jueves, 29 de mayo de 2014

¿SON LOS ABSTENCIONISTAS Y LOS PARTIDARIOS DEL VOTO EN BLANCO SIMPLEMENTE SUPERFICIALES, DOGMÁTICOS Y EGOÍSTAS?


Los abstencionistas no son simples borregos resignados a su suerte. Muchos de ellos y ellas actúan en función de una memoria derivada de la experiencia, transmitida a veces de generación en generación, y en virtud de la cual las elecciones, con contadas excepciones, son una práctica de las élites intelectuales o burocráticas, de derecha, centro o izquierda, que buscan el voto de los electores para ejercer el poder en su beneficio propio.

Leopoldo Múnera Ruiz

Fuente de la imagen: http://mexico.cnn.com 
Andrés Felipe Parra publica en las páginas de Palabras al Margen un artículo titulado: “¿Debe la izquierda colombiana votar por Juan Manuel Santos?” que contiene una argumentación sólida y convincente contra el voto en blanco o la abstención en la segunda vuelta. Además, sintetiza el sentimiento de muchas personas que no apoyaron al candidato-presidente en la primera vuelta, pero piensan hacerlo en la segunda, o que van a hacerlo en ambas, a pesar de no compartir partes esenciales de su programa para la Presidencia de la República.
El texto de Andrés Felipe comienza con una hipótesis clara: los uribistas no son una banda de sectarios que siguen ciegamente a su líder, sino sujetos racionales que piensan que “la amenaza terrorista es una situación en donde no pueden establecerse las distinciones éticas entre bueno y malo ni las legales entre legal e ilegal.” Sin duda, un grupo de uribistas comparte este argumento, pero a partir de una, dos o varias personas no es posible sostener que así sucede con todos y todas. Basta relacionarnos con nuestro entorno más cercano para saber que existen uribistas que también sienten una devoción irracional por el caudillo, otros que han sido convencidos por años de propaganda e información redundante y muchos que tienen una confianza ciega en el expresidente y consideran a sus críticos como enemigos acérrimos. La política colombiana no se reduce a los sujetos racionales. La campaña de Zuluaga así lo comprendió. Por eso destinó millones de pesos para promover una publicidad fugaz, mediante la cual intentó desvirtuar con patrañas la autenticidad del video sobre el hacker. 
La racionalidad que Andrés Felipe les reconoce a los uribistas en su texto, se las niega a los abstencionistas y a los partidarios del voto en blanco. En el artículo, y en los comentarios que inspira, esta última opción parece ser una alternativa superficial, dogmática o egoísta, frente a la única decisión racional de votar por Santos para salvar a una generación de la “victoria definitiva de la derecha”. Superficialidad, dogmatismo y egoísmo puede haber en cualquier posición política e incluso, con frecuencia, podemos caer en los tres errores al tiempo cuando reflexionamos sobre la política; pero descalificar con tales adjetivos a quienes en la izquierda no quieren votar por Santos, contradice la afirmación que se hace sobre el uribismo y desconoce la posibilidad de que detrás de la opción abstencionista o del voto en blanco exista una mezcla de sentimientos, memoria común y razón que tiene fundamentos en la historia política colombiana. 
Los abstencionistas no son simples borregos resignados a su suerte. Muchos de ellos y ellas actúan en función de una memoria derivada de la experiencia, transmitida a veces de generación en generación, y en virtud de la cual las elecciones, con contadas excepciones, son una práctica de las élites intelectuales o burocráticas, de derecha, centro o izquierda, que buscan el voto de los electores para ejercer el poder en su beneficio propio. Son muy pocos los ejemplos recientes que desmienten esa memoria, sobre la cual se fundamenta una racionalidad práctica con la que podemos no estar de acuerdo, pero no ignorarla o menospreciarla. 
