Municipio, Vecinos
y Elecciones
“Trabajan por el advenimiento de una sociedad nueva los que
todo el año, disciplinada, obstinadamente, combaten por el socialismo; no los
que en esta u otra fecha sienten un momentáneo impulso de motín o asonada.”
JCM, Admonición del 1º de mayo
En un tiempo muy lejano
pero tan próximo a las miradas amazónicas. Unos malvados parcelaron el Edén. Al
construir hermosas residenciales tuvieron que echar de los jardines a Adán y
Eva: se comían las manzanas de los árboles de los vecinos. A nuestros primeros
abuelos desterrados no les quedó más alternativa que ganarse el sustento con
sus manos: readmitidos como jardineros. Desde entonces, el derecho a la vida
reposa en el derecho al trabajo y el derecho de conciencia en el derecho intelectual.
Desde entonces, el cambio social, “negación que conserva lo negado y lo
eleva a un nivel más alto”, forma parte de la continuidad histórica. Desde
entonces, Adán y Eva, tuvieron que invadir un terrenito y construir su guarida
en los alrededores a las residenciales de los patrones. Desde entonces se lucha
por la seguridad vital (alimentación, vecindad y descanso), la dignidad humana
(vivienda, vestido, recreación) y la prosperidad nacional (trabajo, educación y
salud). Y desde entonces, como bien aprendieron nuestros antiguos, ninguna
lucha se libra individualmente.
Desde aquéllos tiempos los vecinos constituyeron las primeras
organizaciones para la defensa de sus derechos. En los comienzos de la
civilización. Los hombres enfrentan la amenaza constante del ataque de otras
comunidades. Granjeros y pastores tuvieron que agruparse y amurallarse para
protegerse. La aparición de ciudades amuralladas marca el inicio de la
“civilización”, vocablo derivado de una palabra latina que significa “habitante
de la ciudad”.
La palabra Municipio —Municipium— es de origen romano.
Se aplicaba, en un principio, a ciertas ciudades de Italia que Roma iba
conquistando. Municipio expresa la condición política del núcleo dominado pero
dominante en su jurisdicción; situación esencialmente distinta de la
Ciudad-Estado —la polis griega— que es independiente, y de la Civitas Roma, que
tiene el dominio sobre el Municipio[1].
La idea de éste se resume en autonomía sin independencia política. Y autonomía,
implica el ejercicio de costumbres electivas de vieja data. Esto es, Mandar
Obedeciendo que pronto se transformaría en Mandar Mandando del Cesarismo.
Si bien es cierto, el concepto —Municipium— es de origen romano su
contenido proviene del ejercicio de toma de decisiones de pueblos anteriores al
Imperio. La tradición de vieja y venerable historia es reconocida por el
Imperium. Mientras el equilibrio entre dictadura y democracia se mantuvo, la
fuerza del poder romano aumentó incalculablemente gracias a la amplitud dejada
a la autonomía local. Pero, apenas ese equilibrio se fracturó, la
centralización imperial determinó y consumó la decadencia municipal.
Los vecinos en la
Edad Media, para defender su pellejo, se veían obligados a agruparse contra la
nobleza rural. Este agrupamiento renovó las viejas tradiciones municipales. La
burguesía naciente encontró en las comunas[2],
el germen del Estado burgués dentro del Estado feudal. Estos eran los primeros
pasos de la burguesía para
hacerse de la maquinaria del Estado. Pero, comuna medieval no es lo mismo que
Comuna de París. Una se sostiene sobre los pies de la burguesía y la otra es
creación heroica de la clase obrera. La Comuna de Paris (1871), quiebra el
Poder estatal moderno, es el intento de destrozar, de demoler, no
dejar piedra sobre piedra de la maquinaria burocrático-militar del poder
burgués. Comuna a la que Marx definiera como la “forma política al fin
descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del
trabajo”, y que deja de ser Estado
en cierto sentido[3].
