miércoles, 1
de abril de 2015
Ruego al lector que me disculpe por hablar en primera persona. Lo hago
porque quisiera hablar del pensamiento sistemático bajo el punto de vista de la
subjetividad, circunstancia que me permite pensar de una manera más libre.
Algunas personas creen que hablar desde el punto de vista de la subjetividad es
hablar de forma no objetiva. Pero esto es un error. La subjetividad es tan
objetiva como los objetos sobre los que recae la acción de los seres humanos.
Cuando afirmo que voy a hablar desde el punto de vista de la subjetividad,
indico con ello que no solo voy a tener en cuenta la conciencia sino también
los sentimientos. Y lo de los sentimientos lo entiendo en el sentido hegeliano:
como la unidad íntima y pasional entre el sujeto y el objeto. Los sentimientos
como la conciencia son fuerzas esenciales objetivas del ser humano. Por
supuesto que la forma en que se manifiesta la objetividad de estas fuerzas es
distinta a la forma en que se manifiesta, por ejemplo, las manos.
Quienes nos dedicamos a la elaboración
teórica nos movemos con tanta exigencia en el rigor conceptual y en el orden
argumental, que en muchas ocasiones tenemos que renunciar a la imaginación y a
la intuición aunque nos anuncien aspectos novedosos y placenteros. Intentaré en
el trabajo de hoy moverme con la libertad del narrador de historias, que no duda en modificar la representación de
la realidad en beneficio de la belleza y de la sorpresa. A lo mejor después lo
que se produce será más una sensación de libertad que una realidad. Pero las
cosas son siempre así: lo bueno es tener expectativas y plantear intenciones.
Eso hace que en el precalentamiento de la mente todo se presente de mejor modo
para el inicio de la actividad. Y después que sea lo que sea. Siempre habrá un
camino y un resultado. Esta es la libertad de la actividad intelectual. El
cambio de objeto y de procedimientos en el ámbito del trabajo mental supone
coste cero.
Soy un pensador sistemático. Lo de
sistemático puede entenderse en varios sentidos. Explicaré algunos de ellos.
Ser sistemático significa que estudio los textos y analizo la realidad mediante
un sistema conceptual que he cultivado desde hace ya cuarenta años. Este
sistema conceptual lo he extraído en lo fundamental de distintas esferas del
saber. También lo he ido formando con mis propias reflexiones teóricas. Creo
que en el ámbito de la semiótica he aportado algunas reflexiones y
categorizaciones novedosas. Defiendo un pensamiento integral. Todas las esferas
del saber representan al ser humano de manera unilateral. De ahí mi interés por
el estudio de distintas ciencias. De todos modos hay una esfera de saber que
cumple con el requisito de la visión integral del ser humano: la filosofía. En
este sentido la filosofía es insustituible.
En el Cekam estamos estudiando ahora mismo
la percepción según Hegel. Lo hacemos en su obra Fenomenología del espíritu. La ventaja de quien estudia conmigo
estriba en que yo conozco otras obras de Hegel que facilitan la comprensión de
dicho capítulo. Dicho de otro modo: conozco buena parte del sistema conceptual
de Hegel. Quien estudia conmigo no se enfrenta al texto de Hegel desamparado:
continuamente apuntalo todo lo que se va afirmando. Los procedimientos lógico
teóricos que afectan al modo en que son elaborados los conceptos en Hegel, con
una matriz lógico dialéctica endiabladamente compleja, permiten comprender en
profundidad el pensamiento hegeliano. Por supuesto que todo no se comprende de
forma profunda. La dialéctica estriba también en adquirir el conocimiento
superficial de los conceptos fundamentales como etapa necesaria para llegar al
conocimiento profundo. No se llega a lo profundo sino a través de lo
superficial, al igual que no se llega a la esencia sino a través de la apariencia.
Solo los pensadores idealistas, como ocurría con Husserl, piensan que se puede
lograr un estado mental donde de modo directo se puede aprehender la esencia.
Pero los pensadores dialécticos no pensamos así: el conocimiento de la esencia
siempre será un conocimiento mediado por el conocimiento de la apariencia.
Hay otro aspecto del ser sistemático que es
crucial para obtener grandes rendimientos del citado texto de Hegel. Los textos
de Hegel son muy complejos y abstractos. Quien estudia conmigo tiene la
oportunidad de que casi todo el texto pueda comprenderlo con claridad. Esto es
posible porque he cultivado el análisis de textos abstractos desde hace muchos
años y dispongo de recursos y métodos que hacen claro lo que se presenta en
primera instancia con oscuridad. Gran parte de estos recursos afectan al
dominio que tengo sobre la naturaleza de los conceptos y de los juicios. Debo
en este sentido mucho a Husserl. También por supuesto a Gottlob Frege, a Marx y
al propio Hegel. Una parte de la historia del Cekam trata del estudio de las
distintas formas de elaborar teorías. En este sentido han sido cruciales Pvlov,
Einstein y el propio Marx.
