I
A 91 años
de su muerte
El genio
de Lenin
La
Izquierda Diario
23-01-2015
La figura
de Lenin sigue despertando rechazos, reflexiones, y reivindicaciones. La
reflexión sobre su genio, su personalidad, ha tenido distintas respuestas:
desde las conservadoras y estalinistas que lo culpan o lo felicitan por todo,
hasta las autonomistas y socialdemócratas. León Trotsky acertó en dar al genio
de Lenin su lugar en el movimiento de la historia y del marxismo.
*****
Existe una relación entre las experiencias y las
expectativas. Koselleck* decía que había conceptos de
registro de experiencias, generadores de experiencias y conceptos de
expectativas, agregaba que los conceptos poseen un equilibrio interno: “cuanto
menores son las experiencias contenidas mayores son las expectativas”. Lenin
vino a cambiar para siempre el concepto de “dictadura del proletariado” en la
historia del marxismo al producir un (des)equilibrio en la relación entre
experiencia y expectativa (el otro es sin duda el de partido, el más importante
y, aunque no voy a desarrollar este aspecto, uno y otro están indisolublemente
ligados).
No podemos más que volver la mirada hacia este
concepto para percibir la compleja historia de la relación entre experiencias y
expectativas. Engels reportaba en 1848 los acontecimientos de París: “el plan
de batalla de los obreros, atribuido a Kersausie, era el siguiente: los
insurrectos avanzaron en cuatro columnas y en movimientos concéntricos sobre el
gobierno municipal […] Estuvieron a punto de llegar al centro de Paris, tomando
el edificio de gobierno, instituyendo un Gobierno provisional”. No lo lograron,
fueron derrotados, pero el plan insurreccional de los obreros apuntaba a
hacerse del poder y su consigna había sido: ¡Dictadura del proletariado! Eran
las primeras experiencias, impulsadas por las expectativas de que una vez en el
poder los obreros iniciarían el pasaje a una nueva sociedad emancipada de la
burguesía. Marx transformó esta experiencia en parte fundamental del programa
de los comunistas. Los obreros y el pueblo de París lo intentaron una vez más
en la comuna de 1871, pero fue en la Revolución Rusa de Octubre de 1917 donde
esta expectativa se hizo experiencia, y no puede entenderse este pasaje, este
salto, sin analizar el genio de Lenin.
Pero, ¿cómo medir el “genio” de Lenin? Dice John
Berger **,
reflexionando sobre otro genio –el del pintor Picasso–, que “sería equivocado
sugerir que cada siglo tiene su tipo exclusivo de genio. Pues el genio típico
del siglo XX, ya piense uno en Lenin, Brecht o Bartok, es un tipo de hombre muy
diferente. Necesita casi ser anónimo; es callado, estable, controlado y muy
consciente del poder de las fuerzas externas a él mismo. Casi lo contrario de
Picasso”. Fue Trotsky quien dedicó varios capítulos de su obra Historia de la
Revolución Rusa a reflexionar sobre el genio de Lenin. Ya expulsado del partido
comunista y de la URSS, enfrentó dos interpretaciones y aportó una interpretación
vital para el materialismo histórico.
Por un lado, Trotsky enfrentaba la visión que
diluía la personalidad en las circunstancias históricas en las que se sitúan
las acciones de los individuos. Combatía una vieja tendencia filosófica de la
socialdemocracia que diluía la acción de los individuos y las clases en la idea
de que lo que determina en “última instancia” son las relaciones económicas de
producción. Las mediaciones y el juego de las fuerzas políticas y las clases
eran subsumidos, mecanizados, aceptados. Algo similar hacen hoy los
autonomistas o socialdemócratas de izquierda que identifican en las “masas”, el
“pueblo” o la “multitud”, como el único factor “decisivo”. En cambio Lenin y el
partido bolchevique aparecen jugando el rol de expropiadores y sometedores de
esa fuerza inmanente de la historia.
Por otro lado, Trotsky combatía contra otra visión,
la ofrecida por la propaganda estalinista, que transformaba el genio de Lenin
en un factor único, era el “líder carismático”, indiscutible y “sagrado”.
