lunes, 1 de septiembre de 2014

UN DEBATE TRASCENDENTE: EL CONCEPTO DE CASTA


domingo, 31 de agosto de 2014

Los marxistas siempre le han asignado a la teoría un papel estelar en la actividad política. De hecho, los dos líderes políticos marxistas de mayor envergadura del siglo XX, Vladimir Ilích Ulianov y Mao Zedong, fueron dos grandes teóricos. No digamos nada de la envergadura teórica de Marx. Cosa distinta es que la teoría marxista haya tenido un desarrollo pobre respecto a los nuevos aspectos de la realidad o que sus conceptos y teoremas fundamentales hayan sido vulgarizados. De todos modos en todos los partidos de izquierda de inspiración marxista existentes en la actualidad la teoría sigue desempeñando un papel decisivo.

La formación política Podemos ha puesto en circulación el concepto de casta y todos los políticos y periodistas están haciendo uso de él sin someterlo previamente a crítica. Los marxistas no pueden compartir ese proceder por muchos adeptos que tenga. Lo cierto es que el supuesto concepto de casta no es un concepto. Se usa como adjetivo y, por tanto, se usa de acuerdo con su significado general o con una de las cuatro o cinco acepciones que tiene la palabra “casta”. A los dirigentes políticos del PP y del PSOE se les adjetiva como casta porque llevan mucho tiempo en el poder, porque cobran dietas, porque tienen asesores a su servicio, o por lo que supuestamente es su esencia fundamental: por estar separados de la gente a la que gobierna.

Como dije, y en esto hace bien Cayo Lara, la izquierda marxista no puede compartir este concepto porque justamente no es un concepto. No debe confundirse nunca el significado de una palabra con un concepto, máxime si este concepto pertenece al ámbito de las ciencias sociales e históricas. Algunos analistas de la izquierda radical han querido legitimar el uso del concepto de casta de acuerdo con la tercera acepción de la palabra “casta” promulgada por la Real Academia de la Lengua Española: “En otras sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.”. Para que esta acepción cuadre con el uso que le da Podemos, ha quedado reducido de este modo: “Grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás”. Y esto es lo que se afirma de los dirigentes del PP y del PSOE: son grupos que forman una clase especial y que han permanecido separados de la gente a la que representa. Como puede observarse, la pobreza y falta de fundamento y rigor de este contenido conceptual son manifiestos.

Dos son las grandes divisiones sociales que vive la humanidad: la división social en clases y la división social del trabajo. Y dentro de la división social del trabajo la más importante es la existente entre el trabajo intelectual y el trabajo práctico. La división social del trabajo crea diferencias, y muy importantes, pero no deben confundirse nunca con la división social en clases, división esta última que se determina de acuerdo con la relación de propiedad que mantienen las personas con los medios para la producción de la riqueza. Los políticos no constituyen una clase social, puesto que no se les puede caracterizar por mantener unas relaciones de propiedad específicas con los medios de producción. Los políticos constituyen un grupo social que se diferencia de los demás por su actividad u ocupación: hacer las leyes y gobernar. Pero toda división social del trabajo separa, no solo la existente entre políticos y ciudadanos. También los profesores universitarios son frutos de la división social del trabajo y constituyen un grupo que se diferencia de los demás por su ocupación. Constituyen además una de las manifestaciones más evidentes de la división social del trabajo en práctico y espiritual. Y en este sentido los profesores universitarios están más separados de las grandes masas sociales de lo que están los dirigentes del PP y del PSOE. Así que es un grave error teórico señalar la separación de los dirigentes del PP y del PSOE como contenido esencial del concepto de casta, puesto que esta separación se da igualmente entre los profesores universitarios y las grandes masas sociales y en mayor medida. Y es un error en su sentido más amplio porque tanto la división social de los hombres en clases como la división social del trabajo crean separación. Y la existencia de la separación entre los distintos grupos y clases sociales no convierte a las sociedades donde se dan esas divisiones sociales en sociedades de castas. Ni las sociedades esclavistas, ni la mayoría de las sociedades feudales, como tampoco las sociedades capitalistas son sociedades divididas en castas. La división social  en castas solo se dio en la India durante varios siglos hasta que la colonización británica y el desarrollo del capitalismo la convirtieron en una huella.