Los partidarios del voto en blanco tampoco son meros sujetos irracionales sumidos en sus creencias dogmáticas: ligeras y vanidosas. No es la primera vez en la historia del país que la izquierda se ve obligada a tomar una decisión pragmática. En el pasado los argumentos han sido algo más que irracionales. Andrés Felipe sostiene que apoyar a Santos no significa votar por la paz santista, sino por un escenario donde están en juego diferentes concepciones sobre la paz o al menos una de derecha y otra de izquierda. Estoy de acuerdo con él. En estos momentos estamos frente a la disyuntiva entre un escenario de paz y uno de guerra. No obstante, la opción que tomemos pasa por la elección de un Presidente que puede ayudar a mantener abierto ese escenario o cerrarlo definitivamente, como sería el caso de Zuluaga. ¿Santos es realmente el candidato que puede mantener el escenario abierto, incluso ante una oposición uribista agresiva en el Senado de la República? ¿La historia personal de Santos y de sus compañeros políticos permite inferir que no va terminar cediendo a las pretensiones de Uribe y condenándonos por los menos a ocho años más de derecha guerrerista? ¿Cuál sería la suerte de una izquierda que vote por Santos cuando se diga de cara al país que el Presidente lo intentó todo, que incluso se jugó su capital político por la paz y que otros, desde luego con la complicidad de los movimientos legales, echaron al traste esa oportunidad única e histórica? ¿No fue lo que sucedió con Pastrana a quién después sucedió Uribe? ¿Con la reelección Santos no quedan legitimados, él y sus copartidarios, para imponer su concepción sobre la paz? También podríamos profundizar las críticas que en este mismo medio se han expresado en contra de las propuestas sociales y económicas de su campaña. ¿Estos interrogantes y dudas, u otros similares, son irracionales o no tienen fundamento en nuestra historia reciente y en la más lejana? ¿El voto por Santos no podría significar también la “victoria definitiva de la derecha”, con la anuencia de la izquierda? 
Pero la otra alternativa es Zuluaga. Existen mínimas posibilidades de que el voto en blanco gane o que hubiera ganado en la primer vuelta. Todavía no parecen dadas las condiciones para que la mayoría de los electores se manifiesten en esa dirección. La opción uribista, como lo dice Andrés Felipe y como lo sostuvimos en un texto anterior, implica la extensión de la guerra sucia a todas las esferas de la vida social. Dentro de ella, la izquierda y el movimiento popular están condenados a resistir y sobrevivir. En tal medida, el voto por Santos, en contra de lo que dice Andrés Felipe, sería por un mal menor que permitiría al menos tener la esperanza de mantener abierto en el país un escenario de paz. Además, recogiendo los argumentos de un profesor de la Universidad Nacional, el liberalismo político santista favorece otro escenario, también vinculado con la paz, donde las discriminaciones de todo tipo pueden ser controvertidas y contrarrestadas. Bajo su mandato no quedamos condenados a vivir sometidos a las creencias ultramontanas que han orientado la última Procuraduría y que tienen tantas afinidades ideológicas con el uribismo puro. La elección de Santos no le garantiza nada a la izquierda e implica la continuidad de la política económica y social que está devastando al país. La de Zuluaga le garantiza cuatro años en la misma tónica y con todos los horrores de la seguridad democrática. No es fácil votar con asco, como dice el poeta, pero va a tocar hacerlo. 
Los argumentos de Andrés Felipe Parra -dejando a un lado sus descalificaciones-, las conversaciones de estos días y el sentimiento de muchas personas cercanas, quienes no quieren que se muera la posibilidad de construir una paz con justicia social en el país, sin que hagamos un último intento por salvarla, me llevan a replantear mi posición de votar en blanco y a acoger la propuesta de Andrés Felipe. Desde luego, sigo abierto a escuchar y leer en estas tres semanas otros argumentos y a tener otras sensaciones para tomar mi decisión final. No obstante, coincido con el comentario de Anónima, el voto de la izquierda no es suficiente para evitar el retorno del uribismo puro a la Presidencia de la República. Son necesarios los votos de los abstencionistas, de quienes sufragaron en blanco en la primera vuelta, de los verdes y los conservadores antibelicistas. Lograr que las personas renuentes a apoyar a Santos cambien su decisión implica comprender las razones, sentimientos, memorias y temores que le impiden hacerlo. Bajo el supuesto de que muchas de ellos y ellas no quieren que continúe la guerra degradada que hemos estado viviendo en Colombia, muy poco sirve estigmatizarlos desde una supuesta racionalidad política verdadera. Quizás esta pretensión a la verdad definitiva e invariable en materia política es un rezago que nos impide pensar libremente y que, colectivamente y mediante el diálogo, debemos superar de una vez por todas en Colombia. 

