“Estamos asistiendo al nacimiento de
una nueva era donde se cuestiona, cuando no se rechaza, el paradigma occidental
envuelto en valores que sólo sirven a una minoría pequeña, arrogante y
capitalista tal y como hoy se entiende la globalización neoliberal. EEUU sabe
que ya no tiene el poder que tenía y se defiende como una fiera herida, lo que
le hace mucho más peligroso.”.
Por Alberto Cruz de CEPRID
Rusia: Dos pasos adelante, uno atrás y
el nuevo orden geopolítico mundial
Una clase acelerada de geopolítica. A
eso estamos asistiendo desde hace algo más de dos meses, justo cuando comenzó
la crisis de Ucrania, junto a la constatación –inapelable- de la decadencia y
declive de EEUU como superpotencia. Sin embargo, la situación a la que estamos
asistiendo tiene un calado mucho mayor en el tiempo que esos dos meses largos y
hay que remontarse algo más atrás, casi un año.
Con la crisis de Ucrania (un país
fallido, donde el único poder es el que representan los neonazis amparados por
Occidente) ha habido quien ha centrado el foco de la atención en si EEUU era
capaz de derrocar tres gobiernos a la vez –Siria, Ucrania y Venezuela- pero no
en lo realmente importante: la chulería y prepotencia estadounidense le ha
llevado a cometer un error de grueso calibre, del que ya no se va a reponer:
enfrentar a dos grandes potencias, China y Rusia, de forma simultánea y eso ha
reforzado la alianza entre ellas.
La actualidad que nos marcan los medios
corporativos capitalistas no debe hacernos olvidar que todo lo que está
aconteciendo tiene unos orígenes, que no son otros que la aprobación, en enero
de 2012, de la nueva Doctrina de Seguridad Nacional de EEUU en la que se
certifica el “giro” hacia Asia por parte de una superpotencia en decadencia
acelerada (1). Era el último intento de mantener el dominio mundial y conviene
realizar una lectura del artículo mencionado para tener unos antecedentes de lo
que está ocurriendo ahora.
En esa DSN Rusia sólo jugaba un papel
secundario. EEUU consideraba que estaba neutralizada en el Occidente europeo
–rodeaba de bases de la OTAN por todos los lados, menos por uno: Ucrania- y
sólo tenía que preocuparse por los países orientales (Turkmenistán, Azerbaiján,
Uzbekistán, Kirguizistán, Tayikistán) para que no tuviesen la tentación de caer
en la órbita de Moscú, ya aislada del resto de Europa.
Por lo tanto, siguió adelante con su
política asiática azuzando las tensiones con China, negando las
reivindicaciones de Beijing sobre el Mar de China o exacerbando las disputas
entre este país y Filipinas y Vietnam. La prepotencia estadounidense ha sido
tal que o no se ha percatado de que tanto Moscú como Beijing habían tomado
buena nota de lo que significaba esa DSN o ha hecho caso omiso considerándolo,
poco menos, que un juego de críos. Y eso pese a que el acercamiento entre los
dos países, escenificado para los profanos en los vetos conjuntos a las
pretensiones occidentales sobre Siria, se fortalecía con cada iniciativa
estadounidense.
La colaboración entre Rusia y China ha
ido cada vez a más. Lejos parece que están los enfrentamientos ideológicos y
políticos de la década de 1960 y nunca han estado más cerca que ahora. Mientras
Occidente azuzaba a los neonazis de Kiev a la revuelta en lo que considerada
último movimiento para cerrar el cerco contra Rusia, Moscú y Beijing realizaban
maniobras militares conjuntas (dos en lo que va de año) y estrechaban lazos
económicos, políticos y militares (la última reunión entre los jefes de los
respectivos ejércitos se produjo durante los Juegos de Invierno de Sochi) que
se sancionarán de forma definitiva en la visita que Putin va a realizar a China
este mes de mayo.
Rusia está preparando el terreno para
un progresivo cierre de la UE al gas ruso y nada menos que el 30% de la
producción de gas y petróleo va a ir destinada a China, país que ve los cielos
abiertos con la crisis de Ucrania porque, de un plumazo, mata una de las bazas
de EEUU: el cerco marítimo a China. EEUU tiene en la actualidad el 60% de toda
su flota de combate en los mares asiáticos y podrían dificultar el suministro
energético y de alimentos que llega a China de otros continentes como América
Latina o África. Pero el acuerdo con Rusia hace ineficaz ese bloqueo porque los
dos países tienen frontera terrestre.
