero, más temprano que tarde, el cambio se impone.
En Un nuevo comienzo por la vía del marxismo se busca promover el debate sobre tópicos de actualidad
estratégica. Hace unas semanas publicamos las penetrantes observaciones de
Francisco Umpiérrrez, que estamos seguros habrán releído pero sobre las que ni
siquiera han emitido un inocente pío. Seguramente faltan mayores elementos de
juicio. Ahora les presentamos un ensayo de Mariano Ciafardini: La globalización tercera (y última) etapa
del capitalismo.
Mariano Ciafardini
termina su ensayo con un llamamiento a la vieja guardia del socialismo que vale
la pena reproducir: “En este sentido los partidos de izquierda, revolucionarios
que han sido protagonistas de las epopeyas del siglo XX y que se encuentran
privilegiadamente pertrechados de ese patrimonio democrático y revolucionario
son los que mayor responsabilidad tienen de entender la significación de los tiempos actuales, la
inminencia de los cambios. Los que mayor responsabilidad tienen (…) para al
menos debatir con profundidad sus fundamentos.” Lo cierto es que “la inminencia
de un fin de época que va mucho más allá del paso de una etapa a otra y que
significa un cambio civilizatorio” se impone hasta instintivamente. Un nuevo
orden avanza, aún balbuceante, pero aprieta el paso pese a la resistencia del
orden que se va. El capitalismo está poniendo en peligro la existencia de la
vida en el planeta tierra. Por eso, la nueva realidad mundial y local debe ser
materia de nuestras indagaciones, reflexiones, investigaciones, porque cambiar
lo que debe cambiarse es un acto consciente, es toma de decisiones que se
concretan en la práctica social. Una política imaginativa y renovadora debe
asentar bien los pies en la realidad que se construye todos los días.
¿Vivimos
una nueva realidad mundial cualitativamente diferente a la realidad de Lenin y
Mariátegui? ¿Qué opina usted amable
lector? En todo caso, el debate está abierto.
Tacna, 22 de abril 2014
Edgar Bolaños Marín
LA GLOBALIZACION TERCERA (Y ÚLTIMA) ETAPA DEL CAPITALISMO
Un análisis desde el materialismo histórico.
Solapa:
Mariano
Ciafardini es abogado, doctorando en Ciencias Políticas y Sociales de la
Universidad de Buenos Aires, miembro del Instituto Argentino de Geopolítica.
Integra la comisión de Asuntos Internacionales del Partido Solidario de la
Argentina. En esta última calidad ha actuado como representante de dicho
partido ante el Foro de San Pablo. Es colaborador de la publicación “Cuadernos
Marxistas”. Tiene por otra parte vasta actividad académica y numerosas
publicaciones en el ámbito de la criminología crítica.
Dedicatoria
A
la memoria de Vladimir Ilich (Lenin) Ulianov (1870-1924)
Prólogo
Este ensayo no surge como un estudio en sí mismo
sino como un subproducto de una investigación mayor. Es en realidad un estudio
preliminar que me exigió otra obra en la que estoy involucrado denominada por
el momento “Capitalismo y Criminalidad” que intenta explorar y mostrar la
imbricación de la llamada “cuestión criminal” o la fenomenología de delito y el
castigo, con el proceso de nacimiento auge y declive del capitalismo moderno.
Ello como puede resultar evidente me impuso
entonces adentrarme en la cuestión de los momentos períodos y etapas de tal
edad moderno-capitalista de la historia humana. Pero no solo eso, sino que el
estudio de la dinámica de la “cuestión criminal”, tanto en la forma real que
fue adquiriendo la conflictividad y sus intentos de control social por el poder
político, como el devenir recursivo de las explicaciones político sociológicas
del conflicto y la justificación del control, me fueron evidenciando la
existencia dentro de este proceso, de distintos lapsos históricos mayores y
menores, que se incluían unos dentro de otros, con saltos cualitativos y
regresiones dialécticas. Y todo ello me ha permitido vislumbrar así, desde del
análisis de un fenómeno, que, como el criminal, estaría ubicado en lo que se ha
denominado “la superestructura”, el movimiento del proceso histórico
capitalista en su totalidad, al menos en sus rasgos más generales.
No voy a desarrollar aquí mayores detalles de
aquellos análisis histórico-criminológicos y exploraciones sobre el conflicto y
el control en la modernidad, ya que no es el sentido de este trabajo y se trata
precisamente del objeto de la futura obra mencionada, que, con suerte se
terminará próximamente. Pero sí debo decir que para lograr explicaciones más
acabadas de lo que surgía de la dinámica propia del fenómeno criminal y
político criminal analizado me fueron resultando cada vez de más y más
utilidad, por untado, las visiones de Fernand Braudel en cuanto al desarrollo
de lo que, desde el punto de vista marxista, se considera la primera gran etapa
del capitalismo , es decir la de la “libre” competencia ( desde 1300 al 1880 y,
por otro, los de un grupo de autores marxistas que escribieron en los números 5
y 6 del “Socialist Register” para lo que, también según la óptica marxista, se
considera la segunda gran etapa del capitalismo, es decir el imperialismo, que
abarca más o menos el siglo XX .
Con respecto a la globalización que es la
novedad analítica que introduce este ensayo como tercera y última etapa del
capitalismo debí arreglármelas solo, ya que no existe perspectiva histórica aun
para su análisis, (cualquiera que sepa de historiografía sabrá lo complejo que
es hacer análisis históricos de los procesos coetáneos), ni bibliografía alguna
que considere a la globalización desde el punto de vista del “periodicismo”
histórico marxista o no marxista.
Este ensayo pretende desarrollar un análisis
marxista y por lo tanto su enfoque se realiza necesariamente desde el
materialismo histórico, por eso las cuestiones de la economía política son
atendidas particularmente, pero no es un trabajo de economía política, que
excedería mis capacidades. Su finalidad principal es la de mostrar, en términos
generales el desarrollo histórico de las etapas del capitalismo.
Tampoco es una investigación histórica en el
real sentido de la palabra, lo que también estaría más allá de mis
posibilidades teóricas. El aporte que pretendo hacer con esta publicaciones es
político.
En otros
tiempos se podría haberla denominado como panfleto político. Esperemos que hoy
no se lo denomine así por el sentido peyorativo que ha ido adquiriendo hoy el
término “panfleto”, pero mi intención es contribuir a la construcción teórica
marxista de la caracterización de la época en que vivimos, lo que considero una
de las necesidades y carencias más importantes para la orientación definitiva
del “sujeto histórico”, que viene ya desde hace tiempo retomando la marcha
hacia las grandes transformaciones que demanda la historia, pero que no ha de
adquirir el impulso y la fuerza necesarios para tamaña empresa hasta que no se
dé el salto cualitativo teórico, dentro del materialismo histórico, que permita
reconstruir definitivamente las vanguardias del movimiento humano mundial y
dotarlas de la eficacia conductora en la práctica concreta de la acción
política.
En este sentido uno de los aportes teóricos
principales del trabajo que presento es que la consideración de la
globalización como una etapa dentro del proceso capitalista indica la
diferenciación cualitativa del “imperialismo, tal como este fuera una etapa
cualitativamente distinta del capitalismo de libre competencia. Esta
diferencia, de ser admitida, obliga a repensar las tácticas y estrategias de la
acción política transformadora, en contraste con las elaboradas y ejercidas
hasta fines del siglo XX. En este sentido para los países latinoamericanos, por
ejemplo, deja de ser relevante la categoría de “dependencia” como descriptiva
de la especial relación de sometimiento a la voluntad política-económica del
esquema de poder formado por la imbricación de grandes monopolios con un estado
nacional poderoso como lo fue, en el caso de Latinoamérica, EEUU. La forma de
“dependencia” actual es la situación de acople inevitable con un mundo
estructurado bajo la forma y necesidad de los grandes flujos financieros, lo
que lleva a que más allá de la voluntad de los dirigentes y los gobiernos, aun
en los casos de decisión política real con apoyo popular el desacople sea
complejísimo, y la ruptura definitiva con las estructuras neoliberales,
impuestas en la etapa, se transforme en una tarea poco menos que imposible.
Y aquí aparece otra de las condiciones políticas
de la época nueva ¿Es posible pensar hoy en un proceso verdaderamente radical y
profundo de cambio que se vaya dando país por país como el caso de los procesos
revolucionarios y de liberación intentados en el siglo XX?
Si tenemos en cuenta lo antes dicho la respuesta
es negativa y la consecuencia inmediata es la necesidad de articular los
procesos políticos nacionales en bloques regionales que se muevan de consuno en
una inédita identidad ideológica, política y orgánica. Para ello es necesario
entonces avanzar en el desarrollo de una inteligencia de izquierda regional
común y en niveles de organización política internacional de la izquierda que
no han sido vistos hasta ahora. Pero ello solo sería posible si esta
inteligencia de izquierda internacional logra dar un salto cualitativo en el
desarrollo de su propia base teórica marxista que le permita a cada partido y
organización revolucionarios pensar su situación particular nacional y regional
desde una nueva perspectiva mundial válida, que vislumbre el horizonte de
salida con mayor precisión y esperanza que la que proporcionan hoy la vaguedad
de viejas utopías o la precavida resignación que dejaron pasados fracasos.
Mariano
Ciafardini, Buenos Aires, junio de 2011
“No existe una labor más
urgente en los comienzos del nuevo milenio que producir conocimiento profundo
sobre la economía política del capitalismo, conocimiento no sólo del desarrollo
del capitalismo en la coyuntura actual, sino del pasado del capitalismo y de su
posible trayectoria a futuro[1]
“…como toda crisis es la
objetivación de una autocrítica del capitalismo, la crisis de éste, una vez
llevada a su exasperación extrema, nos ofrece la posibilidad de desarrollar más
clara y completamente que hasta ahora… el materialismo histórico, como método
de investigación de la “prehistoria de la humanidad”
Gyorgy Lukacs, “Historia y Conciencia de
Clase” (1923)
I) Introducción
Desde
hace ya unos años se viene produciendo profusa y, en muchos casos, profunda,
elaboración teórica sobre los tiempos que nos tocan vivir, que se han ganado el
mote de “globalización”. Los puntos de vista son de los más diversos. Desde el
marxismo, expreso o implícito, también son diversos los enfoques, aunque, por
cierto, en este caso, coincidiendo en torno a que se está dentro de una etapa o
fase del capitalismo, que es parte de su declive.
Sin
embargo la terminología que se usa es harto confusa. En primer lugar el
concepto de etapa o fase se aplica sin rigor alguno a los más disímiles
períodos de tiempo sin una coherencia en cuanto a porqué una etapa sucedería a
otra, ni si el número de etapas o fases sería algo que encierre algún sentido
en si mismo, o podría ser cualquiera.
Por
otro lado, si el término etapa (o fase) fue introducido, definitivamente, en la
terminología marxista por Lenin, refiriéndose a la relación entre un primer
capitalismo, de “libre competencia” o pre-monopólico, y un segundo capitalismo
cuyo paradigma era el capital monopolista y su relación con los estados
nacionales (capitalismo monopolista de estado), denominado, por otros y él
mismo, como “imperialismo”, no queda en claro, en la abundante bibliografía
marxista actual sobre el tema, si lo que se vive actualmente es una etapa
distinta de estas dos anteriores o si estaríamos en una (sub) etapa “dentro”
del imperialismo. Si esto fuera así habría que designar a esta “etapa dentro”
con un término distinto al de “etapa” o “fase”, ya que, si el imperialismo es
una etapa en sí mismo, no convendría llamar a sus momento internos con el mismo
término. Lógica conceptual básica.
Asimismo,
se emplean los términos de “viejo” y “nuevo” imperialismo, aludiendo, con el
segundo, al momento actual que, como dijimos, es denominado vulgarmente
“globalización”. Si con eso se pretende que el imperialismo no ha terminado
como etapa y que sólo estamos viviendo un cambio interno de la misma, debería,
al menos, en honor a la mencionada lógica conceptual, explicarse un tanto más
acerca de esta división de las etapas en períodos internos, y acerca de qué es
lo que diferencia el cambio de una etapa a otra, del cambio de un período
interno (dentro de una etapa) a otro período interno, de la misma etapa.
Desde un punto de vista marxista no puede
soslayarse la explicación, (partiendo del materialismo histórico- y de la dialéctica)
de estas divisiones analíticas y sus interrelaciones, a riesgo de que las
afirmaciones que se hagan en tal sentido terminen pareciéndose demasiado a
cualquier capricho historiográfico idealista.
A
todo esto habría que agregar la confusión que se suma, en los análisis que
hacen mayor hincapié en los aspectos puramente económicos de la cuestión,
cuando aluden a los ciclos cortos y largos de Kodratieff. Estos ciclos
¿determinan la duración de las etapas o de los períodos dentro de las etapas o
fases, o son algo distinto y coetáneo a las mismas? Y además, ¿cuál es la
relación entre estas periodizaciones? Ello nunca termina de quedar claro, al
menos en las publicaciones marxistas que han tenido más trascendencia hasta el
presente.
Finalmente,
es mayor aún la arbitrariedad teórica cuando de fechas o períodos determinados
de tiempo se trata. ¿La actual globalización o “nuevo” imperialismo (ya sea
como nuevo momento dentro de la etapa imperialista o como nueva etapa en si
misma) se inició en los 60/70 o en los 80/90?
Ir
haciéndose cargo teóricamente de todas y cada una de las opiniones y análisis
que existen hoy al respecto, por separado, importaría una tarea farragosa, no
sólo de elaborar sino de transmitir y explicar, al menos en un corto ensayo
como éste.
Nos
proponemos por el contrario expresar nuestra propia posición y, en el curso de
su desarrollo, dialogar con las otras opiniones de las que, dicho sea de paso y
en honor a la honestidad intelectual, hemos sacado, precisamente, la mayor
parte del material teórico para elaborar la nuestra.