Borraban así de un plumazo la relación entre la fuerza de la personalidad de
Lenin y las fuerzas externas: la bancarrota de la burguesía y las masas obreras
y campesinas que pugnaron por la revolución socialista. La visión estalinista
del “culto a la personalidad” tuvo su imagen especular en los historiadores
reaccionarios. Para ellos también Lenin era la única explicación de lo sucedido
en Rusia, pero aquí Lenin tomaba características negativas: “psicópata”,
“sanguinario”, “inescrupuloso” líder que manipuló la revolución para
transformarla en una dictadura personal.
Cuando Lenin puso un pie en Rusia en 1917, sus
camaradas y compañeros del partido bolchevique llegaron a considerarlo un
“loco”. Contrariando en parte sus escritos anteriores, Lenin había bajado del
tren y anunciado que la revolución rusa, para tener éxito, debía transformase y
dirigirse hacia la dictadura del proletariado. “Está fuera de quicio”, dijeron
algunos. Muchos años en el exilio, alejado de Rusia, en las sombras y el
anonimato lo han vuelto simplemente “loco”, dijeron otros. Pero Lenin logró
torcer la orientación del partido bolchevique con una gran lucha política y
encauzó la lucha hacia el gobierno de los trabajadores apoyado en los
campesinos. Trotsky se vuelve a preguntar en su inconclusa biografía de Stalin:
“¿por qué milagro consiguió Lenin cambiar en pocas semanas el curso del
partido, llevándolo por otro cauce? La respuesta debe buscarse simultáneamente
en dos direcciones: los atributos personales de Lenin y la situación objetiva.
Lenin era fuerte no solo porque comprendía las leyes de la lucha de clases,
sino porque tenía el oído perfectamente acordado a la agitación del movimiento
de masas. Para él no era tanto la maquinaria del partido, como la vanguardia
del proletariado”.
Y Trotsky mismo, poco antes de ser asesinado por un
estalinista, señalaba: “¿significa esto que Lenin lo era todo y los demás
nada?”. Ya nos dice antes que no, que la explicación es dialéctica, está en la
relación entre el individuo y la situación objetiva. Pero agrega algo muy
interesante, dice que “sería una estupidez” entender el genio de Lenin por
fuera de las fuerzas externas que lo impulsan, y “los genios no crean la
ciencia (o la revolución); no hacen sino
acelerar el proceso de la reflexión colectiva”. Esta idea es simplemente
brillante; para que exista un genio como Lenin (Darwin o Newton, agrega
Trotsky) es necesario la experiencia de millones, la lucha, los fracasos y
triunfos parciales de miles de hombres y mujeres trabajadores, las reflexiones,
disputas políticas y teóricas, escisiones de los partidos obreros y
socialistas, y el “genio” lo que hace es expresar, acelerar, simplificar esta
experiencia, transformando la “experiencia colectiva” en la primera experiencia
de la dictadura del proletariado en el siglo XX.
Lenin lo hizo y ese fue su “genio”. Olvidar que
tras su figura está la experiencia de generaciones, es simplemente una
estupidez. Aquellos que descartan, rechazan o quieren “deshacerse” de su
herencia, no están simplemente descartando a un hombre, están descartando esa
experiencia colectiva por la que generaciones siguen luchando y muriendo. Es
algo que hacen todos aquellos que quieren amoldarse al presente del
capitalismo, y por ello la perseverancia de la experiencia colectiva de
aquellos que luchan contra la sociedad actual es lo que explica que el debate
sobre su “genio” no haya concluido.
Notas
* Reinhart Koselleck fue un historiador alemán,
centró sus indagaciones en la historia conceptual e intelectual de Europa.
Citamos su trabajo “Historias de los conceptos y conceptos de la historia”.
** John Berger es un crítico de arte, pintor y
escritor marxista inglés. Citamos su excelente ensayo Fama y soledad de
Picasso.
Fuente original : http://www.laizquierdadiario.com/El-genio-de-Lenin
II
LENIN[1]
La figura de Lenin está nimbada de
leyenda, de mito y de fábula, Se mueve sobre un escenario lejano que, como
todos los escenarios rusos, es un poco fantástico y un poco aladinesco. Posee
las sugestiones y atributos misteriosos de los hombres y las cosas eslavas. Los
otros personajes contemporáneos viven en roce cotidiano, en contacto inmediato
con el público occidental. Lloyd George, Poincaré, Mussolini, nos son familiares.
