Gaza: Los nietos están haciendo lo mismo que les hicieron los nazis
01-08-2014
En el campo de las ciencias
psicológicas existe un principio que dice: "ahora se repite
activamente lo que antes se padeció pasivamente". En términos
epistemológicos las transpolaciones no siempre son recomendables; a veces,
incluso, pueden producir monstruos teóricos. Las realidades sociales no pueden
explicarse en virtud de conceptos válidos para el ámbito individual. La
psicología social, sin embargo, es uno de esos campos donde lo micro puede
revelar el universo macro.
El
pueblo judío ha sido, desde el legendario éxodo bíblico, un colectivo marcado
por la exclusión, la persecución, el escarnio. Proceso milenario que concluye
con el Holocausto a manos de la locura nazi, donde murieron seis millones de
sus miembros, es decir, alrededor de una tercera parte de su población mundial
en ese entonces. Sin ningún lugar a dudas, su historia como pueblo ha sido una
de las más sufridas en la humanidad.
Hoy
día el Estado de Israel lleva a cabo una política de terrorismo y agresión
pavorosa; nada, absolutamente nada lo puede justificar, y las tropelías que
comete contra el pueblo palestino son tan atroces como las que sufrieran los
judíos en los campos de exterminio de Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué ha pasado ahí? ¿Cómo puede explicarse esta mutación tan asombrosa en tan
poco tiempo? ¿Es cierto que se repite activamente lo que se padeció
pasivamente? "Los árabes", ha expresado el
ultraderechista actual mandatario israelí Ariel Sharon,"sólo entienden
la fuerza, y ahora que tenemos poder los trataremos como se merecen"; "y
como solíamos ser tratados", agregó con mucha perspicacia el
politólogo palestino-estadounidense Edward Said.
El
Premio Nobel José Saramago dijo en algún momento que "Israel está
haciendo perder el capital de compasión, de admiración y de respeto que el
pueblo judío merecía por los sufrimientos por los que pasó. Ya no son dignos de
ese capital". Afirmación fuerte, excesiva quizá. No se puede decir que
"el pueblo judío" está llevando adelante esta política (política de
Estado que pretende consolidar una ocupación permanente sobre los territorios
palestinos que Israel ilegítimamente anexionó con violencia en 1967 y que, pese
a una enorme cantidad de resoluciones de Naciones Unidas, se niega a abandonar.
Política que se ha profundizado con los programas de asentamientos de colonos
israelitas en el territorio ocupado, con la construcción de un muro para
asfixiar la viabilidad futura de Palestina y, finalmente, con la sistemática
comisión de asesinatos selectivos a los que cada vez nos tiene más
acostumbrados, donde campea exultante la más odiosa impunidad). Es el elenco
gobernante el responsable de todo esto. Y se podría agregar que lo es, en el
marco de una connivencia del imperialismo estadounidense, que hace de Israel su
punta de lanza en Medio Oriente. También hay voces judías que piden terminar
con esta locura militarista, con la política anexionista, sectores que buscan
una paz genuina.
Una
visión tendenciosamente simplificada –y maniquea– de la situación de esta
región del planeta pretende hacer ver la lucha entre judíos y árabes como
consustancial a la historia. Pero en verdad este conflicto no es religioso, ni
tampoco racial, por cuanto los palestinos son tan semitas como los judíos y
durante siglos han convivido en paz. Es un conflicto de proyectos
estratégico-militares, internacional y territorial, con grandes intereses
económicos de por medio, y que se anuda con vericuetos psicosociales muy
complejos donde no está ausente algún mecanismo por el que las históricas
víctimas juegan ahora el papel de victimarios (¿su venganza como pueblo?)
Desde
su nacimiento como estado independiente el 14 de mayo de 1948, la historia de
Israel no ha sido sencilla. En realidad, si bien amparándose en el deseo
histórico de un pueblo paria de tener su propio territorio, surge más que nada
como estrategia geoimperial de las grandes potencias occidentales, Gran Bretaña
y Francia entre las principales, con los intereses petroleros como trasfondo.
La vergüenza, la admiración y el respeto que hizo sentir el Holocausto de seis
millones de judíos, preparó las condiciones para que ese nacimiento pudiera
tener lugar. Una "compensación histórica", podría decirse.
En
un primer momento Israel no jugó el papel que actualmente se le conoce; por el
contrario, trató de mantener una política de neutralidad entre los bloques de
poder. Pero ello duró poco; para comienzos de los 50 comienza a alinearse con
una de las potencias que libraban la Guerra Fría: los Estados Unidos, y la
doctrina de la neutralidad es desechada. En 1951 el premier israelí David Ben
Gurión propuso secretamente enviar tropas de su país a Corea del Sur como ayuda
a la guerra librada por Washington contra la pro soviética Corea del Norte.