La cuestión histórica
Ante
todo no puede olvidarse que el historicismo es una característica intrínseca de
la dialéctica (de la hegeliana pero también de la marxista)[2]
Desde
el marxismo, y particularmente desde el materialismo histórico, queda en claro
que, para conocer un objeto o un proceso, es necesario considerarlo en su
movimiento, en surgimiento y desarrollo, pues sólo relevando las etapas
principales que atraviesa en su desarrollo es posible comprender y explicar las
propiedades y nexos necesarios, las características cualitativas y
cuantitativas que le son inherentes. Esto lo señalaban ya los clásicos del
marxismo “no olvidar el nexo histórico fundamental, analizar cada problema
desde el punto de vista de cómo surgió en la historia el fenómeno dado y cuáles
fueron las principales etapas de su desarrollo y desde ese punto de vista de su
desarrollo examinar en que se ha convertido hoy” (Lenin)
Hasta
Benedetto Crocce criticó las tendencias relativistas y “descriptivistas” de la
historiografía, si bien desde el idealismo hegeliano que le era propio. Y es
conocida la “alergia” teórica de Popper (uno de los más insistentes
contradictores del marxismo) al historicismo del materialismo histórico,
principalmente en su “Miseria del historicismo”, titulo que denota un vulgar
intento de parafrasear a Marx.
El
historicismo marxista presupone que se descubran las leyes que determinan la
aparición funcionamiento y desarrollo del objeto o proceso en estudio que se
explique el presente sobre la base de esas leyes, así como las propiedades y
nexos necesarios inherentes al mismo, deducidos de la historia, la que se debe
examinar en sus tendencias y formas necesarias, y, al mismo tiempo, que se haga
la reconstrucción teórica de los procesos de desarrollo de los fenómenos
investigados en su conjunto.
En este sentido es obvio que nos encontramos
hoy en mejores condiciones objetivas teóricas que aquellas en la que se
encontraban Marx, e incluso Lenin, en tanto y en cuanto podemos ver un
desarrollo más completo del capitalismo como proceso histórico, y poseemos una
cantidad muy importante de datos de los que ellos carecieron. Es obligación
teórica, entonces, hoy, para los marxistas, incorporar todo ese bagaje de
conocimientos al procesamiento integral del análisis bajo la metodología del
materialismo histórico que además se enriquece a si misma como método. Es decir
que no estamos sólo ante un aumento cuantitativo de datos, sino ante una
evolución cualitativa de los niveles epistemológicos mismos.
Pero
evolución y enriquecimiento no es lo mismo que traición teórica o deformación
para regresar al encubrimiento idealista de la realidad. Sino, precisamente,
todo lo contrario. Digamos en principio entonces que, si se respeta la inicial
periodización del capitalismo hecha por Lenin, este se divide primeramente en
grandes etapas o fases, términos que Lenin uso indistintamente. Si se
profundiza el análisis de las periodizaciones y se pretende dividir a su vez
internamente estas etapas, cosa que ni Marx ni Lenin abordaron explícitamente
debería hablarse de períodos (o si se quiere ciclos según la terminología de
Arrighi). Si el análisis pretende hacerse desde el marxismo lo determinante en
la diferenciación de las etapas y de los períodos ha de estar necesariamente
vinculado a las formas del movimiento de lo que es esencial a todo el proceso
histórico que se analiza: esto es el capital y sus formas de acumulación. Y,
finalmente, sería coherente con un análisis marxista que la lógica del
movimiento de estas etapas y períodos, y las relaciones entre ellos, estuviera
dialécticamente impulsada, en el sentido de afirmaciones, negaciones y
negaciones de las negaciones.
Pensamos
que el marxismo es una teoría integral e internamente coherente y sobre todo
coincidente con el movimiento real de las cosas. Mejor dicho, la única
coincidente con el movimiento real de las cosas. Por ello no vamos a polemizar
particularmente aquí con desarrollos teóricos que se hagan desde puntos de
vista diametralmente opuestos, u otros que tomen partes de las afirmaciones
fundamentales del marxismo, la dialéctica materialista o el materialismo
histórico (que son los constituyentes de esta integralidad) y usen los retazos
a su gusto. El eclecticismo, el multiculturalismo y el “multiideologicismo” nos
son totalmente ajenos y el objetivo de este trabajo no es debatir centralmente
con ellos sino con aquellos que, en un sincero esfuerzo por aplicar la
interpretación marxista, (en su desarrollo no dogmático) al análisis de la
realidad, intentan hacer caracterizaciones de la época actual, para lo cual
necesitan inevitablemente ocurrir a la interpretación del pasado histórico y
tratar de descubrir las tendencias ocultas del proceso como un todo.
En
la publicación de la que se ha extraído el primer acápite los editores como
justificación de la importancia del tema se hacen entre otras las siguientes
preguntas: 1 ¿Representa la actual coyuntura una nueva fase del capitalismo,
una transición entre fases del capitalismo, una transición hacia fuera del
capitalismo o una fase postcapitalista? y 2 ¿Qué variables son más “felices”
para construir una teoría de las fases del capitalismo: la relación
capital-trabajo, bloques hegemónicos, sistemas nacionales de innovación,
características de los productos, tecnologías de punta, sectores económicos,
etc.?
Con
respecto a la primer pregunta debe decirse que si se quería agotar las opciones
habría que haber agregado ¿no es una fase ni transición nueva sino la simple
continuidad de la fase en la que estábamos? (lo que implicaría a su vez las
preguntas acerca de ¿en qué fase estábamos y cuáles fueron las anteriores?) y
finalmente, o tal vez antes que todo, ¿Tiene fases el capitalismo?
Con
respecto a la segunda, desde un punto de vista marxista, debería decirse desde
ya que no se trata de la felicidad u acierto de escoger la variable más
adecuada sino del rigor científico de encontrar la única variable que de por si
determina dialécticamente a todas las otras y esta, como ya adelantáramos, no
puede ser otra que la forma de acumulación del capital.
Con
lo que no podemos dejar de coincidir es con la reafirmación efectuada, en forma
de pregunta, por los editores, en el final de la introducción a la publicación
mencionada, en cuanto a “¿Que conocimiento puede ser más crucial en la entrada
del siglo XXI que aquél que clarifique las principales tendencias estructurales
del capitalismo pasado, presente y futuro?”[3]
Nuestra visión
Desde
un punto de vista marxista no se puede acordar con las clasificaciones de los
períodos hegelianos. Si se trata de periodizar el capitalismo o la modernidad
se debe afirmar que está dividido dos etapas, según Lenin, como ya dijéramos, y
a las que nosotros agregamos una tercera, desde el punto de vista que nos
permite nuestra posición temporal, con lo que nos queda : capitalismo de libre
mercado, imperialismo y globalización financiera.
Respecto
de la división del primer capitalismo que de alguna manera coincide aunque no
en toda su extensión inicial con lo que Hegel llama mundo germano, una visión
marxista debe acordar más con periodizaciones que partan del propio movimiento
económico, aunque no se restrinjan exclusivamente a este, como, por ejemplo,
las de Braudel o Arrighi.
Aclaremos que el primero, toma como períodos,
inicialmente, el que va desde 1350 a 1650 de impronta genovesa y veneciana, a
continuación, el que va desde 1650 a 1817 con el preponderante papel comercial
de Amsterdam y Los Países Bajos y, en tercer lugar, el que va desde la última
fecha hasta comienzos del siglo XX, con Inglaterra a la cabeza. Arrighi por su
parte especula con otra periodización aunque ambos coinciden en una división en
períodos, de la misma época.
El
análisis de Braudel coincide, por otra parte , aunque a partir de un análisis
más desarrollado y pormenorizado de los hechos y las dinámicas propias de las
épocas, con los de los propios Marx y Engels para quienes el proceso de
desarrollo del capitalismo se inicia en el lapso que va del siglo XIII al siglo
XV con los comienzos de la manufacturas lo que da lugar al período de
acumulación originaria del capital que llega hasta pasado el siglo XVI, el segundo
período comienza a mediados del siglo XVII y dura hasta finales del XVIII, al
que llaman “siglo del comercio” y el tercer período, el de “la gran industria”
que es aquel en el que ellos escriben[4].
Para
concluir entonces vamos a decir que un punto de vista verdaderamente dialéctico
en el sentido de visión del movimiento interno del todo implicaría considerar
como historia de la humanidad el proceso que va desde su misma “historia
antropológica” es decir del salto cualitativo del antropoide al homínido hasta
nuestros días.
Desde ese punto de vista asiste razón al
marxismo en cuanto debe considerarse la primera y más extensa era histórica de
la horda y la comunidad primitiva como la afirmación de lo humano que es negada
por la era de la violencia y la lucha de clases que Hegel llama historia. Así
las cosas hemos de quedarnos a partir de una propuesta dialéctica sobre la
periodización general de la historia humana con una gran división en dos grandes
eras: a) la del comunismo primitivo (horda salvaje) y b) la de la “era de la
violencia (desde las guerras tribales primitivas hasta nuestros días). Ambas
eras son divisibles en edades. Nos resulta imposible referirnos a la primera y,
en cuanto a la segunda, no cabe dudas de que dos de sus edades o períodos
internos son: la antigüedad y la modernidad capitalista.
Tampoco
podemos decir acá demasiado de la antigüedad y sus divisiones internas más que
indudablemente el esclavismo y el feudalismo son parte de ellas. De lo que si
debemos y vamos a intentar afirmar una hipótesis teórica es de las divisiones
internas (etapas) de la modernidad que para nosotros no es otra cosa que el
proceso de formación auge y declive del capitalismo.
III El capitalismo y las
etapas (o fases)
En
primer lugar, reiteramos, vamos a respetar la interpretación teórica que
plantea la división del capitalismo en etapas (y vamos a usar este término como
sinónimo de fase) como lo hizo Lenin, junto con Hilferding y Rosa Luxemburg (además
de Hobson, Bujarin y Kautsky). Este concepto fue introducido con una claridad
teórica que se definió desde el inicio.
Cuando Lenin lo definió en “El imperialismo
fase superior del capitalismo”, en 1916, el imperialismo se mostraba,
claramente, como una etapa distinta del capitalismo que se había conocido hasta
entonces, porque había cambiado la forma principal de acumulación del capital y
la organización política del capital hegemónico. Ya no se trataba de
competencias entre los capitalistas entre sí, fronteras adentro, y competencia
entre los países por las rutas comerciales, sino que había monopolios por ramas
hacia adentro, fuertemente asociados con el estado nacional y una feroz
competencia, hacia fuera, por las zonas de influencia del desarrollo
proto-capitalista de los países dependientes. Mucho más habría que decir para
describir fielmente este cambio trascendental dentro del proceso capitalista
pero todo ello ha sido dicho ya “in extenso”, profunda y agudamente por la
abundante bibliografía que se elaboró desde entonces, particularmente en los
años 60 y 70. Es decir que la diferencia
entre capitalismo inicial e imperialismo es bien clara en términos marxistas, y
lo fue para todos los marxistas hasta, por lo menos, fines de los años 80 del siglo
pasado (ya que desde ese punto de vista teórico no se ha de poder encontrar,
hasta esa fecha, ni siquiera una suspicacia en contra de la cuestión así
planteada).
Así
las cosas debe admitirse, también, como consecuencia lógica teórica de todo
ello, que el capitalismo, como proceso histórico, presentaba, hasta ese
momento, sólo dos etapas, la inicial y la superior. Tampoco ello fue
cuestionado por la producción teórica marxista de la época ni hasta el
presente. Además ateniéndonos a las diferencias cualitativas marcadas por los
teóricos del imperialismo que justificaban llamar a este una “etapa” o “fase”
distinta de lo anterior, vemos claramente que la característica diferente del
capitalismo inicial era el de ser un capitalismo de “libre empresa” o “libre
mercado” que significaba ausencia de monopolio o al menos de un desarrollo
cualitativamente inferior del monopolismo y la cartelización, tal cual está
descrito en “El imperialismo…”. Y esta característica “no monopólica” del
capitalismo inicial es algo que tuvo éste desde sus inicios. Es decir que esa
diferencia cualitativa marca la existencia, hasta aquel momento, de dos (y sólo
dos) etapas históricas del capitalismo: la inicial y la imperialista.
Restaría
ponerse de acuerdo desde el marxismo en torno a la fecha de “comienzo” del
capitalismo. No vamos a hacer aquí un análisis particular. Coincidimos con
aquellas versiones que advierten signos claros de aparición de esta formación
histórica ya en los siglos 1200 y 1300. Es cierto que, en ese entonces, el
contexto era en su mayor parte feudal, pero también lo es que las formas
capitalistas que ya aparecen en las ciudades comerciales como Génova, Venecia,
Brujas , Amberes y las de la Hansa germánica, siendo en ese escenario
excepcionales, tenían ya una importante influencia económica y política, sobre
todo en sus “hinterlands” y, particularmente, porque está claro que no
representaron la aparición de un fenómeno momentáneo y coyuntural, sino que a
partir de ese momento no hicieron más que fortalecerse reproducirse y expandir
su sistema a todo el orbe. Eso da cuenta de que no eran un fenómeno aislado
sino el inicio del proceso.
De
este modo tenemos un capitalismo dividido en dos etapas. La etapa inicial desde
1300 hasta 1880 y la etapa imperialista desde 1880 hasta … Esto nos lleva a la
cuestión actual acerca de si la “globalización” o el “nuevo imperialismo”, o
como quiera llamársele, es o no una nueva etapa o fase del capitalismo. En este
sentido queremos adelantar que para nosotros si lo es, por idénticas razones
que las que llevaron a considerar al imperialismo como una nueva etapa frente
al capitalismo inicial.
Pero
antes de entrar a este aspecto vamos a hacer referencia a una cantidad de
autores marxistas que, sin plantear claramente esta hipótesis, dejan entrever
que hay algo que justifica hacer diferencias entre el proceso capitalista que
se vivió durante gran parte del siglo XX y el que nos encontramos
protagonizando hoy. Vamos
a tomar como una muestra parcial de estas expresiones teóricas algunos trabajos
publicados en la revista Socialist Register (SR) del año 2004 titulada “El
Nuevo Desafío Imperial” que dedica justamente este número y el siguiente
(correspondiente al año 2005) al análisis del imperialismo, por cuanto, en
opinión de sus editores Leo Panitch y Colin Leys, “parecía que una limitación
cada vez más seria del pensamiento socialista contemporáneo, era su falta de
herramientas conceptuales capaces de analizar la naturaleza del imperialismo de
hoy, en lugar de reciclar teorías desarrolladas en una etapa muy anterior”[5].
(la cursiva es nuestra)
Leo
Panitch precisa más esta inquietud en el primer artículo que compone la
publicación, a la que ya nos referimos, artículo que escribe junto con Sam
Gindin y titulan “Capitalismo Global e Imperio Norteamericano”, afirmando que
“Todo esto nos lleva a pensar que la izquierda necesita una nueva teorización
del imperialismo que pueda trascender las limitaciones de la antigua teoría
marxista de la rivalidad inter-imperialista …, permitiendo así una apreciación
más completa de los factores históricos que condujeron a la formación de un
único imperio informal norteamericano”[6]
Todos
los artículos de estas dos publicaciones del “Socialist Register” (SR) van a
hacer mención con mayor o menor insistencia al “nuevo” imperialismo,
cualitativamente distinto del “descubierto” por Lenin y los teóricos marxistas
y no marxistas de fines del siglo XIX y principios del XX.