COMENTARIOS (10)

DULCE AVE NEGRA
27 Mayo 2014 a las 23:46 | #
Me parece que Múnera mató el tigre y se asustó con el cuero. Todas las preguntas que hace las interpreto como preguntas retóricas porque es obvio y para cualquier persona medianamente racional con alguna inclinación a la izquierda es obvio que tienen una respuesta afirmativa. Si en lugar de plantearlas como preguntas las hubiese planteado como argumentos, por lógica tendría que llegar a la conclusión de que no vale la pena votar por Santos. Un poco decepcionante esos cambios de opinión sin mayores fundamentos.
ANGELLO M
28 Mayo 2014 a las 05:44 | #
Como él mismo lo dijo en una clase: "coitus interruptus" cuando llega a la mejor parte salta violentamente a otra posición. Sería sumamente interesante que alguien intente darle respuesta a esas preguntas que Múnera deja abiertas.
GORKI
28 Mayo 2014 a las 00:20 | #
Entonces, según Múnera, los "anarquistas" colombianos estan mandando a votar por Santos? Las vueltas que da la vida!
CATALINA
28 Mayo 2014 a las 00:34 | #
Y acaso hay alguien que confiando en la posibilidad de un mundo mejor, no esté asustado en este momento con la presente posibilidad de decisión electoral? Santos o Zuluaga definitivamente representan lo que muchos -aunque no suficientes- aborrecemos y es un modelo salvaje de expropiación, desplazamiento forzado, de guerra sucia, de explotación generalizada, de paramilitarismo. Nuestro miedo tiene fundamento -claro está que el miedo nunca nos desmovilizará de la militancia por la vida, por la transformación-, la muerte que se ha sembrado a nuestro alrededor por 8 años descaradamente y por 4 años más un tanto disimulado, la pobreza que se ha intentado invisibilizar a través de cifras vergonzosas y mentirosas hacen que hoy -personalmente- deba apostar por regalar mi voto a un intento de llegar a consolidar acuerdos políticos y sociales en una mesa de negociación con las guerrillas, mi voto -aunque con desconfianza profunda y hasta dolor- será por Santos, quizá en algún momento de este proceso sea el pueblo quien realmente determine los cambios que necesitamos a través de una constituyente o consulta popular; algo que sin duda nunca conoceremos en caso de que sea Zuluaga quien llegue a la presidencia. Aquí no hay posibilidad para juzgar a quienes deciden abstenerse pues tienen toda la argumentación necesaria para hacerlo, sin embargo quienes decidimos votar para ejercer un contrapeso necesario a la guerra y obra paramilitar- legitimada y legalizada- entonces también tenemos argumentos por lo cual en este panorama no podemos dividirnos más frente a esa decisión al contrario, creo que de una u otra manera todos estamos intentando visibilizar el sentimiento de rechazo a este panorama de guerra total, el debate está abierto y tenemos absoluta libertad de tomar y/o cambiar postura en este proceso. Gracias por movilizar el pensamiento
JORGE
28 Mayo 2014 a las 00:41 | #