En el Perú prehispánico
los vecinos estaban formados por hombres y mujeres de un mismo ayllu dispersos
en torno a un “archipiélago” de distintos nichos ecológicos situados a
diferentes altitudes. La agricultura sedentaria dio pie para la formación de
pequeños caseríos e incluso, para la época, de verdaderos centros urbanos; sin
embargo, como la vida “brotaba espontánea y libremente del suelo y la gente” lo
dominante era la dispersión y no la concentración del hombre andino. Con la
llegada de los españoles, durante el primer siglo colonial, el 70% de la
población nativa murió de guerras, de epidemias, de minas y de sanadores de
almas. Pero, tierras y minas sólo tienen valor si es acompañada de abundante
fuerza de trabajo. Conforme la población indígena fue mermando, los clérigos
españoles urgieron la concentración de los sobrevivientes mientras que, al
mismo tiempo, los mineros y terratenientes clamaban por una fuerza de trabajo
más organizada. La ordenanza de 1523 de Carlos V instruía a los virreinatos
para que el trazado con “regla y cordel” se aplique en el diseño de las nuevas
ciudades[4]. Así mismo, la escasez de fuerza de
trabajo obligó a la importación de esclavos negros. Para fijar al suelo a los
indios se dictaron medidas como la entrega de títulos de propiedad a las reducciones
o comunidades[5]. El interés económico impone la
concentración de la población nativa en ciudades y reducciones. El mismo
interés empujaba al colonizador a la explotación del oro y la plata; pero, una
mezcla de respeto y desconfianza al Ande marcó la inclinación de los españoles
a instalarse en tierra baja.
Con España nos viene el
cabildo[6] que ha de cumplir funciones de
administración, policía, abasto y justicia. El origen de los cabildos en el
Perú se remonta a las Ordenanzas del Virrey Toledo en 1575, que reglamentó el
gobierno local de las reducciones de indios. En aquellos tiempos, vecino quería
decir señor de vasallos. Y, para las elecciones de los representantes al
cabildo estaban excluidos todos excepto los españoles varones. Los virreinatos,
audiencias y cabildos constituían los órganos del poder político del
invasor español. El cabildo estaba autorizado a repartir tierras entre los
vecinos, administrar los bienes comunales, a fijar precios de los productos
indígenas y la venta forzosa de mercancías a precio de monopolio a los indios.
En los siglos XVIII y XIX los cabildos fueron escenario de conflictos entre
españoles peninsulares y criollos. En los ayuntamientos de Colombia y Paraguay
se gestaron levantamientos de comuneros[7]. Y en octubre de 1813 la segunda rebelión
en Tacna acaudillada por Enrique Paillardelle y el alcalde del cabildo Pedro
Calderón de la Barca. Dos años antes Francisco Antonio de Zela, secundado por
los caciques José Rosa Ara y Miguel Copaja, había lanzado la primera proclama
libertaria. Según el subdelegado realista en Tacna, Antonio Rivero y Araníbar,
“los comprometidos en este negocio” son tantos que “sería preciso meter en la
cárcel a medio Tacna”. El fermento libertario incubaba en los cabildos inclinando
la balanza en la emancipación latinoamericana.
Más allá del modo de producción dominante en cada época de la
historia social: vecinos, municipios y elecciones, nos acompañan desde los
primeros tanteos por resolver problemas inherentes a la convivencia social. Así
como, “Fámulus quiere decir esclavo doméstico y familia es el conjunto
de esclavos pertenecientes a un mismo varón”[8].
Así, Municipium es la agrupación social de personas libres, unidas no
sólo por lazos de sangre. Ambas expresiones, Fámulus y Municipium,
las inventaron los romanos para designar la primera, un nuevo organismo social
–familia–, cuyo jefe era el único que tenía derechos políticos; y, la segunda,
para identificar una comunidad de familias, unidas por vínculos de vecindad, de
amistad y de sangre. En aquellos tiempos sólo podían ser elegidos los jefes de
familia; a decir, de Cicerón sólo deben gobernar “los mejores”, o sea, la
aristocracia esclavista[9].
Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente. Familia, vecinos,
ciudades, clases sociales, municipios, elecciones, no son los mismos. El mejor maestro, el tiempo, permite que crezca y madure lo
que estaba en germen, en semilla; la mejor ciencia, la experiencia, concede la
autoridad del conocimiento; y, el mejor conocimiento es sistematizado y sirve
como guía en la práctica revolucionaria. Por eso, es muy cierto lo que nuestros
antiguos enseñan: “cada fracaso nos hace más listos” y “la práctica es ciega si
la teoría revolucionaria no alumbra su camino”.
