22-05-2015
Profesor titular de Sociología en la Universidad
Jaume I de Castellón, Andrés Piqueras es autor y/o director de numerosos
estudios sobre migraciones, mundialización, identidades e intervención de los
sujetos colectivos en el ámbito social y político. Entre sus libros más
recientes cabe destacar Capital, migraciones e identidades (2007) y la
obra colectiva del Observatori Permanent de la Inmigració (OIC), del que fue
creador y director, El colapso de la globalización (2011). Nuestra
conversación se centra en su último libro publicado por Anthropos en su
colección Cuadernos A.
***
-El libro,
señalas en el prefacio, pretende una síntesis explicativa del capitalismo
histórico a través de sus crisis y a partir de las propuestas de carácter
teórico que le fundamentan y atraviesan. Es decir, añades, intenta mostrar como
“aquél se explica mejor mediante el entrelazamiento coherente de esas
propuestas”. Esas crisis de las que hablas, ¿qué crisis son, cuáles serían las
más importantes?
-La
automatización o, en general, la tendencia al desarrollo de las fuerzas
productivas, que es inherente a la acumulación capitalista, hace que la
utilización de fuerza de trabajo por unidad de capital invertido tienda a ser
cada vez menor, provocando una tendencia estructural hacia la eliminación de
empleos y una sobreacumulación de capital invertido por unidad de valor que
se es capaz de generar (al disminuir la plusvalía ligada a la explotación del
trabajo humano). Estos procesos conllevan crisis de valorización.
Hay, pues,
históricamente, una tendencia a la sobreacumulación de capital en
relación a su capacidad de generar plusvalía. Sin embargo, esa tendencia, que
está siempre ahí larvada, no tiene porqué manifestarse necesariamente en forma
de cataclismos capitalistas. De hecho, históricamente ha sido contrarrestada a
través de numerosos factores y procesos. Hay, sin embargo, otro tipo de crisis
estructurales subyacentes. Tienen que ver con las inadecuaciones entre la forma
dominante de mediación social que adquiere históricamente la explotación
capitalista (más o menos despótica, más o menos reformista o democrática, que
se traduce en la naturaleza que adquiere el Estado en cada momento, en función
de la correlación de fuerzas entre Capital y Trabajo) y las maneras de expresar
la relación de clase que permiten la obtención del valor como
plusvalía por mediación del trabajo de los seres humanos. Estas inadecuaciones
se traducen en crisis de regulación.
Cuando las
crisis de regulación coinciden con las crisis de valorización provocan grandes
conmociones internas del capitalismo, que le hacen mutar y, al fin,
pueden poner en peligro su propia continuidad. Estamos en presencia, entonces,
de las Grandes Crisis o Crisis de Larga Duración, que “empantanan” al Sistema.
Tengamos en
cuenta, además, que cuando un Sistema se instala por largo tiempo en una
situación de rendimientos decrecientes o estancamiento, tiene, como dice la
ecología política, tres posibilidades: o el salto hacia adelante, para
emprender un nuevo modelo de crecimiento; o la crisis (que “limpia” parte de lo
“disfuncional” y permite continuar sin cambios estructurales); o el colapso (cuando
todo su orden civilizatorio se desmorona y surge una estructura distinta a la
previa). En situaciones de prolongado estancamiento, si un Sistema no es capaz
de dar un salto adelante se ve más claramente abocado al colapso.
Nosotros
estamos de momento en una Crisis de Larga Duración que es a buen seguro la
antesala de una Crisis Civilizatoria, que a su vez es casi siempre compañera
del Colapso.
-Permíteme
algunas precisiones sobre lo que acabas de señalar. Históricamente, has
señalado, esa tendencia a la sobreacumulación ha sido contrarrestada a través
de numerosos factores y procesos. Por ejemplo…
-Por
ejemplo, en orden a contrarrestar los obstáculos en la valorización, el Capital
aumentó significativamente la tasa de explotación de la fuerza de trabajo;
abarató el coste de las materias primas (y en general, redujo el valor de las
mercancías que determinan el valor de la fuerza de trabajo, rebajando también
el valor de ésta); ha desvalorizado capitales obsoletos, a través de
bancarrotas, anexiones y fusiones; ha abaratado también el empleo de capital
constante: a) aumentando el volumen de producción (p.e. a través de la
prolongación del tiempo de trabajo, con turnos ininterrumpidos, horas extras…);
b) utilizando más racionalmente materias primas y energía, o ahorrando en
medidas de protección laboral (seguridad social, condiciones de seguridad
laboral…); ha venido reduciendo en sus sectores más avanzados el tiempo de
rotación del capital y de su renovación, acortando eficazmente el tiempo entre
la producción y la venta. Además, los capitales excedentes han buscado
crecientemente su valorización en localizaciones (por lo general periféricas)
donde la composición orgánica del capital es todavía menor (incorporando mayor
trabajo humano); o bien a través de la penetración final de sectores que
todavía no estaban organizados plenamente de forma capitalista. A todo ello se
ha sumado el intento de “inmaterialización” de la economía. Proceso perseguido
sobre todo a través de la “revolución informática”.