Actuar con consecuencia, es el eje ordenador de nuestras decisiones, esto se cumple siempre y cuando, su toma, su decisión, queden exclusivamente en nuestras manos, y no dependan de alguien más, y por supuesto que habría que votar en blanco, aun cuando los defensores del establecimiento ya hayan salido ha decir que una eventual victoria del voto en blanco no tendría efectos jurídicos, por supuesto que no los tendría bajo el marco legal vigente, pero ¿dónde estaba el artículo de ley que "si aceptaba la séptima papeleta como expresión del cambio constitucional"? Ahora, lo que sucede es que como el resultado final, la victoria del voto en blanco, no se puede garantizar: básicamente porque no tiene promotores a lo zuluaga ó santos (lideres reconocidos que salgan a promoverlo), entonces sería muy riesgoso aventurarse a dejar el resultado en manos del destino colectivo, así que tocará taparse la nariz y marcar al candidato que nunca ha sido candidato, sino que gano por interpuesta persona.
FCHJ
28 Mayo 2014 a las 03:51 | #
He leído tu postura, muy clara por cierto. Yo por mi parte no puedo dejar de pensar que caemos a nivel de izquierda en la idea de pedirle peras al olmo y señalar lo que es Santos, no es necesario en ese contexto de pensamiento crítico. Santos y Uribe son en definitiva representantes del fascismo de derecha, uno convencional y eventualmente criminal y otro abiertamente exterminador. En ese sentido, me compadezco de la ignorancia social que los puso a disputarse el poder, la compadezco por ser la primera víctima de la alienación que nos tiene hechos una masa, un verdugo de sí misma. Inicialmente pensé en abstenerme de votar en segunda vuelta y pese a que voté por Clara en primera sabía cómo todo el mundo quienes se disputarían la presidencia, y finalmente reconozco que a la izquierda le debe saber a mierda pensar en la sola idea de votar por Santos ahora, con toda la razón, sentirse como la tabla de salvación de la derecha. Yo tengo una lectura diferente acaso esté equivocado, pero no dejo de ver un panorama sombrío que no puedo ignorar, santos tiene afán de Gloria y de pasar a la historia como el "pacificador" y así lavar los pecados de las élites ante la comunidad internacional, un hecho que se cristalizó en herida para la ultra derecha y que ha tenido unos pre-acuerdos sin precedentes en los procesos de negociación con las FARC, por eso haciendo un corte hasta hoy, creo que mi voto será pragmático, me aterra ver resurgir el paramilitarismo. Es una lectura de seguro irritante para la gente de la izquierda y creo que tienen derecho a no votar o hacerlo en blanco, pero si un análisis objetivo sobre las proyecciones en materia de violación a derechos humanos y la posibilidad de perpetuación de la impunidad paramilitar, sugiere que los diálogos de la habana deben continuar, sería coherente hacerse a un lado?
ANDRÉS TAFUR
28 Mayo 2014 a las 04:37 | #
Es una situación muy difícil, parece "clichesudo" decirlo: pero son tiempos interesantes. Yo también iba a votar en blanco. Avizorando el panorama, renegué mil veces de la posibilidad de votar por Santos. Sin embargo, en la discusión con otros, he reconocido que las implicaciones prácticas del regreso del uribismo a la presidencia son muy desfavorables para cualquier posibilidad, no de la izquierda institucional en el Polo o la que queda en la Alianza Verde, que incluso podría hacerse de nuevo con la alcaldía de Bogotá; sino para el movimiento social y popular, que es donde a mi juicio anida la posibilidad de cambios sustanciales. Descontando los