Cierto
es que, como ya insinuáramos, no se puede hoy, teorizando seriamente, no
reconocer que las transformaciones acaecidas en el mundo desde mediados de los
80 hasta principios de los 90 han puesto a la humanidad en una nueva situación,
pero la originalidad de los análisis del “Socialist Register” radica en que su
cuño marxista los obliga a hacerse cargo de las diferencias entre la
globalización y el imperialismo tradicional tal como se había venido
concibiendo desde Lenin y Rosa Luxemburgo hasta los años 80 por todas las
corrientes marxistas ortodoxas y críticas.
En
otro de los artículos del SR titulado “El nuevo imperialismo: acumulación por
desposesión”, David Harvey cita una cantidad de autores que coinciden en la
idea de un nuevo período imperialista cualitativamente distinto de lo que
podríamos llamar el “imperialismo clásico”, al que la mayoría de ellos se
refiere como “nuevo imperialismo” o “globalización”, y menciona a Panitch,
Gowan, Shaw, Petras, Veltmeyer, Went, Amin, Ignatieff y Cooper[7].
A esta lista Gregory Albo, en su aporte a la publicación mencionada denominado
“La vieja y la nueva economía del imperialismo”, le agrega el nombre de Michael
Hudson, con su “Superimperialism: The origins and fundamental of US world
dominance” y los de Hardt, Negri, Sklair y Gill, aunque estos cuatro últimos
con una visión distinta del nuevo imperialismo, que ya no sería para ellos, a
diferencia de los anteriores autores, una super hegemonía del imperialismo
estadounidense, sino otra cosa, desarraigada de cualquier estado nación
realmente existente.[8]
De
todos modos lo importante aquí es señalar la coincidencia de todos estos
autores en que el imperialismo, tal cual lo consideró y describió el marxismo
durante los dos primeros tercios del siglo XX, habría finalizado como proceso
económico político, dando lugar a este nuevo imperialismo o globalización, que
aparece ya nítido promediando la década de los 80 y ya, con total claridad,
después de la implosión soviética, a partir de 1989.
Es precisamente Albo quien realiza con mayor
precisión, a nuestro criterio, la descripción del nacimiento de este “nuevo”
imperialismo frente al imperialismo histórico que se venía desarrollando desde
principios de siglo XX. “Para mediados de los 80, los ajustes de los tipos de
cambio y los flujos de capital habían mostrado ser tanto arenas de cooperación
como fuentes de tensión, incertidumbre e inestabilidad como consecuencia de las
asimetrías comerciales estructurales y de los cambios relativos en las
capacidades subyacentes de las tres zonas para producir valor (esta
contradicción estimuló a su vez una explosión en los mercados financieros
secundarios para cubrir el riesgo). El FMI, el banco Mundial y el G7 –con EUA
jugando el papel principal en cada uno de ellos- promovieron la liberalización financiera
de la cuenta de capitales como mecanismo para financiar los ajustes comerciales
y para que los mercados monetarios externos impusieran disciplina a las
economías nacionales”[9].
Esto desde este punto de vista bien podría constituir el contenido del acta de
nacimiento de la globalización o “nuevo” imperialismo en términos económico
financieros.
Continua
Albo explayándose en todo aquello que marca las diferencias entre el momento
que termina (imperialismo clásico) y el nuevo imperialismo. “La internacionalización
del capital durante las últimas dos décadas no es entonces un ajuste espacial
interminable para una crisis económica permanente. Pensar en esos términos
recuerda la vieja teoría clásica del imperialismo que entiende el interés de
último por contar con mercados para sus excedentes como una relación externa.
Esta concepción es errónea porque, por una parte, trata la particularidad de la
producción de valor y las relaciones de clase como diferente de la circulación
de capital en el mercado mundial y por otra parte porque ve las relaciones
contradictorias entre ambas como síntomas de crisis más que como rasgo
constitutivo de las nuevas formas de competencia internacional surgidas bajo el
neoliberalismo. De hecho el neoliberalismo se ha consolidado como un régimen
global institucionalizado que incluye formas particulares de desarrollo,
competencia internacional y reforma estatal”[10]
Queda
claro entonces que para Albo las diferencias entre el imperialismo histórico y
esta nueva etapa de la globalización son esenciales y no solo cuantitativas, y
el rasgo económico determinante está en la “financiarización”.
Uno
de los teóricos marxistas que parece oponer cierta resistencia a la idea de un
significante cambio de período entre el imperialismo y la globalización es
James Petras.
En
la introducción de “Globalización Desenmascarada”[11]
Petras y Veltmeyer se asombran de lo irónico que resulta que “justo cuando las
condiciones que tan bien describe y explica el concepto de “imperialismo” han
devenido verdaderamente globales el mismo fue abandonado como herramienta para
entender que está pasando e informar las prácticas políticas.”[12]
Con
ello dan a entender que el termino imperialismo debería seguirse usando lo que
en cierto sentido borraría significativas diferencias entre el momento actual y
lo que ha sido el imperialismo durante las épocas anteriores remontables hasta
comienzos del siglo XX.
Seguidamente
se refieren a supuestas etapas del capitalismo de la siguiente manera “Como en
los proyectos de desarrollo capitalista que lo precedieron -modernización,
industrialización, colonialismo y desarrollo- el nuevo imperialismo….”[13]
Esta forma de expresarse lleva a confusión ya que parecieran considerar al
momento actual: “nuevo imperialismo”, como una fase más del “desarrollo
capitalista” pero sin mencionar el “viejo” imperialismo entre sus antecesores.
Inmediatamente
retoman la cuestión al afirmar enseguida que “De todos modos lo que se discute
es el significado y sentido de estos cambios y la pregunta acerca de si la
globalización representa un fenómeno cualitativamente nuevo o todavía una nueva
fase en el largo proceso histórico de expansión imperialista”[14]
Petras y Veltmeyer contestan negativamente a
esta pregunta ensayando una fórmula finalmente algo ecléctica en cuanto a que
para ellos la globalización se distingue de lo anterior en términos
cuantitativos pero no en términos de unidades de análisis que definan el
proceso.
Sin
embargo años más tarde en “Juicio a las Multinacionales” ambos autores inician
el primer capítulo diciendo “La década del ochenta introdujo una serie de
cambios drásticos, incluso revolucionarios, en las formas de organización
económica y social que han sido conceptualizados como una “nueva era”, la de la
“globalización”, en la cual las economías de todo el mundo están integradas por
uno u otro medio (en general a través de “reformas estructurales” en la
política macroeconómica) a un “nuevo orden económico mundial”. (la bastardilla
es nuestra)[15].
Además
en las páginas 60 y 61 de la mencionada publicación se puede leer textualmente:
“Hacia 1990, ya se encontraban instituidos, la estructura del nuevo
imperialismo, una economía global y un orden mundial neoliberal…” y “… En la
década del noventa se consolidó la estructura económica de este nuevo
imperialismo…”[16].
Por todo lo que queda en claro que la respuesta a la paradoja inicial que
plantean Petras y Veltmeyer se puede responder diciendo que el término imperialismo
se dejó de usar simplemente porque habiendo sido usado para designar el período
anterior ya no sirve para definir el actual en la medida en que este presenta
diferencias sustantivas que exigen reflejarse en los conceptos.
Por
lo demás todos los autores de los artículos del SR dan cuenta de esta
situación. Leo Panitch y Sam Gindin llaman al momento actual “imperio
norteamericano”[17],
denominación que de ninguna manera podría haber sido usada para denominar al
imperialismo anterior a mediados de 1980, Ahmad lo llama “imperialismo de
nuestro tiempo”[18],
Harvey se refiere a él directamente como “el nuevo imperialismo”[19]
y Greg Albo como ya vimos hacer referencia a un “neoliberalismo consolidado
como un régimen global”.
Por
su parte otros autores, que no escriben en estos números del SR, como Michael
Hudson, se refieren claramente a las diferencias entre el imperialismo clásico
y el nuevo momento de la globalización. En “Super imperialism” Hudson afirma:
“Lo que resulta novedoso de este nuevo estado capitalista y a diferencia del
imperialismo es que ahora es el estado mismo el que succiona los excedentes
económicos. Lo que transforma este imperialismo financiero monetario extorsivo
en un verdadero super imperialismo es que el privilegio de endeudarse gratuitamente
pertenece a una sola nación y no a cualquiera”.[20]
Hudson
se refiere al estado norteamericano, como el único que aspira excedentes en una
forma nunca antes vista y el único que se da el lujo de convertirse en un
estado cada vez más deudor y deficitario a expensas de todo el resto del mundo
y señala ese rasgo cualitativo de la época como el fundamento de la distinción
entre el esquema económico financiero actual y el anterior. Y, si bien explica
como este proceso de devenir de estado acreedor a estado netamente deudor
empieza en los tempranos 70, afirma luego, claramente, en el capítulo
conclusivo de “Super imperialism”, que titula “Imperialismo Monetario: El siglo
21”[21],
que “… los EE UUU pueden ahora acumular cientos de miles de millones de dólares
anualmente como déficit comercial y de pagos, sin protesta audible del resto
del mundo” y que “Desde entonces los diplomáticos de los Estados Unidos han
podido convencer a Europa, Asia y al Tercer mundo –y
desde 1991 incluso a la vieja Unión Soviética- de que reorienten sus economías
para facilitar la evolución Americana de un estatus de balanza de pagos
superavitaria a un estatus de balanza de pagos deficitaria”[22],
con lo que deja en claro que el fenómeno de superimperialismo es para él un
proceso propio del fines del siglo XX y comienzos del nuevo siglo.
Hay
que entender que la mayoría de estos autores (Hudson puede ser una excepción ya
que la mayor parte de su trabajo lo realizó antes de 1972), desde su posición
marxista crítica están debatiendo, por una parte, con las visiones
pro-globalización de la teoría burguesa, que intentan insuflar exitismo y
esperanza en el “nuevo orden global”. Por otra parte, también discuten con
visiones post-modernas al estilo Hardt y Negri que “esfuman” el poder del imperio
en una “gran nebulosa” sin posible detección espacio-temporal y diluyen la
sociedad de clases en una “masa informe” denominada “multitud”[23].
Pero debe dejarse en claro que, para todos ellos, el hecho de que el nuevo
orden sea tan o más imperialista que el que rigió en occidente hasta los 80, y
que el estado norteamericano sea hoy, aún más, el instrumento principal de la
alta burguesía propietaria de la riqueza mundial, no significa que no se deban
reconocer las diferencias entre el esquema vigente desde fines del siglo XIX
hasta la caída de la Unión
Soviética y el campo socialista, en manos del neoliberalismo, con el nuevo
momento global que estamos viviendo desde entonces, diferencias que no son
simplemente cuantitativas como parece sugerirlo Petras, como no lo es el hecho
de que hoy las corporaciones económicas y financieras, a través del estado
norteamericano, y de la total complacencia de sus aliados, tienen en sus manos
el poder militar , económico y financiero mundial (ni siquiera la crisis del
2008 ha alterado aun sustancialmente esta situación).
Ya sea bajo el nombre de globalización, nuevo
imperialismo, imperio, imperialismo monetario o super-imperialismo, todos dan
cuenta de la necesidad de un nuevo concepto que defina algo nuevo que se
diferencie de toda la etapa anterior, enmarcada en el clásico concepto de
imperialismo.
Globalización tercera
etapa
Queda
sin embargo pendiente la cuestión acerca del por qué este nuevo momento es,
precisamente, más que sólo un momento dentro de la etapa imperialista, y, por
lo tanto, merece el título de nueva etapa o fase, en sí mismo.
Está
claro que ello no habría de justificarse simplemente por lo que está implícito
en el término de globalización, es decir por la extensión del capitalismo a
casi todas las regiones del globo, ya que la “vocación globalizadora” en ese
sentido la tuvo el capitalismo de sus inicios[24].
Yendo
aún más allá, del capitalismo en un reciente artículo titulado “Capitalismo,
imperialismo, mundialización” Samir Amin señala, citando a Arrighi, Bairoch,
Braudel, Gunder Frank, Szentes y Wallerstein que “la mundialización no es un
fenómeno nuevo y la interacción de las sociedades es sin duda tan antigua como
la historia de la humanidad”[25]
En
el mismo trabajo Amin hace una diferencia entre la mundialización de los
tiempos antiguos y la de los tiempos modernos, centrada en que, mientras en la
primera el proceso de mundialización ofrecía “oportunidades” a las regiones más
atrasadas, para que estas pudieran acercarse a los niveles de desarrollo de las
más avanzadas (lo que debe leerse como posibilidad de desarrollo
independiente), en las segundas, es decir la “mundialización asociada al
capitalismo”, el proceso es por naturaleza “polarizante”, no sólo no ofrece
esas posibilidades, sino que produce una desigualdad creciente y a partir de
allí una influencia desigual de algunos países sobre otros o de bloques de
países sobre el resto.
Ateniéndonos
exclusivamente al proceso capitalista, (cuyos comienzos, insistimos, se
vislumbran a lo largo de un extenso período iniciado ya desde el siglo XIII),
ya en lo que podría considerarse su prehistoria, cuando la burguesía comenzaba
la acumulación originaria, en los reductos ciudadanos incipientes, en medio del
escenario feudal, las propias cruzadas, impulsadas desde los gobiernos
centrales de los emergentes estados nacionales, exhibieron esta tendencia de
búsqueda de ampliación permanente del espacio geográfico para incrementar las
fuentes de riquezas y las vías comerciales.
Las
aventuras comerciales de la corona portuguesa y del capitalismo de estado (como
lo llamó Pirenne) de la corona española, dieron lugar al colonialismo y al
descubrimiento del mundo entero. El mercantilismo que sucedió a estas iniciales
empresas de conquista mundializó el comercio y la política dirigida desde las
metrópolis de una Europa que se delineaba ya como el centro del nuevo sistema
capitalista mundial. Posteriormente, el ascenso directo de las burguesías
europeas al poder político en los estados nacionales, definitivamente
configurados después del tratado de Westfalia, abrió el camino al surgimiento
de países capitalistas en el resto del mundo. Durante gran parte del siglo XIX
la expansión del imperio neocolonialista, con una Inglaterra hegemónica, fue un
claro proceso de profundización de la mundialización o internacionalización del
sistema capitalista especialmente en su faz comercial.