La república inaugura un
nuevo periodo en la historia de nuestra formación nacional. España edificó un
nuevo orden sin destruir los pilares de una economía prehispánica. A la
republica le tocaba acabar no sólo con los elementos supértites del incario
sino también con los cimientos de una economía feudal. Sin embargo, en casi dos
siglos de vida republicana se observa que sobre un suelo feudal se desarrolla
un formal capitalismo por vía colonial.
En 185 años de vida independiente el Perú ha tenido 110 presidentes. En lo político, formalmente se implantó una republica democrática pese a la pervivencia del régimen económico feudal. Elegirse, elegir y ser elegido en una sociedad de clases es un componente vital en la cuestión del poder. Cristóbal Aljovín señala, “queda claro que el tema central de las constituciones decimonónicas fue: ¿quién vota?”[10] Quién y cómo vota, libre o compulsivamente, diríamos nosotros. Y no sólo de los ochocientos sino también de los novecientos. Evolución de la democracia burguesa según sus propios voceros: 1) Democracia nominal (1821-1895). Para el congreso constituyente de 1821, convocado por José de San Martín, se conformó una comisión encargada de preparar el reglamento de elecciones, se fijó el número de diputados, elegidos sólo entre propietarios con arreglo al cálculo de la población por departamento. El voto de analfabetos fue más nominal que real, y estuvo vigente hasta la constitución de 1860. Las elecciones en las capitales de provincia eran verdaderas batallas campales. Y los candidatos, verdaderos arrieros de electores analfabetos. 2) Democracia censataria (1896-1931). Durante el gobierno de Nicolás de Piérola se establece como base del sufragio, los censos o padrones de contribuyentes. 3) Democracia masculina alfabeta (1931-1955). La ley electoral del gobierno de David Samanez Ocampo nos trajo: un poder electoral autónomo, la representación de las minorías, el voto secreto y obligatorio; pero, se mantenía la exclusión del voto femenino y analfabeto. 4) Democracia mixta alfabeta (1956-1978). Se reconoce a las mujeres el goce pleno del derecho al sufragio y a participar como candidatas en los procesos electorales. 5) DUSO (Voto directo, universal, secreto y obligatorio). La Constitución de 1979 establece la ciudadanía a los 18 años y el voto personal, igual, libre, secreto y obligatorio hasta los setenta años.[11] Elegirse, elegir y ser elegido forma parte de la voluntad del sujeto en la historia. Sin embargo, como éstos no pueden actuar solos, conforman grupos. Y, vinculados por un interés económico y político, dan origen a clases sociales y constituyen partidos políticos.
La independencia de España había triunfado por la obligada solidaridad continental. Los vientos político-económicos empujaban en esa dirección. Pero, el Perú independiente, no contaba con una burguesía orgánicamente consolidada. “Un nuevo orden jurídico y económico no puede ser… la obra de un caudillo sino de una clase. Cuando la clase existe, el caudillo funciona como su intérprete y su fiduciario. No es ya su arbitrio personal, sino un conjunto de intereses y necesidades colectivas lo que decide su política. El Perú carecía de una clase burguesa capaz de organizar un Estado fuerte y apto. El militarismo representaba un orden elemental y provisorio, que apenas dejase de ser indispensable, tenía que ser sustituido por un orden más avanzado y orgánico”.[12] El Perú no era un país de grandes ciudades. La aldea no es terreno fértil para el desarrollo de partidos; pero sí, de caudillos o caciques venidos a menos con los vientos de cambio. En los ochocientos predomina la dictadura y su función de dominio (de un total de 74 mandatarios, sólo 5 fueron elegidos en elecciones).Y, de 1900 al 2006 (de 36 presidentes 16 son elegidos), la hegemonía de clase se va imponiendo a través de su precaria dirección. La preocupación de la clase dominante pasa de la legitimidad de su dominio a la legalidad de su dirección. Hasta ahora las clases dominantes saben lo que deben hacer cada cierto tiempo…
Pero, ¿cómo se llega a
ese punto en la administración del poder, en el gobierno de una clase cada vez
menos numerosa? Los grandes propietarios son cada día menos. Pero, esos menos,
se las han arreglado para posicionarse como ganadores entre los más. ¿Cómo se
llega a esta situación? Vayamos tras las huellas del milenario bípedo parlante.