-Por lo
demás, estos pronósticos que señalas, ¿no pueden ser predicciones falsadas por
la experiencia o por un futuro que está abierto a luchas, a incertidumbres, a
cambios o innovaciones inesperados?
-Las
condiciones infraestructurales y estructurales que hacen tender hacia el
colapso a un Sistema pueden ser paliadas o redirigidas, pero casi nunca
suprimidas por, digamos, “el factor humano”. Lo que sí puede ese factor es
condicionar e incluso a veces anticipar cómo se producirá el cambio de Sistema
o la desintegración del mismo. Si ese paso podrá ser más o menos brusco, si el
Sistema colapsará en diferentes formas de producción desconectadas o bien se
puede preparar la “transición” hacia ciertos modelos sociales, o incluso hacia
otro modo de producción. El final de algo y las posibilidades de que surjan
después unas u otras formaciones sociales dependerá en gran medida de las
luchas de las poblaciones. Más cuanto más conscientes son de los procesos
infraestructurales (ecológicos) y estructurales (económicos) que tienen lugar
bajo sus pies, a veces profundamente por debajo de sus pies.
Nuestra
experiencia nos dice que el capitalismo siempre se recupera de sus crisis y que
éstas son cíclicas. Pero esta vez eso no nos sirve. Hemos agotado los límites
de la energía que es capaz de alimentar a este modo de producción y, en
general, la capacidad de expansión global del mismo (a falta de milagro
energético). Esta no es una fase más de un ciclo, sino el principio del fin de
un modo de producción histórico y de una civilización entera que le acompañó.
Si bien, su
trayectoria degenerativa puede alargarse durante bastante tiempo.
-Has hablado
de crisis civilizatorias. ¿Qué es una crisis de civilización, cómo podríamos
definirla? En la misma línea: ¿qué colapsa en un colapso? ¿Todo? ¿Y qué es
todo?
-Un Sistema
social es el resultado de la interconexión mutuamente vinculante, orgánica, de
diferentes esferas, campos u órdenes estructurales: sociales, culturales,
económicos, políticos, ideológicos y también psicológicos y ecológicos. Es
decir, un Sistema lleva emparejado un orden civilizatorio, que implica una
“cosmovisión”, una manera de entender las relaciones humanas, de relacionarse
con el hábitat y con la Naturaleza en general, de organizar la producción, de
determinar para qué y cómo se produce, de establecer cómo se distribuye lo
producido, cómo “se consume” la biosfera y la ecosfera. Está basado en un tipo
u otro de energía, depende de flujos de materiales, energía e información y
hace prevalecer unas u otras formas de comunicación, etc., etc… Todos estos
campos están fuertemente “interconectados” entre sí. El desmoronamiento de
algunos de ellos tiende a afectar rápidamente a los restantes.
Cuando el
entramado civilizacional comienza a dar síntomas evidentes de crisis, si el
Sistema no se es capaz de renovarse dando un salto cualitativo hacia adelante,
no le queda mucho tiempo antes de iniciar el camino hacia el colapso. El
colapso, efectivamente, de todo aquel entramado. Otra cosa es que no se
preserven aspectos o elementos del mismo para la fase “post”. Siempre pueden
sobrevivir algunos elementos del pasado orden civilizatorio.
-¿No te has
referido antes, aunque fuera de manera no explícita, a la ley tendencial de la caída
de ganancia? Esta ley marxista no estaba muy desprestigiada en el mundo
académico. ¿Qué es, de hecho, una ley tendencial?
-Sí, estaba
desprestigiada porque el “establishment” académico se había creído y había
querido hacernos creer que el capitalismo había superado esa tendencia a las
Grandes Crisis. Por eso, entre otras cosas, fue absolutamente incapaz de prever
la Crisis actual.
La Ciencia
está basada en formulaciones tendenciales, que apuntan que siempre que
concurran determinados factores y en ausencia de nuevas variables o elementos
externos las probabilidades de que se produzcan ciertos resultados o también
procesos son más o menos grandes. Como la Ciencia Social trata con las
entidades más complejas de todas, los seres humanos, sus formulaciones han de
ser más modestas y parciales, dado que los seres humanos son más susceptibles
de desbaratar cualquier previsión.
-El punto es
central en tu libro, en tu aproximación al tema. ¿Qué debemos entender por luchas de clase? ¿Cómo defines ese concepto?
¿Qué es eso de que las clases sólo existen en tanto que luchas de clase?