En
el siglo XX la expansión mundial del capitalismo ya no solo en su faz comercial
sino como expresión su desarrollo productivo e industrial se ganó, como vimos
ya reiteradamente, el nombre de “imperialismo” que connota claramente su rasgo
globalizador determinante.
Si
se tienen en cuenta todas estas tendencias llevan razón aquellos que señalan
que la globalización no es una novedad en lo que hace a las características
intrínsecas del capitalismo al menos como tendencia permanente.
Sin
embargo el término globalización nunca antes se había impuesto para designar
estos procesos mundiales como si sucedió desde fines de la década de 1980 y,
particularmente, a partir de la caída del muro de Berlín y de la implosión de
la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas y de la paralela explosión de
las estrategias neoliberales en el mundo con epicentro en los EEUU sobre todo a
partir del segundo mandato de Ronald Reagan y el primero de George H.W. Bush.
En
este sentido la imposición de esta nueva terminología (el lenguaje nunca es
casual) da cuenta de una nueva situación que se diferencia en aspectos
esenciales de las anteriores tendencias mundializantes y, particularmente de la
inmediata anterior: “el imperialismo” que, valga la redundancia, imperó ya
desde, las grandes crisis económicas de 1880 y claramente desde comienzos del
siglo XX.
Para
Held , Mc Grez, Goldblatt y Perraton los protagonistas del debate sobre la
globalización (el “cliché” de nuestros días) se da entre los
“hiperglobalizadores” para los que la globalización es una nueva era en la que
la gente está cada vez más sujeta a la disciplina del mercado global, los
“escépticos” para los que es esencialmente un título detrás del cual está la
realidad de una economía internacional crecientemente segmentada en tres
bloques regionales en los que los gobiernos nacionales continúan siendo muy
poderosos y finalmente los transformacionalistas para los que la globalización
es también como para los hiperglobalizadores algo nuevo y sin precedentes pero
no como un estado final al que se haya llegado ya, sino como un proceso abierto
en el que los estados y sociedades están tratando de adaptarse a un mundo más
interconectado pero más incierto.[26]
Dentro
de las tesis hiperglobalistas también distinguen estos autores, por un lado a
los neoliberales que dan la bienvenida al triunfo de la autonomía individual y
de los principios del mercado sobre el poder de los estados y los radicales o
neo-marxistas para los que la globalización representa el triunfo de un
opresivo capitalismo global.
Para
Ankie Hoogvelt la fase expansiva del capitalismo mundial está terminada. Y la
globalización consiste más en una profundización que en una extensión de la
integración capitalista[27]
Para él, en realidad, globalización es un concepto más sociológico que
económico y ha sido desarrollado por sociólogos como Roland Robertson, David
Harvey y Anthony Guiddens en términos de cambio de las relaciones sociales de
tiempo y del espacio. De todos modos, reconoce que esos cambios en la
compresión del tiempo y espacio sociales se manifiestan económicamente en tres
formas: la disciplina del mercado global, las nuevas formas de acumulación y
producción globales “flexibles” y la profundización de la globalización
financiera. Hoogvelt se inscribe entre aquellos que consideran que la globalización
es un proceso y no un punto de llegada. No hay para el nada así como una
economía globalizada o una sociedad globalizada aún.
Finalmente,
y volviendo a Amin, vemos que, en un trabajo anterior, publicado en 1996[28],
se pregunta, aun considerando que las tendencias globalistas están presentes en
toda la historia del capitalismo: ¿qué hay de genuinamente nuevo en la
globalización actual que la distinga de esas tendencias históricas?
Adelantamos
que no podemos más que coincidir con él en la caracterización de las novedades
económicos políticas de la globalización que son precisamente las que le dan
entidad de etapa “per se”.
Amin
afirma (desde un enfoque que pretende no abandonar los marcos del materialismo
histórico) que, a su entender, la vieja forma de polarización (el contraste
entre el centro industrializado y la periferia no industrializada), que dominó
desde 1800 hasta 1950, ha ido, progresivamente, siendo dejado atrás por la
industrialización del este y del sur (por más desigual que esta haya sido). En
estas condiciones la ley globalizada del valor definida para aquel período debe
ser revisada teniendo en cuenta esta transformación cualitativa y, sintetizando
sus anteriores descripciones sobre las características de esta nueva situación y
aquellas que aportan los trabajos de Francois Chesnais (1994), Giovanni Arrigí
(1994), Michel Beaud (1989), Kostas Vergopoulos (1993), Olivier Pastré (1992) y
Michel Aglietta (1986). Se refiere a tres nuevas características diferenciales
de este nuevo momento: 1) La profundización de la interdependencia de los
procesos de producción que han avanzado en el desmantelamiento de los sistemas
nacionales de producción pero que ha avanzado poco en su sustitución por un
orden coherente globalizado de la producción 2) La emergencia de nuevas formas
de organización empresarial que han reducido la distinción entre los actores
financieros y los actores industriales y 3) El impacto que todo esto ha tenido
en las formas de exclusión tanto la exclusión interna de las sociedades más
ricas como la exclusión a nivel global de continentes enteros como África.
François
Chesnais en un artículo de la revista “Carré Rouge” afirma contundentemente que
“Con el cambio de siglo, a grosso modo entre 1992 y 2001, se produjo un cambio de
período: no solo de fase en la lucha de clases, sino de período histórico. Este
cambio ha sido muy poco analizado por quienes están comprometidos en el combate
por la emancipación social…”[29]
Más
allá del uso arbitrario que hace Chesnais de los términos período y fase sobre
cuyo fundamento no ensaya justificación alguna en el resto del artículo (ni por
lo que sabemos en ninguna otra publicación suya) lo cierto es que nos habla de
un cambio histórico muy importante. En cuanto a la fecha de producción de tal
cambio alude “a grosso modo” a un espacio de tiempo de casi una década entre
1992 y 2001.
De
todos modos lo que nos parece más importante de las reflexiones de Chesnais son
las descripciones que hace en la segunda parte de su artículo sobre las
características que diferencian este nuevo “período” del (¿o de los?)
anteriores.
En
primer lugar Chesnais afirma que “La mundialización del capital surgida de la
liberalización y de la desreglamentación ha significado la formación de un
espacio (el “mercado mundial”) que permite al capital poner a competir entre sí
a los trabajadores de distintos países. La puesta en competencia a distancia de
los trabajadores es uno de los rasgos del nuevo período”[30]
Dice que la formación de este “ejército industrial mundial” se vino
desarrollando en las dos últimas décadas (el artículo es de 2007) pero que dio
un salto en el 2001 con la adhesión de China a la OMC, y de los países “ex
-socialistas” a la Unión Europea. Y se refiere también llamativamente a que la
“la competencia ha vuelto a ser el mecanismo ciego descrito en El Capital lo
que según él habla de un predominio de lo que Marx llamó “anarquía de la
producción”. Vemos en esta última reflexión algún indicio de un giro dialéctico
de este período post imperialista como regreso al capitalismo originario en
forma de negación de la negación.
Otro
rasgo distintivo que marca Chesnais es el de que: “No existe el ‘regreso de las
naciones’. La mundialización vació de sustancia a la noción de soberanía para
todas las burguesías o élites burocrático-capitalistas a excepción de algunas
pocas que pueden contarse con los dedos de una mano. Los asalariados ya no
modificarán más las relaciones con el capital en los límites de un solo país”[31].
No es esta una afirmación ligera se está planteando aquí un escenario nuevo
tanto en los términos de las formas de acumulación capitalista como en lo
concerniente a las bases de la estrategia del movimiento obrero y popular.
Otra
cuestión que marca Chesnais como novedosa del período es el de la crisis
ecológica que considera que está en el centro del nuevo momento histórico y es
concebida como un “nuevo terreno de la lucha de clases”.
Chesnais
también es conocido por sus análisis referidos a lo que podría llamarse la
“cuestión financiera”. Desde esa óptica también señala importantes novedades
del “capitalismo actual”. Refiriéndose a las crisis financieras actuales (que
dice que de alguna manera fueron vislumbradas por Marx al explicar las “crisis
de dinero”) afirma que “Traducen la maduración de las contradicciones a nivel
de la formación de la tasa de ganancia, así como de las condiciones de
realización del valor y plus-valor” (la bastardilla es nuestra)[32]
y cita a Michel Aglietta en un párrafo en su artículo “Le Capitalisme de
Derain” que a pesar de su extensión merece ser reproducido por su claridad
expositiva en torno al rol de lo financiero en el momento actual: “para
mantener una ganancia alta y regular hace falta una demanda dinámica. La misma
no puede provenir de los países emergentes, porque están en situación
estructural de balanza de pagos excedente. No pueden provenir de los ingresos
salariales, cuyo crecimiento es débil. Proviene de los ingresos distribuidos a
los accionistas y a la élite dirigente, pero la masa global de esos ingresos es
insuficiente para sostener una demanda agregada y creciente rápida. El
capitalismo contemporáneo encuentra la demanda que permite realizar la
exigencia de valor accionarial en el crédito a los hogares. Este proceso
alcanza su paroxismo en los Estados Unidos. Alimenta los desequilibrios
financieros que se acumulan siguiendo una pendiente sin contra tendencia. El
lazo del crédito y el principio del valor accionarial es estrecho. Empujando al
alza de los precios de los activos patrimoniales, el crédito desconecta el
consumo del ingreso disponible (la bastardilla es nuestra)[33]
Las
“tesis de la financiarización” han recibido críticas en cuanto a su afirmación
radical de que a partir de la reacción neoliberal la producción gira en torno a
las necesidades y exigencias del capital financiero.
Uno
de esos críticos es Astarita para quien es un error caracterizar el ascenso del
neoliberalismo como un asalto del sector financiero a los puestos de mando del
capital “Pensamos que lo que se llamó la política neoliberal fue mucho más que
eso. Fue el ascenso de la reacción de toda la clase capitalista, apoyada en
amplios sectores de las clases medias, contra los trabajadores y las capas populares
más empobrecidas de los pueblos –por ejemplo los campesinos pobres- para
restablecer la rentabilidad y fortalecer las posiciones del capital frente a
los explotados….se trató de algo mucho más profundo que el mero asalto de las
finanzas y la imposición de tipos de interés altos durante algunos años a
principios de los ochenta. El capital industrial o comercial no fue “sojuzgado”
por el capital financiero desde fines de la década de los setenta. El trabajo
de conjunto, si fue subsumido de forma más completa al capital, sin
distinciones de reacciones dentro de éste.”[34]
De
todos modos más allá de la discusión acerca de si hubo y hay o no un
desplazamiento del sector productivo por el sector financiero del capital tanto
los partidarios de uno y otro enfoque dejan en claro que estamos en presencia
de un cambio histórico en la forma de funcionamiento del capital y que además
lo financiero juega, al menos cuantitativamente, un rol que antes no jugaba en
esa medida.
Queremos
detenernos en un autor cuya opinión respecto de este tema resulta
particularmente interesante, como es el sociólogo español Andrés Piqueras.
Piqueras define a la globalización de la siguiente manera : “El actual proceso
fundamental condicionante de la correlación de fuerzas entre el capital y el
Trabajo es la ofensiva globalizadora (de
regulación unilateral del Sistema) llevada a cabo por el Capital con el apoyo
de la drástica revolución científica y tecnológica en curso (en la que
confluyen los desarrollos en microelectrónica, informática, biogenética y
robótica) que afecta profundamente a la totalidad de las relaciones sociales de
producción, atañe al conjunto de los procesos productivos y motiva la
redimensionalización del protagonismo del Trabajo como agente social y
productivo así como de sus posibilidades de constituirse en sujeto histórico.”[35]
Pero
Piqueras, en este trabajo que se inicia como un crítica a ciertas posiciones
del llamado “marxismo abierto”, va más allá en cuanto a la cuestión de la
periodización histórica: “Cada ‘fase’ capitalista se corresponde
dialécticamente con diferentes formas políticas de organización del Trabajo y
de su expresión como sujeto político (Las fases no han de ser interpretadas
como compartimentos estancos, que explican todo dentro de sí mismas, sino, al
igual que las estructuras como inestables expresiones de un “continuum” de
luchas de clase, verticales, horizontales y transversales. En cada una de ellas
conviven formas o expresiones que son características de otros momentos o
correlaciones de fuerza de la relación Capital/Trabajo.
Pero sería contribuir al oscurantismo reinante aceptar la propuesta
‘autonomista’ de evitar comprender los rasgos más destacados de esa correlación
en cada momento – que es para lo que tiene valor esa periodización como análisis
retrospectivo, capaz, al tiempo, de proyectar cierta luz hacia adelante-)…”[36]
y propone: “Repasemos unas y otras durante las ‘etapas’ del capitalismo desde
que este se hace maduro, o lo que es lo mismo desde que se convierte en el modo
de producción hegemónico en las sociedades centrales primero y después en el
resto del planeta”[37]
A partir de esta propuesta Piqueras periodiza
al capitalismo en tres “fases 1) Capitalismo liberal competitivo (primera
industrialización) 2) Capital monopolista de estado (dos últimas décadas del
siglo XIX a años 70 del siglo XX) y 3) Capital monopolista transnacional
(mediados de los años 70 del siglo XX hasta la actualidad.
Más
allá de que no queda en claro la diferencia entre fase y etapas (que para
nosotros no existe) y de algunas discrepancias en torno a los momentos en que
se producen los cambios de una fase a otra lo cierto es que Piqueras es uno de
los únicos, entre los autores que tratan estos temas, que ensaya una
periodización que respeta las etapas de capitalismo inicial e imperialismo
establecidas por el marxismo a partir del siglo XX y que reconoce a su vez a
la globalización como una tercera etapa
y más aún propone establecer “modos” distintos dentro de la etapa imperialista
.
En
“Socialismo o Barbarie”, István Mészàros promediando el ensayo anuncia, sin
demasiados prolegómenos que “la historia del imperialismo muestra tres fases
distintivas”[38]
y las enumera a saber como: 1) “El imperialismo moderno colonial temprano
constructor de imperios”, 2) “El imperialismo ‘redistributivo’, disputado de
manera antagónica por las grandes potencias en beneficio de sus casi
monopólicas corporaciones” y 3) “El imperialismo hegemónico global”.
