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02-02-2015
Traducido del inglés para Rebelión por Carlos
Riba García
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La noticia
de esta semana que da cuenta de que los ricos están comprando escondites
secretos en sitios remotos para poder escapar de la agitación social y posibles
disturbios es la culminación de la advertencia hecha por Zbigniew Brzezinski
acerca de que una “toma de conciencia política” de ámbito mundial está
trastornando los esfuerzos hacia una mayor centralización del poder.
Los dichos
del economista Robert Johnson en el reciente foro económico de Davos se
convirtieron en titulares mediáticos. Fue cuando reveló que “los gestores de
fondos de riesgo de todo el mundo... están comprando pistas de aterrizaje y
campos en lugares como Nueva Zelanda porque piensan que necesitan una puerta de
salida”. Johnson se hizo eco de las diferencias de ingresos, el potencial de
intranquilidad social y los disturbios callejeros como razones para el pánico.
“Ahora
mismo, muchos ricos y poderosos están bastante asustados: nos ven en una senda
de inestabilidad”, dijo Johnson. “Como el sistema no tiene recursos apropiados,
como no representa a la gente, las cosas se están poniendo más y más
peligrosas, como se pudo ver en Ferguson, Missouri.”
Sin embargo,
la advertencia de Johnson no es nada novedosa; los super-ricos vienen
ocupándose de asegurarse propiedades en paraísos de salvación desde hace al
menos cinco años para anticiparse al próximo colapso financiero.
En 2010,
John Malone, milmillonario presidente de Liberty Media, divulgó que había
comprado un retiro en la frontera de Quebec como medida de seguridad para
“tener un sitio dónde ir en caso de que las cosas aquí salten por los aires”, y
agregó que de un modo u otro, “Estados Unidos (estaba) saliendo bien parado” de
la crisis económica. En 2012, el director hollyoodense James Cameron también
anunció su decisión de dejar EEUU y trasladarse con toda su familia a una
granja de 1.067 hectáreas en Nueva Zelanda. La familia Bush también adquirió
247.000 hectáreas en Paraguay hace al menos nueve años.
Hay varias
razones para que los ricos estén preparándose para huir, pero la principal es
el aumento de la desigualdad en los ingresos, un factor al que Brzezinski culpó
del “despertar político mundial” que plantea una amenaza directa a la apuesta
de las elites por una mayor centralización del poder.
“Por primera
vez en la historia de la humanidad el ser humano está tomando conciencia
política –una realidad totalmente novedosa– y esto no ha sido así en la mayor
parte de la historia del hombre”, dijo Brzezinski en un discurso ante el
Consejo de Relaciones Exteriores 2010 en Montreal, agregando que el desarrollo
había resultado en “injusticia a escala mundial, desigualdad, falta de respeto
y explotación”.
Brzezinski
hizo comentarios similares en un discurso que pronunció en Polonia en noviembre
de 2012, en el que admitió que el movimiento de “resistencia” al “control
externo” de ámbito mundial conducido por el “activismo populista” estaba
amenazando con echar por tierra los esfuerzos destinados a un nuevo orden
mundial.
El antiguo
asesor de la seguridad nacional de EEUU señaló también que “se ha comprobado
que resistencia persistente y muy motivada de pueblos históricamente resentidos
y políticamente concientes contra el control externo es cada vez más difícil de
contener”.
Es
importante resaltar que Brzezinski no estaba defendiendo este desarrollo. En su
libro Between Two Ages: America’s Role in the Technotronic Era (1970),
el ex asesor de Obama presagiaba la llegada de una era tecnotrónica, “dominada
por una elite y liberada de los valores tradicionales”, en la cual los
ciudadanos estarían estrictamente controlados y manipulados.
La
probabilidad de que la falta de reprensatividad y las turbulencias económicas
provoquen descontento social ha sido evocada repetidamente también por el
economista Martin Armstrong, quien predijo correctamente tanto el crac del
Lunes Negro de 1987 como el colapso de las finanzas rusas en 1998. “Cada día
parece más probable la aparición de serias revueltas políticas hacia 2016,
cuando se rechace la economía. Este es el ingrediente mágico. Rechace la importancia
de la economía y tendrá malestar social y revolución”, escribió Armstrong.
Con la falta
de confianza en el gobierno y en el liderazgo, tanto en EEUU como en otros
países occidentales, manteniéndose en niveles cercanos a los más bajos de la
historia, el cóctel tóxico del aumento de la corrupción, la alienación social y
la falta de lazos de comunidad (todos los factores que contribuyeron a los
disturbios en el Londres de 2011), se incrementarán los riesgos de desórdenes
nacionales.
Mientras
continué bajando el salario real será cada vez más difícil apaciguar las
generaciones jóvenes mediante la cultura del consumo. Con el declive de la
influencia de la religión, la familia y la movilidad social, será cada vez más
arduo mantener los estilos de vida construidos alrededor de la adquisición de
productos en la medida que empeora el entorno económico y se ensancha la brecha
entre pobres y ricos.
La
brutalidad policial y la percepción generalizada de la injusticia también
agudizarán el descontento en los sectores más pobres, como saltó a la vista en
Ferguson, Missouri, el año pasado.
La
preocupación de los más ricos por la compra de propiedades en paraísos de
salvación de ninguna manera significa que quieran renunciar al poder; significa
que los super-ricos están preparando políticas de seguridad en forma de puertas
de salida secretas por si acaso el descontento político generalizado diera
lugar a una agitación sostenida en Estados Unidos.
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