Su cara nos sonríe consuetudinariamente desde las carátulas de las revistas.
Estamos abundantemente informados de su pensamiento, su horario, su menú, su
palabra, su intimidad. Y se nos muestran siempre dentro de un marco europeo: un
hotel, una villa, un automóvil, un pullman, un boulevard. Lenin, en cambio,
está lejos del mundo occidental, en una ciudad mitad asiática y mitad europea.
Su figura tiene como retablo el Kremlin y como telón de fondo el Oriente. Nicolás
Lenin no es siquiera un nombre, sino un seudónimo. El leader bolchevique se llama
Vladimir Illicht Ulianow, como podría llamarse un protagonista de Gorki, de
Andrejew o de Korolenko. Hasta físicamente es un hombre un poco exótico: un
tipo mongólico de siberiano o de tártaro. Y como la música de Balakirew o de
Rimsky Korsakow. Lenin nos parece más oriental que occidental, más asiático que
europeo. (Rusia irradia simultáneamente en el mundo su bolchevismo, su. arte,
su teatro y su literatura. Sincrónicamente se derraman, se difunden y se
aclimatan en las ciudades europeas los dramas de Checow, las estatuas de Archipenko
y las teorías de la Tercera Internacional. Agentes viajeros del alma rusa,
Stravinsky seduce a París. Chaliapine conquista Berlín, Tchicherine agita a
Lausanne).
Lenin ejerce una fascinación rara en
los pueblos más lontanos y abstrusos. Moscú atrae peregrinos de Persia, de la
China, de la India. Moscú es actualmente una feria de abigarrados trajes
indígenas y de lenguas esotéricas. La celebridad de Oswald Spengler, de Charles
Maurras o del general Primo de Rivera no es sino una celebridad occidental. La
celebridad de Lenin, en tanto, es una celebridad unánimemente mundial. El
nombre de Lenin ha penetrado en tierra afgana, siria, árabe. Y ha adquirido timbres
mitológicos.
Quienes han asistido a asambleas, mítines,
comicios, en los cuales ha hablado Lenin, cuentan la religiosidad, el fervor,
la pasión que suscita el leader ruso. Cuando Lenin se alza para hablar, se
suceden ovaciones febriles, espasmódicas, frenéticas. Las gentes vitorean,
gritan, sollozan.
Pero Lenin no es un tipo místico, un
tipo sacerdotal, ni un tipo hierático. Es un hombre terso, sencillo,
cristalino, actual, moderno. W. T. Goode, en el “Manchester Guardian”, lo ha
retratado así: “Lenin es un hombre de estatura media, de cincuenta años en
apariencia, bien proporcionado. A la primera mirada, los lineamientos recuerdan
un poco al tipo chino; y los cabellos y la barba en punta tienen un tinte
rojizo oscuro. La cabeza bien poblada de cabellos y la frente espaciosa y bien
modelada. Los ojos y la expresión son netamente simpáticos. Habla con claridad y
con voz bien modulada: en todo nuestro coloquio no ha tenido nunca un momento
de agitación. La única neta impresión que me ha dejado es la de una
inteligencia clara y fría. La de un hombre plenamente dueño de sí mismo y de su
argumentación, que se expresa con una lucidez extraordinariamente sugestiva.”
Arthur Ransome, también en el “Manchester Guardian”, ha dado estos datos
físicos y psicológicos del caudillo bolchevique: “Lenin me pareció un hombre feliz.
Volviendo del Kremlin a mi alojamiento, me preguntaba yo qué hombre de su
calibre tiene un temperamento alegre como el suyo. No encontré ninguno. Aquel
hombre calvo, arrugado, que voltea su silla de aquí allá, riendo ora de una
cosa, ora de otra, pronto en todo momento a dar un consejo serio a quien lo interrumpa
para pedírselo —consejo bien razonado que resulta más imperioso que cualquier
orden— respira alegría; cada arruga suya ha sido trazada por la risa, no por la
preocupación”.