argumentos de Andrés Felipe y del profesor Múnera a favor del "voto ingrato" por Santos, los cuales acepto, también creo que en el plano internacional, un gobierno de Zuluaga sería nefasto para Venezuela. No creo que tenga que explicar por qué, la demagógica "categoría" es un abrebocas a lo que vendría. Votaré por la posibilidad de una salida negociada al conflicto político militar colombiano, porque de la buena salud del proceso y del éxito de su conclusión, puede originarse una ruptura al tiempo histórico-oficial y una oportunidad para que hagamos política, que es lo que el conflicto hace mucho tiempo no nos permite hacer. Por eso son tiempos interesantes. Saludos.
ANDRÉS TAFUR
28 Mayo 2014 a las 04:39 | #
La "categoría" a la que me refiero, por supuesto con hondo sarcasmo, es al mentado "castrochavismo"... no sé por qué no apareció.
ESTEBAN ÁLVAREZ
28 Mayo 2014 a las 06:40 | #
Como siempre, a Leopoldo le queda algo de anarquista, le duele que a los “abstencionistas” nos violenten de una manera tan grosera, que nos traten peor que a los uribistas (desde los diferentes lugares del espectro político que de alguna manera cree en la vía electoral). Sin embargo resulta deprimente que cada vez que su espíritu libertario intenta salir a flote le gana la pesadez, y no juego aquí con su gordura, la cual me parece muy atractiva, de hecho haré una confesión: esos rollos me encantan, aunque su efecto político performativo sea a veces el de generar temor reverencial, como otrora sucedía con la larga barba de los sabios anarquistas y comunistas, igual no es eso lo que me atrae, palabras más palabras menos simplemente me arrecha, y bueno, las posiciones de poder son una puerta al sexo, que muchos “ilustres docentes” de la Nacho han decidido usar… En fin, aquello de la pesadez lo digo en un sentido nietzscheano que él conoce. No divagaré más porque sospecho que él o muchxs lectorxs dejarán de tomarme en serio, como toman en serio a Zuluaga y se mean en el “abstencionismo”. Estimado profesor Leopoldo, sólo quisiera que recordara una de las enseñanzas que me dejó en Teorías del Poder, cuando pasamos gratamente por Spinoza: “a las multitudes serviles, sometidas, las mueve el miedo y la tristeza, a las libres las moviliza la alegría”… No apoyar a santos no implica dejar ganar a Zuluaga, si Zuluaga gana es gracias a aquellos que lo apoyan y que lo manifiestan con su voto y/o sus prácticas diarias. Los anarquistas al no votar no habremos dejado ganar a Zuluaga, ni a su proyecto, a quien no oponemos un tarjetón sino nuestra entera existencia. No obstante, la izquierda “pragmática” al votar sí habrá apoyado a Santos, habrá cedido al miedo, y habrá sobrevalorado el potencial de depositar un papel en una urna. Que el proyecto guerrerista no nos lo achaquen a los anarquistas, sino a quienes se mueven por el miedo y a quienes se identifican con dicho horizontes. Besos viejo ácrata… espero haber tocado tu corazoncito, como lo hizo conmigo una de las madres de Soacha que me dijo recientemente: “si de usté piensa que Santos es mejor que Zuluaga no hablemos de política, dígaselo a alguien a quien ese señor no le haya matado un hijo”.
ZEROZEN LEUCH
28 Mayo 2014 a las 09:27 | #
¿El voto en blanco una tercera Opción? 