Cuando el hombre “invento” la propiedad privada hicieron su ingreso en la
historia las clases, el Estado y, por ende, la política. Como resultado se
trastocó todo el mundo antiguo. La propiedad comunitaria paso a ser algo
subalterno y dependiente. Así mismo, la administración de la cosa pública se
convirtió en administración del poder. Y la vieja costumbre comunitaria de Mandar obedeciendo fue reemplazada por
una nueva manera de Mandar: dictadura y democracia (mando y consenso, poder y
hegemonía, dominio y dirección, garrote y engaño), dos métodos que recorren la
historia política de la propiedad privada bajo diferentes presentaciones. Así,
la política desde sus primeros pasos es expresión concentrada de la economía.
La propiedad sobre los medios de producción (incluye al hombre-herramienta
—esclavo, siervo, obrero —) determina la capacidad de mando o maniobra en el
terreno de las decisiones económico-político-sociales. Y como la base de la
civilización es “la explotación de una clase por otra, su desarrollo es
constantemente antinómico. Cada progreso de la producción es al mismo tiempo un
retroceso para la clase oprimida, es decir, para la mayoría. Cada beneficio
para unos es por necesidad un perjuicio para otros; cada grado de emancipación
conseguido por una clase es un nuevo elemento de opresión para otra.”[13] A cada paso en el desarrollo socio-económico
(esclavismo, feudalismo, capitalismo) le corresponden nuevas formas políticas
de dominio, que van de las más simples a las más sofisticadas. Todas ellas
nacen por una férrea necesidad histórica de progreso y la imaginación pone su
cuota en el “intento” de perpetuar el control de las mayorías oprimidas, de los
trabajadores del campo y la ciudad. Hasta llegar a la última, “la forma más
elevada del Estado, la república democrática”. La república democrática, “bajo
la cual puede darse la batalla definitiva entre el proletariado y la burguesía,
no reconoce oficialmente diferencias de fortuna.”[14]
Esta claro que en la
colonia sólo gobernaban o mandaban los dueños de la economía, los señores de
origen español. En la republica, en la primera centuria, los propietarios de
haciendas (terratenientes), de fortunas personales (comerciantes) o de mando
efectivo de tropa tenían el privilegio de ser postulados o elegirse (es decir,
imponerse por la fuerza de las armas) como jefe político de la Nación. A partir
de 1931 la democracia de los propietarios tiene que enmascararse para seguir
usufructuando los hilos del poder político. Los padrones de contribuyentes
ceden paso a un registro electoral cada vez más amplio conforme nos aproximamos
al siglo XXI. La magia democrática despliega todo su arte para engañar a los
electores con la presunción que cualquier hijo de vecino puede postular y ser
elegido como Presidente del Perú. Más lo cierto es que sólo los dueños de
fortuna tienen los recursos para postular. Y si por ahí se filtra algún sujeto
antisistema. El sistema está preparado para absorberlo[15] o eliminarlo (v. gr. Allende en Chile).
Por eso, la clase obrera sólo puede actuar legalmente con objetivos precisos
(“transformar el sufragio universal, de medio de engaño que había sido hasta
aquí, en instrumento de emancipación”); con la razón histórica que le asiste,
(“Al vencer el proletariado, no se convierte con ello, en modo alguno, en el
lado absoluto de la sociedad, pues sólo vence destruyéndose a sí mismo y a su
parte contraria”); con límite (“El sufragio universal es, de esta suerte, el
índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más
en el Estado actual, pero esto es suficiente”); y, con ventaja (“El día en que
el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de
ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer”).