Este retrato de un periodista
británico, circunspecto y anastigmático como un objetivo Zeiss, nos ofrece un
Lenin sana y contagiosamente jocundo y plácido, muy disímil del Lenin hosco,
feroz y ceñudo de tantas fotografías. Ni taciturno, ni alucinado, ni místico,
Lenin es, pues, un individuo normal, equilibrado, expansivo. Es, además, un
hombre bien abastecido de experiencia y saturado de modernidad. Su cultura es
occidental; su inteligencia es europea. Lenin ha residido en Inglaterra, en
Francia, en Italia, en Alemania, en Suiza. Su orientación no es empírica ni
utopista, sino materialista y científica. Lenin cree que la ciencia resolverá
los problemas técnicos de la organización socialista, Proyecta la
electrificación de Rusia. Bertrand Russell, que califica de ideológico este
plan, juzga a Lenin un hombre genial.
La vida de Lenin ha sido la de un
agitador. Lenin nació socialista. Nació revolucionario. Proveniente de una
familia burguesa, Lenin se entregó, sin embargo, desde su juventud, al
socialismo y a la revolución. Lenin es un antiguo leader, no sólo del socialismo
ruso, sino del socialismo internacional. La Segunda Internacional, en el Congreso
de Stuttgart de 1907, votó esta moción suya y de Rosa Luxemburgo: “En el caso
de que estalle una guerra europea, los socialistas están obligados a trabajar
por su rápido fin y a utilizar la crisis económica y política que la guerra
provoque para sacudir al pueblo y acelerar la caída del régimen capitalista.”
Esta declaración contenía el germen de la revolución, rusa y de la Tercera
Internacional. Fiel a ella, Lenin explotó las consecuencias de la guerra para
conducir a Rusia a la revolución. Timoneada por Lenin, la revolución rusa
arribará en noviembre a su sexto aniversario. La táctica diestra y cauta de
Lenin ha evitado los arrecifes, las minas y los temporales de la travesía.
Lenin es un revolucionario sin desconfianza, sin vacilaciones, sin grimas. Pero
no es un político rígido ni inmóvil. Es, antes bien, un político ágil, flexible,
dinámico, que revisa, corrige y rectifica sagaz y continuamente su obra. Que la
adapta y la condiciona a la marcha de la historia. La necesidad de defender la
revolución lo ha obligado a algunas transacciones, a algunos compromisos. Sobre
él pesa la responsabilidad de un generalísimo de millones de soldados que,
mediante retiradas, fintas y maniobras oportunas, debe preservar a su ejército
de una acción imprudente. La historia rusa de estos seis años es un testimonio
de su capacidad de estratega y de conductor de muchedumbres y de pueblos. Lenin
no es un ideólogo, sino un realizador. El ideólogo, el creador de una doctrina
carece generalmente, de sagacidad, de perspicacia y de elasticidad para realizarla.
Toda doctrina tiene, por eso, sus teóricos y sus políticos. Lenin es un
político; no es un teórico. Su obra de pensador es una obra polémica. Lenin ha
escrito muchos libros y, con frecuencia, interrumpe fugazmente su actividad de presidente
del soviet de comisarios del pueblo, para reaparecer en su tribuna de
periodista en “Pravda” o “Izvestia.” Pero el libro, el discurso, el artículo no
son para él sino instrumentos de propaganda, de ofensiva, de lucha. Su temperamento
polémico es característica y típicamente ruso. Lenin es agresivo, áspero, rudo,
tundente, desprovisto de cortesía y de eufemismo. Su dialéctica es una dialéctica
de combate, sin elegancia, sin retórica, sin ornamento. No es la dialéctica universitaria
de un catedrático, sino la dialéctica desnuda de un político revolucionario.
Lenin ha sostenido un duelo resonante con los teóricos de la Segunda
Internacional: Kautsky, Bauer, Turatti. La argumentación de éstos ha sido más
erudita, más literaria, más elocuente. Pero la disertación de Lenin ha sido más
original, más guerrera, más penetrante.