A todos aquellos que critican el voto en blanco e iban a votar por Clara, Peñalosa o Martha: ¿serán coherentes con sus perspectivas y orientaciones políticas, o caerán en la dinámica del voto útil, de votar por el menos peor? cuando ni Santos ni Zuluaga son alternativas de cambio. Si van a votar por Santos no vengan a decir acá que quienes votamos en blanco somos quienes más ayudamos a Uribe o Santos, pues nosotros si somos coherentes "no votaré por alguien a quien no quiero presidente y lo expresaré en urnas" "no venderé mis principios por un deseo vacío de victoria" "no venderé mi voto a la promesa de elegir al segundo menos peor, pues para Colombia solo quiero lo mejor". La anterior una de las frases provocadoras que me comentaba un promotor del voto en blanco, la cual quise traer aquí pues por medio del presente escrito quisiera dar una tercia, tomar parte y dar mi posición, en el debate suscitado a raíz de los artículos: “¿Debe la Izquierda Colombiana Votar Por Juan Manuel Santos? y ¿Son los abstencionistas y los partidarios del voto en blanco simplemente superficiales, dogmáticos y egoístas?, artículos de Andrés Felipe Parra y Leopoldo Múnera, respectivamente. 

La actualidad colombiana se encuentra en un momento en que como bien lo han argumentado Andrés Felipe, estamos en un cuello de botella en el que solo hay dos [aparentes] situaciones: una, la del proceso de paz y el acumulado que poco a poco ha venido construyendo la izquierda para afrontarlo y enfrentar a Santos y su idea de la paz, derrotándolo a través de las urnas, la movilización social y si es el caso, una asamblea nacional constituyente. Otra, la del fin del proceso de paz y el ascenso de un proyecto uribista envalentonado que haría de la solución militar un punto de no retorno.

Observando este último como el punto crucial del debate se exige la elección entre opuestos radicales, la paz o la guerra, la vida o la muerte, la decisión entre mantener una coherencia ideológica y no pisotear la propia memoria ante los agravios a la sociedad cometidos por Santos y votar en blanco, o anteponer el beneficio colectivo, y elegir la menos peor de las opciones, “votar con asco”, votar por Santos. 

Es claro que como debate sigue llamando la atención está contraposición de ideas sin embargo va perdiendo profundidad porque es evidente que la vida es mejor que la muerte, que la paz es lo que “toca”, lo que se “debe” y que el voto en blanco es un egoísmo o utopía. Con tal fuerza el debate se inclina a votar con asco y votar por Santos que el profesor Leopoldo públicamente desistió de su elección inicial que era votar en blanco como lo afirmaba antes de las elecciones en el artículo “Campañas sucias y pragmatismo político”.

Es en razón a lo anterior y a que desde diversos sectores se tiende a generalizar tanto a quienes votan por Zuluaga, como a quienes votan por Santos, igualmente a quienes piensan votar en blanco o abstenerse con el adicional de un desprecio y subvaloración. He decidido estar en contacto con diversos promotores del voto en blanco y escuchar sus posiciones para rescatarlas aquí. 

Contrario a como se piensa habitualmente entre quienes votan en blanco no prima la pereza y la falta de actitudes democráticas, al contrario se trata de un proyecto social y político en el que se busca devolver al voto en blanco el carácter que inicialmente se había pensado que de acuerdo con la sentencia C-490 de 2011 de la Corte Constitucional, que declaró la exequibilidad de la Ley 1475 (Reforma Política), el voto en blanco es “una expresión política de disentimiento, abstención o inconformidad, con efectos políticos” y agrega que “el voto en blanco constituye una valiosa expresión del disenso a través del cual se promueve la protección de la libertad del elector. Como consecuencia de este reconocimiento la Constitución le adscribe una incidencia decisiva en procesos electorales orientados a proveer cargos unipersonales y de corporaciones públicas de elección popular”. Además El voto en blanco es una posición política para demostrar el inconformismo que se tiene hacia los candidatos que se han presentado a elección, es una herramienta válida dotada de capacidad jurídica a diferencia de los votos nulos o la abstinencia.

Se trata de devolver para la sociedad colombiana al voto en blanco como una alternativa en una democracia, una alternativa que curiosamente en un país con una democracia deforme por el personalismo político resulta más pertinente pues obliga a cambiar de nombres.

Lo que se ha visto es que a cuentas claras el voto en blanco como opción democrática ha sido más deslegitimado y vilipendiado que la izquierda colombiana, pues: 1. ni siquiera para muchos es considerado el voto en blanco una opción democrática. 2. Para el voto en blanco no hay doliente, no hay garantías, no hay medios., 3. Si en los imaginarios de la sociedad se tacha en ocasiones a las alternativas de izquierda de inviables a las propuestas del voto en blanco aún más pues 4. De hecho desde los mismos sectores “alternativos” se ataca al voto en blanco. Mejor diría desde todos los sectores excepto desde quienes votan en blanco se subvalora y asignan prejuicios odiosos. 