-La relación
de clase hace referencia al hecho de que unos seres humanos se apropien de
parte o de la totalidad del hacer y de lo hecho por otros (quienes son
expropiados de su hacer y de lo hecho, ya sea mediante la fuerza explícita y
directa, la servidumbre aceptada o mediante un salario, por ejemplo; también
mediante el trabajo no reconocido o impagado). Es decir, que hablar de relación
de clase es lo mismo que hablar de explotación entre los seres
humanos.
Los seres
humanos realizan luchas de clase, a menudo sin conciencia explícita de ello,
enfrentando esa explotación, cuando se resisten a que les aumenten la jornada
laboral, la intensidad del tiempo de trabajo, las horas extras, o cuando pugnan
por tener mejores condiciones de trabajo, más vacaciones, más días “libres”,
entre otros muchos factores. Otras veces, sin embargo, lo hacen de forma
explícita, por una mejor retención de la plusvalía que ellos mismos generan (lo
que se traduce en mejor salario). Estas son luchas de clase cuantitativas,
que no ponen en cuestión la propia extracción de plusvalía a costa del trabajo
ajeno (la explotación). El salto cualitativo en este proceso consiste
precisamente en enfrentar la propia explotación: estamos hablando entonces de
luchas de clase cualitativas.
Las clases
no luchan como sujetos coordinados, pero sí sectores más conscientes de las
mismas pueden devenir sujetos colectivos susceptibles de otorgar niveles de
agencialidad más consciente al conjunto de la clase social o al menos a una
parte más o menos importante de ella.
Aunque en el
capitalismo las clases en sentido ‘macro’ se establecen en función del
antagonismo básico que entraña la explotación de unos seres humanos por otros
(quiénes quedan a un lado u otro de la explotación que genera plusvalor), en
realidad si no hubiera luchas en torno a la relación de clase, que existieran o
no las clases dejaría de ser significativo, porque las clases sólo
adquieren verdadera materialidad a través de las luchas.
-Cuando
hablas de opción reformista, ¿de qué opción hablas? ¿De la
socialdemócrata? ¿Siempre esta opción ha sido útil para la propia marcha del
capitalismo? ¿No puede hablarse de conquista para hacer referencia a ella en tu
opinión?
-La opción
reformista tiene que ver con un tipo de regulación de la relación entre el
Trabajo y el Capital en el capitalismo histórico que fue proclive a la
negociación y al reformismo (a dar cabida y a ampliar formas más o menos
“democráticas” de regulación social). Implica alguna mejora en la distribución
del poder social, una relativa mayor participación del conjunto de la sociedad
en las decisiones que la afectan y una también más aceptable distribución o
redistribución de la riqueza social. En ese sentido, es sinónima de la opción
socialdemócrata del capitalismo, la cual dejó de estar ligada estrictamente a
partidos con ese nombre para incorporarse durante un lapsus histórico
determinado a la “dotación genética” del sistema capitalista por lo que toca a
sus núcleos centrales. Esto es lo mismo que decir que el capitalismo se hizo
socialdemócrata.
Este
conjunto de circunstancias, como es evidente, no “brotaron” de manera
espontánea de este sistema, no resultaron de ningún plan estratégico, sino que
fueron forzadas por las luchas históricas del Trabajo. Ahora bien, una vez que
se consiguieron, lograron también ser “absorbidas” por el organismo capitalista
y, paradójicamente, se han convertido en su más poderoso y eficaz factor a gran
escala y largo plazo para esquivar su crónica tendencia a la crisis, al menos y
sobre todo por lo que respecta a la vertiente de la realización de la plusvalía
o venta de las mercancías producidas. Esto es debido precisamente a la propia
mejora en la distribución de la riqueza social y, en general, a los mecanismos
de fidelización e integración del Trabajo que le son anejos. La opción
reformista ha logrado durante décadas una importante explotación
cualitativa o colaboración del Trabajo en su propia explotación, a cambio
del conjunto de dispositivos que garantizaban la “seguridad social” de éste.
-¿Pero
existen condiciones para la realización de la opción reformista en el
capitalismo actual? El pensamiento de Keynes, ¿puede ser aprovechado por la
izquierda en tu opinión?
-Me temo que
tengo que contestar con sendas negaciones a las dos preguntas. Explico cada
una.
-Adelante,
adelante.
-Primera, la
opción reformista fue tomada, digamos que forzadamente, debido a las
luchas y a la creciente organización y fortaleza del Trabajo, como dije, pero
también porque estaba pensada para un capitalismo de Estado (de acumulación
“nacional”), relativamente centrado en sí mismo si lo comparamos con el actual.
También fue posible porque el capitalismo estaba en una onda expansiva con una gran
disposición de recursos fósiles muy accesibles y con altísimo rendimiento
energético. Todo lo cual es ya imposible de repetir. En el capitalismo global
de hoy y en su momento degenerativo, las claves reformistas ligadas a aquella
opción no son reproducibles o lo son sólo en muy baja intensidad y por muy
corto tiempo, para muy limitados sectores sociales.
-Te pregunto
ahora por la segunda.
-De acuerdo.
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