Todo país o nación debe ser considerado como un cuerpo orgánico compuesto de partes, con mayor o menor grado de particularización y de desarrollo. En las actuales sociedades modernas se distingue entre Estado y sociedad civil, y de hecho las propias personas en estas sociedades se distinguen como ciudadanos en tanto miembros del Estado, y en hombres en tanto miembros de la sociedad civil. Esta es la primera diferencia que encontramos en las sociedades modernas y cuya oposición más extrema la encontramos entre los políticos, en calidad de representante de los ciudadanos, y los propios ciudadanos, en calidad de representados. El movimiento 15 M gritaba “no nos representan”, refiriéndose a los partidos políticos. Y Podemos quiere representar justamente a esos sectores sociales carentes de representación. El rasgo fundamental de la distinción entre sociedad civil y Estado es que las personas, todas las personas, pertenecen a los dos ámbitos. No sucede así en el régimen de casta. Y la posibilidad justamente de obtener representación por parte de aquellos que no se sentían representados, posibilidad que se realizó mediante Podemos, demuestra de modo práctico que en España no existe un régimen de casta. Ya que el principio del régimen de casta se caracteriza por la fijeza en las diferenciaciones.

Con respecto a la defensa de un discurso populista por parte de Podemos y, por consiguiente, hacer de la división social del trabajo la contradicción fundamental,  no es cierto lo que mantiene José Manuel Rivas Otero en su artículo La necesidad del discurso no clasista de Podemos http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188929 : “En el discurso populista el eje fundamental de lucha ya no es la clase capitalista frente a la clase obrera, sino la élite política (clase política, casta, etc.) frente al pueblo”. En primer lugar, los marxistas siempre han distinguido muchas clases sociales y muchas capas y grupos. En la práctica siempre han defendido la alianza entre un amplio frente de clases, en la que se incluyen pequeños capitalistas, frente a las grandes minorías dominantes. De hecho en la revolución soviética y en la revolución de nueva democracia en China la clase trabajadora era minoritaria. La base social de esas revoluciones la constituyó el campesinado, esto es, la pequeña burguesía. Así que esa concepción de una clase capitalista enfrentada a una clase obrera como bloques homogéneos no se ha dado nunca en la práctica y si se ha dado en la teoría solo ha sido en la teoría de exiguas minorías extremistas. Y la contradicción entre gobernantes y pueblo o entre parlamentarios y ciudadanos no es nueva, ha atravesado toda la historia de la civilización, desde las sociedades esclavista hasta las modernas sociedades capitalistas. Pero hay más: esa contradicción nunca ha constituido la raíz de ningún cambio profundo. Y no debe tomarse el derrocamiento del poder político existente, como sucede en todas las revoluciones, como la contradicción entre gobierno y ciudadanos. Sin duda que toda revolución o cambio profundo exige el derrocamiento del gobierno, pero en tanto ese gobierno representa los intereses de la clase hegemónica o dominante, no en cuanto representa los intereses del gobierno frente a los intereses del pueblo. El partido en el gobierno no constituye ninguna clase social en sí misma. Al menos esto es así en las sociedades capitalistas. En las sociedades esclavistas y feudales el poder de gobierno y el poder de clase coincidían. De ahí que nunca en esas sociedades hubiera separación entre sociedad civil y Estado.

No se sabe a ciencia cierta a partir de qué siglo se instauró en la India el régimen de casta –al menos yo no lo sé–, pero debió ocurrir desde los inicios del régimen feudal. Veamos dos de  sus rasgos fundamentales según figura en Lecciones sobre la filosofía de la historia universal de Friedrich Hegel. Todas las sociedades existentes en la actualidad, dejando atrás el comunismo primitivo, son sociedades divididas en clases. Lo que sucede es que la división social en clases se solapa con la división social del trabajo. En la actualidad los gestores de las grandes empresas, y la gestión es una función del trabajo,  son al mismo tiempo propietarios de una importante cartera de valores que los cataloga como pertenecientes a la clase capitalista. En la pequeña y mediana empresa se suele comete el error de confundir el empresario, que es una función de trabajo, con el capitalista o dueño de la empresa, que es una función de la propiedad, puesto que en esos casos la misma persona realiza ambas funciones. También podemos señalar que en la época feudal europea los representantes de la Iglesia Católica, que es una función del trabajo, del trabajo espiritual para ser más preciso, eran al mismo tiempo el sector de la clase feudal más importante y dominante. Así que este solapamiento entre función de trabajo y función de propiedad se da en prácticamente todas las épocas históricas y la confusión entre una y otra función podríamos afirmar que es más generalizada que lo que la razón aconseja.