Quienes promueven el voto en blanco reconocen que a Colombia le falta más independencia a la hora de votar, en parte una victoria del voto en blanco podría ayudar, pues la parte educativa del voto en blanco no es para los políticos es para la ciudadanía que siempre hace uso del voto útil y estratégico (realmente inútil), que siempre quiere estar del bando ganador antes de pensar en la democracia. Efectivamente a los políticos les vale lo mismo, a mí me interesa rescatar al voto en blanco como opción para la ciudadanía. En primera vuelta siempre fueron 6 opciones pero solo nos detuvimos en 5. Ahora en segunda vuelta son 3 opciones y nos centraremos en 2, tesis del registrador y medio país [por ahora].

Otro problema es que todo ahora se piensa a corto plazo, necesitamos demostrarle a todo el mundo que el voto en blanco también es una opción que tanto la oligarquía como los políticos tradicionales temerían que un pueblo vote programáticamente, no matemáticamente. La abstención es tan alta tanto porque no se le da oportunidades a sectores alternativos como las izquierdas y demás, como porque tenemos una sociedad en la que al voto en blanco una opción democrática se le trata como si fuera solo un adorno o instrumento de otros. Cuando la tesis del voto en blanco es simple y clara: si no te gusta ningún candidato das voto en blanco.

Realmente el problema de las miradas a corto plazo y largo plazo en política son fuente de las mayores contradicciones y paradojas en las que nos encontramos, quienes votan por Santos hacen una mirada de largo plazo en retrospectiva, dan cuenta de lo difícil que ha sido la historia de Colombia y su conflicto interno, por ende ven en el proceso de paz actual una posibilidad de un cambio importante. Para quienes votamos en blanco hay una mirada de largo plazo a futuro en donde por supuesto reconocemos lo importante del proceso de paz, pero evidenciamos como a costa de la paz firmada con Santos (pudiendo ser con otra persona) gran parte del futuro socio económico del país se verá afectada. La economía campesina, la dependencia económica y la cuestión ambiental por poner algunos ejemplos, son procesos que se han ido configurando no solo desde el gobierno Santos sino desde antes, pero impulsada por este, lo que ocurrirá en una mirada de largo plazo es que lo que creíamos grandes cambios, se convirtieron en alternativas sistémicas para seguir igual y peor. Por elegir entre peores hemos conseguido un “second best” que nada tiene de “best”, vivimos en un país en que es viable políticamente la pobreza, la guerra, la desigualdad, la falta de oportunidades, la persecución a la oposición. Si seguimos eligiendo, observando un corto plazo del futuro, seguiremos profundizando un modelo que tiene y tendrá raíces más profundas que el propio conflicto colombiano. 

Reconozco que la lucha contra la mirada cortoplacista somos nosotros mismos y nuestra propia forma de pensar, hemos permitido que la democracia se convierta en un espacio para la secesión del accionar político, debemos lograr que las calles y las urnas logren una mayor coherencia, el inconformismo debe estar en las urnas así como en las calles. Hemos permitido que las urnas sean una cosa desde arriba y las pensamos dejar así, por eso es que las calles se llenan y las abstención hace presencia. Porque no utilizamos todos los espacios de lucha. En las calles también se construye de ahí que la defensa del proceso de paz no se da solo en las urnas.

Hasta el momento he procurado hacer una descripción de las posiciones y formas de argumentar el voto en blanco desde nuestras lides, desde quienes pensamos en el voto en blanco como una tercera alternativa. Sin embargo miento si digo que a mí también como al profesor Múnera no me ha causado malestar saber que cada paso que dé para impulsar al voto en blanco pone un pie más en la Casa de Nariño al líder guerrerista Oscar Iván Zuluaga. 

Antes de exponer mi decisión final ante las elecciones de segunda vuelta, quisiera hacer algunos comentarios sobre porque muchos compañeros afines al voto en blanco seguimos en esta lucha, a pesar de lo difícil y utópico que se ha tornado salir vencedores. Lo primero sería desmentir la ya muy divulgada frase del registrador “aunque el voto en blanco se contabiliza en la segunda vuelta, no tiene efectos jurídicos sobre ella[1]”. Esta frase no debe tomarse como definitiva pues es bien sabido que lo jurídico y lo político se impregnan en demasía más cuando se trata de favorecer la voluntad del constituyente primario y en un caso en el que de darse una victoria del voto en blanco todo dependería de elementos interpretativos, pues las normas no son claras de suceder este fenómeno. De esta manera la utopía jurídicamente no está cerrada, cabe un espacio de interpretación jurídica que cuestionaría a la misma constitución y evidenciaría un vacío o probables tensiones al respecto. 

