Lunes,
01 de septiembre de 2014 | 4:30 am
Jorge Bruce
Cuando
el inconsciente habla, a expensas del hablante embriagado con la ilusión del
control absoluto de sus palabras, dice cosas inconvenientes para el susodicho.
Eso fue precisamente lo que le ocurrió al candidato a la alcaldía de Lima, Luis
Castañeda. Forzado por unas encuestas cuyo ascensor había cambiado
ostensiblemente de arriba hacia abajo, y unas acusaciones cada vez más
amenazantes (en particular la seria investigación de la revista Poder) de
vínculos en su entorno gerencial más cercano con el narcotráfico, tuvo que
salir de su escondite y hablar ante los medios.
Fue
así que sus labios, habitualmente limitados a una risita cachacienta previa a
la huida, dijeron lo siguiente:
“Vincularme
a corrupción y el narcotráfico es muy difícil” (las itálicas son mías).
Obsérvese
que no dijo “es imposible” o “sería una falsedad”. Dijo que sería difícil. Si
alguien dijera algo así en mi consultorio, por ejemplo: “demostrar que tengo
una feroz rivalidad con mi hermano es muy difícil”, yo me preguntaría de
inmediato por las raíces de esa rivalidad. Sin más. Porque más que una
negación, lo que el candidato nos ofrece en bandeja es un desafío: a ver si
pueden. De paso, por supuesto, está admitiendo que esos vínculos existen.
A
continuación agregó que se trataba de un “refrito”. Es decir, un plato
recalentado o un periódico de ayer. Lo cual, en este contexto, significa que ya
fue investigado y no pudieron hacerle nada pese a que las evidencias eran
abrumadoras en su contra: todos los gerentes involucrados eran su gente más
allegada y, pese a ello, el Ministerio Público no halló indicios razonables de
culpabilidad. En otras palabras, lo declararon oficialmente sordo y ciego,
fuera de mudo. Lo cual sería razón suficiente para excluirlo de facto como
candidato a un cargo tan complejo como el de alcalde de Lima.
Pero
no. Y aquí entra la segunda parte de esta comunicación de inconsciente a
inconsciente. Nadie se traga el cuento. Más bien, la mayoría sabe y por eso
–algunos lo harán pese a eso– está dispuesta a votar por él. Esta es la otra
vuelta de tuerca del inconsciente de Castañeda. No solo exhibe sus reales
pulsiones y acciones. También propone un pacto de complicidad con el
electorado: yo sé que ustedes saben, ustedes saben que yo sé. Juntos nos
hacemos los locos y todos salimos ganando. Déjenme seguir con mis chanchullos
municipales, yo me hago el de la vista gorda con su informalidad. Como
recompensa les construyo escaleras amarillas y nos cepillamos juntos el
concepto, esencial para la convivencia, de la solidaridad.
Esta
propuesta cínica tiene sus límites. Debe ser cuidadosamente calibrada, porque
pueden surgir arrepentimientos y escrúpulos en quienes hoy parecen suscribirla.
Ese manejo fino de la culpa ajena debe ser administrado al milímetro, pues en
cualquier momento puede intervenir un factor institucional que la
desestabilice. En esa situación, el inconsciente del mudo podría pasar a ser el
mejor aliado de quienes pensamos que la impunidad y la informalidad asfixian a
la democracia.
Jorge Bruce es un
reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú . Ha
publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es
autor del libro " Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".
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