Dr. Hugo SALINAS
Oxfam[i],
en su informe de enero 2015, “Riqueza:
Tenerlo todo y querer más”, puntualiza lo siguiente: “En 2014, el 1% más
rico poseía el 48% de la riqueza mundial, mientras que el 99% restante debía
repartirse el 52%.” Esto es producto de una “imperfección del mercado”, dirán
los neoliberales. Pero el asunto es más grave.
En dicho informe, Oxfam remarca que “La riqueza de las 80 personas más
ricas del mundo se ha duplicado”, a tal punto que, en el 2014, el monto de la
riqueza de las 80 personas más ricas del mundo igualó en riqueza al 50% de la población mundial más pobre. ¡80
personas pesaron tanto como 3.8 mil millones de personas! ¿Cómo explicar tamaña
aberración humana? ¿Y cómo entender que esta grave situación sea soportada por
varios miles de años?
Oxfam corrobora lo expuesto por el profesor Thomas Piketty, en su ya
célebre libro “Le capital au XXIe
siècle”, y apoyado en 15 años de recolección estadística y análisis
científico sobre las desigualdades socio-económicas durante los últimos tres
siglos de los 20 países más poderosos del mundo. El profesor Piketty nos
propone el marco conceptual que nos conduciría a la explicación de tal
fenómeno. Y dice: “Los tres conceptos más importantes para el análisis del
sistema capitalista son: la relación capital/ingreso nacional, la proporción
del capital en el ingreso nacional, y la tasa de rendimiento del capital”[ii]. ¿Está en lo correcto?
Todas las variables que menciona el profesor Piketty son elementos del
proceso de trabajo que se encuentra en la base del sistema capitalista. Y como
tales solo nos pueden explicar “la estructura de la desigualdades”[iii] en el sistema
capitalista, y no así el origen de la desigualdad socio-económica. ¿Y esto por
qué?
Simplemente porque lo que han observado, tanto el profesor Piketty como
Oxfam, es solamente uno de los dos elementos de toda actividad socio-económica:
el proceso de trabajo, mediante el cual se crean riquezas. A partir de ahí es
imposible ubicar el origen de las desigualdades socio-económicas. Para identificarlo
es necesario tomar en consideración al segundo elemento de toda actividad socio-económica.
Se trata de la “decisión socio-económica”, mediante la cual la sociedad decide
cómo repartir las riquezas creadas; es decir, cómo repartir el resultado de la
actividad económica.
Y la decisión socio-económica inmersa en el sistema capitalista se
manifiesta a través de la Repartición Individualista. Un tipo de repartición
basado en la propiedad individual que faculta apropiarse el 100% del resultado de la
actividad económica a quien maneja el acto económico. Es este mecanismo que
genera el comportamiento individualista en los empresarios y en las personas;
aquel que subraya Oxfam: “Tenerlo todo, y querer más”.
Por un lado, la Repartición Individualista incentiva un deseo desmedido
de concentración y acumulación de activos y de ingresos que, a finales del
siglo XIX y comienzos del XX, tanto en Francia como en Inglaterra y Alemania,
como bien lo señala el profesor Piketty, el capital en manos privadas alcanzó
la cima de 6 a 7 veces el monto del ingreso nacional en cada país. Ahora
estamos de vuelta a esos picos de salvajismo. Por otro lado, y en plena
complicidad con los políticos, se deja intacto el “derecho de sucesión”, de tal
forma que la “herencia” pesa más que el esfuerzo personal conocido como la
meritocracia. Es decir, los ricos serán siempre ricos, y los pobres siempre
pobres.
Este mecanismo de la Repartición Individualista hace del dinero un Dios,
y a las personas sus servidores. Este mecanismo, en la base del sistema
capitalista como su segundo elemento, impulsa la perversión de la sociedad. Los
valores de trabajo, hermandad, honestidad, verdad…, son dejados de lado para
buscar el dinero fácil, la especulación, la corrupción, el asesinato, los negocios
ilícitos, la elección de cargos políticos para luego servirse del cargo, etc. Estos
son los nuevos valores de la sociedad capitalista. Ya no vales por lo que sabes
sino por lo que tienes.
Ante tanta aberración humana tenemos que hacer algo, en conjunto, en
sociedad. No podemos seguir siendo los “convidados de piedra”, la “última rueda
del coche”, y permitir que muy pocas personas se apropien la casi totalidad del
esfuerzo de todo un pueblo, presente y pasado.
Lima, sjl, 23 de enero del 2015
[i] Oxfam es una organización sin fines de lucro que engloba a 17
organizaciones que trabajan en aproximadamente 90 países de todo el mundo para
encontrar soluciones a la pobreza
[iii] Ibid., p. 44
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