Con la retaguardia segura, Rusia ya
sólo tenía que preocuparse por el flanco occidental, donde EEUU movía sus
piezas para completar el control del tablero de ajedrez del que hablaba
Brzezinski: Ucrania. Primero, quitando a Rusia su acceso al mar Mediterráneo
(no lo pudo hacer en Siria, donde Rusia mantiene la base de Tartus); segundo,
poniendo la OTAN a las mismas puertas de Moscú. Así que no había tiempo que
perder y Rusia actuó en consecuencia, con determinación y con dureza. Como dice
un refrán, “los rusos tardan mucho en ensillar, pero luego montan deprisa”.
Masivo rechazo a Occidente
Hay un dato que conviene resaltar: la
anexión de Crimea a Rusia, previa votación en un referéndum de
autodeterminación, contó con el apoyo unánime de todo el parlamento ruso, desde
la derecha nacionalista hasta los comunistas. Este dato es crucial para
entender lo que está pasando en Rusia y el por qué de la actitud de Putin. Ese
apoyo unánime no es más que la constatación de un sentimiento, cada vez más
extendido entre los rusos, de romper cualquier vínculo con las instituciones
europeas a quienes consideran –con toda la razón- como “los perros falderos de
EEUU” (2).
Desde hace dos meses no hay encuesta en
la que no aparezca un número cada vez mayor de rusos que no quieren saber nada
de Occidente (72%, cinco puntos más que en 2013) mientras que aumenta de forma
significativa el de quienes apuestan por “un camino de desarrollo propio” (46%,
en 2006 este porcentaje era sólo del 15%) sin descartar “el retorno de Rusia al
socialismo” al que aspira el 28%, cuatro puntos más que en 2013 (3). Por si
todo ello fuese poco, una nueva encuesta certifica que el 56% de los rusos
consideran que la famosa “perestroika” de Gorbachov “causó más daño que
provecho” para el país (4). Estas son algunas de las razones por las que hoy la
tercera ciudad de Rusia en número de habitantes, Novosibirsk –un millón y medio
de habitantes-, cuenta con alcalde comunista desde el 9 de abril de este año
ganando ampliamente a la candidatura de Rusia Unida, la formación de Putin.
Está claro que Putin está aprovechando
el momento y, de esta forma, romper de forma definitiva con cualquier veleidad
“euro-yeltsinista” en Rusia. Los “liberales” pro-occidentales están en las
catacumbas en estos momentos y sin posibilidad alguna de recuperar la
influencia que tuvieron durante la presidencia de Yeltsin o, en menor medida,
pero la tuvieron, durante la etapa en la que Medvedev fue presidente (ahora es
primer ministro).
Este sector abogaba, entre otras cosas
y sin entrar en consideraciones de política interna, por una mayor colaboración
con la OTAN o una alineación sin fisuras con Occidente en lo referente a la
cuestión nuclear de Irán –Medvedev incluyó los misiles S-300 en el material
bloqueado como consecuencia de las sanciones aprobadas por la ONU pese a que no
es material ofensivo, sino defensivo y, por lo tanto, no incluido en las
sanciones (5)- y no se opuso a la agresión militar occidental contra Libia
(recuérdese el enfrentamiento, público, que tuvieron Medvedev y Putin sobre
este tema).
Como bien entendieron Rusia y China
tras la aprobación de la DSN de Obama, la UE no pinta nada a nivel geopolítico
y sólo hay que tener en cuenta a EEUU. De ahí que ambos países hayan
incrementado sustancialmente su presupuesto de defensa que, en el caso de
Rusia, ha llegado hasta extremos muy similares a los que tuvo el Ejército de la
URSS. Esta es la razón por la que EEUU no sabe muy bien qué hacer tras el
puñetazo encima de la mesa dado por Putin y se limita a movimientos
prácticamente simbólicos con la OTAN, pero sin una estrategia clara, puesto que
no todos los integrantes europeos de la OTAN están por la labor de molestar a
Rusia. Es el caso de Alemania.