Al
vernos obligados a deducir, ya que Mészàros no se explaya mucho más al respecto,
tendríamos, en principio, que para este autor todo el capitalismo debe llamarse
imperialismo ya que la característica de la primer fase “moderno colonial
temprana” de algunos países europeos de expandirse a “partes del mundo
relativamente fáciles de penetrar” se encuentra ya en los inicios de la
modernidad capitalista.
La
segunda fase “redistributiva” coincidiría con el efectivamente denominado
imperialismo por Lenin que según Mészàros había terminado en las “postrimerías
de la segunda guerra mundial” y a partir de allí pero pronunciándose “con el
surgimiento de la crisis estructural del sistema capitalista de los setenta” el
“imperialismo global” con los EEUU como fuerza predominante.
Ernst Mandel y la
periodización del capitalismo
Unos
párrafos aparte merece la visión de Ernst Mandel respecto de la periodización
del capitalismo y particularmente su relación con las ondas y los ciclos
económicos.
En
principio hay que señalar que es Mandel uno de los primeros (y los únicos) que
expresa claramente preocupación por la importancia del tema: “La relación entre
la leyes generales del movimiento del capital, tal como lo descubrió Marx, y la
historia del modo de producción capitalista constituye uno de los problemas más
complejos de la teoría marxista. La magnitud de su dificultad puede medirse por
el hecho de que nunca ha habido hasta ahora una clarificación satisfactoria de
esta relación”[39]
y “¿Cuál es la razón de que esta integración de la teoría y la historia que
Marx aplicó con tal maestría en los Grundisse y el Capital no haya sido nunca
repetida con éxito para explicar estas etapas sucesivas del modo de producción
capitalista? ¿Por qué no hay todavía una historia del capitalismo satisfactoria
como función de las leyes internas del capital…?[40]
Para
explicar sucintamente el contenido del trabajo de Mandel en relación a la
periodización del capitalismo es mejor apelar a una cita del trabajo de Claudio
Katz de marzo de 2000 titulado “Ernest Mandel y la teoría de las ondas largas”:
“Su enfoque es afín a la tradición de periodización histórica del capitalismo
inaugurada por Lenin y no a la tesis de ciclos regulares y sucesivos que
plantearon Kondratieff y Schumpeter. Puntualiza una distinción cualitativa
entre el ciclo y la onda y su principal originalidad es la conexión que
establece entre la teoría del valor y los extensos períodos de contracción y
expansión económica. Atribuye a la lucha de clases un papel explicativo central
de estos procesos en polémica con las interpretaciones institucionalistas y
hegemonistas, aunque no logra formular una demostración satisfactoria de la
lógica periódica de este entrecruzamiento. Su enfoque incluye una teoría
original de las revoluciones tecnológicas, que reformula la concepción
schumpeteriana en función de la dinámica objetiva del proceso de valorización.
Propone, además, una crítica al estancacionismo destacando que la dinámica del
capitalismo es incompatible con la paralización de las fuerzas productivas”
(pag.1).
Sin
embargo no escapa Mandel a muchas de las contradicciones, confusiones y
limitaciones en la exposición de la periodicidad histórica el capitalismo a que
aludimos en forma genérica al inicio de este trabajo y tal vez por ello mismo
entre otras cosas llega a conclusiones cuya inexactitud se ha encargado de
comprobar el mero transcurso del tiempo.
En
“El capitalismo tardío” Mandel afirma inicialmente algo que parece toda una
definición: “La era del capitalismo tardío no es una nueva época del desarrollo
del capitalismo. Es tan sólo un desarrollo posterior de la época del
capitalismo imperialista y monopolista. Por implicación, pues, las
características de la época imperialista, enumeradas por Lenin conservan toda
su validez en el capitalismo tardío”[41]
Más
allá del uso indiscriminado de términos como “era” o “época” en lugar de
“etapa” o “fase” para referirse al imperialismo lo central de la afirmación
radica en que para Mandel, entonces, el capitalismo tardío, que él está
viviendo y afirmando que existe como momento histórico desde mitades de la
década de 1960, estaría dentro de la etapa imperialista de Lenin, es decir que,
conservando la terminología leninista, sería una sub etapa o subfase o un
período dentro de la etapa, y sería en esta inteligencia que Mandel afirma que
las características del imperialismo “conservan toda su validez”.
Sin
embargo a poco andar en el mismo trabajo Mandel reniega de que no haya una
“explicación satisfactoria de la nueva etapa de la historia del capitalismo que
claramente comenzó después de la segunda guerra mundial”[42]
y a poco más afirma que la combinación de las tendencias desiguales del
desarrollo de las proporciones fundamentales del modo de producción capitalista
“nos permitirá explicar la historia del modo de producción capitalista y, sobre
todo, la tercera fase de su desarrollo que llamaremos ‘el capitalismo tardío’,
por medio de las leyes de movimiento del mismo capital…”[43]
Pero
además Mandel ensaya en este mismo trabajo su hipótesis de periodización en
forma explícita diciendo: “La historia del capitalismo en el plano
internacional surge así no sólo como una sucesión de movimientos cíclicos de
una duración de 7 o 10 años, sino también como una sucesión de períodos más largos,
de aproximadamente 50 años, de los cuales hasta hoy hemos experimentado cuatro:
1)
El largo período que va dese fines del siglo XVIII hasta la crisis de 1847,
caracterizado básicamente por la ampliación gradual de la manufactura manual o
la manufactura impulsada por el vapor a la mayoría de las ramas importantes de
la industria y de los países industriales. Esta fue la onda larga de la
revolución industrial que alumbró al capitalismo.
2)
El largo período que va desde 1847 hasta principios de la última década del
siglo XIX, caracterizado por el surgimiento y la expansión de la maquinaria con
motor de vapor, como la principal máquina motorizada. Esta fue la onda larga de
la primera revolución tecnológica.
3)
El largo período que va desde fines del siglo XIX hasta la segunda guerra
mundial, y que se caracterizó por la aplicación generalizada de los motores de
combustión interna, y eléctricos, en todas las ramas de la industria. Esta fue
la onda larga de la segunda revolución tecnológica.
4)
El largo período que empezó en Norteamérica en 1940 y en otros países
imperialistas en 1945/48 caracterizado por el control generalizado de las
máquinas por medio de los aparatos electrónicos (así como por la introducción
gradual de la energía atómica). Esta es la onda larga de la tercera revolución
tecnológica”[44]
Aquí
ya Mandel no habla más de épocas o eras, pero tampoco retoma la nomenclatura
leninista de etapas o fases, sino que introduce el concepto de “períodos” más
precisamente “largos períodos”. Pero además se aparta de la periodización
marxista clásica de al menos dos etapas: capitalismo de libre comercio y
capitalismo monopolista (imperialismo) que se suceden a partir de, más o menos,
1870/1890, para introducir una sucesión de cuatro períodos caracterizados por
el desarrollo tecnológico, sin explicar nada acerca de por qué esta
periodización debe sustituir a la marxista-leninista o cual sería, si es que la
hay, la articulación entre ambas.
Además
si la “historia del capitalismo” es una sucesión de períodos que comienza a
“fines del siglo XVIII” habría que pensar que Mandel discrepa con Marx (y
varios más) en cuanto a que el capitalismo tiene sus orígenes bastante antes.
Pero Mandel nada dice acerca de tamaña cuestión histórica.
En
su trabajo de 1980 acerca de una interpretación marxista de las largas ondas
del desarrollo del capitalismo Mandel formula algunas apreciaciones sobre la
cuestión que resultan de lo más avanzado que se pueda encontrar en la
bibliografía marxista al respecto. Así señala que:
“Las
ondas largas no son solo empíricamente demostrables. Ellas no representan
simplemente la media estadística de determinadas extensiones de tiempo….Ellas
representan realidades históricas, segmentos de la historia toda del modo de
producción capitalista que definitivamente tienen características diferentes”[45].
La importancia de este enfoque materialista de la cuestión alejado de todo
formalismo se complementa con una visión dialéctica más profunda aun “Podemos
encontrar una importante confirmación de esta “totalidad” histórica de las
ondas largas en la correlación entre series de tendencias ideológicas
predominantes (predominantes al menos dentro del marco ideológico burgués) y
las tendencias generales del desarrollo económico que ellas reflejan desde un
prisma dado”[46]
Es
decir que los diferentes momentos determinados por las ondas no son solo
períodos económicos sino que son verdaderos momentos históricos en los que lo
estructural y lo superestructural (por recurrir a cierto esquematismo
expositivo) se acompañan y se inter influyen en el ritmo histórico determinado
por el desarrollo del sistema.
Así
Mandel encuentra que precisamente el momento de acelerado crecimiento económico
del período que el ciñe entre los años 1948 y1968 se caracterizó
ideológicamente por el “credo” del creciente optimismo garantizado por el pleno
empleo y la racionalidad tecnológica.
A
ello le podríamos agregar que fue el funcionalismo sistémico desde la teoría
social el que pudo reinar entonces en esas condiciones. Pero luego a partir del
declive de la onda larga depresiva de los años 70 y 80 en que la teoría
económica de moda Keynesiana correspondiente al período anterior es reemplazada
por el monetarismo. Y el agudizamiento de las condiciones de explotación por la
mayor presión económica aplicada por las clases dominantes tuvo como efecto ideológico
la proliferación de un irracionalismo y un escepticismo que tuvo como expresión
en Francia por ejemplo a los “nuevos filósofos” pero también desde la extrema
derecha norteamericana el darwinismo social la “sociobiología” y la
justificación “científica” del racismo.. Y, con un reflejo dialéctico advierte
también que este predominio del sesgo ideológico teórico irracionalista es el
mismo que había estado en la base del pensamiento burgués antes del gran
crecimiento, en el período de entreguerras.
Es
decir que Mandel logra advertir la existencia real de un proceso material de la
historia que es total en cuanto abarca todos los aspectos del movimiento social
económico político y cultural y que tiene de alguna manera una sucesión de
fases que se niegan unas a otras, aunque no lo diga explícitamente. Esto es
mucho más de lo que ha podido percibir el resto hasta hoy.
Otras visiones
Inmanuel
Wallerstein desde su concepción del “sistema mundo” coincide en cierto sentido
con las posiciones de Braudel en cuanto a la interpretación de los momentos
históricos del capitalismo inicial. En
relación al tiempo
posterior a la
Revolución Francesa tiene su
propia visión.
Se pregunta
“Los años 1989-1991
marcan un viraje
decisivo en la
historia contemporánea. Casi
todos parecen estar de acuerdo con eso. ¿Pero viraje de dónde hacia dónde?”[47]
Y
encuentra la respuesta en el supuesto hallazgo de un período políticamente
homogéneo que según su visión va desde 1789 hasta 1989 que caracteriza ideológicamente como el del
“reinado” del liberalismo
y dentro del
cual identifica dos
“movimientos revolucionarios
mundiales clave”: 1848 y 1968. El primer período interno de esta gran etapa, es
decir el que va de 1789
hasta 1848 es
en el que se forman
o toman cuerpo
las tres modalidades
del pensamiento liberal que
a su entender
serían el conservadurismo liberal, el liberalismo propiamente dicho
y el socialismo.
En este primer
período las tres modalidades
habrían tenido un fuerte
sesgo antiestatista. El
segundo período, o
sea el que
va desde 1848
hasta 1968 estas modalidades
ideológicas dentro del
gran paraguas liberal
habrían acusado aun anómalamente una fuerte
tendencia pro estatista.
Y desde 1968
hasta 1989 se
vuelve a transformar la
“estrategia de la
economía mundo capitalista”
y se caracteriza
por la “destrucción del consenso
liberal” desembocándose con la caída del sistema socialista mundial en 1989 en
el fin del liberalismo.
Debe
decirse que aunque más no sea porque soslaya sin decir una frase la división
clásica del capitalismo de libre
mercado con el
capitalismo monopolista reconocida
por varios e importantísimos autores marxistas y no marxistas,
que esta versión de Wallerstein es poco más que antojadiza.
No
vamos a entrar de todos modos en una crítica más profunda de su visión en tanto
que no es algo que esté conectado con su pensamiento fundamental acerca del
sistema mundo y su concepción
braudeliana de la
historia mundial, sino
que son ideas publicadas en
distintos artículos en la década de los 90 y recogidas finalmente en el
trabajo que se cita.
De
todos modos una teoría que trata de encontrar un elemento homogenizante en el
tramo histórico que va
desde la Revolución
Francesa hasta el
neoliberalismo de los
90, en el pensamiento liberal cae por su propio
peso.
“La Globalización
es una realidad
que involucra al
mundo entero y
porque presenta una altísima
complejidad obliga a
afrontarla científicamente; lo que significa
síntesis expositivas nuevas, que
se sustenten en las viejas, para mostrar su desarrollo, como una nueva etapa del capitalismo, sistema que
desde su inicio se ha sustentado en el mercado mundial”[48]
Esta
frase a la que adherimos totalmente no es nuestra sino del profesor ecuatoriano
Alberto Moreno Cornejo y es la frase inicial de su trabajo que va en el mismo
sentido que el contenido de este ensayo “La globalización última fase del
capitalismo” Pero no solo
este título y
esta frase inicial
del trabajo interpretan
nuestro pensamiento.
Veamos
“Por otra parte, tratar sobre la globalización, aun dentro del ámbito de
pensadores marxistas, podría considerarse que es alistarse bastante tarde,
cuando tanto se ha dicho sobre el asunto, pero creo que algo se puede aportar
para comprender a la globalización como una nueva fase del
capitalismo, diferente cualitativamente al
imperialismo, aunque muchos aspectos del
mismo puedan mantenerse
en ella, como
en el imperialismo
se mantuvieron formas del sistema
en su fase de libre concurrencia, y, abrigar la posibilidad que se perfila de
que sea la última fase de este sistema,
al conjugar la interrelación de necesidad y casualidad, en que
la superación que es necesaria,
como lo anotó
el propio Marx,
se constituya en la
casualidad del debilitamiento del
sistema al pretender
el dominio absoluto
del mundo, en base
al mercado, la
tecnología y la
comunicación, aumentando la
pobreza y la
riqueza, el lumpenproletariado y
la lumpenburguesía, la omnipotencia de unos pocos y la subyugación de miles de
millones”[49]
Aquí expone
Moreno Cornejo una
hipótesis similar a la
nuestra no solo
en cuanto a la
consideración de la globalización como una etapa o fase distinta del
imperialismo sino como la tercera y la
última de todo
el sistema y
agrega, además, su
concepción dialéctica de la
terceridad, como modo de síntesis, en la que se resuelven las categorías de la
dialéctica (el da el ejemplo de la necesidad y la casualidad).
