18-03-2015
En el
artículo Emancipación y libertad, de Luis Bruschtein,
en Página 12 del 14.3.15 dice en un párrafo:
“La
democracia y estos procesos de profundización han sido tomados como un proyecto
de construcción popular y progresista en América latina, como fue
permanentemente explicitado por los oradores en el Foro para la Emancipación y
la Igualdad organizado esta semana por el Ministerio de Cultura. La mayoría de
los participantes tienen raíces y orígenes parecidos. Todos provienen de las
resistencias a los modelos neoliberales de los ’90. Algunos transitaron
experiencias anteriores en las viejas izquierdas, en movimientos
revolucionarios y combativos de los ’70 o en movimientos sociales que habían
generado una visión de construcción autonómica. Pero, además, la mayoría de
ellos ahora forma parte de gobiernos democráticos y tiene funciones de gestión
o legislativas. Cada palabra tiene la obligación de lo real y lo concreto. El
hecho democrático como vía de acción y como modelo de organización de la
sociedad, puesto en el eje de las coincidencias da una idea de la magnitud de
la transformación del pensamiento emancipador igualitario y su toma de
distancia de las viejas experiencias signadas por las llamadas dictaduras del
proletariado. “Fueron formas de un capitalismo de Estado”, definió el
vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, expresión de uno de los
gobiernos más a la izquierda de la región.”
Es necesario
aclarar la confusión de ideas que surge de este párrafo. Cuando se habla de “dictaduras
del proletariado” confundiéndolas pura y simplemente con “formas de un
capitalismo de Estado”, se está hablando de revoluciones que intentaron
construir el socialismo. Todos los avances democráticos que se están realizando
bajo los gobiernos populistas progresistas de América Latina no constituyen
todavía revoluciones democráticas y socialistas. Es necesario y deseable que
ése sea el camino que se tome en el futuro, pero no es la realidad actual.
Muchos hechos tienen que suceder todavía para que estos procesos se transformen
en verdaderas revoluciones.
Situándonos
en la perspectiva de la revolución democrática, debemos decir que la revolución
socialista es en primer lugar, necesaria e inevitablemente, una revolución
democrática. La revolución socialista implica el acceso al poder del
proletariado dirigiendo a todo el pueblo, la expropiación del capital y la
construcción del socialismo. No hay revolución socialista posible que no sea al
mismo tiempo y en primera instancia, revolución democrática. La revolución
democrática estalló en febrero de 1917 en Rusia y se consolidó en octubre con
el paso de todo el poder a los soviets o asambleas de obreros, campesinos y
soldados.
Pero ¿Qué es
una “revolución democrática”? La insurrección de todo el pueblo, en base a la
toma de conciencia generalizada en la población de que la única alternativa es
el gobierno directo del pueblo, sin ninguna restricción ni mediación, apoyada
en la fuerza de todo el pueblo en armas. El máximo grado de democracia posible
que no se somete a los límites de la democracia burguesa, la que no es otra
cosa que la dictadura del capital bajo formas aparentemente
democráticas.
El paso al
socialismo requiere la conciencia generalizada de que la expropiación del
capitalismo es indispensable. La expropiación del capital es el comienzo de la
transformación de la revolución democrática en revolución democrática socialista.
Solamente sobre la base de la revolución democrática es posible expropiar al
capitalismo.
Los
gobiernos populistas progresistas surgidos en los últimos años en América
Latina han hecho grandes avances sociales, económicos y democráticos. Se ha
extendido la conciencia de que bajo la democracia (burguesa) se puede lograr
poco a poco, el bienestar pleno del pueblo a condición de seguir ampliando y
profundizando la democracia (burguesa). Es una experiencia extraordinariamente
rica de los pueblos latinoamericanos y es también, una lucha sincera y difícil
que pone en tensión toda su capacidad de lucha. Pero también es confundir
democracia con democracia burguesa, creer que la única democracia es ésta, y confiar
que bajo el capitalismo se puede profundizar cada vez más la democracia y todos
los avances que se están haciendo.
Esta lucha
por la profundización democrática se propone en el párrafo citado como una
superación de las experiencias de dictadura del proletariado. La dictadura del
proletariado es la forma más extrema de democracia que puede existir. Es la
democracia para la inmensa mayoría del pueblo y la dictadura solamente para los
sectores capitalistas que se resisten a la construcción del socialismo.
Toda la
teoría realmente socialista afirma, además, que cuando desaparezca la
resistencia capitalista desaparecerá naturalmente la dictadura del proletariado
sobre ellos.
Desaparecerá
entonces el estado proletario siendo reemplazado por una administración de las
necesidades comunes de toda la sociedad.
Esta
administración ya no podrá ser llamada democracia porque no será el gobierno de
la mayoría sobre la minoría, no existirá más la dictadura sobre la minoría,
sino que será la administración de toda la sociedad.
