Hay que aprenderse una nueva palabra que es el
futuro compartido: el procomún colaborativo. Es un nuevo sistema que está
apareciendo que prospera al lado del convencional y va a transformar y
reducir las diferencias, democratizando la economía.
Rifkin ha escrito un libro que es tan
optimista que parece hasta imposible, pero que si analizas lo que dice puede
que este señor con pensamiento de vanguardia tenga toda la razón.
Según Rifkin en el 2050 será el momento de
decir “goobye capitalismo, goobye”.
En la sociedad que dibuja Rifkin, los niños de
dentro de diez años utilizarán impresoras 3D y se convertirán en
“prosumidores”, gente que produce y consume sus propias cosas, poniendo en
peligro las viejas industrias manufactureras. “En Chicago se acaba de imprimir
el primer coche. Se llama Strati y
sólo el chasis se ha hecho de manera convencional”, entusiasmado.
Las casas estarán conectadas a redes y
sensores inteligentes que darán todo tipo de información sobre consumo,
temperatura, etc. Según Rifkin, se calcula que habrá 100.000 millones de
sensores en 2020. Muchos de ellos estarán conectados a autopistas inteligentes,
donde habrá que recargar los coches eléctricos. O a redes de información
pública donde se dará cuenta de los gastos presupuestarios y las cuentas de
nuestras instituciones.
Será una era de gran transparencia dominada
por lo que Rifkin llama el "Internet de las cosas". Y todo se
alimentará con energía verde. “El watio solar costaba entre 65-70 dólares en
los años 70. Ahora cuesta 60 céntimos (menos en España, que tienen que pagar
nóminas a políticos que les). El sol, el viento y la energía geotérmica no
pasan factura”.
El mundo más avanzado cada vez más participa
en la economía colaborativa basada en compartir. Se comparten los vehículos,
las casas que pese a las quejas de los hosteleros aumentan de manera
exponencial. La música ya no hay que comprarla y almacenarla se escucha en las
redes, las películas por mucho que se quejen los acostumbrados a las
subvenciones también se ven con facilidad. Empresas y particulares imprimen sus
productos en impresoras 3D cada día más baratas con software gratuita y
reciclando papel plástico y otros materiales con coste marginal cercano a cero.
Se transportara en vehículos sin conductor o
con pilas de combustible recargable de energía renovable.
Los periódicos y revistas se pueden leer
gratis, y la información se comparte en las redes añadiendo contenidos y
libertad.
Nunca previeron una revolución tecnológica que
pudiera dar lugar a una productividad extrema y redujera los costes marginales
casi a cero, consiguiendo así que la información, la energía y muchos bienes y
servicios físicos dejaran el mercado y fueran abundantes y casi gratuitos. Y
eso es lo que está empezando a suceder. El fenómeno del coste marginal casi nulo
ha causado estragos en los sectores dedicados a los bienes de información,
porque millones de consumidores se han convertido en prosumidores y
han empezado a producir y compartir su propia música mediante servicios para
intercambiar archivos, sus propios vídeos en YouTube, su propio saber en
Wikipedia, sus propias noticias en redes sociales e incluso sus propios libros
electrónicos gratuitos en Internet. El coste marginal cero ha llevado el sector
discográfico al borde del desastre, ha hecho que las industrias del cine y la
televisión se tambalearan, ha provocado el cierre de periódicos y revistas y ha
paralizado el mercado editorial.
Los economistas reconocen el fuerte impacto que ha tenido el coste marginal cero en los sectores de la información, pero hasta hace poco no creían que se llegara a cruzar la frontera entre el mundo virtual y la economía de la energía y los bienes y servicios físicos. Esa frontera ya se ha cruzado.
Internet de la energía y al Internet del
transporte y la logística. Los prosumidores se podrán conectar al
Internet de las cosas y analizar esos grandes datos (en inglés, big
data) para crear algoritmos predictivos con los que acelerar la eficiencia,
aumentar de una manera drástica la productividad y reducir a casi cero el coste
marginal de producir y distribuir objetos físicos, igual que hacen hoy los prosumidores con
bienes de información.
Los jóvenes han acostumbrado a compartir. No
buscan tener un coche, sino poder moverse de un sitio a otro. Les gusta viajar,
pero no necesitan grandes hoteles, sino sitios baratos donde quedarse. Escuchan
música, pero no necesitan ninguna estantería llena de discos. Y los jóvenes son
el futuro, si algo estás acostumbrado a compartir no necesitas comprarlo.
También se mencionó a los malos, a los
que pueden poner obstáculos en el camino: las grandes corporaciones. ¿Qué hay
de Facebook o de Google, que tienen paquetes de información sobre todos
nosotros y sacan dinero con ellos? ¿Y las grandes eléctricas? ¿Dejarán que
pequeñas cooperativas les coman el pastel de las renovables? “Igual que en el
siglo XIX los obreros se movilizaron contra los grandes capitalistas que los
depauperaron, estoy seguro de que miles de millones de personas no se van a
dejar doblegar por las grandes corporaciones".
Tengo un día optimista porque lo que cuenta lo
estamos viviendo. Y por cierto los planos del Strati se pueden bajar gratis y
hacerlo si tienes la impresora. Pero seguro que terminamos compartiéndolas.
Sería la jubilación de un sistema capitalista
que, según Sigmund
Freud, basa su éxito en que supo tocar la tecla del deseo en el ser humano,
la del consumo insaciable de querer más y más. “Freud necesitaba un buen
terapeuta”, sentencia Rifkin, “pero no había otro tan bueno como él”.
Y deja unas perlas para Rajoy “Si el Gobierno
español quisiera, mañana mismo se empezarían a crear puestos de trabajo. Hace
falta rehabilitar los edificios para que creen energía verde, para que sean
eficientes energéticamente. Hay que cambiar los cableados, tienen que renovarse
las autopistas y prepararlas para el coche eléctrico, habrá que poner millones
de sensores, zonas donde cargar los coches, etc. Para hacer la transición a la
nueva economía se necesitarán 40 años, eso son dos generaciones. Es mentira
decir que no hay dinero, hay inversores privados, hay fondos de la UE,
inversiones que puede realizar el Gobierno en lugar de seguir subvencionando
las energía fósiles. Si Nord Pas de Calais, que es una región pobre del norte
de Francia puede hacerlo, España también puede. Allí hay grandes empresas como
Schneider o Renault, que están trabajando con pequeños empresarios de la zona”.
Pero claro, para todo eso hace falta un contexto: “Tiene que haber capacidad de
liderazgo en política. Y una sociedad civil que esté muy activa”.
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