Pongamos, por ejemplo, el caso de las
famosas sanciones. Las que ya han impuesto tanto EEUU como la UE son de risa, y
“las serias consecuencias” –el mantra recurrente occidental- a las que se
enfrentaría Rusia si la crisis sigue adelante no son más que humo. No es la
primera vez que los occidentales se tienen que tragar sus bravatas. Ya ocurrió
en 2008, cuando Rusia intervino militarmente tras la agresión de Georgia contra
Osetia del Sur, y lo mismo cuando los más aguerridos congresistas de EEUU
pidieron al gobierno de Obama la imposición de sanciones por el apoyo de Rusia
a Siria o por otorgar asilo a Snowden.
Rusia no es otro país más, de esos que
Occidente –que dice representar los “valores democráticos”, como acaba de
demostrar en Ucrania respaldando un gobierno filofascista- suele incluir en su
lista de imposición de sanciones si no hacen lo que Occidente dice que hay que
hacer. Aunque haya sido un país cándido, incluido Putin, como cuando aceptó
plagar Asia Central de bases estadounidenses con la pretendida misión de
“combatir el terrorismo” a raíz de la invasión a Afganistán en 2001. Esa
candidez ha desaparecido y ya nada será igual.
La crisis de Ucrania ha dejado bien
patente que Rusia ha vuelto a lo más alto de la geopolítica. Ya lo había hecho
con Siria, pero ahora ha dado un paso más. Está escenificando que está madura
para romper con la dependencia occidental y recuperar el componente nacional de
toda la industria. Esta fue una de las consecuencias que, para Rusia, tuvo el
ingresar en la Organización Mundial del Comercio.
Hoy no es pequeño el número de
historiadores que consideran que los logros de la política de industrialización
de Stalin en la década de 1930-1940 se explican por los bloqueos comerciales y
crediticios occidentales contra la URSS. El resultado es que la URSS supo
aprovechar la situación para crear un poder económico e industrial que le
permitió ganar la II Guerra Mundial pese a la brutal invasión nazi. No es
infrecuente leer este símil en los periódicos rusos y no es porque nos
acerquemos a una nueva conmemoración, el 9 de mayo, de la derrota nazi.
Téngase en cuenta la encuesta antes
mencionada y los últimos movimientos rusos. Ha habido analistas que han
considerado la conferencia de Ginebra sobre Ucrania como una “cesión” de Rusia
frente a las presiones de Occidente. Sin embargo, no es más que un movimiento
geopolítico inspirado en Lenin, un paso atrás cuando antes lo que se ha hecho
ha sido dar dos pasos hacia adelante: un retroceso táctico cuando se ha ganado
una posición estratégica. La retirada táctica de Rusia ha sido aceptar en la
mesa al gobierno filofascista de Kiev, al que había negado –y sigue negando-
cualquier representatividad, y la ganancia estratégica es que en dicha
conferencia no se ha dicho ni una sola palabra sobre Crimea.
Si es que ha habido retroceso, puesto
que ese gobierno filofascista está sumido en un absoluto caos y asistiendo
impotente al fortalecimiento gradual y constante de la resistencia popular
antifascista –y sí, prorrusa- en el Este. Aquí también hay una cierta confusión
entre quienes dicen que esta resistencia popular está alentada por oligarcas y
la realidad, donde quien está haciéndose con el control son milicias y
movimientos claramente populares y de corte socialista.
Las banderas con la estrella roja de
cinco puntas sobre la bandera rusa son cada vez más patentes. Además, el
gobierno filofascista de Kiev no es nada de fiar (¿o no hay que recordar que un
día antes del golpe contra Yanukovich la llamada “oposición” que hoy forma ese
gobierno filofascista había firmado otro acuerdo certificando la celebración de
elecciones y el levantamiento de las protestas del famoso Maidan?) como acaba
de quedar claro con el ataque a un puesto civil en Slavianks en violación
flagrante de lo acordado en esa conferencia.
Rusia, ahora, devuelve la jugada porque
en ese acuerdo lo que se recoge es el desarme de los neonazis, algo que ni
siquiera se plantean los títeres de Kiev y sus patronos occidentales que, por
el contrario, insisten en que quienes se tienen que desarmar son las milicias
populares de Donetsk y otros lugares. Pero, algo que ha pasado desapercibido,
este acuerdo de Ginebra se produjo casi en el mismo momento en el que Putin
recomendaba a las empresas rusas anular su registro en el extranjero y llevar
sus acciones a la Bolsa de Moscú para protegerse así de posibles sanciones
futuras y “proporcionar seguridad económica al país” (6).