Una de las primeras
medidas del primer y segundo gobierno del Arq. Belaúnde, fue convocar a
elecciones municipales. Los caballeritos designados a dedo son reemplazados por
sujetos, cuya astucia y dinero[16], son la mejor arma para encandilar
conciencias. Cada cinco años nos recuerdan, lo “límpido y diáfano” del sistema
electoral, “viciado por el color y el olor a dinero”. Las vacantes a las
alcaldías, gobiernos regionales, parlamento y gobierno central se convierten en
boccato di cardinale, capaz de mover centenas de miles de competidores tras
ellas. Y como, en los versos de Juan Gonzalo Rose: los hediondos
españoles se zamparon en la atmósfera ya zampada, aparecen postulantes de
todo tipo y calibre: analfabetos o alfabetos, gordos o flacos, profesionales o
improvisados, blancos o cholos, diablos o beatos. Las lenguas bífidas tienen
discursos, peroratas, soflamas, para todos los auditorios. “Enemigos” del
neoliberalismo pero los convocan a un gran frente con las víctimas de su
política económica. El asunto es llegar a la meta como sea. ¡El voto es
crucial! La política que imprimen es una política ovejuna; los hombres
pensantes y operantes están proscritos, bajo el dintel de sus locales se lee: Sólo se aceptan borregos. Los
principios, el ideario, las convicciones políticas, son relegados o subordinados
al interés material. Si esto significa prostituirse, hipotecarse o venderse, no
importa, lo único que interesa es ocupar la vacante pública. El símbolo de la
prostitución –la Dama de la Libertad, Liberty Square– los guía en las
azarosas huellas que han de seguir. Fujimori, Paniagua, Toledo y García, cada
cual a su turno cacareaba contra la corrupción de su antecesor en el sillón de
Pizarro. Y sus polluelos de aldea o caserío, fatuos e hinchados cuál caciques,
levantan el sambenito del combate a la corrupción[17]: ¡¡ Higienizar la gestión pública[18]!! Sic! ¡Creen engañar al elector con la
pureza de virginales viejecitas que jamás la vieron!
En las elecciones
locales 2006 el pasado reaparece como lastre. Elevadas a la calidad de programa
se escuchan voces acerca de Tacna irredenta. ¿Quién lanza ese discurso? ¿Un
Plebiscitario sobreviviente? ¿Una doliente madre de los caídos de 1880? ¡Que
va! A setenta y siete años de la reincorporación de Tacna al Perú, no queda
alguno con sus capacidades intactas. ¿Entonces de dónde brotan esos espectros
del tiempo? La política, en tiempos de elecciones trae todo tipo de discursos.
Algunos de estos, ponen en evidencia el cordón umbilical que los une al pasado.
Marx en EL DIECIOCHO BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE, explica que la
tradición de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de
los vivos. Y agrega: “la revolución social (…) no puede sacar su poesía del
pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de
despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores
revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal
para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo (XXI)
debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de
su propio contenido.”[19]
Lejos en el tiempo, el
Inca Garcilaso de la Vega “universalizó el nombre Perú y lo
definió al dedicar un libro inmortal A los indios, mestizos y criollos
del grande y riquísimo Imperio del Perú, su hermano, pariente y paisano.”[20] Peruanicemos al Perú, no es una
simple frase, condensa tres etapas de la historia de nuestra formación social.
El autor de los 7 Ensayos en su célebre respuesta a Luis Alberto Sánchez
sintetiza su posición al respecto: “No es mi ideal el Perú colonial ni el Perú
incaico sino un Perú integral.”[21] Solución de continuidad. Unifica las
tres tradiciones (incaica, española y republicana) en una, la tradición
socialista. Pero, ¿por qué sólo los de abajo pueden levantar la bandera
Peruanicemos al Perú? ¿Por qué? La razón es muy simple. La política de
la clase dominante es “cada vez más burguesa a condición de ser cada vez
menos nacional”[22]. Y, Peruanicemos al Perú,
sintetiza todo un programa político, realizable con el pueblo y para el pueblo.
Peruanicemos al Perú significa: peruanizar sus riquezas, la educación,
la cultura, el trabajo, la organización, el paisaje y su ecosistema, en fin,
sus obras materiales e intelectuales. El primer acto de desperuanización del
Perú fue la conquista española. Por eso, sin el indio no hay peruanidad
posible.[23] Política que no prioriza el factor
humano, ignora la lucha por la seguridad vital (alimentación, vecindad y
descanso), la dignidad humana (vivienda, vestido, recreación) y la prosperidad
nacional (trabajo, educación y salud). A la política de Estado, genuflexa y
antinacional, el proletariado opone su política cada vez más nacional a
condición de ser cada vez más internacional.
“Hispano-América,
Latino-América, como se prefiera, no encontrará su unidad en el orden burgués.
Este orden nos divide, forzosamente, en pequeños nacionalismos. Los únicos que
trabajamos por la comunidad de estos pueblos, somos, en verdad, los
socialistas, los revolucionarios.”[24] “Con el socialismo debe culminar el
fatigoso proceso de formación histórica del Perú. Dentro de él, vinculado más
que nunca al continente y a la humanidad, el Perú debe encontrar su realidad y
su solución.”[25] Con el bastón de Basadre y la locomotora
de Mariátegui el futuro nos pertenece.