Al
desaparecer las clases sociales no será necesario un Estado que siempre es la
dictadura de una clase o clases sobre otra u otras.
Es imposible
la plena democracia, el pleno crecimiento económico con inclusión social, sin
expropiar al capitalismo. Esto es lo que omiten Bruchstein y García Linera. La
forma concreta, latinoamericana en que se llegue a realizar la revolución
democrática y la expropiación del capital no implica que esas dos tareas se
puedan eludir. Tarde o temprano y de alguna forma se deben realizar.
Ninguna
experiencia de dictadura del proletariado logró construir el socialismo, sólo
lo intentó, avanzó un trecho en su construcción, y después las fuerzas
capitalistas fueron poco a poco restaurando su dominación. Pero hasta donde se
pudo llegar en la construcción del socialismo es una experiencia histórica que
no deja dudas que ése es el camino.
Si la actual
lucha democrática deja de lado la dictadura del proletariado significa que deja
de lado la lucha por la revolución democrática. No se puede derrotar al
capitalismo, expropiarlo, dentro de los límites de la democracia burguesa por
más extraordinarios avances que se realicen.
Y reducir
las experiencias frustradas de construcción del socialismo a meras formas de
capitalismo de Estado es rebajarlas, negar los avances extraordinarios de
construcción del socialismo que lograron los pueblos, aunque el éxito final
todavía no se haya conseguido. Obviamente no se puede congelar la
construcción del socialismo en un punto intermedio, o se sigue avanzando o
tarde o temprano el capitalismo vuelve a dominar.
Hay un
elemento cierto al comparar la dictadura del proletariado con el capitalismo de
Estado. Era una economía de Estado, dirigida y dominada por el Estado
obrero, pero que todavía no había podido eliminar completamente al capitalismo.
Pero significaba un avance extraordinario con respecto a la economía
capitalista en general. Ese “capitalismo de Estado” era un paso previo a la
construcción plena del socialismo. ¿Por qué? Porque el poder político lo tenía
la clase obrera, el gran capital concentrado había sido expropiado, el gobierno
directo del pueblo se ejercía a través de los soviets y el conjunto del pueblo
trabajaba diariamente para lograr la construcción plena del socialismo.
En un
capitalismo de Estado de un país capitalista, existe un gobierno capitalista y
no hay expropiación del capital concentrado. Por el contrario este capital
concentrado ejerce su pleno poder sobre el Estado.
Este
capitalismo de Estado suele darse en épocas de guerra entre estados
capitalistas. En esos casos no hay democracia ni siquiera burguesa.
Generalmente se busca salvar al capitalismo de su propia crisis. Se instala la administración
estatal capitalista de muchas empresas para salvarlas de la crisis. También se
busca hacer más eficaz el funcionamiento del aparato bélico estatal.
Todo esto no
tiene nada que ver con los elementos de capitalismo de Estado que
todavía subsistían en vida de Lenin en el Estado soviético.
Llamar
capitalismo de Estado a secas a los estados obreros que intentaron construir el
socialismo es un desconocimiento de los hechos históricos, de su significado
real, y es también una subestimación y una tergiversación de lo que constituye
la inmensa tarea de construcción del socialismo. [1]
Nota:
[1] Ver, por ejemplo, este párrafo de Lenin: “El
capitalismo de Estado, según toda la bibliografía sobre problemas económicos,
se refiere al que existe bajo el sistema capitalista, donde ciertas empresas
capitalistas se encuentran bajo el control directo del Estado. Pero el nuestro
es un Estado proletario, se apoya en el proletariado, da al proletariado todas
las ventajas políticas, y por intermedio del proletariado atrae a las capas
bajas del campesinado (recordarán que comenzamos esta labor mediante los
Comités de pobres). Por eso el capitalismo de Estado desorienta a muchos, y a
muchos con juicio. Para evitar esto es necesario recordar lo fundamental: que
no hay teoría ni libro que trate de un capitalismo de Estado del tipo del
nuestro, por la sencilla razón de que todas las nociones habituales
relacionadas con estas palabras se asocian a la dominación burguesa en la
sociedad capitalista. La nuestra es una sociedad que ha salido de las vías del
capitalismo pero no ha tomado aún las nuevas vías. En esta sociedad el Estado
no es dirigido por la burguesía, sino por el proletariado. No queremos
comprender que cuando decimos: “Estado”, este Estado somos nosotros mismos, el
proletariado, la vanguardia de la clase obrera. El capitalismo de Estado es un
capitalismo que seremos capaces de restringir y cuyos límites seremos capaces
de fijar. Este capitalismo de Estado está relacionado con el Estado, y el
Estado son los obreros, el sector avanzado de los obreros, la vanguardia. El
Estado somos nosotros.” En V. I. Lenin, Obras Completas, Tomo XXXVI, págs.
246/247, Editorial Cartago, segunda edición corregida y aumentada, Buenos
Aires, 1971,
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=196631
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