La hipótesis de la autosuficiencia
industrial, en absoluto descartable, serviría para que Rusia completase el
“giro asiático” que está poniendo en marcha con la Unión Euroasiática… y el
reforzamiento de su alianza estratégica con China y los BRICS.
El fin de Occidente: el acuerdo
ruso-chino y los BRICS
Porque este es el otro componente del
tablero ucraniano: pese a las alucinaciones occidentales sobre la existencia de
un malestar en Pekín por el movimiento de Moscú, y ponen como “ejemplo” la abstención
en la ONU –por esa regla de tres, también habría que hablar de malestar de
Israel con EEUU puesto que también se abstuvo en la votación de la Asamblea
General que rechazó el referéndum de autodeterminación de Crimea-, China está
con Rusia.
Sólo hay que leer lo que publican
periódicos como el “Diario del Pueblo”, el órgano de expresión del Comité
Central del Partido Comunista: “Las teorías políticas, económicas y de
seguridad de la Guerra Fría aún influyen a mucha gente en su concepto del
mundo, y algunos occidentales siguen imbuidos de resentimiento hacia Rusia”
(7).
O la agencia estatal “Xinhua”: “Rusia
podría no estar más tiempo interesada por competir por la preeminencia global
con Occidente, pero cuando esto se refiere a la limpieza del caos que Occidente
creó en su patio trasero, los líderes rusos una vez más dan prueba de su
credibilidad en la planeación y ejecución de acciones eficaces para
contrarrestarlo” (8). ¿Aún hay dudas? Pues la coincidencia de criterios a nivel
de ministros de Asuntos Exteriores entre los dos países, Sergei Lavrov y Wang
Yi, es total respecto a Ucrania (9).
Entre otras cosas, porque también China
tiene que enfrentarse a una mentalidad de “guerra fría” como sucedió cuando en
julio del año pasado amplió su Zona de Identificación de la Defensa Aérea en el
Mar de China Meridional, movimiento que fue rechazado por EEUU y sus aliados,
como Japón. Y, por si todo ello fuese poco, aquí está el esclarecedor artículo
de un general, Yang Yucai, integrante del Grupo de Estudios de Crisis del
Ejército Popular de Liberación: “la alta eficiencia de la Administración Putin
en la gestión de la crisis regional es impresionante; esta alta eficiencia se
deriva de una institución de seguridad unida, de un alto nivel de planificación
estratégica y de una sólida base jurídica [en referencia a la defensa del
derecho internacional]. China debe sacar sus conclusiones al respecto” (10).
Muy atrás están ya las críticas que
China realizó a Rusia por la guerra de Georgia (2008) puesto que China siempre
ha insistido en la no injerencia en los asuntos internos. Porque nada en la
situación actual de Ucrania garantiza a China que el gobierno filofascista que
se ha instalado en Kiev cumpla los acuerdos firmados en diciembre de 2013 con
Yanukovich por los que ambos países se convertían en “socios estratégicos”
garantizando la inversión china en áreas como infraestructuras, aviación,
industria aeroespacial, energía, agricultura y finanzas por un importe de
30.000 millones de dólares.
Los chinos tienen muy presente lo que
pasó en Libia (2011), donde los acuerdos que había firmado con Gadafi fueron
“suspendidos” –y no reanudados hasta ahora- por el gobierno títere impuesto por
Occidente. Además, China está deseosa de aumentar su cooperación energética con
Rusia. El comercio entre los dos países no ha hecho más que crecer desde 2011,
estipulándose que en 2020 se alcanzarán los 200.000 millones de euros (11) con
un dato significativo: rusos y chinos ya vienen poniendo en marcha que ese
intercambio comercial no tiene por qué estar basado en el dólar y hay datos
concretos de utilización de sus propias monedas (rublo y yuan) en este
intercambio.
Un aspecto importante de esta
cooperación hace referencia al suministro de petróleo y gas y Rusia encuentra
un consumidor ávido de ambos productos en China, a un nivel muy superior al que
ambos países tienen ahora, como ya se ha dicho más arriba y que se sancionará
en la visita de Putin a Beijing en mayo. Y a la inversa. Anticipándose a la
supuesta retirada de capital europeo y estadounidense de Rusia si la cosa en
Ucrania va a más, los chinos ven el cielo abierto para sus inversiones: “se
creará un vacío que debe ser rellenado porque Rusia necesita inversiones
foráneas; todo eso abre oportunidades para inversores chinos” (12). Vamos a ver
cómo en la visita de Putin estos factores aparecen en primer plano.