Pero durante la década de 1950 Estados Unidos no estaba interesado en fomentar
la inestabilidad del Medio Oriente, cuyas principales zonas de interés
coincidían con los intereses inmediatos del mayor grupo petrolero
norteamericano en el Golfo Pérsico y en la Península Arábiga. Por eso en esa
época los aliados estratégicos del militarismo israelí fueron Francia y Gran
Bretaña.
Luego
de la Guerra del Sinaí de 1956 la situación regional empezó a preocupar a la
administración de Washington, con Eisenhower a la cabeza. Para ese entonces
comienzan a caer los regímenes monárquicos apoyados por Gran Bretaña, y en su
lugar se da el ascenso de proyectos militares antioccidentales que acudieron a
la ayuda militar soviética. Kennedy fue el primer presidente estadounidense que
le vendió armas a Israel, y a partir de 1963 comenzó a forjarse una alianza no
oficial entre el Pentágono y los altos mandos del ejército israelí. Esta
supeditación de los intereses nacionales a la lógica del enfrentamiento entre
las por ese entonces dos superpotencias globales por zonas de influencia y
control en el Medio Oriente no sólo reprodujo la lógica del conflicto
árabe-israelí, sino que echa mano –sin saberlo seguramente– de esa trágica
historia del paso de víctima a victimario: " ahora que tenemos
poder los trataremos como se merecen" . Si se quiere –la
psicología lo dice y la historia lo confirma–, es muy fácil encontrar enemigos
y fantasmas a la vuelta de la esquina (¿nuestra trágica condición humana?)
Desde
ese momento el joven Estado de Israel pasa a ser la vanguardia estadounidense
en esa convulsa región, importantísima para los intereses estratégicos del Tío
Sam (reserva petrolera y zona de contención de su archirival, la Unión
Soviética).
Para
inicios de los 70 Estados Unidos ya había alcanzado su techo de producción
petrolera doméstica, por lo que las reservas de Medio Oriente pasan a ser, cada
vez con mayor empeño, de importancia vital para su proyecto hegemónico. En esa
lógica –lamentable para los judíos, importante para la estrategia expansionista
israelí, que no es lo mismo– Tel Aviv entrará a desempeñar un papel decisivo en
la lógica estadounidense. Tanto, que comienza a ser –y lo sigue siendo hasta la
fecha– su "niño mimado".
No
es ninguna novedad que Israel vive, en muy buena medida, de la
"cooperación" estadounidense: 3 mil millones de dólares al año (el 17
% de la ayuda externa mundial entregada por Washington). Por un complejo
anudamiento de intereses, el lobby hebreo de la super potencia –con un gran poder
de cabildeo, sin lugar ha dudas– ha conseguido que tanto la administración
federal como importantes sectores de la iniciativa privada, destinen ingentes
recursos al país mediterráneo. La inversión, por supuesto, no es gratuita.
Israel, más allá de sectores pacifistas de los que también hay, como estado
nacional cumple a la perfección su mandato, no muy oculto por cierto, de
defender intereses extraregionales: es el gendarme armado hasta los dientes que
la geoestrategia estadounidense destina a la región.
Esta
operación militar-policial en gran escala que las fuerzas israelíes efectúan
con la más campante impunidad no tiene por objeto –como pomposamente se
declara– impedir atentados terroristas (de hecho, de ser ése su objetivo, ha
fracasado estrepitosamente), sino aniquilar la militancia palestina –"todos los
palestinos son sospechosos de terrorismo" – como paso necesario
para disciplinar a este pueblo, al que se pretende seguir ocupando y
controlando, y a toda la región en definitiva. En otros términos: sirve como mensaje.
La
inestabilidad, los conflictos y las guerras periódicas son el medio funcional
para el florecimiento de los negocios de las corporaciones de la industria de
armamentos y de las grandes empresas petroleras.
Lo
trágico en este anudamiento de intereses complejo es el papel al que se destina
a un pueblo tan sufrido como el judío. Por supuesto que la generalización a que
nos invita Saramago puede ser peligrosa: no todos los judíos son Ariel
Sharon. Pero no hay dudas que los preceptos de la psicología obligan a
seguir la reflexión: dadas las circunstancias todos podemos pasar del Dr.
Jekill a Mr. Hyde. El Estado de Israel nos lo recuerda patéticamente.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=187985
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