Chasqui Siglo XXI
Qollasuyu, 24
Agosto 2006
Edgar
Bolaños Marín
[1] Giraud (citado por Azcárate : Estudios filosóficos V
políticos, p. 173, nota 2), distingue cuatro clases de Municipios: 1º el que
tenía el derecho de ciudadanía completo, óptimo jure, llamadas civitas entera, o la civitas sine suffragio; 2º que
sólo tenía parte de los derechos de ciudadanía, el
cives municeps (ciudadano del municipio) tenía el derecho de ciudadanía romana
(commertium, connubium), pero no los políticos (el sufragio); 3º el que
conservaba su propia legislación; y, 4º el que adoptaba la de Roma, haciéndose
de la condición de los fundi facti” (fundada en el acto –campaña de Roma-).
[2] Así se llamaban en Francia e Italia a las
ciudades nacientes una vez comprados o arrancados a sus señores feudales la
autonomía local y los derechos políticos como ‘tercer estado’.
[3] “…a partir de fines del siglo XIX, la épocas
revolucionarias anticiparon un tipo superior de Estado democrático, un Estado
que, en ciertos aspectos, como dijo Engels, deja de ser un Estado, ‘ya no es un
Estado en el sentido propio de la palabra’. Se trata de un Estado del tipo de
la Comuna de París,…”Lenin, en Las tareas del proletariado en nuestra
revolución, V. I. Lenin., Tomo XXIV, Ob. compl. Pág. 485, cita la Carta de Engels a Bebel, Londres, 18-28 de marzo de
1875, Correspondencia Marx-Engels, Edit.
Cartago, Bs. As. 1973, Pág. 276
[4] La ordenanza de 1523 dice a la letra: “Una vez
hecho el plano, establézcase la plaza, calles y manzanas con regla y cordel.
Comiéncese por la plaza mayor, trazando las calles principales y las puertas de
la ciudad de tal manera que, aun cuando la población pueda aumentar
significativamente, se expanda siempre en la misma forma.” La instrucción se
cumplió al pie de la letra en todos los rincones del imperio colonial. Recién
en el umbral del siglo XX se opone al patrón cuadrangular de “regla y cordel”,
las avenidas diagonales como el último grito del modernismo burgués. (Somos
lo que compramos, Arnold J. Bauer, Ediciones Taurus, México, 2002 Pág.
89-216.) La regla del crecimiento de las urbes capitalistas es por invasión.
Las aldeas se convierten en ciudades y las ciudades en grandes metrópolis, en
razón directa a las necesidades del crecimiento de la industria y sus
requerimientos anexos. Es un fenómeno típico del desarrollo capitalista, que
lleva al clímax la oposición entre el campo y la ciudad.
[5] Inclusiones que excluyen: títulos
de propiedad a comunidades. Durante el virreinato de Toledo, se entregaron
títulos de tierras a ciertas comunidades indígenas, como medida de
apaciguamiento -después de la derrota de Túpac Amaru I- y como artificio para
atar indios al suelo. Hoy, la burguesía se llena la boca llamando a la
inclusión de los desposeídos. Fariseísmo, hipocresía de los que medran a
costillas del prójimo, de los que subsisten a través del engaño y la falsía. El
Perú de nuestros tiempos, ha engendrado vendedores de cebo de culebras hasta
para exportar. Allí tenemos a Hernando de Soto. En El Misterio del Capital,
llama la atención sobre la acumulación originaria del capital en los EEUU, al
remarcar el papel que cumplieron los ‘banditti’, es decir, los invasores
de tierras, en la edificación de un nuevo orden económico. Pero una cosa es una
y otra cosa es otra. La confiscación de tierras en Norteamérica, se produce
cuando el capitalismo daba sus primeros pasos. Y nuestras invasiones se dan en
la senectud del capitalismo. Este señor, cree que imitando el proceso
norteamericano en las condiciones actuales se puede convertir al Perú en una
nación capitalista de éxito. Dice, De Soto, que legalizar la propiedad informal
determinó el éxito capitalista de los EEUU, y, por tanto, de allí deduce que
legitimar la propiedad de los invasores urbanos, les daría los recursos
financieros para edificar empresas competitivas. Este sujeto pretende contarnos
el cuento de que todos podemos ser “capitalistas” exitosos. Somos unos mendigos
sentados en un banco de oro, dice: tenemos 74,200 millones de dólares de
capital inactivo (en propiedades no formalizadas). Qué debemos hacer:
formalizar nuestras propiedades y obtener recursos financieros con aquellas
como garantía. (El cuento proudhoniano de la casa propia, rebatida por Engels: “el Sr. Sax ha
resuelto, pues, la cuestión planteada al principio: el obrero «se
transformaría en capitalista» mediante la adquisición de una casita en
propiedad.”) Así se resuelve el
problema de falta de capital para invertir. Pero, he allí el pero. ¿En qué
invertimos? Si sabemos que, la caída de la tasa de ganancia, es un fenómeno irreversible
hasta el colapso del capitalismo. La tendencia decreciente de la ganancia
va de la mano con la feroz competencia en todos los ámbitos del qué hacer
económico. Pero, las mayorías nacionales, inexpertas en estos menesteres,
pronto caen en cuenta que el capital invertido se evapora por efecto del
consumo de su unidad familiar.
