Tariq Ali
Sábado 9
de mayo de 2015
Las elecciones generales en Gran Bretaña han sido
dramáticas. A nivel general porque los líderes de los tres partidos - Miliband
(Laborista), Nick Clegg (liberal-demócrata) y Nigel Farage (UKIP- una derecha
populista y racista)... se resignaron al día siguiente con la victoria
conservadora. Y a nivel más concreto, porque el Partido Nacional Escocés
acaparó prácticamente todos los escaños que le corresponden a Escocia (56 de
59), acabando con el dominio de más de un siglo del laborismo. El Partido
Laborista se fundó en Escocia. Y de allí salieron los primeros líderes y tanto
el Primer Ministro laborista, así como el último, salieron de Escocia. Casi
siempre, la cultura de obrera escocesa fue mucho más radical que su equivalente
inglesa.
Fueron la victoria laborista de 1945 y las reformas
socialdemócratas las que hicieron de la Autonomía, dejando aparte la independencia,
una abstracción. La victoria de Margaret Thatcher en 1979 fue el primer clavo
en el ataúd del Reino Unido, no porque ella estigmatizara a los escoceses como
lo han hecho algunos de sus sucesores, sino porque la mayoría de los escoceses
la aborrecían así como a todo lo que ella representaba. Se jactó de poner el
’Gran’ antes que Bretaña, sin darse cuenta de que las consecuencias no deseadas
de sus políticas serían la "ruptura de Gran Bretaña" como el título
del libro ultra-profético Tom Nairn sugirió incluso antes de su triunfo
electoral.
En Escocia, una gran mayoría no votó por ella. Pero
el punto de ruptura llegó con Tony Blair y el Nuevo Laborismo. Fue el tan
cacareado orgullo thatcherista de Blair, Brown y sus aduladores escoceses los
que aceleraron el auge del nacionalismo civil y alimentaron las deserciones del
Partido Laborista hacia el SNP, que se dio cuenta que la única manera de
derrotar el blair-torismo era situarse a la izquierda del Partido Laborista en
todas y cada una de las cuestiones importantes: así, el SNP se opuso a la
guerra de Irak, defendió el Estado de bienestar, exigió la eliminación de las
armas nucleares de suelo escocés y poco a poco comenzó a ganar audiencia. El
laborismo se limitó a estar a la contra. No se percataron del terremoto que se
avecinaba. Las placas tectónicas se movieron la semana pasada y los destruyó.
Llevará tiempo, pero ahora la independencia de Escocia está asegurada, como lo
está una maldita buena cosa: se debilitarán las pretensiones neo-imperiales y militares
del Reino Unido y se podrá abrir un debate real (no la farsa presenciada en la
BBC y en otras redes) hacia la reforma constitucional (que incluya una
constitución escrita y un sistema electoral democrático) y el surgimiento de
una alianza radical en Inglaterra, una fuerza insurgente que rompa con el
laborismo en descomposición que durante un siglo puso veto a la izquierda;
primero a los comunistas oficiales y más tarde a su descendencia trotskista.
Los restos de ambos terminaron en el Nuevo Laborismo (el matón estalinista John
(ahora Lord) Reid y el espeluznante Alan Milburn quien como Ministro de
Sanidad, abrió las puertas a la privatización y ahora es un consejero bien
remunerado de las empresas privadas de salud así como un Tory virtual. Y hay otros.
Como he argumentado extensamente en The Extreme
Centre: A Warning [último libro del autor], este es un fenómeno a escala
europea. No hay diferencias fundamentales entre el centro-derecha y los
partidos de centro-izquierda en ningún país. En algunas partes de la Europa
católica (España y Francia) el matrimonio gay abrió brechas. No tanto en Gran
Bretaña. La idea de que un gobierno laborista en Westminster podría haber
revertido el curso neoliberal del capitalismo es una tontería. Podría haber
hecho que fuera más aceptable mediante argucias estadística y palabras dulces.
Nada mas. Así pues, la izquierda impotente para romper la adicción laborista
debe estar feliz. Sus ilusiones no podían ser traicionadas.
Las tareas que enfrentan los radicales y los
socialistas en Escocia e Inglaterra son muy diferentes. En Escocia los jóvenes
que hegemonizaron la iniciativa "Campaña Independencia Radical" (RIC)
jugaron un papel ejemplar en el referéndum y en las recientes elecciones.