Moreno
Cornejo profundiza además sus argumentos en cuanto a la diferencia cualitativa
de la globalización con el
imperialismo: “La nupcialidad
entre el capital
industria y el
capital financiero, con la íntima relación del capital comercial, ha
crecido, con lo que se da un cambio cualitativo, en
el que el
dominio de esas situaciones
se han invertido,
en que en
definitiva el capital financiero,
el capital ficticio, es el que domina la situación, lo que en ninguna forma
significa que lo
industrial, con sus
importantes rubros de
producción de energía
y de transporte, no
pese en las
determinaciones que se
toma sino que
siendo parte los mismos grandes industriales y sus
empresas de las instituciones financieras, estas reciben el aporte del capital
comercial y el dinero que se recibe por el
interés con lo que se constituyen los grandes recursos disponibles, por
el juego que se da al dinero en inversiones actuales y futuras, con lo que la
oligarquía financiera se
siente dueña del
mundo y dirige
sus créditos hacia
las actividades que más favorezcan al actual proceso descentralización
de capitales.”[50]
Es
decir que la globalización es la tercera etapa, es la última y su sesgo es
financiero. En relación al tan debatido tema de los estados nacionales y la
globalización Moreno Cornejo ensaya
una lectura bien
dialéctica de la
situación superando la
antinomia corriente. “En la
actualidad el centro
se diluye, aunque
el estado nacional-capitalista de
Amin permanece en toda su
capacidad de acción en relación a mantener las reglas del sistema; pero cede
paso a la importancia de las formas de inversión en que las cosas no hacen para
el país centro y a través de este
para su gran
burguesía, convirtiendo al estado
en ente monopolista,
sino directamente para los monopolios que mantiene su sede principal en
el Estado hegemónico o centro mundial, porque,
en las propias
naciones periféricas se
sirve a esa
empresa monopolista, en la versión nacional de ella que, es su
conveniencia da la sensación de que se trata de algo propio y no de algo que
actúa desde afuera”[51]
Finalmente
en cuanto a la periodización del
capitalismo Moreno Cornejo
ensaya una propuesta muy similar
a la
nuestra aunque con
denominaciones peculiares de
cada etapa.
Para él
las fases históricas
del capitalismo son
tres: “a)libre concurrencia;
b)imperialismo colonialista;
y c)imperialismo globalizador,
lo que no se
opone a que
existan situaciones
intermedias de transición”[52]
Y
además especula también
en coincidencia al
menos en términos generales con
nosotros sobre las tres divisiones internas en períodos de la primera
etapa “La burguesía
del estado llano
sometida a la
voluntad del Rey
y de los
nobles, despreciada por estos y sometida, se abrió paso, por la
acumulación en la forma que fuese, principalmente usuraria
y trasladó el
poder económico del
señorío a ella
al darse la acumulación originaria
(lo que nosotros
consideramos como primer
período de la
etapa capitalista inicial), que se aumentó,
con el mercantilismo
(lo que nosotros
consideramos el segundo período
de la etapa
capitalista inicial) que
especializó la producción
y generó la manufactura, con
el obrero colectivo
(lo que nosotros
consideramos el tercer
período de la etapa capitalista inicial). Estos son
cambios en la cantidad o en la calidad, que determinaron aspectos de la
realidad social y económica del capitalismo”[53]
Más allá
de precisiones sobre
los momentos en
que estos períodos
se iniciaron, se
consolidaron y terminaron no podemos más que coincidir en la sucesión de
momentos internos de la primera etapa del capitalismo y en la caracterización
específica de cada uno con sesgo financiero (usurario), el primero, comercial;
el segundo, productivo; el tercero (que además da lugar a la formación de la
clase obrera) pero los tres dentro del sesgo general comercial de toda la
etapa.
Nuestra hipótesis,
respecto de la globalización:
También
desde un enfoque ciertamente materialista histórico, como ya venimos
adelantando, hemos de proponer
una hipótesis de las etapas
capitalistas,
diferenciándolas entre un capitalismo inicial, que dura hasta fines
del siglo XIX, una etapa imperialista, que dura hasta los años 1980 y una etapa
de capitalismo globalizado que dura desde fines de los 80 hasta nuestros días y
en la cual nos hallamos hoy inmersos.
Si
se acepta esta hipótesis se puede, desde un punto de vista dialéctico,
encontrar rasgos en la globalización que repiten de manera sintética los
aspectos de las dos primeras etapas en un movimiento de
“bucle” de negación
de la etapa
anterior (imperialismo) la
que a su
vez es negación de la anterior
(capitalismo inicial).
De
este modo la globalización volvería al capitalismo inicial pero en una vuelta
de espiral que la pone en un plano
superior a aquél
y que incorpora
aspectos centrales de la
etapa intermedia. Este movimiento,
en tríada, que
constituye la esencia
del pensamiento dialéctico, es
inherente al enfoque materialista histórico, que (en términos muy sencillos) no
es otra
cosa que la
aplicación de los
principios de la concepción
filosófica del materialismo dialéctico a la interpretación
de la historia humana.
En
este sentido, si el paradigma económico del primer capitalismo fue el
liberalismo, que tiene su madurez teórica
en Adam Smith
y que llega
a su apogeo,
en la práctica,
con el libre comercio de la época del imperio
neocolonial inglés del siglo XIX, la matriz económica desde fines de 1980 es
el neoliberalismo y su sola denominación
da, de por sí, ya claros indicios de un
cierto retorno sintético
al patrón económico
original en su
forma “neo”. Es
decir una vuelta al
libre juego de
la oferta y
la demanda de
los mercados pero
en una versión de mercado global,
y sin perder, los estados que comandan el proceso (particularmente EEUU), el
sesgo keynesiano del estado poderosamente intervencionista, típico de la etapa
intermedia del imperialismo, (principalmente a
través del proteccionismo y
el gasto militar
llamado precisamente “keynesianismo militar”).
Paralelamente,
en términos de forma predominante de reproducción del capital, pareciera ser
que, si el primer capitalismo fue comercial en el sentido de tener su eje
principal en el libre mercado de bienes y productos manufacturados, el segundo
(imperialismo) fue productivo, industrial, de extracción directa de plusvalía
y la diferencia en los términos del
intercambio con los países
dependientes, y la
actual etapa, de globalización, es
predominantemente financiera, en la forma de mercado libre global de
capitales.
Si esto
fuera así tendríamos,
en la sucesión
de etapas históricas
de la edad
moderno capitalista, reproducidos los momentos de la dialéctica de la
mercancía D-M-D de Marx en la fórmula más detallada D – M (FT y MP) P M’ – D
donde FT es fuerza de trabajo , MP son los medios de producción y P el proceso
productivo[54].
Con lo que el primer capitalismo de sesgo comercial corresponde al momento
inicial de la mercancía (D-M), el segundo (imperialismo) de sesgo
productivo al momento
intermedio (MPM’) y el
tercero la globalización
de sesgo financiero al comercio
de dinero (M-D) . Así, desde la lógica dialéctica, el movimiento interno del
elemento que constituye la piedra basal del sistema, determina la dinámica
histórica del sistema mismo.
Por otra
parte los sesgos
de las etapas
tiene una fuerte
determinación por el
grado de desarrollo de
las fuerzas productivas
respectivas. Si lo que más
se desarrolla entre
los comienzos del capitalismo y el siglo XIX son los medios de
transporte, tanto marítimos como terrestres, yendo desde las caravanas,
cruzadas y “descubrimientos” de continentes del inicio hasta el
barco a vapor
y el ferrocarril
nonacentistas, esto se condice con
el desarrollo principalmente del
comercio, lo que
remata en el
imperio comercial inglés
del siglo XIX, aunque,
como venimos viendo,
ni lo financiero
ni lo industrial
hayan para nada
estado ausentes, sino que le
dieron
a su vez
un sobre sesgo
financiero comercial e
industrial comercial al primer y tercer período de la etapa. La segunda
etapa, industrial, respondió sobre todo al desarrollo energético de la
electricidad y de la extracción petrolera y del acero lo que permitió la
industria de industrias
en gran escala
y la tercera,
financiera se vio superestimulada por el desarrollo
particularmente vertiginoso de las comunicaciones. Propio de la globalización.
Desde
un enfoque no tan centrado en lo económico, si el primer capitalismo fue la
época de la formación consolidación y
afirmación de los
estados nacionales con
todo lo que
ello significó en términos
de estructuración de un orden único
interno en cada
nación, la globalización parece
esgrimir el mismo impulso ordenador y unificador pero ya no respecto de los
estados nacionales, que en cierta forma ven relativizado su papel soberano
(aunque para nada extinguido), sino
respecto del orden
mundial, con una
sola hegemonía estatal,
la de EEUU (seguida en una postura
de asentimiento cuasi-silencioso por la Unión Europea y Japón) y el
surgimientos de organismos
internacionales
supraestatales en los
que la influencia decisiva de los EEUU es más que
evidente. Estamos hablando entonces de un bloque de poder y de
dominación mundial formado
por los grupos
capitalistas que más concentraron
en las últimas décadas,
que han colonizado
definitivamente los estados de
los principales países centrales particularmente el estado
norteamericano y como apéndice los de
los países más poderosos de la
UE y el
estado japonés. Es hoy
prácticamente imposible la
pretensión de cualquier estado de
desacoplarse y buscar un destino propio aislado de lo que acontezca en lo
global. En este caso los estados nacionales parecen jugar el papel que jugaron
las ciudades las villas y los
feudos en su
inicial resistencia a
la aceptación del
poder nacional central que imponían por entonces las
monarquías absolutas. Es
entonces también la
globalización un proceso de
concentración centrípeta de
poder político, como
lo fue el
proceso de estructuración inicial
del capitalismo. Pero ya no en
escenarios nacionales sino a nivel global, (ha aparecido la cuestión política
del gobierno mundial) integrando y desarrollando, también así, en el
movimiento de síntesis, la tendencia
internacionalista que emergió
en la etapa intermedia del imperialismo.
En este
sentido el fortalecimiento de
estados nacionales como
los de países
llamados emergentes
particularmente China o
el sendero de
autodeterminación y defensa
de la soberanía que
se desarrolla en
varios países latinoamericanos son hechos políticos
que confrontan y desafían
el hegemonismo imperial
y que justamente
por eso lo
ponen de manifiesto.
Otro aspecto
de la globalización
que sugiere un
regreso dialéctico a
la etapa del
primer capitalismo es el fenómeno de la exclusión, contrastante con el
modelo de sociedad inclusiva del
imperialismo, cuyo paradigma de
organización político institucional
es el estado benefactor y la plena ocupación como
tendencias hegemónicas. Este fenómeno de la exclusión es
comparable a la sociedad segregante del primer capitalismo que ya desde sus
prolegómenos en el momento de la formación
de los estados
nacionales modernos (1200-1300) separaba (y excluía)
religiosamente a los herejes como “los otros fuera de la fe” y que, luego, en
el avance del desarrollo del sistema manufacturero y el capitalismo mercantilista excluyó a gran parte de la
población campesina (la inmensa mayoría de la población total) que expulsada
de las mesnadas
feudales por el
impacto de la
parcelación y las
prácticas capitalista en la
explotación de la
tierra quedó en
el limbo entre
ese campo, que
ya no la necesitaba, y una industria
ciudadana incipiente, que todavía no la necesitaba. Este proceso es descrito claramente
por Marx en
el tomo I
de “ El
Capital”. Los vagos
y los mendigos,
los enfermos, los pobres
en general excluidos
de cualquier radicación
fija y de
trabajo estable fueron ubicados en
el lugar del otro,
sin pertenencia, y
sospechados de criminales, perseguidos y
ejecutados. No es
casual que las
primeras leyes penales
de la modernidad fueran las denominadas “leyes de
pobres” (Poor Acts) de la Inglaterra isabelina. Finalmente en el siglo XIX las
teorías criminales del positivismo y el racismo se encargaron de desarrollar
los argumentos teóricos “científicos” para demostrar las subhumanidad de los
integrantes del gran ejército de reserva proletario con los estereotipos del
homo criminales, del vicioso y del haragán
y justificar su
segregación, eliminación o
tratamiento recluyente, estigmatizante y excluyente.
También hacia
el afuera del
centro europeo. Esta
primera sociedad capitalista
y el poder político de esta etapa de estructuración
y consolidación del capitalismo inicial, operaron en una dinámica
excluyente respecto de
los infieles del
Islam, los colonizados,
los nuevos esclavos para
la producción agrícola
capitalista de las colonias,
y también respecto
de los pueblos originarios de los países neocolonizados.
Por
su lado, la globalización tiene también como rasgo novedoso la exclusión y la
segregación del que quedó fuera de los circuitos económicos del nuevo orden
neoliberal y como tales son considerados
como otros, extraños
y peligrosos. En
los países centrales
este rol lo
juegan principalmente los inmigrantes aunque también sectores nacionales
marginales. En los países subdesarrollados
la partición de
la sociedad entre
ricos y las
clases media altas,
que han concentrado poder
económico aprovechando el
impacto que ha
tenido el nuevo
esquema económico globalizado en sus países, se recluyen en clubes o
barrios cerrados de los otros muchos que han quedado afuera y vagan por las
calles buscando desechos, o permanecen a la espera ( o al acecho) de alguna
oportunidad, situación que ha tenido como consecuencia un claro aumento
de la criminalidad.
De alguna manera
los desocupados, marginales
e inmigrantes ilegales de la actual globalización no dejan de evocar como víctimas principales
del nuevo “neocapitalismo salvaje”
a los “menesterosos” de
las épocas despiadadas
de la constitución capitalista
inicial. Son significativas en
este sentido las
palabras finales del capítulo 7 del trabajo de Hoogvelt citado
anteriormente “… la clave para la preservación de este nuevo orden emergente es
entonces no una cuestión económica sino una cuestión de ley y orden. El
problema es cómo manejar a los segmentos excluidos de la sociedad. Las
políticas de exclusión toman muchas formas. Podemos ver ejemplos en los
fusilamientos de chicos de la calles
en Brasil y
Colombia y en
las leyes y
vigilancia anti-inmigratoria en
las aguas mediterráneas alrededor
de la fortaleza
europea. Somos testigos
de las políticas
de encarcelación masiva en los Estados Unidos donde más de dos millones
de personas (donde los negros, jóvenes y desempleados se encuentran
sobrerepresentados) permanecen en las cárceles….”