[6] El municipio acompaña al cabildo. Durante el
virreinato, el primero señala la jurisdicción -el territorio-; y, el segundo,
el cuerpo administrativo, de gobierno. Con el tiempo, el concepto cabildo se
entiende sólo como sinónimo de reunión de vecinos; y, municipio como
cuerpo administrativo y burocrático.
[7] Movimientos populares surgidos en las colonias
hispanoamericanas contra sus autoridades, y que fueron llevados a cabo en los
territorios de los actuales Estados de Colombia y Paraguay durante el siglo
XVIII. En Paraguay tuvieron su desarrollo entre 1717 y 1735, ideológicamente,
se basaban en la adopción de las teorías de teólogos españoles como Francisco
de Vitoria, que sostenían la supremacía de la voluntad popular, a través de los
cabildos, frente a la voluntad del rey.
[8] F. Engels, El Origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado, Editorial Progreso, Moscú, 1970, Pág. 55
[9] La teoría de Roma relativa al Estado y el
Derecho seguía a los griegos que sostenían: “El hombre, salvo algunas
excepciones contrarias a la naturaleza, es el llamado a mandar más bien que la
mujer”. ”El esclavo está absolutamente privado de voluntad; la mujer la tiene,
pero subordinada”.Aristóteles, La política Libro I Cáp. V
[10] Margarita Giesecke comentario a Caudillos y
Constituciones. Perú: 1821-1845, de Cristóbal Aljovín de Lozada, Edic.
electrónica.
[11] Constituciones del Perú, Edición electrónica
del Congreso de la República.
[12] JCM, 7 Ensayos… Pág. 71
[14] F. Engels, El Origen de la familia… Edit.
Claridad, Bs. As. Pág. 167 – 163
[15] Cautivar, atraer, absorber a través de la
corrupción directa es uno de los mecanismos predilectos de las repúblicas
democráticas; a las excepciones que no se venden, simplemente los maniatan
fortaleciendo el control que ejerce el Poder detrás del trono, para finalmente
echarlos, despedirlos, subrogarlos, cesarlos, derrocarlos o asesinarlos.
[16] La crisis pone en evidencia el descrédito creciente
del parlamento, la partidocracia y el sistema electoral. ¿Es este fenómeno algo
nuevo en el Perú? En modo alguno. Poderoso caballero, don dinero, marcó la
pauta en la coreografía y escenografía de los comicios. El dispendio y
fanfarria, ingredientes de la democracia burguesa, emergió en el Perú a tan
sólo 29 años de proclamada la independencia. José Arnaldo Márquez en su
opúsculo sobre la orgía económica y financiera del Perú dice: “En los
preparativos para la elección de Presidente de la República, gastó el general
Vivanco que además de no ser rico era muy mezquino, más de setenta mil pesos
prestados por el doctor Gallagher, don Camilo Quintanilla y don José Toribio
Mansilla. Pero todo eso era poco al lado de los 80000 pesos que gastó el
general Echenique y del apoyo del gobierno que favoreció a todo trance su
elección.” (Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, Editorial La
república, Tomo 4, Pág. 793). Por eso, en temprana hora del desarrollo de
nuestro formal capitalismo, Felipe Pardo en 1859 ya cuestionaba la utilidad del
parlamento y el sistema electoral de nuestra cuasi burguesía. Satirizaba la
institución democrática:
felicidad sin democracia...