Abiertos, no sectarios, dándose cuenta de lo que estaba en juego y centrando
todas sus energías para derrotar al enemigo común. Los resultados les han dado
la razón. Ahora necesitan ensamblar a las fuerzas que abogan por una Escocia
radical para estar presentes en el Parlamento escocés que será elegido en 1916.
Esto implica desarrollar una oposición de izquierdas constructiva que de
continuidad a la tradición de RIC, pero esta vez con el objetivo de preparar en
el Parlamento el terreno hacia una Escocia que sea a la vez independiente y
diferente.
En Inglaterra, es el UKIP es el tercero partido en
cuanto a número de votos emitidos. Recibió votos tanto de los laboristas como
de los conservadores, pero los 4 millones de votos (12,6 %) obtenidos apenas le
otorgan un solo escaño en el Parlamento. Los Verdes con más de un millón
también obtienen un escaño. Lo absurdo de un sistema electoral que da a los
conservadores una mayoría absoluta (331 escaños), con el 36,9 % de los votos
emitidos, y a los laboristas 232 escaños con el 30,4 % y reduce a la nada al
resto de los partidos es una muestra clara de su fecha de caducidad. Se
necesita una campaña seria a favor de un sistema proporcional. El sistema de
first-past-the-post, el ganador se lo lleva todo, constituye un cáncer maligno
que debe ser extirpado del cuerpo político.
¿Y el radicalismo Inglés? No es pura casualidad que
un partido de derechas como el UKIP se haya convertido en la tercera fuerza. La
estrecha colaboración entre los principales sindicatos y la dirección laborista
significaba que la construcción de un movimiento social para hacer frente a las
privatizaciones y exijir la propiedad pública de los servicios públicos, más
vivienda pública, democracia local y la renacionalización de los ferrocarriles,
se quedó en la cuneta. Ninguna otra fuerza extra-parlamentaria fue capaz de
organizar una base para rechazar y la revertir las políticas extremas del
centro [del centro-izquierda y el centro-derecha]. Ahora, ese es el reto al que
se enfrentan todos aquellos y aquellas que quieran poner fin al consenso
estratégico del thatcherismo y el blairismo en Inglaterra. No es una tarea
fácil. Sin embargo, las posibilidades existen; sólo requieren fuerzas sobre el
terreno que permitan crear un nuevo movimiento que hable en nombre de la gente
oprimida y explotada.
No hay esperanza para encontrar un líder para la
izquierda en el partido laborista. Los nombres que se barajan ni siquiera son
capaces de escuchar la lluvia cuando llueve. Lo qué sería de gran ayuda es si,
más pronto que tarde, en el nuevo parlamento, se organiza un grupo de diputados
de izquierda que rompa efectivamente con el laborismo y se constituya como un
grupo radical en relación con las fuerzas extraparlamentarias. Dudo que lo
harán y a este respecto, la tradición benista [en referencia a Tony Ben, que
fue durante años el emblema de la izquierda del laborismo] es, para decirlo de
forma leve, de poca ayuda. Su apego al laborismo en un momento en que el
partido ha roto con su propio pasado socialdemócrata y ha optado por un
capitalismo puro y duro no tiene sentido y les lleva a un callejón sin salida.
Ken Livingstone, que derrotó al blairismo cuando se presentó como candidato
independiente para la Alcaldía de Londres, más tarde renegó de ello, hizo las paces
con Downing Street y volvió al redil, defendiendo la ciudad de Londres y el
capitalismo financiero desregulado, así como a Scotland Yard y la ejecución
pública del electricista brasileño Jean Menezes (confundido con un musulmán).
Livingstone fue uno de los pocos dirigentes populares del Partido Laborista que
podría haber jugado ahora una papel para construir algo nuevo.
Necesitamos una alianza de todas las fuerzas
radicales para construir un movimiento anti-capitalista en Inglaterra. Un
movimiento que sea a la vez nuevo, pero que se apoye también en el pasado: en
las grandes movilizaciones del siglo XVII; en las rebeliones cartistas del
siglo XIX. Los más recientes acontecimientos en América del Sur, Grecia y
España también ofrecen un camino a seguir . En cuanto al Partido Laborista,
creo que deberíamos dejarle que se desangre. Aquí la esperanza la ofrece el
camino escocés.
8/05/2015
Tariq Ali, escritor; su último libro: The Extreme Centre: A
Warning. Versobooks-feb.
2015.
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