En la
etapa imperialista el empate
político internacional, en
términos de fuerzas
ideológicas contrapuestas,
que significó la
existencia de países
poderosos de ideología
y estructuras económicas sociales
y políticas contrarias
al capitalismo, puso
límites a la
segregación hacia fuera (crisis del neocolonialismo y surgimiento de los
movimientos tercermundistas) y abrió espacios en los escenarios nacionales para
el desarrollo de movimientos políticos alternativos con potencialidades reales
de disputa de poder.
Todo
ello se terminó con el advenimiento de la globalización generándose nuevas y
distintas arenas de lucha
política. No existe
ya hoy un
centro de poder
alternativo al que
de una forma u otra se
referencien las fuerzas locales antisistémicas. Lo antiglobal (y
anticapitalista) de hoy parece
haber en cierta
forma adquirido algo
del espíritu que
mandaba al original internacionalismo proletario,
surgido a finales de
la primera etapa
capitalista. Esta nueva forma del movimiento político
contestatario a la globalización parece, en cierta forma, estar
respondiendo a un
llamado, ya no
al encolumnamiento detrás
de una estrategia
política internacional conformada e institucionalizada desde la óptica
de poder de un solo estado o un
grupo de estados,
sino a la
incorporación a una
red de lucha
mundial de individuos
y organizaciones en los que resuena el eco del grito “uníos” del viejo manifiesto.
Concluimos
entonces en una nueva visión, desde el marxismo, que afirma la existencia de
tres etapas en el capitalismo que podríamos llamar la mundialización
capitalista (1300-1880), el imperialismo capitalista (1890-1985) y la
globalización capitalista (1990….) Los tiempos de duración de las etapas se
acortan significativamente de acuerdo a la dinámica del proceso
histórico. Ello es
entendible ya que
esta dinámica está
determinada por la velocidad de desarrollo de las fuerzas
productivas[55]
VII La globalización
tercera y última etapa del capitalismo.
Si se
busca en la
red informática tanto
en español como
en inglés referencias
a la globalización, como una
“etapa del capitalismo”, se verá que las referencias concretas son muy escasas.
Mucho menos se encontrará si, además, a la referencia de búsqueda se le añade
la circunstancia de que, como etapa, sea, además, “la última” de todo el
proceso capitalista.
¿Por
qué un fenómeno tan tremendamente contrastante con el imperialismo, que vivimos
sin solución de continuidad desde principios de siglo hasta mediados de los 80,
no ha dado que pensar en una nueva etapa del capitalismo a los autores y a los
dirigentes políticos marxistas? Sobre
todo, cuando su
consideración como “etapa”
implicaba una tan
dialéctica división triádica del
proceso total del propio capitalismo, mostrando, la brutal avalancha
globalizadora, elementos tan evidentemente
sintéticos de los
dos momentos anteriores de dicho
proceso total.
La
explicación debe buscarse tal vez, justamente, en el sentido con que se usa
aquí del término “avalancha”. El imaginario
erróneo (pero inevitable)
de la finalización
del capitalismo y el
advenimiento del socialismo en algún momento durante la etapa imperialista,
aceptándose demasiado textualmente la afirmación, circunstancial, de Lenin
sobre lo de “última etapa”, al calor de los logros impresionantes del
socialismo en el siglo XX y particularmente al calor del entusiasmo
revolucionario que generaron las lucha en auge en la década de los 60 y 70,
llevó, a quienes
participamos activamente de este
último momento de excitación revolucionaria, a
experimentar una frustración
durísima con el
agotamiento y caída
del proceso del socialismo real en los lugares en que más se había
desarrollado.
La
reposición del duro golpe ideológico recibido y los esfuerzos por resistir el
aluvión de teorías de la globalización
que intentaban arrasar con todos los principios y aportes fundamentales del
marxismo a la
comprensión de la
realidad y de negar incluso verdades científicas que
se creía que
ya habían alcanzado
un consenso inconmovible como la
propia teoría de la evolución humana, hizo imposible que en un principio
pudiera haber espacio y tiempo para el análisis con profundidad de estos
elementos nuevos surgentes que invitaban a la reflexión dialéctica seria.
A
poco andar comenzaron a surgir también interpretaciones pretendidamente
marxistas que recurriendo a elementos válidos que fueran el aporte del
desarrollo de las ciencias sociales y políticas de los 80 y los 90 engendraron
constructos teóricos de alta complejidad y efectivo poder de confusión entre
los que destacan por ejemplo los de Holloway y los de Negri, a los que hubo que
salirles al paso. La tarea no ha sido
sencilla en cuanto la propia estructura de propaganda teórica burguesa
los alentaba, sobre todo en aquellos aspectos más claudicantes.
Sin
embargo con el paso del tiempo y principalmente con el desarrollo de los
acontecimientos en todo este mundo globalizado aparece hoy la posibilidad de
pasar de cierta imprescindible defensiva teórica a abordar los desafíos del
desarrollo de la propia teoría revolucionaria sin el cual –y esto se ha
repetido después de los clásicos del marxismo hasta el cansancio aunque la
mayoría de las veces sin comprenderse el sentido profundo de la afirmación- la
revolución es imposible.
Hay dos
caminos que no
llevan al desarrollo
del marxismo: uno es
el que lleva
de regreso oculto tras
terminología novedosa y
construcciones teóricas originales
a viejas interpretaciones
burguesas de la realidad que precisamente el marxismo se ha encargado en su
momento de poner en evidencia como falsas. Otro
es la simple adecuación - a veces con “forceps”- de
las construcciones teóricas
marxistas, desarrolladas para
comprender otros momentos de la
realidad histórica social política y económica, a la realidad actual.
Pensamos que
la concepción de la globalización
como tercera etapa del
capitalismo abre la puerta a ese desarrollo del
marxismo-leninismo como teoría revolucionaria y permite no solo
interpretar no solo
con mayor precisión
en forma directa
los acontecimientos humanos actuales sino
que (y esto
también es esencial
para una interpretación correcta
de la actualidad) permite
entender mejor los
tiempos inmediatamente pasados,
como la etapa imperialista, sus
momentos internos, su
final y sobre
todo la cuestión
de la imposibilidad material de que el capitalismo
se hubiera agotado en ella. Esto no es una cuestión menor ya que de entenderse
ello así queda en claro que el agotamiento de la experiencia soviética y su
incapacidad de continuar
y extenderse no
se puede atribuir
simplemente a cuestiones coyunturales y mucho menos a
errores tácticos o estratégicos.
Tal enfoque
haría, desde nuestro
criterio, mucha más
justicia al proceso
soviético como un todo
y ayudaría a
poner muchas cosas
en su lugar
al respecto, lo que por
otra parte es imprescindible si se quiere tener éxito en
la lucha ideológica y teórica revolucionaria actual.
El
otro término que integra nuestra propuesta teórica respecto de la globalización
es el de que esta tercera etapa es la última. Algo impactante que puede ayudar
a ver con más convicción la inminencia de un fin de época que va mucho más allá
del paso de una etapa a otra y que significa un cambio civilizatorio[56],
es el hecho cada vez más comprobable de que está en riesgo el propio planeta y
que el daño “in crescendo” es imposible de parar en el marco de los parámetros
de la organización social y política que implica el capitalismo, la competencia
y la guerra[57]
La densidad de este pronóstico de terminalidad se espesa si se tienen en cuenta
los tiempos históricos que resultan de la proyección lineal, con la acotación
proporcional correspondiente dentro del marco de nuestra propuesta. Esto es que
la conclusión del capitalismo como modo de producción determinante de la época
está en sus prolegómenos en estas décadas
que se avecinan.
La afirmación
no puede (afortunadamente) más
que inquietar los
ánimos responsables, retrotraer a
innumerables anuncios de
situaciones
prerrevolucionarias no consolidadas
en ninguna revolución mundial y finalmente conducir al interrogante
sobre: el sujeto histórico. La inquietud
de ánimos de
aquellos que sienten
un compromiso real
con el futuro
de la humanidad no nos preocupa
porque es en realidad nuestro propósito.
En cuanto
a los anteriores
anuncios revolucionarios
frustrados no nos
habremos de hacer cargo en tanto y en cuanto lo que aquí
presentamos es un análisis teórico coherente con una lógica analítica interna
por lo que no debatiremos con sensaciones o intuiciones pasadas, de las que por
lo demás desconocemos sus fundamentos concretos, si es que los tuvieron, sino
con aquellas ideas que pongan en cuestión (con sus respectivos fundamentos) a las que aquí exponemos
y /o a nuestro método de análisis.
Respecto del
sujeto histórico no es el
objeto de este
trabajo que como
ya se ha de haber advertido se concentra más en los
aspectos “objetivos” del proceso histórico. De todos modos no puede dejar de
señalarse que, desde un punto de vista materialista dialéctico, lo objetivo y
lo subjetivo no son más que dos aspectos en tensión de una misma realidad. Y si
se levanta un poco la mirada de las urgencias inmediatas y los obstáculos al
paso en cada lugar en que se esté tratando de impulsar el cambio político y
social a través de la lucha popular se verá que la dimensión que
han adquirido estas
luchas en cantidad
y calidad en
toda la extensión
del planeta es inédita, sus formas de organización superan todas las
imaginables anteriormente y el
grado de comunicabilidad e
interconexión empieza a tener
un cariz que
habríamos envidiado en épocas del imperialismo.
Por
otra parte el sujeto histórico no es un “algo” que uno pueda sentarse a esperar
verlo formado para sumarse a él sino que está en nosotros mismos, en la
confianza (científica) de que los cambios
son inevitables y,
particularmente, en la medida
en que esa
confianza nos predispone a ir por
más.
Resta
un capítulo de este ensayo que debería abordar la cuestión de los períodos
internos de la tercera y última etapa del capitalismo, la globalización en la
que hoy estamos. Siempre es más complejo escribir
sobre tendencias históricas
actuales por la
carencia de perspectivas que si
tenemos hacia los hechos del pasado.
La
globalización como tercera y final etapa de todo el proceso es asimismo la más
corta y si se efectúan simplistas cálculos
proporcionales de tiempos
de duración de
las anteriores tal y
como están propuestas en nuestra hipótesis aquí planteada no podría durar más
que algunas décadas.
Creemos
que un primer período de esta última etapa ha concluido en los primeros años de
la década de 2000.
Son particularmente significativos los
rasgos de profundización del sesgo
financiero de la etapa desde fines de los 90 y comienzos de 2000 y sugerentes
los cambios políticos sucedidos a partir de 2001.
En
principio con los elementos a la vista por el
momento podría empezar a afirmarse que en la globalización se repiten los
sesgos de los períodos de la primera etapa, invertidos, es decir que tendríamos
primero una globalización financiero-productiva, después una globalización
financiera y finalmente un período financiero –comercial. La evidencia del
primer período está en la supuesta “revolución productiva” que significó la
avalancha de privatizaciones de elementos neurálgicos del aparato productivo y
de servicios durante los 90, que incluyó los mega aparatos productivos del
implosionado socialismo, y el hecho
de la instalación
de la hiperfábrica
mundial en China
y parte en
India. Todo lo
que implicó la instalación
de un complejo
industrial jamás visto.
Todo ello por
supuesto determinado por la
dinámica financiera de la etapa
es decir la
estructuración del hipermercado
financiero global.
El
segundo período en el que nos encontramos es financiero “puro” y está
evidenciado por la burbuja
financiera que se
reproduce a si
misma ya con total
independencia del aparato productivo y comercial real. De hecho
estamos en el fin de este período que “con bombos y platillos” se desbarranca
hacia la crisis financiera (con graves impactos en lo económico real), tampoco
vista jamás anteriormente.
El tercer
y último período
de la última
etapa del capitalismo
amenaza con la hipercompetencia comercial por los
mercado, una avalancha de autodefensas proteccionistas y el riesgo de que, como
en situaciones parecidas del pasado, la lucha económica derive en lucha bélica
desembozada o en modalidades de guerra de “baja intensidad”, cada vez más
graves. No olvidemos que el comercio, en la era de la violencia del hombre
contra el hombre, siempre fue la
otra cara de
la guerra. A
ello debe agregarse
la precisamente denominada “guerra de monedas” que es en
realidad la forma cambiaria-financiera de la guerra comercial.
Pero
estas son solo pinceladas. El desarrollo de estos análisis urgentes es una
tarea colectiva, que debería hacerse
cuanto antes, y
en la medida
que las afirmaciones
fundamentales efectuadas en las páginas precedentes tengan algún eco en
la intelectualidad marxista actual. En este punto debemos recurrir a un autor
que por diversas razones resulta imprescindible al momento de establecer una
caracterización de la época y sobre todo al momento de hacer las predicciones
mínimas sin las cuales todo análisis teórico político carece de sentido. Este
analista económico –político es Jorge Beinstein.
Recurrir
a él a esta altura de nuestras reflexiones se hace imperioso en primer lugar
porque Beinstein viene anunciando con bastante detalle la llegada de esta
crisis del sistema como crisis terminal desde hace bastante tiempo. Sin
esforzarnos por ir más atrás en 2004 Beinstein publicó su
artículo “Estados Unidos en el centro
de la crisis mundial(1)”[58], en
el que entre otras cosas
afirma “Estados Unidos salió
de la recesión
hacia fines del
2001 inflando una segunda burbuja financiera, cuya base no
fue esta vez la especulación bursátil sino el negocio inmobiliario. Se produjo
una nueva concentración de ingresos impulsada por las reducciones fiscales a
los ricos, los gastos militares y otras
transferencias de recursos públicos a camarillas económicas asociadas al
gobierno, entre estas las multinacionales petroleras que orquestaron la invasión
a Irak. Dicha
reactivación amplió los
viejos desequilibrios, generó
nuevos y rehabilitó otros
que dormían durante
la era Clinton.
El resultado ha
sido una avalancha
de problemas que desbordan
la capacidad de
control del sistema empujándolo
la crisis. De todos modos de seguir así esta relación
perversa donde los norteamericanos acumulan déficit y deudas
mientras los otros
acumulan una enorme
montaña de papeles
destinados a desvalorizarse y
donde todos juntos
depredan velozmente los
recursos petroleros (pilar decisivo de
la economía global);
la civilización burguesa
entrará pronto en
una seguidilla de turbulencias y
depresiones imposibles de
controlar. Por consiguiente la
culpa es compartida, la
mundialización del capitalismo
coloca a todas
las clases dominantes
de las potencias en el mismo
barco, que también dispone de camarotes de segunda y tercera clase para las
burguesías periféricas, atrapadas
por la telaraña
financiera. Ninguna de
ellas puede tomar distancia
del desastre, la
que sale del
juego cae aunque si
persiste caerá tarde
o temprano arrastrada por
la futura depresión
global. Esto significa que
no existe espacio histórico para
potencias de reemplazo
del Imperio en
decadencia, tampoco lo
hay para la autonomización durable de los capitalismos
subdesarrollados”.