¡Jesús! ... ¡Líbranos Dios de tal desgracia!
En un Nuevo Estado, tipo Comuna, el dinero y la
fanfarria no contarán. De las elecciones en barrios y centros de producción,
surgirán los delegados a los gobiernos municipales y, de éstos, para las
elecciones nacionales. Lino Urquieta en 1903 levantó la bandera de la “completa
autonomía provincial en el orden económico y administrativo, tendiendo a
preparar el terreno para la federación de municipios.” (Amauta Nº5,
Enero 1927). Urquieta abre paso hacia la tesis del municipio como célula base
de un Nuevo Estado.
[17] Insólito, muy insólito. El Colegio de Abogados
de Tacna no se queda atrás en la campaña de doña moralina. En el Diario
Correo-Tacna, del 23 de agosto 2006 se lee: “La reciente evaluación de
los abogados a los jueces y fiscales del Distrito Judicial de Tacna, en la cual
sólo el 25 % obtuvo la calificación de ‘bueno’ y la diferencia la calificación
de ‘regular’ en su desempeño en cuanto a celeridad, trato y honestidad,
servirá como base para elaborar un diagnóstico de cómo se administra la
justicia…” Esto es, vagancia, ineficiencia y corrupción fueron los ítems
evaluados. Para evaluar, las opciones de respuesta fueron: Muy Bueno,
bueno, regular, malo, muy malo. Bien para los dos primeros ítems, pero… para
evaluar Honestidad… Nosotros creíamos que entre la honestidad y la
deshonestidad no hay término medio. ¡Sorpresa! Se concluye que el 75% de los
evaluados son todos honrados, pero el poncho no aparece.
El diagnóstico, a nuestro humilde entender, indica que evaluados y evaluadores
están enfermos, muy enfermos.
[18] ¿Higienizar? Seguramente el muy cándido
revisará alas y patas de todo palmípedo que labore en el Gobierno Regional, y
con eso garantiza que las prescripciones de la higiene se cumplan. O, tal vez
el “párvulo”, se refiera a deshacerse de la corrupción. Y si esa es la
intención: no se lo predica, no se hace alarde de ello, ni el 99% de las ideas
rectoras deben referirse a ese tema. Por último, aprenda de los canes y
recuerde que !perro que ladra no muerde¡ Y ¡¡san se acabo!!
[19] K Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte,
Ob. Es. Tomo
I. Edit. Progreso Moscú, 1971, Pág. 232-233
[20] Jorge Basadre, Este Perú dulce y
cruel, CADE 1979
[21] JCM, Tomo 13, Edición 1979, Pág. 222
[22] Guano y Burguesía en el Perú, Heraclio
Bonilla, Instituto de Estudios Peruanos, 1974, Pág. 171.
[23] “Los candidatos (a las elecciones generales),
en menor o mayor grado, plantean que los empresarios peruanos son propulsores
del desarrollo. No conozco empresario grande vivo en el Perú que no esté
animado de un espíritu depredador, de un ánimo rentista y tenga el mínimo
concepto de lo nacional. Es una verdadera raza de Caín, que como decía
Baudelaire, pulula y se reproduce como chinches en la madera. ¿Es esto
pesimista? ¡No! Reconocer una realidad es el primer paso para liberarse de lo
negativo. El empresariado peruano es herencia de lo español y lo peor de lo
europeo ya que carece de pionerismo, de identidad como nación. Nuestra
esperanza futura está que ese ingenio ancestral del peruano que por casi medio
milenio se desvió – por lo español- a la pendejada, la cutra y la coima, se
reconvierta en las bases mismas de la memoria colectiva en una fuerza colectiva
y solidaria y haga resurgir la pasión creadora que tanto necesitamos.” Pedro
Fecha, Diario Liberación del 26 feb. 2001 Artículo “Genaro, como un romero
cualquiera”.
[24] JCM, Tomo 4, Edición 1967, Pág. 164
[25] Jorge Basadre, Perú: Problema y
posibilidad.
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