En la India dominada bajo el régimen de casta se distinguían cinco clases sociales: primera,  la de los brahmanes, la clase a través de la cual “lo divino” se produce y actúa; segunda,  la de los chatriyas, los guerreros, que representan la fortaleza y la valentía subjetivas, o siendo materialistas, el aparato represor estatal; la tercera, los waisyas, dedicados a la producción de los medios para satisfacer las necesidades y comprende la agricultura, la industria y el comercio; la cuarta, los sudras, que constituyen la clase de la servidumbre; y quinto, los parias, los despreciados. Había más castas, pero con las mencionadas basta para nuestros fines teóricos.

El rasgo fundamental del régimen de casta es la fijeza de las diferencias. Como dice Hegel: las diferencias quedan petrificadas. Si tú naces como chatriyas, serás chatriyas toda tu vida. Te casaras en el ámbito de esa casta y tus hijos e hijas pertenecerán a esa casta. Las castas son clases enjauladas.  Nada de esto ocurre en las sociedades modernas. Justamente la mayoría de los trabajadores buscan trabajo, donde sea y de lo que sea. Aquí no hay fijeza. Y no sólo afecta la fijeza a la función de trabajo, también afecta a la función de la propiedad. Todos estamos cansados de esas historias donde nos cuenta de esas personas que han creado un imperio económico de “la nada”. Es decir, puedes nacer pobre y hacerte inmensamente rico. Luego, el régimen capitalista occidental no constituye un régimen de casta. Tampoco lo es en lo referido a los dirigentes políticos: personas que sus padres no son políticos profesionales, de un día para otro se hacen políticos profesionales; y a la inversa: personas que son políticos profesionales dejan de serlo por voluntad propia o porque el partido donde milita lo obliga a ello. Los dirigentes de Podemos son un vivo ejemplo de lo que afirmamos: no eran políticos profesionales y ahora lo son. Así que en el ámbito de la política no existe fijeza en la diferenciación o las diferencias no están petrificadas.

Otro rasgo fundamental del régimen de casta es que no existe un derecho y una moral universal. Entre nosotros, y me refiero a todas las personas que viven en el régimen burgués, hablamos de los derechos del hombre, pero en el régimen de casta existe un derecho y una moral distinta según la casta a la que se pertenece. La vida de los brahmanes, por ejemplo, es sagrada, Los brahmanes no son responsables de sus crímenes y sus propiedades no pueden ser embargadas. Nada de esto ocurre en el modo de producción capitalista donde predomina el Estado de derecho. Todas las personas son iguales ante la ley. La ley tiene validez universal. Así que bajo el punto de vista del derecho, España no puede ser considerada un régimen de casta. Afirmar lo contrario es emplear el concepto de casta con un uso distinto a lo que su esencia indica.

Igual que en política para alcanzar el poder no todo está justificado, tampoco lo está en la teoría. El hecho de que haya muchas personas que crean en Dios, no por ello se logra que Dios exista. De ahí que ningún religioso en la actualidad se dedique a demostrar la existencia de Dios y sí a demostrar que es necesario creer en un más allá para que la vida aquí tenga sentido. Del mismo modo por el hecho de que muchas personas llamen casta a la “élite” política, no por ello la élite política se convierte en una casta. La teoría sirve para proporcionar luz a la práctica política y no para generar confusión.  Los conceptos no solo necesitan de un detallado desarrollo de contenido sino también de unidad. Las próximas elecciones municipales pondrán de manifiesto la necesidad que tiene  Podemos de dotarse de contenido y unidad conceptual. También de centralismo democrático, que no es un rasgo leninista, sino un rasgo que caracteriza obligatoriamente a todos los partidos políticos. No debe confundirse el centralismo democrático con el fascismo que caracterizo al partido bolchevique en tiempos de Stalin. Podemos ha levantado la bandera de la democracia como la participación y el poder desde abajo, pero esa democracia no será triunfante sin centralismo dirigente y sin desarrollo y unidad conceptual.



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