En
segundo lugar si bien varios autores se refieren a momentos terminales del
capitalismo con terminología como “tardío” (Mandel) o “senil” (Amin) sólo
Beinstein, compartiendo la alusión a la senilidad, relata el dinamismo de la
crisis como final en sus detalles e interrelaciones y da la idea de la inminencia
(en términos históricos) de la caída final del sistema.
Beinstein no
se deja confundir
por los augurios
continuistas o recuperacionistas. Devela
la inconsistencia de visiones
cíclicas (que en
última instancia siempre portan dejos
de conservadurismo): “ Esto me permite plantear la hipótesis de que así
como ocurrió hace cerca de un siglo
con los ciclos decenales de
Juglar podemos actualmente
sostener que las
ondas largas de Kondratieff han perdido validez científica, la fase
descendente del cuarto Kondratieff ha sido triturada por la nueva realidad, la
economía mundial completamente hegemonizada por
el parasitismo financiero
obedece a una
dinámica radicalmente diferente
de la vigente durante la era del capitalismo
industrial”[59]
En
tercer lugar encontramos importantes correspondencias entre la visión
periodizadora del capitalismo de Beinstein y la nuestra.
En
primer lugar la fecha de comienzo de la primera etapa si bien está fijada por
Beinstein en su cuadro en el siglo XVIII en sus textos ello se relativiza
muchas veces aceptándose que los inicios
del proceso pueden
ir bastante más
atrás. Esa etapa
es denominada “estado
liberal ascendente” que es
la forma de
estado que corresponden
a la dinámica
económica del capitalismo de
libre competencia. La segunda etapa en el cuadro de Beinstein corresponde al
“estado intervencionista” propio del imperialismo o del capitalismo monopolista
de estado, y la tercera al “neoliberalismo”, es decir a la globalización.
En
cuanto al comienzo de la tercera etapa Beinstein asume que su preparación
comienza en los 70 aunque siempre recalca que se consolida en los 80/90. En
todo caso Beinstein no hace el centro de su trabajo en las periodizaciones y
menos aún en las fechas o tiempos de cambio de un momento histórico a otro,
pero finalmente termina mostrando un proceso triádico en el que la tercera
etapa de la globalización neoliberal resulta ser la última y precisamente y
esto es
lo más importante
en la que
se desencadena una crisis
general, irreversible e inminente de todo el sistema.
Ahora
un párrafo de Beinstein que resulta crucial a la hora de interrogarnos sobre el
“sujeto histórico”
“Aquí
es necesario señalar una diferencia decisiva entre la situación actual y las
condiciones culturales en las que se apoyó el ciclo de revoluciones que despegó
con la Primera guerra mundial. El actual comienzo de crisis dispone de una
herencia única que es posible resumir como la existencia de un gigantesco
patrimonio democrático, igualitario, acumulado a lo largo del siglo
XX a través
de las grandes tentativas emancipadoras revolucionarias, reformistas, antiimperialistas más
o menos radicales, incluso con
objetivos socialistas muchas de
ellas. Centenares de millones de oprimidos y explotados en todos
los continentes realizaron
un aprendizaje excepcional, obtuvieron victorias, fracasaron, fueron
engañados por usurpadores de todo tipo, recibiendo el ejemplo de dirigentes heroicos
etc. Esta es otra manera de mirar al siglo
XX: como una
gigantesca escuela de
lucha por la
libertad donde lo
mejor de la humanidad ha aprendido muchas cosas que
han quedado grabadas en su memoria histórica, no como
recuerdo pesimista de
un pasado irreversible
sino como descubrimiento como herramienta cultural cargada
definitivamente en su mochila de
combate. Hacia 1789 cuando las
esperanzas generadas por
la Revolución Francesa
agonizaban Kant sostenía
con su tozudez que
‘un fenómeno como
ese no se
olvida jamás en la
historia humana. Es demasiado
grande, demasiado ligado
al interés de
la humanidad, demasiado
esparcido en virtud de su influencia
sobre el mundo,
por todas sus partes, para
que los pueblos
no lo recuerden en
alguna ocasión propicia
y no sean
incitados por ese
recuerdo a repetir
el intento. El siglo XX equivale a decenas de revoluciones libertarias
como la francesa y mucho más que eso si lo vemos desde el punto de vista
cualitativo. El patrimonio cultural democrático disponible ahora por la
humanidad oprimida, almacenado en su memoria al comenzar la crisis más grande
de la historia del capitalismo es mucho más vasta, rica densa que la existente
al comenzar la anterior
crisis prolongada del
sistema (1914-1945) El
poscapitalismo no solo constituye una necesidad histórica
(determinada por la decadencia de la civilización burguesa) sino una
posibilidad real, tiene
una base cultural inmensa, nunca
antes disponible. La esperanza,
el optimismo histórico
aparecen son visibles
a través de
las ruinas, de las
estructuras degradadas de un mundo injusto.”[60]
Esta
es la idea que deben internalizar aquellos que están preocupados por la
aparición del sujeto histórico y cuya preocupación no les deja ver que ese
sujeto histórico ya está actuando sin esperarlos a ellos.
En
este sentido los partidos de izquierda, revolucionarios que han sido
protagonistas de las epopeyas del siglo XX y que se encuentran privilegiadamente pertrechados de ese
patrimonio democrático y revolucionario son los que mayor responsabilidad tiene
de entender la significación de los
tiempos actuales, la inminencia de los cambios. Los que mayor responsabilidad
tiene de encontrarse con las ideas
expuestas en trabajos como los Beinstein o como hoy les presentamos para a menos debatir
con profundidad su fundamentos. Particularmente aquellos partidos u
organizaciones que tiene estructuras de red internacionales ya
que la complejidad
y la inminencia de
la hora necesitan de un debate colectivo internacional urgente desde
la izquierda y el marxismo sobre la caracterización de la época y la
articulación de estrategias regionales e internacionales a la altura de las
circunstancias.
De
lo contrario tal vez las circunstancias los pasen por encima.
MARIANO
CIAFARDINI
[1] Albritton, Robert; Itoh, Makoto; Westra, Richard y Zuege, Alan
(Editores) “Phases of capital development. Booms, crises and globalizations.
Palgrave New York 2001 pag XII de la introducción de los editores (la
traducción es nuestra)
[2] En este sentido
el pensamiento de Althuser muestra sus contradicciones producto de enfoque no
marxistas y antidialécticos que adquiere bajo la influencia de los aspectos
idealistas del estructuralismo.
[3] Albritton et al Op Cit pag XIII
de la introducción (la traducción es nuestra)
[4] Ver al respecto Marx C. y Engels F. op.cit. desde la página 63 hasta
la 70
[5] Panitch, Leo y Leys, Colin “El nuevo desafío imperial” Socialist
Register 2004. Prefacio Buenos Aires, CLACSO. 2005. (pag 13)
[6] Panitch, Leo y Gindin Sam “Capitalismo global e imperio
norteamericano”, en op.cit. ( pag 23)
[7] Harvey, David “El nuevo imperialismo: acumulación por desposesión”. Op
cit (pag. 125 nota 7)
[8] Albo Gregory “La vieja y la nueva economía del imperialismo”( Op. Cit.
pags. 134 y 162 notas 5 y 6)
[9] Albo G. “la vieja y la…” Op. cit ( pag 142)
[10] Albo G. op.cit (pag.155)
[11] En inglés en el original. La traducción es nuestra
[12] Petras, James y Veltmeyer Henry. “Globalization Unmasked. Imperialism
in the 21st. Century” Zed Books. Halifax (NS Canadá) 2001 (pag. 8). En inglés
en el original. La traducción es nuestra.
[13] Petras, J y Veltmeyer, H. Op. cit (pag 12) En inglés en el original.
La traducción es nuestra.
[14] Petras, J et al Op. cit. (pag. 13). En inglés en el original. La
traducción es nuestra.
[15] Petras, James y Veltmeyer, Henry “Juicio a las multinacionales.
Inversión extranjera e imperialismo” Lumen México 2007 (pag. 5)
[16] Petras, J et al. Op. cit. (pags. 60 y61)
[17] Panitch, Leo et al op cit (pag19) y “El imperio recargado” Socialist
Register 2005. FLACSO. Buenos Aires 2005 (pag. 69)
[18] Ahmad, Aijaz. “El nuevo desafío…” (pag 75)
[19] Harvey, David Op cit ( pag. 99)
[20] Hudson, Michael. “Super Imperialism. The origin and fundamentals of
U.S. world dominance” Pluto Press. London 2003 (pag.30) En inglés en el
original. La traducción es nuestra.
[21] En inglés en el original. La traducción es nuestra.
[22] Hudson, m Op. cit. (pags. 377 y 378) En inglés en el original. La
traducción es nuestra.
[23] Con respecto a
las críticas que desde el marxismo se han hecho a esta línea de pensamiento en
especial al libro “Imperio de Negri y Hardt ver Metzaros Itsvan “El siglo XXI
Civilización o Barbarie” Herramientas Buenos Aires. 2008. y Boron, Atilio
“Imperio & Imperialismo” CLACSO Buenos Aires 2002.
[24] Desde un ángulo filosófico son sugerentes en este sentido las
reflexiones de acerca del comienzo de la “globalización” con el capitalismo
mismo a partir de los viajes de los marinos europeos particularmente Colón y
Magallanes que hace Peter Sloterdijk en su obra “En el mundo interior del
capital. Para una teoría filosófica de la globalización” (Siruela Madrid 2007)
[25] Amir, Samin
“Capitalismo, imperialismo , mundialización” Realidad económica ( revista del
IADE) febrero 2008
[26] Held, David; Mc Grez, Anthony; Goldblatt, David y Perraton,Jonathan:
“Global transformations. Politics, economics and culture” .Standford
(Cal.)1999. Standford University Press (Introducción)
[27] Hoogvelt,
Angie; “Globalisation and the Postcolonial world. The new politicaleconomy of
development”
1997 Macmillan Press LTD London
[28] Amin Samir, “The challenge of globalization” en “Review of
internacional political economy” Vol 3 nº 2 Summer 1996 University of Sussex
Brighton UK
[29] Chesnais François “Constatar el cambio radical de período, ayudar a
comprender su contenido y consecuencias” publicado en www.argenpress.info el 19
y el 20 de junio de 2007 como parte I y parte II
[30] Chesnais F op cit. Parte II pag 3
[31] Chesnais F. op. Cit. Parte II pag. 4
[32] Chesnais
Françoise “El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financiera”
Artículo publicado en Carré rouge/ La brèche nº 1 diciembre 2007 Enero Febrero
2008 (traducido al castellano para la revista Herramienta. Pag. 3
[33] Chesnais F. op cit. Pag. 17
[34] Astarita Rolando “Crítica de la tesis de la financiarización”
(diciembre 2008)
[35] Piqueras, Andrés “La mutua conformación del capital y el trabajo desde
el capitalismo maduro al capitalismo senil y las formas sociales a que da
lugar” Ponencia para la III conferencia internacional “La obra de Carlos Marx y
los desafíos del siglo XXI” La habana Cuba 3 al 6 de mayo de 2006 (pagina 8)
[36] Piqueras A. op cit. Pags 8 y 9
[37] Piqueras A. op. Cit pag 9
[38] Mészâros, István “ El siglo XXI. Socialismo o Barbarie” Herramienta
Buenos Aires 2007 (pag.61)
[39] Mandel, Ernst “El capitalismo tardío” Ediciones Era México 1979 (pag.
14).
[40] Mandel E, Op.cit. (pag.25)
[41] Mandel , E. op cit. pag 11( las bastardillas son nuestras)
[42] Mandel E op cit pag 25 ( las bastardillas son nuestras)
[43] Op cit pag.42
[44] Op. Cit. pag117/118 (las bastardillas son nuestras)
[45] Mandel Ernest “Long waves of capitalista development. A marxist
interpretation” Verso London 1995 pag 76 (la traducción es nuestra).
[46] Mandel E op cit pag 76 (la traducción es nuestra)
[47] Wallerstein
Inmanuel “Después del liberalismo S XXI México 1996 pag. 231
[48] Moreno Cornejo, Alberto “La globalización última fase del capitalismo”
http://www.globalizate.org/globalizacioncapitalismo.rtfpag 4 (el resaltado es
nuestro)
[49] Moreno Cornejo , A. op cit pags 4 y 5 (el resaltado es nuestro)
[50] Moreno Corenjo , A, op cit pag 13
[51] Moreno Cornejo, A. op cit pag 14
[52] Moreno Cornejo op cit pag 29
[53] Op cit pag 29
[54] Conf. Astarita,Rolando “Crédito, crisis financieray ciclo económico”
(octubre de 2008)
[55] En este mismo sentido se ha expresado Giovanni Arrighi respecto de las
“oscilaciones periódicas” de Pirenne: “… por otro lado , la velocidad de cada
oscilación, medida por el período de tiempo que ha invertido cada régimen en
formarse, devenir dominante y alcanzar sus límites se ha incrementado de modo
constante con la escala y con el radio de acción de las agencias líderes de los
procesos sistémicos de acumulación de capital” Arrighi, Giovanni “El largo
siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de nuestra época” AkalMadrid .1999
(pag. 396)
[56] No es poco significativo que uno de los mayores líderes marxistas del
mundo como es Fidel Castro Ruz utilice ese término en una forma nada casual.
[57] En este sentido el libro de periodista francés Hervé Kempf “Para
salvar el planeta salir del capitalismo” (Capital Intelectual BS. As. 2010) es
muy significativo no tanto por su contenido que es comparable a algunas otras
publicaciones sobre el tema sino por la inflexión analítica que lleva a este
intelectual no comunista y de posiciones en todo caso liberales a empezar a
entender que en la medida en que haya competencia capitalista, consumismo y
diferencias sociales, la degradación del planeta es imparable. Su publicación
anterior se tituló “Como los ricos destruyen el planeta”
[58] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=6924Artículo publicado en
"Enfoques Alternativos", n°27, Buenos Aires, Octubre 2004
[59] Beinstein ,
Jorge “La crisis en la era senil del capitalismo” El viejo Topo Barcelona nº253
febrero 2009
[60]
http://www.kaosenlared.net/noticia/comienzo-largo-viaje-crepusculo-capitalismo-nostalgias-herenciasbarba
( pag. 13)
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