(Por su importancia, comparto esta carta pública
autocrítica, lúcida, honesta y retadora de Héctor Béjar a las direcciones
políticas de la CPUIF. Un texto que, en realidad, tiene una significación
política mas amplia para la renovación de los partidos políticos en el Perú).
Publicado:
2015-04-15
Estimados
compañeros:
Vivimos
un sistema abominable que debe ser cambiado. Por lo menos para mí, la palabra
revolución, ahora olvidada, mantiene su sentido.
Sin
embargo, hay un enorme desbalance entre un poder concentrado por la riqueza en
el mundo y en el Perú, por un lado; y en el otro extremo un pequeño grupo de
voluntades como las nuestras que resulta débil frente a ese poder.
Queremos
un sistema distinto sin contar con ejércitos, ni bancos, ni estaciones de televisión,
ni radioemisoras de alcance nacional.No hay punto de comparación entre el poder
de los conservadores del sistema, y quienes queremos cambiarlo.
Esa parte
del problema es la condición natural de la que partimos. Si la concentración de
riqueza y la injusticia no existieran, no tendríamos razón de ser.
Sin
embargo, conviene hacer algunas precisiones.
Si ahora
no contamos con ningún instrumento de poder real es porque desperdiciamos las
circunstancias favorables cuando se presentaron: parte de la izquierda fue el
más firme obstáculo a la revolución militar de Velasco. La izquierda
parlamentaria de los setenta abandonó su base popular. La Izquierda Unida no
estuvo realmente unida. Partidos y personajes de izquierda corrieron detrás
del actual presidente cuando era candidato, en vez de formar una agrupación
capaz de contribuir a una candidatura respetable.
En
términos históricos, la izquierda ha contribuido de manera decisiva a la
organización de los trabajadores, la defensa del pueblo, la denuncia de la
explotación. Pero eso no es suficiente.
Personajes
de izquierda han participado en todos los gobiernos nacionales incluido el de
Fujimori solo para hacer seguidismo.Son los mismos rostros de estas últimas
elecciones. Al final son los únicos que salen ganando; porque ellos, sus
familiares y allegados se acomodan en las burocracias nacionales, regionales y
locales. No les interesa el gobierno para construir poder popular, son los
estilistas del sistema.
Nada
trascendental cambió, todo siguió igual porque miramos la realidad social desde
el poder o desde nuestra situación pero no desde las necesidades de la gente.
Por eso, al final, resulta que ante los ojos del pueblo no hay ninguna
diferencia real entre un gobierno regional o local de izquierda y otro de derecha.
No
tenemos el valor de analizar los acontecimientos que hemos vivido o
protagonizado. ¿Persistir? ¿En qué vamos a persistir? ¿En los errores, los
oportunismos, los egoísmos, las pequeñas y grandes traiciones? ¿O en lo bueno,
lo positivo que logramos?
Nuestras
organizaciones no son democracias que se renuevan sino pequeñas dictaduras en
que los líderes excluyentes se desgastan y envejecen sin soltar los cargos.
Hagamos
que nuestros partidos y nuestros grupos sean un ejemplo vivo y actual de lo que
sería el nuevo sistema por el que luchamos. No somos un ejemplo de eso.
Hemos
idealizado al proletariado y al pueblo. Aunque explotados, ellos, como
nosotros, no son mejores que las burguesías. Todos somos humanos. Tenemos los
mismos egoísmos e irracionalidades. Elogiarlos sin censura, seguir sus
instintos y sus protestas sin ejercer pedagogía política, es demagógico.
Y la
demagogia no conduce al cambio de sistema sino a formas diversas de populismo y
caudillismo.
Decenas,
cientos de los nuestros han muerto en distintas acciones armadas. Después
fueron víctimas del terrorismo que nació de nuestras propias filas como hijo de
la ignorancia política, la rabia, el dogmatismo y el fanatismo. Otros miles de
peruanos y peruanas padecieron las consecuencias de esta tragedia. En muchas
partes de América Latina y también en el Perú, las cuentas de asaltos a bancos
y secuestros de personas indefensas están por rendirse. Ninguna tolerancia,
ninguna trenza es admisible con los métodos terroristas ni con nada que los ignore,
minimice o justifique.
La
revolución debe empezar en nosotros. Si no somos ejemplo, no somos nada.
Debemos
construir mentalmente y aplicar en nuestras organizaciones el modelo de
sociedad y de sistema político por el cual luchamos. Ese sistema debe ser
creativo, libre, alegre, de cara a la vida, no sombría ni burocrática. Un
sistema generoso, abierto a los demás, no exclusivo y excluyente.
Nuestras
historias son demasiado fuertes y demasiado distintas. Las lealtades y
complicidades de nuestros grupos están tan enraizadas como nuestras
desconfianzas de cada uno acerca de los otros grupos. Es mucho lo que debemos
cambiar para que la unidad sea posible. Y aun así, ella no garantiza el éxito
político en los términos que convienen al país. ¿Por qué deberían seguirnos si
estamos unidos? ¿Cuál es nuestra virtud especial, qué les ofrecemos?
Lo mejor
es hacer un balance honesto, sereno, crítico y dejar el paso a las nuevas
generaciones contribuyendo de manera modesta a su formación. Dedicarnos a
preparar el recambio. Explicar, hablar claro y hacernos a un lado. Preparar
algo más duradero, más firme que nuestro propio recuerdo. Es el turno de los
que vienen, no de los que nos vamos.
Si
realmente queremos algo positivo propongo lo siguiente:Que cada partido anuncie
un cronograma de renovación de cargos directivos en el corto plazo prohibiendo
la reelección de dirigentes.
Que todos
los partidos y grupos convoquen a una inscripción ordenada y general de los
hombres y mujeres que se autodefinen de izquierda.
Que haya
en todo el país elecciones democráticas y primarias para la nominación de
candidatos a los procesos electorales que se avecinan, incluido el
presidencial.
Que el
Frente Amplio de Izquierda publique el cronograma de inscripción y de
organización hacia las elecciones primarias.
Atte,
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