Lenin es el caudillo de la Tercera
Internacional. El socialismo como se sabe, está dividido en dos grupos: Tercera
Internacional y Segunda Internacional. Internacional bolchevique y
revolucionaria e internacional menchevique y reformista. La doctrina de una y
otra rama es el marxismo. Su divergencia, su disentimiento, no son, pues, de orden
programático, sino de orden táctico. Algunos atribuyen al bolchevismo una idea
mesiánica, milagrista, taumatúrgica de la revolución. Creen que el bolchevismo
aspira a una transformación instantánea, violenta, súbita del orden social. Pero
bolchevismo y menchevismo son gradualistas. Sólo que el bolchevismo es gradualista
revolucionariamente y el menchevismo es
gradualista reformísticamente. El bolchevismo
sostiene que no es posible utilizar la máquina actual del Estado para reformar
la sociedad, sino que es indispensable sustituirla con una máquina adecuada;
que el Estado proletario, distinto del Estado burgués en sus funciones tiene
que ser también distinto en su arquitectura. El tipo de Estado proletario
creado por los bolcheviques es el Estado sovietal. La República de los Soviets
es la federación de todos los soviets locales. El soviet local es la asociación
de obreros, empleados y campesinos de una comuna. En el régimen de los soviets
no hay dualidad de poderes. Los soviets son, al mismo tiempo, un cuerpo
administrativo y legislativo. Y son el órgano de la dictadura del proletariado.
Lenin dice, defendiendo este régimen, que el soviet es el órgano de la
democracia proletaria, tal como el parlamento es el órgano de la democracia
burguesa. Así como la sociedad contemporánea y 1a sociedad medioeval han tenido
sus formas peculiares, sus instrumentos típicos, sus instituciones
características, la sociedad proletaria tiene que crear también las suyas.
Y esta resistencia al parlamento no
es original ni bolchevique. Desde hace varios años se constata la crisis de la
democracia y la crisis del parlamento. Y se sugiere la creación de un tipo de
parlamento profesional o sindical basado en la representación de los intereses
más que en la representación de los electores. Joseph Caillaux sostiene que es
necesario “mantener asambleas parlamentarias, pero no dejándoles sino derechos
políticos, confiar a nuevos organismos la dirección completa del Estado
económico y hacer, en una palabra, la síntesis de la democracia occidental y
del sovietismo ruso.” La aparición del Estado bolchevique coincide, pues, con
una intensa predicación antiparlamentaria y una creciente tendencia a dar al Estado
una estructura más económica que política. El parlamento, en fin, es atacado,
de una parte, por la revolución, y de otra parte, por la reacción. E1 fascismo
es esencialmente antidemocrático y antiparlamentario. Mussolini conquistó el
poder extraparlamentariamente. Primo de
Rivera acaba de seguir la misma vía. Los organismos de la democracia, son
dec1arados inaparentes para la revolución y para la reacción.
Lenin y Mussolini, el caudillo de la
revolución y el caudillo de la reacción, oponen una dictadura de clase a otra
dictadura de clase. El choque, el conflicto entre ambas dictaduras inquieta a muchos
pensadores contemporáneos. Se presiente que este choque, que este conflicto de
clases reducirá a escombros a la civilización y sumirá el mundo occidental en
una oscura Edad Media. El Occidente se distrae de su drama con sus boxeadores,
y se anestesia con sus alcaloides y su música negra. Y, en tanto, como escribía
Luis Araquistain a don Ramón del Valle Inclán en julio de 1920, “por Oriente
otra vez el evangelio asoma, como hace veinte siglos el cristianismo.”
[1] Publicado en “Variedades”,
Setiembre 1923. Reeditado en Defensa del
Marxismo La emoción de nuestro tiempo y otros temas, con “Una palabra sobre
Mariátegui” por Waldo Frank, Ediciones Nacionales y Extranjeras, 1934 (JCM, “Lenin”, setiembre de 1923; reproducido en Amauta Nº
XXX, abril mayo 1930, pag 11)
III
José Carlos Mariátegui
LENIN
Escrito: Redactado por José Carlos
Mariátegui en marzo de 1924.
Publicado por vez primera: Claridad, No. 5, marzo de 1924, Lima - Perú.