Por otro lado, se dice que procesos como el voto en blanco le cuestan mucho al país, sin embargo permitir para el país la continuidad de un gobierno que profundiza un modelo extractivista, y desigual ¿Cuánto nos costará?

Cabe recordar que el voto en blanco no es una cuestión de izquierdas y derechas, pues realmente lo que se pretende con polarizar al elector entre una u otra tendencia es establecer unos marcos y parámetros a la decisión. En el caso del voto en blanco tales parámetros no existen pues quien vota en blanco simplemente ha identificado que ningún candidato corresponde a lo que para el país se desea, puede votar en blanco conservadores, petristas, peñalosistas, etc., sin necesidad de ningún acuerdo colectivo. 

Es evidente que pensar en una victoria del voto en blanco hoy día es una utopía, pero una pseudo utopía pues existe una alejadísima e importante alternativa. Se requeriría una difusión y expansión de la idea del voto en blanco, una unidad social, acuerdos con los más diversos sectores que dicen #NiSantosNiZuluaga con las personas que no tienen representación, se requería una real unidad de las izquierdas, sí esa que no la hay hace tiempos. Si se logra lo imposible el voto en blanco será una alternativa, pero debe ser una opción clara, sino la única cosa que pasará será que llegará Zuluaga y nuestras pesadillas.

Repito, mi interés es rescatar para Colombia el voto en blanco como una opción para la democracia, una opción real, no un adorno, un instrumento que utilice la sociedad para evitar que cuando las maquinarias están en el tarjetón ya no nos queda más que elegir entre ellos, una expresión que sea una real alternativa en la que abandonemos el “second best” el voto matemático y calculador por un voto programático. Este proyecto político que me propongo esta en sí mismo marcado por una doble paradoja, por un lado es el momento en el que en la sociedad hay más inconformismo acumulado si hacemos esta lectura del nivel de abstencionismo y el reciente record del voto en blanco y por el otro lado, que el riesgo de que un intento afanado y fallido por el voto en blanco catapulte a Zuluaga como el vencedor y a Colombia entera como la gran prisionera.

Sí con todo lo que he dicho no he logrado responder a la paradoja vida o muerte, guerra o paz, Santos o Zuluaga. Pero si traigo aquí mi decisión personal, dedicaré mis esfuerzos a crear el imposible a articular a la sociedad en torno a la idea del voto en blanco, no será una lucha ciega será consciente en el sentido de que me daré un plazo de diez días, diez días para cambiar el espectro político, convertir al voto en blanco en la mayor o segunda alternativa a boca de urnas, buscar apoyos en las izquierdas coherentes, y en las incoherentes, buscar apoyo del abstencionista, buscar apoyo del conservador que no sea santista ni uribista, de los verdes. Sé que este camino tiene más barreras que posibilidades, pero ¿de qué otro modo es una revolución?

Reitero, mi decisión es consciente tomaré diez días (desde el 29 de mayo) como plazo, si no logramos impulsar al voto en blanco como alternativa haré lo mismo que Leopoldo replantearé mi posición y votaré con mucho asco por Santos. Sirva esto como mensaje a los Leopoldos que van cediendo (con razón y corazón) a votar por Santos, la propuesta es clara apoyen a este resurgir de la inconformidad social activa en las urnas al menos en una parcialidad del tiempo que queda de aquí a las elecciones, pero no demos por cerrada una revolución que podría tener más fuerza de la que pensamos.

Atentamente, Zerozen Leuch desde las montañas de Bogotá.

 (Aunque quisiera se publicara para explicitar el debate no puedo porque no soy miembro de la página espero sea observado)



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