Preciso más. Al tiempo que en Cekam estamos
estudiando la percepción en Hegel, yo estoy estudiando Realidad mental y mundos posibles de Jerome Bruner. Estudio
psicología del conocimiento. Aunque esta obra la presenta Jerome Bruner como
psicología de la literatura. Y lo que estudia aquí Bruner afecta en parte a la
naturaleza de la percepción. Pero hay más aún: Leyendo El País me enteré que había sido restaurado El Calvario de Van der Wyden, uno de los grandes representantes de
la pintura flamenca primitiva. Y como no puedo evitarlo, puesto que me estimulo
intelectualmente con el más leve movimiento, me he puesto a leer artículos
sobre la pintura flamenca primitiva y he contemplado algunas cuadros de Van
Eyck y de Van der Wyden. Me han
impresionado esos cuadros. Me sigue sorprendiendo que siendo religioso el
motivo del cuadro, predomine lo contrario del espíritu divino: una profusión de
colores con una fuerza desbordante. Son pinturas que me alegran. Tomé nota de
todo lo que los críticos y expertos decían de la pintura flamenca antigua:
mucho colorido, mucho detalle y figuras muy reales. Algunos de esos críticos
dicen que esas pinturas estaban realizadas con mirada microscópica. Aconsejo al
lector que vea algunas pinturas de eso dos grandes artistas. Pues bien, tras la
contemplación de los cuadros de Van Eyck y Van der Wyden, me acordé de un gran
libro de Heinrich Wölfflin: Conceptos
fundamentales de la Historia del Arte. Y de ahí llegué al tema que encabeza
este artículo: ser y apariencia. Sobre este asunto ya había realizado algunas
reflexiones hace un año y medio aproximadamente, a partir de la lectura de la
sección que Wölfflin titula del siguiente modo: Lineal y pictórico. Imagen táctil e imagen visual. Como podrá observar el lector, la
naturaleza sistemática de mi forma de trabajar afecta al conjunto de recursos
teóricos e informativos que se ponen en movimiento en el estudio de un
determinado tema. Es como si frente a un determinado núcleo gravitaran
diferentes recursos teóricos de los que parten y regresan diversas flechas
conceptuales. De sobra está decir que la pintura de los flamencos afecta
igualmente a la percepción y, por consiguiente, a la apariencia y al ser.
Así que el carácter sistemático del
pensamiento en lo que a mi experiencia se refiere tiene los siguientes
componentes: uno, activación continua del fondo de memoria, los conceptos y
formas de pensamiento almacenados son continuamente activados y revividos,
adquiriendo nuevos giros y enlaces; dos,
vuelvo una y otra vez a estudiar los mismos temas y autores a lo largo
de muchos años, de manera que los conceptos y los juicios adquieren solidez
histórica al tiempo que desarrollo y envergadura; tres, estudio los más
variados temas con un sistema conceptual que he elaborado a lo largo de
cuarenta años, que afecta a distintas esferas de saber: la epistemología, la
filosofía del lenguaje, la semiótica, la economía, la psicología, el
pensamiento lógico teórico, y algunas más; y cuatro, al tiempo que estudio un
tema y un autor estudio a otros autores y procuro estar al corriente de la
información que facilitan los medios de comunicación. Es un continuo movimiento
de las referencias teóricas y prácticas, favoreciendo la visión amplia y
compleja del mundo. Y como en todo: una cosas son las pretensiones y otra la
realidad. Lo que a mí puede parecerme profundo y complejo a otros puede
parecerles superficial y simple.
Vayamos a nuestro tema. Recordaré los
argumentos de Wölfflin. De los impresionistas afirmaba que pintan las cosas
según las vemos, mientras que de los pintores renacentistas afirmaba que
pintaban las cosas como eran. El retrato
de Giovanna Tornabuoni de Domenico Ghirlandaio es un claro ejemplo de
pintar las cosas como son y no como aparecen ante nuestros ojos. No estaría de más que el lector viera este
cuadro. De todos modos pongo un ejemplo del asunto que aquí debatimos. Pongamos
sobre una silla una camisa abotonada. Cuando estamos cerca vemos los botones
perfectamente, bien definidos, bien delimitados. Conforme nos alejamos los
botones aparecen más difuminados, los contornos dejarán de ser firmes. Por
último, a determinada distancia dejaremos de ver los botones. Dicho de forma
general: el grado de definición de las cosas y sus detalles es inversamente
proporcional a la distancia desde la cual las observamos. Si a cada distancia
pintamos las cosas tal cual las vemos, estamos ante una pintura donde predomina
la apariencia; mientras que si pintamos las cosas tal y como son, estamos ante
una pintura donde predomina el ser. En la pintura primitiva flamenca predomina
el ser, mientras que en los impresionistas predomina la apariencia. Esta distinción filosófica entre ser y
apariencia yo la presentaría como la contradicción entre el valor aparente y la
forma de aparecer o forma fenoménica. Pero suponiendo que entendemos en este
caso la apariencia como la forma de aparecer y el valor aparente como el ser,
esa distinción la consideraremos como válida.
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