Preparado para el Internet: Marxists Internet Archive, abril de 2001.
Fuente: José Carlos Mariátegui, 'Fascismo sudamericano', 'Los intelectuales y la revolución' y otros artículos inéditos (1923 - 1924), Centro de Trabajo Intelectual Mariátegui, Lima, 1975.
Publicado por vez primera: Claridad, No. 5, marzo de 1924, Lima - Perú.
Preparado para el Internet: Marxists Internet Archive, abril de 2001.
Fuente: José Carlos Mariátegui, 'Fascismo sudamericano', 'Los intelectuales y la revolución' y otros artículos inéditos (1923 - 1924), Centro de Trabajo Intelectual Mariátegui, Lima, 1975.
El
proletariado revolucionario ha perdido al más grande de sus conductores y de sus
leaders. Al que con mayor eficacia, con mayor acierto y con mayor capacidad ha
servido la causa de los trabajadores, de los explotados, de los oprimidos.
Ninguna
vida ha sido tan fecunda para el proletariado revolucionario como la vida de
Lenin. El leader ruso poseía una extraordinaria inteligencia, una extensa
cultura, una voluntad poderosa y un espíritu abnegado y austero. A estas
cualidades se unía una facultad asombrosa para percibir hondamente el curso de
la historia y para adaptar a él la actividad revolucionaria.
Esta
facultad genial, esta aptitud singular no abandonó nunca a Lenin. Y así,
iluminado por la experiencia de la insurrección de 1905, Lenin comprendió
claramente entonces la necesidad de crear un partido revolucionario, exento de
prejuicios e ilusiones democráticas y parlamentaristas Luego, en 1907, Lenin
advirtió la inminencia de la guerra, previó sus consecuencias políticas y
económicas y anunció la posibilidad y el deber de aprovecharlas para precipitar
y acelerar el fin del régimen capitalista. Finalmente, después de haber
denunciado el carácter de la guerra europea y después de haber intervenido en
los congresos de Zimmerwald y Kienthal -en los cuales las minorías socialistas
y sindicales de Europa afirmaron sus principios clasistas e internacionalistas,
abandonados por la Segunda Internacional- Lenin condujo al proletariado ruso a
la conquista del poder, abolió la explotación capitalista en un pueblo de
ciento veinte millones de hombres, defendió la revolución de sus enemigos
internos y externos y organizó la Tercera Internacional, que reúne hoy en sus
rangos multitudinarios a millones de hombres de todas las nacionalidades y de
todas las razas en marcha hacia la "lucha final".
Cualquiera
que sea la posición ideológica que se tenga en el campo revolucionario, no se
puede negar a Lenin el derecho a un puesto principal en la historia de la
redención de los trabajadores. Vemos, por eso, que los propios socialistas de
la Segunda Internacional, de esa Internacional reformista tan enérgicamente
atacada por Lenin, en su mensaje de condolencia a Moscú han rendido homenaje a
la rectitud y a la sinceridad del revolucionario ruso.
Comunistas,
socialistas y libertarios, los hombres de todas las escuelas y todos los
partidos revolucionarlos, y aun los que fuera de éstos y de aquellas, anhelan
un régimen de justicia social, se dan cuenta de que la obra y la personalidad
de Lenin no pertenece a una secta ni a un grupo sino a todo el proletariado, a
los revolucionarios de todos lo países.
El
duelo de los trabajadores es, pues, universal y unánime.
La
muerte de Lenin significa una pérdida inmensa para la Revolución: Lenin habría
podido aun dar mucho esfuerzo inteligente a las muchedumbres revolucionarias.
Pero ha tenido tiempo, afortunadamente, para cumplir la parte esencial de su
obra y de su misión; ha definido el sentido histórico de la crisis contemporánea,
ha descubierto un método y una praxis realmente proletarios y clasistas y ha
forjado los instrumentos morales y materiales de la Revolución. Millares de
colaboradores, millones de discípulos proseguirán, completarán y concluirán su
obra.
"Claridad",
a nombre de la vanguardia organizada del proletariado y de la juventud y los
intelectuales revolucionarios del Perú, saluda la memoria del gran maestro y
agitador ruso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario