Escribe: Carlos Páucar
Adiós al compositor de ‘madre’. El fallecimiento de
Manuel Acosta Ojeda, a los 85 años, cierra toda una época de la música popular
de la costa peruana. Vivió intensamente el criollismo, la bohemia y la crítica
a la injusticia social.
Los mensajes de texto, los escritos en el Facebook,
en Twitter y por mails no se hicieron esperar, se multiplicaron todo el día.
También por el ciberespacio se transmitía la tristeza por su partida.
Desde las primeras horas de la mañana se difundió
lo ocurrido: falleció don Manuel, se fue MAO, murió el maestro.
Y es que los devotos de la música criolla y andina
saben lo que significa Manuel Acosta Ojeda, MAO para sus amigos, ‘maestro’ para
sus seguidores.
Acosta Ojeda es uno de los más importantes
compositores de nuestra música. Uno de los más originales creadores y
estudiosos de la cultura peruana.
“Es una de las columnas del criollismo, el Felipe
Pinglo de los años 50, 60 y 70. El consumo de su obra se ha dado en todo el
Perú”, comenta el cantautor Daniel ‘Kiri’ Escobar.
Y MAO también fue uno de los últimos bohemios de
nuestra ciudad, entendida la bohemia como horas de vida entre la música, el
arte y la noche, y no como el desbande y la anarquía.
El querido compositor falleció durante la madrugada
en el Policlínico Grau. Tenía 85 años y unas ganas de vivir dignas de un
veinteañero. Hasta sus últimos días conducía el programa radial “El heraldo
musical” con su hija Celeste y no cesaba de alistar, pese a su edad, nuevos
proyectos.
Una fibrosis pulmonar terminó por traer abajo a
este árbol fecundo de la música, a quien el peso de la edad le había caído
encima hasta postrarlo en una silla de ruedas.
Se sabe que el actual gobierno iba a condecorarlo
con la Orden del Sol, aunque él había puesto una condición: que la ceremonia no
se haga en Palacio de Gobierno.
Y es que no solo era un creador infatigable, sino
también un rebelde, un luchador hasta el final de sus días, un hombre alzado
contra los poderes establecidos.
Hasta ahora se recuerda que asumió la defensa de
los derechos de los compositores en lucha, a veces solitaria, contra el poder
de Apdayc.
‘Kiri’ Escobar lo recuerda: “Esa lucha la hizo con
la creación de Saycope. Con los pocos recursos que tenía enfrentó a Apdayc. Y,
hoy, se sabe que Acosta Ojeda con todas las obras difundidas no ha podido
cobrar ni un sol de regalías. Los directivos de Apdayc nunca le abonaron nada
con el pretexto de que Acosta no pertenecía a su padrón de asociados. Lo cual
parece ser lógico si fuera autor noruego, pero no. No hay un día de la madre
que no se haya escuchado su canción ‘Madre’, pero no ha recibido un sol por
eso”.
Su rebeldía nacía de su amor por la tierra,
por la música peruana. Manuel Acosta Ojeda fue un hombre constantemente
preocupado porque prevalezca la justicia social.
“El hombre está hecho para avanzar, sobre todo en
nuestra patria tan ultrajada, tan corrompida, tan... bueno, no alcanzarían
adjetivos”, comentó, balbuceante, hace apenas unos días, el 16 de marzo, en una
reunión por su santo entre sus eternos amigos de música y los familiares que no
lo descuidaban.
Sus obras –ahora patrimonio inmaterial del Perú– se
inspiraban en el amor y también tenían contenido social. Revelaban la realidad
del hombre de a pie, del ser común y corriente (Yo creo que algún día / se
morirá la muerte / y será la moneda de amor y de verdad. Canción de fe).
“Mi música, la popular, andina, criolla y selvática
no me la enseñaron los doctores, la he aprendido en el sitio, en el callejón...
en la chacra, en el cañaveral. No soy un turista de la música popular”, comentó
en su último onomástico. Allí vestía una camisa roja y sus cejas teñidas por
canas iluminaban su clásica serenidad.
Creador infatigable
Para la gran mayoría de peruanos Manuel Acosta
Ojeda no pasa inadvertido gracias al valse “Madre”. El primero de sus párrafos
marca a fuego la historia del criollismo: “Madre, cuando recojas con tu frente
mi beso / todos los labios rojos / que en mi boca pecaron / huirán como sombras
cuando se hace la luz”.
Compuesto un día de 1951, en que carecía de dinero
para darle un regalo a mamá, Acosta decide hacerle este canto de su
imaginación. Los Chamas la hicieron famosa con una guitarra puntera, coros
bastante bien afinados y la fuerza de Óscar “Pajarito” Bromley en la voz. Hasta
hoy es infaltable en las reuniones de cada segundo domingo de mayo.
Pero también compuso memorables piezas como Cariño
(Cariño, allí soy el dueño, es la única parte en que no manda Dios); Puedes
irte (Es lógico tu adiós / la golondrina busca el sol cuando el invierno llega
/ y la abeja no besa flores secas), En un atardecer (Ya los bosques encienden
sus luciérnagas tibias/ canta el río más fuerte al permiso del ruido), Dulce
agonía (Cada copa que alivia nuestra pena y nos hace reír por un momento/
Destroza nuestro ser, nos envenena... Y qué importa mañana la condena, si
estuvo un rato el corazón contento).
Este autor popular de exquisito verso, nacido el 16
de marzo de 1930, y admirador de César Vallejo, José Carlos Mariátegui y Felipe
Pinglo Alva, no cesaba de producir.
Hace apenas dos meses publicó “Aportes para un mapa
cultural de la música popular del Perú”, libro editado por el Fondo Editorial
de la USMP.
Criollo y provinciano
Se le asocia al criollismo, pero Manuel Acosta
Ojeda nunca olvidó sus raíces provincianas, de padre arequipeño y madre
moqueguana. Solía decir: “mi inclinación musical viene desde el vientre
materno” y recordaba huaynos y yaravíes que oía en casa.
Otro hecho importante fue conocer a Carlos Hayre,
en 1947. Como reconoce en el libro “Arte y sabiduría del criollismo”, de
Mariano Martínez y editado por la Escuela Nacional de Folklore José María
Arguedas. “Yo tenía diecisiete y él es menor que yo, pero ya tocaba guitarra
muy bien para esa época... Nos hicimos grandes amigos por una casualidad
extraordinaria”. También aquí se refiere a su gran amistad con Adolfo
Zelada.
Acosta vivió la bohemia en los Barrios Altos, en La
Victoria, en Surquillo... Y también fue un hombre de izquierda, que optó por
cantar en los sindicatos, no en las radios del montón.
Un progresista total
Un progresista total
“Todo tiene que ir cambiando, pero con respeto por
la raíz. Cambiar la cáscara, la envoltura, pero no la estética, el pulso, la
sangre”, comentó.
MAO o maestro. Lo cierto es que se extrañará
demasiado a este infatigable creador.
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