Pero, con ser importante esta alianza,
que pone fin a la supremacía occidental, no lo es menos que se está reforzando
como nunca el eje BRICS, del que Rusia y China son los principales motores. El
enojo de los BRICS ante la falta de interés de Occidente en ir más allá de la
palabrería –en 2010 se acordó reformar el sistema de cuotas del FMI, acorde con
el mayor papel económico de los países BRICS, sin que hasta el momento haya habido
iniciativa alguna en ese sentido- está generando movimientos inéditos a nivel
geopolítico: ya hay un Banco Mundial alternativo, el Banco de Desarrollo de los
BRICS, con capital de 50.000 millones de dólares y será en junio, tras el
mundial de fútbol de Brasil, donde en la cumbre que ha de celebrarse en este
país se dé un paso más reforzando dicho banco y ampliando a otros países su
ámbito de intervención.
Al mismo tiempo, en la última reunión
del FMI (11 de abril), los BRICS no sólo criticaron el estancamiento a la
reforma de cuotas que impone Occidente sino que dieron un ultimátum para su
reforma con la amenaza, también, de poner en marcha una “alternativa al viejo
sistema” en la que ya se ha dado un primer paso: un fondo de reservas propio en
el que desaparece el dólar y se relega al euro en favor de las monedas
nacionales de los BRICS, al tiempo que se apuesta por la internacionalización
de la moneda china, el renminbi (yuan).
El fin de una era
Gramsci dijo hace 100 años que la
crisis se produce cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo lo termina de
nacer. En eso estamos. La postura de Rusia en Siria y ahora en Ucrania es un
claro desafío a la prepotencia hegemónica estadounidense, aunque en este último
país se está defendiendo del “castigo” que pretendía imponerle EEUU por haberse
atrevido a desafiar la hegemonía estadounidense para reemplazarla por un
sistema multipolar –que no es lo mismo que “multilateral”- donde se respete el
derecho internacional. Está claro que ya no va a haber una vuelta atrás en el
viejo orden mundial y que esta es una de las razones por las que los
filofascistas de Kiev y sus patronos occidentales aceptaron ir a la mesa de
negociaciones con Rusia.
Estamos asistiendo al nacimiento de una
nueva era donde se cuestiona, cuando no se rechaza, el paradigma occidental
envuelto en valores que sólo sirven a una minoría pequeña, arrogante y
capitalista tal y como hoy se entiende la globalización neoliberal. EEUU sabe
que ya no tiene el poder que tenía y se defiende como una fiera herida, lo que
le hace mucho más peligroso. Por eso no sería extraño que dentro de poco
asistiésemos a un contraataque contra Rusia que no será ni en Siria –donde los
“contras” puede que estén recibiendo material sofisticado, y es muy
aleccionador ver las páginas web de los neonazis ucranianos “hermanando” sus
“luchas” en Siria y Ucrania- ni en Ucrania –un país que no es país, en
bancarrota y desestructurado- sino en la retaguardia rusa de Asia Central. EEUU
tiene que dejar este verano la base de Manas en Kirguizistán y Rusia ya ha
tomado posiciones en dicho aeropuerto junto a un sustancioso acuerdo comercial
firmado con el país ex soviético. Otras antiguas repúblicas de la URSS están
mirando con mucha atención lo que ocurre en Ucrania, y EEUU lo sabe como ya indicaba
en la DSN de 2012.
Por lo tanto, será aquí donde EEUU
intente responder a Rusia. Más en concreto, en Turkmenistán. En este país ya se
vienen produciendo curiosos ataques provenientes de Afganistán y no será
sorprendente que se incrementen en los próximos meses oscuros episodios de
violencia que serán utilizados para que el gobierno turkmeno, formalmente
neutral, se vea desestabilizado y tenga que optar entre EEUU –que ya ha
ofrecido su colaboración militar para “combatir a los terroristas afganos”- o
Rusia.
El nuevo mapa geopolítico está tomando
forma; el nuevo orden, también. No va a ser un proceso ni fácil ni tranquilo
pero, por el momento, Rusia y China tienen en sus manos las principales cartas
de la baraja y las están jugando bien.
Tanto que periódicos como el
International New York Times (nombre actual del Internacional Herald Tribune)
se ven obligados a editorializar sobre la crisis de Ucrania haciendo un
llamamiento a la clase política estadounidense sobre “los fallos” cometidos por
EEUU y la UE en el espacio post-soviético, y no sólo en Ucrania, en lo
referente al aislamiento y cerco a Rusia –“EEUU y la UE actuaron alegremente
sin tener en cuenta las consecuencia de sus actos”, dice textualmente-, para
terminar diciendo que “en Ucrania estamos viviendo una crisis del viejo orden
que exige nuevas formas de pensar, nuevas precauciones, una nueva comprensión
de los profundos desafíos de este interregno histórico”. Porque, en caso
contrario, y tras reconocer que “la influencia [de EEUU] en el extranjero sigue
disminuyendo”, llegamos a una situación en la que “asistimos al desmoronamiento
del status quo” –en referencia al predominio de EEUU- que el periódico
estadounidense identifica con un “desorden internacional sin precedentes desde
1930” (13).
EEUU y la UE cada vez pintan menos en
la escena geopolítica. Siguen siendo actores importantes, pero ya no cruciales.
Ahora hay otros que están, cuando menos, a su mismo nivel si no por encima. Tal
vez sea una simple anécdota, pero una muestra de cómo asistimos a un nuevo
tiempo lo acaba de proporcionar el Movimiento Nacional para la Liberación de
Azawad, la organización tuareg del norte de Mali, al solicitar el apoyo de
Rusia a su estado, proclamado el 6 de abril de 2012, y que está siendo
combatido por el gobierno de Mali –formalmente hay una tregua desde junio de
2013- con el apoyo de Francia.
Notas:
(1) Alberto Cruz, “La nueva estrategia
de defensa de EEUU: el último intento por mantener el dominio mundial”, http://www.lahaine.org/index.php?p=59471
(2) RBC Daily, 7 de abril de 2014.
(3) Ibid.
(4) Novosti, 28 de abril de 2014.
(5) Irán ha puesto una demanda millonaria contra Rusia por incumplimiento de contrato. Rusia sabe que va a perder la demanda y está negociando la entrega a Irán de otros misiles de capacidad similar, como los Tor, aunque Irán rechaza un cambio insistiendo en los S-300. Con la crisis de Ucrania se ha vuelto a hablar de un acuerdo Rusia-Irán sobre el tema, sin especificar en qué consistiría aunque se dice que incluiría la compra de petróleo iraní a pesar de las sanciones, así como la construcción de mini-refinerías o la explotación de yacimientos de gas en territorio iraní.
(6) Bloomberg, 9 de abril de 2014.
(7) Diario del Pueblo, 26 de febrero de 2014.
(8) Xinhua, 8 de marzo de 2014.
(9) Efe, 3 de marzo de 2014.
(10) Global Times, 22 de abril de 2014.
(11) Alberto Cruz, “La cooperación entre Rusia y China: el nuevo enfoque geoestratégico que pone fin al poder de Occidente”http://www.lahaine.org/index.php?p=57539
(12) Diario del Pueblo, 13 de marzo de 2014.
(13) Internacional New York Times, 16 de abril de 2014.
(2) RBC Daily, 7 de abril de 2014.
(3) Ibid.
(4) Novosti, 28 de abril de 2014.
(5) Irán ha puesto una demanda millonaria contra Rusia por incumplimiento de contrato. Rusia sabe que va a perder la demanda y está negociando la entrega a Irán de otros misiles de capacidad similar, como los Tor, aunque Irán rechaza un cambio insistiendo en los S-300. Con la crisis de Ucrania se ha vuelto a hablar de un acuerdo Rusia-Irán sobre el tema, sin especificar en qué consistiría aunque se dice que incluiría la compra de petróleo iraní a pesar de las sanciones, así como la construcción de mini-refinerías o la explotación de yacimientos de gas en territorio iraní.
(6) Bloomberg, 9 de abril de 2014.
(7) Diario del Pueblo, 26 de febrero de 2014.
(8) Xinhua, 8 de marzo de 2014.
(9) Efe, 3 de marzo de 2014.
(10) Global Times, 22 de abril de 2014.
(11) Alberto Cruz, “La cooperación entre Rusia y China: el nuevo enfoque geoestratégico que pone fin al poder de Occidente”http://www.lahaine.org/index.php?p=57539
(12) Diario del Pueblo, 13 de marzo de 2014.
(13) Internacional New York Times, 16 de abril de 2014.
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